I
Esta reflexión tiene el propósito de abrir posibilidades para trazar una nueva ruta de sentido a un aspecto notable del desarrollo de una actividad humana integrada en la vida cotidiana (entendiendo ésta como el flujo y reflejo del intelecto y de la sensibilidad), me refiero al campo literario y a la pregunta por la relevancia del cuerpo y las emociones no como fuente de inspiración, como escribiría Benjamin sobre la experiencia en “Pequeña historia de la fotografía”, sino como un modelo para narrar historias.[1]
El cuerpo y las emociones son nociones que se han pensado (tanto por vivencia como gnoseológicamente hablando) durante varios años desde diferentes construcciones. No obstante, el recorrido por el pensamiento de estas nociones en el presente trabajo sería un exceso y aportaría más confusión al momento de proponer una forma de lectura de los discursos literarios, por ello, y con el propósito de prestar atención a nuevas estructuras poético-narrativas, propongo una revisión tangencial, pero significativa de las aportaciones del filósofo francés Jean-Luc Nancy en 58 indicios sobre el cuerpo y Corpus, frente a la construcción poética de Operación al cuerpo enfermo de Sergio Loo. Con ello, pretendo explorar dos aspectos importantes para el campo de lo literario; por un lado, pensar de una manera distinta la expresión de una experiencia basada en su raíz de viaje o vivencia, lo que atraviesa el cuerpo y lo transforma; por el otro hacer una lectura de la representación de dicha experiencia partiendo de lo atravesado, es decir, del cuerpo.
Aunque es cierto que el cuerpo es algo exterior al mundo, nada menos conocido, porque el cuerpo puede relacionarse con el mundo y experimentarlo, pero nunca podrá relacionarse consigo mismo, su definición precisa no está perpetuada, tampoco su significado último, sino que se des-cubre. Su sitio en este limbo de nociones permite pensar sus prácticas, en tanto que es materialidad, y su tiempo, en tanto que experimenta las cosas (el mundo) y los afectos.[2]
El cuerpo, comúnmente asociado con el sujeto, por su capacidad de experimentar el mundo racional e ingenuamente, en realidad se encuentra atrapado en las tensiones que se forman entre las diferentes nociones de sujeto cognoscente o racional. Por consiguiente y para leer nuevas estructuras de relatos es importante pensar el cuerpo como campo no sólo metafórico sino como espacio de acontecimientos (experiencias); en este sentido, su vivisección es primordial para aportar nuevos sentidos, establecer nuevas tensiones (relaciones) y nuevas morfologías de significado.
La estructura de la vivisección, por lo tanto, es consecuente en el libro Operación al cuerpo enfermo publicado póstumamente en el 2015 por ediciones Acapulco. Respecto al autor, Sergio Loo, fue diagnosticado con un tumor cancerígeno en la pierna en el 2011, en el mismo año su primera novela House. Retratos desarmables fue publicada, en ella la línea isotópica hace referencia al cuerpo en movimiento; un año después, en el 2012, se publica su poemario Guía Roji, en el que el yo poético se expresa como un cuerpo caminante; en 2014 Postales desde mi cabeza, último libro publicado en vida, en el que la isotopía del viaje es un eje central para recuperar las instantáneas al interior del cuerpo. La constante del cuerpo en su obra revela la importancia de éste en la poética de Loo. Su producción poética y literaria se mantiene en movimiento generando ella misma una tensión (relación) entre la representación y la expresión basada en el registro de la experiencia de un cuerpo que se transforma poco a poco en otro: El cuerpo enfermo.
II
Operación al cuerpo enfermo es un libro compuesto por 139 relatos poéticos escritos con la forma aforística de la tradición clásica griega heredada por Heráclito e Hipócrates, ya que cada uno va de la gnosis al síntoma proyectando lazos comunicantes entre sí.[3] Entre las composiciones narrativas y poéticas se relata la experiencia del cuerpo y la experiencia en el cuerpo. Describen estados de la mente y del cuerpo en su circunstancia de enfermo. “Estar enfermo es ser un enfermo: unas lindas vacaciones a tu sana identidad” (relato número 13) u “Oncología: véase problemas. En los brazos tengo unas bolitas de grasa, las membranas de mis manos son particularmente grandes, los lóbulos de mis orejas no están del todo desarrollados…” (11). Otro ejemplo de la forma aforística relacionada con los aforismos anatómicos o médicos hipocráticos es:
“El sarcoma de Ewing» es más frecuente en hombres, presentándose usualmente en la infancia o en la juventud, con un pico entre los diez y veinte años de edad. Treinta por ciento de los afectados tienen una presentación franca. Los pacientes frecuentemente experimentan dolor óseo intenso”. (22)
La relación entre la forma aforística relacionada a Heráclito e Hipócrates se hace posible por el uso anatómico del lenguaje que adopta el autor para hablar del cuerpo y de sus diferentes estados deformatorios. Cada fragmento es encabezado por un título que corresponde al nombre de las partes del cuerpo humano: “Tabique Nasal. Abro los párpados: médicos. Cierro los párpados: médicos. Han entrado en mi cabeza también. Realizan la cirugía en todas partes.” (24) o “Intestino delgado (duodeno). La prótesis, lo artificioso, materiales ajenos, pero diseñados para lo que llamamos normalidad. Ejemplo: las caricias, llenas de intensiones resanadoras” (24).
Este modo en el que el autor usa el aforismo al estilo hipocrático (en tanto que es médico) se transforma o reconfigura de acuerdo con la intención comunicativa del discurso: expresar que lo externo (cuerpo) no es simplemente exterior ni extraño a la lo interno (pensante), sino que es su lugar de ejercicio, el ejercicio mismo. Por ejemplo, en: “Los cirujanos saben cómo funciona mi cuerpo, no lo que quiere.”
Es importante agregar que la forma aforística con la que se construye el libro, puede apreciarse como un subgénero o más bien una variante de la forma poética epigramática, sobre todo si consideramos el modo en poetas contemporáneos como Fernando Pessoa o Antonio Machado exploran el potencial lírico de esta forma. [4] Si bien es cierto que el epigrama es una forma poética que se define por su concisión, otros son considerablemente largos como en Operación al cuerpo enfermo. Llama la atención la sensibilidad y a veces crudeza con la que Sergio Loo expresa la degeneración crónica causada por una enfermedad letal, pero más el hecho que haga uso de un tono a veces elegiaco, otras irónico y las más de las veces escatológico proporcionando un ritmo singular a la narración poética del libro:
“Gemelos derechos
Mi cuerpo se escapa de mí en un descuido. Va rumbo a Pedro. Se corta: ése, su primer obsequio. No lo que le va a entregar, sino lo que se está cercenando para gustarle, para que le sonría. Adiós al brazo derecho con el que dibujo lo que pienso. Nervioso, como un adolescente ajustando su peinado para la gran cita. Se rebana lo que le puede desagradar, el lado negativo que hundiría su futura relación en un bosque oscuro, lleno de intercambios inconexos, un precio injusto que amarga la boca. Adiós al humor dentado de un solo corte, fino, casi quirúrgico. Prevé al arrancarse en partes, al protegerle de antemano con esta navaja que se le mete. Adiós a las nubes. Envidia, odio, rencor caen al suelo, pétalos de margaritas: me quiere, no me quiere, para que me quiera, para que le guste. Está nervioso. Pedro le aguarda. Los doctores en quirófano notan cambios en el ritmo cardiaco. La respiración se agita. Disyuntiva de mi cuerpo: no sabe qué hacer con la esperanza, esa traidora de buenos ojos y dulces consejos. Así que le arranca de tajo las piernas, las manos y la mandíbula para que se quede sin contarle sus ideas. Suspira. Ha tasajeado de él lo indeseable, lo izquierdo, lo que tenía colmillos, la parte enferma, la zona viva. Rumbo a él, sangrante carnicero, va”. (33-34)
III
Los 139 relatos poéticos de Operación al cuerpo enfermo describen el registro del proceso de diagnóstico y evolución de un tumor cancerígeno en la pierna, un sarcoma. El yo poético se desdobla en una voz que no se reconoce más que con el uso de la primera persona y en Pedro, aunque después, por el uso del lenguaje, nos percatamos de que esa voz que habla de sí mismo y de Pedro como una misma persona es la corporalidad, es decir, el cuerpo, desprendido de Pedro para volverse propio o común a Pedro: “Me llamo cuerpo: la contradicción entre lo que es y desde donde hablo.” P62 El cuerpo, por lo tanto, también es un lugar y tiempo de expresión: “Érase una vez un cuerpo: el mío. Él y yo: ensamblaje incierto en el contexto urbano.” (73)
Cecilia es una figura, otra corporalidad que se integra al relato o en el relato para contar la historia del cuerpo deformado por el sarcoma. Cecilia es importante para Pedro y su cuerpo, importante porque el cuerpo de Pedro recuerda el tiempo en que la conoció, en “estado imperfecto: vivo. Diecisiete años, Joy Division en la playera, pantalones rotos, botas negras. Ganas de no estar aquí.” (9). Pero la historia de Cecilia es otra, paralela y tangencial que se va descubriendo también como corporalidad deformada, aunque su cáncer es de otro tipo:
“Cecilia es biológicamente mujer, biomujer; por ello, debe tener hijos, le indica, no su cuerpo, que ya está harto de sus ideas y sus discursos[…] sino del otro cuerpo en donde ella está inserta: la sociedad. De no procrear, Cecilia será una célula anómala: cáncer”. (14)
Dicho lo cual, es posible aseverar que la narración de cuerpo o de los cuerpos en el libro, hace sentido desde tres formas: desde el cuerpo enfermo (biológica), el cuerpo y la experiencia (desde los afectos) y el cuerpo social. Estos tres modos de configurar el cuerpo postulan, a su vez, una posición desde la cual se narra el cuerpo. Más allá de la intención inmediata y primera de los relatos poéticos de dejar un registro autobiográfico de la experiencia de la enfermedad, se puede apreciar el subtexto de los afectos y su relación con el mundo exterior desde la materialidad corporal que permite que tales afectos se desarrollen y se expresen a través del lenguaje. Este componente resulta más allá de relevante, revelador. Pues nos permite pensar el cuerpo desde los afectos del afuera para constituirse en un “adentro” en un cuerpo reconocido, propio, común al yo poético.
La línea isotópica, después de esto, se desvela en los temas del cuerpo, el síntoma, la anatomía, y los afectos que, en gran medida, conforman la experiencia de la mente a través del descubrimiento del dolor, el sufrimiento, el malestar, la angustia, el miedo, la incertidumbre y la agonía. Esto lleva a hablar de la estructura: compuesta, como ya mencioné de 139 relatos poéticos, titulados con los nombres anatómicos del cuerpo. Operación al cuerpo enfermo abre, entonces, la narración poética con una entrada en forma de diario “6 am en ayunas. Visto sábanas viejas de hospital; rasgadas, rotas.” La entrada sugiere un relato provisto tanto de imágenes como de acción: “Me llevan en camilla al quirófano. Martes. Puertas, pasillos, puertas, pasillos. Luces. Llegamos. Me dicen que suba a la charola, que me acueste de costado y abrace mis piernas.” (7). El ritmo de la narración queda sujeta a las imágenes (sustantivos), concatenaciones y el uso frecuente del indicativo.
IV
Sobre el relato. Éste se narra de manera fragmentaria, no lineal. La historia del cuerpo enfermo de Roberto empieza con la extirpación del sarcoma de la pierna. El cuerpo desconoce lo que le sucede, pero percibe los cambios, y hasta no conocer el nombre de su enfermedad es que empieza a percibirse él mismo desprendido de Pedro. El acontecer de la enfermedad comienza, metafóricamente, en la región Occipital:
“El cuerpo de Pedro es una historia antropométrica. Su belleza no reside en los elementos, sino en la armoniosa proporción que mantiene un dedo con otro dedo con otro dedo con otro dedo con otro dedo hasta formar la mano y la otra mano y la otra mano. Todos los antebrazos, los muslos, sus nalgas. El ritmo con que desplaza su musculatura, carnosidad llamada vida”. (8)
No es gratuito que la narración sobre el cuerpo enfermo empiece con esta región. El lóbulo occipital es definido como el centro del sistema visual de la percepción. Toda la información que llega a esta zona es enviada a otras áreas cerebrales especializadas en la identificación, por ejemplo de las palabras, la discriminación del color, del espacio y del movimiento. Por lo tanto, que Sergio Loo nos presente el cuerpo de Pedro desde la zona occipital como una “carnosidad llamada vida” nos hace ya una advertencia: que Pedro es percibido por y en cuerpo, no por su sanidad sino por su deformidad causada por el sarcoma que invade su pierna.
Entre el registro de la experiencia del cuerpo invadido por el sarcoma, se intercalan narraciones inconexas sobre la relación de Pedro, el yo cuerpo de este y Cecilia. Son fragmentos que se muestran como imágenes recuperadas de momentos pasados, recuerdos, sobre el afecto hacia Cecilia, dominado, casi siempre por la incertidumbre, el asco, el dolor y el sufrimiento.
“Cecilia y yo. Los cuerpos que fuimos, las imágenes fotográficas irrepetibles. Cecilia y yo besándonos desde adentro de dos cuerpos con los ojos cerrados como si la imagen misma perpetuara lo que estábamos pensando y sintiendo durante ese flash, ese negro, esos labios”. (22)
Así, la historia de la enfermedad de Pedro es contada por el cuerpo de Pedro que, como escribe Jean-Luc Nancy en 58 indicios sobre el cuerpo tanto cuerpo y mente deben separarse (desviarse) para reconocerse, extrañarse, como propios. Entonces la historia del cuerpo enfermo de Pedro es contada por el propio cuerpo enfermo de Pedro, separado de él, extrañándose, describiéndose a él y a Pedro e inscribiéndose, al mismo tiempo:
“La historia de Pedro es la historia de la gente contra el cuerpo de Pedro. Un racimo de punzadas que atraviesa el cuerpo de Pedro desde varias perspectivas: alfiletero o mártir […] Le configuraron y reconfiguraron el sistema nervioso según políticas internacionales. Pero la elasticidad de sus huesos no podía más […] Por eso lo traje conmigo. Por eso hubo que extraerle el cuerpo y traerlo aquí, al cuerpo”. (14)
Pero después de que el cuerpo narra la historia de Pedro y del cuerpo enfermo de Pedro, vuelven a ser Pedro. Entonces la narración asume el relato desde la primera persona:
“Esta es la historia de mi enfermedad. Apropiación del enemigo. Acogimiento. Ésta es mi historia estando enfermo: soy un enfermo. El doctor de blanco salvaje, alto, de mirada generosa, localiza y marca el tumor. Mi tumor, tan mío como mi cabeza o mis pulmones, que quizá más lentamente, pero también me quieren matar”. (22)
Es el cuerpo, pues el que se inscribe como materialidad de vida, descubrimiento de la vida de Pedro, así como Pedro es descrito como consecuencia viva, aún, de dicho descubrimiento. Pedro, es pues el testimonio que el cuerpo enfermo de éste deja dibujado. Pero como el cuerpo, siguiendo a Jean-Luc Nancy “es material, es denso, es impenetrable, sise lo penetra se lo disloca, se lo agujerea, se lo desgarra”, entonces, se sirve de otra materialidad distinta, ajena a él, pero constituido gracias a él: el lenguaje. A través del lenguaje, el cuerpo enfermo de Pedro se apropia de su ego sum:
“Cuando digo: «Yo estoy aquí», hago que la voz hablante coincida con mi persona: me hace «persona» «hablante» «inserta» en un «marco» «espacio-temporal: «aquí» y «ahora». Es decir, asumo este «entorno» como «presente». «El sarcoma de segundo grado en la pierna izquierda ha invadido mi lenguaje, la visión de mí y de mi entorno». Es decir: lo que sucede, sucede en el lenguaje, me digo y cierro los ojos. Lo que «sucede» «es» «lenguaje», me digo y cierro los ojos. Cerrar los ojos a lo que sucede: el lenguaje oscuro de no parpadear”. (30)
La historia del cuerpo enfermo de Pedro es narrada a partir del propio cuerpo, contenido y constituido por el lenguaje, a pesar de ser otra materialidad. Conocemos a Pedro a través de la voz de su cuerpo enfermo, sabemos de sus recuerdos, por las sensaciones expresadas por los afectos frente a la extrañeza de su entorno y cómo éste modifica sus modos de actuar y camia su desenvolvimiento en el mundo.
“Pedro piensa que cuando la gente detecta esos movimientos suyos, esa ligera flexibilidad de su cuerpo, amanerado, inmediatamente descubren, no tanto su sexualidad, sino la misma imagen de él […] Pedro, te quedaste a dormir conmigo y se provocó la enfermedad, el desequilibrio, la mutación de dos entidades en una sola: nosotros”. (37)
También habla de su relación con Cecilia: “Me conoció en un tiempo y estado imperfecto: vivo.” P9 Habla sobre la extrañeza del invasor: “Pensaba que era un músculo. Pensaba que un músculo se puede desarrollar sin que implique un problema de salud” Y habla sobre su reconocimiento en el extrañamiento: “Dibujo a Pedro en uno de los muros. Mi trazo me delata. Mi trazo soy yo. El dibujo soy yo y es la figura de Pedro a la vez. Mezclados.” (10).
Entonces, el cuerpo enfermo habla su historia, en el extrañamiento de saber que está sujeto e ideado por el lenguaje con el que se inscribe en un lugar de enunciación: enfermedad. “Esta es la historia de un sarcoma en mi pierna izquierda que casi me rompe el fémur. Ésta es la historia de mi cuerpo desnudo siendo operado, abierto, anestesiado y zurcido para sanar.” (17)
Pero la enfermedad ha logrado ser irreversible. “Echa raíces al futuro y, por tanto, al pasado. Expropiación del punto focal: la misma historia narrada desde mí mismo pero otro protagonista: la nueva vida a partir de estar enfermo.” (35) y es ella la que obliga al cuerpo enfermo a enunciar distinto, a inscribirse de otra manera en la historia de Pedro, a partir del afecto y de la abolición de la representación discursiva autoimpuesta por la sanidad. Porque la sanidad no es reflejo de lo bueno, sino de lo desconocido, no como la enfermedad, sitio del decir: “Pudiera ser que el lenguaje fuera una enfermedad para el silencio, manchitas que carcomen la espesura del blanco. La muerte como un silencio conciliador. La enfermedad, una pequeña tregua.” (37) Y entonces, se pregunta: “¿Pero estar enfermo no es la reiteración de estar vivo, doblemente vivo?” (47).
Hacia el final de la historia, es decir, hacia el ocaso de la vida, el cuerpo enfermo de Pedro, en un intento por volverlo imagen, lo dibuja para perpetuar su experiencia a través del dibujo hablante o hablado. El dibujo de la palabra que busca esculpir la existencia efímera de un cuerpo hablante, sintiente:
“Pedro está enfermo, muy grave. Me siento en una silla que coloco junto a su cama, apoyo la libreta sobre mis piernas e inicio mi trabajo: traslado mi visión a signos: 1 cama, 1 Pedro enfermo, 2 pantuflas. Él me mira y mira la forma en que lo aspiro, lo vuelvo escritura. Letra tras letra doy testimonio de lo que sucede. En este justo momento él trata de leer esta oración. Me mira sin saber que inútilmente lo rescato, que estando frente a mí lo guardo en un cajón del universo al transcribirlo. Aunque probablemente se traspapele y no lo podamos recuperar. Me mira. Yo lo escribo y lo describo con casi la misma velocidad con la que él va internándose en el hormiguero de su cuerpo marchito. Escribo: Me voy con él”. (43)
V
Operación al cuerpo enfermo marca una distinción puntual de las formas normales de enunciación del ego. Sergio Loo dibuja un cuerpo envuelto en el pensar, pero no de una manera estable o concreta, sino que el cuerpo que propone Loo está situado sobre la tensión paradójica de su desenvolvimiento.
Por su exterioridad, el cuerpo de Pedro se encuentra expuesto, pero esta exposición lo convierte en lo extraño al espíritu (alma, mente) que, gracias al lenguaje, se inscribe en la intimidad del yo que le permite relacionarse consigo mismo así como con el mundo. Estas tensiones (relaciones) entre lo extraño y lo íntimo (adentro y afuera) son tensiones recíprocas indisociables y son primordiales para la constitución de lo íntimo. Por lo tanto, Pedro, en Operación al cuerpo enfermo, es un cuerpo que constituye el Cuerpo enfermo que le da sentido al Un (identitario).
Ya Foucault respondía al fenómeno del cuerpo a partir de la transitoriedad de sus cambios y transformaciones que surgen como consecuencia de las múltiples relaciones que establece tanto en su interior como respecto a su entorno. En Vigilar y castigar, alude a estas tensiones (relaciones) y expresa que no son estables, sino que mutan a partir de su propio movimiento y lo convierten (al cuerpo) en un espacio o campo de tensiones necesarias que lo constituyen y lo atraviesan.
Es decir que un cuerpo está lleno de otros cuerpos, “pedazos, órganos, piezas, tejidos, rótulas, anillos, tubos, palancas y fuelles. También está lleno de sí mismo: es todo lo que es” expresa Jean-Luc Nancy en 58 indicios sobre el cuerpo. En este libro escribe describe, aforísticamente, lo que sujeta y a lo que está sujeto el cuerpo. Desde la inmaterialidad del cuerpo hasta la yuxtaposición de cuerpos para constituir un cuerpo.
Lo significativo de estas ideas frente a Operación al cuerpo enfermo es que atraviesan una línea constante de sentido que define el descubrimiento del cuerpo como un contorno. El modo en que Jean-Luc Nancy materializa los indicios sobre la idea de cuerpo, definen por sí mismas, cada una y en su conjunto una narrativa ya no sobre el mundo, sino sobre una realidad (en tal caso de la dermis). “Pedro, tu vulnerabilidad es el paisaje, mi paisaje endérmico al que mi tacto va.” (50).
Otro de los indicios que presenta Jean-Luc Nancy es la tesis número 12:
“El cuerpo puede volverse hablante, pensante, soñante, imaginante. Todo el tiempo siente algo. Siente todo lo que es corporal. Siente las pieles y las piedras, los metales, las hierbas, las aguas y las llamas. No para de sentir. Sin embargo, la que siente es el alma. Y el alma siente, en primer lugar, el cuerpo”.[5]
Esta premisa cumple o más bien urge Pedro al cuerpo enfermo dejar de sentir, pero sustituye la palabra «decir» por «sentir», como si significaran lo mismo. “Deja de decir cuerpo. Cuerpo, deja de decir.”61 Es un intento de eliminar la distancia entre la escritura y el sujeto que se inscribe en ella, proponiendo nuevas morfologías y organizaciones de los sujetos en el lenguaje, convirtiéndolos en un corpus, sustrayéndolos del horizonte biológico del organismo para entregarlo al horizonte del acontecimiento, implica dejar de pensar el cuerpo como la base de una finalidad separada de sí mismo.
En este sentido, la finalidad ya no está en función de un cuerpo-post-orgánico o in-orgánico dirigido a un fin transcendente, sino que lo que le acontece sucede como evento extra y ordinario que lleva inscritas las diferencias: el cuerpo existe contra el tejido de lo externo y que al final indica una posesión en el sentido de apropiación. El cuerpo de apropia no del mundo, de los afectos porque estos no sólo le pasan por encima, sino que lo atraviesan.
Sergio Loo se apropió de esto, así como el cuerpo enfermo de Pedro se apropio de Pedro y el sarcoma se apropió de ambos. Pero mientras la apropiación del tumor es una afrenta dolorosa, una deflagración; la apropiación del cuerpo es a través del oxímoron polimorfo: del adentro/fuera, materia/forma, silencio/lenguaje:
“Reviso que esté bien hecho el nudo alrededor del cuello. Tiro el banco en el que estoy de pie. Quedo colgado de un tirón. Respiración interrumpida. Ojos saltados, desorbitados, adentro. Dolor en la tráquea. El cuerpo pesa, tensa demasiado. Duele. Duele. Arcadas. Duele. Pataleos. La respiración es imposible. La respiración es…es libre el lenguaje ahora”. (79)
Por lo tanto, el cuerpo es un pensamiento finito, no al modo platónico como cárcel del alma, sino como una forma de ella en el lenguaje; una idea o imagen (pensamiento) que da paso a una metáfora que deconstruye e inscribe el cuerpo: Amputación.
Bibliografía
- Loo, S., Operación al cuerpo enfermo, Monterrey, Acapulco,
- The Princeton Encyclopedia of Poetry and Poetics, Princeton, Princeton University Press, 2012.
- Ahmed, S., The cultural politics of emotion, Edinburgh, Edinburgh University Press, 2004.
- Foucault, M., Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión, Buenos Aires, Siglo XXI,
- Nancy, J.-L., 58 indicios sobre el cuerpo. Extensión del alma, Buenos Aires, La Cebra, 2007.
- Ngai, S., Ugly feelings, Cambridge, Harvard University Press, 2005.
Notas
[1] En este texto, Benjamin hace referencia al lenguaje de la cámara que captura las instantáneas, escribe que la fotografía hace patente la naturaleza de las cosas por medios auxiliares, y gracias a ella es que percibimos un inconsciente óptico. La fotografía, pues, es un modo de expresión, una forma de contar sobre la gente, sobre las cosas.
[2] Este término lo uso no como sinónimo de emociones que ya usé en el primer párrafo de este trabajo, sino como un complemento relacional de la tensión entre ambas nociones. Hacer esto me permitió ampliar el perímetro sobre el cual me posiciono para dar una lectura corporal a Operación al cuerpo enfermo. Me explico: la noción el tomo de la teoría de las emociones de Sara Ahmed que propone explicar cómo se generan socialmente, cómo se reproducen y cómo se distribuyen a través de la economía de los afectos. En The cultural politics of emotion la autora propone pensar las emociones no sólo como estados psicológicos, sino como prácticas que se estructuran a través de lazos afectivos realmente complejos sobre todo porque tales lazos residen más que en los sujetos o en los objetos, en las interacciones entre los cuerpos.
[3] Propongo este vínculo con la forma aforística por la connotación directa del libro. Operación al cuerpo enfermo, por su morfología, refiere a la manera de pensar principalmente médica, de ahí que los aforismos anatómicos, por su concisión y naturaleza axiomática, hayan sido practicados principalmente por Hipócrates para aprender el funcionamiento de cada parte del cuerpo; con la práctica, esta forma se transformó en una serie de variantes diversas que fueron adoptadas por las ciencias físicas y la filosofía.
[4] The Princeton Encyclopedia of Poetry and Poetics, ed. cit., pp. 449-50.
[5] Nancy, 58 indicios sobre el cuerpo. Extensión del alma, ed. cit.
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