entrevista a Peter Trawny
por Jan Drees
traducción Vanessa Huerta Donado
Éxito hay, dinero no. Todavía no han pasado dos años desde que Peter Trawny destapara uno de los escándalos más grandes de la historia de filosofía contemporánea. Como editor de los así llamados “Cuadernos negros”, el filósofo de Wuppertal demuestra que a la sospecha de antisemitismo atribuida a Martin Heidegger también se le añadió, a partir de 1945, una visión hostil en contra de los judíos. Günter Figal, el presidente de la Heidegger Gesellschaft (Sociedad Heidegger) renunció. “Ya sabía que sería una bomba”, dice Trawny durante la entrevista, “pero nunca pensé que alcanzara tales dimensiones: “de aquí a Tokio, Israel, los Estados Unidos.” En su más reciente libro “Technik. Kapital. Medium” resuena por momentos la crítica heideggeriana hacia la técnica, aunque a decir verdad, trata menos acerca del comentado autor de “Ser y tiempo” que de la cuestión de la libertad en nuestra época. He aquí una conversación sobre el deseo de tener un iPhone, sobre el arte del ingeniero y sobre la vida que transcurre entre el reconocimiento mundial y la precariedad.
Peter Trawny, usted es el fundador del Instituto Martin Heidegger y ha sido invitado a dar conferencias por todo el mundo desde el 2013.
¿Cómo reaccionó la agencia de empleo cuando usted habló sobre los “Cuadernos negros”?
De hecho, cuando me ofrecieron editar los Cuadernos negros tenía un manager que se hizo cargo de mi caso. Al principio el hombre estaba completamente abrumado, pero cuando le expliqué con detalle que se trataba del filósofo alemán más importante del siglo XX y de un manuscrito tan explosivo, dijo: “con eso sí se puede trabajar.” Por supuesto, la agencia no me pudo ayudar para conseguir algo más concreto. Pero eso no depende únicamente de ella, sino del hecho de que las universidades están fuera del mercado laboral habitual y de sus reglas.
Usted está habilitado desde hace años, pero aún no tiene una cátedra. ¿De qué vive?[1]
Me financio a través de honorarios que recibo por conferencias, libros, todo lo que pueda conseguir. A diferencia de los profesores ordinarios, este estilo de vida tiene una ventaja: estoy más o menos libre de cuestiones administrativas. De cualquier manera, la situación es insoportable.
El Instituto Martin Heidegger posee un atractivo mundial, pero usted aún no tiene un puesto fijo. ¿Hay apoyo por parte de la Universidad de Wuppertal?
A ellos les entusiasma mi compromiso y “apoyan” al instituto, pero no con dinero. Hay un espacio… sin computadora. La indiferencia es impresionante.
Parece que muchos filósofos alemanes que han meditado sobre el capitalismo viven fuera de la norma académica. ¿Su interés por la economía surgió a partir de sus propias preocupaciones financieras?
Hannah Arendt escribió en su libro “Rahel Varnhagen” que el hecho de haber sido una judía paria influyó grandemente en su filosofía. Desde la posición del paria o desde una vida precaria tengo un punto de vista distinto al del Presidente del Borussia Dortmund. Sin embargo, debo hacer hincapié en que mi libro “Technik. Kapital. Medium“ no fue escrito desde el resentimiento.
¿Entonces, no se trata de la perspectiva de los mal librados?
Es la perspectiva de un hombre que viene del proletariado.
… de Gelsenkirchen.[2]
De una familia de mineros, sin lugar para la filosofía. Lo que había era, más bien, alcoholismo y protestantismo pequeño-burgués de Prusia Oriental. También el fútbol era importante… De ahí mi desconfianza en la Turbo-Teoría académica, en la supuesta “pureza de la ciencia”.
En lugar de anotaciones académicas en torno a una “Turbo-Teoría” para describir el presente, usted habla en su libro de una Topología matemático-técnica abreviando m-tT…
Se trata, al mismo tiempo, de una ironización. Ironía y parodia son importantes en este texto igual que, por ejemplo, en el Tractatus de Wittgenstein. Aunque todavía no estoy seguro de que tan en serio se toman allí. La ironía es, por cierto, algo serio.
Según su punto de vista, estamos viviendo en la era del m-tT, delimitada a su vez por una topología poética (p. T.) -que curiosamente coincide con las iniciales de su nombre-. ¿Cual es la diferencia entre estos dos términos?
Literalmente traducida, la palabra topología significa lógica del lugar. Se trata de un discurso relacionado con la ubicación, de la instalación específica de sitios en el mundo. La topología poética engendra mitos, historias, narraciones. Establece parajes que a su vez son delimitados por esas historias. Delfos es uno de esos lugares, o Jerusalén, o incluso sitios imaginarios como el cielo y el infierno.
¿En contraposición se encuentra la matemática?
La matemática fue relevante en todo momento, y con ello me refiero a la matemática aplicada, como en la ingeniería. El Templo de Jerusalén y el templo de Delfos fueron diseñados por arquitectos. Esto quiere decir que desde muy pronto hubo un “saber hacer” bastante desarrollado que, sin embargo, fue sometido a la topología poética. Tomemos por ejemplo las Pirámides de Egipto: construcciones en extremo interesantes desde un punto de vista arquitectónico, simplemente impensables desde una perspectiva puramente pragmática o técnica. Quizá por ello son un éxito turístico. Aunque a decir verdad, el turismo se ha convertido en otra expresión del universalismo. Todos somos turistas.
Usted escribe en su libro que hasta el siglo XIX las iglesias eran los edificios más altos de la ciudad. Luego fueron reemplazados por los bancos y casas financieras. ¿Que tipo de cambio ve usted ahí? ¿En qué clase de “nuevo mundo” nos encontramos?
Se trata de un mundo de cantidades en el que se han impuesto, exitosamente, los campos aplicación de las matemáticas. En un mundo sometido a la universalidad de la técnica, el capital y los medios uno ya no se preocupa por la salvación del alma sino por el seguro de vida. Esto es de sobra conocido, pero en nuestros días el capital ha alcanzado una importancia inusitada: no hay nada el mundo que no se someta o haya sido sometido a él. Vivimos, respiramos el capital.
¿A qué se refiere con ese “universal”, ese todo continuo?
Aunque existe una separación clásica entre la técnica, la economía y la teoría de los medios, en el plano ontológico un ámbito depende del otro. No tiene sentido hablar de medios de comunicación sin tomar en cuenta la importancia la tecnología y el capital. Por otro lado, también las tecnologías deben ser examinadas e interpretadas en relación con el capital. Lo que aquí se construye es la esfera universal de nuestro mundo, un mundo que se resume en la triada: “Technik. Kapital. Medium.”
¿Entonces se inventan solo aquellos medicamentos que producen dinero y el iPhone ha surgido debido a que genera ganancias?
Claro, es simple: nada surge que no sirva al capital. Evidentemente, para Steve Jobs esto fue presupuesto aunque de modo no temático. Y lo aceptamos: disfrutamos el iPhone. El disfrute pertenece de modo completamente substancial al capital.
¿Y qué sucede, por ejemplo, con el arte o la literatura? ¿Acaso no se trata de algo diferente? Usted escribe que los productos son para la masa, que inclusive el edificio más alto del mundo es sólo un ejemplar de muchos, nada individual. También dice que el acto creativo del individuo no es un producto, que el arte no es productividad, pero ¿podría ser considerado como tal?
Si el arte crea en el mundo de la topología matemático-técnica, crea mediante determinaciones casi exclusivamente cuantitativas. Jeff Koons debe vender, por millones, el “Balloon Dog” a un museo. Un poeta lírico como Jan Wagner debe obtener el Premio de la Feria del Libro de Leipzig para que podamos decir: “mira, ¡también se puede vender poemas!”. Basta con mirar a Baselitze y Richter, quienes a causa de la nueva Ley de Protección para el Patrimonio Cultural, quieren de vuelta sus obras. Hablamos de millones, millones que esos multimillonarios no entregarán fácilmente. Mi posición, empero, sería mal interpretada si se toma como una crítica. También la “crítica” está al servicio del capital. Criticar es anacrónico.
¿No es eso deprimente?
Mi libro trata sobre la libertad, sobre la pluralidad de libertades. Desconfío de esa perspectiva propagada incluso en la izquierda, según la cual, el universal conformado por la técnica, el capital y los medios produciría, sobre todo, falta de libertad. Cuando alguien tiene dinero y se compra un jaguar, lo disfruta. Como ya se dijo, el placer es un momento del dispositivo técnico, una expresión de libertad, que a su vez explica el éxito de ese todo universal, de la forma de nuestro mundo. Si no lo disfrutáramos, tampoco podríamos explicar ese éxito rotundo. Creo yo que no se trata de un fenómeno exclusivamente europeo. Los refugiados vienen a Alemania porque quieren participar del placer y la libertad que ofrece el capital. Sólo al principio se trata de sobrevivir, pero una vez dentro de esta esfera universal, nadie puede ni debe abstenerse. Los muros que se están erigiendo al rededor de Europa son una declaración de bancarrota en todos los sentidos, incluyendo el intelectual. Tal vez se trata del presagio de un acontecimiento al que llamo en mi libro “la última revolución”.
¿Pero acaso no es la única libertad?
Por el contrario. Creo que hay libertad en la intimidad y libertad en el filosofar. Con esto concluye mi libro. Necesitamos aprender a movernos en esa pluralidad de libertades y entender que dichas libertades se excluyen mutuamente. El mundo es técnica, capital y medios. Solo en ese “más acá” del mundo podemos encontrarnos amistosa e íntimamente. Es una liberación de la libertad del capital. Sin embargo, un carácter bueno y apasionado no es suficiente para conseguir empleo. Eso no cuenta…
Entonces ¿qué pasa con el estudiante que se ha comprometido con la filosofía, profesión del desempleo?
Si un estudiante llega histéricamente a mí y tengo la impresión de que está padeciendo un problema a la Karamazov, es decir, un auténtico problema “existencial”, tengo la responsabilidad de advertirle que eso es importante en la intimidad, pero que nada tiene que ver con el mundo en el que vivimos. El estudiante debe darse cuenta de que las instituciones esperan algo más de él. De cualquier modo, esto ya lo sabe la mayoría.
¿Lo dice en serio?
Como profesor universitario espero que los estudiantes me presenten como tesis doctoral un texto académico que corresponda con los requerimientos habituales. Me pregunto qué pasaría si uno de ellos llegara con un texto como Ser y tiempo. ¿Se doctoraría? La indiferencia de las instituciones en este aspecto también es gigantesca. El filosofar raramente acontece.
Notas
[1] Los aspirantes a un puesto facultativo en las universidades alemanas deben contar con una Habilitación: el más alto grado académico que se puede obtener, por encima del doctorado.
[2] Ciudad alemana que a comienzos del siglo XX fue un importante centro para producción de carbón y derivados del petróleo.
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