Muerte de dios y muerte del padre

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Muerte de dios y muerte del padre

¡Dios ha muerto! ¡Dios sigue muerto! ¡Y nosotros lo hemos matado!
Nietzsche

Los seres humanos han sabido siempre – de aquella particular manera- que antaño poseyeron un padre primordial y lo mataron.
Freud

9.

I. Introducción

 

En la historia de la filosofía la crítica a la religión es una constante. Aquí se aborda la crítica a la religión de Nietzsche y de Freud, para mostrar las implicaciones de la muerte de Dios y de la crítica psicoanalítica a la religión.

La primera parte está dedicada a Freud. El objetivo es mostrar por qué la religión es una neurosis que tiene su origen en el complejo de Edipo y cómo se conecta con la muerte del padre primordial. En la segunda parte, se argumenta por qué la muerte de Dios constituye el elemento central de la crítica de Nietzsche a la religión. En la tercera parte se responde a la pregunta que orienta este ensayo: ¿existe una ruptura o una continuidad entre las críticas nietzscheana y freudiana a la religión?

La actualidad de este trabajo reside en que nos permite ubicar desde dos vías distintas la crítica a la religión y reconocer que no se trata de vías excluyentes, sino que se pueden conectar, dando origen a una crítica unitaria a las religiones monoteístas por diferentes vías: la filosófica y la psicoanalítica.

9.1 

II. La religión ante el psicoanálisis freudiano: neurosis, complejo de edipo y muerte del padre

Para Freud, la religión -de manera más específica, el judaísmo en tanto que religión monoteísta- se reduce a una neurosis. Freud aplica el esquema de la neurosis individual a la religión, a la que considera una neurosis colectiva. El supuesto del que parte es que entre la neurosis individual y la colectiva existe una analogía que permite aplicarles el mismo esquema analítico. El elemento fundamental que permite dar cuenta de esa analogía es que tanto en la neurosis como en la religión están presentes huellas mnémicas inconcientes. Esto es, que las vivencias del niño son vivencias de la humanidad.

9.2

Para comprender por qué la religión es una neurosis debemos entender que

[…] la génesis de la neurosis dondequiera y siempre se remonta a impresiones infantiles muy tempranas […] es correcto que hay casos designados “traumáticos” porque los efectos se remontan de manera inequívoca a una o varias impresiones de esa época temprana que se han sustraído de una tramitación normal, de suerte que uno juzgaría que, de no haber sobrevenido aquellas, tampoco se habría producido neurosis.[1]

La neurosis tiene su origen en acontecimientos traumáticos que siempre remiten a la niñez. Esos traumas, según apunta Freud, tiene ciertos elementos en común.

Corresponden a la temprana infancia, hasta los cinco años aproximadamente. […] por regla general, las vivencias pertinentes han caído bajo un completo olvido, no son asequibles al recuerdo pertenecen al período de amnesia infantil que las más de las veces es penetrado por restos mnémicos singulares, los llamados “recuerdos encubridores” […] Se refieren a impresiones de naturaleza sexual y agresiva.[2]

En todos esos acontecimientos traumáticos, la constante es el contenido sexual unido a la incapacidad para recordar esos momentos, de modo que el lugar del recuerdo concreto lo toman los “recuerdos encubridores”. Se trata de recuerdos que vienen a suplantarlo y que velan el contenido concreto. La existencia de los ”recuerdos encubridores” no debe llevar a creer que el recuerdo específico desaparece, pues antes bien “lo olvidado no fue borrado, sino sólo reprimido (desalojado); sus huellas mnémicas están presentes en toda su frescura, pero aisladas por “contrainvestiduras”.[3] Esos recuerdos inconcientes se encuentran en el sujeto de manera latente, aunque no se pueda acceder a ellos. Al hacerse conscientes algunos recuerdos, siempre aparecen de manera alterada o desfigurada. El paso de lo inconciente a lo conciente nunca es directo, en el sentido de que no trae a la memoria el acontecimiento tal cual se presento.

La fórmula que da cuenta de la neurosis es “trauma temprano- defensa- latencia – estallido de la neurosis- retorno parcial de lo reprimido”[4]. Los traumas siempre remiten a “vivencias en el cuerpo propio o bien percepciones sensoriales, las más de las veces de lo visto y oído”.[5] Como todos esos traumas remiten a cuestiones de carácter sexual, un ejemplo notable es escuchar o ver a los padres en el acto sexual. Ante esos acontecimientos surge la defensa que consiste en generar “recuerdos encubridores” como mecanismo para ocultar ese recuerdo y olvidar, es decir, llevar ese recuerdo al inconciente. La latencia se exterioriza al realizar actos que se vinculan con el trauma temprano o reproducen la vivencia. El estallido de la neurosis surge de la prohibición de tocarse unida a la amenaza de la castración por parte de la madre, que sería consumada por el padre. El retorno de lo reprimido se refiere al hecho de comportarse de forma idéntica a como lo hacía el padre, del que en un primer momento trata de diferenciarse el niño.[6]

Entre la neurosis y el complejo de Edipo existe una relación de carácter indisoluble. Para Freud “en el complejo de Edipo se conjugan los comienzos de la religión, […] y ello en plena armonía con la comprobación del psicoanálisis de que este complejo constituye el núcleo de todas las neurosis”.[7] Freud llega a “proclamar el complejo nuclear de la neurosis el vínculo con los padres, gobernado por apetencias incestuosas”.[8] El complejo de Edipo pone de manifiesto el deseo incestuoso del hijo y la hija por la madre, aunado a la prohibición de establecer un contacto sexual con ella, lo que implica en última instancia obligar a los hijos a censurar su propio deseo, es decir, a reprimirlo. La imposibilidad de satisfacer ese deseo incestuoso desencadena la neurosis. Resulta fundamental que para Freud el complejo de Edipo sirve de la misma manera para dar cuenta tanto del deseo incestuoso del hijo como del de la hija. Es decir, que en el caso de la mujer estamos ante un Edipo femenino.

9.3

El complejo de Edipo se ubica en el esquema de la neurosis en el estallido mismo de ésta, pues de ahí se sigue el elemento fundamental que es la prohibición del contacto sexual con la madre, aunada a la amenaza de la castración, ante el incumplimiento de la norma.

Todos esos elementos que dan cuenta de la crítica psicoanalítica a la religión se concretan en la muerte del padre primordial, pues Freud afirma que “Los seres humanos han sabido siempre […] que antaño poseyeron un padre primordial y lo asesinaron”.[9] Sin embargo, para llegar a la concreción del parricidio es importante entender que el

[…] padre de la horda entera, ilimitado en su poder, que usaba con violencia. Todas las hembras eran propiedad suya: mujeres e hijas de la horada propia, y quizás otras robadas de hordas ajenas. El destino de los hijos varones era duro; cuando excitaban los celos del padre eran muertos, o castrados, o expulsados [luego] los hermanos expulsados, que vivían en comunidad se conjuraran y avasallaran al padre.[10]

Según Freud, luego del parricidio lo que viene es una lucha entre los hermanos por quedarse con la herencia paterna y así ocupar su lugar. Pero aunado a eso surge el riesgo de sufrir la misma suerte que el padre primordial. Es por ello que, en última instancia, lo que hacen es “pactar una suerte de contrato social. Nació la primera forma de organización social con renuncia de lo pulsional”,[11] es decir, renuncian a ocupar el lugar del padre y todos los privilegios que de ello se siguen.

Con la muerte del padre primordial, el estallido de la neurosis adquiere el mismo sentido. Los hijos hombres experimentan deseo por la madre. Esa posibilidad la cancela la madre. Porque el padre es el único que tiene permitido establecer contacto sexual con la madre. Lo que obliga a los hijos a reprimir su deseo.

La religión implica una neurosis, porque surge de la exaltación del padre primordial, tras el retorno de lo reprimido, es decir, del hecho de recordar el asesinato del padre. Lo que detona la muerte del padre es el complejo de Edipo, es decir, el deseo incestuoso por la madre. Ese mismo elemento es el que desencadena el estallido de la neurosis. La religión es neurosis, en tanto que síntoma producido por el trauma temprano del parricidio.

La religión supone la renuncia a lo pulsional y el abandono, por parte de los hijos, de la intención de ocupar el lugar del padre, a causa de la culpa que implica el retorno de lo reprimido, es decir, el recuerdo del asesinato del padre, pues “una creciente conciencia de culpa se había apoderado del pueblo judío […] como precursora del retorno de lo reprimido”.[12]

 

III. La muerte de Dios

Nietzsche plantea la muerte de Dios en el parágrafo 125 de La ciencia jovial. En dicha obra, el hombre loco declara:

¿A dónde ha ido Dios?, […] ¡Yo os lo voy a decir! ¡Nosotros lo hemos matado, vosotros y yo! ¡Todos nosotros somos sus asesinos! […] ¿No olemos aún nada de la putrefacción divina? También los dioses se descomponen. ¡Dios ha muerto! ¡Dios sigue muerto! ¡Y nosotros lo hemos matado![13]

9.4

Para Nietzsche Dios es una idea, es decir, es el ser humano quien crea a Dios y no Dios al ser humano. De ese modo se pone de manifiesto su absoluta oposición al cristianismo, presente desde sus primeras obras, que será uno de los elementos constantes hasta Ecce Homo. El ser humano crea la idea de Dios y en esa idea deposita todo lo mejor de él, pero luego olvida que él mismo es el arquitecto de esa idea. Luego de mucho tiempo, recuerda que él es su creador y, al darse cuenta de que dicha idea resulta insostenible, decide desecharla y recobrar para sí los atributos que había depositado en Dios.

La muerte de Dios constituye el acto del ser humano de desechar la idea de Dios al darse cuenta que se había convertido en un obstáculo. En la filosofía nietzscheana, la muerte de Dios implica la transvaloración, es decir, la posibilidad de que el ser humano pueda generar nuevos valores lejos de la idea de Dios y de la religión. El ser humano es el único responsable de la muerte de Dios. Sólo asumiendo la destrucción de una idea es posible vivir sin los valores que se derivan de ésta.

En Así habló Zaratustra la muerte de Dios se plantea como un gran acontecimiento que abre la posibilidad al ser humano de darse sus propios valores. Ese acontecimiento ocurrió tiempo atrás. Pero los hombres aún no lo reconocen. De modo que siguen viviendo atados a esa idea.

En el parágrafo “De las tres transformaciones”, Nietzsche da cuenta de la situación en el que se encuentra el ser humano tras la muerte de Dios y muestra cómo pasa de la autoalienación a la libertad creadora. “Tres transformaciones del espíritu os menciono: cómo el espíritu se convierte en camello, y el camello en león y el león, por fin, en niño”.[14] El camello es el hombre que se inclina ante Dios, que lo asume como su cielo. El león es la figura del hombre que, cansado de tener su cielo más allá, destruye los valores trascendentes, pero sigue siendo un siervo, pues no tiene la capacidad de instaurar nuevos. Sólo rompe la cadena del “tú debes” para convertirla en “yo quiero”. La figura del niño destaca la capacidad de fundar nuevos valores y de asumir plenamente la muerte de Dios, pues “Inocencia es el niño, y olvido, un nuevo comienzo, un juego, una rueda que se mueve por sí misma, un primer movimiento un santo decir sí.”[15] Sólo al transformarse en niño el hombre puede crearse a sí mismo, sin depender de otros para su existencia e ir más allá del propio hombre, es decir, crear el superhombre o ultrahombre, que no es otra cosa que el ser humano que se desprende plenamente de todos los valores del cristianismo, luego de asumir la muerte de Dios.

La muerte de Dios constituye en sí misma la síntesis de la crítica nietzscheana al monoteísmo, que a su vez la posibilidad al ser humano de vivir sin el cristianismo y sin Dios.

IV. Consideraciones finales

 

Tanto Nietzsche como Freud articulan una crítica a la religión monoteísta. No es que el cristianismo y el judaísmo sean una y la misma cosa, pero sí que entre ellas se mantiene la constante de postular un solo Dios y de negar los otros.

La crítica nietzscheana a la religión monoteísta constituye la posibilidad de que el ser humano pueda crear sus propios valores. Desde esa perspectiva, la religión y Dios se convierten en un obstáculo que impide al ser humano realizarse plenamente. Sólo superando la religión es posible la creación del superhombre o ultrahombre, representado en la figura del niño, en quien el elemento fundamental es el poder creativo para poder generar nuevos valores, luego de desechar los que se desprenden del cristianismo.

9.5

El problema fundamental que Nietzsche encuentra en el cristianismo y el judaísmo es que desvalorizan la vida al postular un más allá. Por eso, al dejar de lado la religión y la idea de Dios, se presenta la posibilidad de afirmar la vida en su totalidad.

Entre la crítica de Nietzsche y Freud a la religión encuentro una continuidad: la necesidad de que el ser humano deje de lado la religión. En el caso de Freud, se debe resignificar el retorno de lo reprimido para no estar condenado a exaltar un arquetipo -el del padre- movido por la culpa. Pues el retorno de lo reprimido supone un momento anterior al pacto pulsional, a causa del cual se exalta la figura del padre. La crítica a la religión de Freud da cuenta de la constitución del sujeto. El planteamiento central es liberar a la humanidad de la neurosis, de modo que el retorno de lo reprimido no devenga en una exaltación del padre.

La resignificación del retorno de lo reprimido es algo para lo que no todos los seres humanos están preparados. Eso supone la posibilidad de reinventar en sentido profundo el origen de la humanidad. Para Freud es perentoria la necesidad de superar las resistencias, pues mientras se mantengan abandonar la idea de Dios y la religión no será posible. En ese punto aparece una continuidad con la formulación de Zaratustra: sólo el hombre que es capaz de superarse así mismo es capaz de vivir sin religión y sin Dios. Los demás hombres seguirán atados a esa misma idea durante largo tiempo todavía.

Desde la perspectiva nietzscheana resulta imposible que el ser humano se pueda desarrollar en el marco del monoteísmo. Por otro lado, las críticas de Nietzsche y de Freud son un cuestionamiento a toda la cultura occidental en su relación con la religión y la idea de Dios.

¿Qué queda luego de la muerte de Dios y de la resignificación del retorno de lo reprimido? La posibilidad de vivir una existencia libre de neurosis y sin culpa. La posibilidad de crear valores que exalten la vida y este mundo.

 

Die Fröhliche Wissenschaft Axel Anklam Thomas Henninger

Die Fröhliche Wissenschaft Axel Anklam Thomas Henninger

 

 

 

Bibliografía

  1. Freud, Sigmund, “Tótem y tabú”, en Obras completas, volumen XIII (1913–14), Amorrortu, Buenos Aires, 1991.
  2. ______________, “Moisés y la religión monoteísta”, en Obras completas, volumen XXIII (1937– 39), Amorrortu, Buenos Aires, 1991.
  3. Nietzsche, Friedrich, La ciencia jovial, Colofón, México, 2001.
  4. ________________, Así habló Zaratustra, Alianza Editorial, Madrid, 2004.

Notas

1 Freud, S., “Moisés y la religión monoteísta”, en Obras completas, Volumen XXIII (1937 – 39), Amorrortu, Argentina, 1991, p. 70.
2 Ibid., p. 71.
3 Ibid., p. 91.
4 Ibid., p. 77.
5 Ibid., p. 72.
6 Para la explicación de la fórmula de la neurosis sigo el ejemplo que el propio Freud presenta en el Moisés y la religión monoteísta, páginas 75 a 77.
7 Freud, S., “Tótem y tabú”, en Obras completas, Volumen XIII (1913 – 14), Amorrortu, Argentina, 1991, p. 158.
8 Ibid., p. 26.
9 Freud, S., “Moisés y la religión monoteísta”, en Obras completas, op. cit., p. 97.
10 Ibid., p. 78.
11 Ibid., p. 79.
12 Ibid., p. 83.
13 Nietzsche, F., La ciencia jovial, México, Colofón, 2001, pp. 218 – 219.
14 Nietzsche, F., Así habló Zaratustra, Madrid, Alianza, 2004, p. 53.
15 Ibid., p. 55.

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