Transgresión y erotismo

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Transgresión y erotismo

Ella respondió que Nietzsche dijo que la misma palabra, amor,
significa dos cosas diferentes para el hombre y para la mujer.

Para la mujer, amor expresa renuncia, dádiva. El hombre a su vez
quiere poseer a la mujer, tomarla, a fin de enriquecerse y
reforzar su poder de existir.

Respondí que Nietzsche era un chiflado.
Pero aquella conversación fue el comienzo del fin.
En la cama no se habla de filosofía.
Rubem Fonseca, Ella y otras mujeres[1]

9.

En nuestra actualidad parece que ya no hay prejuicio o moral cristiana que ponga límites a la sexualidad. Se puede participar y disfrutar del derecho del goce sexual. Y, actualmente, se ve como retrograda la persona que niegue la libertad sexual. Por supuesto, esto pensando sólo en un cierto sector de la sociedad capitalista, pues no todo el orbe es libre sexualmente. Sólo hay que pensar en las personas que no deciden sobre su sexualidad como las mujeres que son parte de la trata de blancas.

La liberación sexual es un beneficio, pero esta libertad ha llegado a tal nivel que la pornografía podría ser vista como el signo que la representa. Cualquiera que tenga acceso a internet —anteriormente a salas de cine o rentar películas— puede ver y compartir pornografía. Nadie está limitado al sexo más que a su propia decisión. De igual modo, los actores y actrices porno tienen relaciones sexuales con consentimiento y previo acuerdo. Se les paga como actores que son, hacen su trabajo, lo disfrutan y ya, son libres de ejercer este oficio. No dudo de los beneficios de la liberación sexual, pero ¿la pornografía enriquece nuestra vida sexual o la empobrece? No quiero usar los términos de si es buena o mala, pero si cuestionar sobre la posibilidad de que mejore o empeore nuestra experiencia sexual humana, es decir, contraria al mero celo.

Esta pregunta me surge a partir de la lectura del texto El Erotismo de George Bataille, ya que ahí él expone que el erotismo es el cuestionamiento del ser, es decir, el hombre como ser discontinuo, individual y particular no puede participar de la continuidad del ser que es lo contrario a la multiplicación que se da en la proliferación de la vida:

La reproducción hace entrar en juego a unos seres discontinuos.

Los seres que se reproducen son distintos unos de otros, y los seres reproducidos son tan distintos entre sí como de aquellos de los que proceden. Cada ser es distinto de todos los demás. Su nacimiento, su muerte y los acontecimientos de su vida pueden tener para los demás algún interés, pero sólo él está interesado directamente en todo eso. Sólo él nace. Sólo él muere. Entre un ser y otro ser hay un abismo, hay una discontinuidad.[2]

La continuidad del ser es la muerte: la negación de la proliferación de individuos discontinuos. Aunque también podría ser interpretado como la voluntad que expone Schopenhauer o como el Dios spinoziano. El erotismo nos permite experimentar esa muerte, sin tener que estar muertos. El proceso en que el erotismo se contrapone a la reproducción sexual es bastante complejo, tiene una genealogía, pero se fundamenta en tres elementos: prohibición, transgresión y angustia. La prohibición es el rechazo a la violencia de la naturaleza que se expresa en la muerte y la reproducción sexual. La transgresión es el movimiento en que la prohibición se levanta por un cierto periodo y permite que el ser humano experimente o el sentido de la muerte o la vida en su aspecto exuberante y excesivo para la razón humana. Aquí entra la angustia que es el sentimiento que surge al quebrantar la prohibición, el temor de saber que estamos levantando una prohibición. El erotismo así se convierte en una experiencia sagrada que supera la mera reproducción sexual. La finalidad del erotismo no es la reproducción, sino la experiencia transgresora, que enriquece nuestra vida.

Galería erótica del Museo Larco

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Como vemos tenemos el elemento de la prohibición y de la transgresión también en la pornografía. Sé que dije que todos pueden ver y participar de ella, pero la sociedad no acepta la pornografía como algo bien visto. Hay cierta prohibición a expresar abiertamente la observación de la pornografía; así como tener sexo en lugares públicos está prohibido. En este aspecto, la prohibición sigue funcionando, aunque se acepte la libertad sexual de los individuos. Pero ¿la pornografía podríamos decir nos permite experimentar el elemento sagrado que el erotismo contiene? ¿No acaso la pornografía como producto y como representación empobrece nuestro erotismo, pues su fin no es la experiencia sagrada o angustiante, sino la estimulación? El problema es bastante complejo, pero por ahora lo mejor es entender cómo funciona la prohibición, la transgresión y la angustia en el erotismo para entender si la pornografía puede ser erótica o no, según lo expuesto por Bataille.

Galería erótica del Museo Larco

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Uno de los elementos que conforman al erotismo es su carácter de transgresión. No se podría entender su importancia para el ser humano si no tuviera esta cualidad que por momentos nos permite levantar las prohibiciones y nos deja experimentar aquello que deseamos profundamente, pero que la sociedad no lo permite. No pensemos con ello que lo erótico justifica cualquier transgresión, o que cualquier deseo justifica la transgresión. Al contrario, lo erótico reside en un tipo de transgresión bastante específico y sagrado, que para comprender hay que entender cuál es el fundamento de las prohibiciones. Bataille en el texto El Erotismo nos dice lo siguiente:

Lo que el mundo del trabajo excluye por medio de las prohibiciones es la violencia; y ésta, en mi campo de investigación, es a la vez la violencia de la reproducción sexual y la de la muerte[3]

Galería erótica del Museo Larco

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Cuando el hombre dejó su mera animalidad y se convirtió en el ser social y cultural que es, comenzó formando sociedades por medio del trabajo. El trabajo permitió ordenar y establecer límites a la vida social. El trabajo establece tiempos de siembra, recolección, profesiones y oficios diversos, instituyó un orden en la sociedad. Pero en la vida social no entraba aquello que sobrepasaba la experiencia ordenada del trabajo, es decir, la violencia de la muerte y la reproducción ¿Cómo se puede ordenar la muerte y la reproducción? Algunos intentos no para ordenar, sino para mantener a raya o controlar la violencia que nos afecta, fueron por ejemplo, los ritos funerarios y las prohibiciones del incesto que era para mitigar el deseo violento de la reproducción sexual. Cuando el hombre comenzó a organizar su vida por el trabajo despertó su consciencia de la terrible muerte que termina con todos sus esfuerzos y objetivos. De igual manera, el desatado impulso sexual quedó eliminado al dejar el hombre su mera animalidad, pues dio cuenta que el impulso sin límites ponía en riesgo la sociedad organizada. Pero ambos elementos violentos no han desaparecido completamente:

El mundo del trabajo y de la razón es la base de la vida humana; pero el trabajo no nos absorbe enteramente y, si bien la razón manda, nuestra obediencia no es jamás ilimitada. Con su actividad, el hombre edificó el mundo racional, pero sigue subsistiendo en él un fondo de violencia. La naturaleza misma es violenta y, por más razonables que seamos ahora, puede volver a dominarnos una violencia que ya no es la natural, sino la de un ser razonable que intentó obedecer, pero que sucumbe al impulso que en sí mismo no puede reducir a la razón[4]

Galería erótica del Museo Larco

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La violencia de la naturaleza es lo que escapa a la actividad organizativa. Violencia que no abandona al hombre, pero que es aislada —por medio de las prohibiciones— de la sociedad. Las prohibiciones funcionan para alejar de sí la violencia que por un lado aterroriza y por otro fascina. Aterrorizan al ser elementos no comprensibles dentro del mundo del trabajo y la razón, fascinan porque representaba un exceso que desearíamos poder conocer pero que no se puede alcanzar.[5] ¿No acaso cuando preguntamos el porqué de la muerte o de la vida, no hay algo de maravilloso y fascinante? Sin duda alguna, la angustia de la muerte y la reproducción sexual son atrayentes como fuerzas violentas no reducibles al discurso racional. Incluso aquí podría estar el motivo del preguntar filosófico pues como comenta Schopenhauer “La muerte es el genio inspirador, el musagetes de la filosofía… Sin ella difícilmente se hubiera filosofado”[6]. Bataille nos dice:

Hay en la naturaleza, y subsiste en el hombre, un impulso que siempre excede los límites y que sólo en parte puede ser reducido. Por regla general, no podemos dar cuenta de ese impulso. Es incluso aquello de lo que, por definición, nunca nadie dará cuenta; pero sensiblemente vivimos en su poder. El universo que nos porta no responde a ningún fin que la razón limite; si intentamos hacer que Dios responda de él, lo único que hacemos es asociar de manera no razonable el exceso infinito, en cuya presencia se halla nuestra razón, con esa misma razón. Ahora bien, por el exceso mismo que hay en él, ese Dios cuya noción inteligible quisiéramos formar no cesa, al exceder esa noción, de exceder los límites de la razón[7].

Galería erótica del Museo Larco

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Esta fascinación por el exceso se comprende inmediatamente si vemos cómo las religiones siempre buscan enlazar la parte efímera y particular del ser humano con lo que excede, sea Dios, el ser o una entidad suprema. La prohibición como vemos tiene por fin rechazar o limitar esos impulsos hacia lo que excede nuestra experiencia, pero no es total. Pensemos en los ejemplos que pone Bataille sobre las prohibiciones de “no matarás” y “no fornicarás”. Ambas prohibiciones, si se siguieran completamente, no permitirían la guerra, el asesinato, o la reproducción humana y el placer sexual. La prohibición rechaza la violencia, pero a la vez la vuelve fascinante porque muestra elementos que deseamos, aunque los neguemos abiertamente. No habría el problema entre conciliar nuestra condición humana y esa búsqueda de exceso o arrebato orgiástico, si las prohibiciones fueran totalitarias, ya que no existiría tal deseo. Aquí es donde entra la transgresión. Ésta no elimina la prohibición, sino que la levanta por un momento y permite que en ese lapso se obtenga una experiencia que complementa el sentimiento de lo prohibido, este sentimiento es lo sagrado.

La sociedad humana no es solamente el mundo del trabajo. Esa sociedad la componen simultáneamente —o sucesivamente— el mundo profano y el mundo sagrado, que son sus dos formas complementarias. El mundo profano es el de las prohibiciones. El mundo sagrado se abre a unas transgresiones limitadas. Es el mundo de la fiesta, de los recuerdos y de los dioses.[8]

Galería erótica del Museo Larco

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Lo erótico y lo sagrado no se contraponen más que en el sentido de la carne como pecado de la visión cristiana, donde la carne es un símbolo de lo efímero y contingente, y el alma, al contrario, lo que perdura y debe ser rescatada de la sensualidad. El cristianismo pone como falsedad las pasiones del cuerpo y sólo acepta la fe guiada por la razón o fundamentada en ella. Pero ambos provienen de la misma raíz que es la transgresión de la prohibición:

Lo sexual parece estar estrechamente vinculado al fenómeno religioso, ya en cuanto el aspecto creativo de su proceso bien primitivamente, en la misma generación corporal, hace su acto de presencia para atribuir al puro paroxismo corporal su carácter de común trascendencia: algo así como una predisposición a la espiritualidad[9].

No sólo es una predisposición espiritual en el erotismo semejante al religioso, sino que ambas son experiencias sagradas, aunque cada una accede por diferentes vías. La transgresión hay que destacar se realiza por medio del rito. Es un acceso a lo prohibido organizado, por ejemplo, en los ritos de la caza, la guerra, los funerales, en el matrimonio, en la orgía o en la prostitución sagrada de la antigüedad. Es una acción deliberada para acceder a la continuidad del ser que mencionamos al principio. Esto lo observamos en el rito del sacrificio, donde el animal sacrificado —anteriormente se sacrificaban hombres, y en el rito cristiano se sigue sacrificando simbólicamente, en la misa, al hijo de Dios[10]— representa el terror a la muerte y la fascinación de ésta. Lo erótico es un modo de acceder a lo sagrado por la transgresión ritual del sexo. El sexo en el erotismo no se agota en la reproducción sexual. El erotismo se afirma en el placer que se da entre el juego de la entrega y la conquista, es una acción deliberada. El desnudamiento de los cuerpos y la entrega al placer transgresor, levanta la prohibición cotidiana al placer sexual y a la idea de que sólo tiene valor el sexo para la reproducción.[11]

Como dijimos, el hombre no puede regresar al estado total de naturaleza, sería absurdo; además la prohibición no elimina la consciencia de la violencia, así que nunca seremos totalmente racionales, y que mejor, porque si no, qué quedaría de nuestras experiencias artísticas, eróticas y religiosas, que tienen por fundamento una experiencia de lo inaccesible, es decir, lo que no se agota en el discurso racional. De igual manera la transgresión no elimina la prohibición, sólo la pone entre paréntesis por un momento. Por eso, cuando se comete una transgresión siempre sucede la angustia de saber que estamos actuando contra un límite impuesto por la razón, que no desaparecerá una vez acabado el acto transgresor, y que nos acerca a la violencia que la prohibición en principio rechazó:

A decir verdad, el sentimiento de incomodidad, de embarazo, con respecto a la actividad sexual, recuerda, al menos en cierto sentido, al experimentado frente a la muerte y los muertos. La «violencia» nos abruma extrañamente en ambos casos, ya que lo que ocurre es extraño al orden establecido, al cual se opone esta violencia[12]

La transgresión, dice Bataille, es organizada, porque no se realiza por azar, sino por los ritos que ya había mencionado: la orgía, el matrimonio, la caza, etc. El erotismo a diferencia de la reproducción sexual es ritual y se realiza según momentos determinados que son culturales, no fisiológicos como la época de celo. La angustia de tener consciencia de este ritual que levanta las prohibiciones por un lapso, complementa la experiencia sagrada de la transgresión; ya que, si no se la sintiésemos, tal vez no tendríamos consciencia de la vida y la muerte. Seríamos indiferentes ante la muerte del otro y a la proliferación incesante de la vida. Sabemos que la vida y la muerte son complementarías y que todo lo que vive debe morir, y que no habría nuevos seres sin la muerte. Pero no nos quedamos en la mera angustia o en el mero temor de la prohibición, sino que se supera, y de esta superación sucede que nuestra consciencia se transforma en humana:

La angustia, al parecer, constituye a la humanidad; pero no la angustia sin más, sino la angustia superada, la superación de la angustia. Esencialmente, la vida es un exceso, es la prodigalidad de la vida. Agota ilimitadamente sus fuerzas y sus recursos; aniquila constantemente lo que creó. En ese movimiento, la muchedumbre que forman los seres vivos es pasiva. Y no obstante, en el extremo, queremos resueltamente lo que pone en peligro nuestra vida.[13]

9.8

La angustia y su superación es lo que nos conformó como humanos, lo que da fundamento al erotismo al alejarnos de la mera cópula animal[14]. El mundo del trabajo y la razón, dieron origen al erotismo imponiendo a la violencia la prohibición. Si no hubiera prohibición, no habría transgresión y por lo tanto, tampoco erotismo.

Después de retomar del discurso de Bataille sobre el erotismo, podemos ya comprender que la transgresión no es de cualquier norma o ley, sino sólo de aquellas prohibiciones que rechazan la violencia primordial. Entonces, no toda transgresión nos permite un acceso a lo sagrado, ni tampoco podemos justificar por cualquier deseo la transgresión. Lo prohibido para el erotismo tiene que ver con la violencia de la naturaleza, diferente de las prohibiciones morales posteriores que limitan la violencia racional del hombre. Aunque en toda prohibición posterior queda algo de las prohibiciones primordiales. Ahora bien, en la actualidad tenemos la pornografía como elemento transgresor, pero ¿la pornografía nos permite el acceso a lo sagrado?

La revolución sexual de que todos podemos disfrutar y tener derecho al goce sexual nos lleva a preguntar ¿la pornografía es erótica? Baudrillard nos dice, por un lado que el sexo en la producción capitalista nos pierde de la sexualidad misma. Ya no vemos el sexo como un elemento de vergüenza o pudor que tiene que ver con el miedo a la violencia natural[15], sino que la pornografía como producto busca la realización perfecta y microscópica del sexo que niega el aspecto real del sexo por una hiperrealidad de éste:

Ambigüedad insoluble: el porno pone fin mediante el sexo a cualquier seducción, pero al mismo tiempo pone fin al sexo mediante la acumulación de signos del sexo. Parodia triunfal y agonía simulada: ahí está su ambigüedad. En este sentido, el porno es verdadero: es el resultado de un sistema de disuasión social por alucinación, de disuasión de lo real por hiperrealidad, de disuasión del cuerpo por su materialización forzosa.[16]

La seducción podría ser una interpretación de lo que es el erotismo, pues guarda en cierto sentido la transgresión que nos lleva a la continuidad del ser que es lo no agotable por la razón en el discurso, o por otro lado que el cuerpo no se reduce al mero sexo anatómico, el goce, sino que en la seducción o erotismo hay algo diferente a la mero coito:

La ley de la seducción es, ante todo, la de un intercambio ritual ininterrumpido, la de un envite donde la suerte nunca está echada, la del que seduce y la del que es seducido, en razón de que la línea divisoria que definiría la victoria de uno, la derrota del otro, es ilegible —y de que este desafío al otro a ser aún más seducido, o a amar más de lo que yo le amo no tiene otro límite que el de la muerte. Mientras que lo sexual tiene un fin próximo y banal: el goce, forma inmediata de satisfacción.[17]

La pornografía se reduce al mero goce. Si la pornografía es transgresora lo es sólo en la medida que representa el sexo de la manera más cruda y sin limitaciones aparentes, pero también es un producto comercial y como tal está destinado a un público mayoritariamente masculino y heterosexual, así que la transgresión no es angustiante, sólo social o moral pero en un aspecto racional. Se transgrede, pero a la vez se acepta, ya que es un producto del mismo sistema económico político actual, así que no es una transgresión que vaya más allá de lo pactado por el sistema:

9.9

También en materia de sexo, la proliferación está cerca de la pérdida total. Ahí está el secreto de esta superproducción de sexo, de signos de sexo, hiperrealismo del goce, particularmente femenino: el principio de incertidumbre se ha extendido tanto a la razón sexual como a la razón económica[18]

En el erotismo, su transgresión no está predeterminada por el sistema. Si se filmará una película pornográfica en algún cine o teatro con otras personas, como representación de algo no habitual, se tendría que pedir un permiso para que se realizara. El erotismo sin tener que llegar a realizar esto, es un acto que no puede ser concedido por la sociedad, pues al ser una transgresión y ser realizado en forma ritual, es decir, ante ocasiones que levanten la prohibición, tiene su propia legalidad, La pornografía como trabajo tiene un orden establecido dentro de la sociedad, el erotismo no, tiene su propia legalidad que suspende digamos las leyes sociales. La pornografía es un espectáculo y como tal es público, es para que sea observado:

El voyeurismo del porno no es un voyeurismo sexual, sino un voyeurismo de la representación y de su pérdida, un vértigo de pérdida de la escena y de irrupción de lo obsceno. [19]

El porno debe ser visto y consumido sin esperar de él una respuesta erótica o seductora, por eso su obscenidad no es violenta como contraposición a la prohibición sino representación:

9.10

Sin embargo, la obscenidad no es el porno. La obscenidad tradicional aún tiene un contenido sexual de transgresión, de provocación, de perversión. Juega con la represión, con una violencia fantasmática propia. Esta obscenidad desaparece con la liberación sexual… (La nueva obscenidad que aparece con la liberación sexual) No juega con un sexo violento, lo que está en juego no es un sexo real, sino un sexo neutralizado por la tolerancia.[20]

El erotismo no es público, es personal. No sucede que para que algo sea erótico tenga que representarse ante otros. La orgía, que es una actividad transgresora de la prohibición del “no fornicarás” y del “no cometerás adulterio”, no se realiza para mostrarse al otro sino para experimentar en conjunto consensuado la omisión de las prohibiciones. Es una experiencia personal el erotismo, porque el individuo que se angustia, el que transgrede es uno mismo. La transgresión de la pornografía es la representación del sexo sin filtros, y su transgresión está mediada por las reglas de su producción: el sexo debe ser actuado de tal manera y los actores deben tener ciertas características. La transgresión está regulada y por lo tanto es pobre comparada con la del erotismo.

La sexualidad es el fundamento del erotismo y la pornografía, pero ambos son contrarios a la sola reproducción sexual, sólo que en la pornografía el goce es su fin y en el erotismo el placer es un medio para acceder a la continuidad del ser, a lo sagrado. A diferencia de la pornografía el erotismo no depende del coito para ser placentero. Sólo hay revisar la literatura erótica y observar que hay motivos eróticos que no dependen del coito. Hasta el Marqués de Sade que es uno de los escritores más polémicos en cuanto erotismo, no toma como principal objetivo describir sólo imágenes de coito: sus personajes gozan de todas las maneras posibles dejando la cópula como una parte de la totalidad erótica. Obviamente, la obra de Sade está más allá de nuestros límites, podría decir que su obra intenta expresar un erotismo tan violento como la misma muerte y la vida, pero para ello debe destruir la misma vida.

Por lo tanto, desde esta perspectiva la pornografía no puede ser erótica. Además, el objetivo de la pornografía es la satisfacción, no la experiencia angustiante del espectador que es lo complejo del erotismo. De cierta manera, a la pornografía no le importa ser erótica, ya que en la vida cotidiana en la primera relación o en la entrega de los amantes sí permanece cierto aspecto del erotismo mencionado por Bataille; la pornografía sólo busca la estimulación y el goce, no la experiencia transgresora, no le importa el juego de los amantes, sólo estimular.

A la pregunta del inicio ¿La pornografía enriquece nuestra vida sexual, o la empobrece? Por un lado la experiencia del erotismo no es empobrecida por la pornografía, pero tampoco la aumenta. La pornografía puede jugar un papel en el erotismo pero su finalidad no es erótica. Además, enriquecer nuestra vida sexual supone un aumento o mejoría de nuestra capacidad sexual que no se reduce al mero coito, entonces el erotismo si sería una experiencia enriquecedora que no se traba con las lógicas de producción y eficiencia en la que la pornografía se introduce por ser mercancía. Si el actor no rinde, o la actriz no es atractiva o deja de serlo se puede desechar o cambiar. Lo importante en el erotismo no es el resultado mercantil sino el juego entre la prohibición y la transgresión, y su realización que es lo sagrado: el juego entre amantes que es la entrega y la conquista, que es la superación de lo discontinuo, la apertura a la muerte.

Bibliografía

  1. Andreas-Salomé, Lou, El Erotismo, Colofón S.A. de C.V., trad. Mateu Grimalt, México, D.F., 2014
  2. Baudrillard, Jean, De la seducción, trad. Elena Benarroch, Cátedra, Madrid, 1981
  3. Bataille, Georges, El erotismo, trad. de Marie Paule Sarazin, Tusquets, México, 2013
  4. Bataille, Georges, Las lágrimas de Eros, David Fernández, Barcelona, 2007
  5. Fonseca, Rubem, Ella y otras mujeres, Norma, Bogotá, 2008
  6. Schopenhauer, Arthur, El amor, las mujeres y la muerte, A. López White, Editorial Edaf, S.A., Valencia, 2007

Notas

[1]El texto completo de Rubem Fonseca es el siguiente:
Tomé su mano, la puse sobre mi corazón, dije, mi corazón es tuyo, después puse su mano sobre mi cabeza y dije, mis pensamientos son tuyos, las moléculas de mi cuerpo están impregnadas de las moléculas del tuyo.
Después puse su mano en mi verga, que estaba dura, dije, es tuya esta verga.
Ella no dijo nada, me chupó, después chupé su vagina, ella se montó sobre mí, tiramos, ella se puso de rodillas, el rostro en la almohada, la penetré por detrás, tiramos.
Me tendí en el lecho y ella dándome la espalda se sentó sobre mi pubis, introdujo mi verga en su vagina. Yo veía mi verga entrando y saliendo, veía su culo rosado, que después lamí. Tiramos, tiramos, tiramos. Gocé como un animal agonizando.
Ella dijo, te amo, vivamos juntos.
Pregunté, ¿no está bien así? Cada uno en su rincón, nos encontramos para ir al cine, pasear por el Jardín Botánico, comer ensalada con salmón, leernos poesías el uno al otro, ver películas, tirar. Despertar todos los días, todos los días, todos los días juntos en la misma cama es mortal.
Ella respondió que Nietzsche dijo que la misma palabra, amor, significa dos cosas diferentes para el hombre y para la mujer.
Para la mujer, amor expresa renuncia, dádiva. El hombre a su vez quiere poseer a la mujer, tomarla, a fin de enriquecerse y reforzar su poder de existir.
Respondí que Nietzsche era un chiflado.
Pero aquella conversación fue el comienzo del fin.
En la cama no se habla de filosofía.
[2] Georges Bataille, El erotismo, p. 17
[3] Ibíd. p. 46
[4] Ibíd. p. 44
[5] Hay que tener en cuenta que para Bataille la experiencia de la muerte y la reproducción sexual como elementos violentos irracionales, son experimentales por la experiencia interior. Es decir, el sentimiento de que algo inaccesible a la razón nos afecta y determina, sin poder reducir esta experiencia a un discurso racional:
Tanto si se trataba de erotismo o, más generalmente, de religión, su experiencia interior lúcida era imposible en una época en que no se evidenciaba el juego de contrapeso entre lo prohibido y la transgresión, juego que ordena la posibilidad de ambos. Y además no basta saber que este juego existe. El conocimiento del erotismo, o de la religión, requiere una experiencia personal, igual y contradictoria, de lo prohibido y de la transgresión. Georges Bataille, El Erotismo, p.40
[6] Arthur Schopenhauer, El amor, las mujeres y la muerte, p.88
[7] Ibíd.p.44
[8] Ibíd. p. 72
[9] Lou Andreas-Salomé, El Erotismo, p. 98
[10] Véase en la obra de Bataille, El erotismo, el capítulo VIII Del Sacrificio Religiosos al Erotismo y XI El Cristianismo
[11] El sacrificio, si es una transgresión hecha a propósito, es una acción deliberada cuyo fin es el cambio repentino del ser que es víctima de ella…. Es deliberada como la acción de quien desnuda a su víctima, a la cual desea y a la que quiere penetrar. El amante no disgrega menos a la mujer amada que el sacrificador que agarrota al hombre o al animal inmolado. La mujer, en manos de quien la acomete, está desposeída de su ser. Pierde, con su pudor, esa barrera sólida que, separándola del otro, la hacía impenetrable; bruscamente se abre a la violencia del juego sexual desencadenado en los órganos de la reproducción, se abre a la violencia impersonal que la desborda desde fuera. Geoges Bataille, El Erotismo, p.96
[12] Georges Bataille, Las lágrimas de Eros, p. 32
[13] Georges Bataille, El erotismo, p.111
[14]La angustia elemental vinculada al desorden de la sexualidad es significativa de la muerte. La violencia de ese desorden, cuando el ser que la experimenta tiene conocimiento de la muerte, vuelve a abrir en él el abismo que la muerte le reveló. Bataille, El Erotismo, p.111
[15] Un oscuro atisbo de ello es lo que provoca la vergüenza espontánea y hondamente instintiva que las personas muy jóvenes y totalmente inocentes puede sentir ante la relación sexual; una vergüenza que no se debe ni a su inexperiencia ni a discursos morales bien intencionados, sino a la situación de que llos con su impulso amoroso buscaban la totalidad de sí mismos y que les perturba el paso de ahí a una parcial actuación corporal, lo mismo que si se tratara de la presencia de un tercero, de un extraño, algo así como si antes, muy poco antes, en el desvalido lenguaje de su anhelo, se hubieran hallado más cerca, más plena e inmediatamente cerca. Lou Andreas-Salomé, El Erotismo, p. 86
[16] Jean Baudrillard. Ibíd. p. 29
[17] Ibíd. 28
[18] Gergoes Bataille, opus. Cit. 111
[19] Jean Baudrillard. ibíd.p.34
[20] Ibíd. 34

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