La cuenta de los días de Daniel Guzmán

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La cuenta de los días de Daniel Guzmán

Daniel Guzmán

La cuenta de los días.

Tumbona ediciones/ kurimanzutto

México

2011

Daniel Guzmán resume bien el género de su libro: “una especie de álbum de familia, de una familia ausente, nunca realizada…”. El autor nos lleva de manera íntima por un viaje donde el transporte son dibujos, fotos y palabras —algunas prestadas, algunas propias— y en el que la inestable memoria es su destino (¿o talvez el punto de partida?).

El álbum como memoria podría parecer una analogía bastante obvia. No obstante, el autor sólo es un guía que construye un encuadernado de fragmentos de aquello que le interesa y lo que ama: las hojas en blanco se van colmando de pequeñas palabras y grandes máximas, frases cotidianas que resuenan intermitentemente e imágenes que aparecen con un dejo de capricho y evanescen de la misma manera. Son esos jirones de memoria que producen en el espectador las ganas de continuar leyendo, de continuar mirando, de continuar explorando, pues pude constatar que al recorrer varias veces esas páginas, las evocaciones son tan ricas como personales y diferentes.

Quien lea esta reseña encontrará parcialidad, ya que quiero resaltar de manera particular el fragmento de La flor letal, economía del sacrificio azteca, de Christian Duverger, donde explica cómo la acepción de movimiento del término ollin, comporta varias antinomias: la vida y la muerte; lo espectacular y lo ritual; la estabilidad y la turbulencia. En estas páginas, Guzmán deja entrever la caótica estructura del libro y la multiplicidad de lecturas que puede tener y el juego del que siempre son partícipes la palabra y la imagen.

De alguna manera, se puede apreciar una continuidad “mexicana” en el texto. Las situaciones tanto cotidianas como extraordinarias que narra el escritor Guillermo Fadanelli remiten a esas imágenes que el capitalino ve en su día a día.

Sin duda, la última página del libro es crucial. El poema 1964 de Jorge Luis Borges cierra con unos interesantes y bellísimos versos sobre el olvido —que constituye una parte fundamental de la memoria; y los inevitables cruces que ésta tiene con conceptos como el tiempo, la muerte y el amor.

No menos importante es dejar claro que tanto los dibujos como las fotografías están estrechamente vinculados con los textos, sin estar supeditados a ellos. Dibujos que aluden al miedo, al amor o la muerte, enriquecen las imágenes que nos obsequian los fragmentos textuales.

En este álbum, Guzmán es una especie de editor que, por medio de otros, y junto con sus dibujos y fotografías, monta una exhibición de una memoria, de su memoria.

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