En Badiou. Una introducción, el ensayista y docente de la Universidad Nacional de Córdoba Leandro García Ponzo despeja los núcleos centrales del pensamiento del filósofo francés que a partir de esta semana dictará en la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM) una serie de conferencias, y recibirá el Título Honoris Causa de esa casa de estudios.
La editorial Quadrata acaba de publicar el libro de García Ponzo, especialista en la obra de Badiou, que conversó en exclusiva con Télam desde la ciudad de Córdoba.
El pensamiento de Badiou incorpora a la política la categoría de acontecimiento ¿Cuál es la novedad que introduce esa categoría?
– El acontecimiento es precisamente una novedad, una ocurrencia imprevista en el mundo, algo que nadie puede anticipar y que por eso puede desestabilizar un determinado orden de cosas. Incluir en el campo político un concepto filosófico como éste -que proviene de Heidegger y es retomado por Deleuze, entre otros- es una apuesta. Una apuesta que vuelve a Badiou el pensador de nuestro tiempo.
Respecto de la relación entre acontecimiento y capitalismo, está claro que el primero tiene por fin inmediato subvertir al segundo y como propósito último, abolirlo. No hay acontecimiento conservador, si nos remitimos a su definición. Han ocurrido y siguen ocurriendo acontecimientos que han atacado el corazón del capitalismo: la Comuna de París, la Revolución de Octubre, la Revolución Cultural China, el Cordobazo, el Mayo Francés, el zapatismo, la Primavera Árabe.
Casi todos se inscriben en lo que Badiou llama “la hipótesis comunista”, es decir, la idea de que la posibilidad de la emancipación no está perimida y es alcanzable. Ella depende de una excepción local y una organización colectiva posterior. Esta doble composición de la política -la ruptura singular y la organización- posee la virtud de salir de los viejos dogmas del marxismo ortodoxo sin caer en los derrotismos del régimen actual. El exige no renunciar a la potencia libertaria de los sujetos.
– Amor, política, poesía, matema. Badiou piensa estos cuatro elementos como una operación emancipatoria que nunca es individual. ¿Cómo se articulan?
– Esos cuatro elementos son lo que Badiou llama “condiciones de la filosofía”. Ellas producen verdades -que se originan a su vez en los acontecimientos- y garantizan de ese modo que el mundo esté en constante ebullición. Estas condiciones se cruzan, se intersectan, se contaminan y se desplazan de innumerables maneras, pero quien tiene la tarea de evaluar cómo es que se relacionan y capturar las verdades que producen en su interrelación, es la filosofía. La filosofía es ese espacio vacío donde las verdades eróticas, políticas, científicas y artísticas se reúnen.
De algún modo, ella eleva a concepto las verdades de un tiempo. En lo concerniente al matema (palabra creada por Jacques Lacan en 1971, para designar una escritura algebraica que permite formular científicamente conceptos psicoanalíticos) tenemos que considerar dos registros. Por un lado, lo que quizás constituya la tesis central del emprendimiento badiouano: que las matemáticas son la ontología. Para Badiou las matemáticas, sujetas a su historia, conforman el mejor discurso del que disponemos para hablar acerca de lo que hay. Esto le permite romper con cualquier idea relativista de la ontología, pues el matema es unívoco y conserva todo el poder racional de la deducción. Por otro lado, en algunos casos es la forma que tiene Badiou de decir “ciencia”.
– Badiou no ha cedido a la invención de una política emancipatoria. ¿Cómo pensar su actitud en el contexto de un mercado global dominado por los dispositivos de la técnica? ¿Y cómo creés que piensa (y pensó) los episodios del 2001 en la Argentina y la llamada “primavera árabe”?
– A mi juicio es importante insistir con que la actitud de Badiou ante el predominio del capital -con sus infinitas ramificaciones y formas de control- es la de una firmeza inédita. Contra la desolación y el pesimismo, hay que decidir. Y hay que afirmar, en primer lugar, que existen las verdades y que a través de ellas existe la capacidad de transformar la realidad. No más exponer nuestros cuerpos y deseos al consumo inmediato de lo que nos provoca placer o dolor. No más la aceptación de que cualquier opinión vale lo mismo que otra. De lo que se trata es de dotar nuevamente al animal humano de la posibilidad de vivir en función de una Idea. Eso es vivir “una vida verdadera”. Y una Idea es la mediación entre un sujeto cualquiera y una verdad. Sin dudas, tanto la Primavera Árabe como el estallido de 2001 en nuestro país son formas del agotamiento capitalista.
– El amor es una contingencia, una invención, un acontecimiento. Godard también filmó un Elogio del amor. ¿Cuál es el elogio del amor que hace Badiou?
– Su idea es que en la sociedad contemporánea, el amor está amenazado por doquier. Gracias al montaje que el capitalismo ofrece de las imágenes y los discursos, gracias a la circulación veloz y mercantil de los mismos, gracias a la exposición de los cuerpos como mercancías de acceso instantáneo, el amor está jaqueado por la pornografía, a una voluntad de mostrar todo, desenmascararlo y ofrecerlo a los ojos.
Siempre pienso que este ataque al amor queda bien resumido por una frase -lateral- que pronuncia Walter Benjamin en “Teorías del fascismo alemán”: “Tan locuaz es el amante, que corteja mal”. La disciplina típicamente religiosa también es perniciosa para el amor, puesto que el sexo es uno de los componentes esenciales de este último. Lo cierto es que el deseo de desnudar los cuerpos para el consumo hedonista, es lo primero que daña el encuentro amoroso. En algún sentido, en el silencio mínimo que debe operar sobre el amor, esa visión parcial y opaca del otro, está la clave. “El amor, dirá el filósofo francés, trata acerca de un Dos”.
Para Badiou, el amor crea verdades. Éstas se producen cuando dos personas cualesquiera se encuentran y dictaminan, con una declaración siempre osada, que allí el amor tiene lugar. La osadía proviene en que uno nunca acaba de conocer del todo al otro, no puede controlarlo, ni reducirlo a lo que se prefiere. Yo diría que el amor es el ámbito de defensa de la alteridad. La presencia del otro modifica todo en mi vida y el amor es la voluntad de que así sea. Nace cuando dos personas, diferentes e irreductibles, deciden permanecer juntas y compartir un espacio común. Pero no se agota en ese nacimiento.
La reflexión de Badiou apunta a la construcción paulatina de una complicidad alumbrada por la fragilidad primaria del encuentro. (Télam).-
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