Soy el monstruo de alguien

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Soy el monstruo de alguien

Uno de los escritos más peculiares de Foucault es aquel que erige una metáfora del texto bajo la forma de un monstruo “con sus patas retorcidas, sus ojos amenazantes, que tanto despreciamos, entran en la danza y ejecutan movimientos que resultan ni más ni menos honorables que otros” (1083). La transformación del texto escrito atraviesa por una deformación. Como ejemplo de agentes deformantes menciona cuatro modalidades: la transformación como falsificación del texto, las citas fuera de contexto, la interpolación, y la omisión. Esto se relaciona con alguien que ignora los aspectos del libro, la ignorancia de quienes se habla, la ignorancia de los hechos y de textos que se refutan en una crítica que luego aumenta la entropía del libro, en otra modalidad crítica se disminuye ese desorden. La monstruosidad entrópica consiste en hacer atravesar al texto por una fabricación, contra todos los recursos que constituyen las esferas más familiares, de lo ya conocido y probable, con la ilusión más improbable que pueda imaginarse respecto a ese libro. 

Como ejemplo para la construcción del monstruo conceptual de un texto, Foucault ventila todo su agravio contra M. Steiner, uno de sus detractores, quien afirma que en el tratado sobre la locura Foucault crea mitologías y prácticas sobre terapias mentales’ (1091). Nuestro autor responde que, primeramente no era un tratado sobre enfermedades mentales, en todo caso, se trató de un estudio sobre condiciones económicas, políticas, ideológicas e institucionales que justificaron la segregación de locos durante la era clásica. Tal vez podemos meditar respecto a la falsificación del texto como una manera de corromperlo, el cuerpo textual sometido a un estado no sólo de monstruosidad, sino atravesando por un proceso de descomposición avanzada. Luego las citas fuera de contexto pueden imaginarse como engendros textuales, luego la interpolación, o sea, una inserción o injerto que se le hace al texto, y la corrupción del escrito. En este caso menciona Las palabras y las cosas, donde Foucault argumenta que en este trabajo “busco correlaciones, analogías y diferencias que se encuentran en distintos ámbitos del saber(…) procuro realizar el análisis sin introducir términos como ‘espíritu’, ‘conciencia’ y ‘sensibilidad de una época, dando la impresión que esos términos ocupan un lugar central en mi trabajo, M. Steiner trasforma el libro en un monstruo de incoherencia..que sólo el mas improbable azar, pudo imaginar(1088). De modo que esos términos introducen elementos ajenos al texto y lo corrompen.

Con otro carácter de ver al monstruo propuesto por Foucault, que en su visión es resultado de una monstruosidad, producto de una manera deformada de leer sus escritos, encontramos a Derrida quien nos conduce hacia la transgresión de la representación. De manera que si nos imaginamos al monstruo, éste no tendrá el aspecto que esperamos. Así pues si la monstruosidad es un evento de la forma humana que la trasciende, cuáles rupturas del significado del monstruo vamos a obtener, dado que es causante del terror por su deformación, amenazando toda idea que albergamos de la normalidad. En un relato sobre las especies surge un engendro porque no es reconocido como parte de la especie, carece de nombre. El mismo concepto del monstruo ya no pertenece a la construcción de lo aceptable, ha roto los limites que encierran el significado de una forma normal, pero la naturaleza es gran adepta a las desviaciones, a las transformaciones y al repertorio de monstruosidades (cfr. Milburn). La gran Maria Merian, una naturalista, que vivió entre 1699 a 1701 rodeada durante su infancia por ilustraciones de viajes, y cuyo imaginario es encendido por las maravillas de las Américas, sus monstruos y metamorfosis, y con esos hombres sorprendentes conocidos como los blemyae que portaban sus cabezas en el pecho. Realizaba su trabajo de campo en Suriname(Warner 83) aquí es testigo de monstruosas masacres entre especies, la devastación entre animales, y observa como una araña devora a un colibrí probablemente la argiope blanca y negra que es bastante pequeña, como 2 centímetros y que es conocida por tal espantable proeza. Podemos percatarnos del contexto de una mentalidad europea que durante 1492 revelaba la completa extrañeza que se sentía y el desconocimiento del mundo caribeño, la ignorancia sobre los habitantes, las culturas, las costumbres, las modalidades de organizar las ciudades y otros factores, que le prestan a los lugares una sensación de absoluta y temible diferencia, lugar para que la idea del monstruo prolifere .

De nuevo con Derrida el monstruo parece informarnos sobre una alteridad radical. Tal vez presenciamos un discurso de las transformaciones que demanda nuevas estrategias de comprensión y distintas maneras de descripción, hasta innovaciones en el lenguaje, de aquí la mención del monstruo como mutante y prodigio. La normalidad, ese sitio cómodo pero ilusorio que construimos para ordenar y amurallar nuestros terrenos imaginarios, siempre depende, de una amenazante criatura que ronda alrededor de nuestras ciudades perfectas. El monstruo personifica lo inaceptable, lo intolerable, lo que desafía nuestra comprensión. La ciudad perfecta que nos sirve para ilustrar lo que describimos practica una pedagogía que Derrida visualiza como esa naturalidad que neutraliza. Al naturalizar una transformación, la neutralización opera cuando oculta y provoca una neutralidad. Las estructuras de una instrucción, sus formas, normas, restricciones visibles e invisibles, y sus colocaciones determinan un lugar para el pensamiento institucional. Colón describirá a los indios como forajidos y rebeldes, gente que habita en el margen, en sierras y montes, sin asentarse en un pueblo. De aquí podemos pensar en la monstruosidad de los pueblos sometidos, porque desafían la comprensión, porque son bárbaros, porque viven en el margen, porque no se ubican en el pueblo. Lo que se oculta en la descripción es que al crear un monstruo del otro se busca someterlo y despojarlo de todo en nombre de la monarquía española. Pero el encuentro que legitima todo a los ojos de Colón es que los habitantes practican el canibalismo (cfr. Greenblatt). Aquí culmina el encuentro del monstruo ante la mirada europea, por las costumbres aterradoras del otro. Es importante recordar que el monstruo para Derrida es un ser vivo, una especie que todavía no tiene nombre, causa temor porque no estamos preparados para identificar a la figura. Las Américas forman parte de ese escenario que sirve para describir lo que se ha desviado de un conocimiento europeo. Es un encuentro traumante con el mundo de la diferencia no sólo entre humanos, sino también del entorno que los rodea y que habitan.

Durante esta pequeña viñeta hemos sumado al concepto del monstruo la idea del prodigio, o sea aquello que estimula nuestra curiosidad. En el ámbito literario El monstruo de Frankenstein es un solitario, es su capacidad por sentir curiosidad que lo acerca al humano. Pero el monstruo busca una inversión de los valores, pues en lugar de acercarse a la belleza elige la fealdad del repulsivo M.Krempe. Si hay una nomenclatura de lo humano es la creación monstruosa de Frankenstein de Shelley; por ello en un interesante ensayo sobre la curiosidad, Barbara Benedict afirma que el espectáculo del monstruo: en su exterior grotesco desvanece los márgenes entre vida y muerte, hombre y bestia… sujeto y objeto (242). Es notoria esa transgresión de la representación durante ese desvanecimiento en los márgenes de vida, de animalidad y del sujeto mismo. En consecuencia el monstruo personifica  lo inaceptable, lo intolerable, lo que desafía nuestra comprensión”. En una figura que captura mi curiosidad como lector o lectora, causante de una percepción de lo extraño.

Como breve nota al calce podemos observar que Derrida alude a cierto conocimiento que depende de un destierro de la escritura monstruosa. En tal destierro reconocemos los factores que enarbola Foucault para protegerse de la crítica de Steiner y otros y así prevenir que fabriquen un Frankenstein de su texto. El problema con tal defensa, y protección del propio texto, es que se crean normas para establecer la normalidad que pertenece al texto verdadero, el que no se puede falsificar, que a mi modo de ver las cosas resulta bastante sospechoso. Porque quién es el gran patrón del texto, quién autoriza y garantiza el texto verdadero, una vez que un texto sale al imaginario colectivo es parte de un dominio cultural que ya no pertenece a la autoridad del autor.

En un tono que toma otro curso tratamos a un monstruo subjetivo, es un hecho conocido que la persona que comienza a envejecer pasa por una fase de desconocimiento del propio aspecto. La monstruosidad del viejo y la vieja se remite a una construcción cultural que considera este proceso como una deformación. Aparece entonces la figura del doble, como una experiencia que ocurre frente a un espejo y en el que se produce un sentimiento de soledad. Al momento en que sentimos el fenómeno de la duplicación se experimenta inseguridad y temor por una otredad que nos habita, una suerte de monstruo interno. Luego esa otredad aparece entre las fotografías que se nos tomaron, en un espejo que parece haber inventado mi edad. Es cierto que tanto hombres como mujeres atraviesan por estos encuentros con el monstruo de la edad; sin embargo, son las mujeres que se llevan la peor parte en un mundo masculino que construye las leyes que afectan el aspecto de la mujer perfecta en nuestra cultura. Podemos ilustrar con gran elocuencia los procesos que mencionamos, esencialmente con el vínculo entre el monstruo, el viejo y el espejo, en la novela El retrato de Dorian Gray que Oscar Wilde escribió durante el siglo XIX. Dorian Gray encuentra al artista Basil Hallward en casa de un familiar, este artista decide pintar un retrato del joven. Como consecuencia de los actos cada vez más escandalosos cometidos por Dorian el retrato va sufriendo cambios. Mientras que el joven no parece resentir los cambios del tiempo. Dorian se ha convertido en un hombre sin principios, ni escrúpulos y en un asesino. Ante las críticas de su amigo Basil, en un arranque de furia lo asesina. Como todo parece grabarse en el rostro del cuadro, intenta rasgar la tela con un cuchillo, pero el único que cae al piso es Dorian convertido en un viejo horriblemente arrugado y desfigurado, mostrando un puñal clavado en el pecho. Lo que parece llamar nuestra atención es que el cuadro funciona como un espejo de las conductas del joven y luego se aprecia un relato de la misma duplicación de la que hablamos. Asimismo queda claro cómo el cuadro va pasando por distintas fases de distorsión y reflejo de la monstruosidad del personaje. Freud, al realizar un trabajo sobre el aspecto siniestro e inquietante del doble lo identifica como cosa del terror, es en todo caso una figura que revela la negación de la muerte, pero también el doble es conocido porque anuncia la muerte. Creo que este aspecto es muy evidente en el relato de Dorian Gray. Ese doble nos presenta ante el dilema de reconocerme en el mismo, pero paradójicamente desconocerme también. De aquí el juego de diferencias que van describiéndose en los cambios registrados sobre el rostro pintado de Dorian y en un final donde el cuadro se modifica para mostrar a un joven muy apuesto en contraste con el monstruoso anciano que yace muerto en el piso. Hasta podemos rescatar lo que Otto Rank, un estudioso de la psicología detrás del doble, afirma que (en éste) existe una lucha entre la necesidad por la semejanza y el deseo por diferenciarse ( cit. en DeFalco 97). Aspectos que pueden ir configurando la serie de acontecimientos emocionales que resultan como producto de la creación de ese monstruo interno que es la edad. Lord Henry, un conocido del pintor, tiene un impacto muy negativo sobre el joven Dorian, cuando examina las características de la belleza pasajera. Profundamente alterado por estas impresiones, que hacen consciente a Dorian sobre su efímera belleza, hacen que deteste la existencia misma de su retrato. El temor por un retorno al cuerpo es parte de un argumento desarrollado por la estudiosa Kathleen Woodward “Afirmamos que nuestro verdadero ser, o sea nuestro ser joven, se esconde en nuestro cuerpo. Nuestros cuerpos están viejos, pero nosotros no”(98 en DeFalco). Me parece muy significativo mencionar todas estas características de un monstruo interno, para evitar quedarnos con el aspecto puramente externo del ser que causa repugnancia y temor.

Para terminar hemos recorrido textos deformados y el diagnóstico de tal deformidad por Foucault. Aquí podemos indicar que se arma un caso contra la monstruosidad del texto. Resulta esclarecedor saber que el doble no puede ser rechazado, o hasta desaprobado ya que se encuentra dentro del sujeto, según lo anotado por DeFalco. “Uno puede desear la muerte del doble, pero la muerte del doble siempre será la muerte de uno” (Royle en De Falco 97). Ese doble puede aplicarse al texto duplicado de Foucault que se califica como monstruoso y al mismo tiempo a Dorian Grey que también desea la muerte de su rostro duplicado. La muerte del monstruo resulta complicada a la luz de estos dos eventos descriptivos. Por otro lado, Derrida recorre otra estrategia, al intentar sacarnos del monstruo y de las convenciones de normalidad que a menudo no se cuestionan. O sea, que en el discurso de Derrida se observa la tensión entre lo que buscamos erigir como normalidad y el resultado de lo anómalo. Un acercamiento distinto es el que toca el asunto del espectáculo en torno al monstruo personificado en Frankenstein, el monstruo captura la curiosidad. Del espectáculo de un ser que se encuentra afuera terminamos con el monstruo como un ser que nos habita bajo la forma del doble y de la vejez.

Bibliografía.

Benedict, Barbara (2001) “Performing Curiosity” en Curiosity. A Cultural History of Early Modern

Inquiry. Chicago y Londres: The University of Chicago..

DeFalco, Amelia (2010) “Aging Doubles and the Mania of Dissemblance” en Uncanny Subjects. Aging in

Contemporarry Narrative. Columbus: The Ohio State University.

Foucault, Michel (1994) 2001 “ Les monstruosités de la critique” en Dits et ‘ecrits I.1954-1975. Gallimard.

Greenblatt, Stephen(1991) Marvellous Possessions. The Wonder of the New World. Chicago: The

University of Chicago.

Milburn, Colin Nazhone. “Monsters in Eden: Darwin and Derrida”. Apareció en: MLN, Vol. 118, No. 3,

German Issue (Apr., 2003), pp. 603-621. Publicado por The Johns Hopkins University. URL:

http: //www.jstor.org/stable/3251937. Acceso: 16/09/2011.

Warner, Marina (2002) 2004 “Hatching” en Fantastic Metamorphoses, Other Worlds. Ways of Telling the

Self. Nueva York: Oxford University.

 

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