Inventemos la soberanía mundial

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Inventemos la soberanía mundial

Trad. Maria Konta

 

A Fernando Payró Chew,

por llamar mi atención a una negligencia.

 

Angela Merkel y Emmanuel Macron suscribieron el Tratado de Aquisgrán

Angela Merkel y Emmanuel Macron suscribieron el Tratado de Aquisgrán 

 

Resumen: Los enfurecidos de la soberanía francesa, que demonizan el Tratado de Aquisgrán, no ven que una soberanía humana, viva y espiritual, debe reinventarse. Y no son las identidades nacionales desvitalizadas las que pueden hacerlo.[1] 

Tribuna. Hace poco, publiqué una nota sobre la soberanía considerada desde el interior de un pueblo o de un Estado. Pasé por alto la soberanía hacia otros pueblos o estados porque quería distinguir los registros. Cuando veo ahora cómo se acoge la iniciativa franco-alemana de Aquisgrán, me froto los ojos con sorpresa: en el momento en que las interdependencias técnicas, económicas, ecológicas, culturales y morales han alcanzado la escala mundial de intensidades jamás conocidas, pero generadas y desarrolladas durante siglos y no surgidas de caprichos recientes desconocidos, en el momento en que es obvio que el destino de la humanidad es más que nunca el asunto de toda la humanidad, en este momento, no solo es grotesco, sino también pernicioso y dañino, de indignarse ante las, por lo demás, muy limitadas medidas.

De aquí en adelante nuestros sistemas fiscales, nuestros regímenes sociales, nuestros equipos de energía, nuestro comercio y nuestras empresas, el futuro de nuestros jóvenes ya están insertados en redes complejas que en gran medida irradian fuera del alcance de la soberanía francesa. ¿Cómo puede uno pretender ignorarlo?

Uno cree que sueña … o más bien uno sabe bien, por desgracia, que uno no sueña. Uno invoca el 1789: la Revolución fue, ante todo, internacionalista, antes de ser obligada a defenderse contra los asaltos de soberanos extranjeros y emigrantes. La soberanía del pueblo justo permite que el pueblo se elija a si mismo y modifique las modalidades de esta elección.

Pero lo que es más lamentable es que los enfurecidos de la soberanía cierran hasta tal punto sus ojos al estado real del mundo. No se trata de someterse a La internacional ya bien establecida de las potencias tecno-económicas: se trata precisamente de recuperar en ella no la soberanía nacional, sino una soberanía humana, incluso más que humana, viviente y espiritual. Todo debe ser reinventado: ciertamente no son las identidades nacionales usadas, desvitalizadas, las que se pueden encargar de eso.

He entendido que se use la palabra “resistencia” para referirse a la oposición al supuesto desmantelamiento de la soberanía. ¿Entonces sería el fascismo que nos amenazaría en la globalización? Ha pasado algún tiempo desde que este pobre discurso circula. Es cierto que esta globalización conlleva enormes injusticias, peligros abrumadores, problemas perturbadores, de una naturaleza y un tamaño que el fascismo, en cualquier caso, ignoraba. Pensar en ellos, movilizar nuestras energías civiles, sociales, morales, intelectuales, inventar el inédito sin el cual todo seguirá su curso patético, es lo que uno podría llamar “resistir”: resistir los reflejos, los conformismos, las rumias, y los resentimientos, he ahí lo que sería “resistir” soberanamente.

 

Nota de la traductora

[1] El original en francés fue publicado en el periódico Liberation el 27 de enero 2019. Véanse: https://www.liberation.fr/debats/2019/01/27/inventons-la-souverainete-mondiale_1705741

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