Sociedades crueles y sicopáticas: la china y la mexicana
Henry Kissinger, a quien por lo menos debemos concederle saber de muchas cosas, dijo que la sociedad china y mexicana acumulaban gérmenes de gran violencia. (1) Una característica compartida era la capacidad de los chinos y los mexicanos para ser crueles. No es Kissinger la mejor referencia, pero siempre me inclino ante el apotegma de Juan de Mairena, de Antonio Machado: “La verdad es la verdad, la diga Agamenón o su porquero”.
La historia antigua, posterior y moderna nos da infinidad de datos acerca de estas características nacionales en ambos países. La Revolución china fue genocida y tocó extremos de crueldad, los cuales se mantienen vivos, pues la tiranía y la tortura se encuentran en los cimientos de su sistema. En el caso mexicano, la violencia caótica o institucional se acotó después de la fase armada de la Revolución, la etapa más bárbara. Llegaron los licenciados –luego ya doctores-, desplazando a los militares, educados en la brutalidad, para instaurar la corrupción como el vínculo social más fuerte, moderando –sin desaparecer- el sistema represivo.
La historia de crueldades incorporadas a la mitología, la educación y las identidades podría estar marcando el carácter nacional; la Revolución cultural china o la Revolución mexicana, Mao o Pancho Villa, un genocida y un bandido asesino, como emblemas. Habría que explorar el resentimiento como una de las causas de esto, la herida histórica de pueblos conquistados o invadidos, donde además la desigualdad social ha sido estructural, un problema de raíces profundas; asimismo, países de mandarinatos, de burocracias corruptas, de leyes complicadas que no se aplican, de desprecio arriba y abajo por la ley. La crueldad se arraiga así en el autoritarismo, la mentira y la indiferencia prevalecientes en la cultura de China y México.
Pero en ambas sociedades, su vida cotidiana está impregnada de crueldad. Es como si este tipo de violencia desmedida causara una carta de naturalización, de ensañamiento aceptado o tolerado contra los grupos vulnerables; se dirá que en México no se llega a los extremos de algunas provincias de China (el trato a los niños en los orfanatos, por ejemplo, a quienes por grupos se deja morir de inanición para cumplir con cuotas preestablecidas, o el hecho de los abortos forzados como medidas de control demográfico), pero es claro que el abandono social de sectores marginados constituye una forma tolerada de crueldad.
Otro síntoma grave en la sociedad oriental y en nuestro país es el maltrato generalizado a los animales, compuesto también de indiferencia cómplice. Pareciera no importar. Ahí encuentro también establecida esa característica señalada por Kissinger, como una pulsión oculta, o se ejerce o se tolera dañando a los seres más débiles, pero prácticamente no provoca escándalo, no es un tema para las autoridades, ni los políticos, ni la mayor parte de los académicos o intelectuales (en México, al no ser gobernados por una dictadura, hay más expresiones de salud en este aspecto a través de la protesta y el activismo de los defensores de animales, pero todavía en forma minoritaria). (2)
Por pudor no voy a mencionar ejemplos de la manera con la cual son maltratados los animales, llegando incluso a la sevicia, en China y en México, en medio de una total impunidad pues no existen leyes adecuadas en la materia (la ausencia de ley avala socialmente esta crueldad). George Steiner escribió: “Torturar niños o animales es algo equivalente, pues se trata de una manifestación del mal absoluto”. (3)
No se trata de la explotación de corporativos –un fenómeno universal apenas enfrentado para regularlo con normas humanitarias por parte de la legislación austriaca y algunos avances en la Unión Europea- sino de la acción, soportada socialmente, de tortura a los animales por individuos de estas sociedades, para la diversión, las fiestas, la alimentación, los rituales, las costumbres, el comercio, o por simple maldad. (4)
Si los animales están indefensos frente a la crueldad china y mexicana, es evidente que el ser humano está expuesto también a ser víctima de ese carácter nacional. En China la Persecución a los practicantes de Falun Gong –un sincretismo de budismo y taoísmo el cual promueve los principios de Verdad, Compasión y Tolerancia- es una muestra de ello. Este movimiento espiritual ha sido martirizado en una Persecución genocida, la cual se oculta por razones comerciales: torturas hasta la muerte, deportaciones a campos de trabajo forzado, lavado de cerebro, tráfico de órganos con prisioneros ejecutados ex profeso, miles de víctimas en una supresión, acompañada de propaganda de odio, de la libertad religiosa. (5)
En México, la guerra de Calderón ha hecho aflorar, en sus ámbitos más descompuestos, la tendencia a la crueldad en los bajos fondos mexicanos. Hillary Clinton declaró recientemente que le resultaba inimaginable la violencia de los Cárteles de la droga mexicanos. Para un político estadunidense de los tiempos de Abu Graibh y Guantánamo, debe ser realmente inimaginable la ferocidad de la guerra del narcotráfico en la tierra mexicana, para hacer un pronunciamiento como éste. (6)
¿Qué tanto está en el alma china o mexicana la crueldad y qué tanto sus manifestaciones actuales representan un síntoma sicopático provocado por causas externas, digamos sus modelos económicos imperantes? A mi parecer ambos factores, el alma y la economía, juegan un papel en el fenómeno.
En el caso chino, académicos chinos se están preguntando si el crecimiento económico acelerado está dejando ya demasiadas secuelas de trastornos mentales y emocionales en sectores de su población. Peticionarios, gente despojada de sus viviendas para construir los monumentos de la megalomanía comunista-capitalista china, quienes se suicidan en medio de la indiferencia de los no afectados, o de pronto surge una ola de atentados de locos contra niños de las guarderías (29 muertos, más de 100 heridos en casos recientes), la cual “sorprende” a una sociedad china sometida masoquistamente a una tiranía que les promete ser ahora la “potencia del siglo XXI”, como a su manera los nazis involucraron en su propaganda maligna a toda la sociedad alemana de su tiempo. (7)
En relación al caso mexicano no hay nadie cuestionando el fenómeno de la crueldad desatada en medio de la crisis de violencia delincuencial que vivimos. Hay fatalismo, resignación, indiferencia. Como si fuera algo que no nos concerniera. Pero los torturadores, los sádicos extremos, no vinieron de otro planeta: surgieron de nuestra sociedad, para actuar con todo su resentimiento y capacidad depredadora. ¿Y no podemos preguntarnos por qué? La desigualdad, la injusticia, ha sido indudablemente un caldo de cultivo, tanto como la impunidad y el desprecio a la ley en todas las clases sociales. El espectáculo de la crueldad mexicana debería conmovernos en el sentido más profundo. No sucede así.
Lo avizorado por Kissinger parece haber emergido y probar con creces su apreciación. En China, a pesar de toda su propaganda, el sistema muestra estar impregnado de crueldad y en su sociedad ésta se expresa en diferentes formas, ejercida o padecida por su gente; México, por su parte, vive una espiral cruel, como una debacle donde el Estado falla, el orden se trastoca y las víctimas conforman el símbolo atroz de una realidad cimentada en la sangre derramada, el terror y el miedo, como si esto hubiera surgido de las propias sombras de su historia y de sus raíces ancestrales.
El laberinto de la crueldad
En su célebre ensayo El laberinto de la soledad, Octavio Paz compara a los mexicanos con los chinos:
“La extrañeza que provoca nuestro hermetismo ha creado la leyenda del mexicano, ser insondable. Nuestro recelo provoca el ajeno. Si nuestra cortesía atrae, nuestra reserva hiela. Y las inesperadas violencias que nos desgarran, el esplendor convulso de nuestras fiestas, el culto a la muerte, acaban por desconcertar al extranjero. La sensación que causamos no es diversa a la que producen los orientales. También ellos, chinos, indostanos o árabes, son herméticos e indescifrables. También ellos arrastran en andrajos un pasado todavía vivo. Hay un misterio mexicano como hay un misterio amarillo…”
El ensayista ubica una imagen del mexicano bajo el estereotipo de lo hermético, una actitud soterrada que, bajo la máscara de la cortesía, esconde una gran violencia, expresada de manera inesperada, conviviendo en la fiesta o en su extraño culto a la muerte. Esta es la imagen popular, conformada de la herencia indígena –de raíces asiáticas- y española, con un sentido de hidalgo, es decir, proclive a ese romanticismo de la muerte tan característico. (8)
Siendo aguda la comparación –en la cual se incluye a los indostanos y a los árabes-, Paz no desarrolla, además del aspecto hermético, el elemento de la crueldad a la cual son proclives estos pueblos, tanto por sus convulsiones históricas, como por sus costumbres y sus estilos de gobierno, conocidos de manera sintética como despotismo oriental.
Al no tomar en cuenta la crueldad –con datos históricos, sociales, incluso ideológicos o míticos- de esos pueblos orientales a los cuales se asemejan los mexicanos, el ensayo de Paz encuentra en cambio un eje conductor en el concepto de soledad, finalmente un recurso retórico más que de análisis ontológico, pues todo ser está predispuesto a vivir solo su muerte (Heidegger) y la manera de conjurar esta soledad metafísica, por medio del sacrificio, el rito, la fiesta o la explosión histórica vendría a negarla, haciendo de esta negación entonces la verdadera característica del ser, capaz de esta forma de apropiarse del tiempo, de su duración, de su trascendencia.
En el capítulo del estudio paciano donde hay una disquisición sobre el uso del término la chingada, hay también un análisis puntual del machismo y una sola referencia al sustrato histórico y sicológico de la violencia ontológica del mexicano: el resentimiento. El acto de venganza repetido a través de la historia y en distintas circunstancias, estaría originado en la fractura producida por la Conquista, así lo ubica en su análisis Paz, aunque no correlaciona el resentimiento con su manifestación psicopatológica: la crueldad.
En el laberinto estarían entonces el resentimiento frente a un padre violador y una madre violada hundido en la siquis colectiva, convertido en un arquetípico mítico, habría la mezcla con costumbres indígenas y españolas, un ritualismo del sacrificio y una indiferencia hacia el dolor de los otros seres, una forma de encarnar la violencia a través de la saña.
Y así como la cortesía encubre la violencia, los periodos de estabilidad resguardan la violencia latente, el “México bronco” del que hablaba Jesús Reyes Heroles, el cual despierta con su cauda de saqueos, desorden, asesinados, torturados, mutilados, colgados, decapitados. (9) El caos de la guerra incuba en México la capacidad de crueldad, todas las guerras la auspician, pero en el caso mexicano son “la inesperada violencia que nos desgarra” de la cual habla Paz.
El México de sus raíces violentas, de su resentimiento y crueldad no despertó en una mítica Revolución como la soñara la generación del 68 y los 70s, (10) sino a través de una convulsión social sin ideología, nihilista totalmente, a través de la delincuencia, del crimen y del salvajismo autoritario del Estado. Es la guerra del narco, la guerra de Calderón, que ha atrapado en sus fauces a la sociedad mexicana. Pero el fenómeno particular de esta guerra, además de pretender ser permanente -pues no se plantea cómo se obtendrá la paz si el criminal convertido en enemigo, se trasmuta en una invencible hidra de mil cabezas-, tiene como una característica principal el terror de la crueldad.
En su brillante ensayo, Octavio Paz no se detuvo a analizar el tema de la crueldad, a pesar de los signos evidentes y de su expresión como parte de lo mexicano. Señala la violencia, pero no la sevicia con la cual se hace presente. Quizás la consideró un fenómeno aleatorio y no sustantivo, cuando es una sustancia abarcadora del ser mexicano, tanto como fenómeno específico, como por el hecho de que se disimula al considerarlo separado de la sociedad normal, sin reconocer que la sociedad normal ha sido el marco para que exista y se constituya como un trasfondo suyo, al hacerla víctima, de la misma manera como la convulsión afecta a un cuerpo enfermo.
Decía Dostoievski en un diálogo célebre de Los hermanos Karamazov que sólo el hombre y no ninguna fiera era capaz de hacerle al hombre lo cometido por los turcos en la guerra con sus prisioneros: colgarlos de las orejas. Excesos semejantes han sido llevados a cabo en México actualmente. ¿Pero este ensañamiento del hombre contra el hombre representa una característica mexicana, hundida en raíces ancestrales, en su psiquis colectiva lastrada por el resentimiento, en su historia, en sus mitos, en sus costumbres, engendrada en su economía de privilegios, desigualdad y corrupción? A mi parecer es nuestro laberinto, por ello debemos desentrañar todos sus elementos. Es el laberinto de la crueldad.
México es una sociedad cruel en su fondo y la crueldad está desatada ahora en la guerra y la explosión delictiva. Mientras no aceptemos esta realidad evidente, no sabremos si hay una salida a este laberinto oscuro.
Notas
Conversación privada de Henry Kissinger con Carlos Hank González, contada por éste antes de su muerte a un grupo de periodistas.
El último reporte de la organización Animal Asian expone numerosos casos de crueldad exacerbada contra los animales en China; en México, el periódico La Razón (20/7/2010), da el dato de que por lo menos el 70% de los animales son maltratados en el país. Dos manifestaciones multitudinarias en la Ciudad de México -22 de mayo y 17 de julio- tuvieron una fuerte participación de jóvenes reaccionando ante el caso de unos degenerados en Nayarit quienes subieron a Youtube la tortura y muerte que hicieron con un perro llamado Callejerito. Las principales propuestas de estas marchas fueron: penalizar la crueldad contra los animales, prohibir su uso en espectáculos como los circos, las corridas de toros y las peleas de perros, establecer Centros de Control Animal para su esterilización y adopción, en lugar de los antirrábicos donde se les sacrifica cruelmente.
Pasión intacta, George Steiner, Siruela, Barcelona, 2006.
Hay casos de crueldad instituida contra animales en muchos países. Por ejemplo, en Francia se mantiene la tortura a patos y gansos para producir paté de hígado. Sólo la conciencia, la denuncia, el boicot comercial y las leyes humanitarias de la Comunidad Europea, pueden acabar con este tipo de infamias. Pero otro es el caso de la diversión con espectáculos donde se maltrata animales como la mayor parte de los circos chinos o cómo se alimenta a las fieras de los zoológicos con animales vivos para solaz del público, o la polémica fiesta de los toros en México, una herencia de la España negra prohibida por Benito Juárez en su tiempo; la afición y el apoyo de oligarcas, políticos e intelectuales a las corridas de toros se ha convertido en el principal obstáculo en México para que exista una ley federal adecuada contra la crueldad hacia los animales. Sólo este hecho cuestionaría a las corridas y debería obligar a un debate para llegar a acuerdos básicos. La tauromaquia portuguesa donde no se mata al toro de lidia puede ser una salida.
Para ubicar el contexto de esta Persecución, véase 9 Comentarios sobre el Partido Comunista Chino, El grito sagrado, Buenos Aires, 2007.
Para un análisis crítico contra la guerra de Calderón y las alternativas para enfrentar al crimen organizado, véase “Los mitos de Villalobos y la guerra del narco en México”, Gerardo De la Concha y Federico Piña, Politea, Sinaloa, enero de 2010; también “Carta Abierta al general Guillermo Galván” y “Carta Abierta a Héctor Aguilar Camín”, publicadas en varios blogs de Internet.
“Asesinatos en escuelas y la sicopatología social”, Oiwan Lan, Global Voices. En una de estas guarderías, después de un ataque, los padres de familia pusieron el siguiente letrero en una manta: “La injusticia social y las deudas tienen un origen, voltea a la derecha y encontrarás a un órgano del Estado”.
El sentido del honor de la hidalguía hispana ha sido comparado por Yukio Mishima con el de los samurais japoneses; en la actualidad ha desaparecido o es marginal culturalmente, sólo sobreviven sus metáforas de valor y muerte en las corridas de toros, las cuales acaban en realidad siendo un espectáculo de tortura y crueldad.
El caos de la guerra de Calderón, al militarizar sin una estrategia efectiva la lucha contra el narcotráfico, atrae mercenarios como los centroamericanos, los kaibiles de Guatemala o los maras salvatruchas de El Salvador quienes importaron las decapitaciones utilizadas ahora rutinariamente por los Cárteles mexicanos.
Si bien la generación revolucionaria de los 70s cometió el error de la violencia, la represión gubernamental se cebó con la crueldad de la guerra sucia: torturas, ejecuciones, desapariciones. Muchos de los policías políticos de la época migraron hacia el narcotráfico e incubaron en ese medio su vieja práctica.