Epistemología psicodélica y neurociencia

ESCENA DE LA PELÍCULA “ENTER THE VOID” (2009)

 

Resumen

El objetivo de este ensayo es exponer de manera sucinta, algunas de las problemáticas filosóficas inherentes al desarrollo de una epistemología psicodélica. Asimismo, se aborda de manera sintética su relación con las neurociencias, específicamente con la psicofarmacología, con la intención de establecer un marco teórico mínimo que permita explicar la forma en que las sustancias psicodélicas funcionan en el cerebro. Si partimos de la hipótesis de que la experiencia psicodélica puede ser considerada como una fuente de conocimiento, y no solo como una serie de alucinaciones, entonces resulta indispensable hacer un análisis previo antes de seguir adelante.

Palabras clave: epistemología, psicodélicos, neurociencia, cognición, percepción.

 

Abstract

The aim of this essay is to succinctly expose some of the philosophical issues inherent to the development of a psychedelic epistemology. Likewise, its relationship with neurosciences, specifically with psychopharmacology, is approached in a synthetic way, with the intention of establishing a minimum theoretical framework that allows explaining the way in which psychedelic substances work in the brain. If we start from the hypothesis that the psychedelic experience can be considered as a source of knowledge and not only as a series of hallucinations, then it is essential to make a previous analysis before moving on.

Keywords: epistemology, psychedelics, neuroscience, cognition, perception.

 

¿Es posible que las sustancias psicodélicas modifiquen nuestros pensamientos y emociones?, ¿qué marcos de interpretación son los más adecuados para explicar los estados de percepción no ordinaria?, ¿qué sucedería si las condiciones perceptuales de nuestro cerebro fueran modificadas durante el proceso de experimentación de la ciencia?, ¿de qué manera las sustancias psicodélicas se relacionan con nuestras facultades cognoscitivas?, ¿cómo inciden en el comportamiento y en la conducta humana?, ¿qué utilidad terapéutica tienen? Estas interrogantes nos servirán como hilo conductor para reflexionar desde un enfoque filosófico sobre el complejo proceso de interacción entre el cerebro humano y las sustancias psicodélicas.

 

Todas estas preguntas merecen un trabajo de reflexión específico, debido a ello resulta inevitable incluir en este ensayo, una reflexión sobre algunas cuestiones de carácter epistemológico que resultan de interés en la medida en que nos acercan a diversos temas vinculados con el funcionamiento del cerebro y la mente. “La mente humana no existe en el vacío, está asociada con la química del cerebro y esa química subyace en todas sus manifestaciones. Ni la emoción ni el pensamiento ocurren desligados de los cambios químicos. La crueldad del tirano, la compasión del santo, la pasión de los amantes, el odio de los enemigos, todos ellos están fundados en procesos químicos”.[1]

 

Para alcanzar un horizonte de comprensión más amplio resulta indispensable recurrir a la literatura científica existente. En concreto aquella proveniente de la neuropsicofarmacología, es decir, la rama de la medicina que se encarga de estudiar los efectos que tienen los fármacos en el cerebro y la mente. Dicha disciplina experimentó importantes avances, en las últimas décadas, debido a las aportaciones de ramas de la ciencia como la neurobiología molecular, la farmacología del comportamiento y la química sintética.[2]

 

Antes de entrar de lleno en este tópico es indispensable poner en evidencia que nuestro cerebro es capaz de identificar una gran cantidad de fármacos o sustancias psicoactivas, debido a que de alguna manera estas ya se encuentran dentro de él. Por ejemplo, en relación con el carácter endógeno de las sustancias psicoactivas, la neuropsicofarmacología nos permite entender que: “[…] existen sustancias naturales, como el café o el chocolate hasta la morfina o el peyote, y sintéticas (fabricadas por el hombre), que, a causa de sus propiedades fisicoquímicas, interactúan con porciones del cerebro que las reconocen como propias”.[3]

 

Subrayar el carácter endógeno de las sustancias psicodélicas y su reconocimiento por el cerebro es un tópico ineludible, pues este carácter hace comprensible la interacción entre los procesos bioquímicos del ser humano y las sustancias psicodélicas provenientes del “mundo exterior “. Se trata pues de un proceso de “reconocimiento” entre el cerebro y los factores físico-sociales que se encuentran a su alrededor.

 

El cerebro es un órgano capaz de conducir nuestros actos, nuestra voluntad o nuestros sentimientos, por eso todas aquellas sustancias capaces de incidir en su funcionamiento actúan en lo más profundo del espíritu humano. “El cerebro está lleno de drogas. Y gracias a ellas el cerebro es la maravilla que todos conocemos pero que poco entendemos. Estas “drogas” hacen que el cerebro funcione; producen estimulación e inhibición nerviosas, dos de los elementos fundamentales de la comunicación celular”. [4]

 

Para tratar de comprender como funcionan los fármacos o sustancias psicoactivas es necesario reconocer su estructura química, el proceso de su preparación, los factores que determinan su potencia, la vía por la que se administran y la forma en que interactúan sobre el tejido nervioso. Por ejemplo, los fármacos se clasifican con base en sus efectos en el sistema nervioso central (SNC) Pues bien, ahora es indispensable explicar las razones sobre las que se fundamenta esa clasificación.

 

Específicamente, esos efectos se concentran en la zona del mesencéfalo, donde se encuentra la formación reticular, la cual es la estructura encargada de regular los estados del sueño y de la vigilia. “Esto quiere decir que aquellas sustancias que deprimen la formación reticular (por ejemplo: anestésicos generales e hipnóticos) producirán sueño e inconsciencia, mientras que aquellos que la estimulen (como café, anfetaminas) producirán estados de despierto o de agitación”.[5]

 

Este es el criterio que permite clasificar a los fármacos con base en sus efectos en el Sistema Nervioso Central (SNC). Como puede apreciarse la distinción entre tranquilizantes y estimulantes no es puramente formal, sino que se vincula directamente con los efectos que tienen los fármacos y sustancias psicoactivas sobre la formación reticular. No obstante, pese a la claridad de ese planteamiento, todavía queda pendiente por examinar los efectos que tienen los fármacos del género phantastica, también conocidos como psicodélicos, es decir, aquellos cuyo efecto más llamativo es la intensificación de la imaginación y la fantasía, a causa del efecto de sus potentes moléculas neurotrópicas.

 

¿Cómo funcionan las sustancias psicodélicas en el cerebro?

 

En relación con este punto, ha llegado el momento de explicar la forma en que se procesa cotidianamente la información sensorial.  Es en el tálamo donde las señales sensoriales pasan a la corteza cerebral para un análisis ulterior. Su importancia, en este proceso, radica en que dicha región es donde se integran las señales corticales sensitivas y motoras que configuran la conducta humana. Metafóricamente hablando se podría decir que, el tálamo es el crisol que hace posible las metamorfosis de la sensibilidad. “Todas las modalidades sensoriales —excepto el olfato, el cual envía señales directamente a las áreas sin pasar por el tálamo—, incluida la visión, audición, gusto, tacto, además del dolor, temperatura y presión, pasan por aquí”.[6]

 

Por su parte, el hipotálamo es el órgano que responde a cambios corporales para iniciar respuestas hormonales, ¿qué significado tiene lo anterior? Pues que las reacciones emocionales como el miedo, la ira, el placer o la excitación estimulan las estructuras hipotalámicas. Esta es una parte del cerebro humano bastante sensible en relación con la conducta, pues en esa región se ubica el grupo de fibras nerviosas que participa en aquellas funciones relacionadas con el placer a saber: el haz del cerebro medio anterior.

 

Algunos experimentos han mostrado la influencia de algunas sustancias que causan dependencia en esta región del cerebro: “En ratas a las que se les permite auto estimular esta región por medio de electrodos implantados y conectados a un estimulador y a una palanca, se observa que el animal se fija al pedal para auto estimularse hasta caer exhausto. Las drogas que inducen dependencia y adicción probablemente actúan, al menos en parte, en esta región hipotalámica”.[7]

 

Este tipo de experimentos nos permite entender cómo y en dónde se encuentra el potencial adictivo de ciertos fármacos e inclusive puede resultar de utilidad para encontrar posibles tratamientos para la depresión endógena, esto es así porque los fármacos que actúan en el cerebro son capaces de cambiar nuestros pensamientos y conductas. Por ejemplo, el trabajo desarrollado con todos aquellos fármacos destinados a combatir los desórdenes psiquiátricos no es ajeno a diversas cuestiones filosóficas cruciales, pues inclusive nos abre la posibilidad de repensar las ciencias cognitivas, específicamente en el campo de la psiquiatría psicodélica.

 

Por su parte, el desarrollo de la moderna psicofarmacología conlleva una serie de inquietudes filosóficas que se expresan en los siguientes campos: (1) cuestiones conceptuales o metafísicas acerca de las categorías relevantes para la psicofarmacología, (2) cuestiones epistemológicas o explicativas orientadas a nuestro conocimiento sobre la forma en que actúan las sustancias psicoactivas y (3) cuestiones éticas y morales acerca de cuándo es conveniente o no el uso de sustancias psicoactivas.[8]

 

En relación con el trabajo de investigación —que aquí se presenta— quiero señalar que en el primer apartado de este ensayo he concentrado mi atención en el análisis de las cuestiones conceptuales y categorías necesarias para construir un marco teórico que permita hacer inteligibles los posibles usos filosóficos de las sustancias psicoactivas o fármacos.

 

Sin embargo, para profundizar nuestro estudio en relación con el segundo punto, es decir, sobre la forma en que actúan las sustancias y agentes psicotrópicos en el cerebro, así como de las cuestiones epistemológicas vinculadas a este proceso, es necesario abordar algunos cuestionamientos específicos por ejemplo: ¿cómo es posible entender la simbiosis mente-cuerpo y la acción de las sustancias psicodélicas en particular?, ¿cómo trabajan las sustancias psicodélicas en el organismo humano y de qué manera se relacionan con nuestro sistema biológico? Estas interrogantes tienen como objetivo servir como marco de referencia para tratar de explicar, la forma en que dichos agentes psicodélicos funcionan en la transformación de los pensamientos, los sentimientos y la conducta. Por ejemplo, qué es lo que hace que la psilocibina o el MDMA reduzcan la depresión.

 

Para entender filosóficamente la forma en que las sustancias psicodélicas trabajan sobre nuestros pensamientos es muy importante subrayar que una de sus características más notables es su capacidad de modificar químicamente la conducta y las emociones humanas. Sin embargo, no todas lo hacen de la misma manera, pues cada una actúa de manera distinta sobre la corteza cerebral. “Todos los procesos mentales y emocionales tienen una base química y esas drogas ejercen una acción. Si la mente existiera en un vacío, es decir, aparte de la materia, no podría ser influida por dichas drogas”.[9]

 

La química del pensamiento

 

Anteriormente se ha mencionado que las sustancias que deprimen la formación reticular pueden considerarse como anestésicos e hipnóticos. En contraparte las sustancias que estimulan la formación reticular producirán estados de agitación como la cocaína o las anfetaminas. Esta situación problemática nos abre el paso a la siguiente pregunta: ¿sobre qué tipo de procesos químicos se fundan nuestros pensamientos y emociones? Sin lugar a duda, esta es una cuestión lo suficientemente compleja para estremecer a cualquier químico honesto. Por ejemplo, para tener una idea más precisa sobre sus implicaciones no resulta inútil señalar que: “El científico que intenta el estudio de la química del pensamiento y las emociones se asemeja a un ladrón que trata de abrir la bóveda de uno de los más grandes bancos con un palillo de dientes”.[10]

 

Cada una de las sustancias psicodélicas actúa de manera concreta sobre la psique y es susceptible de modificar nuestros pensamientos, conductas y emociones, no sólo debido a una reacción química, sino también debido a la influencia de otros factores, por ejemplo, los diferentes usos que puede tener un agente psicotrópico (religioso, terapéutico, lúdico o filosófico), o bien el contexto histórico-cultural en el que se lleva a cabo dicha práctica (set and setting). Por ejemplo: “[…] si pensamos en un amigo que cambia radicalmente de personalidad después de haber ingerido elevadas dosis de alcohol, o en el joven que inhala solventes aun sabiendo el daño que esto acarrea, nos daremos cuenta de que las drogas representan un cuchillo de dos filos”.[11]

 

Este poder de modificar y transformar las emociones o la conducta es un arma de doble filo, de la que usualmente se destacan los riesgos, pero de la que pocas veces se destacan sus potencialidades terapéuticas y filosóficas. En ese sentido, una aproximación filosófica resulta de suma utilidad para evitar las generalizaciones apresuradas derivadas de una conceptualización o argumentación deficientes. Su función consiste en servir como antídoto para evitar tomar el todo por la parte de manera injustificada, pues cada sustancia psicodélica puede tener distintos usos. Por ejemplo, si reconocemos que existen algunas sustancias susceptibles de provocar trastornos, también es indispensable reconocer que existen otras sustancias psicodélicas que pueden ayudar a superar padecimientos de diversa índole. Por ejemplo, aquellos de carácter emotivo o espiritual, o bien el tratamiento terapéutico de padecimientos como la depresión, el síndrome de estrés postraumático, la adicción al alcohol o al tabaco.

 

Para extender nuestra mirada sobre este asunto es necesario un marco conceptual que pueda soportar aquellas cuestiones filosóficas relacionadas con la medicina, la conducta, las emociones, la mente y la personalidad. La forma de hacerlo sería desarrollando una ciencia cognitivo-afectiva, que permita una aproximación a la interacción entre los circuitos neuronales y sus complicados procesos con el mundo físico y el entorno cultural. “Este trabajo se basa en la idea de que la revolucionaria información sobre el cerebro y la mente, y especialmente de los medicamentos que actúan en el cerebro-mente, pueden transformar, en esencia, nuestros pensamientos sobre los seres humanos”.[12]

 

A dichos cambios y transformaciones en la personalidad puede dárseles un seguimiento sistemático —con base en diversos métodos— con la intención de tener un conocimiento más preciso para entender los cambios que producen los agentes psicotrópicos en la conducta y el comportamiento del ser humano. “El análisis del comportamiento natural o aprendido, individual o social del ser humano y los animales comprende desde la sola observación hasta la cuantificación detallada, a partir de imágenes grabadas y desmenuzadas por computadora, de los componentes finos de cada movimiento”.[13]

 

Las transformaciones en el comportamiento o en la conducta derivadas del uso de fármacos pueden ser momentáneas o permanentes, un ejemplo obvio son los cambios en la conducta que ocurren durante el consumo de alcohol, sin embargo, el asunto no se circunscribe a los efectos que produce dicha sustancia, pues las transformaciones generadas por la experiencia psicotrópica pueden tener cambios más duraderos y no de carácter patológico, un ejemplo es lo que sucede en el caso de la experiencia filosófica, a partir de la cual el mundo ya no puede ser contemplado de la misma manera.

 

Cognición y percepción

 

Desde la perspectiva de las ciencias cognitivas otras preguntas que habría que abordar son: ¿de qué manera se producen esas transformaciones en nuestro cerebro?, ¿pueden las sustancias psicodélicas cambiar la personalidad?, y si es así, ¿cuáles son las implicaciones conceptuales sobre nuestro propio ser? Para responder a la primera pregunta vale la pena destacar que el sistema límbico es el encargado de la mayoría de los impulsos básicos, las emociones y los movimientos asociados con la supervivencia como: el miedo, la ira, el placer, las sensaciones ligadas al sexo, el dolor o la angustia.  “El trabajo con los nuevos fármacos para uso psiquiátrico plantea cuestiones filosóficas cruciales, y también estimula la reflexión y la reconsideración de las ciencias cognitivas y particularmente de la psiquiatría”.[14]

 

Antes de adentrarnos en algunas de esas cuestiones filosóficas, resulta conveniente explicar someramente donde ocurre dicho proceso en el cerebro, sobre todo en aquellas áreas relacionadas con el lenguaje y la percepción. Pues algunos fármacos psicodélicos son capaces actuar en dichas áreas del cerebro provocando una modificación de sus funciones habituales. Sin embargo, la importancia fundamental del sistema límbico y la corteza cerebral es que son las partes del SNC, las que permiten establecer una relación entre el individuo y el mundo. “La corteza cerebral es responsable de la interpretación de la información que llega del mundo exterior y del medio interno, así como de la iniciación de movimientos voluntarios. Los centros del lenguaje y las áreas de la percepción de las sensaciones de todas partes del cuerpo se encuentran en la corteza cerebral”.[15]

 

El estudio de las funciones que desempeña la corteza cerebral hace posible entender la forma en qué conocemos los seres humanos, debido a la influencia que tienen los estímulos provenientes del mundo exterior y de la vida interior del organismo humano. Esta parte del cerebro puede considerarse como un verdadero punto de intersección, un umbral que permite la interacción entre el ser humano y el mundo.

 

En la corteza visual, las formas, los colores, los movimientos de las imágenes y la memoria de ellos se componen y descomponen, para informar a las áreas de asociación (las más desarrolladas del ser humano), que integran la información para dar a la conciencia los datos necesarios que le permitirán planificar y organizar las ideas (funciones de áreas prefrontales y parietales). Estas funciones son, quizá, las de más reciente aparición evolutiva del reino animal.[16]

 

El cerebro humano se encuentra “envuelto” en esta red de conexiones que optimizan la forma en que cada individuo desarrolla su vida, pues el cerebro se ha especializado en la toma de decisiones complejas relacionadas con la influencia que ejerce el entorno geográfico y cultural, como, por ejemplo: planear el futuro o prevenir una situación de riesgo. En consecuencia, el estudio de la acción de los fármacos psicodélicos sobre el comportamiento y las emociones puede ser de utilidad para saber cómo funciona el cerebro, pero también para entender la forma en que los seres humanos construimos nuestro conocimiento y nuestra forma de ser en el mundo. “Esta compleja e infinita red de nervios y de procesos químicos la cual se encuentra en una actividad incesante constituye el fundamento físico de la mente, las emociones y las sensaciones”.

 

Una mirada filosófica conduce a un enfoque diferente sobre la psicología en general, la emoción y sus trastornos en particular. En primer lugar, porque las emociones no pueden ser especificadas en términos formales, es decir, tienen fronteras porosas entre ellas e involucran sentimientos hacía los objetos del mundo. “Cualquier intento de reducir los sentimientos y la conducta humana a categorías universales —ya sea en el sistema de Hipócrates o en el Manual Estadístico y de Diagnóstico (DSM)—, es inherentemente problemático; en vez de ello debemos hacer un intento por delinear cómo son construidas las emociones por las sociedades de diferentes formas, en diferentes épocas y en diferentes lugares”. [17]

 

La información proporcionada por las neurociencias es consistente con la perspectiva que enfatiza la porosa frontera entre cognición y emoción. No obstante, los circuitos prefrontales juegan un papel importante en la cognición, y los circuitos subcorticales en la emoción. Así es posible apreciar que las diferentes regiones del cerebro están permanentemente interconectadas. “Este telar de diez millones, este tejido interminable es la fábrica de la vida humana, de los pensamientos, emociones, acciones, esperanzas y temores que forman los fundamentos de su ser”.[18]

 

La información de las neurociencias también refuerza el hecho de que la emoción y el carácter están mediados por el cerebro con una creciente base de datos relacionada con el circuito neuronal y los mecanismos moleculares que fundamentan la personalidad y los afectos (Stein.2008:55).” De la misma forma el cerebro funciona al interior de diversos contextos sociales los cuales pueden configurar la experiencia de la emoción de maneras muy específicas. La información antropológica y la teoría evolutiva confirman la visión de que el cerebro funciona de acuerdo con mecanismos universales, pero al interior de contextos particulares.

 

Las emociones tienen un valor evolutivo desde tiempos inmemoriales y por lo tanto muchas características que son compartidas por la mayoría de los seres humanos. La ciencia evolutiva ha incrementado su capacidad para aportar información con base en el estudio sobre el origen y la estructura de varias emociones. El desarrollo de una ciencia cognitivo-afectiva es consistente con una visión de la psiquiatría en la que, en primer término, se reconoce que los fármacos psicodélicos puedan dirigir los cambios en las emociones o la personalidad, y en segundo lugar, que las ventajas e inconvenientes de dicho cambio puedan ser sopesadas adecuadamente.

 

Por ejemplo, las emociones no han de ser consideradas solamente como una construcción social relativa, puesto que es posible debatir racionalmente si una emoción específica es apropiada o no en una situación concreta, o si las intervenciones que afectan la experiencia emocional son apropiadas o no para un caso particular. Sobre este punto Dan J Stein considera que: “Las fronteras entre la ansiedad social normal, la vergüenza y el trastorno de ansiedad social pueden ser determinadas válidamente”.[19]

 

Trazar con claridad dichas fronteras permite establecer un marco teórico adecuado, que pueda ser útil para lograr una comprensión más plena de la experiencia emocional y la forma en que las sustancias psicodélicas inciden en la transformación de los pensamientos, emociones y pautas de conducta. Dicha distinción no se encuentra desligada de diversas problemáticas éticas relacionadas con los distintos usos terapéuticos de dichas sustancias.

 

Algunas de estas cuestiones ético-políticas serán abordados en los apartados siguientes, por el momento mi atención se concentrará en el análisis crítico de los usos terapéuticos que pueden tener las sustancias psicotrópicas, pues se trata de un debate que ha generado diversas polémicas, sobre todo en relación con aquellas sustancias consideradas ilegales. En la actualidad existen diversos debates sobre el posible uso terapéutico de sustancias prohibidas en la mayoría de las legislaciones nacionales como el tetrahidrocannabinol, el ácido lisérgico o la psilocibina.

 

Sobre este punto es indispensable subrayar que también existe controversia sobre las repercusiones terapéuticas que tiene el desarrollo de fármacos psicotrópicos por parte de la industria médica. Dichas repercusiones se relacionan con el impacto en la salud de los individuos y la efectividad de los psicofármacos para solucionar diversos trastornos y padecimientos. Si bien es cierto que en este terreno se abre un extenso horizonte para el desarrollo de las ciencias cognitivas, también es cierto que es un campo lleno de dilemas e interrogantes, pues muchas de las investigaciones en este campo pueden estar orientadas a satisfacer exclusivamente los intereses económicos de las compañías farmacéuticas trasnacionales en lugar de conducirse con criterios estrictamente científicos o terapéuticos.

 

La elección del tratamiento seleccionado para aliviar algún padecimiento físico o psíquico es de importancia capital, puesto que una mala elección puede inhibir la acción deseada y provocar que el tratamiento se vuelva infructuoso, o en contraparte una elección adecuada puede potenciar y acelerar las transformaciones que hacen posible el alivio del dolor o la superación del padecimiento. Una perspectiva filosófica sobre la psicofarmacología reconoce en primer término que los psicodélicos pueden orientar un cambio en el yo, es decir, en la personalidad del individuo y en segundo término hace evidente que las ventajas e inconvenientes de ese cambio pueden ser racionalmente sopesadas. [20]

 

El análisis crítico sobre los distintos usos culturales (religiosos, terapéuticos y lúdicos) que tienen las sustancias psicodélicas es un ejercicio necesario para desarrollar plenamente un enfoque filosófico que permita superar algunas apariencias y estereotipos que imperan en la opinión pública sobre este asunto y que impiden reconocer el carácter terapéutico de muchos fármacos psicodélicos. Por eso, en esta sección, me he concentrado en el análisis de los usos terapéuticos, pues todavía existe controversia en cuanto a las propiedades terapéuticas de aquellos fármacos considerados ilegales.

 

La reflexión filosófica sobre los usos hedonistas o lúdicos de las sustancias psicodélicas también es útil en la medida en que puede ayudar a construir de manera más adecuada los marcos teóricos y conceptuales que permiten abordar dicho asunto, sobre todo para precisar el significado y el alcance de conceptos como placer, goce y felicidad. Por ejemplo, uno de los puntos más polémicos en la actualidad el reconocimiento del uso lúdico, es decir, aquel que no tiene como objetivo combatir algún padecimiento físico o trastorno psicológico. Este tipo de uso no se encuentra plenamente reconocido en la mayoría de las legislaciones vigentes y de los debates académicos. Dicha situación ha generado una serie de obstáculos que han debilitado el debate científico y filosófico.

 

Bibliografía  

  1. Brailowsky, Simón, Las sustancias de los sueños: neuropsicofarmacología. México, FCE, 1995.
  2. Dyck, Erika, Psychedelic Psychiatry. LSD from clinic to campus. Baltimore, John Hopkins University Press, 2008.
  3. Escohotado, Antonio, Historia general de las drogas. Madrid, Espasa Calpe, 1999.
  4. Letheby, Chris, Philosophy of Psychedelics. Oxford, Oxford University Press, 2021.
  5. Ropp, Robert S de, Drugs and the mind. Grove Press, Inc., New York, 1960.
  6. Stein, Dan J., Philosophy of psychopharmacology, New York, Cambridge University Press, 2008.
  7. Timmermann C, et al. “Psychedelics alter metaphysical beliefs”. Sci Rep., 2021 Nov 23;11(1)

 

Notas

[1] Robert S de Ropp. Drugs and the mind, ed. cit., p. 7.

[2] Dan J. Stein. Philosophy of psychopharmacology, ed. cit., p 4.

[3] Simón Brailovsky. Las sustancias de los sueños: neuropsicofarmacología, ed. cit., p. 7.

[4] Idem.

[5] Ibid., p, 23.

[6] Ibid., p, 28.

[7] Ibid., pp. 28-29.

[8] Dan J. Stein Op. cit., p 7.

[9] Robert S de Ropp. Op. cit., p 7.

[10] Idem.

[11] Simón Brailovsky, Op. cit., p 8.

[12] Dan J. Stein Op cit, p. I.

[13] Simón Brailovsky, Op. cit., p. 19.

[14] Dan J. Stein Op. cit., p. I.

[15] Simón Brailovsky, Op. cit., p 35.

[16] Ibid, p. 37.

[17] Ibid, pp. 52-53.

[18] Robert S de Ropp. Op. cit., p 8.

[19] Dan J. Stein Op. cit., pp. 58-59.

[20] Ibid, pp. 62-63.

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