Una revisión de la filosofía del lenguaje en clave feminista

ILUSTRACIÓN DE ESMIRNA BARRERA

 

Resumen

A partir de las propuestas recientes de la filosofía feminista del lenguaje, con las contribuciones de Jennifer Hornsby y con el auxilio de algunos elementos de la epistemología feminista, este trabajo pretende ser una revisión crítica de algunos supuestos que operan en la filosofía del lenguaje hecha por hombres a lo largo de la tradición de esta disciplina. Concretamente, el objetivo es preguntar y responder si la filosofía del lenguaje habría sido diferente si hubieran sido las mujeres quienes la han escrito, para lo cual trataremos de mostrar algunos argumentos que den cuenta que la presencia de las mujeres en la filosofía no es indiferente.

Palabras clave: filosofía del lenguaje, filosofía feminista del lenguaje, epistemología feminista, Hornsby, filósofas, filósofos.

 

Abstract

Based on the recent proposals of the feminist philosophy of language, with the contributions of Jennifer Hornsby and with the help of some elements of feminist epistemology, this work aims to be a critical review of some assumptions that operate in the philosophy of language made by men throughout the tradition of this discipline. Specifically, the objective is to ask and answer whether the philosophy of language would have been different if it had been written by women, for which we will try to show some arguments that show that the presence of women in philosophy is not indifferent.

Keywords: philosophy of language, feminist philosophy of language, feminist epistemology, Hornsby, female philosophers, philosophers.

 

Pensar y repensar el mundo que nos circunda es una de las tareas privilegiadas de la filosofía, y este mundo es un complejo entramado de significados cuya proyección sería imposible sin las palabras que componen al lenguaje, con lo cual, la filosofía del lenguaje representa un ala de la filosofía crucial en muchos sentidos. No es objeto de este escrito probar su importancia y relevancia, más bien, buscaremos repensar los supuestos que operan en el área de la filosofía del lenguaje a la luz de las distintas propuestas que se han hecho alrededor de la epistemología feminista y la recientemente arribada filosofía feminista del lenguaje.

 

La determinación de escribir en tono más bien ensayístico con elementos expositivos, representa todo un desafío, fundamentalmente por la fuerza con la que asimilamos ciertos modos encorsetados de decir los resultados de nuestras investigaciones, sin embargo, más desafiante aún es poder tomar prestadas herramientas de otras teorías para poder revisar los supuestos que operan de fondo en nuestro quehacer, a riesgo de ponerlo en jaque. Para llevar adelante estos propósitos, someteremos a análisis a la filosofía del lenguaje, pero no toda la filosofía del lenguaje, sólo aquella, masculina, de corte analítico y clásico como la de Frege, por ejemplo, valiéndonos de algunos elementos críticos de estudios feministas de la filosofía del lenguaje y de la epistemología.

 

La presente propuesta se halla motivada en la necesidad de poner de manifiesto el valor intelectual de las producciones femeninas, mostrando particularmente las contribuciones feministas a la investigación filosófica sobre el lenguaje, que sin lugar a dudas van a contribuir al progreso de la filosofía, por un lado, y, a la construcción de un mundo más justo e igualitario en el que las voces de todos los y las intelectuales valgan lo mismo.

 

Si tomamos cualquier libro consagrado de filosofía del lenguaje veremos que es nula la nómina de filósofas, en su lugar figuran renombrados autores como Bertrand Russell, Ludwig Wittgenstein, Gottlob Frege, John L. Austin, Saúl Kripke o John Locke, entre otros tantos; entonces cabe preguntarse, ¿no han existido aportes de mujeres a la filosofía del lenguaje? O, si han existido, ¿sus logros no han sido reconocidos por el hecho de ser mujeres, o algún colega hombre se las apropió?, ¿no eran lo suficientemente brillantes como para trascender?, estos interrogantes están lejos de ser respondidos acá, puesto que la historia de las mujeres filósofas recién se está escribiendo, como dice Ruth Hangengruber,[1] quien promete darnos más nombres de los que podemos imaginar, como lo demuestran algunos pocos registros históricos, las mujeres han estado creando durante mucho tiempo contribuciones originales a la filosofía.

 

Elementos de las epistemologías feministas

 

Frente a lo dicho siguen cabiendo preguntas; si la filosofía misma se ha visto plagada de aportes de mujeres que, por un sinfín de motivos se vieron silenciadas por la historia, entonces, ¿la filosofía del lenguaje hubiera sido distinta si hubiera salido de plumas femeninas?, ¿se hubiera pensado en los mismos temas, y si hubieran pensado los mismos temas, lo habrían hecho del mismo modo?, ¿qué hubiera pasado si en lugar de Frege hubiera sido una mujer quien diera inicio a la filosofía del lenguaje?, ¿qué definiciones manejaríamos hoy del significado, el sentido, la referencia y la verdad hoy?

 

Respuestas taxativas y definitivas no creemos lograr, no obstante, las epistemologías feministas de estos últimos tiempos, sugieren que la forma de producir conocimiento se ve directamente influenciadas por el género, a la vez que se estima que el conocimiento en general es hegemónicamente masculino, conocimiento que siempre perjudica a las mujeres, en tanto las excluye, les niega autoridad epistémica, denigran sus estilos cognitivos y modos de conocimiento “femeninos”, produciendo y reproduciendo el infundado imaginario de mujeres representadas como inferiores, desviadas, o significativas solamente en tanto sirvan y sean funcionales a los intereses masculinos.

 

De este modo, como propone Elizabeth Anderson,[2] a partir de la elaboración masculina del conocimiento se explican los fenómenos sociales desde teorías que hacen que las actividades e intereses de las mujeres, (o relaciones de poder de género) sean invisibles y desestimadas a los ojos del mundo, sacando al género femenino de los contexto de producción y difusión del conocimiento; además, este modo de teorizar masculino, tiene como consecuencia la producción de conocimientos que no resultan útiles, justos ni beneficiosos para las personas en posiciones subordinadas, por el contrario, deriva en un refuerzo de la supremacía del género masculino y mantiene intactas las jerarquías sociales  cristalizadas entorno al dominio del hombre.

 

De lo dicho se desprende que cualquier disciplina que se torne feminista desprenderá conocimientos situados, es decir, conocimientos que reflejan la situación o la perspectiva del conocedor. En principio, la experimentación del mundo que se pretende dar a conocer está atravesada por nuestros cuerpos, cuerpos distintos, que experimentan distinto y, por ende, conocen distinto. Así, la ciencia que proveniente de un hombre sería radicalmente distintita a la que podría resultar de una mujer, del mismo modo en que las epistemologías situadas dirán que los productos de conocimiento de un hombre de piel oscura y sudaca serán, sin dudas, distintos a los de un blanco, europeo y burgués, por ejemplo.

 

Esto no es todo, Anderson nos brinda una serie de argumentos que respaldarían nuestra idea y responderían por sí misma la pregunta inicial que nos hacíamos, ¿pudo ser distinta la filosofía del lenguaje si su inicio hubiera estado a cargo de filósofas?, como veremos, todo indica que una filosofía del lenguaje hecha por hombres sería distinta a si la hubiesen hecho las mujeres. Mencionaremos un listado más reducido de argumentos situacionales que el propuesto por ella, donde enfatiza las diferencias entre los sujetos que conocen, diferencias que van a influir en el acceso de éstos (investigadores e investigadoras) a la información y en las formas en que van a dar cuenta de estos saberes.

Las personas:

  1. A menudo representan objetos en relación con sus emociones, actitudes e intereses.
  2. Tiene un conocimiento diferente de los demás, en virtud de sus diferentes relaciones personales con ellos.
  3. Tienen habilidades diferentes, que también pueden ser una fuente de conocimiento proposicional diferente.
  4. Tienen diferentes estilos de investigación y representación.
  5. Forman diferentes creencias sobre un objeto, en virtud de diferentes creencias de fondo.
  6.  Pueden tener diferentes relaciones epistémicas con otros investigadores, por ejemplo, como informantes, interlocutores, estudiantes, lo que afecta su acceso a la información relevante y su capacidad para transmitir sus creencias a los demás.

 

Además, esta propuesta de la epistemología feminista de Anderson destaca que la ubicación social del conocedor afecta qué y cómo conoce, del mismo modo que el género. Así, sostendrán que los factores asociados al género son un elemento condicionante fundamental a la hora de conocer, en tanto hombres y mujeres son asignados a distintos roles sociales,[3] por ejemplo, de ellos se espera que cumplan con diferentes normas de comportamiento.

 

Asimismo, la autora argumenta que los rasgos psicológicos que se consideran “masculinos” y “femeninos” disponen a sus portadores a cumplir con las normas de género asignadas a hombres y mujeres, respectivamente, lo que consecuentemente originará resultados diferentes en los modos de hacer ciencia.

 

Con todo lo dicho, Anderson pretende mostrarnos que el producto del conocimiento de un hombre y una mujer son inconmensurables, a lo que agregaríamos que no son menos importantes los históricos factores condicionantes como, por ejemplo, el restringido acceso a la educación que ha tenido la mujer, lo que ha hecho extender el prejuicio infundado de la incapacidad femenina para estar a la altura de los consagrados autores, como sería el caso de la filosofía del lenguaje y su desierto cupo femenino.

 

Sandra Harding, es otra autora consagrada en la materia, ella estaría de acuerdo con la mayoría de lo propuesto por Anderson, en ¿Existe un método feminista? sostendrá que, si bien algunas propuestas feministas no pueden ser denominadas “métodos” dado que confunden muy a menudo las dimensiones de metodología, método y epistemología, sí representarían una valiosa estrategia para dar cuenta de la especificidad y peso de las investigaciones feministas.

 

Harding nos mostrará algunas virtudes de la investigación feminista que nos hacen preguntarnos nuevamente, ¿la filosofía del lenguaje hubiera sido distinta si hubiera salido de plumas femeninas?, ¿se hubiera pensado en los mismos temas, y si hubieran pensado los mismos temas, lo habrían hecho del mismo modo? La autora sostiene[4] que muchos de los fenómenos que resultan problemáticos desde la perspectiva masculina no lo son en absoluto desde la perspectiva de las experiencias de las mujeres, así las preguntas que se formulan —y, sobre todo, las que nunca se formulan— determinan a tal punto la pertinencia y precisión de nuestra imagen global de los hechos como cualquiera de las respuestas que podamos encontrar.

 

No debemos desestimar quién pregunta, quién conoce, quién responde; por ejemplo, no es lo mismo un problema tematizado desde la perspectiva de los hombres burgueses y blancos, a que el problema sea abordado por una mujer, y entre las propias mujeres, si esa mujer pertenece a una región geográfica históricamente estigmatizada desde la etapa colonial. Harding, de esto desprenderá que la investigación feminista tiene la virtud de incluir (como elemento para contrastar con la realidad), la propia experiencia femenina, además diagnostica que urge incorporar la experiencia de la mujer a la comprensión de la vida social.

 

Y dirá:

Por razones de justicia social, las mujeres deberían tener la misma participación que los hombres en el diseño y la administración de las instituciones que producen y distribuyen el conocimiento: no es justo negar a las mujeres el acceso a los beneficios de la participación en estas empresas. Pero también deberían participar en estos proyectos porque la comprensión parcial y distorsionada de nosotros mismos y del mundo que nos rodea se produce justamente en la cultura que silencia y devalúa sistemáticamente la voz de las mujeres.[5]

 

Con todo lo propuesto por las autoras citadas, vemos no sólo la necesidad y urgencia de incluir a las mujeres en la producción de conocimientos, sino también que se acentúa la idea de que el conocimiento producido por mujeres sería distinto. Por supuesto que Harding desarrolla más pautas que defenderían el quehacer intelectual femenino, sin embargo, es hora de entrar de lleno a la filosofía feminista del lenguaje.

 

Filosofía feminista del lenguaje

 

La filosofía feminista del lenguaje es un ala de la filosofía del lenguaje relativamente nueva, en la que se rebatirán muchos aspectos del quehacer filosófico en torno al lenguaje, sin embargo, el punto focal será la idea de que la pluma femenina tiene mucho por hacer y deshacer en este terreno, y serán muchas las propuestas y variantes del feminismo las que encontraremos en este novedoso planteamiento, a los fines prácticos y para evitar la redundancia iremos introduciendo algunas pensadoras y, en el camino, serán desglosadas más características de esta filosofía.

 

Una de las filósofas feministas del lenguaje contemporáneas más interesantes es la británica Rae Langton,[6] ella lúcidamente sostendrá que es tarea de la filosofía no dejar las cosas como están, y más aún, la filosofía feminista no debe dejar las cosas como están, pues esto sería dejar la opresión hacia las mujeres intacta, en su lugar deberíamos sacudirnos de supuestos y demoler el edificio por completo; especialmente lo relacionado a prejuicios, es en esta línea que a algunas feministas les parece que cuestionar los prejuicios reinantes y el método filosófico son tareas retroalimentadas.

 

Langton aduce que la razón por la que las mujeres no se han constituido como legítimos sujetos de conocimiento es por la falta de credibilidad, es decir, por la falta de reconocimiento de los demás, esta cuestión del reconocimiento también  será central para la filósofa y epistemóloga feminista Miranda Fricker[7] ya que sostendrá que la repartición de la credibilidad se distribuye tan desigualmente como el poder, dando lugar a su famosa e importante noción de “injusticia epistémica” que, en pocas palabras, implica la lesión de alguien en tanto sujeto de conocimiento, lesionando su capacidad de hablante en tanto portador de conocimiento e informante, esto explicaría por qué se ha prescindido de las mujeres en la historia de la filosofía del lenguaje, lejos de concluir que no han existido.

 

Es particularmente muy interesante detenerse en la filosofía del lenguaje ya que es un terreno en el que parece haber una supremacía casi exclusiva de filósofos hombres dejando atrás una historia de grandes obras sin ninguna letra femenina, frente a esto es que nos plateamos la pregunta de cómo hubiera sido la historia de esta disciplina hecha por mujeres; para analizar qué implicancias tendría para la filosofía del lenguaje que ésta fuera hecha por mujeres, tomaremos la propuesta de Jennifer Hornsby,[8]  hecha en el artículo “El feminismo en la filosofía del lenguaje: los actos de habla comunicativos”, la autora parte de considerar que existen dos tipos de filosofía del lenguaje, la “filosofía del lenguaje” así a secas es masculina, la hecha por hombres, la que conocemos, mientras que “filosofía feminista del lenguaje” sería un filosofar renovado que permite incluir aquellas cosas que el hombre ha descuidado por su condición genérica.

 

La británica le va criticar a la filosofía del lenguaje masculina muchos puntos, pero particularmente enfatizará que es descompositiva e individualista, ¿qué implica ser descompositivos e individualistas? Por un lado, el ala masculina se resiste a tomar para sí un análisis del “decir”, esto significa que no analiza el funcionamiento del lenguaje en el contexto de uso, no toma en consideración que el lenguaje se desenvuelve en un medio social, en un contexto cultural, político y de poder particular, y en su lugar, lo que hace es aislar elementos del lenguaje cual estudio de átomos o partículas disociadas bajo un microscopio.

 

Esto, por supuesto, a nuestro entender no puede ser generalizado tan a la ligera, puesto que sería desconocer todos los aportes realizados por el pragmatismo, por ejemplo; de todos modos, Hornsby es precavida y advierte, que, si bien no aprovechan del todo el “análisis del decir”,[9] los pocos que si han aprovechado a este análisis del “decir algo a alguien”, fallan en considerarlo como un fenómeno unidireccional, lo relacionan sólo con el hablante, en ocasiones se admite que hay intenciones dirigidas a un oyente, pero, creen que se puede hacer lo mismo si no hubiera intenciones dirigidas a un oyente. Todo esto, derivará en una deficiente filosofía del lenguaje, ya que nos deja estancados en un descomposicionalismo, consistente en descomponer todos los elementos de la comunicación desconociendo las conexiones de una comunicación real, perdiéndose así, la relación entre usuarios de la lengua, como si se tratara de una conjunción a secas de hablante y oyente.

 

Y, ¿por qué dice Hornsby todo esto?, ¿a dónde nos lleva? Cabe decir, primeramente, que estas afirmaciones se sustentan en el contexto de un análisis que la autora lleva adelante con la finalidad de mostrar que la filosofía del lenguaje (reformada) puede socavar en los discursos de odio, en segundo lugar, ella viene de ocuparse de teorías semánticas a lo largo de su biografía académica.

 

Esto nos llevará a que las consideraciones entorno al significado se vean reformadas si las mujeres que filosofamos acerca del lenguaje incluyéramos en el significado todo lo que los hombres han descuidado, es decir, todo lo dicho antes: los elementos contextuales, las explicaciones de qué es decirle algo a alguien (explicando qué hacemos al hablar) y una mirada compositiva que permita relacionar (como sucede en la práctica) los elementos de una comunicación real. Esta reforma de la filosofía del lenguaje en manos de las mujeres se sostendría en función de dos breves y deficitarios argumentos brindados por Hornsby acerca de que existen dos dispares modos de pensar, el masculino y el femenino, veámoslos:

 

[1] Los hombres prefieren lo separable, lo descomponible, por eso no analizan el decir algo a alguien como formando parte de la comunicación, respaldan el individualismo.
[2] Las mujeres dan más importancia a las características relacionales y son menos propensas a pensar en términos de unidades independientes.[10]

 

Decimos que es deficitario, inicialmente, porque no se detiene en explicar por qué formula los argumentos de manera universal, al decir “los hombres” y “las mujeres” como si todos los individuos de cada género necesariamente procedieran de este modo, unos componiendo y otros descomponiendo, y, en segundo lugar, porque no justifica por qué hombres y mujeres tendríamos estas características; ante lo cual podemos preguntarnos, ¿por diferencias en nuestra constitución biológica?, ¿por herencia cultural?, ¿por las tipificaciones sobre lo que debe ser un hombre y una mujer?, no podemos saber qué motorizó a Hornsby para afirmar esto sin justificación explícita, por último, le objetaríamos que con estos enunciados (1 y 2) está derivando en afirmaciones de tipo esencialistas, algo que a menudo suele ser puesto en cuestión en la mayoría de los feminismos.

 

Sólo como respuesta piloto y como disparador de futuras investigaciones podríamos aventurar una relación, quizá estas afirmaciones de Hornsby provengan y encuentre buena justificación en las obras que usa ella para escribir este artículo,  una puede ser “How can lenguaje be sexist?” de Merril Hintikka y Jaakko Hintikka en un libro de la mencionada Sandra Harding y M. B. Hintikka denominado Discovering reality: feminist perspectives in epistemology, metaphysics, methodology and the philosophy of sciense, o por qué no a también al texto de Sally Haslanger llamado Gender and Race: (What) Are They? (What) Do We Want Them To Be?,[11] donde tenemos a disposición aclaraciones de las nociones de género y raza desde la epistemología.

 

Consideraciones finales

 

Para concluir, creemos haber desmenuzado con todo esto, una mínima parte al menos de los supuestos que operan en la filosofía del lenguaje, en sus alas más tradicionales, ortodoxas, clásicas y analíticas; en el sentido de haber cuestionado el punto de partida, es decir, el sujeto que filosofa acerca del lenguaje, principalmente en cuanto a lo genérico.

 

Nos quedan dudas por resolver en futuras investigaciones, una de ellas es si el método debería cambiar o si solamente con los métodos disponibles siendo tomados por nosotras llegaremos a avances en materia de filosofía hecha por mujeres. Tampoco tenemos respuestas concluyentes a las preguntas que nos hacíamos inicialmente ¿la filosofía del lenguaje hubiera sido distinta si hubiera salido de plumas femeninas? A esto responderíamos sin dudas que sí, pero no tenemos indicios concluyentes de cómo hubiera sido.

 

Nos preguntábamos además si se hubiera pensado en los mismos temas, y si hubieran pensado los mismos temas, lo habrían hecho del mismo modo. Siguiendo a todo lo expuesto con la ayuda de Anderson y Harding, la respuesta es no.

 

Con todo, creemos que la incorporación del pensar feminista (entendido como un pensar hecho desde las preocupaciones y características de la mujer) a la filosofía del lenguaje sin lugar a dudas redundaría en singulares beneficios, no sólo porque es una mujer quien escribe esto y hace filosofía del lenguaje, sino también, porque creemos que se hace urgente que esto sea incorporado al ala masculina de este filosofar, pues ineludiblemente los hombres de la filosofía seguirán reflexionando acerca del lenguaje, y qué mejor que aunar fuerzas para que esto se logre mancomunadamente.

 

Hay sobradas razones para esta afirmación, principalmente porque sostener que el feminismo es sólo de mujeres es una falacia, ya que la calidad y valor de las contribuciones al feminismo no vienen garantizada necesariamente por las experiencias que se tengan (o no) desde lo sexo-genérico, además, podemos remitirnos a la historia para constatar que los sujetos que en principio forman parte del grupo opresor fueron centrales en muchos movimientos emancipadores de los oprimidos, igualmente falaz es creer que es condición sine qua non para un incorporación del feminismo a la investigación que el investigador tenga una experiencia idéntica a la femenina. Sumado a que los hombres pueden, en función de los lugares exclusivos, irrumpir en los espacios vedados a la mujer con mayor accesibilidad; creemos como Harding, que el hombre que hace ciencia, que produce conocimiento y que concomitantemente incorpora al feminismo en su hacer, contribuye enormemente desde su lugar, a la emancipación de la mujer (mal que nos pese, por el entramado patriarcal) porque su voz sigue siendo más escuchada que la nuestra.[12]

 

Entonces, para cerrar, enfatizamos la incorporación de la perspectiva feminista a la filosofía del lenguaje como una tarea colectiva urgente, es una tarea de todos en lo cotidiano, y más aún en los ambientes de producción intelectual que han sido los espacios a nosotras vedados históricamente. Sólo así será posible una filosofía del lenguaje que en un futuro tenga en su nómina nombres de grandes mujeres.

 

Bibliografía

  1. Anderson, Elizabeth, “Feminist Epistemology and Philosophy of Science” en The Stanford Encyclopedia of Philosophy 
    1. https://plato.stanford.edu/archives/sum2019/entries/feminism-epistemology/  (Summer 2019 Edition), Edward N. Zalta (eds.), 2000. Consultado 17.07.2020.
  2. Alvarado, Mariana, “Interrupciones en nuestra américa con voz de mujeres”, en Metodologías en contexto de Alvarado, Mariana y De Oto, Alejandro, CLACSO, Buenos Aires, 2017.
  3. Austin, John, Cómo hacer cosas con palabras: palabras y acciones, trad. de Genaro Carrió y Eduardo Rabossi, Paidós, Barcelona, 1990.
  4. Fricker, Miranda, “El feminismo en la epistemología: pluralismo sin postmodernismo”, en Feminismo y filosofía de Fricker, Miranda y Hornsby, Jennifer, trad. español de Fernández Plat, Olga, Idea Books, Barcelona, 2000.
  5. Harding, Sandra, “Is There a Feminist Method?” en Feminism and Methodology. Ed. Sandra Harding, Indiana University Press Indianapolis. Trad al español de Bernal Gloria E., 1988.
  6. Hornsby, Jennifer, “El feminismo en la filosofía del lenguaje: los actos de habla comunicativos”, en Feminismo y filosofía de Fricker, Miranda y Hornsby, Jennifer, trad. español de Fernández Plat, Olga, Idea Books, Barcelona, 2000.
  7. Langton, Rae, “El feminismo en la epistemología: exclusión y objetualización”, en Feminismo y filosofía de Fricker, Miranda y Hornsby, Jennifer, trad. español de Fernández Plat, Olga, Idea Books, Barcelona, 2000.
  8. Ménage, Gilles (2009) Historia de las mujeres filósofas, Herder, Barcelona, 2009.

 

Notas
[1] Reconocida intelectual y filósofa alemana, es directora del Centro de Historia de las Mujeres Filósofas y Científicas en Alemania, ella dedica su vida académica a hacer historia de mujeres filósofas, producto de estas investigaciones tenemos uno de los más grandes reservorios on-line disponible en: https://historyofwomenphilosophers.org/about/ruth-edith-hagengruber-blog/
[2] En “Feminist Epistemology and Philosophy of Science” en The Stanford Encyclopedia of Philosophy (Summer 2019 Edition), Edward N. Zalta (eds.) disponible en: https://plato.stanford.edu/archives/sum2019/entries/feminism-epistemology/
[3] Anderson, Elizabeth, “Feminist Epistemology and Philosophy of Science”, ed. cit., p. 2.
[4] Harding, Sandra, “Is There a Feminist Method?” ed. cit., p. 7.
[5] Harding, Op. Cit, p. 8.
[6] Es profesora en la Universidad de Cambridge, premiada y distinguida por sus importantes contribuciones en investigaciones filosóficas. Entre sus libros más conocidos se encuentran, primero, en una etapa de su producción intelectual obras sobre Kant y su libro Humildad kantiana: nuestra ignorancia de las cosas en sí mismas  sería un referente, y, posteriormente, de la etapa más feminista su libro más destacado (del 2010) es Solipsismo sexual: ensayos filosóficos sobre pornografía y objetivación, dentro de sus producciones de esta etapa se destacan sus contribuciones con la idea de “silencio” de las mujeres por parte de la pornografía. Tomado de su Currículum disponible en: https://cambridge.academia.edu/RaeLangton/CurriculumVitae
[7] Las principales áreas de interés de Miranda Fricker son la ética, la epistemología social y la filosofía feminista, con ocasionales incursiones en la filosofía política. Las publicaciones de Fricker incluyen La vida epistémica de los grupos: ensayos en la epistemología de los colectivos (coeditor, 2016); Epistemología Aplicada, número especial de la Revista de Filosofía Aplicada (coeditor, 2016), Reading Ethics, (coautor y editor, 2009), Epistemic Injustice: Power and the Ethics of Knowing (2007), y Cambridge Companion to Feminism in Philosophy, (coeditor, 2000). Fue galardonada con una beca de investigación principal de Leverhulme (2014-16); y actualmente está terminando su trabajo en un libro de filosofía moral, Culpando y perdonando: El trabajo de la moral (próxima publicación OUP). Para más información ingresar a las biografías de la City Universidad de Nueva York mediante: https://www.gc.cuny.edu/Faculty/Core-Bios
[8] Es miembro emérito del Corpus Christi College, Oxford, donde fue miembro tutor desde 1978 hasta que llegó a Birkbeck, donde fue profesora desde 1995. Fue miembro fundador del Centro para el Estudio de la Mente en la Naturaleza, Oslo. y codirectora durante diez años hasta 2017. Ha ocupado puestos de investigación en EE. UU., Australia y Noruega. Es miembro de la Academia Noruega de Ciencias y Letras, de la Academia Británica y de la Academia Americana de las Artes y las Ciencias. Libros para consultar:
1996 Simple-Mindedness: Essays in Defence of Naive Naturalism. Harvard University Press.
1980 Actions. Routledge and Kegan Paul. Edited books, texts and volumes
2013 Inquiry 56.6: Metaphysics for Freedom.
2011 Editora con A. Ford & F. Stoutland, Essays on Anscombe’s Intention (Harvard University Press)
2009 Inquiry 53.2: Human and non-Human Animal Agency.
2005 Con G. Longworth. Reading Philosophy of Language: Selected Texts with Interactive Commentary, Blackwell.
2002 Con S. Guttenplan and C. Janaway. Reading Philosophy: Selected Texts with a Method for Beginners, Blackwell. [2 nd edition forthcoming 2016].
2000 Editora con M. Fricker, A Companion to Feminism in Philosophy, Cambridge University Press.
1992 Editora con E. Frazer and S. Lovibond, Ethics: A Feminist Reader, Blackwell.
Más información en la página de la Universidad Birkbeck de Londres http://www.bbk.ac.uk/philosophy/our-staff/academic_staff/hornsby
[9] Este análisis del “decir” por parte de Jennifer Hornsby tiene como base la teoría propuesta por John Austin en Cómo hacer cosas con palabras: palabras y acciones (1962), en donde introduce una de los más novedosos y originales análisis de la filosofía del lenguaje, el de las llamadas “expresiones realizativas” cuya nota fundamental será la idea de acto lingüístico, lo que dio nombre a su teoría como “Teoría de los actos de habla” que podría ser descripta de manera resumida como la teoría que postula que los enunciados no son necesariamente verdaderos o falsos de manera exclusiva, sino que caben además, expresiones de tipo realizativas que implicarán la realización de una acción concomitantemente se emite la expresión, por ejemplo, al decir “Sí, acepto” en las circunstancias adecuadas no es una mera enunciación, sino que implicará la realización de una acción con palabras.
[10] Hornsby, Jennifer, “El feminismo en la filosofía del lenguaje: los actos de habla comunicativos”, ed. cit., p. 110.
[11] Disponible para su consulta en el Instituto de Tecnología de Massachusetts: http://www.mit.edu/~shaslang/papers/WIGRnous.pdf
[12] Lo cual no quiere decir que sostengamos que es posible que los hombres puedan vivir lo que nosotras vivimos, sin embargo, creemos que no representa un obstáculo para poder incluir temas de la agenda feminista al conocimiento.