Barebacking[1] Bataille: de la economía sexual a la economía general[2]
Resumen:
La noción de una “economía sexual” evoca inmediatamente el término “la economía libidinal” de Jean-François Lyotard y, dentro de la teoría queer, el de “la economía del don”, por el cual Tim Dean ha teorizado la subcultura del sexo al pelo, y el término “las economías del abandono” a través del cual Beth Povinelli nos ha permitido recientemente pensar nuevas formas sobre “la pertenencia social y la resistencia en el liberalismo tardío”. Sin duda, cada una de estas formulaciones podrían encontrar su antecedente en lo que el difunto Michel Foucault enmarca en términos de “la economía bio-política”. Sin embargo, en el pensamiento acerca del sexo que está consagrado al exceso soberano de los cuerpos, expuesto a (y quizás por) lo que Foucault denomina “los riesgos de seguridad”, puede ser necesario pasar de “la economía sexual” a “la economía general”, ya que éste fue presentado por Georges Bataille en su obra multi-volumen La parte maldita.
Artículo
El año es la parte más soberana del cuerpo. Por lo menos esto es lo que algunos de los escritos tempranos más importantes de Georges Bataille se dedican a pensar, y en un estilo inimitable de exposición filosófica que era—y sigue siendo—casi inigualable en el campo del discurso filosófico.[3] Entre los años 1927 y 1930, es decir, alrededor del mismo tiempo que los 134 ejemplares originales de su novela pornográfica, Historia del ojo, fueran publicadas en privado (1928), Bataille estaba ocupado en una meditación filosófica sostenida y reiterativa sobre el ano.
Estos textos, que existen en varios borradores, incluyen: “El ano solar”, escrito en 1927 y publicado en 1931; el “Jesuve”, escrito en 1930 y sólo publicado en las Obras Completas; y “El ojo pineal”, del cual hay cuatro borradores, probablemente escritos en algún momento entre 1927-1930, con uno publicado póstumamente en 1967.[4] Sin embargo, la afirmación acerca de la soberanía del ano no se basa únicamente en nuestra lectura de estos tres textos seminales, sino también en su conjunción con lo que se convertiría en el más grande esfuerzo de Bataille, el que se embarcó en la misma época, en 1930, a saber, el proyecto de múltiples volúmenes, La parte maldita. Como sabemos, éste es el lugar donde, en el tomo III, Bataille expone su teoría de la soberanía, pero también es donde, en el volumen I, presenta su oposición filosófica y política de la economía restringida con la general.
Este primer volumen sobre el tema del “consumo” fue publicado el 1949, mientras que el segundo y el tercer volumen, sobre “la historia del erotismo” y “la soberanía” respectivamente, se publicaron póstumamente en las Obras Completas (1976). Pero notemos que ya sea en el tema del gasto, del erotismo o de la soberanía, el proyecto entero, incluyendo los tres volúmenes que resultaron de ello, fue concebido como “un ensayo sobre la economía en general”. Lo que significa que el gasto, el erotismo y la soberanía están filosóficamente unidos como tres formas principales de la economía general, en contraposición a lo que Bataille denomina la economía restringida, y que se basan en esta unión que podemos -de hecho yo argumentaría que debemos— pensar los tres como inextricablemente relacionados.[5]
La noción de la economía general es la línea de base para los tres y como Stuart Kendall –que no sólo es uno de los traductores más competentes de la obra de Bataille, sino también uno de sus mejores comentaristas– ha señalado recientemente, Bataille muy probablemente derivó la noción de la economía general de su lectura de Más allá del bien y del mal de Nietzsche y que, con base en los registros de la Biblioteca Nacional, sabemos que Bataille accedió en 1922[6]. Lo cual no sólo es ocho años antes de que él comenzara a trabajar en La parte maldita, sino también cinco años antes de que él se obsesionara con las nociones del ano solar y del ojo pineal. Es decir, con el exceso erótico soberano del ano que, con base en mis lecturas de Bataille, argumentaré es menos una cuestión de una economía sexual que de una economía general. En otras palabras, el gasto erótico soberano es una economía general, de la cual el ano es una parte maldita.
Recordando otras escenas del joder el culo en la historia de la filosofía continental del siglo XX, se podría pensar que mi enfoque filosófico-histórico de Bataille no es diferente de lo que Gilles Deleuze describe en su “Carta a un crítico severo” en la que escribe,
Pero, ante todo, el modo de liberarme que utilizaba en aquella época consistía, según creo, en concebir la historia de la filosofía como una especie de sodomía o, dicho de otra manera, de inmaculada concepción. Me imaginaba acercándome a un autor por la espalda y dejándole embarazado de una criatura que, siendo suya, sería sin embargo monstruosa. Era muy importante que el hijo fuera suyo, pues era preciso que el autor dijese efectivamente todo aquello que yo le hacía decir.[7]
Muchos de nosotros, sin duda, estamos familiarizados con esta declaración a menudo citada –y de hecho la primera vez que me la encontré, hace muchos años como un principiante en teoría-gay, inmediatamente sentí como si toda una serie de tabiques que dividían mi mundo académico y sexual se habían venido abajo. He descubierto nada menos que una imagen de lectura y escritura que no sólo involucra la imagen del ano que también había recién descubierto en el ensayo revelador de Leo Bersani, “¿Es el recto una tumba?”[8] (en 1987- yo tenía 21 años de edad), pero tal vez más profundamente perversa, y por esa razón, la experiencia más inquietante, de lo que sólo puedo describir como una imagen anal del pensamiento. Inquietante porque tal imagen del pensamiento sugirió entonces, y continua sugiriéndome ahora, pensar desde, en, o como a veces coloquialmente ponemos: pensar fuera de tu culo.
Así que esta expresión “bare-backing Bataille” (“tener sexo a pelo con Bataille”), que es el título de mi ponencia, se puede leer de dos maneras relacionadas. La primera, donde “bare-backing” (tener sexo a pelo) funciona como un verbo, corresponde al método de lectura y escritura que acabo de describir, en el cual me acerco a un filósofo por la espalda y, sin la profilaxis de un método hermenéutico estándar, me deslizo en el interior del texto y placenteramente abro un espacio de exposición al exceso y a la extremidad del pensar, en toda su incertidumbre y riesgo.
La segunda, en el que “bare-backing” funciona más como un verbo adjetivo, corresponde bastante estrechamente si no idénticamente con el método anterior de la lectura y escritura, pero es distinto en el sentido de que, en pocas palabras, no estoy poniendo algo –en este caso– en la boca (o trasero) de Bataille, que no estaba ya allí. Ambos significados de bare-backing Bataille corresponden a la propia imagen filosófica de Deleuze, más importante en el segundo sentido, en el que como lo hace claro (y cito de nuevo): “Era muy importante que el hijo fuera suyo, pues era preciso que el autor dijese efectivamente todo aquello que yo le hacía decir”.
Sin embargo, separado y aparte de Deleuze, y especialmente en el contexto de nuestra discusión de bare-backing, quiero distanciarme por completo a mí mismo de lo que es sin lugar a dudas una imagen de butt-fucking (coger por el culo) que es completamente productiva y, de hecho, incluso reproductiva, en su lógica. Como Etienne Turpin ha recientemente señalado, y como espero aclarar aún más a través de mi lectura de Bataille, la propia auto-imagen de Deleuze lo retrata “como una máquina de afirmación anal perpetua”.[9]
Así que en lugar de imaginar que en “bare-backing Bataille” estoy dándole un bebé de culo deleuziano, mi deseo es seguir siendo aún más fiel al exceso erótico soberano del ano— un nombre para lo cual, es el “bare-backing”. Al hacerlo, quiero argumentar que esta experiencia del exceso erótico soberano, no sólo se experimenta en la lectura de Bataille, o en el la práctica sexual del sexo a pelo, sino que es el mismo riesgo de la incertidumbre en la que encontramos nuestra exposición desnudamente compartida al Afuera. Afuera, es decir, otros cuerpos, igualmente expuestos pero nunca compartidos igualmente; una disimetría y exterioridad que no puede ser contenida dentro de los límites de la razón filosófica, sin embargo, es la única fuente cruda y real de la posibilidad de este último. Piensen en Sócrates y Platón y todos sus muchachos.
De hecho, el ano de Bataille es una visión de exceso tal que es, como él señala, cegadora como el sol –de ahí “el ano solar”, como título del ensayo de 1927. En ese ensayo, presenta su concepto totalmente inventado de “Jésuve” que, como neologismo, puede ser descifrado como la combinación de “Je” (Yo), Jesús, y el Vesubio. Aquí, la palabra “Vesubio” es simplemente el nombre que reemplaza cualquiera de los muchos volcanes en todo el mundo, y que para Bataille, “sirven como su ano”. Mientras que una gran parte de la importancia del volcán para Bataille está en su flamante explosividad excremencial, al mismo tiempo, su resonancia más-que-metafórica con el ano –incluso en términos de la distinción de éste último con la boca que vomita– se encuentra en el hecho de que, como escribe: “A pesar de que este mundo no come nada, a menudo expulsa violentamente el contenido de sus entrañas”.[10]
Esto también nos permite tomar la medida del ano volcánico de Bataille como una visión de exceso, en la extensión precisa en que no es un sitio de consumo, y así su gasto es verdaderamente inútil, no productivo, y por lo tanto, soberano. Sin embargo, este excesivo gasto excremencial del volcano-culo/culo-volcano es aún más la imagen de la soberanía en el sentido preciso de que es una explosión destructiva no desde abajo, sino desde lo alto –de la cumbre escarpada y del borde superior que el volcán destruye (es decir, auto-destruye) en su propia explosión violenta de lava caliente, que luego corre por sus lados. Como Bataille continúa describiéndolo: “Esos contenidos brotan con una raqueta y retroceden, corriendo por los lados del Jésuve, sembrando muerte y terror en todas partes”.[11]
Además del ano solar, la otra cumbre soberana del cuerpo humano para Bataille fue, por supuesto, el ojo pineal. Una segunda imagen igualmente fantástica y mítica, el ojo pineal también fue previsto por Bataille como “en la cumbre del cráneo como un volcán en erupción horrible, precisamente con el carácter oscuro y cómico asociado con el extremo posterior y sus excreciones.[12] El simple punto que quiero marcar es que la línea que Bataille traza entre esta serie de imágenes, incluyendo en su intercambiabilidad, no sólo es excremental, sino también en su totalidad se relaciona con su articulación de la soberanía, y que juntos, se relacionan con el gasto final de la finitud, es decir, la muerte.
Para comprender mejor esto, tendremos que tomar un breve excurso a través de su filosofía de la soberanía, y del papel de la imagen del cráneo en su interior, incluso en la lectura de esto, recientemente realizada por Jean-Luc Nancy.
Como Nancy nunca se cansa de recordarnos, la formulación famosa de Bataille que “La soberanía es nada”, no sólo constituye la expresión de Bataille, absolutamente, él también deja claro que al escribir “NADA” en todas mayúsculas, Bataille “pretende recaudar una ironía infinita ante cualquier esfuerzo por capitalizar el soberano absoluto.”[13] Esta cita proviene de la discusión más extensa de Nancy sobre la soberanía, publicada en el apéndice de su libro, La creación del mundo o la Globalización, titulado “Ex Nihilo Summum (de la soberanía).”
SUMMUM que significa la cumbre suprema y la elevación que es tan alta que es su propia altura auto-decapitante. Como Nancy explica: “El Altísimo es el uno o aquel hacia el cual la cabeza (caput) en sí misma no puede dar vuelta sin caerse inmediatamente fuera del eje que la adhiere al cuerpo. Deja entonces de ser la cabeza. O se pierde en la altura o se vuelve a caer en la equivalencia del propio cuerpo”.[14] Lo que significa que la cumbre de la soberanía no es la misma como la capital del capitán, o incluso la cabeza –decapitada de, o todavía unida al cuerpo del soberano.
Por lo tanto, la soberanía no es maestría, porque incluso se sirve a sí misma (“soberanamente auto-sirviente”, como se podría decir), sigue siendo un servicio, siendo una forma de sumisión servil, incluso en el doble movimiento de la servidumbre a la auto/capitalización de uno mismo, que va por el nombre del sujeto. Como argumentó Bataille, la soberanía es la renuncia a la reivindicación de soberanía que se descubre en uno mismo. La soberanía entonces, es lo que significa perder soberanamente el yo como sujeto, mediante la colocación de la soberanía del uno en esta renuncia, solo.
Tal soberanía no subjetiva es precisamente lo que Bataille creyó que fue experimentada en el gasto excesivo y riesgo del erotismo. No es tanto el uno mismo expuesto al riesgo, sino que al contrario debe entenderse como lo que podría significar correr el riesgo de que es el yo, expuesto en su existencia y consagrado al exceso soberano de los cuerpos, que efectivamente es una pérdida del yo.
Como hemos sucintamente encontrado, para Bataille, la imagen de esta pérdida de soberanía del yo no era (o no solamente, o simplemente) la cabeza decapitada, sino el cráneo. Más precisamente, la soberanía del cráneo se encuentra en la imagen de sus diferentes agujeros siendo superados y eclipsados por el ojo pineal. Es decir, el agujero excremental en la cumbre del cráneo calvo que sustituye a cualquier imagen de la cabeza, por no hablar de la cara y sus diversos orificios ópticos y bucales y aberturas visuales y orales usuales.[15] Para Bataille, el ojo pineal, como el ano del cráneo, también brilla como la cabeza de la muerte ósea, sin embargo, ahora con mierda en vez de tierra apisonada en su agujero, y embarrada en torno a su borde. Por ejemplo, hacia el final de su ensayo, “El Jésuve”, nos encontramos con la notable conjunción de imágenes del ojo pineal, del ano, y del cráneo:
Hoy, mientras escribo, lo que me imagino del ojo pineal alcanza, a través del transcurso de un determinado trastorno, una brutalidad de erección [léase: la soberanía] tan aterradora que no puedo imaginar la enorme fruta anal de carne cruda rosa radial y manchada con mierda (la que me llamó la atención por lo que en Londres [en el zoo]) que no sea como un cráneo innoble que lo haría aplastar con un hachazo, un gruñido profundo repiqueteado en mi garganta.[16]
En este pasaje, Bataille nos da una imagen de lo inimaginable como eso, que no puede mantener una imagen. Al menos si hemos de acercarnos a una extremidad que está más allá de la inteligibilidad, y que como el mero riesgo de la existencia que corremos al estar vivos, sigue siendo desbordante en su cumplimiento. Yo seguiría también argumentando que imaginando a sí mismo rompiendo este pineal-anal-cráneo, está dejando claro que incluso tales imágenes fascinantemente atractivas y repulsivas conservan la lógica de la representación, y como tal nos cubren y nos protegen de la exposición al Afuera, a nada, lo que quiere decir, a la nada (ex nihilo).[17]
Este golpe de hacha marca el paso de una economía restringida a una economía general, o quizás con mayor precisión, especialmente dentro del contexto de nuestra discusión: de una economía sexual a una economía de abandono anal. Tal economía podría incluir lo que Tim Dean ha descrito como “El honrado abandono de los condones”,[18] sin embargo, sólo en la medida que entendemos esto en el sentido del abandono de cualquier principio en el cual tal abandono podría basarse. Sólo entonces podríamos empezar a concebir la forma en que el “sexo a pelo” no es únicamente un eufemismo contemporáneo para la exposición al soberano exceso erótico del agujero del culo, sino como tal, es también una forma abreviada de decir algo acerca de la pura improbabilidad y la incertidumbre de la existencia, que es verdaderamente soberana ya que se basa sobre la nada (y aún así, no abandonado a –como en “dedicado a” nada, i.e. “nihilismo”). Para traer estos dos capítulos juntos, como una imagen anal del pensamiento, es quizá pensar de otras maneras simplemente para chingar o no dar importancia.
Al igual que el buen doctor que Nancy recientemente nos ha mostrado en su cuidado de la persona enferma, cuando se trata de preocuparse por el “sexo a pelo” (clínicamente, críticamente y en ambos casos, éticamente), hay que saber cómo dejarlo y como “permitirle regresar a la vida ordinaria, con sus riesgos, sus incertidumbres.” Es decir, a la incertidumbre y riesgo de la existencia corporal expuesta –en otras palabras, a la experiencia de la soberanía. “Porque así” como Nancy continúa diciendo, “si el cuidado invade la vida, ya no importa. Por el contrario, es necesario que el cuidado renuncie a sí mismo.”[19]
¿Por qué? Debido a que el exceso soberano que es el “montaje a pelo” no necesariamente implica siempre joder el culo, pero a menudo puede ser simplemente una cuestión de deslizamiento en el interior, sólo por un momento.[20] Y como Bataille señaló: “Desde el principio, la operación soberana presenta una dificultad tan grande que uno tiene que buscarlo en un deslizamiento.”[21] En ese deslizamiento, Bataille imagina que la rebelión más perfecta sea la más tranquila, ya que “se desliza a una libertad imposible, a una demencia libre de lo inmediato”.[22] Aquí, podríamos pasar por alto lo “inmediato”, como un deslizamiento dentro de una zona que está en carne viva y no real.
Así que en su “Post- Scriptum 1953”, Bataille no sólo hace algo similar a Deleuze, describiendo la forma en que podría estar situado en la historia del pensamiento, sino que también supera la concepción de Deleuze (impecable), porque nos da una imagen tan desnuda del pensamiento que es cegadora en su exposición soberana a la nada. “Nada”, que en la frase que voy a citar, se conoce con el nombre de “la noche”.
Si uno tuviera concederme un lugar en la historia del pensamiento, creo que sería el de haber discernido los efectos, en nuestra vida humana, de la “desaparición de lo real discursivo”, de haber elaborado una luz sin sentido de la descripción de estos efectos: esta luz es cegadora, tal vez, pero anuncia la opacidad de la noche; anuncia la noche sola.[23]
Pero, por supuesto, como Bataille también afirmó antes en 1927: “l’anus soit la nuit (“el ano es la noche”).[24]
Notas
[1] Nota de la traductora: El término inglés “bareback”, traducido al español como “sexo a pelo”, significa el acto sexual, especialmente el sexo anal, sin condón. Se originó y se usa en/por la comunidad gay. Su significado en el presente texto señala un acto de leer que sucede acercándose, como se explica en la primera cita de Gilles Deleuze, un autor por la espalda y dejándole embarazado con un hijo monstruoso. Agradezco a John Paul Ricco por haberme sugerido que se mantuviera a lo largo de la traducción el término original en inglés. A menos que se indique lo contrario la traducción de todas las citas es mía.
[2] Ponencia presentada en el panel “Ritmos de Abandono”, co-organizado con Philip Armstrong (y con Eugenia Brinkema), en la conferencia: “Prácticas Queer, Lugares y Vidas” Universidad Estatal de Ohio, Columbus, Ohio, Mayo 16-17, 2014.
[3] Sin excepciones, tanto el Marqués de Sade como Guy Hocquenghem se incluirían como compañeros en este “pensamiento anal”.
[4] Bataille muere en 1962 a los 65.
[5] Hay una número de ocasiones en La parte maldita de que uno puede apuntar a dónde Bataille aborda esta convergencia. Por ejemplo, en el capítulo sobre “El erotismo sin límites”, escribe: “En la forma más general, el erotismo es contrario al comportamiento habitual como el gasto es contrario a la adquisición. Si nos comportamos de acuerdo a la razón nos esforzamos por aumentar nuestros recursos, nuestro conocimiento o, en general, nuestro poder. Nos inclinamos, utilizando diversos medios, de poseer más. Nuestra auto-afirmación en el ámbito social siempre está relacionada con el comportamiento orientado al crecimiento. Pero en la fiebre de la pasión sexual nos comportamos de una manera contraria: gastamos nuestras fuerzas sin contar, y perdemos importantes cantidades de energía sin restricción o ganancia … En general, sólo la destrucción apasionada y la traición temeraria son capaces de mostrarnos al mundo del erotismo”. Georges Bataille, The Accursed Share vols. II y III traducido por Robert Hurley, New York, 2001: 177-178.
[6] Stuart Kendall, “Toward General Economy,” Scapegoat, volumen 5, verano/otoño 2013, 26-32.
[7] Gilles Deleuze, “Letter to a Harsh Critic,” Negotiations, traducido por Martin Joughin, Universidad de Columbia Press, 1995: 6.
[8] Leo Bersani, “Is the Rectum a Grave?” en Bersani, Is the Rectum a Grave? And Other Essays, Universidad de Chicago Press, 2010: 3-30.
[9] Etienne Turpin, “The Anus is the Night,” en No More Potlucks, http://nomorepotlucks.org/site/the-anus-is-the-night-etienne-turpin/
[10] Ibid.
[11] Georges Bataille, “The Solar Anus,” en Bataille, Visions of Excess: Selected Writings, 1927-1939, traducido por Allan Stoekl, Universidad de Minnesota Press, 1985: 8.
[12] Georges Bataille, “The Jesuve,” en Bataille, Visions of Excess: Selected Writings, 1927-1939, traducido por Allan Stoekl, Universidad de Minnesota Press, 1985: 74.
[13] Jean-Luc Nancy, The Creation of the World, or Globalization, traducido por François Raffoul and David Pettigrew, SUNY Press, 2007: 102 (originalmente 2002).
[14] Ibid. 97.
[15] Si, como hemos dicho, la soberanía es la cumbre independiente no capitalizada; una auto-decapitación por así decirlo, entonces la cosa que la soberanía no es nada, no podría ser la cabeza cortada, o incluso la máscara de la muerte, pero la cabeza de la muerte o el cráneo. Para Nancy, esta última es una imagen del “no-yo, la superficie golpeada ligeramente con sombras carentes de toda relación, la cabeza de la muerte … relacionada conmigo con el fin de retirar toda relación y exponerme al mí yo sin-yo, que a su vez … es en sí mismo un hueso reluciente lleno de agujeros, suciedad bien empaquetada en sus cavidades”. (Jean-Luc Nancy, “Res ipsa et ultima,” traducido por Steven Miller, en Nancy, A Finite Thinking, editado por Simon Sparks, Universidad de Stanford Press, 2003: 314).
[16] Bataille, “El Jésuve,” 78, énfasis en el original.
[17] Julia Kristeva, sin embargo, ha tomado recientemente una excepción a esto, y al final de su libro, La cabeza cortada: Visiones capitales, afirma teóricamente el poder de la representación de la cara, la cabeza decapitada y tal vez incluso el cráneo, todo lo cual se pone en frente al ethos acéfalo erótico-político de Bataille. Kristeva escribe:
La utopía liberadora de la libertad de éxtasis, que tanto necesitamos para no morir de aburrimiento virtual frente a nuestros ordenadores, conectados a los desplomes verdaderos-falsos de los mercados de valores: podríamos alcanzar este no en el sacrificio representado por el Acéphale pero … en el virtuosismo, infinito y vacío, de la representación misma, cuando se dedica a imaginar el sacrificio que habitamos? Al igual que la exposición que ahora estamos visitando. [Aquí está la crítica mordaz] Si es así, Acéphale sería un extremo fértil muerto, cuya herida abierta nunca dejará de ser examinada por las personas que les gusta meditar sobre los peligros de estar vivos” (Kristeva, The Severed Head: Capital Visions, traducido por Jody Gladding, Universidad de Columbia Press, 2012: 130).
[18] Tim Dean, Unlimited Intimacy: Reflections on the Subculture of Barebacking, Universidad de Chicago Press, 2009: 1 (la frase usada aquí es “rechazo honrado”).
[19] Jean-Luc Nancy, Being With the Without, Axl Books, Stockholm, 2013: 108.
[20] Una vez más, podemos recordar a Deleuze y su afirmación de que cuando se trata de su imagen de la descendencia filosófica enculada, “el niño tenía que ser monstruoso también, porque es el resultado de todo tipo de desplazamiento, deslizamiento, luxaciones, y las emisiones ocultas que disfruté mucho” (Negociaciones, 6, énfasis añadido).
[21] Bataille, “Method of Meditation,” en Bataille, The Unfinished System of Nonknowledge, traducido por Michelle Kendall y Stuart Kendall, Universidad de Minnesota Press, 2001: 97. A este soberano deslizamiento podemos añadir los comentarios de Bataille que “uno se imagina la rebelión perfecta siendo la más tranquila-que se desliza a una libertad imposible, a una demencia libre de lo inmediato” (Bataille, “Initial Postulate,” op. cit., 108), a la vez teniendo en la mente que “imposible y sin embargo ahí está”, fue para Bataille, la expresión más auténtica de la soberanía.
[22] (Bataille, “Initial Postulate,” ibid, 108),
[23] Bataille, “Postscriptum 1953,” ibid, 206.
[24]Ibid.
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