Poéticamente hace el hombre de la tierra su morada

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Poéticamente hace el hombre de la tierra su morada

Poéticamente hace el hombre de la tierra su morada: el origen de un controversial fragmento de la poesía tardía de Hölderlin y su interpretación heideggeriana

8.0

Corre el año de 1936. Heidegger visita Italia para dictar un par de conferencias. El 2 de abril, Heidegger pronuncia la que lleva por título “Hölderlin y la esencia de la poesía” (Hölderlin und das Wesen der Dichtung) frente al auditorio del Instituto de Cultura Italo-alemán de Roma.[1] Es la primera vez que habla públicamente sobre la obra de Hölderlin y trata el tema de la poesía con tanta relevancia. A partir de esta fecha las referencias al decir poético germinan y se reproducen en su pensar con vehemencia.

El contenido de la conferencia es absolutamente novedoso en la filosofía de Heidegger, sobretodo la aparición de la figura de un poeta (Hölderlin) como objeto de interés y análisis filosófico. Acaso puede relacionarse con la primera versión de la conferencia “El origen de la obra de arte” dictada en 1935, pero cuya versión definitiva es posterior y data de noviembre y diciembre de 1936. No obstante, no es la primera vez que Hölderlin hace aparición en la reflexión heideggeriana: en la intimidad de sus cursos universitarios, durante el semestre de invierno de 1934-1935 en la Universidad de Friburgo, imparte el curso titulado Los himnos de Hölderlin “Germania” y “El Rin” [Gesamtausgabe Band 39]. Las notas del curso no serán publicadas hasta 1980 y los lectores de habla castellana tendrán acceso a una traducción hasta el año 2010.

Pues bien, el último fragmento hölderliniano citado en “Hölderlin y la esencia de la poesía”, y el más importante en lo concerniente a la interpretación heideggeriana, dice así:

Lleno de méritos, más poéticamente, mora

el hombre sobre la tierra.[2]

El fragmento o lema hölderliniano elegido por Heidegger como última frase guía es, sin duda, el más controvertido. El fragmento del poema inacabado que lleva por título el primero de sus versos “In lieblicher Bläue”, fue publicado por primera vez en 1830 dentro de la novela Phaëton del poeta alemán Friedrich Wilhelm Waiblinger quien conoció a Hölderlin durante sus años de locura. Más tarde fue recopilado en la edición de las Obras completas de Hölderlin iniciada por el teniente alemán Norbert von Hellingrath. El teniente y filólogo alemán publicó en vida únicamente los Volúmenes I y V de la obra completa de Hölderlin en Munich durante 1913. El resto de los volúmenes serían terminados por Ludwig von Pigenot y Friedrich Seebass. Serán publicados “póstumamente”, ya que Hellingrath –a quien Heidegger dedica la conferencia “Hölderlin y la esencia de la poesía”– moriría en el campo de batalla a la edad de 28 años el 14 de diciembre de 1916, a tan sólo 6 días de que finalizara la tristemente célebre batalla de Verdún, una de las más largas y sanguinarias contiendas militares de la historia donde, se estima, perecieron casi un millón de seres humanos.

8.1

El fragmento, incluido en el volumen II de la obra citada, figura bajo el subtítulo Zweifelhaftes, “dudosos”. El propio Paul de Man, temible y controversial crítico de la literatura, en un ensayo sobre la lectura heideggeriana de Hölderlin, dice lo siguiente:

[Heidegger] comenta los poemas sin relacionarlos entre sí y sólo establece analogías en apoyo de sus propias tesis. Cuando un pasaje es inconveniente para su interpretación […] simplemente lo hace a un lado. Hace caso omiso del contexto, aísla líneas o palabras para darles un valor absoluto sin ninguna consideración con respecto a su función específica dentro del poema del que las extrajo. Basa un estudio entero y fundamental [“dichterisch wohnet der Mensch” (poéticamente reside el hombre)] en un texto, probablemente apócrifo, incluido por Beissner [se refiere a la Gran Edición de Stuttgart, véase nota no. 2] bajo la denominación: “de autenticidad dudosa”. En ese mismo estudio cita sin reparos y de la misma manera que otros trabajos un poema de la locura de Hölderlin, un poema que Hölderlin firmó y fechó: “Su muy humilde servidor, Scardanello. Mayo 24, 1748” [Ridículo signo del evidente trastorno mental del poeta quien, nacido en 1770, se hacía llamar por otros nombres y asumía distintas personalidades]. Hace caso omiso de todos los asuntos de técnica poética que seguramente hubieran sido de gran importancia para Hölderlin; varias anomalías y obscuridades en estos poemas no se pueden explicar sin hacer referencia a ellos.[3]

Me detengo en estos avatares filológicos porque estamos, como ya lo hemos advertido, ante una de las ideas capitales de la filosofía de Heidegger. La crítica contemporánea parece haber llegado al acuerdo de que el fragmento hölderliniano es legítimo. El germanista británico Michael Hamburger dice que el fragmento está basado “en apuntes escritos y orales que hiciera el propio Hölderlin durante su enajenación mental”.[4] Lo que me parece mucho más importante es la fecha en que se estima fue escrito aquel esbozo de poema inacabado: 1807.

8.2

El esbozo o borrador de poema no es, por mucho, de los mejores o más representativos de la obra de Hölderlin y, dato curioso, está fuera de ese gran periodo patriótico y de “retorno a la tierra natal” que tanto excita a Heidegger. El período de producción hölderliniana más alabado por la crítica, el culmen de su maestría como portador de la palabra poética y los poemas que más cita Heidegger, son los comprendidos entre 1800 y 1806. A este periodo corresponden “Mitad de vida”, “Como cuando en día de fiesta”, “Patmos”, “Recuerdo”, “Germania”, “El Rin”, “Fiesta de la paz”, “Pan y vino”,…

Para finales de 1799, Hölderlin está instalado en Homburg, su producción fluye lenta pero sólidamente a pesar de las inclemencias económicas. El fracaso de un ambicioso proyecto de revista literaria con el que Hölderlin pretendía ganarse la vida y dedicarse de lleno a la escritura, lo pone en apuros. Su idea era emular las exitosas revistas Thalía y Die Horen que tanta fama –y comodidad económica– habían redituado a Schiller. Ahí colaboraron, además de Hölderlin, las plumas más importantes del siglo XVIII y XIX alemán: Kant, Fichte, W. von Humboldt, Schlegel y el mismísimo Goethe. A pesar de contar con el apoyo de Schelling, antiguo amigo y compañero junto con Hegel en el Stift de Tubinga, la falta de renombrados colaboradores hace fracasar el proyecto literario de Hölderlin y la esperanza de ganarse la vida como editor. Cuando pide la colaboración de Goethe, éste no osa siquiera responderle. Schiller, admirado y querido maestro, así como ídolo literario, responde amable pero negativamente y trata de persuadirlo:

Sumamente complacido, querido amigo, cumpliría su deseo de prestar mi colaboración a su revista, si no fuese yo tan poco dueño de mi tiempo y no estuviese prisionero de mis propias ocupaciones actuales (…) el camino de la obra periodística sólo es ventajoso en apariencia (…) concentre[se] tranquila e independientemente en un determinado círculo de actuación.[5]

Manuscrito del Hiperión

Manuscrito del Hiperión 

Tras este fracaso literario y un furtivo y último encuentro con Susette Gontard (su Diotima), en 1800 Hölderlin abandona Homburg y después una escala familiar en Nürtingen se traslada a Stuttgart. Su estancia dura pocos meses. Para el 14 de enero de 1801 se encuentra ahora en Hauptwil (Suiza) como preceptor de las hijas de la familia Gonzenbach. En los Alpes encontrará un buen ambiente para su creación poética, en febrero de 1801 se enterará de que Francia y Austria han firmado el Tratado de Paz de Lunéville. Este evento motivará la creación de su famoso poema “Fiesta de la Paz”. Sin embargo la precariedad económica, que tantas preocupaciones le causó y que siempre asoló su vida, vuelve a ser problema. Súbitamente, el 11 de abril, Anton von Gonzenbach le despide. Regresa derrotado y sin un duro a la casa materna en Nürtingen. En junio de 1801, aduciendo su conocimiento de la literatura griega, escribe desesperadamente a Schiller con la intención de obtener un puesto de profesor en la Universidad de Jena. Universidad donde, para esa fecha, ya enseñan sus antiguos e íntimos colegas: Hegel y Schelling.

Ahora encuentro y veo con bastante claridad que hay que tomar una orientación cuando se nos niega entregarnos a nuestra vocación más profunda, pero que una falsa resignación tiene que acabar tan mal como la excesiva simpleza (…)

Le ruego encarecidamente, ¡honorable!, que lea con su acostumbrada bondad este autoelogio forzoso y no vaya a pensar, si le cuento tantas cosas de mí y con tanta llaneza, que es porque he aprendido a renegar de la modestia debida a alguien que es superior a mí. Sólo pretendía nombrarle abiertamente los motivos que me convencen de que no sería nada desacertado que fuera a Jena (…)

Vd. hace feliz a un pueblo entero y probablemente raras veces repara en ello. Por este motivo, tal vez no le parecerá fútil del todo ver surgir, en alguien que le honra totalmente, una nueva alegría de vivir. Olvidaría muchas cosas, muchísimas, el instante en que pudiera volver a verlo y saludarlo con el respeto de nuestro primer encuentro.[6]

Schiller nunca contesta. Como primeros vestigios de desesperación y de una incipiente enfermedad mental, y profetizando la nostalgia que abandonar tierra alemana le deparará, en diciembre de 1801 abandona Nürtingen en dirección a Burdeos con la promesa de un puesto como preceptor. Este viaje, que realizará a pie, es decisivo en lo que respecta a su salud mental. Después de un duro trayecto invernal, vía Estrasburgo y Lion, Hölderlin llega el 28 de enero de 1802 a la casa del cónsul de Hamburgo en Burdeos, Daniel Christoph Meyer. Pocos datos existen sobre este último preceptorado. Todo parece ir bien, pero, intempestivamente, el 10 de mayo pide un pasaporte para regresar a Alemania. El informe de Meyer sobre el profesorado de Hölderlin es satisfactorio, casi que impecable. Sin razones precisas o claras, emprende el viaje de regreso a Stuttgart, vía París y Estrasburgo. Llega a Stuttgart en un estado de salud deplorable sólo para enterarse de que en junio de 1802 su amada Diotima (Susette Gontard) ha muerto a causa de escarlatina.

Es indudable que, dado su temperamento hipersensible, con la acumulación de frustraciones profesionales, amorosas y políticas que arrastraba, la muerte de su amada Susette el 22 de junio le asestó un golpe gravísimo.[7]

En medio del duelo, mentalmente trastornado y físicamente enclenque, regresa a Nürtingen. Durante el verano de 1802 recibe tratamiento “psiquiátrico” y se le administran sedantes. Indistintamente advienen periodos de lucidez, ira, depresión y violencia. Por invitación del único amigo restante, Sinclair, viaja a Regensburg. Ahí conocerá al Landgrave de Hesse-Homburg, quien le encarga un poema religioso: el poema en cuestión será el famoso himno Patmos. La composición de este poema (terminado en enero de 1803), evidentemente es la obra magistral de un artista en pleno dominio de su arte. Es ésta una de las pruebas que ofrece Pierre Bertaux para apoyar su teoría de que la locura hölderliniana fue una simulación con la intención de evitar reprimendas legales y políticas dado que a Hölderlin y a su inseparable amigo Sinclair se les empezaba a tildar de jacobinos. La teoría de Bertaux ha sido duramente cuestionada y parece no tener sustento. Lo más probable es que Hölderlin experimente episodios de estabilidad y euforia premonitorios de una incurable enfermedad mental. Durante esta etapa Schelling escribe a Hegel:

Desde un viaje a Francia […] tiene la mente trastornada por completo, y aunque hasta cierto punto todavía sea capaz de llevar a cabo algunos trabajos, como por ejemplo sus traducciones del griego, suele tener el espíritu ausente. Su aspecto fue para mí estremecedor: descuida su semblante hasta el punto de provocar asco, y, a pesar de que su hablar no indica locura, ha adquirido las maneras exteriores de quienes se encuentran en tal estado.[8]

Ambos profesores en la Universidad de Jena, un empático aunque impotente Schelling pide a Hegel que se ocupe del estado de Hölderlin. Hegel responderá con evasivas. Pese a la inestabilidad anímica, Hölderlin compondrá durante estos años algunos de los poemas más notables de su obra poética. Experimenta una leve pero sostenida mejoría. Intercambia correspondencia con su editor, revisa las pruebas de imprenta de sus traducciones de Sófocles y publica algunos de sus himnos tardíos. “Mitad de vida” entre ellos. En abril de 1804 aparecen sus traducciones de Sófocles. Existen testimonios de que los representantes de la filología griega y germana, entre ellos Schiller y Goethe, las recibirán con burla y descrédito.

Dedicatoria de Hölderlin, en el segundo volumen de Hyperion, a Susette Gontard

Dedicatoria de Hölderlin, en el segundo volumen de Hyperion, a Susette Gontard

Su situación económica empeora y se hace insostenible. Los modos de una madre posesiva de obtusa moral pietista, decepcionada por la errante vida del hijo poeta, le impiden a Hölderlin disponer de una herencia que por derecho le corresponde. El devoto y fiel amigo Sinclair lo lleva consigo a Homburg, donde le consigue un trabajo como bibliotecario. En realidad es una simulación producto de las relaciones políticas de Sinclair con el Landgrave de Hesse-Homburg. Sin que Hölderlin lo sepa, es el propio Sinclair quien paga su salario. Son estas mismas conexiones políticas las que acarrean serios problemas a Sinclair y, por añadidura, a su camarada Friedrich Hölderlin.

Recordemos que el 18 de mayo de 1804 Napoleón es declarado emperador y el 2 de diciembre de 1804 el mismísimo Papa viaja a París para coronarle. Las agitaciones políticas y las progresistas ideas de Sinclair, así como la traición de un colaborador cercano, provoca que en enero de 1805 Sinclair y Hölderlin sean acusados de alta traición. Un certificado médico expedido por el doctor Müller, quien en 1799 ya había atendido a Hölderlin, evita que éste vaya a la cárcel: “Su estado se ha agravado tanto que es presa de frenesí, y sus palabras, mezcla de alemán, griego y latín, son totalmente incomprensibles”.[9]

8.5

Con cada día que pasa, el estado de salud de Hölderlin empeora. Demasiado ocupado por las acusaciones en su contra, y golpeado política y económicamente, Sinclair escribe a la madre de Hölderlin para que se haga cargo de éste. Por órdenes de su madre y contra su voluntad, Hölderlin es internado el 15 de septiembre de 1806 en la clínica del doctor Autenrieth en Tubinga. Considerado uno de los mejores doctores de la época, el Dr. Autenrieth pasará a la historia por la creación de un artilugio presuntamente terapéutico, pero que más bien es un instrumento de tortura: la máscara de Autenrieth. La máscara era “una pieza de cuero que se encajaba en la mandíbula y tapaba la boca, con agujeros para la nariz y los ojos, y se sujetaba a la cabeza por tres cintas, dos que pasaban sobre las orejas y otra sobre el cráneo”.[10] Irónicamente, el tratamiento es pagado por la madre de Hölderlin haciendo uso de la herencia que legítimamente le corresponde al hijo.

Friedrich Hölderlin Hyperion Reclam

Hölderlin estuvo internado durante 231 días. Parece ser que su estado no solamente empeoró, sino que las rudimentarias técnicas psiquiátricas, la hipersensibilidad que lo atormentó toda su vida, el abandono de sus amigos y colegas, el menosprecio de su obra, la muerte de la mujer amada y el rechazo de la familia, lo sumieron de manera permanente en las tinieblas de la sin-razón.

En mayo de 1807, Hölderlin es entregado al cuidado del maestro carpintero Ernst Friedrich Zimmer, hombre sencillo y noble, entusiasta lector del Hiperión. El ebanista Zimmer acababa de estrenar su vivienda donde antes se encontraba el baluarte de la ciudad de Tubinga. Destina al poeta una de las tantas habitaciones de su casa que alquila a los estudiantes de la ciudad: el piso más alto de una torreta a la orillas del río Neckar. Aislado, repartiendo su tiempo entre el piano, la flauta, la absorta observación del paisaje por la ventana, las frecuentes caminatas y la escritura, permanecerá Hölderlin en esa torre durante los restantes 36 años de su vida. Hölderlin muere el 7 de junio de 1843, ningún miembro de su familia acude al entierro. Sin embargo, la leyenda “Hölderlin” ya se ha esparcido por la ciudad entre los alumnos de la Universidad de Tubinga y al féretro lo acompañan la familia Zimmer y un centenar de estudiantes.

Es este el contexto del hombre que, ya inmerso en la locura y presa de una desconocida enfermedad mental, escribe en 1807:

Lleno de méritos,

más poéticamente, mora

el hombre sobre la tierra.

De muchos méritos, proezas o merecimientos es digno el hombre, pero su manera de hacer habitable y hospitalaria un tierra inhóspita, es haciendo poesía. La pregunta por la esencia de la poesía emprendida por Heidegger en la mencionada conferencia concluye con este misterioso y radical pensamiento. Las posteriores interpretaciones de Heidegger sobre la obra de Hölderlin y sus aventuras discursivas alrededor de la poesía se fundamentan en esta idea. Idea emanada del ocaso lírico y mental de un poeta que tendrá que esperar casi 100 años para ser leído y valorado.

Friedrich Hölderlin La muerte de Empedocles

Quizá este ocaso y los avatares hölderlinianos sean los “rayos del dios” a los que, dice Heidegger, está expuesto el poeta.

El exceso de claridad ha arrojado al poeta a la oscuridad (…) ¿Acaso se necesitan más pruebas de la suprema peligrosidad de su «ocupación»? El más propio destino del poeta nos lo dice todo. Las palabras del Empédocles de Hölderlin suenan casi como un presentimiento del poeta:

… Debe partir a tiempo, aquel por quien hablara el espíritu[11]

Para cerrar “Hölderlin y la esencia de la poesía”, Heidegger cita una carta del 4 de diciembre de 1801 a Casimir Ulrich Böhlendorff[12] y después la última estrofa del poema “Como en un día de fiesta”[13] (Wie Wenn Am Feiertage) para poner de manifiesto la entrega del poeta al “don celeste” que el Padre le ha conferido. Es decir, la vocación de poeta.

Manuscrito de Hölderlin: Empédocles

La poesía por momentos parece el juego inofensivo de la imaginación poética; pero en otros se nos revela como la ocupación y la vocación más peligrosa y comprometedora que el hombre pueda emprender. La existencia humana fundamentada en el decir poético es la idea culminante de “Hölderlin y la esencia de la poesía”. En la poesía el hombre se ve reunido y concentrado en el fundamento de su existir. El decir poético tiene una faceta doble: es fundación del ser con y en la palabra, y es el originario nombrar y captar los signos de los dioses. Y, dice Heidegger, “la fundación del ser está ligada a las señales de los dioses”, y estas señales no son sino la interpretación de la “voz del pueblo”. El decir del poeta es el lenguaje originario de un pueblo; los dioses, quizá, son esas señales indescifrables que se agolpan históricamente, que se superponen en una época, y que por ello se hacen indistinguibles.

Para Heidegger, Hölderlin, con su poetizar, inaugura un tiempo nuevo marcado por la carencia y la huida de los dioses. Tiempo de indigencia que quizá se asemeja al que reiteradamente critica Heidegger en su obra ulterior. A este respecto, tomamos prestadas las palabras de una poeta:

Coincidimos con Hölderlin [y Heidegger] una vez más. Nuestros tiempos son de indigencia, de carencia, de negación. A veces todo se nos aparece como un enorme y profundo vacío. La ciencia moderna desconoce por completo la “calidad” de nuestras aventuras interiores. El mundo moderno ha olvidado lo que es realmente el Ser propio del hombre. La técnica, el positivismo, el nihilismo, el llamado “progreso”: todo nos lleva a pensar en una humanidad superficial y pobre; todo parece acercarnos a un hombre mecanizado, sin sueños, sin esperanzas; todo nos obliga a creer en un mañana regido por cifras, fechas y números (…) [Pero] el atrevimiento y la soberbia son castigados. Hölderlin está herido de muerte. Su llamada locura no fue sino un atrincherarse, una estrategia para defenderse. El que escribe necesariamente se escinde, se divide, se mutila.[14]

Estas líneas de la poeta y filósofa Adriana Yáñez, escritas en 1993 con motivo de su recurrente interés por Heidegger y Hölderlin, serán completadas con un críptico texto de 2009 –mismo año de su muerte–, que lleva por título “Heidegger y Hölderlin. Caminos”:

El poeta establece los límites. Canta la omnipresencia, la totalidad, la plenitud de la naturaleza, pero sabe que la comunión con lo absoluto no es posible sin antes precursar su lejanía, su distancia y su abandono, en el trascurso de la “noche sagrada”, de esa noche oscura de la modernidad, donde lo divino se ha ausentado.[15]

Los dioses a los que se refiere Heidegger en enigmáticas frases posteriores son, quizá, esa ausencia de resquicios de ensoñación y profundo pensar que caracterizan nuestra época. Una época incapaz de concebir el origen, la fuente desde donde emana el genuino pensar filosófico. Heidegger encuentra en la palabra poético-profética de Hölderlin un lenguaje con el cual trastocar el sentido y el habitual significado de los conceptos de la tradición filosófica. No se trata de un rescate de lo poético como tema o rama de la filosofía. Estamos ante un pensar que se apropia del lenguaje poético de uno de los más excelsos poetas líricos para atravesar el lenguaje de la metafísica y destruir su conceptualización tradicional con la única misión de hacer comprensible la profunda urgencia de esclarecer la pregunta por el ser y la existencia humana. Existencia que, pese a las más loables empresas de la modernidad, sólo puede hacer habitable ese páramo insondable que es la tierra a través de la poesía.

Empédocles

Empédocles

Bibliografía

  1. Ferrer, Anacleto, Hölderlin, Madrid, Síntesis, 2004
  2. Guerra, Ricardo y Yáñez, Adriana (coordinadores), Martín Heidegger, Cuernavaca, UNAM/CRIM/CIDHEM, 2009.
  3. Härtling, P., Hölderlin. Una novela, Barcelona, Montesinos, 1986.
  4. Heidegger, Martin, Aclaraciones a la poesía de Hölderlin, Madrid, Alianza, 2005.
  5. Hölderlin, Friedrich, Sämtliche Werke und Briefe, Carl Hanser Verlag, Múnich, 1992.
  6. Hölderlin, Friedrich, Correspondencia completa, Madrid, Hiperión, 1993.
  7. Hölderlin, Friedrich, Antología poética, 2da. ed., Madrid, Cátedra, 2004.
  8. Pau, Antonio, Hölderlin. El rayo envuelto en canción, Madrid, Trotta, 2008.
  9. Yáñez, Adriana, Los románticos nuestros contemporáneos, México, Alianza, 1993.
  10. Xolocotzi, Ángel, Heidegger y el nacionalsocialismo. Una crónica, Madrid / México, Plaza y Valdés, 2013.

Notas

[1] Ángel Xolocotzi, Heidegger y el nacionalsocialismo. Una crónica, Madrid / México, Plaza y Valdés, 2013, p. 155 y ss.
[2] En la Gran Edición de Stuttgart de las obras completas de Hölderlin, el fragmento se encuentra aquí: Hölderlin, Sämtliche Werke, Zweiter Band, Gedichte nach 1800, Erste Hälfte, p. 372, vv. 19-20. Traducción: Heidegger, Martin, Aclaraciones a la poesía de Hölderlin, Madrid, Alianza, 2005, p. 47.
[3] Paul De Man, Blindness and Insight: Essays in the Rhetoric of Contemporary Criticism, 2ª ed. Revisada y aumentada, Minneapolis, University of Minnesota Press, 1983, citado y traducido por Quesada, Raúl, “Heidegger y Hölderlin”, en Guerra, Ricardo y Yáñez, Adriana (coordinadores), Martín Heidegger, Cuernavaca, UNAM/CRIM/CIDHEM, 2009, p. 209. Las aclaraciones entre corchetas son mías.
[3] Véase, Alberto Constante, El Retorno al fundamento del Pensar (Martin Heidegger), p. 157, nota 13; y Hölderlin, “Azul apacible”, traducción Nicolás Suecún y Ernesto Volkening, en “A propósito de ‘Azul Apacible’”, revista ECO, N. 123-124, Bogotá, 1972.
[4] Véase, Alberto Constante, El Retorno al fundamento del Pensar (Martin Heidegger), p. 157, nota 13; y Hölderlin, “Azul apacible”, traducción Nicolás Suecún y Ernesto Volkening, en “A propósito de ‘Azul Apacible’”, revista ECO, N. 123-124, Bogotá, 1972.
[5] Friedrich Hölderlin, Sämtliche Werke und Briefe, Carl Hanser Verlag, Munich, 1992, T. II, p. 805; traducción de Anacleto Ferrer, Hölderlin, Madrid, Síntesis, 2004, p. 30.
[6] Friedrich Hölderlin, Correspondencia completa, Madrid, Hiperión, pp. 540-541.
[7] Federico Bermúdez-Cañete, “Introducción”, en Friedrich Hölderlin, Antología poética, 2da. ed., Madrid, Cátedra, 2004, p. 37.
[8] Friedrich Hölderlin, Sämtliche Werke und Briefe, Carl Hanser Verlag, Munich, 1992, T. II, p. 805; citado y traducido por Anacleto Ferrer, Hölderlin, p. 35.
[9] P. Härtling, Hölderlin. Una novela, Barcelona, Montesinos, p. 408.
[10] Antonio Pau, Hölderlin. El rayo envuelto en canción, Madrid, Trotta, 2008.
[11] Heidegger, Martin, Aclaraciones a la poesía de Hölderlin, p. 49.
[12] Nürtingen junto a Stuttgart, carta No. 236 en Friedrich Hölderlin, Correspondencia Completa, p. 544.
[13] Friedrich Hölderlin, Poesía Completa, 8va. ed., Barcelona, Ediciones 29, 2005, p. 329 y ss.
[14] Adriana Yáñez, Los románticos nuestros contemporáneos, México, Alianza, 1993, p. 11.
[15] Adriana Yáñez, “Heidegger y Hölderlin. Caminos”, en Guerra, Ricardo y Yáñez, Adriana (coordinadores), Martín Heidegger, p. 303.

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