El grupo ciberactivista desafía a las grandes corporaciones internacionales que han empezado a cortar el grifo de la ayuda financiera a Wikileaks.
La cita se concertó vía mensaje encriptado. En el centro de un parque londinense, a las once de la mañana. Fue el día en que Assange pensó que era libre por un par de horas, momentos antes de que la fiscalía británica recurriera la decisión de extraditarle. Mientras el editor australiano pasaba su particular calvario en una prisión victoriana, la red se movía por él. Un ejército que se cifra en unos 9.000 ciberactivistas -según dicen varios miembros que lo integran, 1.000 según otros estudios- lanzaba una espectacular ofensiva, la Operación Payback, operación Venganza, contra todas las grandes empresas que cortaron el grifo a Wikileaks: Amazon, Paypal, Visa, Mastercard. También contra la web de la fiscalía sueca, que consiguieron tumbar sin grandes dificultades.
Se hacen llamar Anonymous. Lideraron la ciberrevuelta. Dos jóvenes han sido detenidos en Ámsterdam. La policía británica ha abierto una investigación en Reino Unido.
Centro del parque, Philter se acerca. Es una estudiante de 19 años, alta, elegante, extremadamente educada. “No soy portavoz de nadie porque nosotros no tenemos portavoces”, es lo primero que aclara.
Philter empezó en Anonymous como mucha otra gente en Londres: en chanology, un canal en el que desarrollaron su lucha contra la iglesia de la Cienciología, uno de los primeros objetivos que unió a estos activistas de la Red en 2008.
El miércoles 7 de diciembre, horas después de Julian Assange ingresara en la prisión de Wandsworth, Philter empezó a movilizarse. “Tenía que hacer algo, estaba preocupada por Assange”. Dice que no ha participado directamente en los ataques a las empresas, pero sí ha visto cómo se realizan. No durmió en toda la noche. Los mensajes viajaban entre los miembros de esta red, que se comunica utilizando foros como 4chan y debaten qué acciones emprender. La gente se pronuncia y las acciones van tomando forma de modo colectivo.
No todos los miembros de Anonymous participan directamente en los llamados DDOS, los ataques distribuidos de denegación de servicio. Ataques que consisten en mandar simultáneamente miles de peticiones a un servidor para que se colapse. Muchos participan en la movilización en la Internet o en la calle. O buscan información de prácticas fraudulentas y la exponen en la Red. Es el caso de Jill, chef de 26 años que lleva dos años en Anonymous. Lo suyo es conseguir documentos de laboratorios que venden a ancianos la idea de la conservación criónica. “Son casos evidentes de mala práctica médica, casos de abuso de cadáver”, dice. “Están extorsionando a los ancianos”. Jill se dedica a enviar la información que obtiene de estas clínicas a políticos y medios de comunicación. “No soy un hacker”.
Hamster tiene 25 años y es técnico informático. También se unió a Anonymous para luchar contra la iglesia de la Cienciología. “Yo era un miembro de esa iglesia”, asegura. “Obtuve información de dentro. Y sigo manteniendo contactos”. La semana pasada, apoyó las construcciones de sitios espejo, corredores que permiten acceder a una página como la de Wikileaks a pesar de que haya sido cerrada. Ya hay 2.000 páginas espejo. “Nos movemos por pequeñas unidades de gente”, dice.
Philter cuenta que hay dos facciones ahora en Anonymous. La que defienden seguir atacando sitios como Mastercard y Visa; y la que piensan que es mejor difundir los cables que no han recibido suficiente cobertura mediática: es la llamada Operación Leakspin. “Siempre hay facciones en Anonymous, se subdivide muy fácilmente”, explica. “Pero compartimos unas ideas y unos valores”.
Aunque evita situar a este movimiento en el espectro político, Philter dice que, básicamente, todos son firmes defensores de la libertad de expresión. Comparten lo que llaman la chancultura, es decir, la cultura que se gesta en el foro de 4chan, una de las vías por las que intercambian ideas. “Pensamos que es fundamental que la gente tenga la información correcta en la que basar sus decisiones: es algo fundamental para la democracia”.
Gabriella Coleman, profesora de la Universidad de Nueva York y estudiosa del fenómeno Anonymous, declaraba esta semana a The Guardian que el movimiento está más estructurado de lo que piensan su propios integrantes. Son cerca de mil los miembros que ponen sus ordenadores al servicio de ataques coordinados. Pero hay una docena de miembros muy cualificados que coordinan los ataques.