A mi marido lo mató la querida, lo declararon muerto porque se ahorcó, pero no se ahorcó. Lo mataron los hermanos de la querida que eran maleantes.
Todo empezó con mi suegra, que a los catorce años se casó con el cubano Onofre, quien tenía treinta y uno; y tuvo con él en Cuba cinco hijos. Uno de ellos que también se llamó Onofre. Fue mi marido que regresó a Tabasco y me llevó a vivir a Toluca. Con él tuve dos hijos, pero cuando el mayor tenía siete años, Onofre se fue con su amante. Y eso no fue lo peor, sino que un año después mis cuñados se llevaron a mis hijos.
Sucedió que al año que Onofre me dejó me junté con Joaquín, el vecino que fui a salvar cuando se estaba ahorcando y de agradecido me dijo “júntate conmigo” y le contesté que sí, pensando que podríamos vivir los cuatro. Pero cuando mis cuñados lo supieron fueron por los niños. Y ahí fue cuando yo también me quise guindar* y por eso me trajeron para acá.
Joaquín, ya sin mí, hizo lo que iba a hacer cuando lo detuve, se ahorcó, ya es finadito, pobre.
Dicen los doctores que estoy loca y me dan muchas pastillas pero ¿Cómo podría estar cuerda sin mis hijos y mis dos muertitos?
Testimonio transcrito en junio de 2022 en Tepoztlán, Mor.
*Colgar, en tabasqueño.