Los chalecos amarillos, Trump y la antipolítica

IMAGEN TOMADA DE LA BBC

 

“El movimiento de los chalecos amarillos, que comenzó con movilizaciones muy limitadas y sin recursos, pudo adquirir un alcance considerable en el espacio de un mes, sugiriendo a algunos que ahora pretende reemplazar a partidos y sindicatos, e incluso a la representación nacional. [ ] Este es el significado de las tres páginas de ‘directivas’ enviadas por los chalecos amarillos a los parlamentarios franceses, de su llamado a la renuncia del presidente y la disolución de la Asamblea (…). [ ] Y a continuación, las redes sociales promueven un discurso de protesta y revuelta. Todo el mundo lo ha visto: es casi imposible entablar un diálogo tranquilo y razonado. Facebook o Twitter son emoción contra emoción, enojo contra enojo, indignación contra indignación, ultraje contra exceso.”[1] Costa, Olivier. “¿Todavía es posible gobernar en la hora de las redes sociales?”

“Esta primacía de la emoción se ha ganado al público y a los medios de comunicación. Lo que escuchamos no son argumentos o ideas, sino emociones (‘estoy enojado’, ‘harto’) y percepciones. (‘Creo que gano menos’, ‘se ríen de nosotros’). Los hechos ya no importan. Es el reino de la creencia sobre el conocimiento (…)” Costa, Olivier. “¿Todavía es posible gobernar en la hora de las redes sociales?”

 

El texto del politólogo Olivier Costa conteniendo los fragmentos recién citados fue publicado apenas a los 20 días del estallido offline del movimiento de los chalecos amarillos (MCHA) en Francia el 17 de noviembre de 2018, que desde mayo de ese año estuvo gestándose online con el motivo inicial de un alza al impuesto sobre los carburantes. El primer fragmento llama la atención sobre una de las facetas más relevantes del MCHA, a saber, su carácter expresa y marcadamente antiinstitucional. En cuanto el MCHA estalló en el ámbito real (offline) se enfiló contra la institucionalidad toda de la democracia representativa que es la figura clásica del liberalismo político, lo cual de manera extendida incluye no solo a los órganos de gobierno sino también a partidos, sindicatos y gremios, como institucionalidad ampliada. El segundo fragmento surge del hecho de que la dinámica antiinstitucional descrita corre paralelamente con una gran emocionalidad en las redes sociales. De hecho, el MCHA se gestó y se desarrolló durante meses exclusivamente como movimiento online y durante toda su vida dicho movimiento ha existido de manera permanente online en la red social Facebook, y en menor medida en Twitter y en YouTube.[2] En este trabajo examinaremos la relación entre el carácter y la dinámica antiinstitucional del MCHA y su vehículo principal, las redes sociales. El interés de este tema transciende con mucho al caso francés, extendiéndose retrospectivamente a casos como la llamada “primavera árabe” en 2010 y prospectivamente al estallido chileno de octubre de 2019, llevando al problema de lo que algunos analistas han dado en llamar la antipolítica en tanto fenómeno que incluyendo como dimensión central la demagogia de los “hombres fuertes” como Trump (EU), Orbán (Hungría), López (México), Bolsonaro (Brasil), Erdogan (Turquía), Modi (India), Putin (Rusia), etc., marca una situación de crisis en la democracia occidental que podemos considerar como el vaciamiento de la democracia representativa, su tendencia hacia la obsolescencia.[3] El eje de nuestra argumentación será que las redes sociales generan un patrón o forma comunicativa cuasi mítica que es incompatible con el patrón o forma comunicativa discursiva propio de la democracia representativa. En el centro de la diferencia de tales formas comunicativas está la emotividad partisana radical inherente a las redes sociales en contraposición con la objetividad, reflexividad y actitud tolerante inherente a la discursividad que proviene de la tipografía alfabética.[4] El problema de fondo que ya se manifestó en el caso del MCHA es que estamos experimentando un gran desajuste político en Occidente cuyo origen es el cambio de tecnología comunicativa y que apunta a un debilitamiento no circunstancial sino estructural de la democracia representativa, lo que incluye la proliferación de los “hombres fuertes” que hacen a un lado las instituciones republicanas.

 

Los CHA versus los medios de comunicación y las instituciones

 

El MCHA tuvo dos características centrales. Una de ellas la hostilidad y desconfianza contra los medios de comunicación formales, la otra una actitud antiinstitucional general y permanente, hechos que repasaremos brevemente dada su importancia para la argumentación central de este trabajo.[5]

 

La desconfianza contra los medios de comunicación tradicionales

 

El MCHA se gestó y se desarrolló en línea, especialmente en la red social Facebook, en la que se formaron los “grupos” más influyentes del movimiento, pero a pesar de que el movimiento en línea corrió paralelamente a una amplia cobertura por parte de los medios formales o tradicionales, es decir, la prensa, el radio y la televisión, los CHA desarrollaron desde el principio una gran desconfianza contra dichos medios formales, la cual se convirtió en hostilidad abierta y militante. De hecho, en su momento se observó que la

 

(…) hostilidad a la prensa y a los medios se ha expresado concretamente durante este movimiento. Periodistas que cubren las manifestaciones han sido agredidos en varias ocasiones, imprentas y depósitos de los periódicos (…) han sido bloqueados. Y ahora (…) cientos de ‘chalecos amarillos’ se concentran frente a los grandes medios nacionales (France Televisión, BFM TV …).[6]

 

La hostilidad y la militancia contra los medios de comunicación formales se dieron no solo en eventos offline sino que fue central su manifestación permanente online ya que los CHA tendieron a rechazar a los medios formales en su versión digital, lo cual se expresó precisamente en el recurso preferencial a Facebook – y también a YouTube y a otros canales de video independientes, no formales o institucionales – para informarse sobre el movimiento, sin importar que estas fuentes informales carecen de controles de veracidad respecto de los contenidos que publican. Tal sesgo de desconfianza contra los medios formales quedó de manifiesto en que al contrario de los miembros del MCHA “(…) las personas que apoyan a los ‘chalecos amarillos’ sin pertenecer a ellos y las personas que no los apoyan practican mucho más el cruce de las fuentes información.”[7] Sin embargo, estaría “en marcha una recomposición del circuito de la información en beneficio de (…) plataformas de Internet y en detrimento de los medios profesionales.”[8]

Interesante es que mucha gente tienda a confiar en las redes sociales en contra de los medios formales:

 

Este auge de las redes sociales no dejará de repercutir en el debate público. La nota anterior de Jérôme Fourquet sobre los ‘chalecos amarillos’ mostraba claramente que la desconfianza generalizada hacia los medios profesionales empuja cada vez a más franceses a acudir a las redes sociales en busca de información, porque tienen la engañosa impresión de poder ejercer allí un mayor control sobre la información que consumen.[9]

 

Sin embargo ya está comprobado que las redes sociales generan “información confirmatoria” y con eso “(…) refuerzan las conviccions de sus usuarios y los encierran en burbujas informativas y militantes que progresivamente los aislan del resto de la sociedad.”[10] Formulado de otra manera, las redes sociales “(…) han creado ‘burbujas filtro’, un entorno en el cual (…) los usuarios están expuestos solamente a información que confirma sus creencias preexistentes.”[11] Los CHA no fueron la excepción en este sentido, ya que estuvieron sometidos a un “confinamiento doble, ideológico e informativo”[12] en sus propios “grupos” de Facebook.[13]

 

Un elemento central correlativo con la desconfianza respecto de los medios formales — y también con la hostilidad a las instituciones republicanas y las entidades civiles como empresas, sindicatos, iglesias, universidades, etc. —, es la proclividad a las llamadas teorías del complot o la conspiración. El complotismo se basa en, y esto es central, una dualidad, a saber, la dualidad de “(…) una creencia, pero antes de eso una desconfianza. Desconfianza hacia la historia ‘oficial’ y la creencia en una historia alternativa.”[14] Esta dualidad es, pues, una polaridad en la que de un lado está lo que se identifica de golpe y como totalidad como el mal, es decir, lo oficial o institucional, y de otro lo que de manera casi inmediata y también como conjunto se identifica como el bien, a saber, lo transinstitucional, que en la misma medida queda como antiinstitucional, no solo está más allá o fuera de las instituciones, sino por ese solo hecho, deviene en antitético a las instituciones. Los medios de comunicación tradicionales o formales son de hecho un tipo de instituciones, si bien no de gobierno, son tan instituciones como las universidades, las bibliotecas, los sindicatos, los gremios patronales, las iglesias, etc.,[15] y el MCHA desarrolló una antiinstitucionalidad militante no solamente contra los medios de comunicación formales sino en especial contra las instituciones políticas en general, es decir, las gubernamentales y los partidos y las correlativas como los sindicatos y los gremios.

 

La antiinstitucionalidad de los CHA

 

Los observadores del MCHA coinciden en que un rasgo sobresaliente del movimiento es que se desarrolló al margen de toda institucionalidad. Atrás de los CHA no hubo ni hay absolutamente ningún partido, ni sindicato, ni asociación civil, universidad, gremio profesional, sindicato estudiantil, ni iglesia ni nada. Lo característico de los “grupos” de los CHA en el Facebook, al margen de su posible permanencia o vaciamiento al correr del tiempo, es que no tienen ninguna formalidad interna que conlleve reglas y jerarquías o roles estatuidos, reglamentados, más allá de las dos figuras meramente tecnológicas de las redes sociales de ser influencer o follower. Pero la informalidad de los CHA no es ningún accidente sino una actitud antiinstitucional que ve en cualquier posible formalización del movimiento el inicio de una posible cooptación por parte del “sistema”, ya sea a través de partidos o sindicatos o de los mismos medios de comunicación. Así, los CHA no tienen problema alguno con ninguna posición política radical, pero “[l]a única falta imperdonable que genera desconfianza y sospechas es haber ejercido responsabilidades sindicales y haber sido candidato de algún partido político, el que sea (…)”.[16] En el curso del movimiento, un par de los líderes originales cayó en desgracia con el movimiento por el simple hecho de haberse dejado entrevistar o responder preguntas de los medios formales. Esto fue recibido como un intento de lograr un avance personal hacia alguna institución, además, claro, a costa del movimiento. Lo mismo ocurrió con personajes que anunciaron su intención de contender en alguna lista al Parlamento Europeo, pasaron a ser denunciados como “colabos” (colaboracionistas con el enemigo).

 

Como es natural, la antiinstitucionalidad interna de los CHA se trasladó hacia el exterior del movimiento de manera muy aguda, como se muestra en el hecho de que el 26 de noviembre, apenas a nueve días del estallido offline del movimiento, Eric Drouet, uno de los dos líderes más influyentes del MCHA,

 

(…) transmitió en tiempo real más de quince minutos y sin interrupción la voz de un tal Stéphane Colin quien dijo: “Nuestro enemigo no es Macron, él no es más que un cobarde, un peón, es a los bancos a quien hay que atacar.”[17] El mismo sujeto llamó a “(…) reunir a dos millones de personas delante de France Télévision y [a] que se ataque a los ‘merdias’ [combinación de medios y mierda en francés: merde y médias] (…)”,[18] al tiempo que dijo que “(…) haría falta una revolución popular para hacer una guerra civil”.[19]

 

Por su parte, Maxime Nicolle, el otro líder informal del movimiento,

(…) no ha tenido empacho en decir que de lo que en realidad se trata es de “(…) la destitución del gobierno y de una transición para que el pueblo tome el poder (…)”, sin faltar ataques a los “multimillonarios” y al “Estado y los medios”.[20] Del análisis de los grupos de Facebook, Bornstein concluye que los CHA “(…) aprueban en su conjunto todo lo que rechaza aquello que constituye un sistema republicano y democrático. De entrada, hay ahí un odio a un poder [supuestamente] ilegítimo a pesar de haber sido electo. Se quiere entrar al Eliseo para derribar a un presidente electo; se quiere marchar sobre la Asamblea Nacional para disolverla; se quiere suprimir el senado, porque ‘el pueblo somos nosotros’.”[21] También “(…) se trata a los sindicatos como parásitos viviendo de sus adherentes, se apela a la supresión de los partidos políticos constituidos y de los representantes electos, forzosamente corruptos y mentirosos, a los que habría que poner bajo el salario mínimo.”[22] Todo esto en un mar de insultos y “de la satanización del compromiso y de un rechazo absoluto al compromiso.”[23] Sin faltar el hecho de que “[l]os periodistas que le dieron visibilidad al movimiento, a pesar de ello, son objeto de un odio que no cesa de crecer contra los ‘perros guardianes del gobierno’ y los ‘vendidos a la oligarquía’.”[24] En este ambiente no extraña que “[s]e multipliquen los llamados a la violencia y a la censura (…)”[25] y se plantee la meta de la “reinformación”.[26] No es que todos los CHA piensen eso, pero “(…) entre los que toman la palabra en Facebook [los que “publican” y “comentan”] esa tonalidad es muy acusada.”[27] Bornstein concluye que “(…) la comunicación digital de los ‘“chalecos amarillos”’ se resume en la puesta en escena dramatizada de un combate final contra Emmanuel Macron y las instituciones republicanas”.[28]

 

La referencia “al pueblo” y la dramatización de una lucha contra el todo institucional, el mal, por parte de todo lo que lo rechace, el bien, son de la mayor importancia por expresar una dimensión o elemento mítico que tiende a estar fuera del análisis convencional del problema de la crisis comunicativa ligada a la aparición de las redes sociales, análisis que se concentra abrumadoramente en señalar la emotividad y la falta de objetividad en las redes sociales que, combinadas, llevan a una amplia presencia de fakenews.[29]

Las redes sociales y la crisis de los medios de comunicación tradicionales

 

Un primer elemento teórico que encuentra su confirmación en el movimiento de los chalecos amarillos es que en la actualidad existe una “crisis” de los medios de comunicación “tradicionales”, es decir, la TV, el radio y la prensa, aunque el calificativo de “tradicionales” es relativo, ya que desde por lo menos el 2010, todos esos medios pasaron a estar en la web. Un ejemplo de eso son las radios públicas como la BBC, la RAI, la DW, FranceInfo, etc. las cuales tienen ya años de estar en la red, sea en versión “radiofónica” o “televisiva”. Pero el fenómeno no se detiene en las grandes emisoras públicas, sino que las televisoras y las cadenas de radio privadas y también los grandes periódicos, sosteniendo una versión física o renunciando a ella, todos migraron a la web, es decir, son ahora “contenido” de la web. Están, pues, en el nivel de las tecnologías más modernas.[30] Por eso el calificativo “tradicional” tiene validez sólo en comparación con las redes sociales con su forma específica. Esta forma es la de ser medios abiertos a cualquier ciudadano y, por tanto, diseñadas para este, no para los profesionales de la comunicación o del análisis político, social, económico, cultural, artístico, etc. Es decir, lo verdaderamente nuevo de las redes sociales y que frente a ellas convierte a los otros medios en “tradicionales” a pesar de que también “estén” en la web, es que en las redes sociales no son los profesionales los que generan los contenidos comunicativos sino los usuarios mismos de las redes sin ninguna calificación especial como requisito tecnológico para usarlas. Adelantando la discusión, señalemos que la conducción televisiva o radiofónica requieren de una capacidad discursiva bien entrenada, no se puede ser titular en el uso de un micrófono o en la sala de transmisión televisiva sin, como lo llama McLuhan, un “condicionamiento tipográfico”.[31] De manera aún mas definida tal condicionamiento es el patrón mental fundamental, decisivo, del analista profesional de la prensa o del comentarista televisivo o radiofónico, sea cual sea su área de especialización, política, económica, cultural, etc. Los medios de comunicaciones tradicionales o formales requieren de sus generadores de contenidos un gran “entrenamiento alfabético”[32] –—además de todo un equipo técnico, por ejemplo, de camarógrafos, electricistas, editores, etc. —.

 

Lo que es lo nuevo, lo no tradicional en las redes y que, al mismo tiempo lleva a los medios “tradicionales” a una situación de crisis, es que las redes son un nicho vacío, no ofrecen contenidos y, por tanto, no los circulan, sino que son los usuarios los que generan y hacen circular los contenidos a su libre arbitrio, según su gusto y humor. Ciertamente, hay empresas e instituciones y profesionales que también generan contenidos para las redes sociales, pero el cambio social cultural y al mismo tiempo la dimensión comunicativa verdaderamente nueva de las redes sociales —que hace, por ejemplo, que Facebook tenga miles de millones de usuarios—[33] es el hecho de que son usuarios cualesquiera, sin necesidad de ninguna credencial ni certificación especial en ninguna materia, los que ahora se expresan y opinan, y en cualquier estado emotivo, respecto de cualquier asunto de interés público. Las redes sociales son medios no tradicionales porque dan la palabra a cualquiera para hablar sobre lo que quiera, cuando quiera, desde donde quiera y como quiera. Esto se vuelve realmente relevante cuando el usuario cualquiera interviene opinando o expresándose sobre lo que es de interés público, no simplemente publicando aspectos de su vida privada. “Lo público” es aquello que enciende las pasiones y tiene un rango de contenidos amplísimo, que va desde la ecología hasta los impuestos o una reforma educativa, pasando la figura de “matrimonio homosexual”, la conveniencia o no de un aeropuerto, etc. “Lo público” interesa a la gente común aun pudiendo ser materia de especialistas, como es el caso de una reforma fiscal, por ejemplo, y en las redes todo el mundo habla sobre ello, lo que sea, sin ningún freno, escrúpulo o responsabilidad más allá de la que tenga a bien tener, la que, por razones que abajo quedarán claras, en general es mínima o realmente nula.[34]

 

El desplazamiento de los profesionales de la política, del análisis y de la opinión por Don Cualquiera es lo revolucionario en las redes sociales que pone contra la pared a los medios de comunicación “tradicionales” por modernos que sean tecnológicamente, lo cual empieza porque todos ellos están digitalizados y en la web y son accesibles en todo momento desde cualquier parte del mundo, es decir, son parte de la matriz de lo que McLuhan llama “medios eléctricos”.[35] Pero esta modernidad tecnológica, “eléctrica”, que significa tanto la delocalización de los contenidos mediáticos y de sus efectos, tanto como la inmediatez de estos últimos, porque dada la velocidad “eléctrica” los contenidos son conocidos en principio en todos lados e inmediatamente,[36] esta modernidad tecnológica eléctrica, decíamos, no elimina el hecho de que los medios tradicionales generan contenidos bajo el control de profesionales, conocidos en la jerga mediática como los gate keepers, quienes seleccionan contenidos con criterios profesionales y dan acceso a generadores de contenidos también profesionales. Son las mesas de redacción o comités editoriales, quienes seleccionan sobre qué se publica y qué se publica y quién lo hace y cuándo, con base en credenciales y, en principio, con criterios de veracidad, objetividad, tolerancia y civilidad.[37] El modelo o forma del “comunicador profesional”, mesurado y objetivo, es justamente puesto en crisis por las redes sociales y su forma de apertura a Don Cualquiera, manojo de emociones y subjetividad.

El pueblo como figura mítica que lucha contra el mal

 

Justamente eso, el profesionalismo, fue la desgracia, por así decirlo, de la TV, el radio y la prensa franceses, frente a los chalecos amarillos. Los chalecos amarillos no confían en los medios formales, sino que expresa y radicalmente los desprecian, aunque quieran aparecer en ellos.[38] Los chalecos amarillos solo confiaban y solo confían en sus propios grupos de Facebook y sus publicaciones en YouTube. El de los chalecos amarillos es solo un caso que muestra la tendencia inherente a todos los movimientos sociales que se articulan a partir de una explosión de contenidos en las redes – básicamente Facebook, Twitter y YouTube – con elevado tráfico. Los participantes en dichos movimientos, como lo vimos en el caso del MCHA, no solo no confían en los medios de comunicación profesionales o tradicionales sino que tampoco confían en ninguna institución, sea esta un sindicato, un partido, una iglesia, una universidad, una empresa, un gremio, un ayuntamiento, menos aún en una institución gubernamental nacional o local. Por contrapartida, los movimientos sociales que se canalizan a través de las redes forman grupos de usuarios más o menos estables, más o menos activos, que generan en ellas un tráfico coherente de contenidos similares o conexos muy intenso.[39]

 

En el caso de los CHA poco después del estallido del movimiento fuera de la web, es decir, en el mundo real, el movimiento ya había conglomerado 42 demandas incluyendo la inicial de revertir el alza al impuesto a los carburantes.[40] Las demandas eran muy diversas, heterogéneas, sin embargo, todas tenían la similitud formal de ser momentos de la lucha de un deseo de “justicia”, es decir, de la lucha del bien contra el mal, este último representado por “el sistema” o “las élites”. Y en esta su similitud meramente formal las demandas también estaban formalmente conectadas ya que el bien se corporifica por los sectores sociales conexos por encontrarse en el seno de la misma entidad que es el “pueblo”. Ya sea por una referencia directa a sí mismos como “el pueblo” o bien de manera indirecta, como lo otro de “las élites”, es decir, nuevamente, “el pueblo”, los movimientos de masas espontáneos y no canalizados por organizaciones tradicionales formales como partidos o sindicatos generan al bien como “el pueblo” y al mal como las élites o “el sistema”. Todo lo que forma parte de cada uno de estos polos es, formalmente, a la vez similar y conexo o próximo y lo mismo ocurre con las demandas específicas de dichos movimientos. La notable facilidad con la que los CHA conglomeraron en una sola lista de demandas cosas tan diversas, materias o contenidos tan incoherentes, como, por ejemplo, la demanda 30, “fin inmediato al cierre de trenes de cercanía, de oficinas de correos, de escuelas y de clínicas de maternidad” y la 28, “que las causas de las migraciones forzosas sean tratadas”, solo se explica por la antedicha coherencia meramente formal propia de una vaga idea de lo que es el bien y lo que es el mal: “el pueblo”, por un lado, por otro “el sistema”, o sea Macron, “los bancos”, etc.[41] Añadamos brevemente que el bien y el mal se asocian con contenidos materiales que se formulan con conceptos vagos que operan simbólicamente, es decir, a su vez como conglomerados de asociaciones también por semejanza y conexión o contigüidad. La expresión de uno solo de esos conceptos símbolo, como, por ejemplo, “injusticia regional”, da lugar en la mente a una referencia polivalente, cambiante, según lo que cada uno se imagina, digamos, la escasez de maternidades en las zonas rurales, de universidades en ciudades pequeñas, etc.

 

En su similitud y conexión meramente formales, es decir, en su coherencia cuasi mítica, totalmente convincente para los participantes del MCHA, estos contenidos demanda y los conceptos simbólicos asociados con ellos tienen entre sí una notable consistencia como manifestaciones fenoménicas de un único relato del bien contra el mal, con lo que además llevan a lo que también podríamos llamar una coherencia emotiva de indignación y enojo, justamente, la notable palabra francesa de la colère como temple permanente del MCHA, y dado que tal temple tiene como su vehículo a las redes sociales, aparece entonces lo que en otro lado es llamado “el fenómeno de la política sometida a la cólera de las redes sociales”.[42] Es algo ya demostrado que el conocido fenómeno psicológico del contagio tiene su versión, digital, por ejemplo, los tweets emotivos reciben más retweets, propagando un estado de ánimo, y lo mismo ocurre con la “indignación” (otra forma de la colère) expresada en Facebook.[43] En general, la combinación del carácter breve de los textos en redes sociales con el imparable flujo de contenidos en tiempo real lleva, indefectiblemente, a un temple social irritado, encolerizado, no objetivo, y esto es así con total independencia del contenido del tráfico digital.[44]

 

Lo decisivo en este contexto es que las demandas del movimiento y las expresiones de estas en las redes sociales equivalen a cuasi relatos explicativos del mundo que son convincentes porque remiten a la misma estructura guía de la justicia (el bien) contra la injusticia (el mal). En este su poder de convencimiento tales ideas son verdaderos fragmentos míticos modernos, convincentes cualquiera que sea su contenido con solo y que de alguna manera se apeguen a la dramatización del enfrentamiento del “pueblo” contra “las élites” o “el sistema”, por lo que más que basarse en la desconfianza frente a los discursos formales que es propia de las teorías de la conspiración, se basan en el temple siempre listo a dispararse de la indignación y el enojo o ira. Es la combinación de la forma mítica, de la dramatización de la lucha del bien contra el mal, con el temple omniabarcante de la indignación y el enojo la que actúa como forma o patrón de orientación cognitivo, moral y de conducta. Caso célebre fue que entre los chalecos amarillos se generó el “relato” de que el atentado terrorista de Estrasburgo el 11 diciembre de 2018 había sido obra del gobierno de Macron para desviar la atención del MCHA, un rumor conspiratorio que fue conocido por los medios “tradicionales” pero que quien lo esparció y trató de mantenerlo vivo fueron los “teóricos de la conspiración” dentro de los chalecos amarillos.

 

Lo decisivo en este contexto es que la sorprendente capacidad de las ideas que agitan a los movimientos “populares”, sean estos espontáneos o manejados por demagogos bien definidos, para ser aceptadas y difundidas a pesar de carecer de todo fundamento empírico definido, proviene de una credulidad que antes que otra cosa es una orientación cognitiva moralizante que dramatiza los eventos en un relato reiterativo de la lucha de “el pueblo”, el bien, contra el mal, “el sistema”. Es justamente tal credulidad la que hace a los movimientos de masas impenetrables para la argumentación racional y les da una resistencia de carácter fanático frente a todo cuestionamiento discursivo, es decir, argumentativo, y frente toda evidencia empírica. Toda idea o rumor, sin importar su contenido material, es bienvenida y defendida y enciende a sus creyentes con solo y que tenga la formalidad del dualismo dramático del bien contra el mal. Es la forma dramático-emotiva que envuelve a todas las ideas y conceptos de los movimientos de masas convirtiéndolas en fragmentos de un gran mito, la que, al no ser entendida por los actores discursivos, no cuasi míticos sino alfabéticos (McLuhan), que actúan como el “idiota tecnológico” mcluhaniano,[45] los lleva a la desesperación frente a la resistencia de los rumores o ideas espontáneas o calculadas que agitan a movimientos como los CHA. Los actores discursivos argumentan y buscan evidencias inútilmente, ya que su contraparte, los actores cuasi míticos, no quieren oír y no pueden entender nada que no sea conforme con el gran drama mítico que les da su certeza cognitiva y su satisfacción moral.

 

Lo más relevante de todo esto es que la forma cuasi mítica, que es en esencia impenetrable por la forma discursiva, es la forma comunicativa propia de las redes sociales.[46] Por ello los dos mitos del mundo político occidental contemporáneo que vacían la democracia representativa, liberal, son el del pueblo en acción y el del hombre fuerte que tiene una relación de conexión especial con dicho pueblo.[47] Ambos mitos son formas de la antipolítica, ya sea que ambos mitos se presenten conjuntamente o bien solo el del pueblo en acción, como en el caso de los CHA. Justamente este mito del pueblo en acción fue lo que se manifestó en la permanencia y relevancia sobre todas las demás de la famosa demanda número 34 de los CHA, a saber, la del RIC (referéndum a iniciativa ciudadana), el cual debería convertirse en constitucional y sancionaría el que con solo 700 mil firmas cualquier cosa pudiera ser sometida a votación ciudadana general.

 

Lo que ocurre como efecto del flujo imparable de contenidos en tiempo real portados por las redes sociales y el entorno mediático eléctrico todo, es, como dice McLuhan, que “[e]n realidad vivimos míticamente (…)”,[48] lo que equivale a rechazar el patrón cognitivo de “las ideas de causa y efecto (…) en forma de cosas en secuencia y sucesión”[49] como condición para la satisfacción de necesidades y deseos. Tal rechazo del patrón o forma discursiva es la que lleva a los patrones cognitivos y morales cuasi mágicos del líder todo poderoso capaz de doblegar o prescindir de las instituciones o al mito del pueblo mismo que toma todos los asuntos en sus propias manos, como lo formula la demanda del RIC. Justamente el pueblo en acción, que carece de líderes institucionales o formales, es una de las dos formas de eliminación de las instituciones republicanas de la democracia liberal, la otra, obviamente, es la figura del líder todo poderoso que, “justicieramente”, puede barrer dichas instituciones para satisfacer las necesidades y deseos del pueblo. La forma discursiva de la secuencia y la sucesión remite a causas y efectos, “metas remotas visualizadas en el tiempo”[50] y, por tanto, a soluciones en el tiempo futuro, pero el tiempo real de los medios eléctricos es la “ahoridad”[51] que no solo no sabe de metas lejanas, sino que desconfía de la argumentación porque atrás de ella siempre está la negación de la satisfacción inmediata o pronta de deseos “justos” y, por tanto, no es otra cosa que la injusticia, el mal. Lo importante es que la impenetrabilidad del patrón cognitivo y moral de los usuarios de las redes sociales por parte la discursividad argumentativa equivale ni más ni menos que a la recuperación de la forma mítica de la razón y la comunicación, reactivándola desde el pasado arcaico al que la Modernidad la relegó. En otras palabras, si la tipografía alfabética había sido el “condicionamiento psicológico” (McLuhan) que hizo obsoleta la razón mítica, la dramatización del acontecer en la forma polar del bien y el mal es la forma cognitiva y moral del condicionado psicológicamente por el efecto de la inmediatez antidiscursiva de los medios digitales; tal dramatización es la recuperación de la razón mítica, que condiciona el surgimiento de los dos mitos políticos contemporáneos, el del pueblo en acción y el del hombre fuerte, ambos haciendo obsoletas las instituciones democráticas y, karmáticamente diría un milenial, tal dramatización hace obsoleta a la razón discursiva. Dramatizando por nuestra parte podríamos considerar la impenetrabilidad mítico emotiva del usuario de las redes por parte de la discursividad como la venganza de la premodernidad arcaica sombre la modernidad alfabético tipográfica en un “retorno al origen”. La razón discursiva fría resulta desplazada por la razón mítico asociativa por similitud y proximidad transida de emotividad en la recuperación de la forma arcaica del drama del bien contra el mal. Nótese que el bien y el mal no son contenidos sino simples formas que se materializan en una infinidad de contendidos.

 

Los CHA, la crisis de los medios formales como crisis de la discursividad

 

Siendo más específicos podemos decir que los contenidos de las redes sociales devenidos fragmentos cuasi míticos, con coherencia por similitud y proximidad, tienen la cualidad de ser cerrados, impenetrables por fragmentos discursivos que no se avengan o no se conviertan a tal coherencia. Todo lo que se diga desde fuera de los grupos de Facebook o de Twitter que no sea conforme con el relato (el “mito”) del grupo en cuestión, resulta rechazado. Es decir, el discurso en tanto forma de comunicación basada en la secuencia argumentativa y en la objetividad de sus referentes, es necesariamente incapaz de penetrar el núcleo mítico de los grupos y movimientos articulados por las redes sociales. Pero la discursividad, en especial con su temple tolerante basado en la objetividad, es el patrón cognitivo, moral y de conducta del profesionalismo mediático, por lo menos de forma ideal.[52]

 

El medio propio y auténtico del discurso es el libro, con el desarrollo secuencial, diacrónico, de las ideas que le es propio, pero la prensa diaria, el radio y la TV, en tanto medios eléctricos, es decir basados en el tiempo real de la velocidad eléctrica de la información, son sincrónicos, es decir, la “aparición” de las noticias en los medios eléctricos no es discursiva, sino que es la simple concentración de noticias en el ahora de la actualidad —su “compresión”[53] en la “ahoridad” de un aquí que está en todas partes, es decir, que es delocalizado—. Sin embargo, el carácter profesional de los medios de comunicación formales somete el ahora de la actualidad, es decir, la sincronía y la simultaneidad del acontecer, a una reorganización discursiva para su análisis. Señalemos de pasada que la aglomeración de contenidos por similitud o por contigüidad es incompatible con la reorganización discursiva y esa, la reorganización discursiva, es decir, analítica, deshaciendo la compresión eléctrica de los contenidos en el ahora del tiempo real es en general la función de los profesionales de la comunicación. Eso, el procesamiento del ahora eléctrico hacia la objetividad discursiva del profesional mediático es la impronta del alfabeto, más específicamente de la tipografía alfabética, sobre los medios de comunicación eléctricos formales. Sin embargo, mientras mayor sea la presión del flujo ininterrumpido de noticias, es decir, mientras mayor sea el tráfico de contenidos de los medios profesionales, deviene más difícil el procesamiento alfabético (McLuhan), es decir, discursivo de la actualidad, por esta dificultad a) gran parte de la prensa pasó de la edición diaria, en un solo bloque de ítems, a la edición en tiempo real, que significa que los contenidos van cambiado por ítems sueltos en el sitio web del periódico. El otro efecto “compresivo”[54] del flujo de contenidos en tiempo real es b) la tendencia a pasar a ítems tendencialmente más breves. En otras palabras, las “notas” del periódico ya no cambian de día en día sino continuamente y también son más cortas que antaño.[55] La actualidad en su compresión al ahora es una sincronía que presiona contra toda diacronía como estructura intrínseca de la discursividad. Por el otro lado, según vimos atrás, las plataformas de prensa formales están siendo desplazadas por las redes sociales, es decir, el gran público de los medios formales empieza a ser substituido o se convierte paulatinamente en un público “condicionado psicológicamente” por el tiempo real y su “ahoridad”, se trata de un público que “lee poco”, que resulta repelido por textos “largos” y, de hecho, por los textos en general, y se siente muy atraído por las imágenes y los sonidos. No entraremos aquí en el tema, pero señalemos que los dispositivos móviles, en particular el teléfono inteligente, con su movilidad absoluta y con sus pantallas pequeñas, si bien pueden desplegar textos, no favorecen la lectura de textos extensos, porque para empezar son desplegados sobre la marcha y sobre la marcha solo se lee a lo más unas cuantas líneas que, además, tienen un tamaño de letra muy reducido.[56]

 

Por su parte, el MCHA en su dinámica expresa puntualmente la crisis tendencial de los medios de comunicación formales, por modernos que sean en términos tecnológicos. Justamente el carácter establecido, profesional, institucional, de los medios de comunicación formales es su pecado frente a la espontaneidad, la informalidad, la impreparación y la emotividad de los contenidos generados por los chalecos amarillos en su medio madre, Facebook, pero también en Twitter y en YouTube. Desde el punto de vista de la tradición liberal y democrática, según la cual la agenda de la discusión pública y sus formas la fijan los profesionales de la política (los partidos y las instituciones de gobierno) y de la opinión y la información (los analistas profesionales con credenciales claras), el nuevo tráfico de contenidos en las redes y su autoría por los usuarios sin credencial, transidos de emotividad y abiertamente antiinstitucionales, significa el paso a la antipolítica entendida como el rechazo y la tendencial obsolescencia más o menos profunda y amplia, variable según el país, de las instituciones democráticas y republicanas en su conjunto, incluyendo a los medios “tradicionales”. La antipolítica es antiinstitucional y antiprofesional y su expresión fenoménica, su vehículo y su forma (estructura) los dan las redes sociales.[57] Agreguemos que los profesionales de los medios formales tienen una sede oficial y horarios, pero los agentes comunicativos informales que eran los CHA actuaron —y lo siguen haciendo— por el contrario, sin lugar y sin horario, según podían y querían, delocalizadamente y en el ahora permanente que caracteriza al tráfico propio de la interacción en las redes sociales. Sus dos principales dirigentes, influencers les dirían muchos, Eric Drouet y Maxim Nicole, eran, significativamente, camioneros que hacían sus emisiones en Facebook delocalizadamente y sin horario, desde la cabina de su camión donde y cuando podían y querían. Difícilmente puede haber algo más transinstitucional en la forma que dos dirigentes salidos de la nada, sin historial formal en la comunicación ni, justamente, en la dirigencia de nada, sin encuadramiento institucional alguno, pero arengando delocalizadamente a centenas de miles de integrantes de sus grupos en tanto masa dispersa, sin lugar ni afiliación alguna, pero con una gran cohesión emotiva expresada por la palabra francesa colère.[58]

 

Conclusión de la primera parte

 

Hasta este punto del presente trabajo hemos desarrollado la tesis de que el movimiento francés de los chalecos amarillos ilustra de manera muy clara la tendencia y la posibilidad de que partiendo de las redes sociales se generen movimientos de masas que adquieren si no características directamente insurreccionales sí claramente antiinstitucionales, lo cual es un fenómeno muy llamativo si esto ocurre en un país con una acrisolada democracia y una amplia institucionalidad que no se limita a las instancias de gestión y administración estatales, sino que incluyendo a los partidos políticos se extiende hasta universidades, sindicatos, comunidades religiosas, empresas y asociaciones de todo tipo, sin faltar el conjunto de los medios de comunicación tradicionales. En otras palabras, las redes sociales, caracterizadas por el hecho de que individuos cualesquiera generan los contenidos de estas ad libitum, es decir, lo que quieren, como quieren, cuando quieren y desde donde sea, se convierten en un medio de una comunicación que hace a un lado toda institucionalidad. Gracias a las redes sociales los individuos ya no necesitan estar encuadrados en ninguna entidad social para intervenir en la esfera de “lo público”. En este sentido, al margen de que en ellas se formen grupos de usuarios, las redes sociales se convierten en el vehículo definitivo, último, para la expresión individual. En ellas cualquier cualquiera puede expresarse en principio como, cuando y donde quiera.

 

Por supuesto, esa agencia de su usuario es el estado normal, permanente, del funcionamiento de las redes sociales, pero en el caso de una inquietud o conflicto social, los usuarios de las redes que canalizan su descontento a través de ellas se identifican unos con otros y surge una notable comunidad con base virtual, en la web, a través de las redes. Los usuarios de las redes, siendo ahora individuos en conflicto con algo y contra alguien, siendo conscientes de que su expresión y su descontento están por completo a margen de las instituciones, sean estas del tipo que sean, se simbolizan a sí mismos como “el pueblo” –—por lo menos como su verdadero representante—. Adicionalmente, el que “el pueblo” con base digital en las redes esté al margen de las instituciones significa, al mismo tiempo, no solo que desconfíe de ellas, sino que las rechaza abiertamente y por principio.

 

Una de las instituciones que los usuarios de las redes sociales hacen de por sí a un lado, son los medios de comunicación tradicionales. Ciertamente se refieren a los medios y en caso de conflicto desean y quieren que a su vez estos se refieran al conflicto y al “pueblo” partícipe del conflicto, pero en realidad no solo desconfían de los medios de comunicación, sino que también los rechazan. Este rechazo de los medios de comunicación tradicionales es la culminación del fenómeno inicial de las redes sociales consistente en que el usuario de estas “publica” y actúa en ellas al margen de dichos medios. En caso de conflicto social, la independencia de principio del individuo que usa las redes respecto de los medios de comunicación tradicionales evoluciona hacia el rechazo abierto de los mismos. Con ello “lo político” adquiere un carácter nuevo ligado a lo que en este trabajo llamamos la antipolítica, que será el tema principal de la segunda parte de este trabajo. Digamos aquí todavía que la antipolítica está asociada estructuralmente a atrás discutida crisis de la discursividad correlativa con la forma mítica de la comunicación.

 

Bibliografía

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  14. Jankowicz, Nina. “How to Defeat Disinformation. An Agenda for the Biden Administration”, Foreign Affairs (2020), https://www.foreignaffairs.com/articles/united-states/2020-11-19/how-defeat-disinformation?utm_medium=PANTHEON_STRIPPED&utm_source=PANTHEON_STRIPPED&utm_campaign=PANTHEON_STRIPPED&utm_content=PANTHEON_STRIPPED&utm_term=PANTHEON_STRIPPED (Consultado el 18 de marzo de 2021)
  15. McLuhan, Marshall, Understanding Media. The Extensions of Man [1964], MIT Press, Cambridge, MA, 1994.
  16. Menczer, Filipo; Hills, Thomas. “Information Overload Helps Fake News Spread, and Social Media Knows It”, Scientific American (2020), https://www.scientificamerican.com/article/information-overload-helps-fake-news-spread-and-social-media-knows-it/ (Consultado el 18 de marzo de 2021
  17. Naím, Moisés. “¿Quién ganó en Estados Unidos?”, El Universal (2020), https://www.eluniversal.com.mx/opinion/moises-naim/quien-gano-en-estados-unidos-la-polarizacion (Consultado el 18 de marzo de 2021).
  18. O’Donovan, Caroline. ‘“If you’re not feeling it, don’t write it”: Upworthy’s social success depends on gut-checking “regular people”’, Nieman Lab (2013), https://www.niemanlab.org/2013/06/if-youre-not-feeling-it-dont-write-it-upworthys-social-success-depends-on-gut-checking-regular-people/
  19. O’Neil, Luke. “The Year We Broke the Internet”, Esquire (2013), https://www.esquire.com/news-politics/news/a23711/we-broke-the-internet/ (Consultado el 18 de marzo de 2021).
  20. Pérez, Enrique. “De los 4.500 millones de usuarios en internet, 3.000 millones han utilizado un producto de Facebook en el último mes”, Xataka (2020), https://www.xataka.com/aplicaciones/hay-4-570-millones-usuarios-internet-todo-mundo-2-990-millones-han-utilizado-producto-facebook-ultimo-mes (Consultado el 18 de marzo de 2021).
  21. “The Japanese authorities understood covid-19 better than most”, The Economist (2020), https://www.economist.com/asia/2020/12/12/the-japanese-authorities-understood-covid-19-better-than-most (Consultado el 18 de marzo de 2021).

 

Notas
[1] Las cursivas en las citas son siempre nuestras a menos que se indique otra cosa.
[2] Para una descripción de este proceso véase Carrillo Canán, Alberto, McLuhan y la subjetividad mediática trascendental, ed. cit., capítulo 11, sección 1: “Los datos mediáticos del movimiento.” El MCHA estalló offline el sábado 17 de noviembre de 2018 y a partir de ahí continuó cada sábado, declinando progresivamente hasta la segunda mitad de 2019; se ha llegado a la manifetación sabatina ya solo esporádica y fue suspendido durante el confinamiento francés por la pandemia del covid 19.
[3] Véase por ejemplo, Naím, Moisés. “¿Quién ganó en Estados Unidos?”, El Universal, https://www.eluniversal.com.mx/opinion/moises-naim/quien-gano-en-estados-unidos-la-polarizacion (Consultado el 18 de marzo de 2021).
[4] Véase: “Tal vez el don más importante de la tipografía al hombre es el de la indiferencia y el no involucramiento – el poder de actuar sin reaccionar –.” McLuhan, Marshall, Understanding Media, ed. cit., p. 173. En el mismo sentido McLuhan afirma que “[a]ctuar sin reaccionar, sin involucramiento, es la ventaja peculiar del hombre occidenal alfabetizado.” (Ibidem, p. 86) En otras palabras, la tipografía alfabética genera precisamente “el poder de separar el pensamiento y el sentimiento, de ser capaz de actuar sin reaccionar (…)” (Ibidem, p. 173). En este texto haremos referencia a McLuhan repetidamente porque su libro Understanding Media. The Extensions of Man da el marco teórico general para nuestro análisis.
[5] Para algunos de los materiales aquí utilizados recurrimos a elementos publicados en Carrillo Canán, Alberto, McLuhan y la subjetividad mediática trascendental, capítulo 11.
[6] Bornstein, Roman. “Comment S’Informent Les Complotistes?”, Fondation Jean Jaurès https://bit.ly/3gC3dkt (Consultado el 18 de marzo de 2021).
[7] Idem.
[8] Idem. Como un ejemplo, tenemos que “(…) observando en detalle las declaraciones de las distintas categorías [de edad], se desprende (…) que los menores de treinta y cinco años que obtienen información en Internet ya son un 47% para decir que se remiten primero a las redes sociales, frente al 28% en los sitios web de información de los principales medios de comunicación. El mundo del mañana estará en manos de ciudadanos que se habrán formado e informado en las redes sociales.” Para todos los detalles véase Bornstein, Roman. “En immersion numérique avec les ‘gilet jaunes’”, Fondation Jean Jaurès https://bit.ly/3jgfdKm (Consultado el 18 de marzo de 2021). Sin embargo, el fenómeno es más amplio. Entre los medios profesionales tradicionales y las redes sociales hay un tercer tipo de entidad, a saber, las nuevas plataformas de internet orientadas a lo que “da la nota” no solo en el sentido de “lo político” (para este concepto ver el texto más abajo), sino en el sentido de lo sensacional como chismorreo. En el caso de los EEUU plataformas como Upworthy y BuzzFeed, entre otras muchas, es muy notorio. En ellas la predominancia del tiempo real como marco para el chisme, la difamación, lo sensacionalista, es el fenómeno dominante y es una forma adicional a la que discutimos en este trabajo del desplazamiento o absorción de los hábitos profesionales de los medios tradicionales por el oportunismo sensacionalista propio para el chismorreo y los titulares del momento. Un texto excelente sobre el asunto es el de O’Neil, Luke. “The Year We Broke the Internet”, Esquire, https://www.esquire.com/news-politics/news/a23711/we-broke-the-internet/ (Consultado el 18 de marzo de 2021). Podemos decir aquí, y es tema para otro trabajo, que la absorción de los medios tradicionales por las redes sociales – las plataformas como Upworhty y BuzzFeed dependen para su efecto de las redes sociales – se manifiesta como la antipolítica en tanto “lo político” en el tiempo real, que discutimos en este trabajo, y también como el tiempo real en tanto es sensacionalismo de la nota descrito por O’Neil.
[9] Bornstein, Roman. “En immersion numérique avec les ‘gilet jaunes’”, Fondation Jean Jaurès https://bit.ly/3jgfdKm (Consultado el 18 de marzo de 2021).
[10] Idem.
[11] Fukuyama, Francis; Richman, Barak; Goel, Ashish. “How to Save Democracy from Technology”, Foreign Affairs, https://www.foreignaffairs.com/articles/united-states/2020-11-24/fukuyama-how-save-democracy-technology?utm_medium=promo_email&utm_source=pre_release&utm_campaign=mktg_actives_big_tech_monopoly&utm_content=20201124&utm_term=all-actives (Consultado el 18 de marzo de 2021).
[12] Bornstein, Roman. “En immersion numérique avec les ‘gilet jaunes’”, Fondation Jean Jaurès https://bit.ly/3jgfdKm (Consultado el 18 de marzo de 2021).
[13] Hay dos tipos de “burbujas sociales en línea”, unas son las “cámaras de resonancia”, que son los contenidos a los que los usuarios de las redes sociales quedan expuestos por los algoritmos de las propias redes que les presentan en concordancia con sus “grupos de amigos”. Algo similar es la publicidad en las plataformas, de acuerdo con preferencias de los usuarios, como en Amazon y el propio Facebook. Este es un fenómeno pasivo: al usuario le aparecen esos contenidos. Otra cosa muy distinta es cuando el usuario es activo y él mismo busca información, como en los buscadores como Google, por ejemplo. Ahí entran los filtros – “burbujas filtro” – que lo llevan a ciertos contenidos y en las redes sociales es el caso típico de YouTube. Véase: “Los términos burbuja filtro y cámara de resonancia han sido acuñados para referirse a dos caminos algorítmicos hacia la fragmentación de la opinión, ambos se refieren a la manera en la que los algoritmos filtran y jerarquizan la información. El primero se refiere a los motores de búsqueda, el segundo a los surtidos ofrecidos por las redes sociales.” Menczer, Filipo; Hills, Thomas. “Information Overload Helps Fake News Spread, and Social Media Knows It”, Scientific American https://www.scientificamerican.com/article/information-overload-helps-fake-news-spread-and-social-media-knows-it/ (Consultado el 18 de marzo de 2021). Por supuesto, en Facebook y en Twitter se mezclan ambos caminos porque los usuarios publican contenidos que buscaron en la red y esos contenidos ya filtrados son los que les aparecen a sus “amigos” y en en sus “grupos”. Eso también lo podemos ver como un confinamiento doble.
[14] Bornstein, Roman. “En immersion numérique avec les ‘gilet jaunes’”, Fondation Jean Jaurès https://bit.ly/3jgfdKm (Consultado el 18 de marzo de 2021).
[15] Sobre el concepto de institución puede consultarse el libro de Maurizio Ferraris, Where are you? (2014).
[16] Bornstein, Roman. “En immersion numérique avec les ‘gilet jaunes’”, Fondation Jean Jaurès https://bit.ly/3jgfdKm (Consultado el 18 de marzo de 2021).
[17] Idem.
[18] Idem.
[19] Idem. Véase también Carrillo Canán, Alberto, McLuhan y la subjetividad mediática trascendental, ed. cit., p. 324.
[20] Bornstein, Roman. “En immersion numérique avec les ‘gilet jaunes’”, Fondation Jean Jaurès https://bit.ly/3jgfdKm (Consultado el 18 de marzo de 2021).
[21] Idem.
[22] Idem.
[23] Idem.
[24] Idem.
[25] Idem.
[26] Idem.
[27] Idem.
[28] Idem.
[29] De hecho, la discusión pública, a partir de la tesis de la influencia rusa en las elecciones norteamericanas del 2016 se centró y se sigue centrando en las fakenews como el problema de las redes sociales, de manera tal que toda propuesta de “mejora” del papel de las redes se centra en los contendios fake o “desinformativos” – a veces también se señala el “discurso de odio” –. Véase, por ejemplo, Jankowicz, Nina. “How to Defeat Disinformation”, Foreign Affairs, https://www.foreignaffairs.com/articles/united-states/2020-11-19/how-defeat-disinformation?utm_medium=PANTHEON_STRIPPED&utm_source=PANTHEON_STRIPPED&utm_campaign=PANTHEON_STRIPPED&utm_content=PANTHEON_STRIPPED&utm_term=PANTHEON_STRIPPED (Consultado el 18 de marzo de 2021).
[30] Señalemos que la distinción entre los medios tradicionales y las redes sociales es muy notoria en la versión inglesa de “traditional and social media”. Ver, por ejemplo, “The Japanese authorities understood covid-19 better than most”, The Economist, https://www.economist.com/asia/2020/12/12/the-japanese-authorities-understood-covid-19-better-than-most (Consultado el 18 de marzo de 2021).
[31] McLuhan, Marshall, Understanding Media, ed. cit., p. 229. Como es sabido, la mediología mcluhaniana hace un corte radical entre las “tecnologías mecánicas” (Ibidem, p. 4) y los “medios eléctricos”, siendo el modelo de las tecnologías mecánicas el alfabeto y, sobre todo, la tipografía alfabética. Estas tecnologías generarían, según la mediología mcluhaniana tipos o formas de hombres radicalmente diversos. En Carrillo Canán, Alberto, McLuhan y la subjetividad mediática trascendental, se formaliza a McLuhan considerando una subjetividad condicionada mediáticamente. Ver, por ejemplo, el primer capítulo, o también, el capítulo 8. En todo caso, las formas tecnológicas dan la forma del sujeto en tanto sujeto mediático.
[32] McLuhan, Marshall, Understanding Media, ed. cit., p. 96.
[33] Véase: Pérez, Enrique. “De los 4.500 millones de usuarios en internet, 3.000 millones han utilizado un producto de Facebook en el último mes”, Xataka, https://www.xataka.com/aplicaciones/hay-4-570-millones-usuarios-internet-todo-mundo-2-990-millones-han-utilizado-producto-facebook-ultimo-mes (Consultado el 18 de marzo de 2021).
[34] En el texto ya mencionado O’Neil reporta que Sara Critchfield, directora editorial de Upworthy dice que ahí rechazan “(…) la idea de que la élite mediática o gente que ha sido entrenada de cierta manera de alguna manera tenga que tener el monopolio del criterio editorial.” En todo caso, también Jonah Peretti, de BuzzFeed sostiene que “(…) entender cómo se comparte la información en Twitter e Instagram y otras plataformas emergentes (…) es en algunos casos tan importante como (…) tener el talento tradicional de reportear.” O’Neil, Luke. “The Year We Broke the Internet”, Esquire, https://www.esquire.com/news-politics/news/a23711/we-broke-the-internet/ (Consultado el 18 de marzo de 2021). La misma Critchfield dice: “Realmente nos enfocamos en gente normal y corriente. (…) Nos enfocamos casi exclusivamente en la contratación de escritores que no estén entrenados profesionalmente (…). Siendo honestos, algunas veces es difícil que gente que tiene una formación profesional entre a Upworthy y tenga éxito.” O’Donovan, Caroline. ‘“If you’re not feeling it, don’t write it”: Upworthy’s social success depends on gut-checking “regular people”’, Nieman Lab, https://www.niemanlab.org/2013/06/if-youre-not-feeling-it-dont-write-it-upworthys-social-success-depends-on-gut-checking-regular-people/ (Consultado el 18 de marzo de 2021).
[35] McLuhan, Marshall, Understanding Media, ed. cit., p. 16.
[36] Ver Carrillo Canán, Alberto, McLuhan y la subjetividad mediática trascendental, capítulo 5.
[37] Con la excepción del modelo norteamericano de la televisión por cable en el estilo de The O’Reilly Report y de las estaciones de radio en estilo radiofónico análogo de Rush Limbaugh, modelos en los que se privilegia el acceso a personas que garantizan polémica, sensación, conflicto y, por lo tanto, rating. Ver Duhigg, Charles. “The Real Roots of American Rage”, The Atlantic, https://www.theatlantic.com/magazine/archive/2019/01/charles-duhigg-american-anger/576424/ (Consultado el 18 de marzo de 2021). Lo central de la situación en los EEU es que a tal modelo, al que Duhigg llama el de los “mercaderes de la ira”, le tomó solamente los años de 1985 a 1996 imponerse decididamente en los medios norteamericanos, aún antes de la migración mediática a la web, con el efecto central de desplazar a las grandes cadenas tradicionales centradas en la objetividad y la mesura profesionales: “La internet, por supuesto, no es la responsable exclusiva del tono de la ira política hoy en día (…), y los politólogos han rastreado una parte de la cultura actual de la ira al ascenso de la televisión por cable y los radio shows en los 80s y los 90s.” Sin embargo, el papel actual de las redes no debe ser pasado por alto, por lo que el texto citado continúa diciendo inmediatamente que “[u]na multiplicidad de fuerzas está empujando a los EEUU hacia una mayor polarización. Pero desde 2013 las redes sociales se han convertido en un detonante poderoso para cualquiera que quiere empezar un incendio.” Haidt, Jonathan; Rose-Stockwell, Tobias. “The Dark Psychology of Social Networks”, The Atlantic, https://www.theatlantic.com/magazine/archive/2019/12/social-media-democracy/600763/ (Consultado el 18 de marzo de 2021). El efecto central, partisano, de tales cadenas televisivas y radiofónicas – con o sin la web – debe ser claro, por eso Shanto Iyengar dice que él resalta “(…) la profunda transformación en el sistema de medios norteamericano en los últimos 50 años. Básicamente nos desplazamos de un ‘denominador común de la información’, en el que los norteamericanos de todas las tendencias políticas y todas las condicions sociales encontraron la misma cobertura noticiosa por parte de periodistas y organizaciones noticiosas reconocidos, a un entorno más fragmentado y con muchas opociones, con proveedores de noticias que ya no subscriben las normas y los estándares del periodismo basado en hechos.” No está por demás, citar la continuación del fragmento: “La diponibilidad incrementada de noticias tendenciosas, aunada a la motivación fortalecida para encontrar información que presenta a los oponentes como deplorables, ha conducido a una ruputura total del concenso sobre los hechos.” Edsall, Thomas B. “America, We Have a Problem”, The New York Times, https://www.nytimes.com/2020/12/16/opinion/trump-political-sectarianism.html (Consultado el 18 de marzo de 2021).
[38] Como ya lo señalamos al inicio, los chalecos amarillos son en la actualidad un remanente muy debilitado del movimiento inicial que estalló en la realidad fuera de línea el 17 de noviembre de 2018. Sin embargo, siguen tieniendo los mismos patrones en su actitud y su actuación, lo cual no debe soprender puesto que tales patrones y actitudes son un resultado de que el MCHA es, en primer lugar, un movimiento online, virtual, en las redes sociales y los usuarios de las redes, todos, solo siguen los patrones de uso, congnitivos, morales y de conducta condicionados por el medio. No pueden hacer otra cosa. Véase en Carrillo Canán, Alberto, McLuhan y la subjetividad mediática trascendental, por ejemplo, el capítulo 5 y también el 6. Se trata de que “[l]a aceptación subliminal y dócil del impacto de los medios los convierte en prisiones sin paredes para sus usuarios.” (McLuhan, Marshall, Understanding Media, ed. cit., p. 20)
[39] El famos lingüísta Roman Jakobson diría que se trata de una coherencia a la vez metafórica y metonímica. (Jakobson, Roman; Halle, Morris, Fundamentals of Language, ed. cit., pp. 78, 81) La métafora funciona por similitud, la metonimia por conexión o cercania, que son dos tipos básicos de la conexión de ideas reconocida ya antes por el filósofo inglés David Hume. (An Enquiry Concerning Human Understanding, ed. cit., p. 182)
[40] Aquí está la lista de las demandas: Candela, Marco. “Cuaderno de agravios y demandas de los ‘chalecos amarillos’”, Publico.es, https://blogs.publico.es/otrasmiradas/17218/cuaderno-de-agravios-y-demandas-de-los-chalecos-amarillos/ (Consultado el 18 de marzo de 2021).
[41] Recuérdese que en el mito todo está relacionado con todo, pero esas relaciones son polares, tan pueden ser del lado del bien como del mal, dependiendo del cumplimiento o no de la conducta a tener en esas relaciones, la cual está prescrita, justamente por el mito.
[42] Carrillo Canán, Alberto, McLuhan y la subjetividad mediática trascendental, ed. cit., p. 272.
[43] Véase Brady, William J. et al. “Emotion shapes the diffusion of moralized content in social networks”. PNAS. Vol 114. No. 28. P 7313–7318. https://doi.org/10.1073/pnas.1618923114. Análogamente, las publicaciones de Facebook exhibiendo “desacuerdo indignado” reciben casi el doble de atención, likes y shares que otros tipos de contenido. Véase Haidt, Jonathan; Rose-Stockwell, Tobias. “The Dark Psychology of Social Networks”, The Atlantic, https://www.theatlantic.com/magazine/archive/2019/12/social-media-democracy/600763/ (Consultado el 18 de marzo de 2021).
[44] Por eso es totalmente desencaminada la idea de que el problema de las redes sociales consista en la “desinformación” o el “discurso de odio”, a lo cual volveremos abajo. Para una discusión detallada de la emotividad como elemento inevitable en las redes sociales véase en Carrillo Canán, Alberto, McLuhan y la subjetividad mediática trascendental, por ejemplo, el capítulo 12 y también las partes uno y dos del capítulo 13. Véase la referencia anterior en la nota pie de página número 9 que propone que la tarea para rescatar a la democracia es “vencer a la desinformación”.
[45] Véase la penúltima sección de este trabajo.
[46] McLuhan señala que “(…) el mito y los arquetipos jungianos son posturas colectivas de la mente a las que la forma escrita no puede hacer frente, como tampoco puede dominar la mímica ni el gesto.” (McLuhan, Marshall, Understanding Media, ed. cit., p. 193s.) Se trata de que el mito, el arquetipo, la mímica y el gesto están fuera de la estructura sintáctica discursiva, porque el mito remite siempre a una simultaneidad de elementos en relación. Por ello McLuhan se refiere al “modo mítico o icónico” (Ibidem, 153), a las “modos de las estructuras simbolistas y míticas” (Ibidem, 324). Para la era de las redes sociales vale lo que McLuhan dice que es válido “[e]n la era de la fotografía”, a saber que “(…) el lenguaje toma un carácter gráfico o icónico, cuyo ‘significado’ apenas pertenece al universo semántico, y absolutamente no a la república de las letras.” (Ibidem, 196)
[47] Sobre estos dos mitos como formas políticas contemporáneas propias del entorno comunicativo dominado por las redes sociales, véase Carrillo Canán, Alberto, McLuhan y la subjetividad mediática trascendental, capítulo 12, conclusión.
[48] McLuhan, Marshall, Understanding Media, ed. cit., p. 4.
[49] Ibidem, p. 86.
[50] Ibidem, p. 333.
[51] Idem.
[52] Ya que la presión antidiscursiva del tiempo real en la ahoridad permanente de las redes sociales y de las “plataformas emergentes” – como Upworthy o BuzzFeed – preocupadas por lo que es la nota del instante, y dependientes de las redes sociales, pesa mucho sobre los propios medios formales tradicionales, tendiendo a arrastrarlos. Véase el ya referido texto de O’Neil. Las redes sociales no son, de ningna manera, un elemento pasivo, que es “usado” sin consecuencia alguna. Atrás vimos que las redes no solo expresan las pasiones de los usuarios sino que las potencian, al tiempo que los inhabilitan para la discursividad. De manera análoga, incluso los medios formales, cuando se presentan en las redes sociales, quedan también sujetos a la presión antidiscursiva, antiobjetiva y subjetivista, de la sincronía del tiempo real. Esto se manifiesta con toda claridad cuando los profesionales de los medios tradicionales quedan bajo la presión de “dar la nota” a que los someten las “plataformas emergentes” como Upworthy o BuzzFeed. Véase nuevamente la clarificadora exposición de este fenómeno, la conversión del profesional del medio tradicional, en “notero” tipo BuzzFeed. No solo McLuhan señala que todo medio tiene efectos subliminaltes sobre sus usuarios, sino que también V. Flusser dice que “el producto [el medio] medio contrataca” (Flusser, Vilém, Medienkultur, ed. cit., p. 165) transformando a su usuario. En el caso de los que quedan entrampados en el tiempo real de las redes sociales, con su dominio principalmente absoluto de la simultaneidad, de la sincronía, lo que ocurre es que no pueden ejercer su entrenamiento discursivo, el de la discronía propia de la secuencia argumentativa, o de plano lo pierden. Los profesionales se vuelven militantes pasionales y con facilidad devienen promotores de la desinformación. Como ya se indicó antes, esto empezó con la TV por cable también en tanto medio del tiempo real en un ahora permanente: “El nuevo ciclo de 24 horas de la televisión por cable produjo cambios considerables. Significó que los cuartos noticiosos no tenían periodos largos de tiempo para prepar el contenido, comprobarlo, editarlo, aprobarlo, y entonces presentarlo a las audiencias. Los reporteros quedaron bajo la presión de ir directamente al aire con los eventos actuales cualquier información que les fuera presentada. Eso empezó a llevar a reportajes apresudados e incompletos, a inexactitud, distorción y material engañoso.” Véase: “How News has Changed”, Macalester, https://www.macalester.edu/news/2017/04/how-news-has-changed/ (Consultado el 18 de marzo de 2021).
[53] McLuhan, Marshall, Understanding Media, ed. cit., p. 301.
[54] Ibidem, p. 5.
[55] El debilitamiento de lo discursivo en la prensa ocurre ya con el telégrafo, como primer medio eléctrico. Así, McLuhan señala que por la vía de “la intensificación del volumen de noticias” el telégrafo “(…) debilitó grandemente el papel de las opiniones editoriales (…)” (Ibidem, p. 256), además de llevar a los periódicos a la presentación de las noticias en una “forma de mosaico” (Ibidem, p. 205) según la cual la noticias no quedan estructuradas secuencialmente sino solo por la sincronicidad de la fecha de la edición: se trata “múltiples items informativos (…) arreglados en un mosaico sobre una hoja” (Ibidem, p. 204) y de “una serie de acciones en proceso unificadas por las fechas.” (Ibidem, p. 212). De hecho, “(…) la fecha es el único principio organizativo de la imagen de la comunidad ofrecida por el periódico. Si se quita la fecha, el periódico de un día es el mismo que el siguiente.” (Idem)
[56] Sobre esto véase en Carrillo Canán, Alberto, McLuhan y la subjetividad mediática trascendental, el capítulo 6.
[57] El siguiente pasaje de O’Neil, ya de 2013, resulta muy significativo respecto de avasallamiento de los profesionales de los medios tradicionales por los patrones establecidos por los cualquiera de las redes sociales: “Johan Peretti, de BuzzFeed, admitió (…) que al contratar a alguien busca ‘gente que realmente entienda como se comparte información en Twitter y Facebook e Instagram y otras plataformas emergentes porquue en algunos casos es tan importante (…) como poser el talento tradicional de reportear.’ La directora editorial de Upworthy, Sara Critchfield, apoyó la tesis: ‘Nosotros rechazamos la idea de que la élite mediática o la gente que ha sido entrenada de cierta manera tiene el monopolio de juicio editorial.’” O’Neil, Luke. “The Year We Broke the Internet”, Esquire, https://www.esquire.com/news-politics/news/a23711/we-broke-the-internet/ (Consultado el 18 de marzo de 2021) Adicionalmente, Critcher apuesta abiertamente por la emocionalidad, afirmando que “la receta secreta de Upworthy para la compartibilidad (notese el concepto) reside en “buscar contenido que genere una respuesta [reacción] emotiva de ambos, el lector y el redactor.” Nótese que si el redactor escribe en trance emotivo ya se alejó de las normas de profesional de los medios tradicionales, de hecho, ya está en el nivel de retórico de la e-ágora que son los medios digitales absorbidos por los patrones de las redes sociales y, por tanto, alejados de la república de las letras. No extraña pues que Upworthy declare su “compromiso de encontrar historias con resonancia emocional”.  https://www.niemanlab.org/2013/06/if-youre-not-feeling-it-dont-write-it-upworthys-social-success-depends-on-gut-checking-regular-people/ Señalemos que Upworthy ha sido la plataforma digital de mayor crecimiento gracias al recurso a la emocionalidad, prácticamente septuplicando el crecimiento de Huftington Post o de Business Insider. Ver la gráfica en el vínculo anterior. Por su parte, C. O’Donovan resume la política de Crichfeld diciendo: “(…) Critchfield desarrolla el elemento de la respuesta emocional genuina en su equipo mediante la contratación de gente que nunca fue entrenada para preocuparse de qué es noticia y qué no lo es.” ‘“If you’re not feeling it, don’t write it”: Upworthy’s social success depends on gut-checking “regular people”’, Nieman Lab, https://www.niemanlab.org/2013/06/if-youre-not-feeling-it-dont-write-it-upworthys-social-success-depends-on-gut-checking-regular-people/ (Consultado el 18 de marzo de 2021).
[58] Significativamente en las primeras semanas del movimiento Drouet cambió rápidamente el nombre de su grupo en Facebook a “¡Francia encolerizada!”.