Las redes sociales y su influencia en la formación de la subjetividad en el siglo XXI

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Las redes sociales y su influencia en la formación de la subjetividad en el siglo XXI

 6.

Vivir en las redes

La última década ha significado un avance definitivo en la consolidación de las redes sociales y el internet como parte definitiva de nuestra vida cotidiana. Salvo casos excepcionales, las generaciones recientes han aprendido a vivir en un mundo en el que la tecnología es “lo normal” y la distancia de ellas “lo raro”, de forma que el uso permanente de dispositivos ha provocado cambios enormes en casi todas nuestras actividades, sin duda, también en las profesionales, las escolares y nuestros hábitos diarios. ¿Cuántas personas traen un smartphone en el transporte, en prácticamente cualquier ciudad? ¿Cuántos usuarios existen de internet en México el resto del mundo?

Se pueden mencionar muchas razones para esto, siendo una de ellas que la tecnología pasó de ser un privilegio de una minoría científica o adinerada para ser un recurso asequible al promedio de la población. A modo de broma, en la famosa serie de televisión Los Simpson se decía que décadas atrás se creía que, por su alto precio, sólo unos pocos de los reyes más ricos del mundo iban a poder tener una computadora.

La realidad ha sido muy distinta debido a fines comerciales de un mercado como el de los productos asociados a la tecnología, que implica desde objetos costosos como computadoras hasta consumibles de bajo costo o servicios asociados a estos productos. Así, lejos de que las computadoras sean posesión de unos pocos ricos, se han convertido en herramientas en general accesibles, sin que por esto haya diversidad en el precio de este producto, de forma que hay una para cada persona acorde a sus posibilidades económicas en medio de empresas que tratan de enganchar a la mayor cantidad de usuarios, a su vez inmersos en una guerra simbólica y consumista en torno a cuál es el mejor Smartphone, la mejor computadora o tabletas.

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Las computadoras se volvieron una herramienta común en casa, y junto a ellas, el internet se convirtió en la razón y complemento obligado de las primeras, que prácticamente no son utilizadas sin un servicio de red, mismo que aparece ya como requisito básico de los teléfonos inteligentes, hasta ser todos estos instrumentos parte de nuestros hábitos cotidianos e incluso un criterio de calidad de vida. Por ejemplo, sabemos que países desarrollados como Suecia o Finlandia, miden entre sus parámetros de Índice de Desarrollo Humano el acceso a internet.

¿Democratización o idiotización?

Los efectos de la entrada de la tecnología en nuestra vida han generado diversas reacciones, desde la euforia consumista hasta críticas como la realizada por Giovanni Sartori, quien desde una perspectiva alarmista, consideró en su famoso libro Homo videns[1] que el auge del lenguaje visual asociado a la cultura multimedia había provocado un déficit en las capacidades de abstracción de las personas que crecieron con estos medios, en contraste con quienes conocieron una educación basada en el libro. En suma, el autor italiano consideraba que el auge de los medios digitales ha sido dañino para la inteligencia. No es este el espacio para responder de manera definitiva a los planteamientos del sociólogo italiano, aunque debe aceptarse que, efectivamente, hay diferencias entre las generaciones que aprendieron a utilizar paulatinamente los recursos tecnológicos referidos y las nuevas generaciones que crecieron con ellos de manera inmediata.

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No es el único intelectual reconocido en hablar mal del avance del internet, debemos recordar la reacción de Umberto Eco, que dijo lo siguiente: “Las redes sociales le han dado el derecho de hablar a legiones de idiotas que primero hablaban sólo en el bar después de un vaso de vino, sin dañar a la comunidad. Ellos rápidamente eran silenciados, pero ahora tienen el mismo derecho a hablar que un premio Nobel. Es la invasión de los imbéciles. Si la televisión había promovido al tonto del pueblo, ante el cual espectador se sentía superior, el drama del Internet es que ha promovido al tonto del pueblo el portador de la verdad”

Volvamos por ahora al diagnóstico de Sartori para luego volver a Eco. El politólogo italiano y su lectura estaban lejos de entender y predecir o poder para el vertiginoso avance del internet en la vida cotidiana, tocado después por Eco.

Debemos ver que como punto de partida, ambos autores han sido representantes de la alta cultura, que sin duda, ha tenido un tinte elitista desde su surgimiento. Pensemos que quien sabía leer tenía una especie de saber especial no accesible al ciudadano estándar[2], y a su vez, este conocimiento había sido un factor determinante de aquello que hemos llamado “la civilización”. Recordemos que Peter Sloterdijk desarrolló un análisis profundo y brillante de esto en la famosa conferencia Reglas para el parque humano. Una respuesta a la “Carta sobre el humanismo” de Heidegger, en la que analizaba el papel del libro en la formación de la cultura, el humanismo y la domesticación del hombre como ser civilizado.

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Pero detrás de toda esta molestia por críticos como Sartori o Eco hay en el fondo un problema más complejo, que es el de la democratización del conocimiento y las herramientas que distinguen las posibilidades de pasar agente pasivo a productor de éste. Se entiende que si la autoridad del sabio y el erudito se pierden en el mar de información generado por el internet, como lo indica Eco, el resultado es difuso y poco fácil de enjuiciar, como veremos más adelante, aunque Eco y Sartori tenían clara su opinión.

Los análisis esbozados por ambos autores eran adecuados en muchos aspectos, hasta hace tiempo y para un mundo menos dominado por la virtualidad que el nuestro. Las repercusiones en nuestra vida no sólo no disminuyeron, sino que muy por el contrario, avanzaron hasta el punto de necesitar nuevos diagnósticos, como el realizado por Byung Chul Han, filósofo de origen coreano, consolidado en Alemania como uno de los pensadores más discutidos en la actualidad. Obras como En el enjambre[3] o La sociedad del cansancio tratan de explicar la sociedad contemporánea de forma profunda y compleja, si bien no reconfortante.

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La realidad que han alcanzado las redes sociales y el internet en nuestra vida es tal que incluso parece haberse apropiado del sentido de nuestros actos hasta el punto de que el significado de las acciones está mediado por su recepción en las redes sociales. Por las redes circulan todo el tiempo fotos, videos, datos personales y demás corren a diario, todo el tiempo hasta dominar sobre el contacto real.

¿Cuál es el encanto de este mundo virtual? Cada quien puede, exageradamente o de manera realista, hacerse de una imagen, eso es obvio, pero esto ha abierto una serie de opciones que van mucho más allá de una mera representación –ser para sí- y fotos editadas para ser más interesante al ojo de los demás –ser para los otros-.

Pero detrás de todo esto hay más. Considero que un aspecto menos analizado, y menos conservador en la crítica, se abre si pensamos al internet y las redes sociales como un mundo de posibilidades para la subjetividad, la creación artística y en general la creación cultural, entendida en sentido amplio.

Primero debemos explicar aunque sea rápidamente qué es lo que vamos a entender aquí por subjetividad. Para entender esto debemos ubicarnos en el marco de la filosofía moderna, desde la cual surge lo que se ha denominado como sujeto. Se trata de una concepción del conocimiento y de la acción que se fundan en la primacía del individuo como constructor de la verdad desde sus propias capacidades y ejercicio de la razón. Hablamos, pues, no sólo de una actitud de algunos pensadores sino de un espíritu de la época, por lo que este modo de ejercer el pensamiento se habría de reflejar en campos variados que iban desde la ciencia hasta, por supuesto, la filosofía.

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El rompimiento con un criterio de autoridad abría caminos nuevos al pensamiento, caminos nunca antes pensados y con ello opciones, a las que debíamos sumar las igualmente nuevas posibilidades que abría el desarrollo tecnológico. No exageramos cuando asociamos los múltiples avances técnicos con el avance del pensamiento y su paulatina distribución pública. El principal ejemplo puede ser el libro, que si bien es más producto del Renacimiento que de la modernidad, sí es el principal agente de distribución del conocimiento hasta ahora. ¿Quién podría pensar la filosofía sin el libro? La respuesta parecería una obvia negación, sin embargo, el libro fue un producto histórico que se convirtió en un referente permanente de nuestra concepción del conocimiento y la cultura. Nuestra imagen del hombre letrado es la del hombre que lee libros en cantidad y es hasta hace poco que damos al libro virtual un reconocimiento real.

Pero aquí hay otro problema, y es que no todas las publicaciones tenían el mismo valor e incluso deben ser dictaminadas para considerarse un libro de verdad. Esto provoca un problema complejo, pues, no cualquiera puede publicar, ya sea por cuestión de recursos o de autoridad intelectual, pero el ser escritor profesional había sido un privilegio de pocos.

La brecha entre alguien que alcanzaba el nivel de autoría y el que sólo leía era muy marcada, dividiendo a una parte activa y una parte pasiva del proceso de creación intelectual. Había autores y lectores, pensadores y aprendices.

La radio, la televisión y el libro, es decir, los tres medios de comunicación que dominaron el mundo hasta finales del siglo XX mantenían esta lógica. Por supuesto que había subjetividad, pero limitada en estos medios a la recepción de información, primordialmente.

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¿Qué es lo que cambió con el uso de las redes sociales y el internet? Justo la posibilidad de invertir o al menos equilibrar este modelo por uno en el que los sujetos activos de la información pueden ser prácticamente todos. Cualquiera puede postear una opinión, independientemente del éxito que tenga en respuesta y las reacciones, como ejemplo podemos pensar en las completamente fallidas intervenciones de los hijos de muchos políticos mexicanos. Si hubiera un sistema de filtros y dictámenes que impedirían muchas publicaciones, si tomamos parcialmente el argumento de Umberto Eco en el sentido de que no hay garantía de la reflexión de quienes auto-publican.

Para bien o para mal, se trata de un hecho consumado, sin punto de regreso a pesar de malos antecedentes en el uso de esa amplia libertad de las redes, la cual sin duda representa una clara democratización de la opinión pública más allá de los medios convencionales como la prensa y la televisión. Pero las posibilidades no son sólo de crítica política, la más obvia y que más se ha medido hasta ahora, siendo cada vez mayor el peso de la recepción en redes de los acontecimientos políticos para evaluar la percepción de la clase gobernante, la artística e incluso la intelectual. También hay una veta artística y cultural emanada de esta libertad virtual.

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Un orden invertido entre la acción y la recepción ha generado un boom de productos culturales cibernéticos que eran prácticamente impensables antes del auge virtual de nuestros días. El inicio con algunas bibliotecas virtuales, pocas pero muy seguidas y aplaudidas por quienes se dedicaban a estudio, fue sólo un inicio. En la actualidad no sólo existen muchas bibliotecas virtuales, tenemos también páginas académicas que pueden ser creadas por cualquiera, sin distinción de cargo, revistas virtuales hechas lo mismo por profesores que por alumnos, blogs de debate de todo tipo, tutoriales de youtube para prácticamente cualquier tema, videos de crítica social hechos por jóvenes sin curricula académica o intelectual, infinitos debates por facebook, información independiente de las transmitida por los medios convencionales de comunicación que acaban por igual con carreras de técnicos de selección nacional que con la reputación de políticos y sus familias, videos de estudiantes captados en momentos privados expuestos en espacios públicos, todo pasa por este espacio abierto y poco reglamentado, pero con consecuencias inevitables en la percepción social.

Ante esto, debemos considerar si hablamos de síntoma de algo mayor o un mero reflejo o moda virtual.

 

Autoimagen de una nueva subjetividad

Consideramos que se trata de una mezcla de condiciones de posibilidad con actitudes o auto-representaciones propias de nuestra época. Me explico. Si tenemos herramientas con las cuales hacernos presentes en el ciberespacio, lo más seguro es que las utilicemos, de lo que vemos ejemplos todo el tiempo. Es el acto del “poder hacer”[4] sin depender de otra cosa que la propia iniciativa y los conocimientos para la ejecución de este “poder hacer”. Pensemos, por ejemplo, en los grupos en que los estudiantes intercambias libros en versión digital al margen de las editoriales, revistas con artículos propios, fotografías y videos propios. Si esto ha creado un perpetuo plus de imágenes e información que no puede pasarnos desapercibido, es claro que habrá un efecto en nuestra sensibilidad y percepción del mundo.

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Las repercusiones estéticas de este acceso a un foro no reglamentado para la creación han propiciado dos posibilidades intelectuales desconocidas antes. La producción intelectual no arbitrada y la creación estética o artística fuera del espacio tradicional que era el museo.

Si la pintura, la fotografía y la escultura habían tenido su espacio en exposiciones de museos oficiales dirigidos por expertos del arte, por el contrario, sistemas móviles como instagram o facebook dejan a cualquiera ser artista visual, contando además con un público similar a sí mismo, con el mismo gusto y sensibilidad estética educada por las redes sociales. El cine era posible sólo a millonarias productoras y requería de salas igualmente condicionadas al mercado y al criterio de la academia y crítica especializada.

Por el contrario, el smartphone es el instrumento principal de esta estética invertida de las redes sociales. Por este instrumento pasan imágenes cotidianas con pretensiones artísticas. ¿Estamos ante un nuevo arte o ante un simple intento de arte? Este problema lo deberán resolver los estetas.

En todo caso, estamos ante un fenómeno de alcances globales cuya lectura lo ha considerado una espiral de narcisismos, de representaciones de múltiples yo’s que sólo proyectan en la red su incapacidad de relacionarse de forma abierta con otros[5].

Consideramos que hay otra lectura posible que insista en los cambios que representa el mundo virtual en la serie de posibilidades que abre si partimos de una visión no elitista de la cultura.

 

¿Nueva estética? ¿Nueva cultura?

Hemos anunciado parcialmente la visión a la que queremos llegar, esto es, entender el caso de las redes sociales como un síntoma de nuestra época, sin satanizar la tecnología ni verla siempre como un necesario progreso. Pero es un hecho que representa un cambio en nuestra forma de vida y esto implica necesariamente una revisión de estos cambios y sus implicaciones, a los que ya nos hemos referido. Desde el punto de vista filosófico, esto representa retos desde varias vertientes y líneas, desde la teoría del conocimiento, la fenomenología, la estética y demás.

Sin duda, el mundo de las redes sociales ha llevado a una inusitada libertad creativa que si bien es cierto que no siempre garantiza calidad, sí permite pensar en que se pueda realizar cultura más allá de los estándares habituales y que cada quien sea capaz de utilizar estos medios de la mejor manera.

Insistimos, esta democratización de medios de producción cultural es parte de una comprensión subjetiva y abierta de la creatividad, no atada necesariamente a márgenes convencionales, mismos que a su vez fueron producto de condiciones históricas y técnicas. Es de suponer que vendrán más avances técnicos y generan nuevas posibilidades creativas, herederas a su vez de las actuales.

La filosofía deberá tratar de responder a esas nuevas problemáticas, como ya lo ha hecho en otros casos a lo largo de siglos. Esto determinará el cómo y el porqué de la filosofía del siglo XXI.

Bibliografía

  1. Buyng-Chul Han. En el enjambre, Trad. de Raúl Gabás, Barcelona, Herder, 2014.
  2. Umberto Eco. Apocalípticos e integrados, Trad. de Andrés Boglar, México, Tusquets, 2011.
  3. Giovanni Sartori. Homo videns. La sociedad teledirigida, Trad. de Ana Díaz Soler, Madrid, Taurus, 1998.
  4. Peter Sloterdijk. Reglas para el parque humano. Una respuesta a la “Carta sobre el humanismo”, Revista Observaciones Filosóficas, Editor: Adolfo Vázquez Roca.

Notas

[1] Giovanni Sartori. Homo videns. La sociedad teledirigida, Trad. de Ana Díaz Soler, Madrid, Taurus, 1998.
[2] En México, por ejemplo, sabemos de la autoridad dada en los pueblos a los hombres de letras como el padre, el médico y el maestro. Esto en las comunidades rurales, pero en la misma vida citadina, con mayor oferta cultural, el intelectual tenía una autoridad emanada de su conocimiento y formación.
[3] Buyng-Chul Han. En el enjambre, Trad. de Raúl Gabás, Barcelona, Herder, 2014.
[4] Situación que empieza a ser una condición de la existencia actual, casi en la forma en que la fenomenología y la ontología postulaban en el siglo XX.
[5] Se trata del núcleo de la lectura de Buyng-Chul Han.

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