Psicoanálisis y contemporaneidad

Psicoanálisis y contemporaneidad

Fuente: Pixabay.com, autor: andreas160578, título: nodo-soga-antecedentes-fractura

 

 

Resumen

El presente ensayo entreteje y articula las ideas del filósofo surcoreano Byung-Chul Han y el psicoanalista italiano Massimo Recalcati en torno a una problemática social: la falta de límite y de negatividad como signos característicos de la época actual. En él se indaga el posible origen de tal situación, partiendo de la idea de que la muerte de Dios proclamada por el filósofo alemán Friedrich Nietzsche está en el núcleo de ella; es decir, que la desaparición del otro como alteridad y la evaporación del padre como representante de la ley no solo configuran nuestro tiempo y nuestra sociedad presente, sino que más bien pueden ser entendidas como posibles consecuencias de ella. Lo que nos interesa pensar es, por lo tanto, de dónde se derivan estas ausencias que son del orden tanto de la negación como de lo prohibido y que conducen al sujeto a eso que los autores llaman “el infierno de lo mismo” y el “goce maldito.”

Palabras clave

Negatividad, goce, rendimiento, Dios, padre, evaporación

 

Abstract

The present essay interweaves and articulates the ideas of the South Korean philosopher Byung-Chul Han and the Italian psychoanalyst Massimo Recalcati around a social problem, “the lack of limits and negativity as the characteristic signs of the current era”. This inquires the possible origin of such situation from the idea of the “death of God”, proclaimed by the German philosopher Friedrich Nietzsche, as a core in this argumentation; in other words, that the disappearance of the other as alterity and the evaporation of the father as representative of the law not only configure our time and our present society, but rather can be understood as possible consequences of it. Therefore, what really interests us analyzing about this topic is, where these absences are derived from which are of the order of both denial and prohibition and which lead the subject to what the authors call “the hell of the same” and the “cursed enjoyment.”

Keywords

Negativity, enjoyment, performance, God, father, evaporation

 

 

 

En el torbellino de la modernidad, la muerte de Dios proclamada por Nietzsche resuena con una fuerza inquietante. Pero, ¿qué sucede cuando la figura del padre, ese pilar tradicional de autoridad, comienza a desvanecerse en la niebla de la contemporaneidad? Es en esta brecha donde se entrelazan las provocativas ideas de Byung-Chul Han sobre la falta de negatividad, la sociedad del cansancio y el sujeto del rendimiento, con las visiones de Massimo Recalcati sobre la evaporación de la figura paterna y la declinación de su ley. Ya que, para ambos pensadores, el filósofo y el psicoanalista, el paisaje en el que se introduce el sujeto moderno, denominado por Han sociedad del cansancio y por Recalcati tiempo hipermoderno, es uno tan desolador donde lo que impera es un agotamiento profundo y un goce mortífero.

En el caso de Han, el agotamiento que conduce al sujeto del rendimiento a la muerte es una consecuencia de la falta de negatividad, la cual se presenta como un síntoma de la época contemporánea y que establece a su vez un cambio de paradigma, una transición que va de la sociedad disciplinaria a la del rendimiento, en la que la progresiva desaparición de lo otro y de lo distinto, en tanto que alteridad, produce, como el propio autor lo indica, un “tiempo pobre de negatividad”[1], y que da pie a una forma inédita de violencia neuronal.

Por su parte, el psicoanalista italiano Massimo Recalcati establece, a partir de su análisis, una correlación entre la evaporación de la figura paterna y el establecimiento de lo que nombra, a partir de Lacan, el goce maldito. Este, según el autor, se sitúa más allá de la interdicción, es decir, del límite que establece la ley, conduciendo al sujeto al reino de la pulsión de muerte. En este sentido, el padre, en tanto que figura simbólica según la teoría psicoanalítica, es el único capaz de frenar este goce al “promover la unión entre la Ley y el deseo”, ya que ambos elementos indican una imposibilidad, esto es, un límite. Así pues, la ley del padre, desde la perspectiva de Freud y Lacan, no es sino la de la castración. De ahí que el autor señale que “la función paterna tiene como primera tarea prohibir”[2]. Por lo tanto, el goce maldito, mortífero, que impera en el tiempo de la hipermodernidad, puede entenderse como una posible consecuencia de la evaporación del padre, es decir, de la declinación de su ley de la castración.

 

Fuente: pixabay.com, autor: Angelo_iordano, título: Terremoto, fractura y asfalto.

 

Cansancio y rendimiento

Byung-Chul Han es un filósofo y pensador surcoreano que analiza e interpreta los síntomas de la sociedad contemporánea. Su análisis se centra inicialmente en dos elementos que, según él, configuran el paisaje de la sociedad actual: el cansancio y el rendimiento. Desde su interpretación, estos no hacen, sino dar cuenta de un cambio de paradigma que “desde hace algún tiempo, está llevándose a cabo de manera inadvertida”[3] y que establece a su vez una forma diferente, tanto de sujeto como de sociedad.

Desde esta perspectiva, las enfermedades, en tanto que síntomas, dan cuenta de dicho cambio. De hecho, estas son tomadas por el autor como un signo, ya que el signo es del orden de la interpretación, de ahí que parta de ellas, y no de otro lugar, para rastrear y establecer esta transición. “Toda época” dice nuestro pensador, “tiene sus enfermedades emblemáticas”[4]. El emblema de la nuestra bien podría ser, desde esta perspectiva,  la falta de negatividad de la cual derivan tanto el sujeto del rendimiento como la sociedad que lo configura, es decir, la del cansancio. En este sentido, la depresión, la ansiedad, el estrés, entre otras, no son sino  enfermedades narcisistas y vacías, es decir, carentes de alteridad, ya que el signo de nuestra época es, según su análisis, la anulación de lo otro, de lo diferente, de lo distinto. Y, sin embargo, dicha anulación lamentablemente no es sin consecuencias, ya que en la evaporación de lo distinto el sujeto se ve arrastrado al “infierno de lo mismo”[5]. Lo igual anula toda diferencia, en lo igual no habita ningún tipo de resistencia. Así, lo igual configura y establece una nueva topología y también un nuevo orden de la violencia. Esta violencia es denominada por el autor neuronal y consiste, inicialmente, en una exigencia interna, exigencia que arrastra al sujeto a un agotamiento excesivo, profundo y mortal. Pero, lo que esta violencia hace no es, sino dar cuenta de esta falta de negatividad, ya que los elementos represivos, como las prohibiciones y los mandamientos, son todos manifestaciones de la sociedad disciplinaria, misma que ha dado paso, en la actualidad, a una nueva: la del rendimiento. En esta, según el autor, el sujeto se violenta así mismo sin la necesidad de un otro, porque el otro, como tal no existe, se ha evaporado. Lo que queda es, como tal, un presente carente de todo elemento que haga de la dialéctica una experiencia posible. Desde esta visión, todo elemento disciplinario, que dé cuenta de la prohibición, del límite y del corte, tiene para nuestro presente, según Han, un “efecto arcaico”[6]. El otro, capaz de representarnos una resistencia verdadera, desaparece presagiando e inaugurando lo que él denomina un “infierno” donde lo que impera es lo igual, lo mismo. En su texto, Topología de la violencia, nos dice además que el sujeto de la sociedad actual ya no es un sujeto, en el sentido en que “ha dejado de serle inherente cualquier tipo de sujeción”[7]. No se haya ligado a nada ni a nadie. Está, como se lee en la ciencia jovial de Nietzsche, desencadenado de todo elemento exterior a él, a la deriva infinita del agotamiento, sin nada que sea capaz de sujetarlo ni de frenarlo… “¿qué hicimos cuando desencadenamos esta tierra de su sol?”[8].

 

En el mismo Horizonte…

Según el análisis de Han, el psicoanálisis no es posible ni tiene cabida en la sociedad actual. Ya que este no es sino representativo de las sociedades disciplinarias, las cuales se configuran a través de la negatividad, la prohibición, el mandamiento y la ley, elementos que ya no tienen lugar en el presente, el cual se configura bajo el nuevo imperativo de la positividad. No obstante, nuestra opinión es totalmente contraria. Afirmamos, por medio de esta escritura, que es justamente este efecto arcaico de la prohibición y de lo negativo lo que hace que el psicoanálisis tenga o deba tener un efecto más bien necesario en la actualidad. Este efecto no es otro que el de la interdicción; es decir, el de la ley simbólica del padre, misma que hace posible, a través de la castración, la experiencia tanto del límite como del corte en el sujeto. De este modo, son precisamente las características que Han describe del psicoanálisis cuando afirma que “el aparato psíquico de Freud es un sistema de la negatividad” y que “el super-yo se manifiesta como una instancia severa de mandamientos y prohibiciones”[9], las que hacen que el mismo tenga una relevancia enorme para el presente. Decimos que, en una sociedad carente de negatividad y de alteridad, impulsada por un consumismo frenético y un goce desenfrenado, el discurso psicoanalítico se vuelve cada vez más necesario. Pues, como apunta el psicoanalista Mario Goldenberg “la declinación del Otro (…) está presente desde el nacimiento del psicoanálisis”[10]. Es decir, que para este la declinación de la ley simbólica y la evaporación de la figura paterna no es ninguna novedad. Antes bien, está inscrito en el mismo horizonte: el de la muerte de Dios.

 

De la muerte de Dios a la “evaporación del padre”

“Todos” dice el filósofo francés Alain Badiou, “trabajamos en el horizonte de la muerte de Dios”[11]. Es en este sentido que Goldenberg afirma que lo que Lacan llama la “declinación social de la imágen paterna” proviene también de la época de Nietzsche”[12]. Es la muerte de Dios proclamada por el filósofo alemán la que inaugura nuestra época. La evaporación del padre no es sino una consecuencia de esta. Al morir el símbolo se evapora también su representante. El fundamento simbólico (Dios) sobre el que se sostenía la función del padre ha muerto. De tal modo que, la muerte de Dios da paso a la evaporación del padre y la evaporación del padre conduce al infierno de lo igual, en el que el otro o lo distinto, se evaporan también.

Es en este panorama donde se inserta el análisis que Recalcati lleva a cabo de la figura paterna y de su función simbólica en la época actual.  Según el psicoanalista italiano, “todo discurso sobre la crisis de la función paterna (es) absolutamente urgente”[13], ya que el padre (en la teoría psicoanalítica) es el único “capaz de frenar el goce maldito y de promover la unión entre la ley y el deseo”[14]. Su análisis sobre el rol, la declinación y sobre todo la necesidad de esta función en la sociedad actual está centrado en el análisis que Lacan lleva a cabo inicialmente de dicha figura en su texto “Los complejos familiares”. Según Recalcati, el psicoanalista francés introduce dos figuras en dos tiempos distintos acerca de la figura paterna, que son las de su “ocaso” (1938) y la de su “evaporación” (1969). El segundo tiempo de 1969, dice, hace referencia a la “evaporación del padre” como rasgo constitutivo de nuestro tiempo”[15]. Este tiempo no es otro que el de la hipermodernidad; es decir, el de la forclusión de la castración, un tiempo sin ley ni deseo, donde lo que impera es el goce maldito el cual no es sino, como dice el autor, otro “modo de designar la pulsión de muerte como pulsión que conduce la vida hacia un goce tan ilimitado como destructivo”[16].

Por lo tanto, consideramos que el análisis que Byung-Chul Han lleva a cabo tanto del sujeto como de la sociedad actual da cuenta de dicha falta y de la necesidad y relevancia de la función paterna, según la teoría psicoanalítica, en nuestra época. Ya que, al no haber un representante que encarne el símbolo de esta ley, tampoco hay deseo, pues la ley es la condición de este. La ley no anula el deseo, antes bien lo posibilita; ya que donde no hay deseo solo hay goce y este es del orden de lo mortífero: “Cuando deseo y Ley se divorcian, hay mal, destrucción, disipación de la vida”[17].

De tal manera que, el discurso psicoanalítico acerca de la figura paterna, pero sobre todo de su función, se vuelve cada vez más necesario en la contemporaneidad. Ya que, en esta, lo que nos queda después de la evaporación del padre es “solo lo real de la pulsión y el goce cínico y materialista que comporta este”[18].

Este goce cínico y materialista no es otro que el goce del discurso capitaliza que hace prevalecer la muerte sobre la vida, la disolución (principio al que se opone eros, según Freud)  sobre la unión. De ahí que Recalcati nos diga que “el discurso del psicoanálisis es antagonista del capitalista”[19]. Este goce materialista, promovido por el discurso capitalista es el que configura, según creemos, esa sociedad que Han ha denominado “sociedad del cansancio”, en la que el sujeto, carente de deseo y de ley, se ve arrastrado por nuevos imperativos: los de la positividad y el rendimiento, mismo que terminan produciendo infartos neuronales, agotamiento excesivo y finalmente la muerte. Ya que para esta sociedad y para este sujeto, tanto el límite como la ley, la prohibición y lo negativo, se vuelven inoperantes. Y, ante esta in-operatividad, hay que hacer prevalecer otro discurso, uno que haga posible otra experiencia, es decir, la del fracaso, pues solo esta puede hacer surgir la posibilidad de unión entre deseo y ley. “Decantarse por el lado del fracaso del objeto (…) es la única posibilidad para intentar hacer surgir de nuevo el deseo y su ley”[20].

 

Conclusión

No parece extraño, en lo absoluto, que dos pensadores contemporáneos lleguen a partir de sus análisis y reflexiones en torno a la sociedad y al sujeto moderno a conclusiones similares; es decir, que lo que distingue a ambos, a la sociedad y al sujeto moderno, es la falta de límite y de negatividad. Han piensa, por ejemplo, que este elemento de la negatividad podría resultar un efecto bloqueante para esos discursos hipermodernos de la positividad y el rendimiento que producen una violencia más sutil, pero también más severa en el sujeto, ya que tal experiencia, la de lo negativo, podría introducir un corte. No obstante, tal experiencia no es posible en la época de la evaporación del padre, porque su función, la de la castración, ha sido forcluida en la contemporaneidad por el discurso imperante, es decir, el capitalista. Este discurso no hace, sino animar y alentar no el deseo, porque este siempre hace referencia a la ley, sino más bien el goce, el cual la forcluye, pues como dice Recalcati, solo la ley puede impedir “al deseo deslizarse hacia la disipación sin fin del goce”[21], ya que esta representa para aquel un límite, un corte.

Por lo tanto, basándonos en esta idea de la negatividad propuesta por Han es que trazamos un puente entre ambos análisis, el del filósofo y el del psicoanalista, uno que nos permita conectar dicho concepto con otro propuesto por el psicoanálisis, es decir, el de la castración. Cabe aclarar, como bien lo menciona Recalcati, que la ley de la que se trata en el campo de la teoría psicoanalítica no es otra que la de la castración, misma que posibilita y “establece la alianza con el deseo”[22]. Ya que en este sentido, solo la castración puede hacer posible dicha experiencia de lo negativo. Sin embargo, es ante esta falta de negatividad que surge el lamento del sujeto depresivo de Han, el que se lamenta por no poder desear y hacer más dentro de una sociedad “que cree que nada es imposible”[23], ya que su época no es, sino la de la falta de negatividad, de ahí el sentido de su lamento: no poder desear más. Por tal motivo nos dice el autor “la depresión es la enfermedad de una sociedad que sufre bajo el exceso de positividad”[24]. A este lamento depresivo nosotros le oponemos el concepto psicoanalítico de la castración, de la no-autosuficiencia, pues, como nos recuerda Recalcati “para los seres humanos, para los seres que Habitan el lenguaje, no hay posibilidad de autosuficiencia”, ya que como nos anuncia el psicoanálisis “no hay modo de escapar a la dependencia estructural del Otro”[25]; sin embargo, este Otro no puede ser pensado en la época actual como Dios, porque como nos ha recordado Badiou trabajamos en el horizonte de su muerte, de ahí la necesidad que se nos presenta a partir de la lectura de Recalcati y de Han de repensar otras formas posibles de su representación.

Por último, pero no menos importante, quisiéramos recordar eso que otro gran maestro de la teoría psicoanalítica, Raúl Páramo Ortega, nos ha dicho acerca de la importancia de la esfera social para la práctica y el ejercicio del psicoanálisis cuando nos recuerda que este “viene a traernos la noticia de que enfermamos de sociedad”[26], y además que: “en el diván analítico (…) se escucha no solo el padecer del individuo en la sociedad, sino el padecer del individuo por la sociedad”[27]. Por lo tanto, como lo hemos dicho anteriormente, la función del psicoanálisis no puede reducirse a su ejercicio clínico, sino que antes bien debe involucrarse en el campo de lo social… pues quizás la clínica está en otra parte y no meramente en el diván.

 

 

 

 

 

 

Bibliografía

 

  1. Badiou, Alain. La creencia y el psicoanálisis, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2006.
  2. Goldenberg, Mario. La creencia y el psicoanálisis, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2006.
  3. Han, Byung-Chul. La sociedad del cansancio, Herder, Barcelona, 2012.
  4. —. Topología de la violencia, Herder, Barcelona, 2016.
  5. Nietzsche, Friedrich. La ciencia jovial, Gredos, Madrid, 2010.
  6. Páramo, Raúl. Psicoanálisis: esta profesión imposible. Guadalajara, 1998.
  7. Recalcati, Massimo. ¿Qué queda del padre? La paternidad en la época hipermoderna. Milán, 2011.

 

 

 

Notas

[1] Byung-Chul Han, La sociedad del cansancio,ed., cit.
[2] Massimo Recalcati, ¿Qué queda del padre? La paternidad en la época hipermoderna, ed., cit.
[3] Byung-Chul Han, La sociedad del cansancio, ed. cit., p.13.
[4] Ibidem., p.11.
[5] Byung-Chul Han, Topología de la violencia, ed., cit.
[6] Byung-Chul Han, La sociedad del cansancio,ed. cit., p.25.
[7] Byung-Chul Han, Topología de la violencia, ed. cit., 2016.
[8] Friedrich Nietzsche, La ciencia jovial, ed., cit.
[9] Byung-Chul Han, Topología de la violencia, ed. cit., p.19.
[10] Mario Goldenberg, La creencia y el psicoanálisis, ed., cit., p.24.
[11] Alain Badiou, La creencia y el psicoanálisis, ed., cit., p.177.
[12] Mario Goldenberg, La creencia y el psicoanálisis, ed. cit., p.23.
[13] Massimo Recalcati,¿Qué queda del padre? La paternidad en la época hipermoderna, ed. cit., p.11.
[14] Ibidem., p.14.
[15] Ibidem., p.23.
[16] Ibidem., p.29.
[17] Ibidem., p.43.
[18] Ibidem., p.45.
[19] Ibidem., p.67.
[20] Idem.
[21] Ibidem., p.32.
[22] Ibidem., p.31.
[23] Byung-Chul Han, La sociedad del cansancio,ed. cit., p.31.
[24] Ibidem., p.31.
[25] Massimo Recalcati, , ¿Qué queda del padre? La paternidad en la época hipermoderna, ed. cit., p.11.
[26] Raúl Páramo, Psicoanálisis: esta profesión imposible, Grupo de Estudios Sigmund Freud, Guadalajara, 1998, p.2.
[27] Ibidem., p.3.