Fuera de la historia de la filosofía y de vuelta
Un rasgo característico de la filosofía después de Hegel es la persistencia de su espectro aun en aquellos casos en los que se su nombre no figura. Hegel es considerado el último pensador sistemático, aquel que llevó hasta su expresión más alta aquello que dominó toda una época del pensamiento: la época de la metafísica. Por eso mismo, por ser quien llevó más lejos la pretensión de hacer una exposición cabal del absoluto para que la filosofía dejase de ser amor al saber para convertirse en el saber mismo, pareció una tarea indispensable a los pensadores posteriores tomar distancia. En los casos más radicales, se llegó a caracterizar a los textos de Hegel como el lenguaje oscuro y privado de un hombre enloquecido. Pero aun en los casos en que se intenta reivindicar cierta afinidad con Hegel, esta sólo ocurre después de una depuración que implica una recuperación simpre parcial: del método dialéctico, de su aproximación a la historicidad, etc.
Desde el posestructuralismo francés hasta la filosofía analítica, el intento de desembarazarse de Hegel ha llegado hasta el límite de querer hacer filosofía como si Hegel no hubiera ocurrido nunca. Sorprende esta animadversión cuando se la mide con la que se ha podido tener contra alguien no demasiado lejano a Hegel, como sería el caso de Kant; el constante impulso al distanciamiento parece no estar justificado únicamente por el fin de la modernidad. Hegel es una obsesión en la medida en que el antihegelianismo persiste. Como si cada noche después de la muerte de Hegel durante más de 150 años, los filósofos lo vieran en sueños.
Lo que resulta de menos interés es si los críticos de Hegel son justos y acertados en sus críticas. Es evidente que muchos de ellos han reducido el pensamiento hegeliano a una insoportable caricatura, aunque del mismo modo ha habido críticos mucho más profundos en su lectura. Lo importante, en todo caso, no sería buscar una mejor interpretación inmune a los críticos. ¿Cuál podría ser el criterio para nombrar a una interpretación superior a otra? Es una empresa que por sí misma sólo puede estar al servicio de la vanidad erudita.
Lo que debe guiar, en cambio, la dirección de la interpretación, es la intención de hallar en ella el movimiento mismo de lo real. Lo que quiere decir que una interpretación distinta de Hegel no se hace simplemente porque se puede, siendo una entre muchas, ni se hace pretendiendo ser un punto de vista privilegiado desde el cual se puede acceder a la pureza del pensamiento hegeliano.
Leer a Hegel contra sus críticos significa leerlo en ellos y sólo en esa medida es que una confrontación de interpretaciones puede ser filosófica y no meramente académica. Leer a Hegel en sus críticos implica buscar el núcleo de la insistencia de la filosofía posterior por distanciarse de ese fondo que sería la filosofía hegeliana. Siguiendo al esloveno Slavoj Žižek, se trataría de un procedimiento de interpretación análogo al del psicoanálisis, donde el síntoma provee la dirección de lo real. Hegel es la clave de la obsesión con Hegel. En esa medida, se trata de preguntarnos a nosotros mismo, que hemos dormido intranquilamente cada noche soñando con Hegel, si no somos en realidad Hegel que sueña con los filósofos que han de seguirle.
Esta especie de cortocircuito temporal, aunque en otro sentido, está presente en la obra de Pierre Macherey, Hegel o Spinoza. La idea central del libro es que Spinoza habría desbancado por adelantado la dialéctica hegeliana y, en esa medida, Hegel habría malinterpretado a Spinoza para salvar su propio proyecto. Lo dice literalmente:
[…] si Hegel parece no haber comprendido siempre bien a Spinoza, o no haber querido comprenderlo, es porque Spinoza, por su parte, había comprendido muy bien a Hegel, lo cual desde el punto de vista de una teleología, es evidentemente intolerable.
Las perspectivas más evidentes se ven entonces invertidas: es Spinoza el que refuta la dialéctica hegeliana.1
El procedimiento de Macherey para sostener su tesis es a grandes a rasgos el siguiente: comienza con un concepto a partir del cual Hegel desarrolla una crítica a Spinoza; a continuación desarrolla ampliamente el concepto más allá de la apreciación de Hegel y demuestra cómo la crítica de éste falla en tanto que interpreta parcialmente el punto de Spinoza; finalmente, sugiere que la malinterpretación de Hegel tiene el efecto de ocultar el punto en donde la confrontación aparecería más productiva.
El texto de Macherey no dice en realidad mucho sobre la filosofía de Hegel. Los puntos donde señala Macherey una lectura parcial de Spinoza no son por ellos mismos cruciales para refutar a Hegel. Macherey mismo señala que lo importante no es señalar los errores de interpretación de Hegel. La genialidad hermenéutica del filósofo francés consiste en hacer productivas las malinterpretaciones para llevar la discusión entre Hegel y Spinoza en un territorio distinto. En esa medida, la lectura es también una interpretación del síntoma; el núcleo de la relación entre Hegel y Spinoza no se halla en lo que dice Hegel, sino justamente en los puntos donde hay un oscurecimiento, deliberado o no, de la visión hegeliana sobre Spinoza.
En esa misma medida, pretendemos al confrontar a Macherey con Hegel hacer productivo el sesgo desde el cual Macherey mira al filósofo alemán, sesgo que comparte con sus compañeros de generación, marcados en gran medida por la lectura hegeliana de Jean Hyppolite. Al usar a Spinoza frente a Hegel, Macherey mantiene como presupuesto, al igual que sus contemporáneos, el imperativo de eludir a Hegel. ¿Será posible leer este imperativo en su núcleo más profundo como el punto donde Hegel ya los ha leído y los ha refutado?
En su libro, Macherey señala que Hegel intenta resumir la doctrina de Spinoza en la fórmula omins determinatio est negatio, que caracteriza como un presentimiento despojado de los medios de su realización y que queda así incompleto, esperando al hegelianismo que realice hasta el final el pensamiento sobre la negatividad. En tanto que se relacionan determinación y negación, y por lo tanto se concibe a la negatividad como productora de existencia, Hegel acerca esta idea a su propio pensamiento como trabajo de lo negativo.
Según Macherey, este acercamiento es posible únicamente en la medida en que Hegel lee el filosofema en forma invertida: “toda negación es determinación”, en toda negación existe la posibilidad de extraer el elemento positivo. El problema para Hegel con el planteamiento de Spinoza, lo que mantiene al presentimiento en la incompletud, es que éste concibe la relación entre negación y determinación como algo exterior a la positividad absoluta del ser de la sustancia y, en esa medida, se trata de una insuficiencia.
Por esta razón, los entes en su finitud en tanto que son concebidos sólo de manera negativa a partir de su distanciamiento respecto a la sustancia, tienen el principio de su existencia apartado de sí mismos. La determinación no posee una realidad propia, sino que es una “apariencia”. La filosofía de Spinoza es entonces un negativismo en tanto que la sustancia es aquello en que se disuelve toda determinación.
Hegel, por su parte, al dotar de racionalidad ﹘y esto significa realidad﹘ a lo negativo, defiende a la positividad de convertirse en la nada asegurando su retorno a partir de aquel elemento positivo de la negatividad o negación de la negación. La clave del paso entre Hegel y Spinoza en su concepción de la negatividad es el paso entre la exterioridad de lo positivo y lo negativo, a la racionalidad de la contradicción en la figura de la negación de la negación.
Ahora bien, Hegel señala que en Spinoza hay un pensamiento de la contradicción, un esbozo del pensamieto especulativo pero que no se resuelve en tanto que no elucida la clave racional de la contradicción. Este pensamiento estaría dado en la definición de causa sui.2 El problema, para Hegel, es que a pesar de existir la unidad de los contrarios en la relación entre esencia y existencia, Spinoza procede inmediatamente a afirmar la identidad de la sustancia consigo misma.
Macherey llama a esta caracterización hegeliana de la filosofía de Spinoza “una dialéctica impotente”, a esta filosofía que puede pensar la contradicción pero que, al faltarle el concepto de negación de la negación no alcanza un desarrollo racional. Sin embargo, de acuerdo con Macherey, Spinoza estaría excluyendo decidida y hasta deliberadamente la idea de negación de la negación. Según Macherey, la filosofía de Spinoza constituye por adelantado la refutación de la dialéctica hegeliana.
En la confrontación de Hegel con Spinoza, el punto clave es la posición de Spinoza frente a la razón clásica en la que Hegel permanece. Esta idea es contraria a la impresión más inmediata, en tanto que Spinoza admite explícitamente el principio de contradicción, fundamental para la razón clásica, y en Hegel hay una pretendida superación de este principio. Para Hegel, la unidad de los contrarios constituye la naturaleza misma del sujeto en tanto núcleo de su movimiento y desarrollo.
La posición de Spinoza puede presentarse de dos maneras. La primera, como una impotencia de Spinoza que pemanece atado al punto de vista de la sustancia; como un pensamiento incapaz de concebir una diléctica del sujeto. La otra manera, es que Spinoza rechaza una dialéctica del sujeto, no por una impotencia de su pensamiento, sino por mor de “una dialéctica de la sustancia, es decir, de una dialéctica material que no presuponga su realización en sus condiciones iniciales por medio de una teleología necesariamente ideal”.3
De acuerdo con Macherey, Hegel juega entre el sujeto absoluto y el objeto absoluto para, mediante la dialéctica, superar de una vez y para siempre la contradicción. Por objeto absoluto se refiere a la realización del infinito en un Ser. Por sujeto absoluto entiende el infinito que se realiza en su propio desarrollo procesual. Justamente estas dos cosas son las que Spinoza evita en su caracterización de la sustancia, y también es justamente lo que Hegel estaría mentando cuando dice: “[…] todo depende de que lo verdadero no se aprehenda y se exprese como sustancia, sino también y en la misma medida como sujeto”.4
El sujeto hegeliano, en tanto que infinito que se realiza inmanentemente en su propio desarrollo, es el movimiento del concepto y su identificación con “la cosa misma”. Ahora bien, el movimiento del concepto, tal como lo define Macherey, es la descomposición de la forma en otra forma que no es más que una fase en el proceso de su realización efectiva. Esto lo concluye a partir de la idea de que el sujeto no es un sujeto para un predicado, sino que en el movimiento dialéctico el sujeto presenta lo racional en todas sus partes. Así, cuando Hegel dice “lo efectivo es lo racional” precisamente lo que no se está diciendo es que “lo efectivo es racional”, sino que está en juego la dialéctica del concepto.
En esa medida, el desarrollo dialéctico socava las determinaciones abstractas e introduce la negatividad. La negatividad absoluta que opera en el sistema de Hegel es, según Macherey, el impulso irresistible de la superación de todas las determinaciones para alcanzar su resultado como identidad consigo misma.
De esa manera, la concepción hegeliana del sujeto produce el mismo efecto que la racionalidad clásica. “En los dos casos, hay racionalidad en relación con un sujeto que encuentra en sí con qué suprimir toda negatividad y garantizar así la preeminencia de lo verdadero”.5 La diferencia consistiría en que en el primer caso, al que Hegel se opone, el sujeto como condición de la eliminación de las contradicciones está determinado desde el comienzo, mientras que en el caso de Hegel, éste es un resultado del proceso en que mediante el trabajo de lo negativo se afirma infinitamente al final del proceso al haber expulsado de sí mismo toda negatividad.
La filosofía de Hegel es entonces un espejo de la razón clásica, que únicamente opera un desplazamiento del núcleo de esta racionalidad hacia una finalidad. La teleología reemplaza a los criterios tradicionales que garantizan la coherencia y la permanencia de la verdad. La teleología es el retorno a sí del concepto y de ahí obtiene su garantí de sentido en tanto que este retornar a sí es un autoengendrarse como su propio contenido. La negación de la negación, negación absoluta, es el otro nombre de esta teleología en la medida en que es la promesa de la resolución de las contradicciones, de la negación finita. Según Macherey esto implica que Hegel sólo puede concebir la contradicción desde el punto de vista de su desaparición.
La caracterización que hace Macherey de la posición de Hegel está marcado por la lectura de la negatividad bajo el canon de la racionalidad clásica. Cuando dice respecto de una cita de Hegel sobre Spinoza: “Que el proceso de lo absoluto acabe en un término negativo significa que está marcado de una vez para siempre por ese fin hacia el cual tiende: una progresión no es entonces más que una reresión, o una decadencia, y se hunde en lo irracional”6, lo que está de fondo es una lectura sesgada de la consideración hegeliana respecto de la negatividad donde Hegel se alza como aquel que en medio de la irracionalidad del pensamiento sobre el absoluto, encarna la racionalidad que se eleva por encima de lo negativo que se pierde en la oscuridad.
Desde esta confrontación cabe preguntarse si la caracterización del sujeto como negatividad ligado a la garantía de sentido de la razón clásica es adecuada. Ciertamente, esta interpretación no es de autoría de Macherey, sino que está ampliamente difundida y, en esa medida, la crítica a esta interpretación va más allá de este autor.
Macherey no está justificado en pensar que el movimiento de la forma es un proceso ascendente de su realización que culmina con la superación de la contradicción en un sujeto absoluto omniabarcante. Esta concepción está quizás demasiado anclada en la Fenomenología del Espíritu, donde el movimiento dialéctico consiste en la reintegración del objeto a partir de la confrontación de éste con la autocomprensión del sujeto y que produce una figura corregida del sujeto. El núcleo de la negatividad se encuencutra justamente en la inconsistencia de las determinaciones en tanto que movimiento de lo real. Así nos permite pensarlo Hegel:
La sustancia viva es, además, el ser que es en verdad sujeto o, lo que tanto vale, que es en verdad real, pero sólo en cuanto es el movimiento del ponerse a sí misma o la mediación de su devenir otro consigo misma. Es, en cuanto sujeto, la pura y simple negatividad y es, cabalmente por ello, el desdoblamiento de lo simple o la duplicación que contrapone, que es de nuevo la negación de esta indiferente diversidad y de su contraposición: lo verdadero es solamente esta igualdad que se restaura o la reflexión en el ser otro en sí mismo, y no una unidad originaria en cuanto tal o una unidad inmediata en cuanto tal.7
La igualdad restaurada a la que Hegel se refiere, se refiere al viraje de la perspectiva que supera las oposiciones, no como la relalización de una tendencia, sino como el poner la verdad en la oposición o como dice Hegel, “la reflexión en el ser otro en sí mismo”. Esto es, para Hegel, nuestro conocimiento finito e incompleto se convierte en un rasgo positivo de la cosa que es en sí misma incompleta e inconsistente. El radical giro de la perspectiva dialéctica de Hegel, nada tiene que ver con un apego a la racionalidad clásica que busca la superación de la contradicción como garantía del sentido; se trata de un paso de un obstáculo epistemológico a la positiva condición ontológica del aparecer. En esa medida, la meta que se alcanza en el desarrollo de la experiencia de la conciencia, la aprehensión de la sustancia como sujeto, es el reconocimiento de esta brecha constitutiva de lo real, y en esa medida debe comprenderse el paso a la Ciencia de la Lógica donde se explica el desarrollo del automovimiento del concepto.
Macherey pretende sustraerse como filósofo de una dialéctica hegeliana de la historia de la filosofía interpretando a Spinoza desde Hegel y contra Hegel en una temporalidad invertida. Pero en la medida en que escapa a Hegel retorna a él mismo en el mismo movimiento. Sólo en la medida en que se sitúa en las inconsistencias de Hegel frente a Spinoza es que da vida y enriquece la interpretación de Spinoza. ¿No es éste un movimiento dialéctico par excellence? Pero en la medida en que Macherey lee a Hegel, la dialéctica y la teleología como ligados inextricablemente a la razón clásica pretende estar situado en una posición fuera del espectro visual del legado filosófico de Hegel. Buscar ahí a Hegel, en su huída entre la arena, es persistir en la cosa misma.
Bibliografía
Hegel, G.W.F, Fenomenología del espíritu, trad. Wenceslao Roces, FCE, México, 1966.
Macherey, Pierre, Hegel Ética demostrada según el orden geométrico, trad. Vidal Peña, Editora Nacional, Madrid, 1980.
1 Macherey, Pierre, Hegel o Spinoza, Tinta Limón, Buenos Aires, 2006, p. 260.
2 “Por causa de sí entiendo aquello cuya esencia implica la existencia, o, lo que es lo mismo, aquello cuya naturaleza sólo puede concebirse como existente”. Cfr. Ethica I, def. I.
3 Macherey, Pierre, op. cit., p. 211.
4 Hegel, G.W.F, Fenomenología del espíritu, trad. Wenceslao Roces, FCE, México, 1966, p. 15.
5 Macherey, Pierre, op. cit., p. 252.
6 Ibid, p. 255.
7 Hegel, G.W.F., op. cit., pp. 15-16.
Leave a Reply
You must be logged in to post a comment.