Los apaches del imaginario mexicano.

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Los apaches del imaginario mexicano.

Una aproximación a su cosmoperfección del mundo

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“¡Ay Chihuahua cuanto apache!”
(Dicho popular)

I

 

Sin duda alguna, resulta difícil adentrarnos en la cosmoperfección[1] del mundo que tuvieron los grupos nómadas provenientes de las culturas del desierto en América del Norte, pues no dejaron testimonio escrito sobre lo que generalmente entendemos en el mundo occidental como pensamiento filosófico; en este caso, el definido durante el siglo XIX por Hegel, Kant, Darwin, Marx y Engels, entre otros. Tal es el caso de los apaches durante el dominio colonial español y el México decimonónico.

En un intento por adentrarnos en su forma de pensar al hombre y al mundo, primero debemos rescatar e interpretar las causas por las cuales  las fuentes documentales (escritas y gráficas) de la Colonia y del siglo XIX describen y clasifican como bárbaros a todos los grupos del actual norte de México y del Suroeste de Estados Unidos. Por lo pronto, se puede decir que el hecho de protestar por diferentes vías ante la colonización española y mexicana, tuvo mucho qué ver con esta concepción.

En el caso de los apaches, una de las tribus situadas en la región más septentrional de la Nueva España y que hasta finales del siglo antepasado repelieron el dominio colonial, el estado de barbarie[2] o salvajismo[3] que los caracateriza está relacionado directamente con la resistencia del pueblo a su colonización. Es decir, como si su lucha contra el dominio y el concepto de barbarie fueran sinónimos.[4] Así es como su nomadismo, la guerra y la cacería, hechos que formaban la espina dorsal de su cultura, junto con el cautiverio (manteniendo a sus cautivos en calidad de esclavos, incluso indios de otras tribus, o bandas)[5], el estar aglutinados (de acuerdo a los españoles, en un solo grupo, al cual clasificaron como nación apache),[6] la supuesta crueldad con que cometían sus depredaciones, el trato que les daban a sus rivales (en específico, a los colonos que llegaron al norte novohispano por parte de la corona Española) y su rechazo a la religión católica, fueran la razón por la cual el norte de América se describiera como el “fronterizo, desértico, rudo y bárbaro norte”. Por lo tanto, podemos ver que el representar al enemigo de la colonización española y después de la independencia de México en 1821, fue la causa de que los apaches fueran conocidos como “bárbaros”.

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Dicho de otra forma, fueron vistos bajo la influencia del miedo, de origen medieval europeo a lo desconocido, al extranjero, causado en gran medida por los ataques de los vikingos, sarracenos y vándalos, entre otros, lo que provocó el amurallamiento de sus ciudades.[7] La colonización del territorio que ahora comprenden los estados fronterizos del norte de México y el Suroeste de los Estados Unidos, quedó impregnado por este temor cuando estuvieron frente al nativo americano, que por ser culturalmente diferente a ellos, lo asemejaron a los musulmanes, incluso a los vándalos, pueblo de origen germánico.

Al ser vistos los apaches de esta forma, cualquier referencia o estudio que se hiciera sobre ellos, necesariamente estaba inmerso dentro de esta categoría colonial.[8] Baste referir como ejemplo que en 1789 el franciscano fray Vicente de Santa María consideró que por sus “mitotes” (ceremonias o fiestas), tanto los apaches como los comanches, tenían el alma cristiana oculta:

“A los salvajes de estos paises se les puede dar rigurosamente el nombre mas bien de Gentiles, de Atheistas negativos, y en todo sentido irreligiosos; porque aunque haian nacido como lo cree nuestra Ortodoxia, con la imagen del Criador y gravada en sus corazones; pero esta, o se les ha borrado por el no uso y falta de educación, o á lo menos se les ha obscurecido de manera que no se figuran, ni la explican de modo alguno”.[9]

A esta clase de concepciones coloniales se le añade, además, la maldición mítica de Caín: “vagar sobre la faz de la tierra”,[10] una señal de que los pueblos nómadas del desierto de América del Norte, de acuerdo a lo referido por Andrés Pérez de Ribas,[11] se encontraban “bajo control del demonio”.

Esta clasificación se aplica a diversos grupos insurrectos al dominio colonial, todos con elementos culturales compartidos, incluyendo lenguaje y territorio; todos como feroz enemigo de la Corona española en el septentrión, representada por españoles, criollos y mestizos, acompañados de indios mesoamericanos aliados. Este grupo fue el que aglutinó a los pueblos que luchaban contra la colonizaicón en una sola “nación”, concepto ligado al cambio de nombre para identificarlos. Así, de autodefinirse como Diné (la “gente”), be-don-ko-he, chi-hen-he, chi-e-ahen, cho-ko-en y nedni, se utiliza solo una, apache; del vocablo zuñi apachu, que significa “el enemigo”.[12]

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Eran grupos o tribus que, de acuerdo a su mitología,[13] fueron creados por Usen, quien les asignó a cada uno su territorio con todo lo necesario para vivir. Sin embargo, de acuerdo a su clasificación por parte de los colonizadores, omitimos sus anteriores autodefiniciones y solo utilizamos la del colonizador, acompañada de la imagen de barbarie que también les atribuyeron, por lo menos, hasta principios del siglo XX; junto con otras más de origen europeo: vándalos, gandules, genízaros, gentiles o rebeldes, entre las más conocidas.[14] Estas concepciones dificultan realizar una imparcial interpretación de su forma de pensar el mundo, alejada de los parámetros establecidos por la Teoría de la evolución de Charles Darwin.[15]

 

II

 

A estos grupos no sólo se les diferenciaba por ser indios pacíficos (aliados) u hostiles (enemigos), también se tomaba en cuenta alguna actividad que realizaran o el lugar en el que habían sido vistos. De este modo, nos encontramos con los apaches jicarillas, quienes fabricaban unas pequeñas canastas; mezcaleros, dedicados a la elaboración de mezcal; mimbreños, al ser vistos en las montañas de Mimbres, al suroeste de Nuevo México; gileños, por deambular en los nacimientos de agua del Río Gila; mogollones, por andar en las montañas Mogollón, entre Arizona y Nuevo México.

¿En cuál de estas parcialidades de indios debemos centrar el estudio de su pensamiento? Al ser en su mayoría nómadas, otros nativos, no “apaches”, podían transitar por los mismos lugares, como es el caso de los janos o julimes. De manera que, aún contando con “nombre y apellido”: apaches mezcaleros, apaches jicarillas, etc., existía entre ellos una gran capacidad para asimilar elementos de otras culturas, lo cual  muy bien pudo influir en su forma de interpretar el mundo. A esto se agrega, además, el mestizaje que se dio entre ellos. Por eso resulta dificil distinguir con claridad cuál es el punto de partida para comprender su pensamiento.

“[…] eran -dijo Weber-, por lo general mezclas de pueblos que no se consideraban así mismos como su único grupo, pese a que así los imaginaran quienes eran ajenos a ellos. Como ocurre comúnmente, las etiquetas étnicas sugieren un sentido falso de pureza o continuidad étnica. La gente se conocía y se mezclaba, se volvía bilingüe o políglota, y entraba y salía de los grupos étnicos”.[16]

Con esta amplia gama de divisiones e interrelaciones,[17] nos enfrentamos a una vasta diversidad de pensamientos a través de los cuales se puede ubicar su identidad, aunada a las concepciones que se dieron desde principios de la Colonia para enfrentar un enemigo común, el colonizador.[18] Como ya lo había indicado, al estar en guerra permanente o por otros contactos, como el realizar intercambios comerciales o practicar el cautiverio,[19] fueron asimilando elementos culturales occidentales que, sin duda, también influyeron en su forma de pensar.

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Este contacto e intercambio de costumbres y cosmoperfección del mundo no era extraño para los nativos de origen atapascano. Al entrar en contacto con los júmanos, que ya habían adoptado el caballo y el uso del rifle desde principios de la colonización y contaban con la “cultura del comercio”, fueron absorbidos por los apaches a través las guerras que contra ellos sostuvieron durante el siglo XVI, al unírseles una parte de este grupo.[20] Como lo indicó Guillaume Boccara:

“Los indígenas evolucionaban en diversos espacios fronterizos y sacaban un feliz provecho de los antagonismos que se producían entre potencias europeas, al igual que de las tensiones que existían incluso dentro de los espacios coloniales hispano-criollos.”[21]

Lo anterior nos permite suponer que los elementos culturales que les permitieron tener una identidad propia, así como una forma de interpretar el mundo durante el siglo XIX, son resultado de la asimilación de elementos occidentales y del mestizaje con otros nativos. De esta manera, lograron fortalecer y modernizar su cultura, o culturas, dada la diversidad de grupos que se identificaban como apaches.

Es por ello que, para hablar de un pensamiento único y generalizado entre ellos, semejante al proceso sufrido por el Estado mexicano (que durante el siglo XIX pretendió establecer una sola cultura e identidad nacional en un país diverso tanto en lo cultual como en lo étnico), primero debemos tomar en cuenta cómo fueron absorbidos por cada uno de estos grupos que los conforman. Esto me lleva a plantear lo siguiente: ¿Se puede suponer que tenían una sóla forma de pensar, como para contar con un Dios común, Usen, del cual dependen sus costumbres y formas de conducta? ¿Es verdad que se puede entender su pensamiento de esta manera, como Gerónimo lo plantea en sus Memorias?[22] Cabe destacar que dicha obra fue escrita justo cuando su autor ya había sido evangelizado y era considerado por su gente como chamán,[23] además de haberse convertido en agricultor y comerciante.

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III

Menciono a este personaje, no sólo por el revuelo que representó para las autoridades  militares mexicanas cuando lo atraparon en 1886 a manos del ejército de los Estados Unidos en Sonora, México, como relata Pedro Hinojosa a continuación:

“Casi á la vez que se emprendía esta lucha, las fronteras del Estado, amenazadas seriamente por las insurrecciones de los apaches, solicitaban con urgencia la actividad del Gobierno. Las hordas bárbaras se habían puesto en movimiento capitaneadas por el indio Gerónimo, cuyo nombre suscita pavorosos recuerdos. Era proverbial su valor y todavía más su crueldad, llevada hasta la demencia. las míseras rancherías, teatro de sus hazañas, lo habían visto descender de las vertientes de la sierra, tremolando en su lanza las cabelleras de los vencidos, y lo imaginaba olfateando la sangre ó, al par de salvaje alarido, escapándose por entre humeantes ruinas inclinado sobre su corcel de batalla […] La firme actitud de las tropas mexicanas ahuyentó aquella nube de asesinos. Obligados á internarse en territorio americano, cae sobre ellos el General Miles, los acuchilla ó los dispersa, y luego se retira llevando atado sobre la grupa á Gerónimo, el romancesco Jefe de los bárbaros”.[24]

Me refiero a él por ser sus Memorias uno de los pocos documentos escritos donde un miembro destacado de esta tribu habló de la forma en la que aprendió a concebir el mundo a través la tradición oral. En ellas se aprecia el impacto que tuvieron tanto los misioneros religiosos (católicos y cristianos) como el contacto con comerciantes, militares y civiles. Llama la atención el primer capítulo, “El origen de los apaches”, que comienza de esta forma: “Al principio el mundo estaba envuelto en la oscuridad. No había sol, ni tampoco día. La noche eterna no tenía luna, ni estrellas”.[25] Comparémoslo con lo que viene en la Biblia, donde se habla de la creación: “En el comienzo de todo, Dios creó el cielo y la tierra. La tierra no tenía entonces forma alguna; todo era mar profundo cubierto de oscuridad y el espíritu de Dios se movía sobre las aguas”.[26]

¿Podemos considerarlo una coincidencia o es producto de un proceso de sincretismo cultural que ya he mencionado antes? No pretendo limitar el tipo de pensamiento que ellos desarrollaron. Por el contrario, enfatizo su capacidad para adecuar su mundo, lo cual les sirvió como una forma de enfrentar la colonización europea, mexicana y estadounidense.

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Una característica que los distingue del origen cristiano del mundo, es cuando menciona que el apache fue creado por una mujer, quien lo defendió de sus enemigos después de las guerras entre las “fieras malas” (bestias como el dragón y serpientes) y la tribu emplumada (aves, en particular, águilas), ambos, seres que destruían a los hombres, impidiendo que prosperara en la tierra.[27]

“Entre los pocos humanos que aun vivían había una mujer bendecida con muchos hijos, pero las fieras habían destruido siempre a estos. Si por algún medio conseguía eludir a los demás, el dragón, que era muy sagaz y muy malo, llegaba el mismo y se comía sus niños […] Después de muchos años le nació un hijo de la tormenta y ella cavó para él una caverna”.[28]

Notable diferencia sobre el origen del hombre, ya que el pensamiento de los apaches se encuentra estrechamente vinculado a la naturaleza donde se desarrollaron. Por otra parte, ellos preponderan la forma de vida nómada sobre la sedentaria europea, donde predomina la propiedad privada y el pensamiento individual sobre las cosas.

Es preciso aclarar que si bien los grupos con quienes interactuaba Gerónimo eran nómadas, no con todos se identificaba, idea que refuerza lo que he venido diciendo. Él menciona que se encontraban divididos en seis sub-tribus, perteneciendo él a la be-don-ko-ge, un grupo que habitaba la zona montañosa localizada al oeste, limitada al este con Arizona y al sur con las fuentes del río Gila. Mientras que al este vivían los chi-hen-ne, con quienes nunca tuvieron dificultades, siendo su jefe Victorio. Al norte, vivían los apaches de la Montaña Blanca, con los cuales, “no siempre estaban en relaciones inmejorables con nuestra tribu”, pero que rara vez estuvieron en guerra con ellos. Respecto a los navajos, enfatizó que “no eran de la misma sangre que los apaches”. Es por ello que sólo celebraban consejos con todas las otras tribus. Al oeste estaban los apaches Co-da-ju-ya, amigos no íntimos de su tribu. Hacia el sur, comentó que vivían los Cho-kon-nen (chiricahuas), dirigidos en “los viejos tiempos” por Co-chise y después por su hijo Naiche, con los que tuvieron sus mejores relaciones. Entre el sur y suroeste, vivían los ned-nis, su jefe era Yuh y siempre fueron sus amigos. Finalmente, mencionó que las “tribus bedonkohe, chokonen, chihenne y nedni”, fueron amigas en tiempos de guerra y que continúan unidas a medida que disminuye su gente. Después de este recorrido, le dio una interpretación a estas relaciones con los colonizadores, debido a esa larga guerra que sostuvieron por varios siglos contra ellos.[29]

“Estamos desvaneciéndonos de la cara de la Tierra, pero no puedo creer que seamos inútiles, porque, de serlo, Usen no nos habría creado. El creó todas las tribus de los hombres, y ciertamente tuvo una intención justa al crear a cada una de ellas […] para cada tribu de hombres que creó Usen, hizo también un hogar. Y en la tierra creada para cada tribu en particular, puso lo que había de ser para el bienestar de aquella tribu”.[30]

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IV

 

A modo de conclusión, resulta difícil presumir que los apaches se identificaran con sólo una cosmoperfección del mundo. Si bien estaban inmersos dentro de un territorio común y su lenguaje era del mismo origen como lo pretendieron los españoles cuando los aglutinaron en una sola nación, ¿se puede considerar que exista una solo tipo de pensamiento apache? Es una duda que me llevará mucho tiempo resolver. Por lo menos, en este capítulo solo dejo más dudas que una aportación al estudio del “pensamiento apache”. De cualquier modo, no podemos olvidar que su principal fuente de aprendizaje estuvo marcada por la tradición oral y el contacto pacífico o violento con otros grupos nativos nómadas y sedentarios, y por el impacto colonial europeo en sus antiguos territorios, una cultura de la que, finalmente, también asimilaron conocimiento y les permitió modernizarse.

Bibliografía

  1. Ricardo Melgar Bao y José Luis González M., “Los combates por la identidad. Resistencia cultural afroamericana”, CESIES. Pensamiento Latinoamericano y Alternativo, http://www.cecies.org/articulo.asp?id=179
  2. Roger Bartra, El salvaje en el espejo. México, UNAM, Ed. Era, 1998
  3. Georges Duby, Año 1000, año 2000. La huella de nuestros miedos. Chile, Ed. Andrés Bello, 1995,
  4. Fernando Operé, Historias de la frontera: el cautiverio en Hispanoamérica. Argentina, FCE, 2001.
  5. Cynthia Radding, Entre el desierto y la sierra. Las naciones o’odham y tegüima de Sonora, 1530-1830. México, CIESAS-INI, 1995.
  6. Jean Delumeau. El miedo en Occidente. España, Taurus, 1978.
  7. Jorge Chávez Ch., Entre rudos y bárbaros. Construcción de una cultura regional en el norte de México. México, El Colegio de Chihuahua, 2007.
  8. José A. Fernández de Rota (2004). “Los paisajes del desierto”, en  Pérez-Taylor, R. y H. Salas, eds., Desierto y Fronteras. El norte de México y otros contextos culturales. México. UNAM-IIA-Plaza y Valdés, 2004.
  9. Fray Vicente Santa María, Relación histórica de la colonia del Nuevo Santander y costa de su seno mexicano, manuscrito, 1789, p. 145.
  10. Donald E. Worcester. The Apaches. Eagles of the Southwest, University of Oklahoma Press, USA, 1992.
  11. S. M. Barrett (ed.), Gerónimo. Historia de su vida, Barcelona, Grijalbo, 1975,
  12. C. L. Sonnichsen, Gerónimo. El final de las guerras apaches, España, Hesperus, n. 49, José J. de Olañeta, Editor, 1993.
  13. S.M. Barrett, El Indio Jerónimo. Memorias. Introducción. de Frederick W. Turner, México, Presencia Latinoamericana, S.A. 1982.
  14. Charles A. Hale, La transformación del liberalismo en México a fines del siglo XIX, México, Vuelta, 1991
  15. David J. Weber, Bárbaros. Los españoles y sus salvajes en la era de la Ilustración. Barcelona. Ed. Crítica. 2007.
  16. Gorka Alonso “Tribus”, Apachería. www.apacheria.es
  17. Cecilia Sheridan P., “Diversidad Narrativa, Territorios y fronteras en el noroeste novohispano”, en Desacatos. 2002, otoño-invierno, n. 010,
  18. Guillaume Boccara (CNRS-CERMA), “Mundos nuevos en las fronteras del Nuevo Mundo. Relectura de los procesos coloniales de etnogénesis, etnificación y mestizaje en tiempos de globalización”, en Nuevo Mundo, Mundos Nuevos Mundos, E-review UMR 8565, 2001. Fecha de revisión, diciembre 2001.
  19. Pedro Hinojosa, Memoria que el secretario de estado y del despacho de guerra y marina presenta al congreso de la unión y comprende del 1o. de julio de 1883 a 30 de junio de 1890. México, Tipografía de la Secretaría de Guerra y Marina, 1891.


Notas

[1] cf. Ricardo Melgar Bao y José Luis González M., “Los combates por la identidad. Resistencia cultural afroamericana”, CESIES. Pensamiento Latinoamericano y Alternativo, http://www.cecies.org/articulo.asp?id=179 . Fecha de consulta 20 de mayo del 2016.
[2] El origen del término bárbaro tuvo su origen en la antigua Grecia. Cf. Roger Bartra, El salvaje en el espejo. México, UNAM (Coordinaciones de Difusión Cultural y Humanidades)-Ed. Era, 1998, p. 15. Menciona que para los griegos, de acuerdo con Aristóteles, “los bárbaros [eran quienes] no tenían acceso al logos, a la razón, debido a que el hombre aprende sus capacidades morales sólo en la ciudad”. Categoría que continuaron usando durante la Edad Media en Europa, para referirse a los no católicos, a los “extranjeros”, quienes después de atacarlos, convirtiéndolo en sinónimo de enemigo. Cf. Georges Duby, Año 1000, año 2000. La huella de nuestros miedos. Chile, Ed. Andrés Bello, 1995, pp. 49-76.
[3] De acuerdo con Bartra, para los griegos, los salvajes (Agrioi), eran seres que no habían sido domesticados: “así agrios es la antítesis de hemeros” (“domesticado” o “dócil”, vinculado a civilización), “los antiguos griegos también definieron, en el interior de su mundo, una gran variedad de seres salvajes -humanos y semi-humanos- que contribuyeron tanto como sus ideas fantásticas sobre los bárbaros a trazar el contorno de la razón griega”. Cf. Bartra, El salvaje…, pp. 15-17. No obstante, fue utilizado indistintamente con el de bárbaro, para referirse a los indios que se opusieron al dominio colonial.
[4] Las categorías coloniales de bárbaro y salvaje, fueron utilizadas indistintamente para clasificar a los nativos considerados rebeldes, a pesar de que su significado en Europa fuera distinto.
[5] Ver Fernando Operé, Historias de la frontera: el cautiverio en Hispanoamérica. Argentina, FCE, 2001, pp. 184-188.
[6] El término nación utilizado por los españoles, denota la subordinación a su imperio. Esto es, por considerar que eran un conjunto de comunidades que compartían el mismo idioma y ocupaban un territorio definido. Según Andrés Pérez de Rivas (1645): “Las que llamo naciones no se ha de entender que son tan populosas como las que se diferencian en nuestra Europa, porque éstas bárbaras son mucho menores de gente, pero muchas en número y las más en lengua, y todas en no tener comercio, sino continuas guerras unas con otras y división de tierras y puestos que cada una reconoce.” Cf. Cynthia Radding, Entre el desierto y la sierra. Las naciones o’odham y tegüima de Sonora, 1530-1830. México, CIESAS-INI, 1995, pp. 15-16.
[7] Al respecto ver, Jean Delumeau. El miedo en Occidente. España, Taurus, 1978. A decir del autor, la sociedad occidental europea se sustenta en el miedo, constituye de su pensamiento. Clasifica los miedos de dos tipos: los naturales, como las catástrofes, la mar y las epidemias, y los culturales, temor al otro, al extranjero (ejemplos, al judío y al musulmán), a la guerra, a la mujer, a causa del pecado original y por las hechiceras, y al demonio. Este miedo adquiere varias formas entre los siglos XIV y XVIII producto de la ignorancia, la peste y la guerra; como el que desarrollaron en el septentrión de la Nueva España contra los nómadas insurrectos.
[8] En Jorge Chávez Ch., Entre rudos y bárbaros. Construcción de una cultura regional en el norte de México. México, El Colegio de Chihuahua, 2007, pp. 197-222, ver la monografía realizada por Manuel Payno en 1869, para la Sociedad Mexicana de Geografía y estadística, sobre las “rancherías de indios de la Sierra Madre, donde realiza su estudio bajo esta óptica colonial.
[9] Fray Vicente Santa María, Relación histórica de la colonia del Nuevo Santander y costa de su seno mexicano, manuscrito, 1789, p. 145.
[10] cf. José A. Fernández de Rota (2004). “Los paisajes del desierto”, en  Pérez-Taylor, R. y H. Salas, eds., Desierto y Fronteras. El norte de México y otros contextos culturales. México. UNAM-IIA-Plaza y Valdés, 2004, pp. 21-36.
[11] Guy Rozat Dupeyron, “Desiertos de rocas y del alma. Un acercamiento antropológico a la crónica de Pérez de Ribas”, en Desierto y fronteras…, pp. 315-322.
[12] cf. Donald E. Worcester. The Apaches. Eagles of the Southwest, University of Oklahoma Press, USA, 1992, p. 5. De acuerdo a. S. M. Barrett (ed.), Gerónimo. Historia de su vida, Barcelona, Grijalbo, 1975, pp. 33-35, hizo la misma referencia sobre este vocablo zuñi. Además, que el gentilicio que utilizaron para definirse es diné (“la gente”). Mientras que C. L. Sonnichsen, Gerónimo. El final de las guerras apaches, España, Hesperus,  n. 49, José J. de Olañeta, Editor, 1993, p. 9, refiere que Gerónimo dijo que se llamaban: be-don-ko-he, Hash-ka-ai-la, chieahuen, chokonen, chi-hen-ne y nedni.
[13] Ver este relato en, El Indio Jerónimo. Memorias. Recopiladas por S.M. Barrett. Introducción. de Frederick W. Turner, México, Presencia Latinoamericana, S.A. 1982, pp. 29-35.
[14] Otra referencia que hizo Worcester, en The apaches…, pp. 3-5, sobre el término apache, dijo que se atribuyó a los indios de origen atapascano que “deambularon” entre Nuevo México, Arizona y noroeste de México y que a su vez, los dividieron por el lugar donde fueron vistos, como apaches jicarillas, mezcaleros, mimbreños, mogollones, chiricahuas, tontos, coyoteros y pinaleños.
[15] Este evolucionismo darwiniano continuó definiendo el estado evolutivo de los indios en México, hasta finales del siglo XIX. Los principales elementos de la teoría positivista que repercutieron durante el Porfiriato, provienen de Augusto Comte y Herbert Spencer. También, la teoría social positiva, parte de la biología evolutiva de Charles Darwin. En específico, la doctrina del darwinismo social y la escuela histórica de derecho, elaborada en un principio por el jurista alemán Friedrich Carl von Savigny, e interpretada para México por el constitucionalista francés Edouard Laboulaye. Uno de sus principales presupuestos fue el siguiente: “la sociedad era un organismo social, sujeto como todo en la naturaleza a la evolución o el cambio con el tiempo. El hombre como individuo era una parte integral de este organismo cambiante, y sus ideas, creencias y comportamiento no podían entenderse en lo abstracto sino exclusivamente en relación con la sociedad en su conjunto”. Por lo tanto, “el progreso era la máxima ley social, el nivel equivalente de la evolución o el desarrollo; y su mensaje era un mensaje de optimismo, de avance y hasta (en el caso de Comte) de regeneración de la especie humana”. Esto es, quien se resistía a la evolución, era una especie de parasito dentro del cuerpo que representa la nación. Cf. Charles A. Hale, La transformación del liberalismo en México a fines del siglo XIX, México, Vuelta, 1991, pp. 336-337.
[16] David J. Weber, Bárbaros. Los españoles y sus salvajes en la era de la Ilustración. Barcelona. Ed. Crítica. 2007, p. 35.
[17] Por ejemplo, Los sejen-né, conocidos por los españoles como mezcaleros, por consumir un alimento obtenido de la cocción del tallo y de la base de las hojas del agave, o mezcal. Se dividían en las siguientes bandas: 1. Natahéndé / Nadahéndé, “gente del mezcal”, o natagés al confundirlos con una subdivisión de los apaches llaneros; es posible que contaran con rasgos culturales comunes. Vivían entre los ríos Río Grande (o Bravo) y Pecos, en el centro de Nuevo México (NM) y por el sur y oeste del Llano Estacado, en Texas. 2. Guhlkahéndé / Guułgahénde, “gente de los llanos”, o cuelcajen-né, según los colonizadores, dando pie a que se confundan con los apaches llaneros. Vivían en las altas llanuras del norte de Texas hasta el valle del río Pecos, a lo largo de las Montañas Sandia (Bernalillo y condado Sandoval), NM y Montaña Tijera, en Bernalillo, NM, al oeste de Santa Fe y desde las Montañas Organ (en el condado de Doña Ana), cercano a El Paso, Texas. 3. Dzithinahndé / Tsilnihéndé, “gente de la banda de la montaña alta”. Eran conocido por el nombre de “chilpaines”. Vivían entre el sur del río Pecos y al norte de Chihuahua y Coahuila. 4. Ch’laandé / Tslahahéndé, “gente de la banda del antílope”. Vivían al oeste del río Pecos, hasta el Río Grande, en las montañas del centro y sur de NM, y en la cuenca del río Tularosa.  5. Nit’ahéndé / Niit’ahénde, “la gente que vive contra las montañas”. Habitaban en las Montañas Sacramento (condado de Otero, New México) y en el oeste de Texas.  6. Tsehitcihéndé, “gente del gancho en la nariz“. Se dividían en varias bandas que vivían en la Montaña Guadalupe, las llanuras adyacentes a Texas y en el norte de Coahuila y Chihuahua.7. Tsebekinéndé, “gente de la casa de piedra”; también conocidos como “Aguas Nuevas”, o “Norteños”. Vivían cerca del Nuevo Casas Grandes, Chih. Emigraron al sur de Agua Nueva (municipio de Rosales, 95 km al norte de la ciudad de Chihuahua, en ambos lados del Río Grande, entre El Paso, Tx. y Ojinaga, Chih. Algunos grupos fueron vistos en las montañas de Guadalupe y Limpia (hoy Montañas Davis, por Jeff Davis County, Tx,). 8. Tahuundé / Tá’huú’ndé, “montañas extensas en la gente del río“. Habitaban a ambos lados del río Pecos y en el suroeste de Texas. 9. Tuintsundé / Túntsande, “gente de la gran agua“. Esta banda se unió a los Tú–sis-ndé de los apaches lipanes, entre el centro y sur de Texas, así como en el norte de Coahuila; cuando acampaban juntas, formaban una sola banda mezcalero.10. Tuetinini / Tú’é’dinénde, “gente sin agua” o, “gente dura del desierto”. Se unieron a la banda Tú-é-diné-ndé de los apaches lipanes, en  un territorio ubicado entre el norte de Coahuila y Chihuahua. Con el tiempo se fusionaron formando la banda mezcalero en el sur. Cf. “Tribus”, Apachería. www.apacheria.es. Fecha, 25 de marzo 2016. Referencia tomada de un estudioso de los apaches, amigo mío, Gorka Alonso.
[18] cf. Cecilia Sheridan P., “Diversidad Narrativa, Territorios y fronteras en el noroeste novohispano”, en Desacatos. 2002, otoño-invierno, n. 010, pp. 13-29. Hace referencia al origen del término Gran Chichimeca, donde sus habitantes representaban lo opuesto a los clasificados dentro de la definición de Mesoamérica de Paul Kirchhoff: incluyendo ese vasto territorio referido en la documentación colonial, en mapas y algunos diarios de viajeros entre fines de los siglos XVIII y XIX, como la “Apachería”. También, menciona que a raíz de la colonización, diversos grupos que habitaban en el norte novohispano, se unieron contra un enemigo común, el colonizador portador de la cultura occidental.
[19] Ver Operé, Historias…, “La Frontera Norte: de los chichimecas a los comanches”, pp. 173-202,
[20] Guillaume Boccara (CNRS-CERMA), “Mundos nuevos en las fronteras del Nuevo Mundo. Relectura de los procesos coloniales de etnogénesis, etnificación y mestizaje en tiempos de globalización”, en Nuevo Mundo, Mundos Nuevos Mundos, E-review UMR 8565, 2001. Fecha de revisión, diciembre 2001.
[21] Boccara, op. cit.
[22] cf. Barrett, Gerónimo…, pp. 29-32.
[23] cf. C. L. Sonnichsen (Ed.). “De salvaje a santo. Una nueva imagen de Gerónimo”, en Gerónimo. El final de las guerras apaches. Barcelona, Hespreus 49, 1986, pp. 21-31.
[24] Pedro Hinojosa, Memoria que el secretario de estado y del despacho de guerra y marina presenta al congreso de la unión y comprende del 1o. de julio de 1883 a 30 de junio de 1890. México, Tipografía de la Secretaría de Guerra y Marina, 1891, p. 9.
[25] Barrett, op. cit., p. 29.
[26] “Los orígenes del mundo y de la Historia (1-11). Biblia.net. La Biblia en Internet. 2012. Sociedades Bíblicas Unidas y Sociedad Biblioteca de España, 2012. Fecha de consulta: 7 de abril del 2016.
[27] cf. Barrett, op. cit., pp. 29-30. Uno de los aspectos que se puede apreciar, por el tipo de animales que menciona, no todos provenientes de las regiones desérticas donde vivió, sino resultado del movimiento continuo que realizan los grupos nómadas y de las continuas migraciones que realizaron los atapascanos hasta llegar a lo que ahora conocemos como Nuevo México, Arizona, norte de Chihuahua y Sonora.
[28] Ibid. p. 30.
[29] cf. Ibid. pp. 33-34.
[30] Ibid. pp. 34-35.

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