Las sublevaciones pertenecen a la historia. Pero, en cierto modo, se le escapan. El movimiento mediante el cual un solo hombre, un grupo, una minoría o un pueblo entero dice: «no obedezco más», y arroja a la cara de un poder que estima injusto el riesgo de su vida —tal movimiento me parece irreductible—. Y ello porque ningún poder es capaz de tornarlo absolutamente imposible […]
Michel Foucault, ¿Es inútil sublevarse?
Resumen
El objetivo de este texto consiste en explorar la relación entre los eventos del “año 1968” y el concepto de Idea política, a partir de la filosofía de Alain Badiou. Esta idea posee componentes políticos, históricos y subjetivos que determinan la producción de una verdad. Los ejemplos utilizados para desarrollar este problema conciernen a los eventos ocurridos en París y la Ciudad de México en dicho año. Así también, el concepto de acontecimiento y los tipos de revueltas que describe Badiou permiten la realización de este trabajo.
Palabras clave: revuelta, historia, comunismo, acontecimiento, Alan Badiou, 1968.
Abstract
The aim of this text is to explore the relation between the events of “year 1968” and the concept of political Idea, according to Alain Badiou´s philosophy. This idea has historical, political and subjective components. The examples used to develop this problem concern to the events that occurred in Paris and Mexico City. The concept of event and the types of revolts that Badiou describes allow the realization of this work.
Keywords: revolt, history, communism, event, Alan Badiou, 1968.
La construcción de una verdad política a través de un acontecimiento al que se le ha otorgado un sentido, una vez que ha transcurrido su carácter disruptivo, es una de las alternativas que, en el ámbito de la teoría política contemporánea, ofrece el proyecto de Alain Badiou. El acontecimiento, la verdad, la Idea, la subjetivación y los tipos de revueltas son algunos de los conceptos que este filósofo ofrece no sólo para elaborar una historia política, sino para afirmar nuevos posibles que rompen con la delimitación del campo de posibilidades que proviene de la ideología reinante. Así, el problema que en este texto se desarrolla brevemente consiste en mostrar de qué modo, en retrospectiva, pueden enunciarse algunas de las condiciones para la producción de la verdad política de lo que se ha agrupado bajo el nombre de “mayo de 1968”: una serie de revueltas, consignas, discursos, subversiones, posibilidades, asesinatos y derrotas con dataciones y localizaciones precisas. La filosofía de Badiou permite enunciar estas condiciones.
El filósofo francés señala, sin ningún tipo de reserva, que el mundo contemporáneo es, en el fondo, el mismo que Karl Marx predijo: el mundo de los “apoderados del Capital”. Estos apoderados son una minúscula oligarquía de cuyos cálculos depende la forma de vida de millones. Badiou no tiene ningún reparo en llamar a este selecto grupo de apoderados como “un régimen de delincuentes”. Por eso escribe:
“Pero, una vez más, nuestra realidad validó la previsión de Marx, y hasta la superó. A los gobiernos de los años 1840-1850, Marx los había calificado como «apoderados del Capital». Lo que da la clave del misterio: en definitiva, los gobernantes y los delincuentes de las finanzas comparten el mismo universo. La fórmula «apoderados del capital» sólo hoy se vuelve enteramente exacta, y todavía más en la medida en que no hay ninguna diferencia en este punto entre los gobiernos de derecha […], y los «de izquierda» […]”[1]
Y es precisamente Marx, en los Manuscritos de París (1844), quien define el capital como “el poder de mandar” sobre el trabajo y sus productos. Este poder no proviene de las cualidades del capitalista, sino del hecho de ser propietario de ese capital que no es otra cosa que trabajo almacenado.[2] En este diagnóstico sobre el mundo contemporáneo no se trata de un capitalismo creador capaz de exceder los horizontes de comprensión debido a su carácter polimórfico, sino de un capitalismo que puede entenderse según los aspectos generales que Marx reconoció en los economistas clásicos. Para hacer frente a esta condición, a este problema, Badiou propone ceñirse a la potencia de una Idea: el comunismo. Es la reformulación de esta Idea, a partir de su desvinculación con el terror de los estados totalitarios, lo que ocupa al proyecto político del filósofo francés. La Idea del comunismo posee tres principales componentes que son el político, el histórico y el subjetivo; sin embargo, a estos componentes están asociados conceptos como la revuelta, el acontecimiento y la verdad política. Sobre ésta última, Badiou escribe: “[…] una verdad política es una secuencia concreta y fechada en la cual surgen, existen y desaparecen una práctica y un pensamiento nuevo de la emancipación colectiva”.[3]
Dicho esto, las dos cuestiones a desarrollar a partir de este aparato conceptual son las siguientes: 1) ¿lo que se denomina mayo de 1968 posee los tres componentes, el histórico, el político y el subjetivo, que Badiou asocia a una Idea política que no solamente se circunscribe a una determinada forma de comunismo?; 2) y, ¿es posible señalar las condiciones de la verdad política de lo que se agrupa en la situación histórica del año mencionado? Ciertamente, en el concepto de Idea política están englobadas ambas interrogantes. “Llamo Idea a una totalización abstracta de tres elementos primitivos, un procedimiento de verdad, una pertenencia histórica y una subjetivación individual e, inmediatamente, podemos dar una definición formal de la Idea: una Idea es la subjetivación de la relación entre la singularidad de un proceso de verdad y una representación de la Historia”.[4]
Para comenzar a explicar en qué medida mayo de 1968 es una Idea en relación con sus tres componentes y a su verdad política, es preciso preguntar por el tipo de revuelta que ha constituido este movimiento, según las tres categorías esbozadas por Badiou a este respecto. Habría, entonces, tres tipos de revueltas: inmediata, latente e histórica. La revuelta inmediata corresponde a la agitación de una parte del pueblo como respuesta a una violencia ejercida por el Estado. Se trata de la revuelta histórica más primitiva donde no hay política en sentido estricto, puesto que no existe como tal un proyecto de organización de las acciones.
“Cuando la revuelta se circunscribe a los lugares donde viven sus participantes (por lo general, los barrios decadentes de las ciudades), se mantiene en su figura inmediata. Únicamente cuando llega a un lugar nuevo, que por lo general se encuentra en pleno centro de la ciudad, en donde permanece y se extiende, es cuando se convierte en una revuelta histórica”.[5]
Con este tipo de revuelta comienza a identificarse el problema de la localización, aunque de un modo débil, que forma parte del componente histórico de una Idea política. Sin embargo, en esta revuelta no se encuentra aún una subjetivación política, ya que sus manifestaciones conciernen a la destrucción inmediata de objetos motivada por la ira y el resentimiento. Estas revueltas, según Badiou, se propagan sólo por imitación. Por otra parte, el segundo tipo de revuelta, la latente, concierne a una organización popular a la que sólo le falta un incidente extraordinario, alguna manifestación violenta, para que surja una movilización que puede materializarse en acciones políticas concretas.
El tercer tipo de revuelta, la histórica, consiste en la transformación de la inmediatez de la primera revuelta, de su carácter meramente destructivo, en una organización que permite tanto la operación como la durabilidad de las acciones de una colectividad. Badiou escribe: “[…] es posible proponer una definición simple de la revuelta histórica: es el resultado de la transformación de una revuelta inmediata, más nihilista que política, en una revuelta prepolítica”.[6] En la revuelta histórica la temporalidad de los sujetos que se manifiestan se modifica. El tiempo limitado de la revuelta inmediata, en el que la insurrección se manifiesta a través de la violencia, se vuelve un tiempo en el que hay una organización que se consolida como una revuelta histórica. Mientras la revuelta inmediata dura unos cuantos días, debido a la rapidez de la violencia en la cual propiedades e inmuebles pueden ser destruidos, es posible que la revuelta histórica abarque meses. En esta última revuelta un espacio es sitiado, ocupado, de modo tal que el Estado está relativamente paralizado.
“Para ello, se requiere pasar de la extensión por imitación a la extensión cualitativa. Lo que quiere decir que, en un sitio construido de esa manera, se van unificando progresivamente casi todos los componentes del pueblo: la juventud popular y estudiante, por supuesto, pero también los obreros de las fábricas, los intelectuales de toda suerte, familias enteras, gran cantidad de mujeres, empleados, funcionarios y hasta policías y soldados…”[7]
En la temporalidad de esta revuelta histórica se pasa de la violencia de la venganza a exigencias de las cuales se espera una satisfacción precisa: la abdicación de algún político o la caída de algún régimen. Así, desde la filosofía de Badiou, la revuelta inmediata se transforma en una revuelta histórica según las siguientes condiciones: 1) el espacio restringido de la inmediatez del saqueo y la violencia se modifica para volverse una temporalidad en la que hay una organización política; 2) en la revuelta histórica ya no sólo se manifiesta una parte específica del pueblo, sino un mosaico unificado de diversas partes del mismo; 3) finalmente, surge una demanda común por parte de un pueblo insurrecto. Las revueltas históricas, según Badiou, son indicadores de una urgencia ideológica, es decir, en ellas se ubica el deseo o la demanda de una Idea, de una hipótesis, que organice o dirija la acción política.
Es sobre los tipos de revuelta y las tres condiciones mencionadas que aquí se interroga sobre la situación de mayo de 1968, para saber en qué medida, según los conceptos de Badiou, puede comprenderse como una Idea política. Debido a la heterogeneidad y a las múltiples localizaciones de lo que se engloba con tal nombre, los ejemplos utilizados corresponden al movimiento en París y en la Ciudad de México. En principio, en ambas ciudades se manifestó lo que Badiou denomina “revuelta inmediata”: la respuesta popular frente a una intervención agresiva por parte del Estado. En París, los enfrentamientos de la policía con estudiantes universitarios, la ocupación policiaca de las universidades y las detenciones, como el caso de quien en ese tiempo era identificado como un anarquista, Daniel Cohn-Bendit, líder del movimiento estudiantil, son algunas de las situaciones que provocaron la ocupación masiva de la ciudad por parte del pueblo francés.[8] En la Ciudad de México, la tensión entre los estudiantes, los directivos de las universidades y el gobierno de Díaz Ordaz desembocó asimismo en enfrentamientos, detenciones y la ocupación policiaca de espacios estudiantiles, como algunas preparatorias.[9] En los movimientos de ambos países puede también ubicarse lo que Badiou denomina una revuelta latente, puesto que anteriormente al año 1968, existía una organización política estudiantil a la que quizá sólo le faltaba algún evento relativamente extraordinario que desencadenara su manifestación.
Es posible identificar lo que se agrupa como mayo de 1968 bajo la categoría de revuelta histórica, ya que el movimiento estudiantil no se disolvió en una serie de manifestaciones violentas, sino que continuó como una organización con demandas específicas. Sin embargo, una diferencia entre los movimientos de París y la Ciudad de México consiste en que en el pueblo francés hubo una unificación entre diversas particiones sociales como los obreros y los estudiantes, mientras que las manifestaciones del pueblo mexicano se limitaron más a éstos últimos. La transformación de la revuelta inmediata en la revuelta histórica se consigue en ambos casos, porque la temporalidad de la inmediatez adopta la durabilidad de una organización que se moviliza estratégicamente para ocupar las ciudades, las plazas y los espacios universitarios. La consolidación de la forma política del movimiento se obtiene también a partir de la elaboración de un discurso teórico-político.
El intercambio filosófico-político entre Jean-Paul Sartre y Cohn-Bendit en París, y el discurso que elabora el escritor José Revueltas sobre el movimiento en México son una muestra de que además de las acciones políticas, lo que hay es un desarrollo teórico que permite identificar el sentido de lo que, desde Badiou, puede comprenderse como una verdad política: la localización y la datación precisa de un proyecto teórico-práctico para una emancipación colectiva. La intervención teórica de Sartre en relación al movimiento es un ejemplo de esto. Sartre comenta a Cohn-Bendit lo siguiente: “Lo interesante de la acción que ustedes desarrollan es que lleva a la imaginación al poder. […] Hay algo que ha surgido en ustedes que asombra, que trastorna, que reniega de todo lo que ha hecho de nuestra sociedad lo que ella es. Se trata de lo que yo llamaría la expansión del campo de lo posible. No renuncien a eso.”[10] Así también, en México se elaboró un discurso cargado de teoría política sobre el movimiento; Revueltas afirma:
“1968 surge, así, como la necesidad social e histórica de independencia política del conjunto entero de la sociedad mexicana. Por eso se expresa al nivel del único espacio existente para el libre ejercicio de tal independencia: en la Universidad y los demás centros de educación superior. Esto explica por qué el Movimiento Estudiantil asume el lenguaje de la clase obrera y por qué en la democracia ve la lucha por una democracia socialista”.[11]
Para Revueltas, el movimiento del 68 es identificado con un socialismo desde el cual se espera una situación revolucionaria. Esto implica que el movimiento del 68 puede entenderse como una Idea política, puesto que posee tanto un componente histórico, con dataciones y localizaciones precisas, como procesos de subjetivación en los cuales los sujetos incorporan discursos referentes a la posibilidad de otro tipo de sociedad. Cohn-Bendit imaginaba, en su juventud, una sociedad en la cual el trabajo es distribuido de otro modo. Sobre este punto, el líder estudiantil comenta: “Pero es posible imaginar otro sistema en el cual todo el mundo toma parte en las tareas de producción — reducidas al máximo gracias a los progresos de la técnica— y en el cual todos tengan la posibilidad de proseguir paralelamente estudios continuos. Es el sistema del trabajo productivo y del estudio concomitante.”[12] Así, el movimiento del 68, el cual involucra localizaciones, procesos de subjetivación y teorizaciones políticas relativamente determinadas posee las condiciones de lo que, en la filosofía de Badiou, define a una Idea política.
Las vías que siguió el movimiento del 68 fueron diversas según las condiciones de su localización. Mientras que el 13 de mayo de dicho año hubo una huelga generalizada por parte de los obreros franceses que se sumaron al movimiento estudiantil, lo cual provocó una paralización del gobierno de De Gaulle, en la Ciudad de México, cinco meses después, ocurrió la matanza de estudiantes sobre la cual Revueltas escribe lo siguiente: “Efímera, ciega, sorda, inmunda eficacia de la masacre de 1968 en la plaza de las Tres Culturas del Tlatelolco olímpico […]. Esta ceguera criminal, esta sordera asesina de la dictadura es lo que explica Tlatelolco”.[13] Este evento determina el sentido de la verdad política del movimiento en la Ciudad de México. En cambio, en París, lo que algunos percibieron, como es el caso del filósofo Gilles Deleuze, fue una incapacidad de la sociedad para asimilar lo que ocurrió en el movimiento. Para Deleuze, una vez que la ocupación y las huelgas terminaron, los poderes introdujeron la idea de que era necesario acabar con el movimiento. Este filósofo escribe: “La sociedad […] ha mostrado una particular impotencia para operar una reconversión subjetiva a nivel colectivo, como exigía el 68 […]”.[14]
La violencia ejercida sobre los estudiantes en la Ciudad de México y la incapacidad colectiva de la sociedad francesa, si se sigue el diagnóstico de Deleuze, determinan y de algún modo concluyen el sentido de lo que se engloba como mayo de 1968. De este modo es como se han desarrollado brevemente algunas condiciones que permiten considerar a este movimiento como una Idea a la que corresponde una verdad política. En síntesis, mayo del 68 puede pensarse como una Idea política debido a que es posible identificar claramente la temporalidad y la localización de las acciones y la organización política del movimiento. Esta Idea también corresponde a que hubo un desarrollo teórico por parte escritores y filósofos como Sartre, Badiou, Deleuze y Revueltas. Los procesos de subjetivación involucrados en el movimiento, que implicaron la incorporación de una serie de discursos sobre la acción política, contribuyen asimismo a la constitución de esta Idea. Así, el sentido de una verdad política se produce una vez que un acontecimiento, como la interrupción del devenir del mundo, como la fractura de un estado de situación desde el cual se pretende limitar el futuro, provoca una apertura hacia nuevos posibles. El acontecimiento, en este sentido, se encuentra dentro y fuera de la historia. No está dado por determinismos sociales o series causales, sino que éste corresponde al orden de lo discontinuo, incluso de lo imposible, como un componente necesario para la invención del presente.
Bibliografía
- Badiou, Alain, El despertar de la historia, Buenos Aires, Ediciones Nueva Visión, 2012.
- ______, Sobre la idea del comunismo, Analía Hounie (comp.), Buenos Aires, Paidós, 2010.
- Cohn-Bendit, D., Sartre, J.P. y Marcuse, H., La imaginación al poder, Barcelona, Argonauta, 1982.
- Deleuze, Gilles, Dos regímenes de locos. Textos y entrevistas (1975-1995), Valencia, Pre-textos, 2008.
- Foucault, Michel, Estética, ética y hermenéutica, Obras esenciales, Volumen III, Barcelona, Paidós, 1999.
- Marx, Karl, Textos selectos, Manuscritos de París, Manifiesto del partido comunista, Crítica del programa de Gotha, Madrid, Gredos, 2012.
- Revueltas, J., México 68: juventud y revolución. Obras completas 15, México, Ediciones Era, 1984.
Notas
[1] Badiou, El despertar de la historia, ed. cit., p. 20.
[2] Cf. Marx, Manuscritos de París en Textos selectos, ed. cit., p. 455.
[3] Badiou, La idea del comunismo en Sobre la idea del comunismo, ed. cit., p. 18.
[4] Ibid., p. 20.
[5] Badiou, El despertar de la historia, p. 30.
[6] Ibid., p. 41.
[7] Ibid., p. 43.
[8] Cf. Cohn-Bendit, Sartre y Marcuse, La imaginación al poder, ed. cit., pp. 5-21
[9] Cf. Revueltas, México 68: juventud y revolución. Obras completas 15, ed. cit., pp. 40-42.
[10] Cohn-Bendit, Sartre, y Marcuse, op. cit., pp. 49-50.
[11] Revueltas, op. cit., p. 161.
[12] Cohn-Bendit, Sartre, y Marcuse, op. cit., p. 49.
[13] Revueltas, op. cit., p. 281.
[14] Deleuze, “Mayo del 68 nunca ocurrió” en Dos regímenes de locos. Textos y entrevistas (1975-1995), ed. cit., p. 214.
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