Perfidia y mezquindad en el saber: la educación en el ámbito social

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Perfidia y mezquindad en el saber: la educación en el ámbito social

Quiero, de una vez por todas, no saber muchas cosas.
La sabiduría traza límites también al conocimiento.

Friedrich Nietzsche

 

 

La situación nacional demanda el diálogo en torno a la educación. Es incuestionable el deber de ser escrupulosos en el estudio de la nueva modernización mexicana, poniendo especial acento al ámbito educativo. Y es que desde el ámbito social la educación es factor concluyente en la formación de una voluntad general. El proceso por el cual el hombre se vuelve parte de la masa, la socialización (experimentada como educación) es tan semejante a la domesticación. Hay que indagar en los subterfugios de nuestra formación para encontrar las razones de que sea como es. La decadencia se encuentra donde uno es educado. No por su significación, sino por su religiosidad. Olvidamos nuestra ventura por la comodidad y la seguridad de lo preestablecido. ¡No es menester del docto cuestionar! Somos sujetos del progreso, pero ¿quién decidió la suerte del progreso? ¡Que la lanza de la ignorancia sea el correctivo de toda determinación! No pregunten quién soy o qué sé, no tracen que seré ni que conoceré.

Hasta aquí parecerá haberse olvidado la innovación educativa, que es el punto central del ensayo, anteponiendo un proyecto político. Pero ante tales interpretaciones debo objetar con vigor. La instrumentalización del saber ha corroído el mecanismo crítico de las subjetividades estudiantiles, lo cual ha estancado el proceso intelectual en nuestras escuelas. Innovación proviene del sustantivo latín innovatio. En amplio sentido, podemos descomponer la palabra: el prefijo in- equivale a “en, dentro, al interior” que nos induce una interioridad del novus: la novedad, lo nuevo, en contraposición a lo ya determinado; el sufijo –cion aporta el sentido de una acción. En resumen, la significación que usaré de innovación es: “la acción de extraer algo nuevo de algo determinado”, en este caso, eso determinado, es la educación. El siguiente término por elucidar es el de educación. Tal concepto proviene del latín ducere que puede traducirse como “guiar”. Usaré la palabra educación con el sentido de la forma en que se guía a alguien hacia un fin. Tal fin es la verdad.

Ahora, la innovación educativa tiene un orden argumentador que conduce a un círculo vicioso. Esto se debe a que obtener algo nuevo del interior de lo que ya está es retomar lo dado desde un aspecto en específico. Si un río se encuentra envenenado y hay un manantial conectado a él, el agua del segundo se contagiará de corrupción. Tratar de encontrar soluciones en la innovación puede ser fructífero cuando el sistema es funcional, sin embargo, hay que dudar de su eficacia. Mi propuesta se enfoca en buscar una renovación en la educación que atienda al crecimiento integral y transdisciplinario de los alumnos, atendiendo a las condiciones superestructurales (y lamentablemente) neoliberales en las que nos vemos inmersos. Antes de proseguir, es imperioso un diagnóstico del panorama educativo del que hablamos.

En mi experiencia en el IPN me he encontrado avasallado en la contienda epistemológica, siendo atrincherado entre disonancias discursivas. Por un lado, los postestructuralistas y sus críticas a toda pretensión de objetividad; y, por el otro, los positivistas y sus ufanos de conocimiento práctico e incuestionable. La segunda postura ha predominado. Tal pareciera que el camino al éxito ha sido trazado y se ha vuelto una técnica, donde siguiendo los pasos específicos, se puede llegar a una meta ya establecida. Aparece la incertidumbre: ¿por qué sabemos lo que sabemos? Para responder debemos trazar una línea transversal entre saberes y develar el orden latente de nuestra educación. El presente ensayo es una metáfora y un academicismo. Opta por lo transdisciplinario para ser congruente con la propuesta: un armazón ético desde la filosofía, psicología, sociología, ciencia política. Una de las intenciones del texto es problematizar la complejidad implícita del estudio de la educación, dejando de lado la argumentación causal y técnica. Otra, es poner en práctica el dispositivo crítico, elucidando opciones diversas a la mathesys. Las demás son pequeñas triquiñuelas para el lector.

Para encontrar el comienzo de la primacía de la postura técnica habrá que retroceder y ampliar la perspectiva. Hobbes describe que el Leviatán (el Estado) tiene en una mano la espada, que simboliza al ejército; y en la otra, la balanza, que simboliza al derecho; como medios de defensa hacia lo interno y hacia lo externo. El Leviatán tiene la legitimidad y la legalidad de usar tales facultades para coaccionar a cualquiera que actúe en su contra. Pero anterior a la concesión de tales capacidades debe existir un contrato social. Tal contrato se funda en la decisión de los ciudadanos que, al tener miedo del ambiente y de ellos mismos, ceden un fragmento de su libertad a una voluntad general que los organizará de cierta manera para defenderlos. Tal estructura se fundamenta en una regulación de la sociedad.[1] Sousa Santos arremete contra el contractualismo de Hobbes, haciendo resaltar que la gran acumulación de atribuciones del Estado se debe a la concepción tan anárquica y violenta del estado natural. Entonces, el miedo que surge, representado por el homo homini lupus,[2] es combatido por el estado Civil. El obsequio la civilización es la ley, que se dona como criterio de inclusión/exclusión. En la sociedad civil sólo caben los individuos y las asociaciones; lo domesticado por las leyes; la ciudadanía, el comercio y los intereses. El contrato social es la metáfora de la racionalidad social y política de la modernidad.[3]

SIQUEIROS, LA MARCHA DE LA HUMANIDAD (DETALLE) (1964)

 

Los criterios de inclusión y exclusión se fundamentan en un saber que se produjo por medio del contrato. El espíritu de la población se materializa en legislación, territorializando a los ciudadanos y exiliando a los salvajes. Por medio del habla es que se reproducen tales listas, como viejas historias relatadas por trovadores. La ley es una narración de qué es el individuo y quién no es. Queda dicho que el eficaz funcionamiento de la norma de sustenta en el ejercicio del poder, la vigilancia y la disciplina, todo aquel que salga de ella será sancionado. El individuo se relaciona con el objeto, el fenómeno social, a partir de ciertas reglas. Uno se vuelve marioneta de lo normalizado: efecto genuino de ceder la libertad a cambio de seguridad. El orden es desleal y arrogante pero cómodo. Aquí se deja entrever que un saber se creó a manos del hombre, como una herramienta adicional en su búsqueda de tranquilidad. Habrá que pensar al Leviatán más como una novela ficcional que como un estudio mitológico: esto nos hará notar la intención discursiva del mismo. La propuesta de Hobbes no es una arqueología hacia el origen de la sociedad, sino una invención de teoría del Estado. ¡Mezquindad prolífera de un cobarde! Hobbes crea un saber que legitima la violencia estatal y lo hace con el único fin de correr de su temor (es cierto que la obra deja ver aspectos del autor). Todo lo anterior es lo que Foucault analiza. Las prácticas sociales crean un cierto tipo de sujeto, a partir de reproducir una serie de saberes que existe por la gracia del poder y la disciplina. El sujeto conoce a su mundo a partir de una serie de categorías que retoma de su experiencia social. El conocimiento no se origina, como dice Hobbes, sino que se inventa en el Leviatán.[4]

Siguiendo la línea de Foucault encontramos que la verdad se juega histórica y políticamente, en la lucha de poder. Existe ahí donde se celebra el combate. Como en la geopolítica, podemos determinar histórica y geográficamente a la verdad, es acontecimiento. Esta constitución del saber impregna al individuo creando al sujeto de conocimiento. Su relación con el objeto queda esquematizada desde la verdad histórica. Lo que conoce del objeto es lo que su postura política le permite. Todo aquel que no se acopla a las reglas del juego es castigado y categorizado dentro de los componentes del excluido. El conocimiento y las formas de conocer, al no ser universales, son aprendidas.[5]

La estructura estatal es lactante de los saberes, pues estos, su conditio sine qua non, dotan de nutrientes su existencia; la mantienen en vida. Tales saberes deben de ser reproducidos entre los sujetos inmersos en el sistema. La instrumentalización del saber se produce y reproduce a través de varios dispositivos. Para entrar más en sintonía, hay que cambiar la concepción de verdad por ideología. El concepto de ideología es el esquema con el cual se desentraña la realidad del común denominador de los sujetos que aseveran hablar con verdad. La ideología hace referencia al sistema de representaciones que dotan de sentido al mundo que es percibido. Es por ello que Marx lo coloca dentro del estrato que constituye la conciencia. Este sistema hace una inclusión/exclusión de objetos que el sujeto usa para interpretar los hechos que ocurren en su existencia. Un hombre que no conoce el concepto de inconsciente freudiano siempre pensará que todas sus acciones son volitivas y libres. Esta ideología no es algo subjetivo, sino que se encuentra en el ámbito intersubjetivo, es decir, compartida por los agentes sociales. Lo que se comparte es la división de tareas y roles. Lo que la ideología crea es una serie de prohibiciones, permisos, derechos, obligaciones, resignaciones y esperanzas. La materialización de estos roles son las normas: morales, económicas, jurídicas, etc.[6]

Todos estos roles son formar de laissez faire. Aprendidas en distintas instituciones: familia, trabajo, iglesia, escuela, etc. Evidentemente, existe una estructura de poder que sustenta la dinámica social. Los sujetos que tiene mayor acceso al poder utilizan una serie de aparatos represivos para mantener la norma, ejecutando diversas acciones e interviniendo sobre los cuerpos dominados. Estos aparatos funcionan mediante la violencia. Por otro lado, se encuentran los aparatos ideológicos del Estado. Por la naturaleza del escrito fijaremos la atención en este segundo concepto. Estos aparatos se muestran en la realidad ante el sujeto en forma de instituciones especializadas: iglesias, escuelas, partidos, sindicatos, familia, etc., que pertenecen al ámbito privado, en contraposición a los aparatos represivos que corresponden al ámbito público. Al referir a lo privado, se sitúa como instancias a las cuales no cualquiera puede acceder. Su función se remite, como lo indica ya el nombre, a las ideologías. El juego de represión e ideología no es dicotómico sino mecánico. Mientras la policía ejerce la violencia hacia los otros, usa la ideología para mantenerse unida; la escuela usa la ideología para educar a los alumnos y luego la violencia para evitar desvíos y anormalidad; lo que hace pasar de la violencia física a la simbólica. El Estado es mezquino.

Hasta aquí podemos analizar distintos fenómenos, como verbigracia, la evaluación docente: en la cual los profesores deben portar una serie de saberes sobre las normas de su deber ser. Pareciera que la capacidad de liberarse de tales ataduras es una empresa ligera y elemental. Cuestión que no podría estar más errada. Realizar una lectura psicoanalítica de estos hechos podría satisfacer la necesidad investigadora, empero, me remitiré al uso de algunos conceptos propuestos por estos autores para ampliar la perspectiva hasta ahora planteada. El deseo es el anudamiento que queremos retomar. Los sujetos tienen una máquina deseante, máquina que corta flujos corporales y que está unida a la máquina social, la ideología.[7] La máquina deseante, siguiendo al psicoanálisis lacaniano, es el inconsciente, su producto es el Deseo.[8] Éste cruza una serie de hechos inconscientes; la demanda del otro, el lenguaje, el fantasma, el falo, etc. Pese a todos los factores que influyen, el determinante es la castración, cuestión que rompe al sujeto, escindiéndolo. Por un lado, la castración instituye una eterna falta, y por el otro, el lenguaje crea una ruptura con todo lo que puede saber de sí mismo y de lo ajeno. La máquina social desterritorializa (saca de su naturaleza) al hombre y éste introyecta una serie de discursos que transmutan sus necesidades.[9] Todas las reglas sociales se incrustan en su inconsciente. Freud quita el velo al malestar cultural, argumentando cómo el hombre debe renunciar a sus instintos y necesidades primordiales para acceder a los beneficios de la cultura:[10] el lenguaje y las instituciones. Sus necesidades se transforman en deseos que son imposibles de satisfacer pues su falta nunca puede ser simbolizada, pues el lenguaje no alcanza. El sujeto, siempre en falta, recurrirá a una serie de ilusiones retomadas de la norma social para satisfacerse. El inconsciente fragmenta al sujeto y, por reacción, a su objeto de deseo. Toda la socialización reajusta el objeto de deseo. Tal fenómeno permanece en lo inconsciente y el sujeto no puede imponer su voluntad sobre estos hechos.

Con todo lo anterior, quisiera dejar en claro la estructura que se pone en juego al hablar de educación. La producción del sujeto depende de su aprendizaje: el encuadre fundamental de lo considerado verdadero, el castigo y la tortura frente a su incredulidad, su excitación ante eso sublime, los beneficios que otorga a lo largo de su existencia. Hasta aquí, parecería que se indaga sobre universalidades y que las teorías antes descritas son aplicables a todos los sistemas. Que ingenuidad sería pretender tal absolutismo. La crítica surge, y se limita, a la modernidad y sus sujetos. La modernidad es la superestructura de la ilustración. Es el proyecto que se sustenta en la ciencia positiva de Comte, el contractualismo de los Estados-nación, el capitalismo y la racionalidad. Según Adorno y Horkheimer la ilustración ha pretendido liberar a los hombres del miedo y constituirlos como señores, desencantando al mundo, purgándolo de mitos, unificando el saber bajo el imperio de la ciencia. La técnica es la esencia del saber, ella se muestra tanto en el comercio como en la armada. El poder y el conocimiento se vuelven análogos, pares como el océano y la tierra; el amo y el esclavo; el técnico asalariado y el burgués empresario. Es aquí donde el procedimiento se vuelve hegemónico, no se trata de los discursos grandilocuentes sino del eterno retorno del trabajo y el hallazgo de nuevos datos para la innovación. El sentido es suplantado por la estadística. El objetivo es la dominación de la materia, haciendo uso del saber. “La ilustración es totalitaria”.[11]

Ahora, los avances del progreso técnico se ven influenciados por una perfidia hacia la humanidad, una deshumanización. El hombre de a pie, el que nos interesa, asocia razón con utilidad: medios y fines. La razón se vuelve parte del proceso industrial, como una máquina simple, formalizadora de la línea de trabajo, cuestión fija y repetitiva. Las ideas se automatizan y se instrumentalizan. El lenguaje sufre la misma desventura. Todo concepto humano se vuelve protocolario y desfondado. La única autoridad es la ciencia: clasificadora de hecho y calculadora de probabilidades. La excelencia se mide por tiempo. Las creencias son rechazadas y destruidas, desanudando la felicidad de los hombres, llevándola al nihilismo del saber instrumental. Todo lo que tiene sentido lo tiene sólo porque tiene objetivos. Y no una gran gama de objetivos, sino aquellos específicos que generan productividad. En ese panorama la verdad queda sustituida por la probabilidad, el pragmatismo americano interviene anteponiendo el cálculo de probable beneficio.[12]

Ciego aquel que no dé cuenta del valor en juego, valor constituido y constituyente; nódulo central del anudamiento: el progreso. Su existencia depende de la centralidad protagónica de la unicidad. Si la historia no fuese única, el progreso sería variable, relativo, ergo irrealizable.[13] Las ideas de Horkheimer y Adorno se ven enfrentadas a una realidad múltiple. Lyotard aclama a la muerte de los relatos: no como heraldo, sino como mártir. 1947 ha quedado superado, tanto históricamente como epistémicamente.[14] El episodio ha saltado, sin embargo, se contiene en la misma serie. La modernidad se ha desfasado creando un punto de quiebre: la postmodernidad. Este punto de la historia es el presente. El eurocentrismo comienza a desfallecer, ha muerto la racionalidad, la revolución, el espíritu absoluto y el capital. La gran herramienta es la mass media. A través de ella las experiencias con mundos y realidades distintas abandonan su imperio en la imaginación y se vuelven objetos trascendentales. Es posible conocer aquello fuera de nuestros límites. Somos conscientes de lo que hay más allá. La historia no es una, no hay un progreso, no hay Dios, no hay grandes relatos, en general: no-hay.[15] El trabajo deja de engendrar progreso, pues hay nuevas alternativas. Ya no se trata de fines.

El gran paso a la postmodernidad, síntoma de las sociedades desarrolladas, no es homogéneo. Como en las conquistas romanas, algunos pueblos se quedan rezagados, ya sea por su inhospitalidad o por su necedad. El postmodernismo surge como contrapartida a las ideologías dominantes: el neoliberalismo y la globalización. Retocando algunas ideas de Lenin, el neoliberalismo se funda en la existencia de monopolios oligopolios que tienen poder injerencia en las decisiones desreguladas del Estado. El imperialismo que le tocó conocer a Lenin fue una fase perinatal del modelo económico actual. Sólo compiten los hegemónicos.[16] En analogía, mientras los monopolios deciden los precios, los modernos limitan la idea de progreso. Este ideal se basa en una unificación centralista que se refuerza con la propagación de la ideología dominante. Todo nuestro saber está al servicio del oligopolio. Ahora, comprendiendo de una mejor forma nuestro contexto y su paroxismo, es posible su caracterización en nuestra realidad escolar. El IPN es un proyecto técnico al servicio del Estado. Siendo que la hegemonía y supremacía son características que han sido transferidas, en lo furtivo, al mercado, servimos a la servidumbre, al esclavo. El Leviatán se volvió una máquina más de producción capitalista, su encargo es la producción de mano de obra, subjetividad, disciplina y docilidad. ¡¿Qué clase de proyecto se adscribe a un ente que desfallece?! Aquel que, en su enfermedad, recurre al comercio de su pueblo para saciar el apetito codicioso de sus funcionarios.

SIQUEIROS, LA MARCHA DE LA HUMANIDAD (DETALLE) (1964)

 

El IPN se encuentra en crisis. En el estupor dialéctico entre la ortodoxia de sus ideales fundadores y la necesidad de renovación. Actualmente se puede categorizar al IPN como parte de la escuela tradicional, la que es un aparato de reproducción de sujetos del Estado. La propuesta en específico es optar por la reformulación del objetivo del Instituto, adoptando los nuevos saberes que proporciona la posmodernidad. Abandonar la concepción del alumno como tabula rasa y entender al ser humano en su libertad. Es necesario respetar la humanidad del estudiante, entablar diálogo y camaradería con él, sustituir el modelo de poder-sumisión; en resumidas cuentas, confiar en su poder de autogobierno y capacidad de encontrar en sí mismo las habilidades que debe desarrollar. Con la finalidad, no única, de propiciar una liberación de su contexto.

Retornando el inicio de este escrito, es imperioso claudicar a la innovación y adoptar una postura hacia la renovación. Optar por una postura transdisciplinaria, propia de la postmodernidad. Hay quienes rechazan la postmodernidad, la cobardía de enfrentarse a la libertad y la creación de nuevos valores. En la procesión existencialista el abandonar todo esquema de creencias dado es condición para ser uno mismo. El estudiante debe aspirar a ser un artista y no un obrero. ¡La felicidad se alcanza con experiencia estética! No hay más degradación humana que poner clavo y clavar; poner clavo y clavar; poner clavo y clavar; poner clavo y clavar. La gran duda: ¿qué deseamos realmente? Para responder esta pregunta es imperioso transformar (renovar) el sistema educativo institucional. Nada de él es natural, todo es creado; esto nos da la posibilidad de ser legisladores. Renovar la educación en el IPN hacia la crítica y la liberación a través de la simbiosis entre arte, humanidad y ciencia. Sistema que fomente el desaire de la estructura y ponga al humano, in res extensa, como su centro. Que no sea un aparato al servicio de particulares y que más bien sirva cómo aparato de progreso para la patria. ¡Arremeter contra la perfidia y la mezquindad de aquellos que nos educan!

 

Bibliografía

 

  1. Adorno, Theodor & Horkheimer, Max, La dialéctica de la ilustración, Trotta, Madrid, 2009.
  2. Althusser, Louis, La filosofía como arma de la revolución, Siglo XXI, Ciudad de México, 2011.
  3. Deleuze, Guilles & Guattari, Felix, El antiedipo, Paidos, Barcelona, 2013.
  4. Dör, Joel, Introducción a la lectura de Lacan I, Gedisa, Barcelona, 2013.
  5. Foucault, Michel, “La verdad y las formas jurídicas” en Obras esenciales, Paidos, Barcelona, 2014.
  6. Freud, Sigmund, El malestar en la cultura, Alianza, Madrid, 2013.
  7. Hobbes, Thomas, El Leviatán, FCE, Ciudad de México, 2011.
  8. Horkheimer, Max, Crítica de la razón instrumental, Trotta, Madrid, 2010.
  9. Lenin, Vladimir, Imperialismo: la fase superior del capitalismo, Taurus, Ciudad de Méxic, 2013.
  10. Lyotard, Jean-Francois, La condición postmoderna, Cátedra, Madrid, 2012.
  11. Palacios, Jesús, La cuestión escolar, Laia, Madrid, 1989.
  12. Sousa, Boaventura, Reinventar la democracia, Abya Yala, Quito, 2004.
  13. Vattimo, Gianni, En torno a la posmodernidad, Anthropos, Madrid, 2011.

 

Notas

[1] Hobbes, Thomas, El Leviatán, FCE, Ciudad de México, 2012, pp. 137-142.
[2] El hombre es el lobo del hombre.
[3] Sousa, Boaventura, Reinventar la democracia, Abya Yala, Quito, 2004, pp. 9-22.
[4] Foucault, Michel, “La verdad y las formas jurídicas” en Obras esenciales, Paidos, Barcelona, 2014, pp. 487-500.
[5] idem.
[6] Althusser, Louis, La filosofía como arma de la revolución, Siglo XXI, Ciudad de México, 2011, pp. 11-22.
[7] Deleuze, Guilles & Guattari, Felix, El antiedipo, Paidos, Barcelona, 2013, pp. 11-19.
[8] Dör, Joel, Introducción a la lectura de Lacan I, Gedisa, Barcelona, 2013, pp. 156-184.
[9] Deleuze, Guilles & Guattari, Felix, El antiedipo, Paidos, Barcelona, 2013, pp. 42-47.
[10] Freud, Sigmund, El malestar en la cultura, Alianza, Madrid, 2013, pp. 123-151.
[11] Adorno, Theodor & Horkheimer, Max, La dialéctica de la ilustración, Trotta, Madrid, 2009, pp. 59-97.
[12] Horkheimer, Max, Crítica de la razón instrumental, Trotta, Madrid, 2010, pp. 45-89.
[13] Vattimo, Gianni, En torno a la posmodernidad, Anthropos, Madrid, 2011, pp. 9-20.
[14] Lyotard, Jean-Francois, La condición postmoderna, Cátedra, Madrid, 2012, pp. 57-63.
[15] Vattimo, Gianni, En torno a la posmodernidad, Anthropos, Madrid, 2011, pp. 9-20.
[16] Lenin, Vladimir, Imperialismo: la fase superior del capitalismo, Taurus, Ciudad de México, 2013, pp. 27-42.

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