PORTADA: DOUG WHEELER, UNTITLED, (1968)
Resumen
El siguiente texto señala ideas del célebre teórico de comunicación Marshall McLuhan quien propone entender el uso de artefactos y utensilios de invención desde una teoría de la percepción. El objetivo es mostrar las etapas de su análisis a modo de herramienta teórica con la cual acercarnos al mundo contemporáneo digital.
Palabras clave: imprenta, extensión, era eléctrica, internet, teoría en sistemas, Marshall McLuhan.
Abstract
The following text points out ideas of the famous communication theorist Marshall McLuhan who proposes to understand the use of artifacts and tools of invention from a theory of perception. The objective is to show the stages of its analysis as a theoretical tool with which to approach to the contemporary digital world.
Keywords: printing, extension, electrical era, internet, systems theory, Marshall McLuhan.
Vivimos tiempos de administración digital: la actualidad se teje en red en tanto que “lo real y su reflejo ‘cifrado’ está destinado a penetrar y manipular con facilidad casi ‘sobrenatural’ nuestra vida cotidiana”.[1] Para mostrarlo podríamos dar un sin fin de ejemplos, apelar al machine learning o a la inteligencia artificial encriptada en aplicaciones para celular capaces de contestar por ti una llamada del banco un sábado en la mañana. Pensar si —estando en línea o no— somos usuarios ya no oculta ningún enigma; el umbral de nuestras comunicaciones se revela en nuestra dependencia y aceptación tecnológica. Mientras la situación impregna todo como si fuera gas, diseminándose en silencio por cada rincón, tecnófilos persistentes en alabar el progreso maquínico, discuten con tecnófobos que auguran el fin de lo relacional desde una versión actual de Frankenstein en donde la máquina se rebela contra su creador para destruirlo. Aunque cada postura defiende diferentes razones, es definitivo que el mundo deviene algorítmicamente. Nadie quiere quedarse sin la dosis diaria de brillo digital, todos somos Narciso ante el espejo negro y precipitados como locos o adoradores del sol no podemos habitar lejos de la mecha encendida de internet.
El tren de la conectividad carga listas de datos, emoticones en lugar de emociones, imágenes por personas, sobredosis publicitaria, ventanas, íconos, algoritmos, contraseñas, una plétora de espacios del reino del replay instantáneo, del ahora eterno. Aunque el binomio información-conocimiento se volvió lugar común y el acceso a internet crece más rápido en algunos lugares, definitivamente más de 4 mil millones de usuarios aunados a 5 mil millones de aparatos conectados superan nuestra capacidad de control. Diariamente se comparten-crean 1,800 millones de imágenes (más de la producción de los primeros 10.000 años de la humanidad) y pareciera que al estar en línea podemos acceder a todo en un click; una suprainteligencia almacena a modo de biblioteca inconmensurable todos los libros del pasado, cada uno de nuestros pensamientos, frases o lamentos. Si bien la analogía puede ser debatible, hoy la percepción humana acontece como nunca en ambientes construidos por sistemas de información, pero no comprendemos claramente cómo funcionan algoritmos complejos de la bigdata, cómo se categorizan millones de filas con columnas y cómo nos transforma la red al subir nuestra vida a un lugar llamado “la nube”. No comprender totalmente implica, desde cierta apertura, aceptar rutas para comenzar a entrever el asunto. Comencemos con lo siguiente: el alcance digital altera formas de percepción y modifica nuestra visión de mundo. Dicha alteración no es un supuesto, el ser humano padece mutaciones sensitivas desde mucho antes del surgimiento del espacio virtual. A continuación, se muestran antecedentes para comprender cómo se ha estudiado la producción de dicho desplazamiento sensible con el objetivo de poder utilizarlo a futuro como herramienta de análisis para el estudio de las prácticas digitales.
De la imprenta a la era eléctrica
Una característica de la sociedad contemporánea es su tendencia a sobrecargar la idea de innovación: todo debe ser nuevo, ligero, rápido, portable. La lógica del emprendedor empresarial predica que para destacar se debe crear “algo” suficientemente rentable para plagar el mundo de aquel “universalismo técnico, idéntico en todos los lugares que unifica los modos de obrar y de vivir, moviliza los mismos símbolos, el mismo sistema de valores, a saber la eficacia instrumental, la racionalidad operativa, la posibilidad de calcular todas las cosas, la utilización óptima de los medios”.[2] Aun así, la globalización no es un fenómeno reciente y aunque avance sin freno, es posible encararla desde múltiples grietas.
MARCEL DUCHAMP, “BICYCLE WHEEL”, (1913)
Pensemos, por ejemplo, en la rueda, aparato inventado una sola ocasión porque después el ser humano no volvió a detenerse en ello; se ocupó en sumar artefactos, palancas, mecanismos para refinar el sistema y lograr la creación del vehículo, alcanzando así máxima movilidad. La rueda reafirmó la condición humana; el homo faber necesita producir y construir su mundo con particular referencia a la creación de una cultura. Todo nuevo medio es canal para experimentar el mundo desde perspectivas diferentes, la invención no sólo guía las acciones de los individuos permitiéndoles realizar deseos o satisfacer necesidades básicas, sino que además los enlaza —como si de una película de ciencia ficción se tratase— a un circuito mecánico interiorizado, una aceptación tecnológica integrada en uno mismo desde lo íntimo y oculto.
Pero para profundizar, sin perdernos, en el mundo de objetos técnicos que han llegado a construir el ámbito de casi todas nuestras acciones, veremos los segmentos históricos propuestos por Herbert Marshall McLuhan que abarcan de la transición oral-auditiva a la visual y por último a la era eléctrica. Su teoría liga profundas transformaciones estructurales con la producción de nuevos hábitos sensibles; explica diferentes artefactos para entender qué condiciones posibilitan e intensifican las prácticas realizadas en sociedad por el uso de dichos artefactos. Concibe el desarrollo tecnológico como medio capaz de dilatar el orden de los sentidos:
Si se introduce una tecnología, sea desde dentro o desde fuera, en una cultura, y da nueva importancia o ascendencia a uno u otro de nuestros sentidos, el equilibrio o proporción entre todos queda alterado. Ya no sentimos del mismo modo, ni continúan siendo los mismos nuestros ojos, nuestros oídos, nuestros restantes sentidos. La interacción entre nuestros sentidos es perpetua, salvo en condiciones de anestesia. Pero cuando se eleva la tensión de cualquiera de los sentidos a una alta intensidad, este puede actuar como anestésico de los otros.[3]
Los medios no son tomados solamente por espejo, reflejo o representación, el fragmento anterior comprende la tecnología como fuerza capaz de generar desplazamientos y embotamiento en el orden sensible; desde modificaciones en características consuetudinarias de la vida diaria, hasta profundos vórtices de pensamiento y acción. Para mostrarlo, McLuhan otorga a la imprenta móvil del siglo XV[4] el nacimiento del arquetipo de toda mecanización que inaugura el periplo del “ver para creer” y marca el desplazamiento del predominio oral-táctil hacia el reino visual. Su estrategia analítica no es gratuita: la invención del libro pertenece a esa tecnología eterna e indispensable para el desarrollo como la pólvora, la brújula, la penicilina, el arado o el fuego. Históricamente se le atribuye a Johann Gutenberg la responsabilidad de encontrar un procedimiento económico y preciso para multiplicar ejemplares indefinidamente, o al menos, mientras aguantara la superficie de impresión, “iniciando así el largo proceso de extender el negocio por todo Europa no sin quejas de los copistas de manuscritos quienes temían que el nuevo invento arruinase su oficio como efectivamente sucedió”.[5] Resumir la historia del proceso de impresión no fue intención de McLuhan, pero sí demostrar que la imprenta es el principal disgregador sensorial en sociedades occidentales. Para ello, posiciona al libro como proyecto mercantil uniforme, repetible, asequible; un artefacto portable para recreación del ojo y abstracción de la palabra hablada.
Antes del nacimiento del hombre tipográfico fue el tiempo del hombre oral que concebía la palabra hablada portadora de todo nivel de significación. Poder mágico, resonancia viva[6] parecido al quehacer griego: recitar cantos aprendidos de memoria sin leer ni escribir.
Poco a poco la estructura mecánica para fragmentar un proceso cualquiera terminó socialmente con el tribalismo: “la diferencia entre el hombre de la cultura de la imprenta y el hombre de la cultura de los escribas es tan grande como la que existe entre el analfabeto y el que sabe leer y escribir…la imprenta produjo una aceleración en la acción social y personal, un intervalo decisivo en la historia”.[7] Para comprender cómo fue dicho intervalo, veamos algunas características de la intensificación retiniana.
HIRO YAMAGATA, “AN AMERICAN IN PARIS”
Para McLuhan, la sociedad abierta es abierta en virtud de un proceso pedagógico tipográfico que permitió expansión indefinida de cualquier grupo. Con la imprenta surgió una máquina de enseñar en masa: “la cultura del manuscrito mantuvo un procedimiento oral en la educación, que en sus niveles superiores se llamó escolástica; al colocar delante de cualquier número de estudiantes o lectores un mismo texto, la imprenta acabó muy pronto con el régimen escolástico de debate oral”.[8] El esfuerzo implicado en imprimir un libro provocó consecuencias diversas: además del refinamiento ortográfico y sintáctico, separó la poesía de la canción, la prosa de la oratoria y el lenguaje popular del culto. En medio del auge tipográfico aconteció el nacionalismo: antes de su aparición era impensable unificar políticamente agrupaciones, pero con el proceso de alfabetización explotó la idea de tribu y nació la categoría de “grupo” conformada por hombres homogéneos preparados para ser individuos. Imponer ideas como pertenencia-nación fue posible gracias a la novedosa velocidad de flujos de información —desconocida hasta la imprenta— que abonó a reconstruir el diálogo a escala mundial. Difícilmente el mundo científico podría existir sin tanta información sobre viajes, costumbres o aventuras preservada a partir de la tipografía y, en definitiva, la modernidad hubiera sufrido un retroceso en su desarrollo de no ser por copias impresas de planos o mapas.
Relegar lo auditivo a segundo término aceleró lo visual: “gradualmente la imprenta fue quitándole sentido al acto de leer en voz alta y aceleró la lectura hasta un grado en el que el lector podía sentirse en las manos del autor”.[9] Seguir palabras linealmente intensifica la mirada y acalla la voz exterior. Abre el punto de vista fijo, un punto de fuga que genera ilusión de percibir espacios temporalmente continuos. Poder hablar de perspectiva marca para siempre una línea divisoria entre tecnologías medievales y modernas e inaugura en el entendimiento características argumentativas de carácter discursivo.
Para McLuhan el siglo XIX funda estructuras con base en el método, parámetros para llenar vacíos entre líneas científicas y el producto último: se acepta por método si es funcional y se obtiene la solución del problema sin espacio para errores. La solución se volvió mito, el descubrimiento más grande fue encontrar esa medida inventiva a partir del seguimiento exacto de procedimientos uniformes y secuenciales. A pesar de ello, McLuhan señala nuestra tendencia acrítica en la interiorización de cada desplazamiento, no comprendemos del todo el origen, acción y consecuencias de rigurosos métodos. Por eso, formuló el aforismo: “el medio es el mensaje”, que significa, en síntesis, que las consecuencias individuales y sociales de cualquier medio, artefacto o invención —por mínima que parezca— modifica procesos existentes. La frase no se ocupa de contenidos, sino que busca comprender la matriz cultural en donde operan, busca determinar el valor según el uso para observar potencialidades cognitivas o socializantes:[10]
[…] la clave para entender cuál es el “mensaje” de un “medio” o “tecnología” está en su capacidad para reconfigurar el ambiente de la época o, incluso, para crear un ambiente totalmente nuevo, introduciendo nuevas escalas en relación con las configuraciones ambientales precedentes. Las prolongaciones que cada técnica produce de nuestro propio ser modifican las pautas y los ritmos de la experiencia, alteran la economía de los sentidos, transforman las pautas de percepción. Dichas “rupturas o cambios de escala” son, entonces, el “mensaje” de un “medio” o “tecnología”.[11]
BARBARA KRUGER, UNTITLED, (1990)
Para explicarlo mejor, pasemos a la era eléctrica, última etapa del análisis de McLuhan. Después del despegue mecánico-visual, arribó lo instantáneo que trajo consigo el declive textual, un regreso a lo discontinuo y diverso (parecido al acontecer sensible de las sociedades tribales con procesos audio-táctiles). El reino del caos resultado de la interacción constante con diferentes medios, un estado perpetuo de contorsión sensorial:
Después de tres mil años de explosión por medio de técnicas fragmentarias y mecánicas, el mundo de Occidente entra en implosión. Durante las eras mecánicas prolongamos nuestros cuerpos en el espacio. Hoy en día, después de más de un siglo de técnica eléctrica, hemos prolongado nuestro propio sistema nervioso central en un alcance total, aboliendo tanto el espacio como el tiempo, en cuanto se refiere a nuestro planeta. Estamos acercándonos rápidamente a la fase final de las prolongaciones del hombre, o sea la simulación técnica de la conciencia, cuando el desarrollo creador del conocimiento se extienda colectiva y conjuntamente al total de la sociedad humana, del mismo modo en que ya hemos ampliado y prolongado nuestros sentidos y nuestros nervios valiéndonos de los distintos medios.[12]
Tal “simulación técnica de la conciencia” es posible gracias a los medios masivos de comunicación; dispositivos de transmisión a gran escala que desde estrategias persuasivas y propagandísticas inyectan estados profundos de subjetivación.[13] Cine, radio, periódico o televisión desde “alcances multifuncionales crearon involucramiento total, acortaron distancias y consolidaron definitivamente la economía de mercado”.[14] El mundo se trasladó de Gutenberg, a otro estado de organización sensorial en el que desaparece la perspectiva visual como espacio uniforme y aparece la “aldea global”.
Para describir modalidades psíquico-sensorias potenciadas por medios masivos, McLuhan separa medios calientes de medios fríos, dicho esquema depende del nivel de participación del receptor: un medio caliente como el radio es abarrotado de información y no necesita nada más que ser transmitido para tener un discurso claro. Pero en medios fríos, como televisión o historietas, la información está incompleta, es menos clara y el espectador debe decodificar e interpretar, participa cognitivamente para “rellenar” el mensaje. Aunque la distribución de medios resulta discutible, McLuhan siempre opinó que no es el contenido manifiesto lo que hace el mensaje sino aquello que modifica la sensibilidad existente. Visionó tecnologías explotando medios masivos para expandirse y adelantó la massmediación antes del nacimiento de internet.
Concebir la tecnología por ampliación/extensión de algún órgano o facultad; es afirmar que la palanca es una extensión de nuestro brazo, los binoculares de nuestros ojos, la ropa de la piel, el libro de nuestra mente y así, cada circuito eléctrico que rodea las sociedades industrializadas. Internet, entonces, también implicaría extensión corporal estableciendo prolongación sensitiva en nuestro sistema nervioso central. El apartado siguiente muestra coordenadas para comprender lo que vino después de la era eléctrica, nuestro momento de ambientes hiperconectados y digitales.
Esbozos digitales
Cada invento acontece, caduca, extiende y recupera el proceso anterior. Cada momento sucede al mismo tiempo, dota de claridad, permite ver qué pasó: todo medio se trasciende para convertirse en algo más. Dicho de otro modo, como hemos visto, estudiar el campo de efectos de un artefacto/medio/tecnología depende de observar lo que intensifica o hace posible; qué hace caducar; qué recupera y en qué se convierte llevado al límite de sus funciones. Pero, en este proceso simultáneo, lo actual no deja de brotar: cada invención condena a todos los sentidos a experimentar modificaciones. El mercado se sirve de dicha cadena y con calma, oferta estratégicamente lo que le conviene; cada “nuevo” medio utiliza al medio “viejo” o anterior para posicionarse y la gente, nosotros usuarios, no damos cuenta del juego. Es decir, las novedades se introducen en el mercado utilizando lo viejo para familiarizarnos; el cine pasa a la televisión o a Netflix, las novelas escritas se vuelven películas o el caso de la imprenta que empezó reproduciendo la biblia. Considerando esto —y para esbozar dilemas actuales provocados por ambientes digitales—, pensemos los siguientes conceptos básicos de sistemas de información.
Communicare, del latín, denota “hacer algo común”: comunicación es la transferencia de información producida entre individuos o grupos ya sea por medio del habla o por cualquier otro sistema. Para cumplir con la transferencia necesitamos 1) un emisor capaz de seleccionar un conjunto específico de estados de mensaje entre una serie de estados; 2) un canal a través del cual pueda indicarse la selección del emisor; y 3) un receptor capaz de descifrar esta indicación para determinar estados de mensaje específicos seleccionados por el emisor.[15]
LINDER, “TV SEX”, (1978)
En el circuito anterior existe la importante diferencia entre datos e información. Los datos resultan de un fenómeno: magnitudes o cifras introducidas o derivadas del sistema, pueden ser no numéricos, premisas o principios; pero ellos solos no son útiles sino hasta ser procesados, organizados y convertidos en la significativa presentación llamada información. La información, en cambio, se obtiene con el diseño específico de sistemas programados mediante procedimientos relacionados para lograr objetivos, procesar datos y seguir haciéndolo en posibilidades infinitas.[16] Hasta aquí, el asunto parece sencillo, pero ¿pueden las máquinas sentir? ¿pueden las máquinas pensar? son preguntas que acechan el imaginario humano desde hace siglos y son punto de partida para el desarrollo digital e invenciones basadas en inteligencia artificial.
Desde 1967 existen sistemas para leer letras y números impresos, desde reconocimiento de símbolos garrapateados en alguna hoja por un autor casual o sistemas de escritura a base de abreviaturas como la estenografía. Han pasado casi medio centenar de años de medios mecánicos para organizar correspondencia o leer palabras, por lo tanto, no son novedosos “sistemas basados en computadoras capaces de un comportamiento que en el ser humano sería considerado actividad mental: desde notables máquinas para jugar ajedrez o demostrar teoremas matemáticos”.[17] Aun así, puntos de vista de teoría de la información postulan que solo agentes aptos de elección son capaces de comunicación; mediante fórmulas precisas expresan cantidades de información en bits y transportan estados de mensajes bajo el circuito mencionado. La tradición juzga las máquinas por funcionar exclusivamente como mecanismos de relojería: su esencia es la predictibilidad, son determinadas para realizar ciertas tareas y no tienen que elegir nada ni se espera nada más que funcionen. Se sigue entonces que no son agentes de elección. Sin embargo, las máquinas operan desde esquemas significativos, razonan y actúan en consecuencia con reglas de inferencia lógica deductiva desde el cálculo de probabilidades. Computadoras de dígitos u otros dispositivos han demostrado capacidad para originar información sobre su estado interno o ambiente artificial: para lograr “autoescanearse” procesan patrones y eliminan incertidumbre desde algo parecido a un sistema nervioso orgánico. En resumidas cuentas, el ser humano en su búsqueda de invención, transfirió y delegó inteligencia a la fiabilidad maquínica.
Con la revolución industrial —aunado a la progresiva artificialización del medio ambiente— se inauguró la posibilidad de pensar la técnica como “hoy en día que se discuten seriamente los problemas prácticos de la construcción de robots comparables en lo esencial a los seres humanos”.[18] El enunciado lógico “ningún hombre es máquina” señala incapacidad para tener estados de conciencia como pasión, esperanza o amor, pero eso es hoy un asunto en discusión.
Al parecer, la innovación incesante no trata de producir máquinas más humanas sino transferirles ciertas tareas de las cuales prescindir, para ello, los sistemas cibernéticos requieren mayor complejidad en procesos de programación para lograr aumentar velocidad de la lectura/transmisión de datos y ha desarrollado tecnologías con programas almacenados en donde el proceso central funge como cerebro-memoria de todo el sistema.
La capacidad para manejar grandes volúmenes de datos y transmitirlos de manera rápida, es notable en dispositivos inteligentes.[19] Con la programación digital, los instrumentos para almacenar y trasladar información son cada vez más integrales, económicas y portables (en ocasiones desde formas no visuales).
Señalar concepciones básicas en sistemas de información puede servir para evitar aceptar la adaptación tecnológica interiorizada en nuestra sensibilidad sin más. No debemos dejar de cuestionar el funcionamiento maquínico, e ir del efecto a la causa. Apartarse del medio es el único modo para percibir sus líneas de fuerza; la predilección y el control tecnológico puede romperse si observamos cómo se da su encantamiento.
Solo asumiendo que la comprensión detiene a la acción, podemos temperar la intensidad de dichos efectos. McLuhan aceptó que los medios provocan luchas dentro de nosotros; los nativos no estaban mejor preparados para la transición visual tipográfica provocada por la imprenta, experimentaron diluvios de conceptos y patrones de información que no entendían del todo. Lo mismo sucede en el paso de la era eléctrica a la era digital, en Occidente estamos algo desamparados ante el mundo de los megabits que “[…] ya está dentro de nuestros muros, estamos sordos, ciegos y mudos ante su encuentro […] los efectos de la tecnología no se producen al nivel de los conceptos, sino que modifican índices sensoriales regularmente sin que estos encuentren resistencia”.[20]
Vivimos el coro de una experiencia colectiva frenética. Cada día navegamos inocentemente en internet desde el dispositivo de nuestra predilección mientras algoritmos eligen por nosotros cosas que pueden gustarnos y que de otra forma no encontraríamos. Si los algoritmos pueden inferir nuestros intereses o pueden predecir nuestros miedos o deseos no es por casualidad, “[…] detrás de esas aplicaciones hay voluntad para mercantilizar todas las esferas de la vida. El acompañamiento algorítmico de nuestra existencia puede parecer benevolente, pero en realidad tiene fines comerciales y esconde intereses privados”.[21]
JOSEPH PACE, “ALGORITHM MIND MAPS #35”, (2017)
Los tiempos digitales heredaron la era electrónica, pero desde una instantaneidad potencializada. Electricidad es igual a fragmentación; las personas aprendieron a reordenar percepciones con el protocolo del ciberespacio y el alcance digital está modificando nuestra cultura tan claramente como la imprenta afectó al manuscrito medieval y la escolástica. Los flujos de información a la mano se han vuelto una prótesis técnica para el usuario promedio, el corazón del hombre-medio vive obsesionado por estar en línea, aunque esto distorsione su percepción: “[…] el hombre cree vivir en el jardín encantado del presente eterno. Si el mundo entero puede verse simultáneamente y si todas las alegrías y penas de la humanidad están siempre presentes y en todas partes, nada sigue necesariamente nada, las secuencias se quedan en meras adiciones en lugar de causas”.[22]
El discernimiento algorítmico ya no acepta ningún rincón al margen de su control. Ante una tecnología capaz de pronunciarse a conciencia en nuestro lugar estamos superando muchas predicciones; el acoplamiento humano-maquínico derroca órdenes estéticos y da lugar a nuevas formas epistemológicas. Aunque el problema sobre fragmentación-disolución temporal-espacial y la contorsión actual del orden sensorial, da para ocuparse desde un esclarecimiento exhaustivo, por ahora para concluir, digamos que para llegar al libro, el progreso avanzó poco a poco; primero se escribía sobre piedra, tablillas de barro secadas al sol o pergaminos, pero quizá, dentro de un siglo, los antropólogos recorrerán la superautopista de internet, enlistarán soportes aún no inventados para entender cómo éramos hoy y considerarán las investigaciones de McLuhan como un peldaño para comprender que la tecnología refleja lo social. Nos queda mientras tanto, explorar alternativas, arrojar sendas para mirar mejor el fenómeno digital de la supremacía algorítmica y no quedar atrapados por la mecha siempre encendida de las pantallas, por el omnipresente espejo negro de Narciso.
Bibliografía
- Crosson, J. F., Sayre, M. K., Filosofía y Cibernética, F.C.E., México, 1971.
- Lipovetsky, Gilles, El horizonte globalizado. Un debate sobre la cultura planetaria, Anagrama, Madrid, 2011.
- McLuhan, Marshall, Comprender los medios de comunicación. Las extensiones del ser humano, Ed. PAIDÓS, España, 1996.
- __________, La Galaxia de Gutenberg, Obras Maestras del Pensamiento Contemporáneo, México, 1985.
- Mejía, Quintana, Teoría crítica de los medios de comunicación, Universidad Nacional de Colombia, Colombia, 2005.
- Mendoza, Francisco, La pasión por los libros: un acercamiento a la bibliofilia, Ed Espasa, España, 2002.
- Sadin, Érick, La humanidad aumentada. La administración digital del mundo, Caja Negra, Buenos Aires, 2017.
- __________, La humanidad aumentada. La administración digital del mundo, Caja Negra, Buenos Aires, 2017.
- Valdettaro, Sandra, El dispositivo-McLuhan: recuperaciones y derivaciones, Universidad de Rosario, Argentina, 2011.
- Von, Bertalan, L., Teoría general de los sistemas, F.C.E, México, 2006.
Notas
[1] Sadin, Érick, La humanidad aumentada. La administración digital del mundo, ed. cit., p. 22.
[2] Lipovetsky, Gilles, El horizonte globalizado. Un debate sobre la cultura planetaria, ed. cit., p. 48.
[3] McLuhan, Marshall, La Galaxia de Gutenberg, ed. cit., p. 36.
[4] Nace en Alemania un mecanismo móvil para fundir letras y compone textos formando palabras en bastidores de madera. Después, se entintaba todo el contenido y apretaba contra el papel o el pergamino. Varios mecanismos del arte de imprimir dan lugar al primer libro impreso: La Biblia de Gutenberg.
[5] Mendoza, Francisco, La pasión por los libros: un acercamiento a la bibliofilia, ed. cit., p. 129.
[6] McLuhan expone una larga lista de ejemplos sobre producciones artísticas en música, literatura o prosa. Desde momentos anteriores al nacimiento del hombre tipográfico, mostró cómo influía lo auditivo en pueblos analfabetas. Por ahora, para el argumento de percepción desarrollado en esta exposición no se citan los ejemplos de manera extensa pero no son pasados por alto: tanto el estado de la cuestión que podemos ubicar anterior “al despegue de Gutenberg” como el mérito de la investigación de McLuhan al estar fuertemente vinculada con la historia del arte.
[7] McLuhan, Marshall, Óp. Cit., p. 113.
[8] McLuhan, Marshall, Comprender los medios de comunicación. Las extensiones del ser humano, ed. cit., p. 87.
[9] Ibíd., p. 62.
[10] Refiero exclusivamente al aforismo de McLuhan porque la teoría contemporánea de medios avanzó metodológicamente y ya existen análisis que estudian el flujo de datos desde estrategias cualitativas o cuantitativas. Estas mediciones tienen como objetivo controlar contenidos algorítmicamente para saber todo aquello que dicen o hacen las audiencias de un medio determinado.
[11] Valdettaro, Sandra, El dispositivo-McLuhan: recuperaciones y derivaciones, es.cit., p. 15.
[12] McLuhan, Marshall, Comprender los medios de comunicación. Las extensiones del ser humano, ed. ci., p. 25.
[13] La tesis de McLuhan no ignora que la massmediación sea una forma de control social, sin embargo, su postura no se encarga de ello de manera medular como el planteamiento de la Escuela de Frankfurt en donde desde ciertos hechos ineludibles de la historia del siglo XX se estudian fenómenos de totalitarismo y cultura de masas.
[14] Mejía, Quintana, O, Teoría crítica de los medios de comunicación, ed. cit., p. 87.
[15] Crosson, J. F., Sayre, M. K., Filosofía y Cibernética, ed. cit., p. 17.
[16] Von, Bertalan, L., Teoría general de los sistemas, ed. cit., p. 27.
[17] Ibíd., p. 23.
[18] Ibíd., p. 26.
[19] Conocidas como las UMTS, siglas que refieren a las tecnologías que permiten el acceso a internet desde los teléfonos como la fibra óptica y la banda ancha que suministra el Wi-fi.
[20] McLuhan, Marshall, Comprender los medios de comunicación. Las extensiones del ser humano, ed. cit., p. 39.
[21] Sadin, Erick, Óp. Cit., p. 22.
[22] McLuhan, Marshall, Comprender los medios de comunicación. Las extensiones del ser humano, ed. cit., p. 22.
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