Una reanudación espontánea de la filosofía

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Una reanudación espontánea de la filosofía

PORTADA: MICHEL SERRES

 

Traducción de Maria Konta 

Resumen: El filósofo Jean-Luc Nancy se acuerda de la aparición de “El sistema de Leibniz” de Michel Serres.

 

Por lo general, Michel Serres no ha atravesado ni mi trabajo y tampoco mi vida y, sin embargo, guardo de él imágenes muy vivas.[1] Resplandores fugitivos, pero poderosos, como los destellos de su voz, como los relámpagos de sus ojos. En mis años de estudios, Serres estuvo presente en calidad magistral. El año de mi preparación para la agregación (1964) impartió un curso sobre Descartes, cuyos Regulae estaban en el programa. Lo repaso y lo escucho anunciarnos que nos sorprendería lo que nos hacía ver en este texto, cuyo acercamiento fue un poco repelente. Y de hecho nos asombró, hizo que bailaran las austeras figuras con las que Descartes quería mostrar que las líneas y los puntos podían representar todas las diferencias sensibles. Dio el sabor de su acento (familiar para mi oído, algo así como Béarnaise) al discurso de “juicios sólidos y verdaderos”.

Creo que también hacía un montón de acotaciones. Tengo la impresión de haberlo oído hablar de Jules Verne o de Carpaccio, pero esos pueden ser falsos recuerdos falsificados por libros posteriores. Al lado de Canguilhem, que también daba conferencias sobre el mismo texto, Serres parecía menos preciso, menos meticuloso, pero ambos compartían un cierto sentido de la organización del pensamiento, del goce encontrado en el orden y en las relaciones, de una vida de formas nuevas para mí y cuya huella era profunda. Creo que a mi alrededor fue más o menos lo mismo para Badiou, Macherey y otros. Foucault, Althusser, Derrida, Deleuze, más o menos de su generación, pero ya mejor identificados, me atrevo a decir, estaban todos atentos a él. Él intrigó, estimuló.

El 1968, en medio de las sacudidas situacionistas, su libro sobre el Sistema de Leibniz no solo no me parecía incongruente sino que estaba en consonancia con el sentimiento de un cambio de época, de “paradigma” o de “modelo” para resumir algunos términos del libro. No es una paradoja, porque de hecho se trataba de un desplazamiento conjunto de nuestros hitos, tanto en la tradición revolucionaria como en esa de la historia de los pensamientos.

MICHEL SERRES

Los libros que siguieron, los Hermes, me interesaron, pero nuestros caminos eran muy diferentes. Tuve pocas oportunidades de encontrarme con él en los Estados Unidos; su cordialidad nunca falló. Recuerdo que Lacoue-Labarthe lo encontró un día tomando el mismo avión que Serres a Nueva York. Serres conocía al piloto o, de lo contrario, se daba a conocer como un técnico de aeronaves competente, y pasó, con Lacoue-Labarthe encantado, parte del viaje en la cabina del piloto.

Sabía cómo lidiar con los vientos, con las corrientes ascendentes o descendentes, con las vicisitudes y los caprichos de la historia. Creo que se sentía igual al tábano o al torpedo con los cuales Sócrates se compara. No un Sócrates que sabe que no sabe nada, sino uno que sabe todo y puede saberlo todo sin tener que crear un sistema o hundirse en las ansiedades del no saber. Una reanudación perpetua y avispada de la filosofía. Un pensador in statu nascendi: justo cuando veía la historia inventándose, bifurcándose, mutándose y escapándose.

 

Notas

[1] El original en francés intitulado “Une recommencement primesautier de la philosophie” fue publicado en Libération el 2 de junio 2019.

Véanse: https://www.liberation.fr/auteur/7533-jean-luc-nancy

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