Canguilhem y Foucault, un diálogo sobre la norma

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Canguilhem y Foucault, un diálogo sobre la norma

¿Por qué nuestras sociedades se organizan alrededor de la norma? ¿qué formas de poder transitan a través de sus prescripciones? Toda norma es portadora de una pretensión de poder, decía Foucault[1]y en este sentido es posible decir que ella misma es una de sus representaciones, de sus estrategias, de sus instrumentos.[2]La norma asigna juicios de valor a la existencia material y a los comportamientos de los sujetos; prescripciones que se vehiculan en los discursos del maestro de escuela, del padre de familia, del médico y del psiquiatra, entre otros.

Foucault reconoce que Canguilhem es quien ha podido explicar de mejor manera esa forma de poder que son las ciencias, a través de sus trabajos sobre historia de la biología y la medicina supo exponer cómo el saber científico es el resultado de procesos de eliminación y selección de enunciados, de teorías y de objetos que guardan un sentido temporal y por tanto provisorio e histórico.[3]

Para Canguilhem, las ciencias humanas como la medicina, la psiquiatría, el derecho o la biología son efecto de las relaciones de los hombres entre sí al interior de la trama histórica, “La historia de las ciencias es la historia de esas formas de la cultura que son las ciencias”.[4]Por ello, sus análisis describen las condiciones de su irrupción en una época determinada mostrando los mecanismos de regulación que las sostienen. En este campo de análisis se sitúa el surgimiento de la biología, la medicina y la psiquiatría. Las condiciones de posibilidad histórica que se articularon en el siglo XIX permitieron construir alrededor de estas ciencias la formación discursiva que sostiene la concepción de norma en sus dos posibilidades: lo normal y lo anormal.

Toda norma se propone como forma posible de unificación de una diversidad, de reabsorción de una diferencia. Para que la norma se transforme en “normal” es necesario atravesarla por una expresión de “preferencia” y como instrumento de una voluntad que rechaza ciertas cosas y se complace por otras. Lo normal se construye a partir de valoraciones que expresan ciertas preferencias e inevitablemente ciertas discriminaciones. Para construir lo normal es preciso anclar su opuesto, polaridad no externa sino imbricada desde el centro de su constitución, lo anormal se edifica desde la infracción misma como posibilidad de ser regla a corregir. Así, los conceptos de normal y anormal guardan una relación de interioridad que no permite entenderlas sino desde un vínculo íntimo que las constituye mutuamente lo que implica asumir que toda preferencia de un orden se acompaña implícitamente por la aversión de su contrario.[5]

Medicina y pedagogía encuentran a través del funcionamiento del uso de la norma un vínculo y una tarea común: instaurar exigencias externas a la existencia humana; prescripciones para un estado ideal de ser que no se presentan en la forma de normas impuestas desde un poder coactivo a dicha existencia, en cambio, se edifican como indicativos que arraigan al sujeto al interior de su naturaleza. Construir la norma y anclarla a la estructura natural es sin duda, inveterarla en uno de los lugares de mayor resguardo y aceptabilidad: el de la biología de la especie. Esta asignación la colocará por encima de componentes contextuales (políticos, históricos, económicos), se buscará una norma sostenida por la naturaleza humana y en total aislamiento de los conflictos e intereses que plantean las relaciones de los hombres entre sí.

La fuerza de la norma y la aceptación de su discurso fue el resultado de la irrecusabilidad de su fundamento: la naturaleza humana. La regla es regla porque es natural al hombre, es su principio de validez. “[…]Las disciplinas portan un discurso que será el de la regla: no el de la regla jurídica derivada de la soberanía sino el de la regla natural, vale decir de la norma”.[6]Así, la norma emanada de la naturaleza quedó inscrita en el discurso de las disciplinas, le confirió un rango de objetividad y la hizo parecer como saber científico con los efectos de verdad que ello supone. Saber científico y verdad articularán el marco y sostén desde los cuales se erige la norma de raigambre natural. Todo saber científico supone que existe una verdad susceptible de descubrirse si se tienen los instrumentos necesarios y las categorías teóricas adecuadas, la ciencia siempre busca la verdad y sabe legitimar su enunciamiento cumpliendo las condiciones empíricas de su constatación, por ello Foucault afirma que la tecnología de la verdad del siglo XIX es una verdad demostrativa que se funde con la práctica científica de ciencias experimentales.[7]

El concepto de normal desde el campo de la biología se edificó a partir de la descripción uniforme y regularmente constante de las funciones de los organismos vivos en tanto todo organismo es un modo de ser en cuya existencia ideal o norma no hay diferencia. Desde el momento en que un organismo es posible, desde el momento en que vive, responde a un ideal de organismo; la norma o regla de su existencia está dada en su existencia misma.[8] Este conocimiento administrado por la medicina le permitió arrogarse la exclusiva posibilidad para restablecer la correcta o “normal” función de los órganos del ser humano en tanto organismo vivo. Por ello, Foucault afirmaba “La medicina en tanto ciencia de lo normal y lo patológico, va a ser la ciencia reina […] En el poder médico está el corazón de la sociedad de normalización”.[9]

A partir del decimonónico, los organismos vivientes considerados desde su fisiología como desde los marcos de su educabilidad asumen un modo de existencia pasible de ser contrastada. Por ello, Canguilhem afirma que el término normal durante el siglo XIX “va a designar el prototipo escolar y el estado de salud orgánica”.[10] Médico y maestro, curar y enseñar, o si se prefiere clínica y escuela; sujetos, tareas y lugares que responden a una misma finalidad: construir o restaurar un ideal de ser.

Si con anterioridad se había descrito con Canguilhem que toda norma es una exigencia externa impuesta a una existencia, es posible decir ahora que mientras que en la medicina la exterioridad de la imposición de este “ideal de ser” se ciñe a la matriz biológica que discurre entre lo fisiológico y lo patológico, en el contexto educativo a la vez que tiene esta misma base, se articula inexorablemente alrededor de componentes de tipo psi, es decir, tanto de la psiquiatría como posteriormente de la psicología y la psicopedagogía. En la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX,

La función psi se convierte a la vez en el discurso y el control de todos los sistemas disciplinarios. Es el discurso y la introducción de todos los esquemas de individuación, normalización y sujeción de los individuos dentro de los sistemas disciplinarios […] se verifica la aparición de la psicopedagogía dentro de la instancia escolar y la psicología laboral dentro de la disciplina fabril, la criminología dentro de la disciplina carcelaria y la psicopatología dentro de la disciplina psiquiátrica y asilar.[11]

Canguilhem afirmaba que desde la enfermedad se constituye la normalidad de la salud y en pedagogía no es diferente. Las prácticas con niños anormales tuvieron como efecto el surgimiento de dominios teóricos desde los cuales se construyó la normalidad. “[…] debemos reconocer que tratando a estos niños [anormales] es como mejor se llega a comprender al niño en general y a mejorar la educación de todos. Son en efecto los anormales, los que han permitido conocer mejor ciertos mecanismos del pensamiento. [12]

Foucault

Michel Foucault - il Faut Défendre la Société

Parece ser que las ciencias humanas no pueden expresarse sino desde experiencias negativas, a través de ese otro que representa su pérdida, su oposición, su contrario pero paradójicamente en afirmación de lo que se quiere ser.

La psicología del desarrollo nace como una reflexión sobre los rezagados del desarrollo; la psicología de la adaptación como un análisis de los fenómenos de inadaptación […] podemos decir que la psicología contemporánea es en su origen un análisis de lo normal, de lo patológico, de lo conflictivo, una reflexión sobre las contradicciones del hombre consigo mismo.[13]

Fréderic Gross siguiendo el análisis foucaultiano explica: “a partir del estudio de la afasia se construye una ciencia del lenguaje; a partir del examen de las amnesias se inscribe una psicología de la memoria; a partir del análisis del suicidio se edifica la sociología”. [14]

Y precisamente porque lo normal se construye en contraparte a la anormalidad, su construcción implicará inclusión y deseo. Desde Foucault la norma le ofrece al poder la posibilidad de mostrarse positivo, de ejercer un funcionamiento ya no en términos de exclusión sino por el mecanismo contrario: incluir implica colocar a los sujetos al interior del cuerpo social, asignarles un lugar para velar por su normalidad o para buscar restituirla en caso de haberla perdido. Foucault toma el modelo del leproso como la práctica de un poder que se muestra negativo en tanto excluye. Durante el siglo XVIII este modelo fue paulatinamente sustituido por un poder positivo que busca la inclusión de los sujetos al sistema de clasificación, vigilancia y corrección, el modelo que tomó para describirlo fue el de la peste. Una ciudad se ponía en cuarentena cuando se declaraba la peste en ella, a partir de ese momento se establecían sistemas de vigilancia continua, análisis visuales y formas de control escrito. Se clasificaban a los individuos, se pasaba revista y se anotaban en registros locales y se comparaban en listados generales. La norma de la salud tiende a individualizar y expresar el tamaño de la desviación buscando su restablecimiento. “No se trata de expulsar sino, al contrario, de establecer, fijar, dar su lugar, asignar sitios, definir presencias en una cuadrícula. No es rechazo sino inclusión.” [15]

La norma al incluir, promete alcanzar y preservar la normalidad aunque en realidad la produce, la forma, la instituye. Siembra en los sujetos el deseo de poseerla, ella en tanto norma velará por su sostenimiento y actualización durante el decurso de la vida de los sujetos y si alguna fisura o descuido se presentase pondrá en marcha los procedimientos para redirigir la desviación y reconducir la conducta del sujeto. Así, la norma hace posible el encauzamiento y re-encauzamiento de la conducta ya sea mediante la prevención (vigilancia) como a través de procedimientos correctivos instaurados desde la medicina o la escuela colocando a los sujetos al interior de los proyectos normativosque funcionan tanto en la escuela, el hospital, o la casa.

Canguilhem veía en la construcción de la norma un concepto polémico, cambiante y siempre histórico[16] en cambio Foucault observaba en ella toda una problematización política.[17] En Foucault el funcionamiento de la norma se ejerce como exigencia y control y nunca bajo el principio de inteligibilidad que correspondería más bien al campo epistemológico de las ciencias. La norma es para Foucault un elemento desde donde es posible fundar o legitimar un ejercicio de poder que se arroga la facultad de calificar y de corregir. Proyecto que tendrá su mayor proliferación a finales del siglo XVIII y durante todo el XIX; periodo en el que aparecerán formas de vigilancia, prevención y control todas ellas prolegómeno a lo que configurará más tarde la sociedad de normalización.

 

Bibliografía

  • CANGUILHEM, Georges, Ideología y racionalidad en la historia de las ciencias de la vida, Buenos Aires: Amorrortu, 2005. (Mutaciones).
  • ____________, Lo normal y lo patológico, 2ª ed. Trad. Ricardo Poschart, México, Siglo XXI, 1978.
  • ______________, Escritos sobre medicina. Trad. Irene Agoff, Buenos Aires, Amorrourtu, 2004.
  • De Bonn, Jean Marie, Decroly, México,Trillas, 1989.
  • FOUCAULT, Michel, Defender la sociedad. Curso en el Collège de France (1975-1976). 2a. ed. Ed. de François Ewald, Alessandro Fontana y Mauro Bertani. Trad. de Horacio Pons. México, Fondo de Cultura Económica, 2006. (Sociología).
  • ________________, Dits et écrits I, 1954-1975. Ed. de Daniel Defert, François Ewald et Jaques Lagrange, Paris, Gallimard, 2001. (Quarto).
  • ________________, Dits et écrits II. 1976-1988. Ed. de Daniel Defert, François Ewald et Jaques Lagrange, Paris, Gallimard, 2001. (Quarto).
  • ________________, El poder psiquiátrico. Curso en el Collège de France (1973-1974). Ed. de Jacques Lagrange, François Ewald y Alessandro Fontana. Trad. de Horacio Pons. Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2003. (Sociología).
  • ________________, Histoire de la sexualité. 1 La volunté de savoir. Paris, Gallimard, 1999.
  • _________________, La vida de los hombres infames. Ed. y trad. de Julia Varela y Fernando Álvarez-Uría. Pról. de Christian Ferrer. La Plata, Altamira, [s. a.]. (Caronte ensayos
  • _________________, Los anormales. Curso en el Collège de France (1974-1975). Ed. de François Ewald, Alessandro Fontana, Valerio Marchetti y Antonella Salomoni. Trad. de Horacio Pons. México, Fondo de Cultura Económica, 2001. (Sociología)
  • GROS, Frédéric, Foucault, Trad. Irene Agoff,Buenos Aires, Amorrortu, 2007.

 

Citas

[1] M. Foucault, Los anormales, p. 57.

[2] M. Foucault, Histoire de la sexualité, p. 123.

[3] M. Foucault, “La vie: l’expérience et la science”, Dits et écrits II, pp. 1582-1595.

[4] Georges Canguilhem, Ideología y racionalidad en la historia de las ciencias de la vida, p. 43.

[5] Canguilhem, Lo normal y lo patológico, p. 187.

[6] M. Foucault, Defender la sociedad, p. 45.

[7] M. Foucault, El poder psiquiátrico, pp. 234-237.

[8] G. Canguilhem, Escritos sobre la medicina, p. 105.

[9] M. Foucault, “L’extension sociale de la norme”, Dits et écrits II, p. 75-76.

[10] G. Canguilhem, Lo normal y lo patológico, p. 185.

[11] M. Foucault, El poder psiquiátrico, p. 96.

[12] Decroly y G. Boon, Iniciación general al método Decroly, p. 45

[13] M. Foucault, “La psychologie de 1850 à 1950”, Dits et écrits I, pp. 149-150.

[14] Fréderic Gros, Michel Foucault, p. 41.

[15] M. Foucault, Los anormales, p. 53.

[16] G. Canguilhem, Lo normal y patológico, p. 177.

[17] M. Foucault, Los anormales, p. 54

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