Edición coordinada por Jean François Macé y Mario Martínez Zauner, Memorias en red, Editorial Anexo, Madrid, 2016.
En 1982, Michel Foucault, en el curso intitulado La hermenéutica del sujeto, comentó que una gran transformación en el pensamiento occidental ocurrirá cuando se considere que la reflexión sobre la memoria es también un posicionamiento, una actitud, respecto al futuro: “[…] la mirada sobre la memoria es al mismo tiempo una mirada sobre el porvenir”.[1] Una reflexión de este tipo puede encontrarse en un libro como Pasados de violencia política. Memoria, discurso y puesta en escena, donde la memoria que se interroga es la misma que se recrea. Lo que surge es un nuevo modo relación no sólo con el pasado, sino también con el presente. La memoria, aquí, es un conjunto de huellas, recuerdos, imágenes y materiales que insisten y no desaparecen. No obstante, en esta memoria habría también olvidos que se muestran a través de lo que extrañamente ocultan.
A diferencia por tanto de una concepción monolítica de la historia, la memoria es dinámica por definición, y no deja de ser una práctica performativa que produce realidad a través de las visibilidades y las enunciaciones que expresan una relación y una significación del pasado.[2]
La dinámica de esta memoria es la producción. La memoria es también una relación con el pasado que resignifica, redefine y revela a partir de determinadas prácticas que enuncian y visibilizan, que trazan continuidades, pero que asimismo resaltan hiatos, rupturas y transformaciones. Uno de los ejes principales del conjunto de textos que conforman Pasados de violencia política, es que la memoria es un medio de producción de una determinada realidad social. ¿Cuáles son las condiciones que permiten la producción de tal realidad? Esa es la interrogante a la que cada autor de este texto ofrece una resolución tentativa o una problematización a través de diversos recursos. La historia, el arte contemporáneo, la arqueología, la danza y la filosofía son algunos de los discursos y prácticas desde los cuales se plantea esta interrogación sobre la memoria. Los trabajos de Walter Benjamin, Maurice Halbwachs, Georges Didi-Huberman, entre otros, orientan las colaboraciones de este libro.
La memoria no es sólo un conjunto de restos materiales, monumentos, osamentas, sino que también es una cuestión afectiva que involucra incluso el terrible silencio de un acontecimiento que se resiste a la significación: la violencia de represiones y exterminios. Por eso es que la memoria no es, en principio, una mera facultad que clasifica recuerdos, sino una acumulación incesante de pasado cuyos contenidos no siempre es posible enunciar o asimilar. La interrogación sobre la memoria que aquí se realiza está atravesada por el problema de la violencia política. Violencia que determina recuerdos, olvidos, subjetividades y cuerpos; ella limita y da forma a la apropiación del pasado. Así, la memoria se revela como un problema político a través de la violencia que la configura o la destruye.
En los cuerpos y subjetividades de aquellos que han experimentado esos procesos de violencias políticas, parecen instalarse los afectos del poder y las represiones sufridas, y con ello, se elaboran los deseos de resistencia, de reconocimiento y de justicia que ponen en jaque a aquellas memorias dominantes que pretenden el borrado del pasado conflictual.[3]
España, Argentina y Chile son los espacios donde se indaga sobre la memoria a través de los efectos de la violencia política ejercida en diversas dictaduras. En España, la violencia política de la Guerra Civil y el franquismo; en Argentina, la represión sobre determinadas luchas sociales; en Chile, las consecuencias internacionales de dictaduras como la de Pinochet. Si la elaboración de la memoria proviene del presente, como explica Halbwachs, la percepción del pasado es susceptible de transformarse. Los textos de Pasados de violencia política se estructuran sobre el presupuesto de que la memoria no es un objeto que está dado, sino que es aquello que se configura, se actualiza y se pone en escena por distintos medios. De ahí que se insista en que la memoria es performativa. Lo performativo o realizativo fue definido por el filósofo John L. Austin como un acto de habla que no posee un referente fuera de sí mismo.[4] La afirmación performativa es una enunciación que opera, crea y produce situaciones o acontecimientos; una promesa, por ejemplo. Se trata de un acontecimiento discursivo. Sin embargo, la memoria performativa implica prácticas o manifestaciones que pueden ser o no discursivas. Tal es el caso de las acciones que recrean o transforman escenarios ya existentes, y que también producen una nueva visibilidad del pasado, en obras como War Theater, Small Wars, The Battle of Orgreave o Arquitectura para el caballo referidas en Sobre recreaciones históricas y de memoria en el arte contemporáneo.[5]
En resumen, decir que la memoria es performativa quiere decir que la realidad social está en estado constante de producción, que las pasiones son las que mueven a los actores, que lo que se ve y se dice en escena no es todo lo que conforma la obra, y que la duración y el devenir del conjunto es lo que finalmente permite dar consistencia y sentido a experiencias marcadas por el conflicto social y la violencia política.[6]
La memoria performativa implica también la búsqueda de un sentido para una serie de experiencias que son producto de violencias políticas. Un sentido que, como se describe en Represión y memoria en Tucumán, se produce a partir de las acciones del grupo H.I.J.O.S.: una organización constituida por jóvenes cuyos padres fueron desaparecidos o asesinados durante una dictadura cívico-militar en Argentina (1976-1983). Así, Jean-François Macé escribe:
Al llamar a la sociedad a recordar su pasado reciente de forma activa, H.I.J.O.S se proponía invertir el proceso histórico y político de domesticación de la memoria en torno al mismo, entendidos como la desarticulación de su potencial emancipatorio (Benjamin, 1971). Se trataba, por una parte, de reconstruir la historia truncada por el terrorismo de Estado.[7]
Así también, la reconstrucción o apropiación del pasado a través de la memoria performativa es el problema de textos como [Re] apropiación política del espacio: La puerta del Sol, memoria y rebeldía de Sergio Claudio González; Objetos de la memoria colectiva: descifrando la materialidad de un pasado (des)enterrado de Juan Montero; y Pérdida de aura y pérdida de memoria: efectos y defectos del pasado en la España contemporánea de Carlos Agüero. En éste último texto, la memoria es pensada en relación al concepto de “aura” propuesto por Benjamin. “Podemos definir aura como un halo que rodea los objetos con una atmósfera eterna y que confiere a la obra de arte esa originalidad, algo que rompe lo cotidiano, algo que se singulariza y nos exige la singularización”.[8] El aura y la memoria están aquí entrelazadas. Ellas incluyen una temporalidad vivida, pero sin descartar la discontinuidad y la interrupción de un tiempo lineal y homogéneo. En el aura se encuentra lo que Benjamin llamó “tiempo-ahora”: el tiempo que hace saltar la prosa continua de la historia.[9] La memoria es también la posibilidad de ese salto, de esa discontinuidad. La memoria y el aura, según Agüero, crean un tiempo distinto del actual.[10] El aura puede encontrarse, en el contexto de la violencia política, en fotografías donde se mezclan los restos aparentemente invisibles de asesinatos, con las visibilidades de algo que puede considerarse como cotidiano. Por ejemplo, una imagen en la que un grupo de mujeres colocan flores sobre el terreno de una fosa común donde se encuentran los restos de republicanos fusilados durante la Guerra Civil española.
Estos son los sentidos y las problemáticas de algunas de las lecturas críticas que se encuentran en Pasados de violencia política, donde la insistencia de la memoria como producción, recreación y discontinuidad abre la posibilidad de un vínculo con el pasado que ya no es el de una historia que reproduce olvidos y violencias que vuelven invisibles cuerpos, subjetividades y formas de vida, sino el de la elaboración de otro presente que consiste más bien en la disrupción de aquello que determinada historia se ha propuesto negar.
Bibliografía
- L. Austin, Cómo hacer cosas con palabras, Paidós, Barcelona, 1990.
- Walter Benjamin, Libro I/vol.2, Abada Editores, Madrid, 2008.
- Michel Foucault, La hermenéutica del sujeto. Curso en el Collège de France (1981-1982), Fondo de Cultura Económica, Ciudad de México, 2012.
- Pasados de violencia política. Memoria, discurso y puesta en escena, Edición coordinada por Jean François Macé y Mario Martínez Zaune Memorias en red, Editorial Anexo, Madrid, 2016.
Notas
[1] Foucault, Michel, La hermenéutica del sujeto. Curso en el Collège de France (1981-1982), Fondo de Cultura Económica, Ciudad de México, 2012, p. 442.
[2] Pasados de violencia política. Memoria, discurso y puesta en escena, Edición coordinada por Jean François Macé y Mario Martínez Zaune Memorias en red, Editorial Anexo, Madrid, 2016, p. 15.
[3] Ibid., 17.
[4] Cfr. Austin, J. L., Cómo hacer cosas con palabras, Paidós, Barcelona, 1990, Conferencia I, pp. 41-52.
[5] Cfr. Sobre recreaciones históricas y de memoria en el arte contemporáneo en Pasados de violencia política, op. cit., pp. 85-110.
[6] Pasados de violencia política, op. cit., p. 19.
[7] Represión y memoria en Tucumán. El “escrache, de H.I.J.O.S. a Bussi en 1998 en Pasados de violencia política, op. cit., p. 68.
[8] Pérdida de aura y pérdida de memoria. Efectos y defectos del pasado en la España contemporánea en Pasados de violencia política, op. cit., p. 236.
[9] Benjamin, Walter, Sobre el concepto de historia en Obras. Libro I/vol.2, Abada Editores, Madrid, 2008, p. 315-317.
[10] Cfr. Pérdida de aura y pérdida de memoria en Pasados de violencia política, op. cit., p. 237.
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