Bataille. De un sol sombrío de Sergio Espinosa Proa

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Bataille. De un sol sombrío de Sergio Espinosa Proa

La escritura es compleja porque a veces uno como lector debe perseguir a las palabras para alcanzar su efímero significado. Otras más, permanecer estático para recibirlo expuesto y, a la vez, cerrado. En casos extremos, pocas veces las palabras se convierten en un enigma o una puerta hacia lo desconocido. El último caso es el que nos comparte Sergio Espinosa Proa al hablar con distintas voces de los temas estudiados por Georges Bataille. Voces serias, voces irónicas, voces violentas y voces silenciosas. Diferentes tonalidades de voces. Todas armoniosas al unísono del silencio. En ocasiones estas voces son entremezcladas con algarabías que nunca estuvieron de más, puesto que ellas exponen, mediante la alegría, lo oculto de las palabras: el sinsentido.

Las algarabías son similares a los poemas y a los cantos de las sirenas que, al seducir el oído, debilitan la vitalidad de quienes los escuchan, exponiéndolos a la misma muerte. Ante ello podría pensarse la relación entre la muerte y las palabras que en la oscuridad ocultan su claridad significativa. De esto último Espinosa nos muestra en forma de canto las distintas entonaciones para comprender el pensamiento batailleano: desde la voz del escritor francés hasta la copla de la muerte metafórica que va más allá de lo concreto. Ella se impregna de vida. La vida está muerta y, por ende, lo están los objetos (materiales o inmateriales) y el hombre. Cada objeto perecerá al ser reducido a un concepto. Cada hombre morirá al comprender que su único medio de supervivencia es el trabajo. Al reducir la vida humana al trabajo se muere o, como el ejemplo del agua estancada, se pudre. Por ello es necesario que la vida fluya a su ritmo natural, evitando estancarse en la reducción de un objeto instrumental, se hable de: palabras, cosas, personas o mundo. Cabe decir al estilo nietzscheano que la naturaleza es ser abismal y azarosa, así como la existencia.

En su recopilado de ensayos, Espinosa nos presenta palabras silenciadas o gritadas. De extremo a extremo como el borde de la vida con la muerte. A menudo sus temáticas van de lo general a lo particular, pero como su escritura es similar a la de una canción, hay veces en las que los ejes generales se concentran en los particulares y viceversa. Entonces, nos hallamos en un baile temático que de trasfondo se adorna con diversas voces que van desde el canto filosófico (metafísico) y literario (ateología poética, erotismo, sacrilegio, mortalidad) hasta el de la palabra o la letra. En los anteriores temas se toca el mismo punto central, es decir, que las palabras expresen algo. Al final ellas son las artimañas que protegen al hombre de lo incierto: la muerte. Existen palabras para hablar de Dios, el conocimiento, la Verdad, el Uno, el Ser en sí, de todo lo que el hombre desea abarcar. Podríamos suponer que la palabra es el deseo disfrazado de posibilidad. Algo con lo que estará en desacuerdo tanto Espinosa como Bataille debido a que para estos autores la palabra es la imposibilidad que reduce al objeto o al sujeto a ser lo que ella desee. Lo incongruente de esta reducción es que olvida el lado “sombrío” que la conforma.

Página manuscrita de Bataille, relativa a su Historia Universal

Página manuscrita de Bataille, relativa a su Historia Universal

Lo que se oculta a la vista significativa y a la palabra escrita es aquello de lo que se encarga de estudiar Bataille. Espinosa Proa, entonces, nos encamina a la comprensión de la obra del escritor, pensador o místico sin dios como lo nombraría Sartre. La manera en la que nos orienta es por medio de piezas que, en primera instancia, poco se infiere que mantengan relación pero, a lo largo de la lectura, se advierte hacia donde nos quiere llevar. Intentemos ser más claros, la lectura directa de la obra de Bataille puede parecer engañosa como un oasis porque comienza con un tema y concluye con otro. Sin embargo, de trasfondo existe una hilaridad temática que nos sitúa en una crítica hacia lo permitido desde lo prohibido. Hasta aquí podríamos cuestionarnos por lo vetado, entendiéndolo como aquel conjunto de elementos sociales que se mantienen silenciados al no proporcionar alguna utilidad. Estos elementos son considerados heterogéneos al no adaptarse a la medida de la productividad. No por ello significa que no estén ahí. De hecho, en la escritura batailleana nos percatamos que son los que mantienen a los otros elementos entendidos como homogéneos al adaptarse a la función y la productividad del sistema capitalista. En consecuencia, nosotros como humanidad estamos conformados por una parte mostrada y otra oculta. La parte oculta es la que no provee ninguna utilidad material, pero que igualmente conforma la naturaleza del hombre.

Bataille

Bataille

A través de la literatura específicamente la poesía y la filosofía, Espinosa Proa nos  muestra aquellos elementos heterogéneos que fueron estudiados por Bataille en su obra. Estos son: la risa, la sinrazón, el sinsentido y la muerte, los cuales se equiparan al otro lado del sol donde sólo existe oscuridad. Para “bordearlos” es necesario un estudio sobre los otros elementos (homogéneos) que han constituido el conocimiento de la realidad, como la palabra, la razón, el sentido y supuestamente la vida. Mediante ellos es posible la obtención de la Verdad. Este momento es pertinente para preguntarnos ¿de qué verdad se habla? Puesto que la verdad sostenida desde el comienzo de la humanidad ha sido modificada por el paso de los años, décadas, siglos y actualmente existe una diversidad de verdades. Entre ellas se encuentra la que Bataille concibe en su escritura como la verdad ficticia. Dicha verdad colinda con la poética. Esto se debe a que ambas verdades parten de un plano figurativo, sólo que en la verdad que el pensador francés sostiene constantemente hay una destrucción. Al instante en el que se construye, se destruye. En este sentido, la verdad batailleana no es más para quien la vive. Fuera de la experiencia no es nada. No hablamos de una experiencia sensitiva, sino de una que vaya más allá de las sensaciones y se centre en la interioridad de quien la experimenta. Bataille nombra a esta experiencia: interior debido a que mantiene la comunicación con la intimidad natural del hombre. Mientras que la verdad poética solamente se expone hacia el exterior para permanecer ahí. La verdad poética se convierte en el puente entre lo dicho y lo callado, pero no va más allá.

Podría pensarse que tanto la verdad poética como la ficticia son mentiras. Quizás. Pero lo que en este recopilado de ensayos se muestra es la posibilidad de nombrar lo innombrable. De mostrar lo oculto. De comprender la imposibilidad de la totalidad de las cosas. Imposibilidad expresada por la palabra, pero no una ideal sino una carnal que se encuentre herida y expuesta a la intemperie como lo es la poética. Por intemperie es preferible entender a la misma muerte. No en balde Bataille expresó que “escribe para no morir”.

Por otro lado, remontándose a la figura de Gregorio Samsa, Espinosa Proa de manera paradójica da continuidad a la anterior expresión, diciendo que el autor “escribe para morirse”. En ambos casos se tiene como referente al papel de la muerte: en la primera para vivir y en la segunda para morir. No obstante, teniendo en cuenta la escritura vital que ambos autores emplean, la muerte sólo es una continuidad de la vida. Por ende a la muerte debe considerársele como el otro lado de la moneda que mantiene y conserva la vida, pero no una vida para el trabajo, sino una que transgreda el plano laboral y descienda al sagrado.

Similar a la existencia es el acto de la escritura porque uno puede escribir por desesperación a ser leído o por miedo a morir. Sea por desesperación o por miedo, la escritura se acompaña de sentimientos. Algo que será resaltado por Espinosa Proa en su escritura, comenzando con el modo en cómo lo expresa. Modo que brinca de lo humorístico a lo serio y danza de lo grave a lo angustiante. Todo un cumulo de sentimientos que se han ignorados en tratados y estudios especializados, sean de la rama humanística o científica. Esta omisión se debe a que las emociones no garantizan estabilidad como lo hacen los elementos homogéneos, sean vitales o artificiales. Las emociones conforman una parte esencial de la vida humana. Las emociones son naturales como los mismos fenómenos físicos. No son medibles, ni calculables. Son efímeras y azarosas. Son tranquilas y explosivas. Sencillamente son vitales. La forma de expresarlas ordenadamente es la escritura conformada por palabras impulsivas que si bien no logran abarcar la totalidad del sentido, al menos muestran el estigma de lo que intentan expresar. Las emociones son la esencia, si se puede hablar de una, de la experiencia del hombre. Una esencia que se mantiene oculta en la oscuridad donde yace su naturaleza. Esto último lo tendrá muy en cuenta el autor de este libro, quien nos recuerda que bajo la palabra yace la nada. Ella no estás más vacía que el vacío, simplemente sus elementos se mantienen desconocidos y sólo por medio de la escritura (poesía) es como se traducen en palabras que, en su momento, poseen sentido, pero que, más adelante, adquieren sinsentidos. El vaivén de la palabra se le conoce como el juego del azar donde a veces se tiene sentido y otras sinsentido.

La palabra cumple un papel importante en la escritura de Espinosa Proa, ya que por medio de ella será posible traducir lo incomprensible, aunque sea por un momento. Lo incomprensible radica en el mismo deseo. Es la continuidad de lo discontinuo. Y hablando en negaciones o paradojas solamente podremos bordear lo que tanto deseamos expresar. Este último dato está presente en el análisis efectuado de este recopilado donde lo único que se expresa es aquello imposible de poseer de modo absoluto como lo son las sensaciones o las emociones humanas que, desde el inicio de su existencia, han permanecido internas y alejadas del orden. No por evitárseles implica que no estén ahí, pues inconscientemente se manifiestan en forma de violencia, de risa, de llanto o de cualquier acción incomprensible a la razón y la normatividad. Después de estos actos sólo queda un silencio que antes de proveer tranquilidad, ofrece angustia. Este sentimiento es perceptible de inicio a fin de la lectura. Es una imposibilidad de permanecer quietos ante lo impuesto, es una angustia que libera de lo establecido como correcto. De ahí puede abstraerse el carácter soberano tanto en la escritura de Espinosa Proa como de Bataille.

La escritura se torna un arma de liberación para quien escribe, convirtiéndose en el medio en el que uno va dejando pedazos de su existencia. En donde uno va desgarrándose, viviendo al límite de lo posible. Esta última expresión la mantiene Bataille de inicio a fin de su obra. El estar expuesto en el límite de lo permitido y lo prohibido no es más que el fusionarse con el límite donde se pierde la distinción entre lo correcto y lo incorrecto. Lo propio y lo ajeno. Lo externo y lo interno. Para establecerse una comunidad íntima con lo incomunicable, pero igualmente nuestro. La intimidad que constituye una parte fundamental en la escritura, es lo único que mantenemos de nuestra propia naturaleza, una ajena a todo lo calculable, pero cercana a lo abismal.

Con su obra, aparte de enriquecer la interpretación de la escritura batailleana que empobrece el sentido objetivo y cerrado del lenguaje formal, Espinosa Proa nos invita a abrir el sentido de la palabra, a exponerla a la cotidianidad, a dejar de lado el sentido cerrado de ella y exhibirla al silencio, a lo desconocido. También nos invita a que nosotros mismos, mediante la escritura, nos transformemos metafóricamente en esa grieta por la que se filtra la humedad, signo de agua, de vida. En otras palabras, la escritura nunca se alejó de la vida, mucho menos de lo sagrado, sino todo lo contrario, ya que brindo un espacio donde lo sagrado pudiera manifestarse a través de la poesía que:

“[…] no canta, no es más un himno de abandono –o de retorno- a la (madre) naturaleza: es el lenguaje que podría mantener “puro y vacío” el lugar de la desgarradora, la herida, el espacio intermedio, el tiempo del entretiempo: el abismo. En la escritura se produce así una inversión: allí donde el abismo deviene palabra, allí y cuando lo más oscuro alcanza la claridad del día. La poesía no es la reducción de uno al otro, ni su conversión, sino el entre que los mantiene en su sitio.” (p. 147).

Sergio Espinosa Proa, Bataille. De un sol sombrío, Ed., Universidad de Guanajuato, México, 2017.

 

 

 

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