Ahora el hombre normal sabe que su conciencia tenía que abrirse a lo que más violentamente lo había sublevado: lo que más violentamente nos subleva, está dentro de nosotros.
Georges Bataille
I
En toda norma o prohibición se constituye el sujeto, en el sentido de ejercer su libertad al cumplir con la norma o transgredirla, por eso Foucault dirá que las normas sujetan al sujeto, pero además le permiten devenir sujeto, es decir, introducirse en la cultura.
La intención en este ensayo es reflexionar sobre el lugar de la prohibición del incesto en la teoría psicoanalítica freudiana. En un primer momento se muestra la importancia de la prohibición como aspecto fundamental para la creación de la cultura. En segundo lugar se trata la compleja relación entre prohibición y renuncia. En tercer lugar se establece un diálogo entre Freud y Bataille, obviamente en relación al incesto. Por último, se presentan algunas consideraciones finales.
II
Para Freud “la cultura se adquiere por renuncia a la satisfacción pulsional, y a cada recién venido le exige esa misma renuncia”.[1] Se renuncia a la posibilidad de satisfacer el deseo o lo que vendría ser lo mismo se condiciona al sujeto para transmudar su deseo. ¿Cómo se le condiciona? Por medio de los sistemas normativos, mediante diversas prohibiciones. Dichas normas y prohibiciones no cancelan su libertad, pero buscan ejercer cierta regulación o control sobre ella. El mensaje de fondo es que nadie puede hacer lo que desea al vivir dentro de una cultura, necesariamente se tienen que dejar “fuera” ciertos deseos. En ese sentido la mayor muestra de ingenuidad será creer que se pueda hacer todo lo que desea, pues en ese acto de la imaginación cabe pensar que los otros desearan estar en la misma circunstancia, tal y como lo plantea Freud en El porvenir de una ilusión.
La máxima renuncia se articula por medio de la prohibición del incesto, un imperativo categórico moral y jurídico, que impide el intercambio sexual entre padres e hijos (Freud y el psicoanálisis en general parece olvidar el conflicto que implica el posible deseo que pueden experimentar los padres por los hijos). En la medida en que se renuncia al deseo es posible la instauración de la cultura.
El psicoanálisis nos ha enseñado que la primera elección de objeto sexual en el varoncito es incestuosa, recae sobre los objetos prohibidos, madre y hermana […] Por eso hemos llegado a proclamar como el complejo nuclear de la neurosis el vínculo con los padres, gobernado por apetencias incestuosas.[2]
El primer objeto sexual y de amor es incestuoso. La madre constituye ese objeto lo mismo para el hombre que para la mujer. La implicación de esa prohibición es que cada sujeto debe voltear la mirada sobre otro que no sea la madre, el padre o el círculo familiar próximo e incluso lejano.
El complejo nuclear es el complejo de Edipo, que Freud emplea como medio para explicar la manera en que opera nuestro deseo sobre ese primer objeto sexual y de amor. Pero no sólo eso también se convierte en el medio para mostrar la forma en que surgen los sistemas normativos “en el complejo de Edipo se conjugan los comienzos de religión, eticidad, sociedad y arte, y ello en plena armonía con la comprobación del psicoanálisis de que este complejo constituye el núcleo de todas las neurosis, hasta donde hoy ha podido penetrarlas nuestro entendimiento.”[3] El complejo de Edipo muestra la importancia de la prohibición del incesto, además de las trágicas consecuencias de transgredir la prohibición, sobre todo porque se trata de una violación inconciente a la norma.
III
En relación con la prohibición y su posible transgresión es importante detenernos a reflexionar sobre el lugar de la renuncia y sus implicaciones.
El problema cobraría un aspecto todavía más difícil si pudiéramos admitir que existen mociones anímicas capaces de ser sofocadas a punto tal que no dejasen tras de sí fenómeno residual alguno. Pero no hay tal cosa. La sofocación más intensa necesariamente dejará espacio a unas mociones sustitutivas desfiguradas y a unas reacciones que de ellas se siguen.[4]
La prohibición tiene como objetivo condicionar al sujeto al hacer que su deseo sea volcando sobre otro, no sobre el objeto de amor originario sino sobre un objeto de amor secundario o sustitutivo. Sobre un otro en el que quizá se encuentran ecos del objeto primario. Pero eso no debe llevarnos al error de creer que es cancelado totalmente el deseo. Cabe preguntarnos: ¿toda prohibición es plenamente efectiva? ¿Logran las prohibiciones una interiorización absoluta? O cabe la posibilidad de que ¿ciertos residuos queden grabados en el inconciente?
La prohibición busca cancelar nuestro deseo primario, eso significa que buscaremos otro sustituto, es decir, que nunca aceptamos renunciar a lo que deseamos. En el fondo a lo que nos enfrentamos es a la necesidad de satisfacer nuestro deseo por otras vías.
La prohibición del incesto busca sofocar nuestro deseo sobre el primer objeto sexual, pero quizá dicha norma lo que hace es intensificar ese deseo y desfigurarlo de modo tal que quede volcado sobre otro, por ejemplo, sobre el analista en la neurosis de transferencia.
Las “mociones sustitutivas desfiguradas” se asemejan a los recuerdos encubridores en tanto que medios para no admitir nuestro deseo o la realidad. Ambos son manifestaciones que nos llevan a contarnos una historia que queremos admitir, pero no necesariamente corresponde con nuestro inconsciente.
El papel de la sustitución es crucial, nunca se renuncia sólo se busca algo que tenga cierta semejanza con el objeto de amor primario y que tenga la peculiaridad de ser permitido por la prohibición.
En la compleja relación entre prohibición y la renuncia se juegan algunos conceptos clave “llamaremos frustración (denegación) al hecho de que una pulsión no pueda ser satisfecha, “prohibición”, a la norma que la establece, y “privación”, al estado producido por la prohibición.” [5] Vivimos una privación constante, sabemos que no puede ser de otro modo, sin embargo nuestro ser no queda satisfecho con esa racionalización del deseo, de modo que el deseo se manifiesta por diversas vías, de manera velada, pero permanente.
Para Freud “los deseos pulsionales que padecen bajo su peso [cultura] nacen de nuevo con cada niño […] Tales deseos pulsionales son los del incesto, el canibalismo y el gusto por matar.”[6] La cultura es la lucha permanente por eliminar esos deseos, pero nunca se logra eliminar plenamente el deseo por el objeto de amor primario.
IV
No debemos olvidar que Freud en tanto que crítico de la concepción ilustrada y racionalista que parece reducir al ser humano a los designios de la razón, coincide con otros pensadores pues
La modernidad en su vertiente crítica tiene tres pilares epistémicos: Michel Foucault, Georges Bataille y Jacques Lacan […] Los tres atacan las concepciones fundadas en un sujeto originario cuyo centro es la razón y la voluntad […] el sujeto para ellos, depende de la ley, el deseo y la muerte.[7]
No debemos olvidar que la propuesta lacaniana únicamente es posible a la luz de la concepción freudiana. Freud es uno de los críticos de la modernidad al proponer el inconciente que podríamos considerar el otro lado del hombre, aquello que escapa a la razón y se manifiesta por diversas vías, por ejemplo: los sueños.
Para Bataille “el hombre se define por su conducta sexual sometida a reglas, a restricciones definidas.”[8] Eso implica considerar que todo acto sexual no se puede realizar fuera de ciertas reglas que son impuestas a cada sujeto por la cultura. El hombre se distingue del animal por someter el ejercicio de su sexualidad a reglas. De entre esas normas las que tienen un lugar fundamental son las universales “la prohibición que en nosotros se opone a la libertad sexual es general, universal; las prohibiciones particulares son sus aspectos variables.”[9] Lo universal según apunta Bataille es el hecho de que existan
prohibiciones sobre la sexualidad. Sin embargo más allá de esa universalidad abstracta podemos afirmar que la prohibición del incesto ocupa el lugar de ese principio general en toda sociedad.
Bataille, a diferencia de Freud, parece ir más lejos al afirmar que “el incesto es el primer testimonio de la conexión fundamental entre el hombre y la negación de la sensualidad, o de la animalidad carnal.”[10] Mediante la prohibición del incesto el hombre busca distinguirse del animal, al generar lo que podemos denominar un ejercicio cultural de la sexualidad sometido a la prohibición del incesto, es decir, someter nuestros deseos y pulsiones a normas que nos permitan ejercer cierto control sobre nuestra sexualidad y la de los otros.
El hombre se distingue del animal al tener una conducta sexual regulada por medio de normas, de modo que aquellos que transgreden las prohibiciones atentan contra la cultura pues parecen actuar de un modo más cercano al animal. Dicho de modo más radical: cuando el hombre ejerce su sexualidad del modo animal atenta contra sí mismo.
No debemos olvidar que el ejercicio mismo de la sexualidad sometido a reglas presupone la libertad, esto es, la posibilidad de ejercer su sexualidad en condiciones de libertar por limitada que pueda ser o simplemente a pesar de que la libertad no sea absoluta. El hombre también se define por la posibilidad que tiene de violar las normas, lo que implica tratar de generar un orden distinto al establecido o incluso como una forma de oponerse a ese orden.
Lo central en relación con la prohibición del incesto será que “la renuncia del pariente cercano […] define la actitud humana, contrapuesta a la voracidad animal.”[11] El hombre se diferencia del animal, no sólo por someter su sexualidad a reglas, sino por tener la capacidad de renunciar a su deseo pulsional, es decir, por tener la capacidad de operar cambios en su deseo.
Bataille nos dirá: “la prohibición no suprime la violencia de la actividad sexual, sino que abre al hombre disciplinado una puerta a la que no puede acceder la animalidad, la de la transgresión de la regla”[12] El animal a diferencia del hombre, no puede transgredir la norma, pues sólo en el ámbito de lo humano son posibles las leyes. Únicamente se puede instaurar la ley en el universo de lo humano, fuera de él existe una regularidad que opera de otro modo.
El inconsciente no puede ser domesticado por medio de las prohibiciones. Sin duda cada prohibición tiene un efecto sobre nuestros deseos inconciente, pero eso no significa que sean cancelados.
V
Freud y Bataille coinciden al reconocer que el hombre se constituye en la renuncia. Pero esa renuncia nunca es suficiente. El hombre busca colmar su deseo y el único modo de humanizarse y a su vez satisfacerlo es mediante un sustituto.
En última instancia la prohibición del incesto es parte esencial de la teoría psicoanalítica freudiana, toda vez que sus efectos sobre el ser humano son la base para comprender su comportamiento y el modo en que el superyó condiciona a cada sujeto. La muestra más clara de la importancia de esa prohibición es el hecho de que cada sujeto transita por un conflicto edípico.
El psicoanálisis freudiano reconoce el lugar que tienen las prohibiciones para la creación de la cultura, pero lo crucial es que se detiene a pensar sobre los efectos que ejercen en cada ser humano para su conformación.
El psicoanálisis se ocupa del conflicto entre el deseo y la ley. Cada ser humano es el resultado de ese conflicto que se hace patente, de modos diversos, mediante la lucha interminable y nunca armoniosa entre pulsión de vida y pulsión de muerte.
Al final podemos afirmar que más allá de la prohibición, la renuncia, la privación y la transgresión, el sujeto se constituye en las múltiples manifestaciones del inconciente.
Bibliografía
- Bataille, George., El erotismo, Tusquets, México, 2005.
- Freud, Sigmund., De guerra y muerte. Temas de actualidad (1915), en Obras completas, Volumen XIV, Amorrortu, Argentina, 1992.
- _______., Tótem y tabú, en Obras completas, Volumen XIII, Amorrortu, Argentina, 1994.
- _______., El porvenir de una ilusión , en Obras completas, Volumen XXI, Amorrortu, Argentina, 1994.
- Morales, Helí., “De la ética del sujeto a la política del analista” en De la Garza Walliser (coordinadora), El lugar del psicoanalista, CPM, México, 2004.
Notas
1 Freud, S., De guerra y muerte. Temas de actualidad (1915), en Obras completas, Volumen XIV, Amorrortu, Argentina, 1992, p. 284.
2 Freud, S., Tótem y tabú , en Obras completas, Volumen XIII, Amorrortu, Argentina, 1994 , p. 26.
3 Ibid., p. 158.
4 Ibid., p. 160.
5 Freud, S., El porvenir de una ilusión , en Obras completas, Volumen XXI, Amorrortu, Argentina, 1994, p. 10.
6 Idem.
7 Morales, H., “De la ética del sujeto a la política del analista” en De la Garza Walliser (coordinadora), El lugar del psicoanalista, CPM, México, 2004, p. 24.
8 Bataille, G., El erotismo, Tusquets, México, 2005, p. 54.
9 Ibid., p. 55.
10Ibid., p. 222.
11 Ibid.,, p. 225.
12Idem.
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