En una serie de ensayos, Diana Cohen Agrest aborda con ironía y sutileza los temas que preocupan a los humanos de hoy, desde el uso del tiempo hasta la vejez
Diana Cohen Agrest, Ni bestias ni dioses, Ed Debate, Buenos Aires, 2011
Dentro de una tradición de pensamiento que se inspira en autores de distintas épocas, pero que encuentra su pico máximo en Michel de Montaigne, la autora de estos “ensayos sobre la fragilidad humana” hace gala de una profundidad colmada de paradojas y sutiles ironías que provocan al lector a pensar cada uno de los temas abordados desde puntos de vista que escapan de la mirada común. Diana Cohen Agrest, filósofa especializada en bioética, cita en el epígrafe inicial a Epicteto: “Pues del mismo modo en que el material del carpintero es la madera, y el del escultor, el bronce, el del arte de vivir es la propia vida de cada uno”.
A partir de allí, Cohen Agrest apunta a los temas más acuciantes de la vida humana: desde el uso del tiempo, pasando por la felicidad, el aburrimiento, la envidia, el morbo, la vergüenza y el miedo hasta llegar a los más estremecedores (el envejecimiento, la muerte y el anhelo de la inmortalidad). Crítica de la idea de medir la felicidad con instrumentos estadísticos como se ha intentado hacer, la autora ironiza sobre una medición subjetiva: el grado de felicidad parece depender de los bienes que tenemos en relación con los que posee el vecino. Pero no hay un “felicitómetro” que nos permita medir en grado absoluto cuán felices somos. Finalmente, compara el logro de la felicidad en función de una vida orientada por un proyecto vital, con la mirada opuesta, que hace surgir la insatisfacción de un deseo que se renueva.
En otras épocas, la felicidad era posible si se poseía el tiempo libre para disfrutar de la pereza. Pero con el capitalismo la pereza se convirtió en un signo mal visto por la sociedad. Para Kant, “el valor del hombre estriba en la cantidad de cosas que hace”. Esta concepción fue discutida posteriormente y el derecho a la pereza volvió a aparecer como una reivindicación del tiempo libre. A su vez, en el mundo contemporáneo, el mundo digitalizado, frente a la computadora, se comparte el tiempo del trabajo con el del ocio (redes sociales, juegos online, chat). Dice Cohen Agrest: “Más que un pecado mortal, la pereza es una experiencia humana”. Aceptar esa idea sería aceptarnos como somos, sin tener que demostrar nada a nadie, “ni siquiera a nosotros mismos”.
El ser humano envidia. Y esta emoción, que opera “como el tiro al blanco: sin un objetivo, sin una víctima, no se siente envidia”, Cohen Agrest la compara con los celos. Para ella, la envidia se produce cuando se desea lo que uno no tiene, mientras que los celos aparecen cuando se teme perder lo que se posee.
El miedo, útil para escapar del peligro, tiene su raíz en la conducta animal, pero en el ser humano se convierte también en temor al pasado o al futuro, a lo desconocido. Hay quienes sienten miedo a situaciones que en realidad no implican reales riesgos, y otros que no sienten suficiente temor ante lo que sí podría causar peligro. Pero, dice la autora, el miedo también es contagioso y en la sociedad mediática puede propagarse, como lo mostró Orson Welles con su célebre transmisión radiofónica de una presunta invasión extraterrestre. Esos marcianos “preanunciaron el sinnúmero de amenazas multifacéticas, insospechadas y perpetuamente renovadas que signan nuestra cotidianeidad”.
Fuente: La Nación