Nietzsche revisitado

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Nietzsche revisitado

Hacer de la propia vida un experimento –sólo eso es la libertad del espíritu, eso llegó a ser para mí más tarde la filosofía…
Fragmentos póstumos IV

 

Yo os enseño al superhombre. El hombre es algo que debe ser superado. ¿Qué habéis hecho para superar?
Así habló Zaratustra

 

Después de haberme descubierto no ha sido difícil llegar hasta mí. Ahora la dificultad consiste en librarse de mí.
“El Crucificado”
Carta a Georg Brandel, sello de Turín: 4 de enero de 1889

 

Resumen

Este breve texto busca despertar el interés por el vigor y singularidad del pensamiento nietzscheano, a partir del aforismo, del fragmento en sí, frente al discurrir de lo sistemático y demostrativo del análisis filosófico. El amor, la música, lo dionisiaco, la emergencia de un horizonte crítico, la soberanía, la deuda, la vida, la locura y la muerte en Nietzsche, son revisitados en este elogio.

Palabras clave: aforismo, fragmento en sí, dionisiaco, vida, música, horizonte crítico, emancipación, voluntad, soberanía.

 

Abstract

This brief text seeks to provoke the interest in the vigor and singularity of Friedrich Nietzsche’s thinking, based on his aphorisms –the fragment in itself– facing the systematic and demonstrative thinking of philosophical analysis. Love, music, the dionysian, the emergence of a critic horizon, sovereignty, debt, life, madness, and death in Nietzsche’s work, are revisited in this compliment.

Key words: aphorism, fragment in itself, dinoysian, life, music, critic horizon, emancipation, will, sovereignty.

 

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La filosofía de Nietzsche resulta estimulante para pensar nuestro devenir. Filólogo y músico apasionado, entre sus novedosos y notables escritos figuran sus reflexiones en torno a la moral, la sociedad, la vida, la muerte y los prejuicios del rebaño y el filisteísmo. Discípulo parricida de Schopenhauer, trabó una fuerte amistad con Wagner, de quien llegó también a ser su acérrimo adversario tras el estreno de su ópera Parsifal. Sus recurrentes e intensas migrañas y su debilidad visual no impidieron su prolífica escritura; después de provocar a la decadente mediocridad intelectual de su época, en un segundo momento su producción se centró con tenacidad en la crítica y el desmantelamiento de los valores morales. Su obra, una gesta trágica de vida, de libertad y emancipación, la escribió en cuerpo y sangre.

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“La música debe crear la tragedia a partir de sí, de la misma manera que el uno primordial crea a los individuos”.[1] La música para Nietzsche es la vida misma, es un arrebato dionisiaco cuya fuerza resuena con gozo en el corazón y en las entrañas del hombre. Mientras Richard Strauss y Gustav Mahler, entre otros muchos compositores, se inspiraron en la imponente y magistral obra Así habló Zaratustra, y a consecuencia quizás del vigor de su pensamiento filosófico, la creación musical del genio nietzscheano es poco conocida. Nietzsche amó la música desde sus primeros años de vida. En la navidad de 1856 recibió como regalo unas partituras de Haydn: un escalofrío de gozo inundó su alma ante tan anhelado deseo. Escuchar el soberbio coro del “Aleluya”, de El Mesías de Händel, le produjo tal embriaguez que escribió un canto sacro similar, así como una misa, glorias y otros fragmentos religiosos. La música litúrgica luterana –su padre, párroco de Röcken, “¡el modelo perfecto de un clérigo rural!”– despertó su melomanía y su amor a Dios. No es posible entender el anhelo gozoso y dionisiaco de un hombre libre, sin la experiencia del arrobamiento que conlleva la voluntad de creer. La pluma de Nietzsche, en un delirio místico, sacraliza a Dioniso encarnado; sublima la herida que la muerte de Dios dejó.

TIZIANO, LA BACANAL DE LOS ANDRIOS (1526)

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“Todo lo que nosotros llamamos cultura, formación, civilización, tendrá que comparecer alguna vez ante el infalible juez Dioniso”, advierte Nietzsche en El nacimiento de la tragedia.[2] Como Goethe, su mirada y su posición ética, el en-sí de la vida, está en la Naturaleza en tanto fuerza de creación. Su gaia música cobra la impronta del romanticismo: el espíritu y el mundo perviven en armonía. El hombre se erige entonces como héroe, con voluntad sobre la Naturaleza, dejando tras de sí la mediocridad y las verdades absolutas. En Lamento del héroe, clamor musical sobre el sino del héroe trágico, Nietzsche ya expresa en los silencios de la partitura la senda de dolor y vacío de su Zaratustra, el liberado, el soberano. Su fecunda habilidad para la improvisación le llevó a crear sorprendentes composiciones inspirado en poemas, en palabras, en el ritmo y sonoridad de la lengua como experiencia de satisfacción. Salvo en contadas obras, las creaciones musicales de Nietzsche son fragmentos. Como en su escritura, son aforismos musicales. Pero sus obras no se quedan en lo fragmentario: en un aforismo dice todo cuanto tiene por decir; lo que otros escriben en un libro. El aforismo nietzscheano es sempiterno. Hacia el ocaso de su vida, con la fuerza y la salud ya disminuidas, dejó el dolor y la melancolía de la música hiperbórea y volvió la mirada a la música del sur; buscó la luz, la chispa, la alegría del duende en Bizet, Rossini, Ravel, De Falla… En su última obra musical, inspirada en un sublime canto a la vida de Lou Andreas-Salomé, a quien amó con locura y de cuyo vínculo fecundo surgió a la luz Zaratustra, reafirma el amor fati, ese amor incondicional a la vida, ese gozo único de saberse vivo frente a la enfermedad y a la muerte, de fluir en una lenta y perenne Oración a la vida

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En Así habló Zaratustra, Nietzsche condensa su pensamiento en un libro sagrado para todos y para nadie, sólo para espíritus libres. Como el Corán, el Avesta o los Upanishads, de lenguaje soberano y profético; de profunda sabiduría, arrebatador, alegre, desbordante de vida, el Zaratustra es su obra maestra, la más querida. Del antiguo saber oriental al sendero del buda, alcanzar la iluminación es una experiencia individual que demanda la soledad y el vacío. Así, Zaratustra se retira a la montaña sólo, consigo mismo, en las profundidades del cielo y la Naturaleza, lejos de las verdades absolutas, del rebaño, del filisteísmo, del horizonte moral de los hombres piadosos, de la misericordia, del uno-masa, de la civilización. En su soledad, Zaratustra ve ante sí la realidad de la vida tal cual es y, como en el mito de los grandes iniciados, ofrece a los hombres las tablas de los nuevos valores en un clamor de libertad y de esperanza por la emergencia del superhombre. Como Avalokiteshvara, el bodhisattva de la compasión, del amor fati, cuya cabeza hizo estallar en mil pedazos al renunciar a la iluminación hasta que todos y cada uno de los seres sintientes llegasen a ella, Nietzsche, en un acto de libertad, cansado de luchar contra el mundo, se arrojó al abismo lento de la locura. “El mundo es profundo. Y más profundo de lo que el día ha pensado. Profundo es su dolor. El placer es aún más profundo que el sufrimiento… Mas todo placer quiere eternidad, ¡quiere profunda, profunda eternidad!”.[3]

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Para Nietzsche, la nobleza y soberanía del hombre radican en el conocimiento y la responsabilidad de sí, en el dominio sobre las circunstancias de la vida, en saber cumplir sus promesas. Es en este sentido de responsabilidad, fincado en una deuda histórica de sangre y muerte, que Nietzsche piensa la culpa a partir de un recorrido genealógico de la deuda y la justicia. Quien infringía la ley o causaba un perjuicio merecía una pena determinada no por la gravedad del daño, sino por la cólera y el deseo de venganza del afectado. Más tarde, para la justicia, la restitución del daño se pagaría con el dolor infringido al cuerpo y con la libertad. El dolor y la pérdida de la libertad compensan el daño. La justicia promueve un intercambio entre acreedor y deudor: una promesa como pacto de restitución, un vínculo obligatorio. Pero el culpable se convierte en deudor, en un violador de acuerdos, en un sujeto fuera de la ley que debe restituir el daño con dolor; dolor que satisface al acreedor, quien subvierte su displacer en goce: “Ver-sufrir produce bienestar, hacer-sufrir, más bienestar todavía… es un axioma antiguo, poderoso, humano-demasiado humano… Sin crueldad no hay fiesta: así lo enseña la más antigua, la más larga historia del hombre –¡y también en la pena hay muchos elementos festivos!”, señala Nietzsche en Genealogía de la moral.[4] Tiempo después, Freud pensaría el sentimiento inconsciente de culpa y el masoquismo moral: ese yo desvalido que se enfrenta a la tiranía y crueldad de un superyó sádico que lo empuja a la muerte, y cuyo único imperativo es: ¡goza!  

GEORG BRANDES

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En la correspondencia con Georg Brandes (1887-1889) podemos acercarnos un poco a Nietzsche íntimo. El filósofo racionalista, aristócrata radical recatado, como “misionero de la cultura” y “buen europeo”, promovió con entusiasmo y de manera oportuna la obra de Nietzsche, quien, paradójicamente, condenaba a los críticos a errar como eunucos, ajenos a la virilidad del creador. A pesar de no comulgar a bien con su pensamiento, Brandes lo dio a conocer en la literatura escandinava (Ibsen, Strindberg). En su vínculo epistolar, Nietzsche alude a su peculiar estilo de escribir, raro, exótico y emotivo (lo que explica su pasión por el fragmento en sí); pone de manifiesto su desconfianza hacia toda dialéctica argumentativa y demostrativa: “Es raro que yo tenga suficiente valor para reconocer como verdadero todo aquello que pienso que lo es”.[5] Como un par de comediantes satisfechos de haberse encontrado, en su intercambio epistolar, Nietzsche advierte que el verdadero romanticismo alemán está en la música y no en la literatura, mientras Brandes califica a Dostoievski como gran poeta, “pero un ser repugnante, cristianamente emocional y sádico al mismo tiempo”.[6] Brandes dictó una serie de conferencias en Copenhague sobre el pensamiento nietzscheano, que más tarde reuniría en un breve ensayo sobre el radicalismo aristocrático, el cual Nietzsche no llegó a conocer. Brandes lo distinguió entre los modernos, mas Nietzsche le respondió: “Le estoy muy agradecido por sus observaciones sobre modernidad, porque casualmente en este invierno me preocupa menos ese problema, con seguridad el más importante de todos; floto alrededor de él, como un pájaro, con la mejor intención de observarlo desde arriba con un ojo lo menos moderno posible”.[7] Lo cierto es que la fama de Nietzsche se instauró después del inapropiado pero oportuno comentario de Max Nordau, quien lo consideró como una “especie ponzoñosa en el bestiario de la literatura y el arte modernos”.[8]

¿Cómo se supera al hombre?, ¿quién supera al hombre? El superhombre emerge de la conciencia desgarrada por la muerte de Dios, quien logra transmutar los valores serviles por un horizonte crítico nuevo habrá hecho algo por superar al hombre.

Así como el espíritu se convierte en camello, el camello en león y el león en niño, Nietzsche, habiendo devorado al hombre-masa, detrás de su crítica irascible contra lo humano-demasiado humano, esconde tras de sí la inocencia jovial y la risa de un niño: “Esta corona del que ríe, esta corona de rosas: ¡a vosotros, hermanos míos, os arrojo esta corona! Yo he santificado el reír; vosotros hombres superiores, aprendedme –¡a reír!”.[9] Así habló Zaratustra.

 

Bibliografía

  1. Brandes, Georg, Un ensayo sobre el radicalismo aristocrático, Sexto Piso, México, 2008.
  2. Nietzsche, Friedrich, Estética y teoría de las artes (selección y traducción de Agustín Izquierdo), Tecnos, Madrid, 2004.
  3. ________________, Así habló Zaratustra. Un libro para todos y para nadie, Alianza Editorial, México, 2016.
  4. ________________, El nacimiento de la tragedia, Alianza Editorial, México, 1992.
  5. ________________, La genealogía de la moral. Un escrito polémico, Alianza Editorial, México, 2005.
  6. Nordau, Max, Degeneration, D. Appleton & Company, Nueva York1895. En Christopher Domínguez Michael, “Georg Brandes: el descubridor de Nietzsche”, en Letras Libres, núm. 120 (31 de diciembre de 2008): http://www.letraslibres.com/mexico/georg-brandes-el-descubridor-nietzsche fecha de consulta: 4 de agosto de 2017.

 

Notas

[1] Nietzsche, Estética y teoría de las artes, ed. cit., aforismo 529, p. 195.
[2] Nietzsche, El nacimiento de la tragedia, ed. cit., p. 159.
[3] Nietzsche, Así habló Zaratustra. Un libro para todos y para nadie, ed. cit., Cuarta parte: “La canción del noctámbulo”, aforismo 12, p. 505.
[4] Nietzsche, La genealogía de la moral. Un escrito polémico, ed. cit., Tratado segundo: “’Culpa’, ‘mala conciencia’ y similares”, 6, p. 87.
[5] Brandes, “Apéndice A. Correspondencia particular entre Georg Brandes y Friedrich Nietzsche, desde el 26 de noviembre de 1887 hasta el 4 de enero de 1889”, en Nietzsche. Un ensayo sobre el radicalismo aristocrático, ed. cit., p. 78.
[6] Brandes, op. cit., p. 113.
[7] Brandes, op. cit., p. 86.
[8] v. Nordau, Degeneration, ed. cit.
[9] Nietzsche, Así habló Zaratustra.., op. cit., Cuarta parte: “Del hombre superior”, aforismo 20, p. 464.

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