De la Tánato-ética a la Tánato-política

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De la Tánato-ética a la Tánato-política

FRANCISCO CAMPLÁ, “EROS Y TÁNATOS”

 

Resumen

En el presente trabajo lo que pretendo es desarrollar varias reflexiones con respecto a la relación que existe entre lo que podría ser etiquetado como «Tánato-ética» o «Ética de la muerte» y la denominada Tánato-politica, término usado por el pensador Giorgio Agamben. La Tánato-ética se reflexiona en el marco de la historia del pensamiento occidental.

Palabras clave: Tánato-ética, Tánato-política, Agamben, bioética, Bonete, pensamiento occdental.

 

Abstract

In this work, what I intend is to develop various reflections regarding the relationship they have between what could be labeled as «Thanato-ethics» or «Ethics of death» and the so-called Thanato-politics, a term used by the thinker Giorgio Agamben. Thanato-ethics is reflected in the framework of the history of western thought.

Keywords: Thanato-ethics, Thanato-politics, Agamben, bioethics, Bonete, western thought.

 

Es tal la complejidad del proceso de morir y sobre todo el significado o la relación que tiene la muerte con la vida, que cualquier reflexión moral sobre ella lleva ya una carga que afecta también a como entendemos la vida humana. Se podría decir que ambas son inseparables, es decir, que cuando se piensa la muerte irremediablemente también se está pensando en la vida.

 

Cabe también anotar que son muchos los factores que atraviesan una reflexión moral sobre la muerte, lo mismo que lo es para la vida, entre ellos tenemos factores culturales, médicos, psicológicos, educativos, jurídicos. A continuación, lo que pretendo en el trabajo es desarrollar varias reflexiones con respecto a la relación que existe entre lo que podría ser etiquetado como «Tánato-ética» o «Ética de la muerte» y la denominada tánato-politica, término usado por el pensador Giorgio Agamben.

 

La Tánato-ética debe ser reflexionada en el marco de la historia del pensamiento occidental, por ello propongo buscar: ¿Qué discusiones ha generado el tema en varios filósofos? Lo que se pretende es realizar una especie de recorrido histórico en el pensamiento. Está claro que el concepto de Tánato-ética es actual; por tanto, no habrá referencias directas a este concepto, pero como esta aérea se encuentra ampliamente relacionada con el tema del suicidio, en las referencias que se tomarán, se expondrá ya sea de forma directa o inevitablemente en el marco de las discusiones sobre la libertad y autonomía de las personas frente al tema del suicidio. En el trabajo de investigación se busca rastrear y exponer las referencias a favor y en contra del mismo.

 

Dos son los objetivos del trabajo que desarrollaré a continuación; primero caracterizar el concepto de Tánato-ética y su objeto de estudio, del mismo modo caracterizar el concepto de Tánato-política desarrollado por el filósofo Giorgio Agamben. Segundo, realizar un rastreo en la historia de la filosofía respecto a las referencias que hay sobre el suicidio, en relación a una simple división de quienes están a favor y porqué; y quienes se pronunciaron en contra y porqué. Con ellos se establecerá la relación directa que existe entre la Tánato-ética y el funcionamiento de la sociedad de la Tánato-política.

 

¿Qué se debe entender por “Tánato-ética”?

 

Sobre la Tánato-ética ha habido actualmente un desarrollo más profundo en los estudios sobre la bioética. El objetivo de estudiar esta disciplina, es con el fin de “[…] establecer los principios éticos y criterios morales para orientar en las decisiones que se han de tomar en torno al que está próximo a morir por parte de los profesionales sanitarios, la familia y, por supuesto, el propio enfermo”.[1]

 

La Tánato-ética está relacionada con la búsqueda de las implicaciones éticas de la realidad mortal del hombre. Esta búsqueda de las dimensiones éticas que rodean el hecho del «morir humano» tiene por supuesto repercusiones prácticas sobre la definición de la muerte, que se puede dar desde distintas áreas de las ciencias; este concepto atravesará la discusión sobre la eutanasia, el aborto, el suicidio, entre otros fenómenos de la vida.

 

Enrique Bonete Perales nos menciona que el centro de la reflexión tanatológica en la filosofía ha consistido en esclarecer, desde la razón, qué significa que la vida humana sea mortal. Pero este problema central de la filosofía se ha convertido en un tema clave, a partir de los nuevos dilemas éticos que platean el alargamiento de la vida humana por diferentes medios como los farmacológicos, quirúrgicos y terapéuticos, surgiendo así reflexiones que “[…] giran en torno a si puedo ser ‘yo’ el sujeto que decide ‘cuándo’ y ‘cómo’ morir”.[2] Abriendo así, en nuestro siglo, la preocupación o la búsqueda por el “morir moral”. “La filosofía ha pasado durante este siglo XX del pensar sobre la ‘vida mortal’, al pensar sobre el ‘morir moral”.[3]

 

Bonete considera que la dimensión ética ha estado muy ausente en todos los estudios que se hacen con respecto a los fenómenos físicos, psíquicos y culturales con respecto a la muerte, estudios enmarcados en el campo de lo que denomina como la tanatología. Por el contrario, nos señala que en la bio-ética resaltan las cuestiones morales que suscitan el estudio de la vida humana. Muchos de los problemas tienen su origen en la ética médica, pero muchas veces se sobrepasa el ámbito de los profesionales médicos y se pasa así a la reflexión dentro de la bio-ética.  Entonces sugiere que debe existir también una Tánato-ética a la que desarrollará desde tres dimensiones. La primera es la dimensión teórica y se centra en la pregunta: ¿cuál es el impacto de la muerte en la reflexión filosófica? Nos sugiere ver en la historia de la filosofía cómo el hecho de la muerte ha suscitado y condicionado el impulso del pensar filosófico.

 

TOMADA DE WATTPAD

 

La segunda dimensión que considera Bonete es la educativa, y la relaciona con el siguiente cuestionamiento: ¿Puede la filosofía moral ayudar a morir? Finalmente, la dimensión ética de la muerte, la cual, es encerrada en que la Tánato-ética debe responder ¿cuál es el impacto de la muerte en la vida moral? Estas reflexiones fomentan actitudes morales para asumir con entereza la existencia en el mundo.

 

Respecto a estas preguntas que nos plantea Bonete, el enfoque que sobresale es que todas estas cuestiones se deben estudiar con una intencionalidad práctica, pues como se ha mencionado, existe una relación directa en cómo se piensa la dimensión ética de la muerte con la moral del morir.

 

La Tánato-política en las sociedades actuales

 

Giorgio Agamben enfocó su pensamiento en el problema del poder soberano, y a lo largo de su desarrollo llega a determinar cómo este poder soberano permanece como paradigma biopolítico de lo moderno. Con esto quiere explicitar cómo funciona el poder actual, usa como ejemplo los campos de concentración para explicar el conjunto de la sociedad.

 

Dirá, pues, que el poder soberano se manifiesta como un poder sobre la vida y sobre la muerte de los individuos. Hay un momento en la modernidad en que este poder se invierte y pasa de ser un poder sobre la vida a un poder ocupado en prolongar y gestionar la vida, ese movimiento nos explicita el concepto de biopolítica de Foucault. El sistema médico, por ejemplo, es uno de los dispositivos que permite gestionar la vida. Esta misma gestión de la vida, pasa a constituirse como la normalización de la misma. Se crean formas de vida normalizadas, es por eso que Agamben dice que el poder soberano continúa teniendo peso en la contemporaneidad, al contrario de lo que piensa Foucault.

 

Dado que el poder crea formas de vida normalizadas, también se crean otras formas de vida que son, por supuesto, excluidas. Agamben desarrolla dos conceptos: el de Bios, entendido como la vida regulada, normalizada, y Zoé que es aquella vida sin forma. El autor propone el concepto de nuda vida y asegura que cuando un referente pasa a ser constituido como nuda vida entra en una zona de indeterminación.

 

Menciona que Foucault estudió los “procesos de subjetivación” que llevan al individuo a objetivar su propio yo y constituirse en sujeto, vinculando estos procesos a un conjunto de relaciones de poder. También, acusa que Foucault “[…] no transfirió su instrumental de trabajo, como habría sido legitimo esperar, a lo que puede aparecer como el lugar por excelencia de la biopolítica moderna: la política de los grandes Estados totalitarios del siglo veinte”.[4]

 

En las democracias actuales se asiste a un constante desplazamiento y ampliación del “estado de excepción”, dice Agamben, lo que implica que las decisiones sobre la vida sean también una decisión sobre la muerte. Es así como propone que actualmente se ha pasado de la biopolítica a la Tánato-política. El autor considera que ya no son discernibles las zonas que separan estos conceptos. Su tesis central es que “[…] el estado de excepción, ese momento —que se supone provisorio— en el cual se suspende el orden jurídico se ha convertido en el siglo XX en una forma permanente y paradigmática de gobierno”.[5] Esta es una idea que retoma de Walter Benjamin, quien ya había mencionado en sus Tesis sobre el Concepto de Historia que “[…] el estado de excepción en el cual vivimos ahora es la regla”.

 

Existe una curiosa relación de contigüidad entre la democracia y el totalitarismo, comenta Agamben, pues ahora los espacios, las libertades y derechos que se han conquistado preparan a la vez “[…] una tácita pero creciente inscripción de su vida en el orden estatal, ofreciendo así un nuevo y más temible asiento al poder soberano del que querían liberarse”.[6] El estado de excepción es el nuevo paradigma jurídico-político de los Estados Modernos donde todo es posible, el poder dispone de los ciudadanos en tanto vidas desnudas, es así que mira que lo ocurrido en los campos de concentración nazis empieza a convirtiese en la regla. “En las democracias modernas es posible decir públicamente lo que los biopolíticos nazis no se atrevían a decir”,[7] el estado excepción instaura una especie de guerra civil que permite la eliminación no solo de los adversarios políticos sino de los ciudadanos.

 

Vemos una doble cara donde las fronteras que se supone separan la biopolítica y la Tánato-política ya no son tan claras, es decir, toda decisión sobre la vida ahora es necesariamente una decisión sobre la muerte, o mejor dicho, es una decisión sobre la “vida indigna de ser vivida” según la expresión de Agamben. “El concepto de vida sin valor (o indigna de ser vivida) se aplica ante todo a los individuos”,[8] y evoca el poder de decisión soberano sobre la nuda vida, es por ello un concepto político, en donde se pone en cuestión la vida eliminable y sacrificable.

 

JOHN WILLIAM WATERHOUSE, “SUEÑO Y SU HERMANASTRO MUERTE” (1874)

 

Dado este marco general, la pregunta que se debe responder es: ¿cómo funciona y qué efectos tiene la Tánato-política sobre los sujetos y la población?, pues se debe considerar que cada práctica Tánato-política funciona a partir de cierto marco jurídico (la excepcionalidad), y discursivo (la construcción de la otredad). Es decir, los marcos jurídicos y discursos de un Estado pueden afectar a determinados grupos sociales, y muchas veces operan a través del mecanismo del miedo, lo que permite interiorizar consideraciones morales que son asumidas por la sociedad y que por su puesto tiene efectos directos o indirectos sobre los sujetos y sobre el conjunto de la población.

 

Una vez caracterizados ambos conceptos, lo siguiente es realizar un rastreo en la historia de la filosofía respecto a las referencias que hay sobre el tema, tal como se indicó, este rastreo no buscará el uso directo de los términos de Tánato-ética o Tánato-política, sino que buscará dicha referencia en torno a la postura sobre el suicidio, tema donde se simplifica la visión de la muerte con la libertad a nivel político.

 

Referencias en Aristóteles, Agustín de Hipona, Kant y Hegel  

 

Aristóteles se muestra claramente en contra del suicidio. Considera al suicidio como un atentado contra la propia vida, una deshonra personal, una manifestación de cobardía y sobre todo, lo entiende como un atentado contra la ciudad. Encontramos referencias al tema en su Ética a Nicómaco, donde expresa que el morir por huir de la pobreza, del amor o de algo doloroso, no es propio del valiente sino del cobarde.

 

Realmente para Aristóteles, suicidarse es un atentado contra la ciudad más que contra uno mismo. Considera que las acciones justas están prescritas en la ley y por efecto “[…] la ley no autoriza a suicidarse”, está prohibido. Por ello, menciona que si uno opta por degollarse voluntariamente, lo hace contra la recta razón. Para Aristóteles la decisión de vida y muerte no le pertenecen directamente al individuo, sino a la ciudad.

 

En esta línea tenemos también a la filosofía que sustentó la religión católica; vemos en San Agustín, uno de sus indiscutibles pilares, varias referencias al suicidio en su obra La ciudad de Dios. Enrique Bonete sostiene que estás ideas, por supuesto, las desarrolla en una clara oposición contra los pensadores cínicos y estoicos, y muy particularmente contra lo expuesto por Séneca.

 

Se asume que San Agustín se inspira en las Escrituras sagradas para afirmar que en ellas no encuentra ninguna referencia donde se autorice el suicidio. Según Agustín de Hipona el mandato de Dios “no matarás” debe ser aplicado al suicidio. Aplicaremos al hombre las palabras no matarás, entendiendo: ni a otro ni a ti, puesto que quien se mata a si mismo mata a un hombre. Otra referencia directa expresa lo siguiente: sabemos que no existe ley alguna que permita quitar la vida, y, por tanto, quien se mata a sí mismo es homicida. Para la religión católica-cristiana el suicidio es un atentado contra la creación.

 

Fuera ya de la religiosidad, también vemos referencias en contra del suicidio en uno de los filósofos más importantes del pensamiento occidental. Me refiero a Immanuel Kant, que en su Metafísica de las costumbres expresa que existen deberes innatos del hombre para sí mismo, siendo el principal de esos deberes tratarse como fin, y no como mero medio.

 

El deber consigo mismo sería para Kant un “imperativo categórico”. Vemos que en su ética hay entonces una parte empírica, a la que denomina antropología práctica y también una parte racional, a la que denomina moral. El objetivo de Kant es estudiar las leyes morales. Indica que una ley, para valer moralmente debe tener o llevar en si una necesidad absoluta. Es indispensable para Kant descubrir la fuente de los principios prácticos que a priori están en nuestra razón.

 

Kant no hace uso de razonamientos religiosos en sus escritos sobre el suicidio, sino de consideraciones y argumentaciones humanistas, que se centran en que tenemos que respetar a la humanidad en nuestra propia persona. Para Kant la mayoría de nuestras acciones son hechas conforme al deber y no por el deber. Insta a pensar que toda acción moral debe poseer un carácter racional y buscar prescribir un deber ser. En la Metafísica de las costumbres, el autor anota que el hombre no puede enajenar su personalidad mientras viva: y es contradictorio estar autorizado a sustraerse a toda obligación, es decir, a obrar libremente como si no se necesitara ninguna autorización para esta acción.

 

Finalmente, está Hegel, que es otro de los pilares del pensamiento occidental moderno. Hegel desarrolla su teoría sobre la voluntad y articula la actividad de la voluntad según una estructura triádica donde establece los siguientes momentos: 1) los “impulsos e inclinaciones”; 2) el “libre albedrío”; y 3) la “voluntad libre”. Desde el punto de vista de la lógica hegeliana, la voluntad libre señala el último momento del proceso y es ciertamente la más coherente y consistente. Precisa: “[…] la voluntad libre como libre, además, no está atada ni a la determinidad ni a la singularidad… sino que es una voluntad universal”.[9]

 

Evaluar en la filosofía hegeliana esta capacidad humana de darse su propia muerte, requiere una revisión al concepto de voluntad libre, concepto relacionado con la autodeterminación, como la finitud que implica el determinarse. Para Hegel la libertad es la sustancia y determinación de la voluntad. Voluntad sin libertad —escribe Hegel— es una palabra vacía, y a su vez la libertad sólo es real como voluntad. Precisamente, el suicidio se inserta dentro de la trama de la libertad, como expresión de esta indeterminación constitutiva de la voluntad.  La voluntad, sólo es libre, y por lo tanto verdadera voluntad, en cuanto inteligencia pensante.  La verdadera voluntad aspira a ser universal, por ello, la experiencia individual, no cabe en esta voluntad, mucho menos la del suicidio, ya que para Hegel, no estaría determinada por una inteligencia pensante.

 

ROGELIO MANZO, “TANATOS XLIII” (2017)

 

Referencias en Séneca, Montaigne, Hume y Nietzsche

 

Para Séneca el suicidio significa la puesta en práctica de la libertad que posee el ser humano para abandonar una vida que considera ya indigna e impropia de su razón. Para este filósofo estoico, el suicidio es un acto moral y valiente, nunca habla de desesperación ni de cobardía, sino de afirmar nuestra propia libertad frente a la vida. Lo bueno no es vivir, sino vivir bien. Por eso el sabio vivirá tanto como deberá, no tanto como podrá; él verá dónde ha de vivir, con quiénes, cómo y qué ha de hacer.

 

Séneca inaugura esta visión o línea de pensamiento que será defendida por diversos pensadores. El suicidio no es irse contra ningún Dios, pues él ya nos ha destinado a la muerte, por ello, él no habla de ninguna santidad de la vida sino de la calidad de la vida. Esta línea del estoicismo será tomada por otros pensadores.

 

Uno de ellos es Montaigne, un pensador humanista cuyas reflexiones sobre el suicidio, aparecen en sus “Ensayos”, donde sostiene que la muerte es una parte del orden universal. Montaigne asume una cuestión importante en la vida como es el sufrimiento. Habla justamente de la dicotomía: “Vida como calidad y vida como santidad”. Se debe morir cuando vivir reporta mayor mal que bien, ir contra las propias leyes de la naturaleza, el conservar la vida para tormento e insatisfacción nuestra.

 

Para Montaigne el tema del suicido tiene una doble responsabilidad, una frente al otro, y la otra frente a la ciudad. Pero frente a estas realidades sobresale la libertad pues siempre menciona que se debe escoger: o una vida tranquila, o una muerte feliz. Es bueno morir cuando la vida es molesta. Nos recalca que vale más no vivir que vivir desgraciado.

 

El pensador escoses David Hume, se puso en la vereda del frente del cristianismo, con argumentos y razonamientos que desde la teología, la sociología y la ética, justificaban el suicidio. Su ensayo Sobre el suicidio apareció después de la muerte del filósofo, ya que fue prohibido sobre todo por la iglesia. Es ahí donde argumenta que nuestro apego a la vida está lleno de muchas supersticiones que producen temor.

 

Hume quiere rebatir la postura de Agustín de Hipona y de Santo Tomás, pues el suicidio no es un pecado, para Hume el suicidio es moral, y tiene una relación directa con la autonomía, donde se pregunta: ¿no podemos disponer todos libremente de nuestra propia vida? Para Hume no hay una referencia directa en contra del suicidio en el cristianismo, pues para él es claro el mensaje de que cuando el dolor o la tristeza superan la paciencia, hasta el punto de sentir cansancio de la vida, la conclusión en los más claros y expresivos términos, es que debe dejarse.

 

TOMADA DE LIFEDER

 

Schopenhauer retoma mucho de lo expuesto por Hume y problematiza el tema preguntándose: ¿es condenable el suicidio? Y se responde: “[…] el suicidio es contrario a la consecución del supremo fin moral porque sustituye equivocadamente la redención real de este mundo de miseria por el simulacro de una redención que no es más que aparente”.[10] Schopenhauer en su búsqueda de una moralidad nos acerca a un rechazo radical de la voluntad de vida como una negación a ésta.

 

La posición nietzscheana apunta argumentos a favor de la eutanasia voluntaria y de la ayuda al suicidio. En Nietzsche hay claras referencias donde expone su opinión respecto al tema y nos dice que es mucho mejor la decisión de optar por la muerte rápida y libre a través del suicidio. En Así habló Zaratustra, y más concretamente en su capítulo sobre “La muerte libre”, el filósofo desarrolla una defensa sobre la eutanasia y el suicidio. Asimismo en obras como Humano, demasiado humano; Genealogía de la moral o Crepúsculo de los ídolos, hay múltiples referencias sobre la actitud del ser humano ante la muerte.

 

Actualmente cuando la explicación de este fenómeno —la muerte— se aborda desde la sociología o la psicología, en general se impone el análisis suicidológico con la intención de prevenir y evitar el suicidio, como si fuese una especie de enfermedad o plaga.

 

Existe pues, una función normalizadora en el tema del suicido, es decir vemos allí también mecanismos de la Tánato-política, dado que se ha impuesto una visión general en la sociedad donde se mira en este acto una especie de “enfermedad”, y es por tanto el Estado el que lo debe prevenir y evitar a través de políticas públicas de salud.

 

¿De dónde viene pues esta visión generalizada con respecto al suicidio?, claramente de una línea de pensamiento, donde se generaliza una Tánato-ética, lo que significa que otra línea de pensamiento fue abandonada. Por ello hoy por hoy, al suicida, o en general a la decisión sobre la muerte se la oculta, porque lo consideran una vergüenza, una vida “no digna de ser vida”.

 

Vemos entonces cómo una cierta forma de la Tánato-ética incide en decisiones políticas en una sociedad, pues es indudable que existe una Tánato-política (o biopolítica de la muerte), muy presente en la cotidianeidad de la vida, que juega bajo ciertas determinaciones morales, por ejemplo, cuando una ley plantea la licitud de la donación cadavérica de órganos, cuando en un hospital se decide qué hacer con una persona en estado vegetativo, cuando se decide sobre el aborto o la posibilidad de la eutanasia, o cuando se mira al suicidio como un mal social a erradicar.

 

Sobre lo dicho mencionaré también que no se puede dividir la biopolítica en dos, en el sentido de que no puede estar separado o pensarse por separado un régimen biopolítico que actúa sobre la vida y un régimen Tánato-político que actúa sobre la muerte. Todas las decisiones políticas sobre los cuerpos, actúan sobre vivos o muertos, y ellos en ningún momento dejan de ser los mismos.

 

Bibliografía  

  1. Agamben, Giorgio, “El campo de concentración como paradigma biopolítico de lo moderno”, en Homo Sacer I, PreTextos, Valencia, 1998.
  2. Agamben, Giorgio, “El estado de excepción como paradigma de gobierno”, en Homo Sacer II, Adriana Hidalgo, Buenos Aires, 2004.
  3. Bonete, Enrique, ¿Libres para Morir? En torno a la Tánato-Ética, Desclée De Brouwer, Bilbao, 2004.
  4. Bonete, Enrique, “Ética de Muerte: de la Bio-ética a la Tánato-ética”, en Daimon. Revista de Filosofía, N°25, Murcia, Universidad de Murcia, 2002, pp. 57-74.
  5. Hegel, Friedrich, Doctrina del Derecho, los deberes y la religión para el curso elemental, Biblos, Buenos Aires, 2010.
  6. Schopenhauer, Arthur, Sobre el Dolor del mundo, el suicidio y la voluntad de vivir, Editorial Tecnos, Madrid, 1999.

 

Notas

[1] Bonete, Enrique, Ética de Muerte: de la Bio-ética a la Tánato-ética, ed. cit., p. 57.
[2] Ibidem, p. 58.
[3] Idem.
[4] Giorgio, Agamben, “El campo de concentración como paradigma biopolítico de lo moderno”, ed. cit., p. 152.
[5] Giorgio, Agamben, “El estado de excepción como paradigma de gobierno”, ed. cit., p. 6.
[6] Giorgio, Agamben, “El campo de concentración como paradigma biopolítico de lo moderno” ed. cit., p. 154.
[7] Ibidem, p. 210.
[8] Ibidem, p. 175.
[9] Hegel, Friedrich, Doctrina del Derecho, los deberes y la religión para el curso elemental, ed. cit., p. 17.
[10] Schopenhauer, Arthur, Sobre el Dolor del mundo, el suicidio y la voluntad de vivir, ed. cit., p. 22.

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