Critica a los juicios contra Japón después de la Segunda Guerra Mundial. Primera parte

Resumen

 Se buscará dar al lector un contexto general de lo ocurrido durante los años mencionados a efecto de poder comprender los hechos más importantes que rodearon a lo que se conoce como la segunda guerra Sino-Japonesa y la suma de este suceso al teatro del pacífico de la segunda guerra mundial, así como las conductas que el ejército imperial japonés presentó en las distintas fases de los conflictos ya mencionados; los cuales llevaron a los aliados a establecer una comisión investigadora especial para que, al momento de concluir el conflicto, fuera posible formar un tribunal especializado para juzgar y emitir sentencia respecto de los delitos que en su momento fueren estimados procedentes en contra de los individuos señalados como criminales de guerra en el lapso de tiempo de 1928 y 1945 por aquellas acciones y omisiones de las que Japón fue responsable.

Palabras clave: Japón, Juicios de Tokio, Guerra mundial, Aliados, Ejercito japones

Abstract

The reader will be given a general context of what happened during the aforementioned years in order to understand the most important events surrounding what is known as the Second Sino-Japanese War and the addition of this event to the Pacific theater of the Second World War, as well as the behaviors that the Imperial Japanese Army presented in the different phases of the aforementioned conflicts that led the Allies to establish a special investigative commission so that, at the end of the conflict, it would be possible to form a specialized court to judge and issue sentences regarding the crimes that at the time were deemed appropriate against the individuals identified as war criminals in the period of time 1928 and 1945 for those actions and omissions for which Japan was responsible.

 

Keywords: Japan, Tokyo Trials, World War, Allies, Japanese Army

 

Contexto histórico

Entre el 7 de diciembre de 1941 y el 2 de septiembre de 1945 tuvo lugar lo que se conoce como Guerra del Pacífico, acontecimiento aunado a la segunda guerra mundial. Dicho teatro de operaciones se origina con los ataques sorpresa simultáneos por parte del Imperio del Japón, miembro de las potencias del Eje, a las islas de Guam, Wake, Luzón, Mindanao, Hong Kong y Shanghái, como a Kota Bharu y Pearl Harbor durante la madrugada del 7 y 8 de diciembre; de esta forma el conflicto regional que imperaba contra la República China[1] tomó una escala mundial, haciendo que el Reino Unido abriera un nuevo frente además del europeo y una movilización de los países integrantes de la Commonwealth para hacer frente a las fuerzas armadas imperiales japonesas[2], provocando la entrada de los Estados Unidos a la guerra con el conocido “Discurso de la infamia”[3] pronunciado por Franklin D. Roosevelt un día después de los ataques, desencadenando de igual forma las declaraciones de guerra a esta última nación por parte de Alemania e Italia y estableciendo el tablero definitivo que participaría en la nueva gran guerra.

Durante el desarrollo de la guerra, fueron denunciadas constantemente las atrocidades cometidas por parte de las Fuerzas Armadas de Japón[4] en contra de prisioneros de guerra y civiles de los distintos lugares ocupados por estas; denuncias que van desde tortura, ejecuciones en masa, ejecuciones de prisioneros, violaciones, experimentos en humanos, uso de armas químicas y biológicas, generación de hambrunas evitables, canibalismo, trabajos forzados, saqueo, uso de “redes y mujeres de consuelo” entre otros. Nombres de los principales actores e incidentes de esto como “Escuadrón 731”, “Barcos infernales”, “Ferrocarril de la muerte a Birmania”, “Marchas de la muerte de Bataan y Sandakam” “Masacre del Hospital Alexandra”, “Masacre de Manila”, mereciendo especial mención la “Masacre de Nankín”, mejor conocida como “la violación de Nankín”[5], con la cifra estimada de muertes (aun debatida) de alrededor de 100,000 a 300,000 individuos combatientes como no combatientes, así como la violación de 20,000 mujeres que aun asolan los sombríos relatos de lo acontecido en el frente oriental por parte del ejército imperial, estableciendo a los japoneses como monstruos sin humanidad que arrasaban todo aquello que se encontraba a su paso en la obediencia ciega que juraban a su emperador en su intento de establecer el “Gran Imperio del Japón”.

Un año después de iniciado dicho teatro, en el 1 de diciembre de 1943, el presidente de Estados Unidos, Franklin D. Roosevelt, el jefe de la China nacionalista, Chiang Kai-shek, y el primer ministro del Reino Unido, Winston Churchill, hicieron pública su intención de “castigar la agresión japonesa” en la “Declaración del Cairo”[6] donde se señalaba la decisión de seguir desplegando fuerzas aliadas hasta la rendición incondicional de Japón y estableciendo los puntos principales tras esta, los cuales eran:

  • «Se despojaría a Japón de todas las islas en el Pacífico que había ocupado o incautado desde el comienzo de la Primera Guerra Mundial en 1914».
  • «Serían restituidos a la República de China todos los territorios que Japón había arrebatado a los chinos, como Manchuria, Formosa y las Islas Pescadores».
  • «En su momento, Corea se haría independiente y libre».

Dicha declaración, fue ratificada posteriormente en el 26 de julio de 1945 con la publicación de la “Declaración de Postdam”, en la que se pedía la rendición incondicional de Japón y la intención de perseguir judicialmente a aquellos líderes que fueran responsables de la guerra, así como iniciar una transición para “democratizar” Japón, asegurándose un bastión en el Lejano Oriente con el objetivo oculto de los aliados occidentales, sobre todo de los Estados Unidos de “contener la expansión comunista”, en su párrafo 10º en donde se establecía “…We do not intend that the Japanese shall be enslaved as a race or destroyed as a nation, but stern justice shall be meted out to all war criminals, including those who have visited cruelties upon our prisoners. The Japanese Government shall remove all obstacles to the revival and strengthening of democratic tendencies among the Japanese people. Freedom of speech, of religion, and of thought, as well as respect for the fundamental human rights, shall be established…”.[7]

 Inicialmente, Japón rechazó dichas condiciones; sin embargo, tras los bombardeos nucleares de Hiroshima y Nagasaki se planteó la posibilidad de rendirse, no sin antes solicitar una “Aclaración a los términos de la rendición”[8], así como proponer tres condiciones a efecto de proceder a esta, las cuales eran:

  • Soberanía y competencia para supervisar el desarme de Japón.
  • Administrar sus juicios por crímenes de
  • Evitar la ocupación del territorio

Todas estas fueron rechazadas por el bando aliado, sin más remedio, el 2 de septiembre de 1945 se firmaba el “Acta de Rendición de Japón”[9] donde se aceptaban todas las condiciones establecidas en la “Declaración de Postdam” y el mismo día se inicia con la ocupación de Japón, que se extendería hasta el 28 de abril de 1952 con la firma del Tratado de San Francisco, figurando el general Douglas McArthur como Comandante Supremo de las Potencias Aliadas a efecto de supervisarla y dar paso a la revolución que “democratizaría” Japón.

 

El Tribunal Penal Militar Internacional para el Lejano Oriente

Constitución del Tribunal Penal Militar Internacional para el Lejano Oriente

Los “Juicios de Tokio” y su preparación se remontan inclusive antes del 1 de diciembre de 1943 con las manifestaciones anteriormente descritas en la “Declaración del Cairo”, algunos, inclusive consideran que este génesis se da con la reclamación de Reino Unido, Canadá, Australia, Nueva Zelanda, la Unión de Sudáfrica y de los gobiernos en el exilio de Bélgica, Checoslovaquia, Grecia, Luxemburgo, los Países Bajos, Noruega, Polonia, Yugoslavia y de la Francia Libre en el Palacio de Saint James[10] a efecto de juzgar individualmente a los responsables de la comisión de los crímenes de guerra que posteriormente, culmino con el establecimiento de una comisión investigadora por parte del bando aliado en 1943 para poder determinar dichos crímenes y sus posibles perpetradores.

Desde marzo de 1945, empieza la elaboración de listas de sospechosos de crímenes (Black List Operation) por parte de miembros de los servicios de inteligencia estadounidense para que, nada más comenzar con la ocupación de Japón se encarcelaran a dichos individuos, fueren civiles o militares; a la par, en diciembre del mismo año se creó la Comisión para el Lejano Oriente, dentro de sus funciones más relevantes se encontraban[11]:

  • …Definir una política de ocupación para Japón y coordinar las políticas aliadas en el lejano oriente;
  • Orientar el sistema común de investigación y acusación de sospechosos por crímenes de guerra; y
  • Diseñar los juicios y procedimientos, ejecución de sentencias, así como liberación de procesados, entre otras…

 El 19 de enero de 1946, el General McArthur, en su papel de comandante supremo dispuso en nombre de la comisión para el Lejano Oriente[12], instaurar un Tribunal Especial para los Crímenes de Guerra del ejército japonés que tendría a su cargo la responsabilidad de juzgar a las personas responsables denominados criminales de clase A, por crímenes contra la paz, la clase B para los crímenes de guerra y la clase C para los crímenes contra la humanidad, tal y como se desarrolló en Nüremberg; esto con arreglo a lo dispuesto por los instrumentos ya descritos anteriormente. Lo relevante de estos aspectos se centra en que el Tribunal Penal Militar Internacional para el Lejano Oriente (en lo sucesivo TPMILO) A diferencia del Tribunal de Nüremberg fue creado mediante una proclamación especial de un comandante en jefe de las fuerzas aliadas (una de las razones por la que se le critica de no ser un tribunal imparcial y de influencia aliada, sobre todo estadounidense).

Jurisdicción Tribunal Penal Militar Internacional para el Lejano Oriente

El Tribunal de Tokio tenía competencia[13] para juzgar y castigar a los criminales de guerra del Lejano Oriente que, habían cometido delitos consistentes en:

  • Crímenes contra la paz (Clase A): Planificación, preparación, iniciación o librando una guerra de agresión declarada o no declarada, o una guerra en violación de derecho internacional, tratados, acuerdos o garantías, o participación en un plan común o conspiración para el cumplimiento de cualquiera de los anteriores.
  • Crímenes convencionales de guerra (Clase B): Violaciones de las leyes o costumbres de la guerra.
  • Crímenes contra la humanidad (Clase C): Asesinato, exterminio, esclavitud, deportación, y otros actos inhumanos cometidos contra cualquier civil población, antes o durante la guerra, o persecución por motivos políticos o motivos raciales y ejecución de o en relación con cualquier delito dentro de la jurisdicción del Tribunal, sea o no en violación de la legislación interna del país donde se perpetró. Líderes, organizadores, instigadores y cómplices partícipes en la formulación o ejecución de un plan común o conspiración para cometer cualquiera de los delitos anteriores son responsables de todos los actos realizados por cualquier persona en la ejecución de dicho plan.

 Para determinar y analizar dichos cargos, la fiscalía como los juzgadores integrantes del TPMILO tuvieron como base los siguientes ordenamientos:

“Estatuto de Londres”[14]: Legado directo de los juicios de Nüremberg, fue el primer documento en catalogar aquellos actos y conductas que constituyen crímenes de relevancia internacional que ocasionaba la necesidad de irrumpir con el principio de legalidad en el Derecho Penal, permitiendo que un juzgador tuviese la posibilidad de emitir una condena valiéndose de una norma posterior al valorar una conducta
anterior que encajase en los supuestos típicos de la primera. También, estableció la definición de que se entendía por crímenes contra la paz, de guerra convencional como contra la humanidad.

  • “Estatuto del TPMILO”[15]: Sirvió como la norma suprema que rigió en todo momento el actuar del Tribunal, fue proclamado por el comandante supremo de las potencias aliadas el 19 de enero de 1946, McArthur, sentando las bases para el posterior establecimiento del citado órgano. Dicho estatuto establecía en su primer apartado todo lo concerniente a la parte orgánica del tribunal (número de jueces, estructura operativa, relatoría, quórum y votación), en el segundo la caracterización de los crímenes y algunas reglas procedimentales, en el tercero se establecían las garantías con las que los acusados contaban y finalmente se establecían las reglas en materia probatoria y las pautas para emitir sentencias.
  • Pacto Briand-Kellog o Pacto de París[16]: Firmado en la ciudad homónima el día 27 de agosto de 1928, las naciones firmantes condenaban los recursos de guerra, en cambio abogaban por la solución de las controversias internacionales por medios pacíficos y prometían renunciar a ella como instrumento de política nacional en sus relaciones mutuas. Antes de la ratificación de dicho pacto, algunas de las potencias firmantes hicieron declaraciones reservando el derecho a hacer la guerra en defensa propia, incluido el derecho a juzgar por a sí mismos si una situación requiere tal acción.
  • “Convención de la Haya de 1907”[17]: Celebrada en dicha ciudad europea, en donde los países contrajeron una serie de obligaciones al librar las guerras a efecto de asegurar cierta “humanidad” en ellas que van desde el trato a los combatientes enemigos capturados hasta el tipo de armas que se establecía como aceptable utilizar en estos conflictos.

Ahora bien, también se analizaron las principales obligaciones contraídas por Japón[18] en distintos instrumentos internacionales firmados por sus representantes[19] antes del inicio de la guerra y los juicios a efecto de determinar si estas fueron incumplidas o no; entre estas destacaban las obligaciones de preservar la independencia territorial y administrativa de China, de respetar el territorio de las potencias interesadas en el Pacífico, mantener inviolado el territorio de las potencias neutrales, resolver disputas entre naciones por medios diplomáticos, mediación, o arbitraje para asegurar la solución pacífica de controversias internacionales, de dar una advertencia previa antes de comenzar las hostilidades y las relativas a la conducta humana en la guerra.

 

Integración del Tribunal Penal Militar Internacional para el Lejano Oriente

 

El Estatuto para el TPMILO en su apartado primero disponía la forma en que se integraría dicho tribunal; once naciones (Estados Unidos, Reino Unido, La Unión Soviética, Francia, Filipinas, India, Países Bajos, Australia, China, Nueva Zelanda y Canadá) aportarían fiscales y jueces los cuales eran escogidos como representantes de cada país y no como miembros de una organización de juzgamiento, situación que se dice, originó la politización de los juicios, irregularidades en los procedimientos y abusos de discrecionalidad judicial así como de subordinación a los gobiernos de cada uno de los participantes en el proceso. Mientras que el lado de la defensa se integraría por alrededor de unas cien personas de las cuales tres cuartos eran de nacionalidad japonesa, mientras solo un cuarto era estadounidense.[20]

¿Acusados o meros chivos expiatorios?

El órgano acusador se conformó por: Joseph B. Kenaan, secretario de Justicia Auxiliar y Director de la División Penal del Departamento de Justicia de los Estados Unidos, Alan Mansfield, magistrado senior de la Suprema Corte de Queensland, Henry Nolan, vicejuez abogado general del ejército canadiense, Hsiang Che- chun, Ministro de Justicia y Relaciones Exteriores de la República China, Robert L. Oneto, fiscal del Gobierno Provisional de la República Francesa, P. Govinda Menon, Juez del Tribunal Supremo de la India, W.G. Frederick Borgerhoff-Mulder, fiscal adjunto de los Países Bajos, Ronald Henry Quilliam, adjunto ayudante general del Ejército de Nueva Zelanda, Pedro López, fiscal adjunto de Filipinas, Arthur Strettell Comyns Carr, dipitado y abigado británico y  Sergei Alexandrovich Golunsky jefe del departamento de servicios legales del Ministerio de Relaciones Exteriores de la Unión Soviética.

El órgano juzgador se integró por: William Weeb, magistrado del Tribunal Superior de Australia y presidente del TPMILO hasta julio de 1946, Edward Stuart Mcdugall, Juez de la Corte de Apelación de Quebec, Mei Juao, miembro del Yuan Legislativo, Henri Bernard, Procurador General de Bangui y fiscal en jefe del Primer Tribunal Militar en París, Radhabinod Pal, juez del Tribunal Superior de Calcuta y profesor de derecho en la Universidad de Calcuta, Bert Röling, profesor de derecho de la Universidad de Utrech, Erima Harvey Northcroft, juez de la Corte Suprema de Nueva Zelanda y ex abogado general del ejército neozelandes, Delfín Jaramilla, adjunto de la Corte Suprema de Justicia de Filipinas, William Donald Patrick, Senador del Colegio de Justicia, Jhon P. Higgins, presidente del Tribunal Supremo de Massachussets, Ivan Michyevich Zaryanov, miembro del Colegio Militar del Tribunal Supremo de la URSS y Myron C. Cramer, juez abogado general del ejército de los Estados Unidos y reemplazo como presidente del TPMILO del juez Higgins a partir de julio de 1946.

  • Problemas de la fiscalía al integrar las listas de principales inculpados y sus cargos

Como se ha dicho en párrafos anteriores, desde 1945[21] servicios de inteligencia empezaron a establecer listas con los principales sospechosos para que estos enfrentaran el proceso en el tribunal que aún no podía materializarse. Sin embargo, desde el instrumento de rendición de Japón surgieron una gran cantidad de inconvenientes para que esto sucediera; ejemplo de ello, es el hecho de que en las dos semanas siguientes de la emisión del mensaje de rendición por parte del emperador Hirohito a la nación, varios mandos civiles y militares se dedicaran a destruir todo tipo de pruebas incriminatorias mediante la quema de documentos oficiales por órdenes específicas de Tokio donde se precisaba que “…Todos los documentos deben ser destruidos lo antes posible, no puede quedar ni una hoja de papel, comprueben el fondo de los cajones y los papeles de debajo de las patas de las mesas y los que se han dejado fuera de las estanterías…”.

 Aunado a estas cuestiones, hubo una mayor complicación cuando MacArthur recibió la instrucción de elaborar las listas de posibles sospechosos de los crímenes, pues la orden que recibió establecía que se debía “…Detener a cualquier individuo implicado entre 1928 y 1945…”, orden chocante con la postura que el sostenía en el entendido que había que “…detener a los responsables de Pearl Harbor y ahorcarlos…”. Ahora se pretendía juzgar a Japón por lo ocurrido durante un periodo de 17 años[22], resultando prácticamente imposible poder determinar quién estaba al mando en los acontecimientos concretos de este lapso de tiempo, pues hubo una sucesión de 16 gabinetes con 20 ministros de Exteriores, 15 ministros de Economía, 15 primeros ministros, 12 ministros de Guerra y 9 ministros de Marina.

De hecho, a propuesta de la representación británica de la Fiscalía fue que dichas listas se establecieron con una especie de “simbolismo” a efecto de que los acusados pudieran representar no solo los distintos órdenes del gobierno, también se buscaba que todos ellos representasen las distintas fases de la guerra, pasando por la agresión en toda China, la preparación de una guerra a mayor escala, el control absoluto de la toma de decisiones en Japón, la alianza con las potencias del Eje, los ataques del 7 y 8 de diciembre, la ocupación de Tailandia junto con los territorios franceses de Indochina y la agresión a Mongolia y a la URSS.

Tras el arresto de alrededor de unas 100 personas y un análisis meticuloso de los hechos y posibles cargos que estas pudieran tener en las acciones por parte de Japón en ese transcurso de tiempo las listas fueron concluidas, se determinó que el TPMILO juzgaría a un total de 28 individuos por tres grupos de imputaciones en las que estaban contenidas 55 cargos que fueron formulados el día 29 de abril de 1946[23]. El grupo uno comprendía los cargos 1 a 36, relativos a crímenes contra la paz, el grupo dos los cargos 37 a 52, relativos a los actos de asesinato como crímenes contra la paz, crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad, mientras que el grupo tres contenía los cargos 53 a 55 relativos a otros crímenes de guerra tradicionales y a crímenes de lesa humanidad[24], cargos a los que todos los acusados respondieron, eran inocentes.

Durante la formulación de dicha acusación, también quedó patente la postura que se había gestado en contra de Tojo, pues se alegaba que “…Las políticas internas en internacionales del Japón estaban dominadas y dirigidas por una camarilla criminal y militarista, y que tales políticas eran la causa de las guerras de agresión; …que las instituciones parlamentarias del Japón eran utilizadas como instrumentos para una agresión generalizada; …que se había implantado un sistema análogo a los del Partido Nazi en Alemania y el Partido Fascista en Italia, y que los recursos económicos y financieros del Japón se movilizaron para los objetivos de guerra…”. De igual forma establecían que los objetivos principales del Imperio del Japón durante el conflicto eran “…asegurar la dominación y la explotación del resto del mundo por parte de los Estados agresivos, y con tal fin cometer, o alentar la comisión, de crímenes contra la paz…” y los acusados, aprovechando la posición de poder en que se encontraban “…se propusieron planear y planearon, prepararon e iniciaron y llevaron a cabo guerras de agresión” contra los Estados Unidos, China, el Reino Unido, la Unión Soviética, Australia, el Canadá, Francia, los Países Bajos, Nueva Zelanda, la India, Filipinas y otras naciones pacíficas, en violación del derecho internacional y los compromisos, obligaciones y seguridades asumidos u otorgados por tratados…”.

Los 28 acusados en el proceso fueron civiles como militares, ocupando el bando civil el grupo minoritario dentro del juicio; estos eran: Kiichiro Hiranuma, primer ministro en 1939 y presidente del Consejo Privado, Koki Hirota, primer ministro de 1936 a 1939, ministro de exteriores de 1933 a 1937 y embajador ante la URSS de 1928 a 1931, Naoki Hoshino, ministro de economía de Manchukuo de 1932 a 1934,Okinori Kaya, ministro de finanzas entre 1941 y 1944, Koichi Kido, lord del sello privado entre 1940 y 1945, Mamoru Shigemitsu, ministro de exteriores entre 1943 y 1945, Toshio Shiratori, embajador ante Italia de 1938 a1940, Shigenori Togo, ministro de Exteriores y de Ultramar entre 1941 y 1942.[25]

Por los militares figuraban  Sadao Araki, ministro de Guerra cuando se produjo el Incidente de Manchuria, miembro del Consejo Supremo de la Guerra y asesor en el Consejo de China durante la guerra Sino-Japonesa, Kenji Dohihara, comandante del Ejército de Kwantung y alcalde en Manchuria, Kingoro Hashimoto, coronel del Ejército Imperial de Japón, Shunroko Hata, ministro de Guerra de 1939 a 1940 y miembro del Consejo Supremo de la Guerra, así como comandante del Ejército Expedicionario de China, Seishiro Itagaki, jefe del Estado Mayor del Ejército de Kwantung de 1936 a 1937 y ministro de Guerra entre 1938 y 1939, Heitaro Kimura, comandante del Ejército Expedicionario de Birmania durante 1944 y 1945, jefe del Estado Mayor del Ejército de Kwantung de 1940 a 1941, viceministro de Guerra y parte del Consejo Supremo de la Guerra en 1943, Kuniaki Koiso, gobernador General de Corea hasta que obtuvo el cargo de Primer Ministro de 1944 a 1945, Iwane Matsui, comandante del Ejército Expedicionario de Shanghái y el centro de China, Jiro Minami, antecesor de Araki como ministro de Guerra y sucesor de Koiso como Gobernador General de Corea, Akira Muto, tuvo numerosos roles de poder en el ejército, desde el Estado Mayor de las fuerzas expedicionarias en China, comandante de las fuerzas en Sumatra y jefe del Estado Mayor de Filipinas, Takasumi Oka también tuvo importantes funciones en el ejército; concretamente, el de ministro de Marina, Hiroshi Oshima, embajador ante la Alemania Nacional Socialista, Kenryo Sato, tuvo importantes funciones en el Departamento de Asuntos Militares, Shigetaro Shimada, ministro de Marina en 1944, Teiichi Suzuki, presidió la Junta de Planificación del Gobierno de 1941 a 1943, Hideki Tojo, Jefe del Estado Mayor del Ejército de Kwantung de 1937 a 1938, ministro de Guerra en 1940 y Primer Ministro en 1941 y Yoshijiro Umezu, general destinado en China, ocupó el cargo de viceministro de Guerra.

 

 El emperador

Tras la formulación de estas listas de acusados algo verdaderamente peculiar llamó la atención de varias personas, sí bien en ellas figuraban hombres de gran importancia tanto del gobierno como de las Fuerzas Armadas, jamás se mencionaba el poder al cuál estaban subordinados y que tras todos estos años había fungido, no solo como el jefe de Estado, cuya inclusión en el TPMILO causó una gran fricción entre los aliados[26], sino como figura divina a la cuál todos los japoneses debían una lealtad ciega y por la cual, inclusive debían de estar preparados para ofrecer su propia vida, el emperador Hirohito que había asumido la jefatura de Estado desde 1926 bajo el contrastante lema Showa (paz y armonía)[27].

Para palear la cuestión que atendía al emperador, repentinamente los colaboradores japoneses junto con los militares se unieron al unísono diciendo “…Tienen que excluir al emperador, él es inocente; céntrense en el general Tojo y su círculo…”[28]; así el que fuera primer ministro y ministro de guerra de forma conjunta se convirtió en una especie de chivo expiatorio para evitar que el descendiente del Sol fuera sometido a juicio y él, junto con su círculo interno en el gobierno, se mostraban como los artífices principales de todas las decisiones durante todos esos años, mientras el emperador solo era un títere sin decisión propia que el círculo de Tojo manejaba a su antojo, incapaz de imponerse a las decisiones de sus propios ministros y “reducido” a la figura de un muñeco de aparador en los 17 años en que se situaron los acontecimientos sujetos a la jurisdicción del tribunal. Si bien Tojo era un general reconocido por sus logros en las campañas contra la República China, solo jugó un papel clave en el gabinete desde 1940 hasta el final de la guerra[29].

Si bien, se busca hacer creer como imposible saber a qué grado el emperador llegó a involucrarse o tener conocimiento de lo que sus tropas realizaban dado al hermetismo que rodeaba al palacio imperial, así como el estatuto de figura divina con el que contaba y naturalmente, lo que sus propios generales y ministros le notificaban resulta evidente que ninguna de las acciones importantes, tanto diplomáticas como militares que fueron llevadas por sus ministros en esos años no pudieron haberse llevado a cabo sin el consentimiento y probable entusiasmo del “hijo del Sol”[30].  A pesar de que muchos de los militares y burócratas japoneses que colaboraban con las potencias aliadas alegaban en su defensa que él había gobernado bajo la influencia de una camarilla ultranacionalista y fascista, la cual lo redujo a un mero espectador de las acciones realizadas en ese momento, lo cierto es que no hay información o documento alguno ya oficial o privado de parte del emperador que haga suponer su rechazo a los actos realizados por sus ministros, por el contrario, testimonios de algunos de sus allegados y documentos hacen presumir que “…su respaldo y firma, dieron cobertura a los militares…”.[31]

Muchos analistas, historiadores e investigadores incluso se preguntan “…Por qué, si fue capaz de decidir la rendición de su imperio, ¿no pudo igualmente haber evitado la guerra y salvar millones de vidas? …”[32]. Pregunta que hace notar las contradicciones de la figura a la cual se referían diciendo que era “…un personaje reservado y ausente, un aficionado a la biología marina que desconocía las decisiones de su gobierno. Su única intervención importante en la guerra fue la de terminarla, al inclinarse del lado de quienes defendían la rendición…”. Contrario a este estigma de lo que se dijo (y aún se dice) de Hirohito, hay un lugar a cuestionamientos razonables que permiten especular que el mismo emperador había mantenido un papel protagónico desde el comienzo de la guerra con China y la guerra del Pacífico ya que se le consideraba como el centro de la vida política, militar y espiritual de la nación.[33]

En ese caso no puede haber dudas de que Hirohito siempre había sido meticulosamente informado de los movimientos y conducta de sus ejércitos en todas las fases de la guerra, apoyado el uso de armamento químico, experimentos en humanos y que había estado involucrado directamente en la planificación de los ataques que causarían la entrada de los Estados Unidos en la guerra presionando a sus generales para lograr la victoria a cualquier costo e inclusive, viendo la inevitable derrota decidió continuar la guerra antes que rendirse ante los aliados, solamente haciéndole cambiar de parecer la entrada al frente del Pacífico de la Unión Soviética como los bombardeos nucleares de Hiroshima y Nagasaki.[34] Sin embargo, al reunirse por primera vez con McArthur manifestó la intención de hacerse responsable por los hechos ocurridos y colaborar con los aliados en la normalización del país e inclusive abdicar si era completamente necesario.

Viendo la supuesta “buena voluntad del emperador” se envió una propuesta al presidente Truman a efecto de mantener al margen a Hirohito del proceso judicial del TPMILO e iniciar una transformación de las instituciones de Japón para ponerlo en la órbita de las “potencias democráticas”, bajo el pretexto de que un juicio al emperador podría generar una reacción de enfado entre sus súbditos que se cristalizaría en un levantamiento de la población en contra de las potencias que en ese momento ocupaban el país generando una lucha cruenta para defenderlo de una supuesta injusticia; más bien, lo correcto era que el mismo emperador personificará esa “transición a la democracia”[35]

Fue así como la Black List Operatio hizo a un lado al emperador haciéndolo parecer como un monarca constitucional al estilo británico, exculpándolo de toda responsabilidad por las acciones cometidas en el lapso de 1928 a 1945; censurando los ataques a su persona y confirmando el papel del emperador y la monarquía japonesa en la guerra como una institución en contra del conflicto en todo momento capturada por una compañía de ministros que buscaban servirse de su posición para lograr sus objetivos personales en el pensamiento colectivo de los ciudadanos japoneses; de igual forma, se le hizo renunciar a su estatuto divino a efecto de asegurar dos objetivos; la transición democrática de Japón y de igual manera asegurarse un aliado contra las ideas comunistas que temían, pudieran capturar a el oriente. Inclusive McArthur envió un telegrama a Dwight Eisenhower, en enero de 1946, que en ese tiempo fungía como jefe del Estado Mayor del Gobierno de los Estados Unidos alegando que tras una investigación a fondo no había relación entre el-emperador- y la guerra de manera directa, y el hecho de juzgarlo “…provocaría una tremenda convulsión en el pueblo japonés. Él es un símbolo que une a todos los japoneses. Destrúyase y la nación se desintegrará […]. Es posible que necesitáramos un millón de soldados, que deberían permanecer en Japón durante un número indeterminado de años si dicha acción llegase a realizarse …”.

 Inclusive se tomaron medidas tan extremas como el negarle a la Fiscalía el interrogatorio al emperador y la prohibición de que este fuera testigo en el proceso o se le obligara a suministrar sus diarios y documentos privados. También es notorio el hecho de que ninguno de los acusados haya mencionado su nombre durante todo el proceso de los juicios y si este llegaba a mencionarse por parte de la Fiscalía o el órgano juzgador decían que “…el emperador no había tenido nada que ver…”45. Este gesto también tuvo consecuencias en el mismo pueblo japonés; pues a pesar de que muchos de ellos llegaron a ser defensores del conflicto bélico, al ver que el emperador no había sido considerado culpable o siquiera sospechoso de la comisión de los crímenes anteriormente descritos, se convencieron de que ellos tampoco debían serlo, llegando hasta el punto de, en la posteridad, negar la veracidad de las agresiones y los actos inhumanos realizados por Japón durante la guerra, puesto que en todo momento el “círculo de Tojo”[36] había manejado a su antojo las políticas de la nación para servir a sus intereses personales46; tan era de esa forma que por eso estaban llevando un proceso penal internacional que terminaría con la sentencia de prisión o muerte de estos individuos.

Es posible observar que en todo momento la protección del emperador (quien siempre mantuvo los objetivos de neutralizar la presión interna y extranjera a favor de su abdicación, así como preservar la monarquía y “mantener” la estabilidad de la nación) y la transformación de su imagen fue una compleja operación política que solo pudo lograrse exagerando la amenaza de agitación social, amañando las declaraciones ante los jueces, destruyendo o evitando la presentación de pruebas y tergiversando los papeles de Japón en la línea histórica de la Segunda Guerra Mundial47. De hecho, el juzgador Henri Bernard (Francia) llegó a declarar que “…el proceso será un fraude mientras el emperador no se siente en la silla de los acusados…[37].

Si bien Hirohito paso a ser un mero símbolo de la jefatura de Estado tras la publicación de la constitución japonesa, su figura continuó pesando sobre la nación hasta su muerte en 1989; sin embargo este tipo de “amnesia colectiva” de los hechos ocurridos durante la guerra que afecta a una gran parte de la nación japonesa seguirá patente hasta que se haga un contraste profundo entre lo que se dice que sucedió y lo que en verdad pasó durante el periodo de 1928 a 1945; y el verdadero papel que el emperador y el pueblo japonés tuvieron en las distintas etapas en que este transcurrió en oriente. Nada más atinado como el comentario vertido por David Bergamini al analizar los hechos “…La hábil construcción de un mito […] puede explicar la marca de una imagen falsa, pero resultaba desconcertante la facilidad con que se había borrado la verdadera imagen. Era difícil de creer que una nación[38].

Notas

[1] Referido a la segunda guerra sino-japonesa de 1937 a 1945 iniciada con el “incidente del puente de Marco Polo” y los continuos choques anteriores entre ambas naciones desde el comienzo del siglo hasta el final de la Segunda Guerra Mundial.
[2] Informe oficial, Cámara de los Comunes, ed. cit., 1358–1359.
[3] “Day of Infamy” Speech: Joint Address to Congress Leading to a Declaration of War Against Japan, ed. cit. s/p.
[4] Ver Researching Japanese War Crimes y Select Documents on Japanese War Crimes and Japanese Biological Warfare, ed. cit. s/p.
[5] Al respecto puede consultarse Guerras de la memoria y fantasmas del pasado. Usos y abusos de la memoria colectiva, ed. cit., pp. 301-304; Fogel, The Nanjing Massacre in History and Historiography, ed. cit., p. 46.
[6] United States Department of State Foreign relations of the United States diplomatic papers, The Conferences at Cairo and Tehran, ed. cit., s/p.
[7] «Potsdam Declaration: Proclamation Defining Terms for Japanese Surrender Issued, at Potsdam, July 26, 1945». National Science Digital Library, ed. cit., s/p.
[8] Revista Dignitas, no 3 (2020)-ISSN: 2605-2172, EL PROCESO DE TOKIO: EL TRIBUNAL PENAL MILITAR INTERNACIONAL PARA EL LEJANO ORIENTE (1946-1948), ed. cit., pp. 106.
[9] Japanese Instrument of Surrender, ed. cit., s/p.
[10] Considerada uno de los antecedentes directos a la “Carta de las Naciones Unidas, para más información, ver www.un.org/spanish/aboutun/history/charterhistory/index.html.
[11] Sandoval Mesa, Jaime Alberto, El desarrollo de la competencia internacional, primeros aportes desde Nûremberg y Tokio, ed. cit., p. 150.
[12] Íbidem, p. 150.
[13] PCNICC/2002/WGCA/L.1, Examen histórico de la evolución en materia de agresión, Comisión Preparatoria de la Corte Penal Internacional Grupo de Trabajo sobre el crimen de agresión, ed. cit., p. 144.
[14] “Estatuto del tribunal militar internacional de Nûremberg”. Ed. cit., s/p. .
[15] Trial of Japanese War Criminals: Documents, Department of State Publication N° 2613, United States Government Printing Office, ed. cit., p. 39.
[16] Tratado sobre renuncia a la guerra, ed. cit., s/p.
[17] The Hague Peace Conferences and Other International Conferences concerning the Laws and Usages of War. Texts of Conventions with Commentaries, ed. cit., s/p.
[18] Judgment of May 1926, PCIJ, Series A, No. 7, art 29
[19] Contraídas en: “Convenio de La Haya” (1907) ,“Declaración de los Estados Unidos” (1909), “Tratado de las Nueve Potencias” (1929), “Pacto de la Liga de las Naciones” (1920), “Tratado de las Cuatro Potencias” (1921), “Pacto de París” (1928), “Tratado de las Nueve Potencias” (1929) y “Convenio de la Cruz Roja de Ginebra” (1929), ed. cit., s/p.
[20] Trial of Japanese War Criminals: Documents, Department of State Publication N° 2613, United States Government Printing Office, ed. cit., s/p.
[21] Revista Dignitas, EL PROCESO DE TOKIO: EL TRIBUNAL PENAL MILITAR INTERNACIONAL PARA EL LEJANO ORIENTE (1946-1948), ed. cit., p. 107.
[22] Documents on the Tokyo International Military Tribunal: Charter, Indictment, and Judgments, Oxford University Press, Neil Boister and Robert Cryer, ed. cit., s/p.
[23] “…all accused are charged with conspiring as leaders, organizers, instigators or accomplices between 1st January 1928 and 2nd September 1945 to have Japan, either alone or with other countries, wage wars of aggression against any country or countries which might oppose her purpose of securing the military, naval, political and economic domination of East Asia and of the Pacific and Indian oceans and their adjoining countries and neighboring islands…” ed. cit., s/p.
[24] PCNICC/2002/WGCA/L.1, Examen histórico de la evolución en materia de agresión, Comisión Preparatoria de la Corte Penal Internacional Grupo de Trabajo sobre el crimen de agresión, ed. cit., p. 133.
[25] MILITAR INTERNACIONAL PARA EL LEJANO ORIENTE (1946-1948), ed. cit., p.109.
[26] Juzgando a Japón, Los Juicios de Tokio 1946-1949, B. Toidze, 11:32.
[27] Hane, Mikiso, Modern Japan: A Historical Survey, ed. cit., p. 234.
[28] Juzgando a Japón, Los Juicios de Tokio 1946-1949, Tim B. Toidze10:11. La unión Soviética, Australia y una gran parte de la población de Estados Unidos (70% según la encuesta Galux) buscaban el juicio al emperador, en sus palabras “…juzgar a los fieles servidores y no a su amo era un sin sentido…” ed. cit., s/p.
[29] David Mcneill, Family Ties: The Tojo Legacy, ed. cit., s/p.
[30] David Bergamini, “Japan’s ImperialConspiracy: How Emperor Hirohito led Japan into War with the West”, ed. cit., s/p.
[31] Ian Buruma, The Wages of Guilt: Memories of War in Germany and Japan, Nueva York, Farrar, Straus & Giroux, ed. cit., s/p.
[32] Herbert Bix, Hirohito and the making of modern Japan, ed. cit., p. 320-340.
[33] Large, Stephen S.; Emperor Hirohito and Showa Japan: A Political Biography, Routledge, ed. cit., p. 60.
[34] Herbert P. Bix, Japan’s Delayed Surrender: A Reinterpretation», Diplomatic History, ed. cit., s/p.
[35] The Age of Hirohito: In Search of Modern Japan, ed. cit., s/p.
[36] BOISTER, N. “The Tokyo Tribunal: A show Trial?”, ed. cit., p. 28.
[37] Cohen, D. “Dissent at Tokio: The Opinion of Justice Henri Bernard at the International Military Tribunal for the Far East.
[38] Herbert Bix, Hirohito and the making of modern Japan, Perennial, ed. cit., p. 544.