Reflexiones sobre el sentido de la modernidad: filosofía de la historia desde el psicoanálisis

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Reflexiones sobre el sentido de la modernidad: filosofía de la historia desde el psicoanálisis

Nostalgia de una infancia que es historia en mi memoria
un ayer tan lejano que no volveré a vivir
Nach, canción Tierra prometida

Freud

Sigmund Freud

Hay dos formas de tiempo: el tiempo que pasa y el tiempo que no pasa. El primero responde al modelo de la sucesión ordenada, pasado, presente y futuro (conciencia). El segundo es el tiempo el cual actúa de forma simultánea sin que tengamos noticias de él, tiempo de los procesos inconscientes desprovistos de síntesis y tampoco pueden devenir pasado.[1]

El siguiente reto es hacer posible un análisis social desde un método de investigación individual, como lo es el psicoanálisis. Para hacer un análisis social desde la psicología Freud establece una relación de lo particular a lo general: ontogeneticamente en el individuo se proyectan las instituciones de la cultura en su momento histórico refractadas en su forma de actuar. Filogenéticamente, ocurrió primero en la horda original, cuando el padre original monopolizaba el poder y el placer y obligaba a la renunciación a los hijos.[2]

Una vez resueltos los problemas de como vincular la psicología con la filosofía de la historia podemos concentrarnos en explicar las razones que impulsaron a Sigmund Freud a interpretar como negativo el proceso de civilización, a la cultura como malestar.

Si bien la experiencia es inherente a estar en el mundo (principio de realidad), el individuo y la sociedad pueden desenvolverse y crecer de forma patológica; Sigmund Freud desarrollara la teoría del devenir histórico social como el malestar de la cultura. En ese orden de ideas, la cultura es el resultado de la represión de las instituciones sociales sobre el individuo, debido a que este está dispuesto a la libertad total (principio de placer) y en su confrontación con la restricción institucional de sus pulsiones se producen reacciones neuróticas.

La libertad total es el norte del hombre en sociedad, la redención solo se puede alcanzar por medio de la identificación de los dominados con el arquetipo del padre original de la horda primitiva. Su asesinato en manos de sus hijos por sus privilegios sexuales y sociales los condiciono en un fuerte sentimiento de culpa: El complejo de Edipo. En el libro Tótem y Tabú, Sigmund Freud relaciona por medio del complejo de Edipo a la horda primitiva con el totemismo, los dioses antropomorfos, el cristianismo y finalmente la sociedad industrial; dicho complejo existe mas allá del individuo y se recrea plenamente en el inconsciente que le impone a la memoria sus leyes y su simultaneidad temporal, por lo que es recurrente la conexión del sujeto con la cultura.

En Freud la filosofía de la historia funciona de forma dialéctica (dominación – rebelión – enfriamiento de la rebelión – dominación), en el proceso civilizador de la cultura están presentes en el estadio primitivo de la sociedad y en la etapa infante del ser, por esa razón se desarrollan independientemente del momento histórico. La importancia de la época radica en la represión institucional que crece y se vuelve más efectiva en cada lapso de la espiral de la dialéctica.

5.1

La filosofía de la historia en Freud no necesariamente desemboca en un paraíso utópico porque la dialéctica recrea en cada lapso de rebelión, la represión de las pulsiones y el condicionamiento de la libertad. La libertad social es la satisfacción total individual y reposa en la conciencia colectiva como una fantasía del principio de placer que se percibe más lejana o cercana dependiendo del momento de la dialéctica histórica: dominación o rebelión.

Este es esquemáticamente la idea del devenir histórico en Freud, una espiral dialéctica y creciente atravesada por un complejo que nos conecta con la familia original arquetípica, el crimen del hombre por el hombre (complejo de Edipo) y la culpa que opera restringiendo nuestra forma de actuar y relacionarnos independientemente del contexto histórico. La libertad total reposa en el arquetipo autoritario del padre original y la rebelión es el intento de los hijos por convertirse en el padre.

La constante en la ecuación de la dominación, es el elemento a histórico del complejo de Edipo que se manifiesta como culpa y bloquea las pulsiones desde la conciencia moral. La variable en dicha ecuación es la “dominación sobrante” que corresponde al control exterior del sistema social sobre el individuo y es acumulado en cada ciclo de la dialéctica.

La represión institucional de las pulsiones es exponencial en cada sistema social y aumenta la insatisfacción de los individuos dominados llevándolos a revelarse con banderas que evocan la libertad (principio del placer) en una cruzada ideológica contra la representación del arquetipo del padre original. Una vez pensada o ejecutada la rebelión, un fuerte sentimiento de culpa sofoca las energías de construcción de una nueva sociedad ideal y se construye un nuevo sistema más eficiente en la vigilancia, control y dominio. Estas fuerzas en contradicción son los pilares de una sociedad en la que el malestar en la cultura gana terreno decididamente. La reacción de la culpa es más intensa que las acciones “libertarias” que la desencadenan.

5.2

El motor de la historia es la ambivalencia de sentimientos de los dominados hacia el líder y las instituciones que lo empoderan históricamente. La dualidad en el poder del líder se cifra en que por un lado provee a sus súbditos de protección, mientras domina sus pulsiones desviando y retardando su satisfacción. La ambivalencia se autogenera y hace parte de un ciclo, el ciclo representado en la dialéctica.

Una de las inquietudes que pueden surgir al pensar una sociedad sumisa y en un malestar omnipresente, es porque los individuos no decidieron convertirse en agentes en algún momento histórico y construir fuera del marco de restricciones de la cultura una vida totalmente libertaria. Para responder a esta inquietud se hace necesario enumerar los factores que cohesionan a las colectividades humanas: la hiperpotencia de la naturaleza, la fragilidad de nuestro cuerpo, y la insuficiencia de las normas que regulan los vínculos recíprocos entre los hombres en la familia, el Estado y la sociedad

El devenir en la historia se asemeja al desarrollo psíquico del individuo: la etapa natal se asemeja a la horda primitiva donde el primer vinculo con el mundo estaba mediado por los padres, el totemismo se puede asociar a la etapa en que el infante desarrolla la conciencia del “Yo” y reconoce sus sentimientos pasionales ambivalentes hacia sus padres, las religiones politeístas y monoteístas serian el sentimiento de culpa que institucionaliza al padre como una divinidad moral, finalmente en la etapa industrial se abandonan aparentemente las supersticiones pero se rescata el destino de la razón ilustrada, el destino del padre y por medio de la dominación racional de la naturaleza se construye la conciencia occidental. Ese proceso de dominación interior y exterior es también el reconocimiento del afuera y el adentro, asociando la exterioridad con la desconfianza y el peligro.

5.3

El nacimiento del hombre debe entenderse en el mismo sentido que el nacimiento del individuo. Cuando el hombre trascendió cierto umbral de adaptación instintiva mínima dejó de ser un animal, pero estaba tan desvalido e indispuesto para la existencia humana como lo está el niño individual en el momento de nacer […] pasó por una fase narcisista de magia omnipotente, por el totemismo y el culto a la naturaleza, hasta que llegó a los comienzos de la formación de la conciencia, a la objetividad, al amor fraternal. En los cuatro mil años últimos de su historia, ha tenido vislumbres del hombre plenamente nacido y plenamente despierto, vislumbres expresadas de maneras no muy diferentes por los grandes maestros del hombre en Egipto, China, India, Palestina, Grecia y México.[3]

Uno de los discursos que conservamos de la ruptura con la etapa infante de la civilización occidental es el discurso del método de Descartes. Lo que cabe resaltar para efectos de esta explicación es el <> hacia lo que nuestra sensibilidad puede enseñarnos del mundo. Para Descartes la única isla segura para construir un método de la certidumbre era la conciencia y la razón, por lo que trazo una frontera que separaba a estas como certidumbres internas de la exterioridad de nuestras percepciones sensibles y en general del mundo.

Freud encuentra en la sociedad culta la mayor expresión del malestar en la cultura, la sociedad occidental se encontraría cada vez más cerca de convertirse en su propia antítesis, es decir, en una distopia restrictiva de la satisfacción individual en pro de las normas para una masa amorfa e indefinible; en vez de una utopía humanista e ilustrada en que el individuo participaría integralmente de la vida en sociedad sin que las limitaciones de sus pulsiones fuesen significativas para su propia satisfacción. Una distopia es una construcción ficticia que toma a partes de la realidad para establecer un paralelo de un mundo dominado.[4]

Gran parte de la culpa por nuestra miseria la tiene lo que se llama nuestra cultura; seríamos mucho más felices si la resignáramos y volviéramos a encontrarnos en condiciones primitivas. Digo que es asombrosa porque, como quiera que se defina el concepto de cultura, es indudable que todo aquello con lo cual intentamos protegernos de la amenaza que acecha desde las fuentes del sufrimiento pertenece, justamente, a esa misma cultura.[5]

Las opiniones de Freud sobre la modernidad corresponde a un problema emergente en la filosofía del siglo XIX y XX: la decadencia de Occidente, la angustia por un devenir incierto, un instinto de muerte que se manifiesta recurrente en nuestra época como la fuerza destructiva de Thánatos. Los ejemplos de esa violencia intensificada por la técnica son numerosos: las guerras mundiales, la guerra fría, etc. La bomba atómica es la demostración de que el progreso técnico es una espada de doble filo, que destruyo ciudades completas como Hiroshima y Nagasaki, además de aumentar la cantidad de radiación en la atmosfera terrestre.

En 1984 de George Orwell, el personaje de la novela vivía en una distopia en la que las banderas de la rebelión ya no se alzaban y los trabajadores Vivian en un régimen militar con una campaña publicitaria de guerra permanente. El fin de la historia occidental puede ser también una distopia que no da espacios a la sublevación truncando el movimiento de la dialéctica, que es culturalmente natural al proceso de civilización.

 

El afuera, el otro y la naturaleza inhóspita.

En su discurso durante la ceremonia de graduación del 21 de mayo de 2012 en Kenyon College, EE.UU., Jonathan Franzen sugirió que “el objetivo último de la tecnología, el télos de la téchne, es sustituir un mundo natural indiferente a nuestros deseos –un mundo de huracanes y adversidades y corazones rompibles; un mundo de resistencia– por otro tan receptivo a nuestros deseos que llega a ser, de hecho, una simple prolongación del yo”. Se trata de una conveniencia estúpida, de una comodidad espontánea y una espontaneidad cómoda, de volver al mundo obediente y maleable, de extirpar del mundo todo lo que se interpondría entre el deseo y su realización. De vivir en un mundo hecho solo con los deseos propios.

La utopía puede que no esté demasiado separada de la distopia. Los artificios digitales se están convirtiendo en una extensión de nuestras necesidades sociales y pueden terminar transformándose en una extensión directa de nuestras pulsiones .La mercancía hecha a la medida de las necesidades humanas, también es una terminación que obstruye nuestra conexión con el exterior, la naturaleza y el otro, regulando nuestras relaciones con el “afuera” y eliminando cualquier insatisfacción, miedo o compulsión generada por el conflicto entre el principio de placer y el principio de realidad.

En ese orden de ideas, el principio de placer terminaría por no tener barreras en los escenarios virtuales de la mercancía, aunque terminase parcelando al individuo en islas, donde las relaciones con los otros serian innecesarias o superfluas.

Sacrificamos la satisfacción inmediata y la libertad, dimos paso a la compulsión como un sacrificio necesario para estar más seguros. El trabajo en la sociedad moderna nos prometió dominar la naturaleza a través de la maquina/técnica y aunque ya casi no quedan espacios oscuros para la globalización, el exterior continua generándonos incertidumbre por que ahora la amenaza esta dentro de las fronteras. El miedo está latente porque es más cercano.

5.4

El enemigo que estaba afuera amenazantemente (naturaleza, enemigo nacional y/o político, etc.) está dentro de las fronteras de la globalización que son las del mundo y puede ser cualquiera: un refugiado, un indigente, el vecino, un terrorista, un zombie, una bacteria, en fin. El miedo que aviva la pantalla y que reemplaza a la familia en el campo psicológico/pedagógico construye la compulsión de inseguridad que es calmada con los placebos de la mercancía.

Una de las promesas en el porvenir occidental era que las maquinas harían el trabajo del hombre, por lo que se eliminaría la coerción del trabajo y de la explotación del hombre por el hombre: el desenlace de la aventura de la historia seria un sistema esencialmente horizontal donde todos podían realizarse humanamente en el ocio. La libertad prometida se ha tornado en una paranoia colectivizada y normalizada, donde el exceso de seguridad aumenta la sensación de inseguridad.

El proceso de civilización nos ha llevado a una situación abismal en la que la seguridad acribilla a la libertad sin importar su apellido. La población mundial crece desorbitantemente y la segregación económica, espacial, política y por lo tanto cultural, no tiene fronteras; los problemas sociales se complejizan cada vez más, mientras nosotros como historiadores ensayamos soluciones demasiado locales.

De este ejercicio analítico se pueden concluir que, en primer lugar, nuestra forma de conocer y relacionarnos con el mundo es la neurosis, un trastorno inherente al conflicto entre el principio de placer y el principio de realidad. Nuestra percepción, nuestro lenguaje, la cultura misma y lo que podamos sentir/pensar esta terciado por la neurosis.

La segunda conclusión, es que la compulsión no es positiva a pesar de ser normalizada por la sociedad y colectivizada, por ejemplo, la insaciable sed de dinero para <>. La tercera, que el devenir de la humanidad se puede representar también como el devenir en el desarrollo psíquico del hombre y la mujer. La etapa infantil corresponde a las sociedades llamadas “arcaicas” y nuestro momento en la historia es en mi parecer el de la <> psíquica: la época de la consolidación del individuo occidental, saturado de prójimos y solo a la vez. La tercera conclusión es que el mejor estadio para la humanidad es el que induce a los individuos a pensar que la represión sobre sus pulsiones es necesaria, mínima y llevadera en comparación a la satisfacción que le provee el sistema social.

Finalmente una inquietud flotante: siempre que hablamos de un individuo nos hacemos la imagen mental de un hombre adulto y en el parricidio original son los varones quienes se revelan al padre e institucionalizan el patriarcado. Si la dialéctica patriarcal es el ciclo ininterrumpido de violencia y malestar: la guerra es la política por otros medios y la política es la guerra por otros medios, ¿cuál sería la dinámica de la historia en un sistema matriarcal? ¿Qué complejo dominaría esa tradición cultural?

Bibliografía

Freud, Sigmund, El malestar en la cultura y otros ensayos, Alianza editorial, Madrid, 2008.
El porvenir de una ilusion. 1927. www.elortiba.org/pdf/freudporvenir.pdf (último acceso: 18 de noviembre de 2014).
Psicologia de las masasy analisis del Yo, Ed., Uni. Católica, Santiago de Cali, 2014.
Totem y tabu, Alianza Editorial, Madrid, 2008.
From, Eric, Psicoanalisis de la sociedad contemporanea, Fondo de Cultura Economica, México, 1956, pag. 30.
Marcuse, Herbert, Eros y civilizacion: una investigacion filosofica sobre Freud, Joaquín Mortiz, México, 1983.
Poulichet, Le, L´ouvre du temps en psychanalyse, Payot, Paris, 2006.
Rendueles, César, Sociofobia, Capitan swing, Madrid, 2013.

Notas

[1] Poulichet, Le, L´ouvre du temps en psychanalyse, Payot, Paris, 2006, pag. 41.
[2] Marcuse, Herbert, Eros y civilizacion: una investigacion filosofica sobre Freud, Joaquin Mortiz, México 1983, pag. 30.
[3] Cfr., Fromm, Eric, Psicoanalisis de la sociedad contemporanea, Fondo de Cultura Economica, México, 1956, pag. 30.
[4] Rendueles, César, Sociofobia, Capitan swing, Madrid, 2013, pag. 15.
[5] Freud, Sigmund, Totem y tabu, Alianza Editorial, Madrid, 2008, pag. 86.

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