Rosario, Guichar y yo

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Rosario, Guichar y yo

 

 

Miro La foto hoy y me conmueve, hace meses que no los veo y los extraño. Estamos en el jardín del hospital robándole un tiempo a la rutina, compartiendo historias, pero sus rostros y el mío no pueden sostener nuestra verdad. Nuestras caras no pueden entender la vida que nos atrapa en la locura de un destino trágico y terrible. El delirio y la impotencia se asoman por los ojos vacíos de soledad.

Rosario quiere salir, lleva mas de 10 años en el hospital, le habían prometido irse, ha cumplido su condena, pero el padre le mintió, afuera no hay sitio para él. Hace unos 12 años mató al tío que amaba, me ha contado que un demonio se posesionó de él y le ordenó hacerlo. Me ha contado también que iba a la escuela y a pescar al río… ¿Estará en el mismo lugar? ¿Dónde han quedado sus amigos mientras vive en la sala de crónicos donde el olor a muerto lo corroe?

Guichard comparte conmigo sus tesoros, me ha prometido algunas esmeraldas y rubíes que tiene guardados en un lugar secreto. A veces el saberse rico lo reconforta, pero otras como hoy, su cuerpo se desvanece en el encierro. ¿Y yo? sin palabras hago una mueca que parece disfrazar el llanto, ¿yo quién soy? ¿Qué puedo hacer por ellos?

Nos tomamos la foto del recuerdo, compartimos el café, nos hermanamos, pero la desesperanza nos toma en esta imagen que se cuela como por azar, un día soleado.

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