Sobre La justeza del cine mexicano

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Sobre La justeza del cine mexicano, de Jorge Ayala Blanco,
CUEC : UNAM, 2011
El volumen continúa con el proyecto totalizador —El abecedario del cine mexicano —que el crítico, ensayista e investigador Jorge Ayala Blanco iniciara en 1968. En este trabajo el autor se aproxima a un período más reciente de la producción cinematográfica, el que va del 2006 al 2010, con la intención de encontrar un indicio de plenitud, sólo revelable a través de la justeza
Jorge Ayala Blanco ha destacado a lo largo de las que son ya varias décadas de trabajo como un excelente crítico de cine tanto mexicano como mundial, dada su tenacidad de investigación, su esfuerzo inagotable por descifrar los contenidos de una cultura visual tan relevante como hipócrita, tan reveladora y profunda como satisfecha en su esterilidad, tan liberadora como enajenante en razón de una ideología de dominación, y su estilo creativo, de antisolemnidad y ruptura penetrantes, que se empata con lo mejor de la tradición crítica mexicana: una prosa en nutrimental consonancia con la de Salvador Novo, Ricardo Garibay y Carlos Monsiváis, por ejemplo.
Recientemente, se ha publicado La justeza del cine mexicano, décima entrega del inaudito Abecedario del cine mexicano. Se trata de un libro de crítica y ensayo cinematográficos que atiende a los filmes de producción más reciente de nuestro país, en un espectro que va del año 2006 al multicelebrado y triste 2010, conmemorativo y falsamente importante, del corto al largometraje, del cine de ficción al documental, de la producción independiente a la industrial, etcétera.
En sentido contrario a lo que podría pensar un espectador dominado por la oferta cinematográfica de la industria norteamericana, y acostumbrado a atender en esporádica exclusiva la cartelera del oligopolio de exhibición en México, que se conforma a decir del propio Ayala Blanco por la Banda de los Cuatro (gángsters ocultos bajo el título de sus cadenas: Cinemex, Cinépolis, Cinemark y Lumière), este breve periodo ha sido suficiente para conformar un listado de películas engrosado y significativo, aun si esta significación se da desde la mediocridad y la insuficiencia.
Ayala Blanco renueva en La justeza del cine mexicano su oficio de escritura y análisis, que es investigación y postura política a un tiempo, encumbramiento de la crítica como necesidad en un medio apocado por censuras y manipulaciones, y su compromiso por extender su mirada hacia toda película producida en el periodo correspondiente, sin importar fracasos en taquilla, reclusiones en cines de la periferia o su definitiva expulsión de las carteleras comerciales.
Vida alternativa, con el cine como foco bullente de comunicación, propone el autor. «Hay […] dentro de cada obra fílmica, incluso de las más fallidas o aberrantes”, dice, “el indicio de una posible plenitud, sólo revelable a través de la justeza, tras la justeza, de la noción de justeza, de la conquista directa o indirecta de una cierta justeza cierta».
Búsqueda de aciertos, aunque su palidez los desdibuje en el panorama de ruidos y promociones del mercado total. Celebración de hallazgos poéticos y de discursos tensos por su capacidad de oposición. Tórrida disección de gestos estupidizantes de una industria nada inocente al inyectar dosis de ensoñación inútil, al preferir docilidad y consumismo frente a posibilidades más creativas o abiertamente salvajes. Polemización, simultaneidad, capacidad vinculatoria y amplia porosidad incesante, los mejores rasgos del libro.
Ayala Blanco, con su escritura aguda y sin concesiones, su estilo atlético y desmitificador, no sólo invita a ver cine con inteligencia, sino a comprender a la crítica como herramienta fundamental del diálogo, a despreciar todo empalagamiento u obcecación. Y enseña a escribir, e invita a pensar con un desenfado libérrimo más creativo que ostentoso.
La justeza del cine mexicano resulta un escenario de comprensión y rechazo simultáneos, un libro de consulta cuya lectura no puede agotarse en una ojeada, y que se conforma como tomo de una enciclopedia en busca de su sociedad lectora, más decantada por el dinamismo y la valoración creativa que por la complacencia desoladora y la ceguera contemporánea.

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