No hay verdad sino un conjunto abierto de verdades

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El presente texto es un fragmento del libro Introducción al pensamiento de Alain Badiou. Las cuatro condiciones de la filosofía. Editorial Imago Mundi. Buenos Aires. 2008.

Debemos salir de la encerrona acerca de la noción de verdad (lo uno) como la única verdad, sin temor a ser señalados como “relativistas”. En esta dirección se orienta Alain Badiou al sostener que hay verdades, porque la filosofía no produce una verdad, sino verdades (lo múltiple). Las verdades científicas (matemáticas) han gozado de un desmesurado prestigio eclipsando a otras posibles verdades provenientes de regiones propias de los afectos o las creaciones artísticas.

La historia de la filosofía es para Badiou el devenir de las “suturas” a una de sus condiciones. En esta cuestión debemos recurrir a su concepción de verdad, puesto que “las” verdades no pueden encontrarse en (a partir de) una sola condición, o para decirlo de otro modo: hay una producción de verdades científicas, artísticas, políticas, amorosas.

Básicamente, el concepto de “sutura”, en la obra de Jacques Lacan nombra la relación problemática del sujeto con la cadena del discurso. Para Badiou la filosofía al quedar suturada a una de sus condiciones, deberá edificar un espacio de composibilidad de sus condiciones genéricas, si ese espacio queda bloqueado en la sutura de una de las condiciones, la filosofía delega sus funciones a un procedimiento genérico, ya sea éste el matema, el poema, la política o el amor.

“La filosofía queda suspendida cada vez que se presenta suturada a una de sus condiciones, y se prohíbe por ello edificar libremente un espacio sui generis donde las nominaciones de los acontecimientos que indican la novedad de las cuatro condiciones vengan a inscribirse y afirmar, en un ejercicio de pensamiento que no se confunda con ninguna de ellas, su simultaneidad y, por lo tanto, un cierto estado configurable de las verdades de la época”1

El gesto de la filosofía es el de “de-suturarse” de sus condiciones, ya que ella debe circular, transitar entre los procedimientos de verdad. Las condiciones de la filosofía son compasibles bajo la forma del acontecimiento que prescriben las verdades en el transcurso temporal.

La idea central de la propuesta de Badiou es la de su concepción de “verdad”, en Grecia se dio el nacimiento de la filosofía y, especialmente, en Platón lo verdadero viene de la mano del matema, desplazando de este modo el prestigio del poema en la tragedia como su máxima expresión literaria. “No entre aquí quien no sea geómetra” es la frase platónica que prescribe el matema como condición de la actividad filosófica. La categoría filosófica de verdad, en Badiou, se identifica con un procedimiento productor de verdades, es decir, es operatoria de un conjunto de verdades que son anteriores y exteriores a la filosofía misma.

Badiou plantea que existen tres modos de interrelación entre la matemática y la filosofía, uno reconoce en la matemática un pensamiento de los primeros principios que sirven para el conocimiento del ser y de la verdad, la filosofía es una forma perfeccionada de esta concepción. En este sentido tal relación se denomina “ontológica”.

Otro modo entiende a la matemática como una región, una sección del conocer en general. La filosofía se propone fundar esta regionalización de la disciplina matemática; a esta determinación se la llama “epistemológica”. El tercer modo separa rotundamente a la matemática de la filosofía, ya que trabaja en un registro de meros juegos del lenguaje. La matemática es una gramática singular que no piensa nada. Este modo que se denomina “crítico” realiza una disyunción crítica del campo propio de la matemática y del pensamiento como asunto de la filosofía.

Para Badiou la matemática es una condición de la filosofía que está lejos de ser comprendida como una instancia descriptiva del cruce matemático-filosófico, como lo demuestran los modos ontológico, epistemológico y crítico. Como lo expresa el mismo Badiou: “… la tesis que sostengo toma la forma de un gesto, un gesto de reintrincación de la matemática en el dispositivo íntimo de la filosofía, dispositivo del que ella es en verdad excluida”2

El estado actual de la relación entre filosofía y matemática está dado por tres tendencias: el análisis gramatical y lógico de los enunciados; el estudio epistemológico de los conceptos, el comentario de los resultados actuales del análisis de los filosofemas clásicos.

De lo que se trata, según Badiou, es de salir del romanticismo, por un lado, y del enfoque técnico, por otro. El matema es el que autoriza a las verdades, ya que las legitima en sus procedimientos para decir algo sobre el ser. Es aquí donde Badiou “dialoga” con Platón, con Leibniz y con Cantor, porque ellos -en diferentes momentos de la historia de las ideas- presentan algunas soluciones pero también dificultades.

Platón es quien muestra la relación estrecha entre filosofía y matemática.

“Para Platón, la matemática es una condición del pensar, o del teorizar en general, por la razón de que constituye un punto de ruptura con la doxa, con la opinión. Esto es bien sabido. Pero aquello sobre lo cual hay que poner atención es que la matemática es el único punto de ruptura con la doxa que se haya dado como existente o constituido. La singularidad absoluta de las matemáticas es en el fondo su existencia. Todo el resto de lo que existe es cautivo de la opinión, pero la matemática no lo es”3

La principal dificultad en la propuesta de Platón radica en su conclusión, si el ser es lo uno, lo que no es uno, es decir lo múltiple, no es. Pero todo lo que se nos presenta es múltiple y no podemos tener un acceso al ser fuera de toda presentación. A esta dificultad Badiou le dedica la Meditación Uno de L’être et l’èvènement, La salida que propone a esta dificultad es que ante la afirmación necesaria de “lo uno no es”, es preciso enunciar que lo uno existe sólo como operación. A riesgo de simplificar demasiado esta propuesta de Badiou, digo que: lo uno es una operación ontológica de la verdad (como producción) que es posible gracias a la matemática.

Lo uno existe solamente como “operación”, lo que equivale a decir que nunca puede ser una “presentación”. Lo uno se presenta en la multiplicidad de cada uno, que se cuenta por uno. Todo lo que se presenta es múltiple, se hace presente en una situación determinada. “Llamo situación a toda multiplicidad presentada… Una situación es el lugar del tener- lugar…”4

Como él mismo afirma, su decisión ontológica consiste en demostrar el no-ser de lo uno. Julián Marías destaca que la concepción de Leibniz – por ejemplo – es una concepción dinámica, no se trata simplemente de cambio de lugar y lo que importa no es la cantidad de movimiento, sino lo que él llama “la fuerza viva”. En el núcleo de la filosofía de Leibniz, encontramos el concepto de mónada. Mónada es una palabra griega, monás, monadós, que quiere decir unidad. Y llama mónadas justamente a los componentes de la realidad. Son lo que él denomina “substancias indivisibles”, porque no tienen partes; y por tanto no pueden proceder por agregación, ni pueden desaparecer por disgregación. Él dice que “las mónadas no tienen ventanas”, no se pueden comunicar entre sí, directamente no se comunican. La comunicación que tienen es con Dios; las mónadas por ser indivisibles, sin ventanas, no pueden aparecer más que por creación y no se pueden destruir más que por aniquilación.

Esta única comunicación de las mónadas es con Dios, no es entre ellas. Esta afirmación de Leibniz lo lleva a un concepto que ha sido muy famoso: la “armonía preestablecida“. Las mónadas son incomunicantes, no tienen ventanas, no tienen partes, sin embargo componen un universo coherente, porque han sido creadas por Dios justamente siguiendo la armonía preestablecida. Es decir, Dios ha preestablecido la coherencia de las innumerables mónadas de tal manera que es como si se comunicaran; no se comunican realmente pero la armonía preestablecida hace que estén en concordancia. Hay una idea muy arraigada en Leibniz al decir que el mundo es el mejor de los posibles; el mundo ha sido creado por Dios y es el mejor de los posibles porque es lo composible (composibilidad).

Para Leibniz lo “composible” intenta resolver lo que en la concepción tradicional es entendido como “posible”, esto es, lo que no es contradictorio, no es posible un círculo cuadrado; eso es imposible porque justamente hay contradicción entre la circularidad y el cuadrado. Pero si pensamos si es posible el centauro (mitad hombre, mitad caballo), entonces sí. O la sirena, que es mujer y pez al mismo tiempo. Son los clásicos ejemplos de los empiristas y racionalistas para dar cuenta de lo posible y lo imposible, de lo percibido y lo pensado

En consecuencia, el mundo para Leibniz está regido por el principio de la composibilidad: las cosas tienen estructuras que las hacen a algunas composibles y a otras no. Dios ha creado el mundo como el mayor bien de lo que es composible, no es que el mundo sea óptimo, sino que es el que tiene mayor grado de perfección posible, tomando la realidad en conjunto. Esto se debe aplicar teniendo en cuenta que nosotros no conocemos el mundo, conocemos muy parcialmente el mundo, sabemos una parte de todo lo que habría que saber.

Badiou entiende lo composible como una operación que integra a las diferentes condiciones de la filosofía. Leibniz tiene la idea de que la realidad está compuesta de mónadas, cada una de las cuales refleja el universo entero, un verso suyo dice: “en la partícula más pequeña se encuentra el reflejo del universo entero”. Cada una de las mónadas conoce en principio, aunque sea de una manera incompleta, el proceso entero del universo; y es libre, tiene espontaneidad. Las mónadas son cerradas, no pueden percibir nada de afuera, no tienen partes, las acciones de cada mónada son el despliegue de sus posibilidades internas. En el caso de los seres humanos, las monadas personales, son de una espontaneidad que añade conocimiento y libertad: son libres.

En él, la existencia de dios es la garantía de lo posible, un garante que deja de ser el ente privilegiado en la mayor parte de las filosofías del siglo XIX (romanticismo, positivismo). En los siglos XIX y XX la matemática prolifera, algunos matemáticos reflexionan sobre la naturaleza y alcance de su actividad, esta reflexión filosófica-matemática sobre la matemática existe de dos maneras. Por una parte hay una corriente unitaria de pensamiento que ejerce una enorme influencia sobre la investigación matemática y que ha dominado la enseñanza universitaria. Esta corriente “clásica” o “conjuntista” coloca en el centro de la matemática a la noción de conjunto. Iniciada por Richard Dedeking y Georg Cantor, ésta corriente, incorpora logros de Gottlob Frege y Giussepe Peano, entre otros; encontrándose como adversarios al conjuntismo ilustres matemáticos como Leopold Kronecker, Henri Poincaré y filósofos como Ludwig Wittgenstein y Paul Lorenzen.

La palabra «conjunto» (ensemble) designa en la literatura matemática una colección de objetos de cualquier clase, es decir los elementos del conjunto, reunidos en la realidad o en el pensamiento del estudioso. «Objeto» hace referencia a los individuos que forman parte de ese conjunto, sin hacer diferencias entre lo real y lo imaginario o entre lo sustancial y lo accidental. La reunión de tales o cuales elementos en un mismo conjunto puede fundarse en una propiedad común o en una relación entre ellos.

Podemos ver el conjuntismo en acción ya desde el comienzo mismo de la matemática moderna en la Geometría (Géométrie) de René Descartes, al caracterizar cada figura geométrica por la ecuación que satisfacen las coordenadas de sus puntos, la geometría cartesiana representa en efecto la figura mediante el conjunto de los puntos incidentes en ella, seleccionados de entre todos los puntos del espacio por la condición impuesta a sus coordenadas. Pero es gracias a la obra de Georg Cantor que el conjuntismo se hará sentir con toda su fuerza. Un conjunto en el sentido de Cantor es un objeto constituido por otros objetos -los elementos del conjunto- de tal modo que su identidad depende de la determinación precisa de cuáles objetos son elementos suyos y cuáles no.

Cantor define un conjunto de este modo “Llamo bien definida una variedad (una totalidad, un conjunto) de elementos pertenecientes a cualquier otra esfera conceptual si sobre la base de su definición y como consecuencia del principio lógico del tercero excluido hay que considerar internamente determinado, por una parte, si un objeto cualquiera de la misma esfera conceptual pertenece o no como elemento a dicha variedad y, por otra, si dos objetos pertenecientes al conjunto, no obstante diferencias formales en el modo como son dados, son o no iguales entre sí”5

Para Badiou la teoría de conjuntos puede demostrar que todo múltiple es «múltiple de múltiples». En síntesis: en Platón el problema de la multiplicidad es resuelto en la unidad, lo uno que define lo múltiple deja a un costado los avatares históricos en los cuales se multiplican las posibilidades del ser. Para Leibniz existe una lengua completa, la de Dios, con lo cual no puede aceptar lo indiscernible como algo que se puede pensar y que puede existir. Cantor, por su parte, mostró que todas las multiplicidades son designables a partir del conjunto vacío, pero no pudo resolver el problema del continuo, en la dependencia entre los elementos del conjunto y el conjunto de sus partes no se puede “prescribir”.

Lo indiscernible es el matema de la ontología. Es decir, lo indiscernible es lo que no ha llegado a ser discernido, es un “impasse” del ser mismo, lo que no significa que no es, sino que no es captado (inasignado) a riesgo infinito de una intervención. Como explica Fabien Tarby:

“La teoría badiousiana del múltiple afirma que es la matemáticas, y solamente ella, que da la razón de la diseminación del ser. Eso no significa, como se lo vio, que la ontología se soluciona en el cientismo o en el positivismo, por el contrario la filosofía, que asume los productos del matematismo para establecer el discurso ontológico, se confundiría con una de sus condiciones, la científica. Eso no significa tampoco que el matemático es en realidad un metafísico; dedicado a su tarea en primer lugar operatoria y técnica, éste puede no saber bien lo que hace. Hay necesariamente un trabajo propiamente filosófico que permanece y sin el cual la ontología no es posible. La afirmación ontología = matemáticas corresponden a la filosofía como solamente su discurso podrá asegurarlo. ¿Se trata de un comentario de matemáticas? No exactamente, sino de una práctica de los recursos de las matemáticas aptas para proporcionar al filósofo las herramientas de las que tiene necesidad para construir el campo del múltiple puro, para asumir como la realidad y la total inmanencia del ser mismo se prodiga en el infinito”6

La matemática como producción de verdades puede dar cuenta de tres instancias fundamentales: lo indeterminable (l‘indéterminable), lo indecidible (l’indécidable) y lo indiscernible (l‘indiscernable). Estas son modalidades a partir de las cuales la filosofía capta las verdades en operaciones sustractivas, lo “indecidible” que se relaciona con el acontecimiento, porque una verdad no es sino que adviene. Lo “indiscernible” que está relacionado con la libertad, porque el trayecto de la verdad es azaroso. Lo “innombrable” que se relaciona con el Bien, porque según Badiou forzar la nominación de un innombrable engendra un desastre.

Un concepto que organiza estas instancias es el de lo “genérico” que se relaciona con el ser, ya que el ser de una verdad es un conjunto sustraído a todo predicado en el saber. En todo el recorrido de la obra de Badiou aparecen las nociones de verdad y de sujeto. La verdad como producción y el sujeto como soporte (sostén) de las verdades. Cada condición de la filosofía juega un papel importante en esta operación de producción de verdades, porque la filosofía no es en sí misma “la verdad” sino que es “…el lugar del pensamiento donde se enuncia el ‘hay’ de las verdades y su composibilidad. Para hacerlo monta una categoría operatoria, la Verdad, que abre en el pensamiento un vacío activo… En el vacío abierto por la distancia o el intervalo entre los dos ficcionamientos la filosofía capta las verdades. Esta captura es su acto. Mediante este acto la filosofía declara que hay verdades y hace que el pensamiento sea captado por ese ‘hay’… Ficción de saber, la filosofía imita al matema. Ficción de arte, ella imita al poema. Intensidad de un acto, ella es como un amor sin objeto. Dirigida a todos para que todos estén en la captura de la existencia de las verdades, la filosofía es como una estrategia política sin apuesta de poder”7

A manera de conclusión: Alain Badiou es un filósofo contemporáneo, esto significa que está filosofando al calor del acontecimiento como le es propio decir, él es un filósofo del acontecimiento. El desafío para ir al encuentro de la obra de Badiou es el trabajo metódico, incesante, que nos encamina a dialogar con pensadores de diferentes procedencias: matemáticos, poetas, cineastas, dramaturgos, filósofos; y así lograr encauzar nuestro deseo (o nuestro amor) con el mismo ímpetu, para el matema como para el poema.

El lenguaje no es para él un recurso técnico, ni un instrumento de comunicación; es la búsqueda de un sentido aceptando al mismo tiempo el sin-sentido; en una época en el que estar-en-el-mundo para un filósofo implica salir de ese banquillo de los acusados en el que lo han dejado aquellos que necesitan encontrar en el pensamiento filosófico al culpable de los desastres del siglo XX. Me refiero a los que anunciaron el fin de las ideologías.

Su Manifiesto por la filosofía propone alcanzar un programa que haga “renacer” el pensamiento filosófico, esto es posible en la medida que podamos: -Definir el acontecimiento en contraposición al simulacro. -Composibilitar los cuatro operadores de verdad.

-Evitar la tentación por oponer el pensamiento a lo impensable en términos de una oposición entre “humanidad” y “barbarie”. Al respecto él reflexiona de este modo: “Cuando se dice con ligereza que lo que hicieron los nazis (el exterminio) es del orden de lo impensable o lo inabordable, se olvida un punto capital: que lo pensaron y lo abordaron con el mayor de los cuidados y la más grande de las determinaciones.

Decir que el nazismo no es un pensamiento o, en términos más generales, que la barbarie no piensa, equivale de hecho a poner en práctica un procedimiento solapado de absolución. Se trata de una de las formas del ‘pensamiento único’ actual, que es en realidad la promoción de una política única. La política es un pensamiento, la barbarie no es un pensamiento: por lo tanto, ninguna política es bárbara. Este silogismo no apunta sino a disimular la barbarie -evidente, sin embargo- del capital parlamentarismo que hoy nos determina. Para salir de ese disimulo es preciso sostener, en y por el testimonio del siglo, que el nazismo mismo es una política, es un pensamiento”8

El corazón de su apuesta filosófica se encuentra en la Meditación 17 de su libro L’être et l’événement, donde habla del “Matema del acontecimiento”. La tesis principal anida en la siguiente afirmación: “…el acontecimiento hace un-múltiple de todos los múltiples que pertenecen a su sitio y del propio acontecimiento”9

“Acontecimiento“, “situación” y “circunstancia“, son los tres conceptos de la théorie badiousienne que llevan (o conducen) a plantear un pensamiento matemático, un pensamiento poético, un pensamiento amoroso; atravesados en la invención política del “sitio” en el que se da lugar a lo acontecimental.

Badiou ubica los acontecimientos en las siguientes situaciones:

a) “En el orden del matema, este acontecimiento lo constituye el trayecto que va de Cantor a Paul Cohen. Funda la paradoja central de la teoría de lo múltiple y lo articula, por primera vez de manera íntegramente demostrativa, en un concepto discernible de lo que es una multiplicidad indiscernible. Resuelve, en un sentido opuesto al que proponía Leibniz , la cuestión de saber si un pensamiento racional del ser-en-tanto-que-ser se pliega o no a la soberanía de la lengua… Si la verdad hace agujero en el saber, si no hay pues saber de la verdad sino solamente producción de verdades, es porque, pensada matemáticamente en su ser -como multiplicidad pura-, una verdad es genérica, está sustraída a toda designación exacta, es excedente con respecto a lo que ésta permite discernir. El precio de esta certeza es que la cantidad de un múltiple soporta una indeterminación, una especie de falla disyuntiva, que constituye todo lo real del ser mismo: resulta en verdad imposible pensar la relación cuantitativa entre el ’número’ de elementos de un múltiple infinito y el número de partes. Esta relación tiene solamente la forma de un exceso errante: se sabe que las partes son más numerosas que los elementos (teorema de Cantor), pero ninguna medida de este ’mas’ se deja establecer”10

b) “En el orden del poema, el acontecimiento lo constituye la obra de Paul Celan, a la vez por sí misma y por lo que detenta, en el borde último, de la totalidad de la edad de los poetas… Leo en ellos, poéticamente enunciada, la confesión de una poesía que sin bastarse ya a ella misma, pide ser liberada de la carga de la sutura; una poesía en espera de una filosofía liberada de la autoridad aplastante del poema… El drama de Celan consistió en tener que afrontar el sentido del sin-sentido de la época, su desorientación, con el único recurso solitario del poema”

c) “En el orden del amor, del pensamiento del amor como portador efectivo de verdades, el acontecimiento lo constituye la obra de Jacques Lacan (…) Puede parecer extraño hacer de Lacan un teórico del amor, y no del sujeto, o del deseo. Lo que ocurre es que examino aquí su pensamiento desde el estricto punto de vista de las condiciones de la filosofía (…) Es probable (…) que el amor no sea un concepto central de la obra explícita de Lacan. Sin embargo, a través de las innovaciones de pensamiento que tratan del amor, su empresa constituye acontecimiento y condición para el renacimiento de la filosofía (…) Porque es a partir del amor como se piensa el Dos en tanto que división del dominio del Uno, del que sin embargo soporta la imagen (…) Diré en mi lenguaje que el amor hace advenir como multiplicidad sin nombre, o genérica, una verdad sobre la diferencia de los sexos, verdad evidentemente sustraída al saber, especialmente al saber de los que se aman. El amor es la producción, fiel al acontecimiento-encuentro, de una verdad sobre el Dos”12

d) “En el orden de la política, el acontecimiento está concentrado en la secuencia histórica que va más o menos de 1965 a 1980… Se trata de: mayo del 68 y sus secuelas, la revolución cultural china, la revolución iraní, el movimiento obrero y nacional en Polonia (‘Solidaridad’)… los acontecimientos en cuestión no están aún nombrados, o más bien que el trabajo de su nominación (lo que llamo la intervención del acontecimiento) no está, ni mucho menos, concluido. Una política es hoy, entre otras cosas, la capacidad para estabilizar fielmente y a largo plazo esta nominación. La filosofía está bajo condición de la política en la exacta medida en que lo que ella dispone como espacio conceptual se confirma homogéneo a esta estabilización, cuyo proceso propio es estrictamente político”13

La filosofía hace un esquema de conexión de las figuras de lo sustractivo que le aportan los acontecimientos: lo indecidible, lo indiscernible, lo genérico y lo innombrable. En esa conexión se hace posible una doctrina filosófica de la Verdad. “Tal esquema dispone al pensamiento del vacío sobre cuyo fondo las verdades son captadas”14

Todo este proceso filosófico está amenazado por un adversario, el sofista. Para el sofista la estrategia del lenguaje ahorra toda aserción positiva concerniente a las verdades. La filosofía es la separación de su doble: la sofística. Narciso encuentra en el espejo del lago el rostro de su propia muerte; en todas las leyendas el doble es mortal; puesto que el doble se forma en el estadio arcaico en que el otro se confunde con el cuerpo propio. “La filosofía es siempre la fractura de un espejo”, dice Badiou. Es por esto que la filosofía debe vencer una y otra vez la tentación de confundirse con su doble, sin que esto le signifique la captura de verdades, es decir, que la filosofía se presente como la autora de esas verdades.

En esta “retención” respecto de su doble sofístico radica la ética de la filosofía que previene el desastre. La filosofía debe sustraerse al desdoblamiento del par “vacío/sustancia” para tratar esa duplicidad “sofista/filósofo”. “La historia de la filosofía es la historia de su ética: una sucesión de gestos violentos a través de los cuales la filosofía se retira de su reduplicación desastrosa… La filosofía en su historia no es más que una desustancialización de la Verdad, que es también la

autoliberación de su acto”15

Badiou intenta reunir al matema y al poema como condiciones de la filosofía por medio de su vocación por de-suturar la filosofía de las condiciones que la han aprisionado en las diferentes escuelas, siempre por separado. Es su intención promover el encuentro entre Cantor y Celan para abrir la interrogación ontológica del sin-sentido en el sentido del discurso. Su esfuerzo sigue encauzado por rescatar la empresa platónica de la distancia entre el filósofo y el sofista, unida al encuentro con la tesis lacaniana de la verdad como aquello que se encuentra siempre a “medio decir” esto último se convierte en un gran aporte al pensamiento filosófico actual. Renovando a Platón en una nueva tesis ya badiousiana podemos definir al existir como el ser del no-ser. Se trata del movimiento, del gesto, de la intención por la búsqueda de las verdades que están por llegar sin poder ser predichas.

 

Bibliografía:

BADIOU, Alain. El ser y el acontecimiento. Manantial. Buenos Aires. 1999. BADIOU; Alain. Breve tratado de ontología transitoria. Gedisa. Barcelona. 2002. BADIOU, Alain. Deleuze.“El clamor del ser”. Manantial. Buenos Aires. 1997. BADIOU, Alain. Manifiesto por la filosofía. Nueva Visión. Buenos Aires. 1990. BADIOU, Alain. El siglo. Manantial. Buenos Aires. 2005.

BADIOU, Alain. Condiciones. Siglo XXI. México. 2002.

LACAN, Jacques. El Seminario 8. La transferencia. Paidós. México. 2006.

LACAN, Jacques. El Seminario 20. Aún. Paidós. México. 1981.

TARBY, Fabien. La philosophie d’Alain Badiou. L’Harmattan. Paris. 2005.

 

CITAS

1 Badiou, A. Manifeste pour la philosophie. Página 37.

2 Badiou, A. Conditions. Página 152.

3 Badiou, Alain. Conditions. Página 160.

4 Badiou, A. L’être et l’événement. Página 34.

Contribuciones a la fundamentación de la teoría de los conjuntos transfinitos.

6 “La théorie badiousienne du multiple affirme que c’est la mathématique, et elle seule, qui rend raison de la dissémination de l ́être. Cela ne signifie pas, comme on l’a vu, que l’ontologie se résout dans le scientisme ou le positivisme, sans quoi la philosophie, qui prend en charge les produits du mathématisme pour établir le discours ontologique, serait confondue avec une de ses conditions, la scientifique. Cela ne signifie pas non plus que le mathématicien est stricto sensu un ontologue; attelé à sa tâche d’abord opératoire et technique, celui-ci peut fort bien ne pas savoir ce qu’il fait. Il y a nécessairement un travail proprement philosophique qui demeure et sans lequel l’ontologie n’est pas. L’affirmation ontologie = mathématique revient au philosophie comme ce dont seul son discours pourra s’assurer. S’agit-il d’un commentaire des mathématiques?. Non pas exactement, mais d’une pratique des ressources des mathématiques aptes à fournir au philosophe les outils dont il a besoin pour construire le champ du multiple pur, pour assumer comme telle la réalité et la totale immanence de l`être ici même prodigue en infini”. (Tarby, F. La philosophie d’Alain Badiou. Página 44). 7 Badiou, A. Conditions. Página 71.

8 Badiou, A. El siglo. Página 15. 9 Badiou, A. El ser y el acontecimiento. Página 203.

9 Badiou, A. El ser y el acontecimiento. Página 203.

10 Badiou, A. Manifiesto por la filosofía. Página 52.

11 Badiou, A. Manifiesto por la filosofía. Página 57.

12 Badiou, A. Manifiesto por la filosofía. Página 53-55.

13 Badiou, Alain. Manifiesto por la filosofía. Página 55-56.

14 Badiou, A. Condiciones. Página 72.

15 Badiou, A. Condiciones. Página 73.