La risa del soberano

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Resumen

La economía general de las sociedades contemporáneas promueve en el hombre industrial la racionalización y cálculo de sus consumos y productos. Por la idea de escasez el sujeto tiende a elaborar proyectos de vida, ahorros responsables y consumos dirigidos a satisfacer necesidades útiles; sin embargo Bataille antepone a este imperativo el exceso, el sacrificio, el gasto inútil y el derroche. Elementos con los que el sujeto se acerca a la experiencia imposible, en la que es soberano es capaz de reír y llorar, pero cuyo retorno es irrealizable pues ya se encuentra afuera. El presente artículo enuncia la crítica de George Bataille a la economía actual a través de una dialéctica negativa.

 

Palabras clave: Bataille; Gasto; Economía; Risa; Soberano

 

Abstract

The overall economy of contemporary societies promotes industrial rationalization and calculation of their consumption and products. For the idea of scarcity the subject tends to develop life plans, savings and consumption for satisfying needs useful; but Bataille puts the excess principle, the sacrifice, the useless and wasteful spending. Elements for the subject within the impossible experience, which is sovereign is able to laugh and cry, but whose return is impossible because is already out. This article assert George Bataille’s critique of today’s economy through a negative dialectic.

 

 

Key words: Bataille; Expenditure; Economy; Laughter; Sovereign

 

El trabajo es una maldición que el ser humano

ha transformado en voluptuosidad.

E. M. Cioran.

 

Georges Bataille multidisciplinario, quizá mítico, nos comunica que todo erotismo es sagrado. Cuando dos amantes fusionan sus cuerpos tienden a jurarse el uno al otro “amor verdadero”, enunciado que por verdadero se vive como una liberación, donde sufrimiento y fusión, ligados, procuran una existencia sin límites, continua y por ello absurda.

Sin embargo en las fisuras de la relación amorosa el sacrificio aparece como un fenómeno que renuncia a su representación para dar lugar a su materialización; la muerte entonces  deviene como la manifestación de la continuidad del ser frente al individuo. El erotismo constituye un gasto en el que el objeto venerado se pierde, ya sea en alguna de sus partes o completamente, a causa del sacrificio: “En cualquier caso, el objeto sagrado es siempre destruido. Pero entonces, ¿cómo explicar, dentro de la lógica económica actual, que el objeto de veneración sea aquél que se sacrifica?”

La respuesta la encuentra Bataille en las primeras culturas de la humanidad, cuando el gasto puro desafiaba las leyes de la actual lógica económica basadas, por citar un ejemplo, en la retención de objetos valiosos y superficiales. Escribe Bataille:

Los mexicanos no perecían en su propio abismo. En rigor podría decirse que a la llegada de Cortés, México se hundió, pero eso sólo llegó a suceder un día. México vivió hasta el final ebrio de gloria. Pero no como en nuestros días: entonces una verdadera tragedia y un sentimiento de ironía aparecían fuertemente mezclados. Para un mexicano la gloria no estaba relegada, como para nosotros, no era una cosa aparte de la vida cotidiana. No era ni ostentosa ni superficial. Muchos de nosotros vemos en la gloria algo superfluo, una futilidad. Un mexicano vivía poseído por ella del mismo modo que poseemos piernas (sin más historias); era algo que no se discutía y de donde provenía ese sentimiento de profunda ironía respecto a la vida humana (e incluso respecto a los dioses). La gloria era la única medida: estaba por encima de cualquier otra posibilidad y además hacía girar todo en torno a ella.

 

 

Las sociedades americanas antiguas aprovecharon la pérdida como un medio de poder, son “dadores” conforme a la jerarquía a la que aspiran. La fiesta es una experiencia delirante donde se derrochan bienes y posesiones acumuladas para, más que compartir, sorprender a los demás:

“El tumulto de las fiestas lo mismo que el de las guerras, tenía un eficaz poder, análogo al de un corazón que late. Ponía al hombre y a cada uno de sus actos –incluso el más humilde- a la altura del Universo”.

Lo anterior, contrariamente a lo que sucede con las sociedades capitalistas, adquiere un status social glorificado y honorable: entre más riqueza acumula un hombre, más despreciable se vuelve a los ojos de la sociedad. El amo que se encuentra del lado de la acumulación de capital y bienes está sujeto a estrategias de ahorro que tarde o temprano será reintroducido a la circulación de las mercancías; mientras que el esclavo gasta, derrocha y demanda lo inútil:

[…] aquella que se vuelve la forma más grande de gasto social cuando es asumida y desplegada, esta vez por parte de los obreros, con una amplitud que amenaza la existencia misma de los amos. La lucha de clases sólo tiene un final posible: la perdición de quienes han trabajado para que se pierda la naturaleza humana.

 

 

La sociedad contemporánea evita gastos que no produzcan riquezas o alguna utilidad, pero para el pensador francés los gastos llamados improductivos como el lujo, las guerras, las fiestas, el arte o la sexualidad perversa son actividades que tienen su fin en sí mismas.

Se trata de la desaparición del objeto sagrado por el sacrificio donde el sujeto, al parecer, acude puntual a su experiencia interior en busca de su soberanía. El soberano se vislumbra como aquél que se inclina hacia el gasto sin límites, hacia el derroche y la pérdida; mientras que el amo se encuentra del lado de la racionalidad, la acumulación y el ahorro. La soberanía se sitúa fuera de la utilidad de la economía general y por consiguiente del futuro al que hace referencia el proyecto; más bien sigue el presente, lugar “donde se agota toda posibilidad del cálculo hecho sobre el mañana”.

No olvidemos que “El verdadero problema de la ‘economía general’ no consiste, pues, en averiguar cómo podemos producir más, sino cómo queremos dilapidar el excedente, cómo queremos gastarlo, pues cabe hacerlo de una manera festiva o bélica, pacífica o violenta, gozosa o terrible”.

 

La soberanía atraviesa los límites del consumo racional colocando la discontinuidad en lugar de la continuidad. Habremos de regresar, nos dice Bataille, al punto de partida irrevocable: el excedente de energía del mundo, tesis contraria a la de la perpetua escasez en que vive el hombre y por la cual, según la economía política moderna, el hombre industrial está inevitablemente condenado a trabajar toda su vida para acumular lo suficiente ante la amenaza latente de la pronta falta de recursos pertinentes para satisfacer las necesidades ficticias. Asimismo la continuidad del trabajo exige elaborar un proyecto de vida que contemple el ahorro para ese futuro no lejano. La idea de planes a futuro como proyectos de vida implica que el hombre se reduzca a la práctica del cálculo y el ahorro:

El modo de consumo individual […] No encuentra su razón de ser más que en los objetos superfluos, sin duda, pero generadores de bienestar. Efectivamente, el individuo que no tiene ningún vínculo social no puede aspirar al esplendor (no puede responder a los pagos exigidos). Si sucumbe a la atracción del lujo, lo hace sin ningún tacto: tan pronto como lo obtiene destruye su sentido. Con la ayuda del cansancio, el confort y el aburrimiento de sus excesos son el resultado de esa pobreza continuamente acrecentada de riqueza.

 

 

La lógica de tal dominio económico rechaza la muerte por medio de la incesante acumulación de la riqueza con la firme esperanza de crecer y desarrollarse en el mundo; cualquier intercambio de productos que no reditúe beneficio alguno es eliminado por su carácter irracional, azaroso, propio a la suerte. Bataille enuncia que si todavía queda espacio para una nueva moral en el mundo esa debiera ser la moral del hombre soberano, esa, la del exceso y la trasgresión. La misma que exige rebasar los límites impuestos por la economía política moderna: llegar más allá de la utilidad y el proyecto.

La trasgresión es la noche profunda de la soberanía: negatividad pura de la que nunca se podrá extraer ninguna consecuencia dialéctica o momento de síntesis (Aufhebung). Negatividad pura, sin empleo, en la que no hay posibilidad de desborde. Gesto que se colma en la propia inutilidad (gratuito), profanación sin objetivo y movimiento de pérdida improductiva.

 

 

Debemos entender, nos dice Bataille, que el exceso no es un concepto o idea establecida. Es apenas una noción que se encuentra fuera de la razón pero que a la vez se relaciona con el trabajo y sus leyes. Su destino es el de la soberanía y por ende el de la pérdida. El exceso abre la posibilidad de llegar a la experiencia de lo imposible, lo innombrable, es un cuestionamiento radical al hombre mismo cuya respuesta se encuentra fuera de todo lenguaje. No se ubica en el saber racional sino en el no-saber.

No puedo expresar lo soberano que contiene el silencio al que ingreso, inmensamente generoso y ausente, ni siquiera decir: es agradable u odioso. Siempre sería demasiado e insuficiente. […] Al entrar en el no-saber, sé que borro las figuras en el cuadro sombrío. Pero la oscuridad que cae así no es la aniquilación, ni siquiera la “noche donde todos los gatos son pardos”. Es el goce de la noche. No es más que muerte lenta, la muerte de la que es posible disfrutar, lentamente.

 

 

El exceso no se remite exclusivamente al orden de la economía en su calidad de gasto, sino además a la negatividad, al no-saber, a la noche imborrable; su carácter azaroso, indeterminado, gratuito, lejano a cualquier finalidad permite que el hombre termine por consumirse, sacrificarse. Y allá donde él va no hay más cálculos sino sólo la risa, pues “Lo risible podría ser simplemente lo incognoscible.

De aquél lugar nada puede decirse. Se va una vez y el exceso ha de desembocar en la muerte del soberano por el gasto inútil, el exceso irracional y el no-lenguaje que termina por confundirse con la violencia de las lágrimas y la risa loca propia a lo imposible.

 

Bibliografía 

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———- El límite de lo útil, Madrid, Losada, 2005.

———- La conjuración sagrada, ensayos 1929-1939, Buenos Aires, Adriana Hidalgo Editora, 2003.

———- La experiencia interiorseguida de Método de meditación y de Post-scriptum 1953, 2ª edición, Madrid, Taurus, 1981.

———- La felicidad, el erotismo y la literatura. Ensayos 1944-1961, Buenos Aires, Adriana Hidalgo Editora, 2004.

———- La oscuridad no miente. Textos y apuntes para la continuación de la Suma Ateológica, México, Taurus, 2001.

———- La parte maldita, Barcelona, Icaria, 1987.

Antonio Campillo, Contra la economía. Ensayos sobre Bataille, Granada, Editorial Comares, 2001.

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———- Georges Bataille. Una teoría del exceso, Buenos Aires, Ediciones del Valle, 1996.

Georg W. F. Hegel, Fenomenología del espíritu, Valencia, Pre-Textos, 2006.

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