La posición del analista. El debate de Lacan con los post-freudianos

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La posición del analista. El debate de Lacan con los post-freudianos

JACQUES LACAN

                                                                         

Madre: Mi hijo está mal, doctor.
Doctor: ¿Por qué estás deprimido, Alvyn?
Madre: Es por algo que leyó en una revista. Venga, Alvyn, cuéntaselo al doctor Flicker.
Alvyn: El Universo se está expandiendo.
Doctor: ¿El Universo se está expandiendo?
Alvyn: Sí, y si el Universo es el todo y se está expandiendo, eso quiere decir que un día estallará y se acabará ¡todo! Incluido yo…
Madre: ¿Pero qué tiene que ver el Universo? Tú estás aquí, en Brooklyn, y Brooklyn no se está expandiendo. Así que levántate y saca la basura de una vez.
Doctor: Y no lo hará en millones de años Alvin. Es por eso que debemos tratar de pasárnoslas bien mientras estemos aquí.
Woody Allen y Annie Hall

 

Pues bien: lo que yo quiero son realidades. No les enseñéis a estos muchachos y muchachas otra cosa que realidades. En la vida son necesarias las realidades. No planteís otra cosa y arrancad de raíz todo lo demás. Las inteligencias de los animales racionales se moldean únicamente a base de realidades; todo lo que no sea esto, no les servirá jamás de nada. De acuerdo con esta norma educo yo a mis hijos, y de acuerdo con esta norma hago educar a estos muchachos. ¡Ateneos a las realidades caballeros!
Charles Dickens

 

Resumen

En este artículo se abordará el debate de Lacan con los post-freudianos en torno a la posición del analista ante la realidad, particularmente situándonos en cómo el análisis fue reducido al uso de un poder que hizo necesario el “retorno a Freud” formulado por Jacques Lacan. En este sentido, nos situaremos fundamentalmente en el debate que Lacan sostuvo con las posiciones de James Strachey y Ernest Kris.

Palabras clave: Posición del analista, poder, realidad, prisa terapéutica, acting out

 

Abstract

This article addressed Lacan debate with the post-freudians around the position of the analyst to the reality, particularly placing us to how the analysis was reduced to using a power which necessitated the “return to Freud” made by Jacques Lacan. In this sense, we should be primarily on the debate that Lacan argued with James Strachey and Ernest Kris positions.

Key words: Analyst’s position, power, reality, therapeutic hurry, acting out

 

Si bien en el fragmento citado, Dickens logra capturar la atmósfera oprimente que asediaba a la sociedad inglesa en los umbrales del capitalismo y de la revolución industrial, no dejamos de reconocer en éste la misma opresión y asepsia realista que pululaba en un gran número de psicoanalistas contemporáneos a Lacan.

Carácter genital, superyó auxiliar, esfera libre de conflicto, etc., son algunos de los conceptos que toman por asalto la escena analítica sosteniendo la misma consigna: fortalecer el yo para constituir una relación adaptada a la realidad. Así, el analista, devenido sigilosamente en el representante-de-la-realidad, no hace más que transformar al psicoanálisis en una nueva forma de ortopedia.[1]

Ahora bien, ¿Es ésta posición coherente con el descubrimiento freudiano?, ¿puede la “realidad” transformarse en el fundamento último de nuestra práctica? Sin apartarnos de estas preguntas, que constituyen uno de los ejes fundamentales del “retorno a Freud” propuesto por Jacques Lacan, iniciaremos nuestra exposición con un artículo sumamente representativo del modo en que los post-freudianos orientaban la cura psicoanalítica.

Sugestión y transferencia

En La naturaleza de la acción terapéutica del psicoanálisis,[2] James Strachey intentará responder una pregunta fundamental: ¿cuáles son las condiciones que permiten al psicoanálisis conseguir efectos terapéuticos?

Más allá del innegable valor de la pregunta planteada, el modo en que Strachey responde a este interrogante resulta sorprendente. A continuación abordaremos el modo en que, el autor de una de las mejores traducciones de Freud, entendía la interpretación y la transferencia, y cómo (a pesar de ser mencionado en escasas oportunidades por Jacques Lacan) forma parte fundamental del debate emprendido con los post-freudianos.[3]

Luego de realizar un breve racconto acerca de la técnica psicoanalítica, Strachey no duda en afirmar con respecto a la sugestión:

“Estos sentimientos amorosos del paciente hacia el analista eran, evidentemente, los que proveían la fuerza extra necesaria para inducir a su yo a abandonar las resistencias,[4] anular las represiones y adoptar una nueva solución para sus antiguos problemas. Este instrumento, sin el cual no se podría obtener ningún resultado terapéutico, no era extraño. Se trataba, en realidad, del conocido poder de la sugestión, que había sido abandonado ostensiblemente desde hacía mucho tiempo. Sin embargo, ahora se lo empleaba en un sentido muy diferente; en verdad, en una dirección contraria. En la época preanalítica trataba de causar un incremento en el grado de represión; en el momento presente se lo empleaba ya para vencer la resistencia del yo; o sea, para permitir la eliminación de la represión”.[5]

 

REMEDIOS VARO, MUJER SALIENDO DEL PSICOANALISTA

Con una honestidad inusual afirma, sin ningún prurito, que el psicoanalista se sirve de la transferencia amorosa para con-vencer al paciente de que levante sus represiones y abandone sus resistencias. Así, no hace más que recordarnos a la posición de Anna Freud, la cual sostenía que la parte sana del yo era la principal aliada del analista. Al mismo tiempo concebir que el análisis debe permitir la adopción de una posición madura[6] ante conflictos supuestamente anacrónicos, resulta completamente contradictorio con los postulados fundamentales de la teorización freudiana tales como: la atemporalidad, la realidad psíquica y el principio del placer. Contemplamos entonces, cómo la posición del analista se reduce a hacerle comprender al paciente que puede afrontar, aquí y ahora y de modo realista, aquellos conflictos que durante su infancia sólo pudo reprimir. 

Lacan y la transferencia

Lacan se referirá a este artículo en la clase del 4 de junio de 1958, en la cual intentará diferenciar la transferencia de la sugestión. Así, no dudará en afirmar que desde el punto de vista de diversos analistas post-freudianos:

“[…] la transferencia se concibe como la toma del poder del analista en el sujeto, como el vínculo afectivo por el que el sujeto depende de él, y que podemos usar legítimamente para hacer admitir una interpretación. ¿Qué quiere decir esto? –sino enunciar de la forma más clara que hacemos uso de la sugestión. Para llamar las cosas por su nombre, si el paciente engulle nuestra interpretaciones es porque ha llegado a querernos”.[7]

Como se puede leer, Lacan critica este modo de orientar la cura, en tanto que esta perspectiva supone que el analista debe servirse del poder que le otorga la transferencia para inducir al paciente a aceptar las interpretaciones. Por tanto, es notable como el psicoanálisis deviene, desde la óptica de Strachey, en una forma particular de sugestión. Parafraseando a Clausewitz, podríamos decir que el psicoanálisis, fundamentado desde esta matriz, no es más que la sugestión por otros medios. 

Por otro lado, en consonancia con lo planteado por Freud en Psicología de las masas y análisis del yo, Lacan propondrá que el paciente se identifica y engulle las interpretaciones, sólo en la medida en que la dimensión amorosa está presente en el lazo transferencial. Ahora bien, ¿cuál será, para Lacan, la posición del analista ante el poder que le brinda la transferencia? Un párrafo central de La dirección del cura o los principios de su poder, nos brinda una extraordinaria respuesta: “Porque él reconoció en seguida –dice Lacan sobre Freud– que ése (el amor de transferencia) era el principio de su poder, en lo cual no se distinguía de la sugestión, pero también que ese poder no le daba la salida del problema sino a condición de no utilizarlo, pues era entonces cuando tomaba todo su desarrollo de transferencia”.[8]

Ante el poder que el amor de transferencia le confiere al analista, Lacan propone una posición abstencionista. Así, la práctica analítica permitirá el despliegue del deseo inconsciente y la apertura de lo infernal de la subjetivad, sólo en la medida en que exista la apuesta por un deseo distinto al de gobernar y educar. A diferencia del discurso amo, que intenta consolidar performativamente las identificaciones del sujeto a los ideales del Otro, el psicoanálisis abre a la división ética a partir de un desciframiento que sólo pueda ser leído en transferencia. De esta manera, más que de una renuncia a una actividad, se trata de abrir la posibilidad de un deseo diferente: un deseo que no consiste en imponer interpretaciones ni en instruir al paciente sobre cómo debe o no vivir; un deseo inédito que aquí comienza a esbozarse y que será nombrado deseo del analista.

Entonces, si el analista se sirve de la transferencia no es para utilizar el poder que ésta le confiere, sino más bien que la utiliza para constituir las condiciones del análisis apostando a la histerización del discurso para que lo dicho traspase la palabra vacía, despegando el habla de las referencias cotidianas y de la queja victimizante, para permitir la emergencia de Otro-decir que conllevará la división subjetiva.

 

Dosis de realidad

Sin embargo, Strachey no sólo hace descansar el poder del analista en el amor de transferencia, sino que, de manera más radical, transforma al analista en representante de la realidad. En ese sentido Strachey teoriza la posición del analista en relación al concepto de superyó auxiliar.

Esta perspectiva afirma que el analista viene a sustituir el superyó del neurótico, permitiendo constituir un superyó más realista, que brindará una mayor fortaleza al yo del paciente. Así, si “la neurosis es efecto de los estrechos límites del sentido de realidad del enfermo”,[9] el analista deberá encarnar una función más realista y más adaptada, que permita sustituir a los imperativos crueles y distorsivos del superyó del neurótico.[10] Se hace notorio cómo la imposición de la “realidad” constituye el fundamento último de la práctica psicoanalítica, cuestión que se reiterará de las formas más variadas en otros autores adherentes a la ego psychology. No es sorpresivo entonces, que Strachey concluya definiendo a la interpretación como: “[…] el mejor procedimiento para asegurar que su yo será capaz de distinguir entre fantasía y realidad”[11] debido a que: “Su yo es tan débil y se encuentra tan a merced del ello y del superyó, que sólo puede hacer frente a la realidad si ésta se le administra en dosis mínimas (sic). Y estas dosis son, en realidad, las que el analista le da bajo la forma de interpretaciones”.[12]

JACOPO ZUCCHI, AMOR Y PSIQUE

Así, la interpretación viene a distinguir realidad de fantasía, y no permite la invocación de aquello sobre lo que nada se quiere saber. El psicoanálisis se transforma, desde esta perspectiva, en un modo de reeducación emocional que descansa en el ejercicio de un poder que olvida la subversión y la ética del descubrimiento freudiano.

Por esto mismo, Lacan no dudará en cuestionar esta posición que descansa en un realismo normativo, y que hace del analista un todo-saber que imposibilita la emergencia del sujeto. Así, el realismo de Strachey no es otra cosa que un intento por reducir el psicoanálisis a un proceso identificatorio. Es por este motivo, que la sugestión realista se queda varada en el primer piso del grafo del deseo, ya que el analista –ubicado en el lugar de A mayúscula– brindará las “dosis de realidad” –s(A)-que operarán como enunciados performativos, buscando anular la división ética a partir de los ideales-I (A)- que el Otro impone.

Pero, ¿Qué es lo que queda escamoteado en este modo de concebir la dirección de la cura?, ¿se podrá reducir, sin costo alguno, lo inconsciente a la identificación?, ¿dónde se muestra, de modo brutal, el fracaso de concebir al análisis como un ejercicio de un poder?

 

El hombre de los sesos frescos

En La psicología del Yo y la interpretación en la terapia psicoanalítica, Kris intentará justificar el uso de las llamadas “interpretaciones superficiales” y el lugar que tienen en la cura. Con tal finalidad presenta el caso de un joven scholar de unos 30 años, el cual se sentía impulsado constantemente a plagiar las ideas de sus colegas. Este paciente, que ya había realizado un análisis con Melita Schimideberg, emprende el tratamiento con Kris a partir de la sostenida incapacidad para publicar sus investigaciones, las cuales eran, infructuosamente, descartadas debido al temor y a la culpa de que fueran obra del plagio.

Luego de esta breve introducción, Kris narrará una sesión fundamental para nuestro ensayo. Casi a punto de publicar, el paciente descubre en la biblioteca un tratado que había leído hace algunos años, en el cual se encontraban, aparentemente, las mismas tesis  que las desarrolladas en su investigación. A partir de escuchar en el relato de su paciente “un tono de satisfacción paradójica” Kris decide indagar de forma meticulosa si se trataba o no de un plagio. Una vez finalizado su interrogatorio y, habiéndose asegurado de que no existía ningún tipo de plagio, le demuestra que en “realidad” era él el plagiado por su eminente colega. 

Llegamos al momento decisivo del caso. Luego de una seguidilla de sesiones, en donde reaparece la temática del plagio a partir de sueños y asociaciones, Kris no dudará en poner sus cartas sobre la mesa interpretando “Sólo son interesantes las ideas de los demás, solo las ideas que uno pudiera tomar de los otros”. Al acecho de una reacción de su paciente y luego de un extenso silencio, se producirá un sudden insight que culminará en el siguiente testimonio: “Cada medio día, cuando me voy de acá, antes del almuerzo y de regresar a mi oficina, camino a través de la calle X (una calle muy conocida por sus pequeños pero atractivos restaurantes) y miro el menú en la ventana. En uno de los restaurantes usualmente encuentro mi plato preferido: sesos frescos”.

 

Lacan sobre Kris

En diferentes momentos de su enseñanza, Lacan retomará este fragmento para infligir duras críticas contra los post-freudianos. Así, desde el Seminario I (Los Escritos técnicos de Freud) hasta el seminario XIV (La lógica del fantasma) Lacan no dejará de retornar, una y otra vez, sobre este fragmento para interrogar la posición del analista y su relación con el acting out. Ahora bien, desde esta perspectiva surgen dos preguntas fundamentales: ¿Por qué considera el relato como un acting out?, ¿y cómo se relaciona este último con la posición del analista?

En los primeros seminarios, Lacan pondrá el acento en la función correctiva del acting out como mostración al Otro de la transferencia ante la imposibilidad del analista de leer el deseo en juego. Sin embargo, no es posible pensar esta función correctiva sin tener en cuenta el valor del síntoma en la cura. Quiero decir que, a diferencia de una concepción que reduce el síntoma a un trastorno a ser eliminado, para Lacan el síntoma es un recurso fundamental del sujeto que motoriza la cura y que debe ser desplegado durante el análisis. Así, si el acting out irrumpe en el análisis, esto se debe no sólo a la imposibilidad de escuchar el deseo, sino –como es el caso de Kris– a la prisa del analista por intentar eliminar el padecimiento.

Si bien Freud nos advirtió sobre los efectos del furor curandis, esta advertencia parece haber sido desoída por Ernest Kris. En ese sentido, si el analista no es capaz de abstenerse de la prisa de la demanda de curación, no tendrá posibilidad alguna de posibilitar la emergencia de un analizante y, además, no dará lugar para que los tiempos de elaboración subjetiva puedan desplegarse. Así, Kris se abalanza sobre el síntoma sin lograr percibir que la repetición sintomática es un pasaje necesario de toda cura. Entonces, para que tenga lugar el deseo del analista, es necesario que el practicante se cure del deseo de curar.

Por lo tanto,  si el síntoma cede es en la medida en que su función responsiva se ha vuelto inútil. Es decir, el síntoma se volverá innecesario en tanto se produzca una destitución subjetiva que posibilite otros modos y recursos para afrontar una posición diferente ante el deseo y el goce.  Así, a diferencia de la asociación libre –que es vector y posibilidad de que la palabra tome el valor de alétheia dividiendo al sujeto en el surgimiento de Otro decir– el acting-out es una verdad que se muestra al Otro, pero no por esto conlleva ningún tipo de división ni interpelación sobre la posición del sujeto. En otros términos, como lo expresa Lacan: “Eso deja aparte al acting out donde lo que se dice no es sujeto sino verdad”. Es decir, el acting-out es una mostración de la verdad orientada hacia el Otro, pero que se lleva a cabo sin división ni interpelación, en definitiva, sin la emergencia de la responsabilidad del analizante.[13]

 

Acting-out y transferencia salvaje

Por otro lado, y ya en relación a la posición del analista, Lacan subraya en el seminario X que: “[…] el acting out […] es el esbozo de la transferencia. Es la transferencia salvaje”.[14]

Con todo, si bien este modo salvaje de la transferencia no es propicia para posibilitar el desarrollo del análisis, ¿cómo vincular la transferencia salvaje al fragmento clínico presentado por Ernst Kris?

En primer lugar, consideramos que en la transferencia salvaje el analista aparece encarnando el lugar del Otro consistente resultando aplastante para la posibilidad de desplegar el deseo y sus efectos divisorios. Es decir, en su intento de imponer la realidad, de curar, o simplemente de regir la vida del paciente, Kris se coloca en el lugar del Otro, el cual encontrará su tope en  la resistencia del deseo y en el retorno por vías que no son las del síntoma. En este sentido, si Kris no puede leer el deseo es porque sabe demasiado e ignora lo que, según Lacan, todo analista debe saber: ignorar lo que sabe.

JACQUES LACAN

 

Así, vemos claramente cómo la transferencia se torna salvaje cuando el análisis deviene en el ejercicio de un poder.  El furor curandis y el adoctrinamiento realista, no son más que modos, más o menos sutiles, de intentar ejercer un poder sobre el sujeto. Si Lacan señaló que “si […] se admite […] al sanar como beneficio por añadidura de la cura psicoanalítica, se defiende de todo abuso del deseo de sanar”,[15] lo hizo no sólo para marcar que la cura es efecto del trabajo en análisis, sino también para advertir al analista  sobre los riesgos que conlleva encarnar un Otro consistente, y que a su vez impiden la constitución del analizante, tal y como veremos a continuación.

 

Kris,  el psicoanálisis salvaje y el discurso universitario

Como ya hemos señalado, Kris constituye un análisis meticuloso sobre la obra de su paciente en el intento de demostrar que el plagio nunca existió. Creemos que impulsado por el success terapéutico, Kris cede el lugar del analista al furor curandis intentando atravesar el punto en el que el análisis con Melita Schimideberg había encallado.

A su vez, desatendiendo la recomendación de Freud,[16] Kris se ubica en el lugar del saber como agente, en un todo-saber, convirtiendo a su paciente en el objeto (a-stutado) de esta “reeducación emocional” que oculta al Amo del American way of life bajo el nombre de adaptación a la realidad. Pero si Kris interviene desde el discurso universitario, esto sólo se debe a que se queda sin palabras. Quiero decir que esta interpretación mostrativa de Kris parece más un modo de sustraerse a la angustia, que el efecto de los fundamentos teóricos de la psicología del yo. Si su intervención se refugia en la “realidad” –in the facts–, es en la medida en que no cree que la palabra tenga efectos de verdad, o dicho de otro modo, en la medida en que no puede soportar las dificultades y obstáculos que conlleva la posición del analista. Como intempestivamente expresa Lacan: “en su práctica […] en la esfera norteamericana se ha reducido tan sumariamente a un medio para obtener el success y a un modo de exigencia de la happiness, que conviene precisar que es ésta renegación del psicoanálisis, la que resulta entre demasiados de sus partidarios del hecho puro y radical de que no han querido saber nunca nada del descubrimiento freudiano”.[17]  Es esta renegación del statuto de la verdad en psicoanálisis, y del valor de la fantasía en la neurosis, lo que lleva a Kris a abandonar la intemperie de lo inconsciente y las vías del deseo, para refugiarse en la seguridad confortable que la aparente firmeza de la realidad suele otorgarnos.

Ahora bien, volvamos al llamado discurso universitario o de la ciencia. ¿Qué lugar ocupa aquí la división subjetiva? El lugar del producto. Es decir, que el $ es el lugar de la culminación de este discurso, el que queda dividido ante el todo-saber del Otro, el cual produce una destitución de las palabras y de la verdad que el síntoma encierra, o en otros términos: “¿Qué puedo decir sino no sé nada? Si es el Otro y su ciencia el que sabe que no soy un plagiario”

Por lo tanto, consideramos que Lacan teorizó la posición del analista como “objeto a”, en la medida en que el discurso analítico tiene como horizonte la posibilidad del levantamiento de la represión, la cual no es sin la emergencia del sujeto barrado y sin la posibilidad de que su ser-responsivo advenga de una manera distinta a la vía sintomal o a respuestas más precarias como el acting out o el pasaje al acto. Posibilidad que sólo puede originarse en la medida en que el analista se destituya del todo-saber del discurso universitario.

Como hemos visto la imposición de la realidad, de manera sutil o descarada, que aparenta justificarse en razones terapéuticas o que dice descansar en una supuesta realidad efectiva, no es más que la reducción del psicoanálisis al ejercicio de un poder que se basa en la identificación como mecanismo fundamental. Así, durante este ensayo no sólo abordamos la función correctiva del acting-out, sino que a su vez intentamos demostrar como el acting-out implica un modo de resistencia del deseo que demuestra el fracaso del intento de gobernar la subjetividad. Por otro lado, hemos destacado la función responsiva del síntoma –que muchas veces es olvidada por construcciones aparentemente más sofisticadas– en la medida en que la prisa por anular el padecimiento no hace más que conducir a lo peor, a respuestas donde el $ acorralado por la realidad resiste en modos responsivos más radicales y simbólicamente más precarios.

Por último, nuestro intento de problematizar la posición del analista respondió a no reducir al psicoanálisis a consignas, o frases repetidas, que se pasan en silencio de mano en mano. Por el contrario, nuestra apuesta consiste en poder rescatar el gesto freudiano de estar abiertos al encuentro con los obstáculos y dificultades que la práctica nos ofrece, pues en caso contrario, el psicoanálisis se encontraría condenado a lo que Borges desarrolla en el breve relato Del rigor de la ciencia, en el cual pone en evidencia cómo la teoría se convierte en “reliquia habitada por perros y mendigos”. Justamente, cuando en nuestro campo se intenta forzar a la práctica para que coincida con la teoría, cuando se antepone el ideal de “ser analista” sobre el trabajo con el padecimiento subjetivo, transformamos al psicoanálisis en una teoría pobre y obsoleta. Entonces, aunque parezca paradójico, es justamente lo que no encaja y que presenta una dificultad para la teoría, lo que enriquece y dinamiza a cualquier disciplina rescatándola de una posición dogmática. Sólo allí donde la teoría no alcanza, en los intersticios entre la teoría y la práctica, podrá haber un lugar para la clínica y un porvenir para el psicoanálisis.   

 

Bibliografía

  1. Dickens, Charles, Tiempos difíciles, Centro Editor América Latina, Buenos Aires, 1969.
  2. Freud, Sigmund, “Esquema del psicoanálisis en Obras Completas Tomo XXIII, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 2001. 
  3. Freud, Sigmund, “Sobre el psicoanálisis “silvestre” en Obras Completas Tomo XI, Amorrortu editores, Buenos Aires, 2003.
  4. Freud, Sigmund, “El método psicoanalítico de Sigmund Freud” en Obras Completas Tomo VII, Amorrortu editores, Buenos Aires, 2001.
  5. Freud, Sigmund, “Trabajos sobre técnica psicoanalítica” en Obras Completas Tomo XII, Amorrortu editores, Buenos Aires, 2004.
  6. Freud, Sigmund,Psicología de las masas y análisis del yo en Obras Completas Tomo XVIII, Amorrortu editores, Buenos Aires, 2001.
  7. Kris, Ernest, “Psicología del yo e interpretación en la terapia psicoanalítica” en Extensión (2-3-4), Boletín de la Cátedra Psicopatología I, UNLP, La Plata, 2004.
  8. Kris, Ernest, “Ego psychology and interpretation in psychoanalytic therapy (1951)” reproducido en http://www.e-diciones-elp.net/images/banners/PEP1.pdf
  9. Lacan, Jacques, Seminario V: Las formaciones del inconsciente, Buenos Aires, Editorial Paidós, 1999.
  10. Lacan, Jacques, Seminario XVII: “El reverso del psicoanálisis”, Paidós, Buenos Aires, 2002.
  11. Lacan, Jacques, “La cosa freudiana o sentido del retorno a Freud en Psicoanálisis” en Escritos I, Siglo veintiuno, Capital Federal, Vigésimo primera edición, 2000.
  12. Lacan, Jacques, “Variantes de la cura-tipo” en Escritos I, Siglo veintiuno, Capital Federal, 2000.
  13. Lacan, Jacques, “La dirección de la cura y los principios de su poder” en Escritos II, Ed. Siglo veintiuno, Capital Federal, 2002.
  14. Lombardi, Gabriel, La libertad en psicoanálisis, Paidós, Buenos Aires, 2015.
  15. Lutereau, Luciano, La verdad del amo: una lectura clínica del seminario 17 de Jacques Lacan, Editorial Letra Viva, Buenos Aires, 2014.
  16. Muñoz, Pablo, La invención lacaniana del pasaje al acto: De la psiquiatría al psicoanálisis, Editorial Manantial, Buenos Aires, 2009.
  17. Soler, Colette, Finales de análisis, Editorial Manantial, Buenos Aires, 2014.
  18. Strachey, James, La naturaleza de la acción terapéutica del psicoanálisis, reproducido en http://bibliotecadigital.apa.org.ar/greenstone/collect/revapa/index/assoc/19480504p0951.dir/REVAPA19480504p0951Strachey.pdf

 

Notas

[1] El término ortopedia-con el que Lacan califica la práctica de los post-freudianos-alude a la corrección de las deformidades o anormalidades. Es decir, de corregir las relaciones “deformadas” que el neurótico sostiene con la “realidad”.
[2] James Strachey: “La naturaleza de la acción terapéutica del psicoanálisis”
[3] Explícitamente Lacan cita a Strachey en muy pocas ocasiones. Una de ellas en “La dirección de la cura y los principios de su poder” Sin embargo, es sabido que Lacan solía no explicitar sus referencias fundamentales. 
[4] Los subrayados son nuestros
[5] Strachey, óp. cit, p. 955.
[6] Quizás para el lector de estas páginas el término “maduro” resulte exagerado de nuestra parte. Sin embargo, no hace falta más que leer las primeras páginas del artículo mencionado para encontrarse con afirmaciones como la siguiente: “hay que señalarle (al paciente) el hecho de que estos motivos ya no son válidos por ser anacrónicos; que ellos podían haber sido razonables cuando él era un niño, pero que en la actualidad no lo eran más” v. ibíd., p. 954.
[7] Lacan, Seminario V: Las formaciones del inconsciente,  p. 441, ed. cit. El subrayado es nuestro.
[8] Lacan, La dirección de la cura y los principios de su poder, ed. cit., p. 575.
[9] Strachey, óp.cit., p. 954.
[10] Como nos recuerda Strachey: “La característica más importante del superyó auxiliar es que el consejo que brinda al yo se encuentra basado firmemente sobre consideraciones reales y contemporáneas, y esto sirve para diferenciarlo de la parte mayor del superyó original”.
[11] Ibíd., p. 965.
[12] Ibíd., p. 966.
[13] La responsabilidad del analizante no debe confundirse con la responsabilidad entendida en términos jurídicos o en términos de aquiescencia yoica sobre las asociaciones. Los modos en los que el sujeto responde a la interpretación están esbozados por Freud en “Construcciones en análisis”. Para un desarrollo más amplio de esta temática, véase: “Responsabilidad y ex- sistencia en la experiencia psicoanalítica” publicado en Verba Volant, revista digital de psicoanálisis y filosofía.
[14] Lacan, Seminario X: La angustia, ed. cit., p. 139.
[15] Lacan, Variantes de la cura-tipo, ed. cit., p. 336.
[16] En Esquema de psicoanálisis, Freud enuncia: “Por tentador que pueda resultarle al analista convertirse en maestro, arquetipo e ideal de otros, crear seres humanos a su imagen y semejanza, no tiene permitido olvidar que no es esta su tarea en la relación analítica, e incluso sería infiel [el subrayado es nuestro] a ella si se dejara arrastrar por su inclinación”. v. Freud, Esquema de psicoanálisis, ed. cit., p. 435.
[17] Lacan, Escritos I, ed. cit., p. 399.

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