Enfermedades ontológicas.

Enfermedades ontológicas.

Nietzsche a través del cine de Lars Von Trier

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“La difícil relación que entre lo apolíneo y lo dionisíaco se da en la tragedia se podría simbolizar realmente mediante una alianza fraternal de ambas divinidades:
Dionisio habla el lenguaje de Apolo, pero al final Apolo habla el lenguaje de Dionisio: con lo cual se ha alcanzado la meta suprema de la tragedia y del arte en general”
(Friedrich Nietzsche)

En el segundo capítulo de La historia de la belleza, libro que explora los significados y las formas del arte desde sus inicios, Umberto Eco nos invita a explorar el templo de Delfos. Este templo fue alguna vez el santuario griego más importante, dónde se tomaban importantes decisiones para el futuro de la sociedad basándose en las visiones del oráculo.

En su descripción, Eco describe el contenido de una de las paredes del templo. En esta podemos leer las cuatro reglas de vida planteadas por Zeus: “lo más bello es lo más justo”, “observa el límite”, “desprestigia la arrogancia” y “nada en exceso”,[1] acompañadas por la imagen del dios del templo, Apolo. Pero Eco remarca que en la pared justo frente a esta, existe la imagen de su dios hermano, Dionisio. Eco se pregunta sobre este juego de antítesis dentro de un recinto que durante mucho tiempo fue la cede del conocimiento y de las verdaderas intenciones de los dioses, y se cuestiona justamente eso: el llamarlas antítesis y no síntesis.

Antes de la llegada de Sócrates y Platón, y con ellos el distanciamiento de la razón y las pasiones, para los griegos era muy claro que la verdad y la profecía se encontraba en la comunión de ambos dioses. Por un lado, el orden de lo bello, los límites y los cánones, y por el otro, la armonía con las formas de la naturaleza, con el tomar vino como licor de la tierra, con la fiesta y la embriaguez. La verdad (representada aquí como profecía) se encontraba en la unión de ambos hermanos, de ambas deidades, en las formas visibles y las armonías inmateriales[2] que componen el mundo.

Siglos después de Sócrates, Friedrich Nietzsche, en sus exploraciones estéticas, busca retomar esta idea de comunión entre dos antítesis para dar con la idea de un ser trágico en perfecta armonía entre canon y pasión; celebrando así el pináculo de la existencia humana. Su teoría estética – y en cierta forma ética – sirvió como nuevo paradigma dentro del arte y la sociedad. La naturaleza había recobrado su lugar a lado de la razón.

Lars Von Trier ha explorado esta dualidad de los hermanos del Olimpo en su cine, retratándolo a través de personajes que viven la polaridad en la sociedad actual. Pero es en Melancholia (2011) en dónde mejor podemos ver representada el rango de actitudes apolíneas y dionisiacas hasta el límite en el que se convierten en patologías del ser; enfermedades que brotan ante la máxima de las afrentas del hombre: la muerte como algo inminente.

MELANCHOLIA DE LARS VON TRIER (2011)

MELANCHOLIA DE LARS VON TRIER (2011)

Lo apolíneo y lo dionisiaco

Aunque por un tiempo estuvieron separadas por un rango jerárquico, al igual que Apolo y Dionisio, la razón y la naturaleza son hermanas bajo la mirada del hombre. Las dos con cualidades únicas, las dos con virtudes y con deficiencias como todos nosotros. Las dos particulares, pero configuradas, una con el afuera, con el mundo que percibimos, y la otra con la forma en la que nos relacionamos con lo que percibimos.

Nietzsche entiende la relación entre ambas, apoyándose del arte como la representación más clara de esta antítesis estilística.[3] Lo apolíneo y lo dionisíaco lo podemos ver tejido en la materia que conforma la realidad. Lo tomamos del arte que crea el hombre para definirlo y poderlo impregnar en el nuevo paradigma social que se estaba presentado a finales del siglo XIX, una vez que el romanticismo le regresó al hombre la capacidad de poseer tanto razón como unión con las fuerzas naturales.

Apolínea 

A la razón la podemos encontrar en lo apolíneo. Al relacionar a Apolo en una cierta actitud, Nietzsche lo relaciona con la belleza y la verdad. Belleza en el sentido el cual es universal, que contiene ciertos atributos los cuales entran en cánones y que todos podemos percibir, o, mejor dicho, cánones que nosotros, como sociedad, impusimos a ciertos objetos para poder llamarlos bellos. Es todo lo que nos causa placer[4] pues entra dentro de la concepción de orden, de razón, de aquella verdad obtenible. Para Apolo:

“La «belleza» es su elemento: eterna juventud lo acompaña. Pero también la bella apariencia del mundo onírico es su reino: la verdad superior, la perfección propia de esos estados, que contrasta con la solo fragmentariamente inteligible realidad diurna, elévalo a la categoría de dios vaticinador, pero también ciertamente de dios artístico. El dios de la bella apariencia tiene que ser al mismo tiempo el dios del conocimiento verdadero”.[5]

Así, la actitud apolínea descansa en la perfección, pero una que nosotros podemos concebir como alcanzable. Lo apolíneo es lo idóneo, los sueños que tiene el hombre en los cuales su realidad y entorno se ajustan a la medida que él mismo establece.[6] El hombre se vuelve un artista de su propia realidad, de sus propias reglas que, al tratar de retomar en el plano real se vuelven las líneas sobre los cuales se edifica el orden pues a él mismo se le hicieron presentes, vaticinados como el futuro a las pitias en Delfos. Lo apolíneo es, de cierta forma, el deseo más profundo del hombre por alcanzar la perfección; perfección del hombre en su físico,[7] perfección en su estructura social, perfección en la aprehensión de la verdad.

IMAGEN 1. POLICLETO, DORÍFORO (450-440 a.C.)

IMAGEN 1. POLICLETO, DORÍFORO (450-440 a.C.)

Pero Nietzsche advierte que “la apariencia no solo engaña, sino que embauca”.[8] El llevar al extremo lo apolíneo y jamás tener a un lado la actitud dionisíaca provoca en el hombre sueños que no son lícitos. Una idea de orden que no existe pues finalmente, es solo un hombre. La naturaleza jamás flaqueará. Esta falta de poder crea en el hombre un fuerte sentimiento de angustia, ante lo cual Nietzsche escribe:

“El signo característico de esta «quiebra» de la que todo el mundo suele decir que constituye la dolencia primordial de la cultura moderna, consiste, en efecto, en que el hombre teórico se asusta de sus consecuencias, e, insatisfecho, no se atreve ya a confiarse a la terrible corriente helada de la existencia: angustiado corre de un lado para otro por la orilla”.[9]

Es el miedo a lo impredecible y a lo incontrolable lo que atormenta los sueños del ser apolíneo. Por mucho tiempo no se permitió sucumbir ante esto. Podemos verlo al pensar en los hombres de los siglos anteriores siempre representándose a nosotros como solemnes, hombres sin miedo que se enfrentan a la cicuta con temple. Ellos son los míticos, pero son el resto en los cuales encontramos la angustia.[10]

IMAGEN 2. JACQUES-LOUIS DAVID, LA MUERTE DE SÓCRATES (1787)

IMAGEN 2. JACQUES-LOUIS DAVID, LA MUERTE DE SÓCRATES (1787)

“De igual manera, nadie más que el socrático aspira a la mayor libertad posible frente al dolor: para eso utiliza tales conceptos, los cuales, en última instancia, lo aprisionan e impiden que la facultad intuitiva, además de defenderlo del mal, le permita cosechar, a través de las intuiciones, una continua y fluida iluminación. En fin, no logra la serenidad que busca ni la liberación que tanto anhela”.[11]

La enfermedad del ser apolíneo, él que busca la verdad y el control, es siempre saber que jamás la va a poseer completamente. Su angustia se demuestra cuando tiene el fin cercano; cuando sabe que nunca pudo completar el reto que se impuso desde un principio. Ante la muerte, la angustia se multiplica en vez de encontrar la calma. Llora, patea, implora; no comprende el fin porque se asume por encima de los sucesos y devenires de la naturaleza y jamás como parte de ella.

Claire representa lo apolíneo. Desde el comienzo de Melancholia, podemos ver dos cosas. Lo primero es que este es un personaje secundario, importancia que explicaré más adelante. Lo segundo, es que ella está en pánico; ella también llora, patea e implora. Claire, ante el cambio que estamos presenciando en el mundo, está fuera de sí y atemorizada. Podemos entender el interior revuelto de Claire a través de un autorretrato de Bacon,[12] donde las líneas de la angustia se salen de los márgenes de la piel para hacerse visibles. En Justine, en cambio, podemos ver el contraste: un personaje en calma y presentando una conexión con la naturaleza. No entendemos estos cambios en el mundo, hasta que descubrimos el porqué; la muerte anunciada a manos de un planeta en próxima colisión con la Tierra.

IMAGEN 3. FRANCIS BACON, TRES ESTUDIOS PARA UN AUTORRETRATO (1979-80)

IMAGEN 3. FRANCIS BACON, TRES ESTUDIOS PARA UN AUTORRETRATO (1979-80)

Ella tiene un papel fundamental en la cinta, ya que funge como la otredad y el complemento. La otredad referido a que por un lado tenemos a un personaje melancólico, Justine, y Claire, quien se encuentra en control siempre de sus emociones. Ella trata desesperadamente de que los horarios se cumplan, de que las formas sean las correctas ante la sociedad, de que una boda tenga actos que estén bien cumplidos para el beneficio de todos los invitados, y, sobre todo, de que su hermana encuentre paz y sea feliz. En cierta medida, Claire se sacrifica; su tiempo, su casa, su matrimonio, todo para que su hermana salga de la terrible tristeza. Cuando Justine regresa a casa, la pone a hacer actividades “normales” como montar a caballo, recoger bayas, comer pastel de carne; pero no acepta el estado natural de su hermana. No entiende el final de la humanidad a manos de algo que no tiene otra alternativa, no entiende la potencia de un planeta en camino a colisionarse y, al no aceptar esto, ni el estado de Justine ni que una boda tal vez no se lleve a cabo conforme a los horarios establecidos, hacen que en Claire bulla la angustia de la vida.

CLAIRE Y JUSTINE EN MELANCHOLIA DE LARS VON TRIER (2011)

CLAIRE Y JUSTINE EN MELANCHOLIA DE LARS VON TRIER (2011)

En lo apolíneo, “el dolor queda en cierto sentido borrado de los rasgos de la naturaleza gracias a una mentira”,[13] y la angustia se hace presente cuando esta mentira se hace visible. Así, ella también es el complemento del mundo. Ella es la representación de un lado de lo que debe configurar la perfección del hombre: “En dos estados, en efecto, alcanza el ser humano la delicia de la existencia, en el sueño y en la embriaguez”.[14]

En los ojos de Lars von Trier, Claire somos todos nosotros; aquellos fuera de la existencia aletargada del melancólico; la sociedad mesurada,[15] con sueños de perfección y control; lejos de poder escuchar las melodías místicas de la naturaleza, pues bloqueamos nuestros sentidos en busca de aquella verdad que nunca se podrá obtener en su totalidad.

CLAIRE EN MELANCHOLIA DE LARS VON TRIER (2011)

CLAIRE EN MELANCHOLIA DE LARS VON TRIER (2011)

Dionisíaca

En lo dionisiaco encontramos lo otro, el complemento de lo apolíneo. Si por un lado, el dios Apolo representa la visión de perfección, los sueños y las reglas para definir aquello que es bello, el dios Dionisio pide ir a tomar vino, vivir en embriaguez y en las fiestas.[16] Así, lo dionisiaco son las pasiones, es recuperar la naturaleza; “las fiestas de Dionisio no sólo establecen un pacto entre los hombres, también reconcilian al ser humano con la naturaleza”.[17]

IMAGEN 4. SILENO Y DOS SÁTIROS (S.I a.C)

IMAGEN 4. SILENO Y DOS SÁTIROS (S.I a.C)

Y así, dejando a un lado el “bello sueño”,[18] lo dionisiaco le recuerda al hombre de una característica perdida entre él, su entorno y todos los hombres. El estado dionisiaco le devuelve al hombre su esencia primordial, su conexión con la naturaleza y toda la paz y armonía que puede encontrar en esta.

Y es esta misma conexión con la naturaleza en donde el ser dionisíaco puede encontrar las puertas hacia la verdad del mundo, transfigurarlas a través de sus pasiones y sensibilidad y crear una interpretación de esta. Así, la actitud dionisíaca es la más presente en los artistas, los poetas y los músicos. Ellos son los que han “penetrado en la horrenda verdad”.[19] Ellos son quienes tienen un lenguaje interno tejido junto con la naturaleza y quienes pueden hablar sobre ellos mismos y esa conexión a través de sus obras. Son aquellos quienes retoman las notas de la naturaleza que solamente ciertas almas humanas pueden escuchar como vibraciones dentro de su propio cuerpo.[20] Son todos aquellos representados en las obras románticas, de hombres que anteponen sus pasiones a la razón. Los Werthers del mundo. Nietzsche hace hincapié en la música, como aquella armonía inmaterial que, al no tener una forma física, solamente se deja a las intuiciones; pero no a los sueños, a las intuiciones avivadas que se afinan con la embriaguez.

IMAGEN 5. CASPAR DAVID FRIEDRICH, CAMINATA AL AMANECER (1830-1835)

IMAGEN 5. CASPAR DAVID FRIEDRICH, CAMINATA AL AMANECER (1830-1835)

Estas intuiciones y esta embriaguez, cuando representan ante la supremacía del todo, producen en el hombre un terrible sufrimiento ante su propia existencia: “con la omnipotencia de su ser, penetra en los pensamientos más íntimos de la naturaleza, conoce el terrible instinto de existir y a la vez la incesante muerte de todo lo que comienza a existir”.[21]

La actitud dionisiaca recuerda al hombre de su propia mortalidad. Contrario a la angustia apolínea, el dionisíaco deviene en melancolía ante la realización de la muerte, pero no la suya, sino de la de todo aquello que lo rodea pues recordemos que la actitud dionisíaca es un pacto entre hombre y entorno. Al verse inmerso dentro de las venas y arterias de la naturaleza encuentra un sentimiento de mareo y nausea ante con el resto de la sociedad.

“El éxtasis del estado dionisíaco, con su aniquilación de las barreras y límites habituales de la existencia, contiene, mientras dura, un elemento letárgico, en el cual sumergen todas las vivencias del pasado. Quedan de este modo separados entre sí, por este abismo del olvido, el mundo de la realidad cotidiana y el mundo de la realidad dionisíaca. Pero tan pronto como la primera vuelve a penetrar en la consciencia, es sentida en cuanto tal como náusea: un estado de ánimo ascético, negador de la voluntad, es el fruto de tales estados. […] En la consciencia del despertar de la embriaguez ve por todas partes lo espantoso o absurdo del ser hombre: esto le produce náusea. Ahora comprende la sabiduría del dios de los bosques”.[22]

El ser melancólico puede voltear a ver al resto de sus compañeros, sus acciones, su desenvolvimiento, su trabajo y la forma en la que sufren de amor y no ver más que un teatro absurdo y sin sentido. Puede perderse dentro de esta náusea al saber que el hombre realmente no tiene ningún fin, que la sociedad, la política y la economía tampoco lo tienen; tampoco el arte y todas las cosas bellas. El melancólico, además de sufrir la desgracia de la verdad que le fue otorgada por la naturaleza, sufre al saber que la misma naturaleza también sufre. Al mismo tiempo, su melancolía le provoca un sentimiento de paz saber que el final mortal de todo no es más que un camino a seguir y un final seguro. Encuentra en la muerte la final serenidad. “La persona dionisíaca sufre más fuertemente y más a menudo que la apolínea, pues su capacidad de aprender de la experiencia es opuesta a la de su contraparte apolínea”.[23]

El sufrimiento de Justine no está ligado a la tristeza o confusión de sentir más que los demás, o sentirse fuera de lugar en una boda planeada con tanta precisión. Su sufrimiento está ligado a la melancolía, al sentir que la precisión planeada de su boda le transcurre atemporalmente, con saltos entre bailes y huidas al campo de golf. Pero la verdadera melancolía la podemos ver en la segunda parte de la película cuando también se presenta la angustia de su hermana Claire. Encontramos a una Justine sin capacidades motoras, sin hambre, ya que todo le sabe a ceniza. Justine, que aparentaba en su boda, se convierte en Justine a quien ya no le importan las apariencias y simplemente se deja al mundo. La presencia del planeta Melancolía le ayuda a encontrar esta conexión dionisíaca con la naturaleza y, mientras más se acerca el planeta y el fin del nuestro, ella más encuentra la paz y serenidad de la inminente muerte. Ella es quien se conecta con los rayos eléctricos, con los fenómenos fuera de temporada; Justine poco a poco recobra su compostura mientras que su hermana la pierde.

JUSTINE EN MELANCHOLIA DE LARS VON TRIER (2011)

JUSTINE EN MELANCHOLIA DE LARS VON TRIER (2011)

Von Trier aprovecha la primera secuencia de Melancholía para retratar el aletargamiento descrito por Nietzsche cuando se siente uno perdido dentro del éxtasis dionisíaco. Hablando desde lo plástico del largometraje, su decisión de prolongar el tiempo de un segundo a un minuto demuestra aquella pasividad con la que se vive la melancolía. Teniendo esto presente, podemos suponer cómo es que Justine siente y ve al mundo; la belleza de sus formas, la armonía de su movimiento el cual ahora es más notorio. Puede ver la sublimidad antes del final, haciendo que la misma muerte y fin sean algo de extremo éxtasis. Así pasa con lo sublime, cuando los sentimientos se convulsionan por la potencia y dinamismo de la naturaleza y quedamos suspendidos en el tiempo.[24]

JUSTINE EN MELANCHOLIA DE LARS VON TRIER (2011)

JUSTINE EN MELANCHOLIA DE LARS VON TRIER (2011)

Si Claire somos todos nosotros, Justine debe entonces ser la voz del autor, Lars von Trier. El juego de dualidad llega mucho más lejos que los personajes de la pantalla dónde una representa a Apolo y otra a Dionisio. La dualidad es del autor y del espectador, en una especie de aleccionamiento sobre la vida vivida de von Trier, un artista que nos demuestra a través de su cine y, específicamente, en Melancholia, lo ridículo que son las formas del hombre, las etiquetas sociales y la moral hipócrita. Nos describe su propia visión de la melancolía y la angustia (dos enfermedades que conoce y vive). Propone a un ser que, en conexión con la naturaleza, encuentra un sentido de vida, sin miedo a la muerte, sin las ataduras de las convenciones sociales. Una mujer que gracias a su depresión y progresión hacia la melancolía tiene un mejor entendimiento de las formas en las que opera el mundo. Así como Durero interpretó la melancolía con la descripción de la naturaleza a través de formas geométricas,[25] Justine y von Trier también le encuentran un sentido y entendimiento al mundo a través de lo dionisíaco.

IMAGEN 6. DURERO, MELANCOLÍA I (1514)

IMAGEN 6. DURERO, MELANCOLÍA I (1514)

“Con el ánimo estremecido por la angustia, el hombre trágico se impone a lo dionisíaco a través de lo apolíneo, encontrando el triunfo de la existencia a través del exuberante sentimiento de la vida. En otras palabras, la persona trágica reconoce el fondo de sufrimiento que compone a la existencia humana, pero la dota de la bella forma para hacerla, más allá de llevadera, digna de vivirse”.[26]

Trágica

El ser trágico es aquel que emana de la naturaleza, abraza la vida y la retoma los cánones reescribiéndolos a través de un elogio a la tragedia que es vivir. Justine, de esa forma, se convierte en nuestro héroe trágico. Además de ser la representación de la melancolía y la existencia dionisíaca, también representa la superación de esta, encontrando la belleza en todo aquello que tiene escrito la muerte.

Y así como la película está permeada de objetos y significados, también lo están sus personajes, intenciones y acciones. Mencionamos que Justine es la representación de la melancolía y el dolor que siente el director Lars von Trier, quien presenta estos sentimientos de cierta forma romántica para sobrellevar una vida cuyo punto final es mortal. Von Trier invita a tomar baños de luz con esa melancolía, a abrazar ese sentimiento de dolor y pérdida que poco a poco dará esclarecimiento a las verdaderas intenciones de la naturaleza. Pero nos pide también que no dejemos a un lado lo apolíneo, los cánones de belleza para poder comunicar las armonías que podamos llegar a escuchar.

MELANCHOLIA DE LARS VON TRIER (2011)

MELANCHOLIA DE LARS VON TRIER (2011)

“Encarar la vida de un modo estético, así visto, es una forma de «ética profunda», en la que el sentido viene dado por una aproximación artística personal que implica el reconocimiento de la mesura como forma de ordenar el exceso: la vida es un caos desbordante, en el que se necesita la mesura impuesta desde lo humano para el logro de la existencia saludable. El reconocimiento de la síntesis trágica implica aproximarse a la embriaguez dionisíaca e integrarla a través de la bella forma apolínea. De este modo se logra la ampliación de los límites de la existencia”.[27]

Regresando a aquel santuario griego, recordemos los procesos que ahí se llevaban acabo y bajo los ojos de quién. Buscando las profecías de la naturaleza y el destino inscrito por los dioses, las pitias eran sometidas a humos, vapores y venenos que las alejaban del mundo apolíneo, trasgrediendo las barreras de la naturaleza en un trance a través del cual les era posible ver a través de la luz solar de los dioses. Luego, sus palabras eran interpretadas en palabras mortales, obteniendo así conocimiento sobre el presente y el futuro que es incierto para los demás. Hay un último elemento en Melancholia que retoma las escenas de Delfos. En la boda, hay un envase el cual tiene frijoles. El que acierte o se acerque a la cantidad de frijoles, gana un premio. El total se lo hacen saber solamente a Claire. En la segunda parte de la película, y tiempo después, Justine le confiesa que ella sabe que había 678 frijoles; que ella «sabe cosas», también sabe qué fin le depara a la Tierra. En la unión dionisíaca del hombre con la naturaleza, al hombre se le obsequian los ojos de la verdad, los cuales debe interpretar bajo la mesura de Apolo.

Nietzsche y von Trier invitan a abrazar al hombre trágico como aquel que posee un mejor entendimiento de la existencia pues él es quien ha sufrido y entiende mejor las enfermedades ontológicas, y quien ha despertado de ellas, asumiéndose como hombre en conexión con la naturaleza y con la sociedad. Es el hombre que salió de la melancolía y se antepuso ante la angustia. Entendiendo estas patologías, y entendiendo así con más honestidad el entorno, entonces el hombre puede hacer frente a la vida. De esta forma, la estética apolínea y dionisíaca se convierten en una forma de encarar la vida, en una ética social que nos ayuda a tener una mejor comunicación y entendimiento entre nosotros, los seres humanos, y con el entorno y las fuerzas naturales.

MELANCHOLIA DE LARS VON TRIER (2011)

MELANCHOLIA DE LARS VON TRIER (2011)

Bibliografía

  1. NIETZSCHE, F. W. El nacimiento de la tragedia. Madrid : Alianza, 2012.
  2. ______________ (1870) «La visión dionisiaca del mundo» en El nacimiento de la tragedia. Madrid; Alianza, 2012
  3. RIVAS, C. Lo dionisíaco y lo apolíneo como elementos configuradores de lo humano. (Una lectura de “El nacimiento de la tragedia” de Nietzsche). Revista Logoi No. 3. 2000.
  4. KRISJANSEN, I., & PAPADOPOULLOS, C. (2015). Nietzsche’s Ausgang: Dissolution and Identity in the Cinema of Lars von Trier. Studies In European Cinema, 12(1), 46-59. doi:10.1080/17411548.2015.1010310
  5. KANT, Immanuel. (1790) Crítica del Juicio. Madrid: Tecnos. 2011.
  6. ARISTÓTELES. El hombre de genio y, La melancolía. Barcelona: Acantilado. 2009
  7. ECO, U. History of Beauty. EE. UU.: Rizzoli (2008)
  8. AVILA CRESPO, R. Identidad y tragedia : Nietzsche y la fragmentación del sujeto. Barcelona : Critica, c1999.
  9. BARRAGÁN MARTÍNEZ, Ó. Filosofía como política, fabulación y cine. Nietzsche, Bergson, Nancy y Deleuze. 2012
  10. SMUTS, A. (2009). Film as Philosophy: In Defense of a Bold Thesis. Journal Of Aesthetics & Art Criticism, 67(4), 409-420.
  11. SÁNCHEZ, E. C. Nietzsche a través del cine.
  12. VÁSQUEZ TAMAYO, C. (2005). EL ARTE DIONISIACO: Anotaciones sobre el arte en algunos escritos póstumos de Nietzsche. Estudios de Filosofía, (31), 65-82. Recuperado en 03 de mayo de 2016, de http://www.scielo.org.co/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0121-36282005000100005&lng=es&tlng=es.

Filmografía

  1. TRIER, L. V. (Director). (2011). Melancholia [Largometraje en DVD]. Dinamarca, Suecia, Francia, Alemania: Zentropa Entertainments.

Notas
[1] Eco, Umberto. History of Beauty. Apollonian and Dionysiac. P. 55
[2] Eco, U. Ibídem. P. 56
[3] Nietzsche, F. La visión dionisíaca del mundo. P. 280
[4] Kant, I. Analítica de lo bello. P. 133
[5] Nietzsche. Ibídem. P. 281-282
[6] ídem. P. 293
[7] ver Imagen 1
[8] ídem. P. 282
[9] Nietzsche, F. El nacimiento de la tragedia. XVIII. P. 182
[10] ver Imagen 2
[11] Rivas, C. Lo dionisíaco y lo apolíneo como elementos configuradores de lo humano. P. 142
[12] ver Imagen 3
[13] Nietzsche, F. Ibídem. XVI. P. 167
[14] Nietzsche, F. La visión dionisíaca del mundo. P. 280
[15] ídem. P. 295
[16] ver Imagen 4
[17] ídem. P. 282
[18] ídem. P. 292
[19] Nietzsche, F. El nacimiento de la tragedia. VII. P. 95
[20] ver Imagen 5
[21] Nietzsche, F. La visión dionisíaca del mundo. P. 292
[22] ídem. P. 297 – 298
[23] Rivas. Lo dionisíaco y lo apolíneo como elementos configuradores de lo humano. P. 145
[24] Kant, I. Analítica de lo sublime. P. 161–184
[25] ver Imagen 6
[26] ibíd. Rivas, C. P. 151
[27] ídem. P. 157

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