Filosofar en estos tiempos: un agradecimiento a Reflexiones Marginales

Hace ya casi diez años que tengo el gusto y el honor de haber conocido a Alberto Constante, editor y fundador de la revista Reflexiones Marginales. Primero conté con la fortuna de tenerlo como asesor de tesis de Maestría, en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Luego, aparte de la amistad que ya se iba forjando, he tenido también el honor de trabajar con él en algunos proyectos. La revista Reflexiones Marginales ha sido uno de los recorridos importantes, vitales, que hemos caminado juntos.

Fue recién pasado el tiempo de la pandemia cuando me uní a su equipo de colaboradores en la sección editorial. Desde entonces, he tenido el gusto y, a veces, aunque las menos, experiencias o altibajos que siempre subyacen de trabajar en un proceso ante todo humano. Y que, por lo mismo, siempre son aquellos que dejan los mayores aprendizajes.

Las labores que implica hacer una revista de divulgación filosófica no se reducen solamente a recibir y a corregir o adaptar textos: es más bien trabajar en sintonía con las mentes que los escriben, y esto nos implica también ser parte de las experiencias de las y los autores. Es aquí donde he hallado uno de los mayores saberes, y que, desde luego, he desarrollado ya en otros espacios, o al menos lo he intentado: reconocer la diversidad de posturas, y de manera casi imperativa, aprender a reconocer que hay una vastísima dimensión donde se desarrolla el pensamiento; y que a veces, por mucha disposición que pongamos, es mejor, más noble y más sensato reconocer que “no sabemos nada”. Pero no por ello nos quedamos en el vacío o en la inacción, más bien aquella máxima socrática es el aliento para seguir buscando… y creando.

En ese sentido, considero que la Revista Reflexiones Marginales ha sido un importante hito de la filosofía contemporánea en México, al ser una publicación electrónica bimestral, supo captar el mensaje de los tiempos que corren y adaptarse a las formas en que hoy se lee, se escribe y se comparte el conocimiento.

Esto no quiere decir que las publicaciones en revistas especializadas no cumplan su noble objeto de difundir el trabajo filosófico, sino que Reflexiones Marginales (RM) tuvo el acierto de abrirse para la diversidad de plumas, las que recién comenzaban o las ya consolidadas en la filosofía. Claro, con el debido trabajo editorial que se debe de hacer siempre que se piensa en una amplia recepción. El conocimiento que se requiere, en ese aspecto, no solo es técnico; insisto: es ante todo humano para saber acompañar, al mismo tiempo en que se aprende. Y además debe ser de carácter empático, siempre receptivo.

De modo que, a la par de mi ejercicio académico, en RM encontré una sintonía perfecta para ir reconociendo y desarrollando aquellos aspectos de la práctica y la teoría que me han ayudado a forjar una visión propia, no solo de la filosofía como disciplina académica, sino de esta como herramienta de transformación; y, agregaría, de autotransformación.

La multiplicidad de temas que se publicaron en los números de la revista da cuenta del espacio plural que se fue conformando. Incluso, varias veces con posturas totalmente encontradas. Así, la línea editorial de RM se sostuvo en la pluralidad y así se convirtió en un espacio multidimensional, en primer lugar por ser cien por ciento virtual, en segundo por alojar voces de la filosofía desde el pensamiento clásico hasta el último episodio que ahora vivimos y cuya forma se mira a la luz del posthumanismo y la inteligencia artificial. De ahí el éxito que la revista ha tenido en Iberoamérica.

Pensarse en un contexto complejo como el de hoy supuso dar la bienvenida a los trabajos que realizó en cada número la editora o editor del dossier en turno, desde sus propios saberes, líneas y círculos de investigación. De modo que a lo largo de los años RM fungió como ese reflejo de lo que se estaba produciendo en el ámbito de la investigación filosófica; y, al forjar en cada emisión la comunicación de plumas consolidadas con quienes iniciaban, al tiempo en que iba creciendo la comunidad lectora, la revista se posicionó como un espacio de diálogo y de saberes. La filosofía no puede subsistir sin diálogo. Si no se la comunica y retroalimenta, si se le encierra, entonces no puede llevar a cabo su objeto.

Por ello agradezco profundamente al equipo de Reflexiones Marginales, editoras y editores, articulistas, al equipo técnico, a la Facultad de Filosofía y Letras, y desde luego al filósofo Alberto Constante, sin quien esta publicación, que se traduce en relaciones, vínculos y núcleos del saber filosófico, no hubiera sido posible.