Deleuze: ethos, vida e inmanencia

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Deleuze: ethos, vida e inmanencia

6.0

I

Las imágenes que llaman a entrelazar los párrafos a continuación están compuestas por todo un cúmulo de intensidades en devenir. Tales intensidades, expuestas a lo largo de la historia de filosofía en conceptos, se han abocado a expresar —bajo el auspicio de individuaciones singulares; es decir, por medio de disímiles disfraces— aquello que en el pensamiento deleuzeano se denomina como inmanencia.

De tal modo, se puede afirmar que las siguientes líneas no pretenden más que desvelar, por medio de fulguraciones conceptuales (a las cuales podemos nombrar como imágenes de inmanencia), algunas de esas haecceidades que hicieron del pensamiento deleuzeano una expresión de vitalidad ética.

Se trata por ende, de esbozar ese camino, siempre por hacerse, que generalmente se designa como libertad, y que Deleuze simple y llanamente distingue como una afección: alegría ética.

6.1

II

Señalado lo anterior, la primera imagen de inmanencia que salta en esta vía por-venir es el fuego.

La inmanencia, la vida, la intensidad divina como fuego, necesariamente nos remite al pensamiento de Heráclito. Explícitamente al fragmento 64, en el cual se lee:

ὁ θεὸς ἡμέρη εὐφρόνη, χειμὼν θἐρος, πόλεμος εἰρήνή, κόρος λιμός [τἀναντἰα ἅπαντα, οὗτος ὁ νοῦς]. ἀλλοιοῦται δὲ ὅκωσπερ <πῦρ> ὁπόταν συμμιγῇ τυώμασιν ὀνομάζεται καθ᾽ ἡδονὴ ἑκάστου . (Dios es día-noche, invierno-verano, guerra-paz, hartura-hambre (todos los opuestos, éste es su significado); cambia como el fuego, al que, cuando se mezcla con perfumes, se denomina de acuerdo con la fragancia de cada uno de ellos).[1]

El fuego y aquello que se quema en él para crear fragancias, es una imagen de inmanencia asombrosa. Parafraseando otro multicitado fragmento, se puede decir que este cosmos no producido ni engendrado por Dios u hombre alguno, es un fuego que se atiza o se sofoca a partir de aquello que es inflamado en él. La vida, y en ella la alegría y la tristeza, se juega en el azar y en el vaivén de aquello que es quemado en su intensidad. La vida singular se juega su aroma; su ethos, en la composición de fragancias engendradas singularmente en la inmanencia del fuego divino.

Fuego, ethos y vida son la expresión en imágenes de una proposición que, desde la visión de Deleuze, domina el pensamiento filosófico: ἓν πάντα.

“Lo uno todas las cosas”, es el ritmo inmanente bajo el cual los pensamientos y escritos filosóficos bailan. De lo anterior que no resulte extraño el hecho de que la proposición ἓν πάντα esté asociada a un pensador señalado como un filósofo pananteísta: Spinoza.[2]

6.2

III

El fuego inmanente, en la filosofía de Spinoza, es Dios. Tal imagen de Dios se distingue, según Deleuze, por ser una imagen de inmanencia que —gracias a un ateísmo propiciado por la potencia creativa del individuo aristócrata, es decir, del individuo creador— trabaja desde dentro la religión, rompiendo así con todo sello de trascendencia.[3]

Spinoza no pretende representar ni juzgar bajo los auspicios de un ser trascendental. Su imagen inmanente de Dios es una imagen de alegría, de vitalidad. No resulta extraño entonces que Deleuze junto a Guattari en Mil mesetas expresen que la Ética es el gran libro del Cuerpo sin Órganos. La Ética como el gran libro de un ethos vital en tanto que intensidad y expresión de singularidades, de intensidades, de deseo. Ἓν πάντα.

El vitalismo ético es el modo en que se cartografían las expresiones de las singularidades, ello con el fin de que éstas tiendan hacia la composición de afecciones alegres que, en una velocidad infinita, expresen la vida en tanto que potencia en el ser.[4] La ética es la producción de intensidades que alegremente buscan expresar en una velocidad infinita; en un acontecimiento, la ontología única.

6.3

Por ende, tenemos que una de las problemáticas internas de la filosofía es el vínculo entre la velocidad del pensamiento y su expresión. ¿Cómo formular en lo inmóvil la velocidad infinita?[5] Para Deleuze la Ética logró, en sus diferentes velocidades de escritura, expresar en Dios ese vértigo que en filosofía responde al nombre de inmanencia.

Dios fuego como aquello que “es a la vez lo que tiene que ser pensado y lo que no puede ser pensado”.[6] Lo más íntimo y no obstante el más radical afuera. Tensión de los contrarios. Movimiento infinito. Una vida.

Este pensamiento paradójico, inserto en un vértigo, se expresa en el quinto libro de la Ética cuando Spinoza apunta: “Cuanto más conocemos las cosas singulares, tanto más conocemos a Dios”.[7] El acontecimiento, lo singular, la haeceidad, es la expresión aporética de la vida: ἓν πάντα. Las fragancias de Dios; de ese fuego en el que se juega lo alegre y lo triste, son la expresión de una relación diferencial del movimiento mismo de la inmanencia y de su contingencia.

En ese vértigo se vuelve visible la estupidez yacente en los juicios y en su derivado más estratificante: la moral. La ética no enjuicia la vida. Se trata de una anarquía, de un mundo anti-jerárquico, en el que el ser se dice de todo lo que es en un solo y mismo sentido. Una única ontología.

6.4

IV

La última imagen de inmanencia que se quisiera traer a colación en estos párrafos es la imagen de lo virtual. El último escrito publicado en vida por Deleuze: La inmanencia: una vida…, es un esfuerzo por pensar esta imagen impensable. Lo virtual, Dios, el fuego como “pura corriente de conciencia a-subjetiva, conciencia pre-reflexiva, impersonal, duración cualitativa de conciencia sin yo”.[8]

Al ámbito tensional en el que se despliega la virtualidad inmanente —aumento y disminución de potencia, atizar y sofocar el fuego, alegría y tristeza— Deleuze lo designa como empirismo trascendental. Frente a lo trascendente, lo trascendental no depende de un objeto ni de un sujeto, de un ente o de un Dios creador.[9] Lo trascendental es inmanencia pura. Es potencia. Es UNA VIDA.

Deleuze asevera: “Una vida es la inmanencia de la inmanencia, la inmanencia absoluta: es potencia y beatitud completa” .[10] La vida no depende ni se somete a un ser. La vida misma se juega en sí. Vida impersonal.

6.5

Del mismo modo que en El Sofista, Platón se ve en la necesidad de escribir un dialogo sin mitos, lo cual lo lleva a manifestar que el no-ser también es, en la vida ética, la vida misma que expresa potencia y beatitud afirmando una radical ἀν-αρχία (an-arquía).

Ἓν πάντα y ἀν-αρχία son la expresión misma de la inmanencia. Al afirmar la vida y su inmanencia, afirmamos con Nietzsche y Spinoza la estupidez de la moral y de sus juicios. Más allá del bien y del mal. Una vida anti-jerárquica. Pananteísmo.

Lo virtual y su expresión, son esas fulguraciones que emiten la beatitud en su singularidad. Urdes de luz. Cuanto más conocemos las cosas singulares, tanto más conocemos a Dios. Ateísmo que trabaja por dentro a la religión. Deleuze señala: “El Uno no es lo trascendente que puede contener incluso la inmanencia, sino lo inmanente contenido en un campo trascendental. Uno es siempre el índice de una multiplicidad: un acontecimiento, una singularidad, una vida…”.[11]

La vida, hecha de virtualidades, de singularidades, es la expresión de “lo uno todas las cosas”. Fuego, Dios, Virtualidad, Vida. Vaivén entre sentido y sin-sentido, entre alegría y tristeza. Vida intempestiva. Nomadismo de las singularidades.

Deleuze-acontecimiento. Deleuze-inmanencia. Deleuze-vida. Habría que preguntarnos, al igual que nuestro autor lo hizo, si alguna vez estaremos preparados, o seremos lo suficientemente maduros, para pensar la inmanencia; la vida. Tarea imposible y por lo mismo la tarea más digna y sublime. Vivir para hacerse cargo de sí como multiplicidad. Ethos como horizonte desde el cual manan los astros. Luz singular.

6.6

Bibliografía

 

Kirk, G. S., J. E. Raven y M. Schofield, Los filósofos presocráticos, Gredos, Madrid, 2003.
Deleuze, Gilles, Dos regímenes de locos. Textos y entrevistas (1975-1995), Pre-textos, Valencia, 2007.
____________, En medio de Spinoza, Cactus, Buenos Aires, 2008.
Deleuze, Gilles y Félix Guattari, ¿Qué es la filosofía?, Anagrama, Barcelona, 2009.

Notas

[1] G. S. Kirk, J. E. Raven y M. Schofield, Los filósofos presocráticos, 277-278.
[2] Cfr. Gilles Deleuze, En medio de Spinoza, 484-485. Deleuze señala: “de Platón al neoplatonismo, o mucho antes aún que en Platón, en los filósofos que se llaman presocráticos, es decir los primeros filósofos, Heráclito, Parménides, etc., pasando por Platón y yendo hasta los neoplatónicos, es decir después de Cristo, el hen panta resuena por todas partes. <> es como el punto de encuentro del filósofo. Es extraño. Puedo concluir de ello que la filosofía no es que sea idéntica, pero al menos ha tenido siempre una relación muy particular con lo que se llama panteísmo. ¿A qué se llama panteísmo? Es algo que se llama también de una manera más sabia: el pananteísmo. ¿Y qué es el pananteísmo? Pan quiere decir <>, an quiere decir <>, teísmo, Theos, <>. Panteísmo o pananteísmo es <> o <>”.
[3] Cfr. Gilles Deleuze, En medio de Spinoza, 23. En la clase del 25 de noviembre de 1980 Deleuze afirma: “Del mismo modo que yo decía que Dios y Cristo fueron para la pintura una extraordinaria ocasión para liberar las líneas, los colores y los movimientos de las coacciones de la semejanza, Dios y el tema de Dios fue para la filosofía la ocasión irreemplazable para liberar aquello que es el objeto de creación de la filosofía, es decir, los conceptos, de las coacciones que les hubiera impuesto el hecho de ser la simple representación de las cosas. Es al nivel de Dios que el concepto es liberado, porque ya no tiene por tarea representar algo”.
[4] Cfr. Spinoza, Ética, parte primera, proposición XXXIV. Spinoza asevera: “La potencia de Dios es su esencia misma”.
[5] Cfr. Gilles Deleuze y Félix Guattari, ¿Qué es la filosofía?, 46. Deleuze y Guattari expresan: “El problema de la filosofía consiste en adquirir una consistencia sin perder lo infinito en el que el pensamiento se sumerge […]. Dar consistencia sin perder nada de lo infinito […]”.
[6] Gilles Deleuze y Félix Guattari, ¿Qué es la filosofía?, 62.
[7] Spinoza, Ética, parte quinta, proposición XXIV.
[8] Gilles Deleuze, Dos regímenes de locos, 347.
[9] Cfr. Gilles Deleuze, Dos regímenes de locos, 347. Deleuze asevera: “Lo trascendente no es trascendental. Carente de conciencia, el campo trascendental se definirá como un puro plano de inmanencia, ya que escapa a toda trascendencia, tanto del sujeto como del objeto. La inmanencia absoluta es en sí misma: no es en algo, no está en otra cosa, no depende de un objeto ni pertenece a una cosa. En Spinoza, la inmanencia no está en la substancia, sino que la substancia y los modos están en la inmanencia”.
[10] Gilles Deleuze, Dos regímenes de locos, 348.
[11] Ibid., 350.

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