Reportaje al filósofo francés Alain Badiou, que visitó la Argentina
A partir de una palabra casi olvidada, “emancipación”, se define el sujeto que Alain Badiou propone o anticipa, luego de señalar la “oscuridad” de la idea misma de progreso. También en estas páginas, autoras argentinas examinan las raíces del pensamiento de Badiou en la obra de Lacan
Alain Badiou, pensador, político y dramaturgo, en su reciente visita a Buenos Aires.
“La convicción de que este mundo no es aceptable se incrementará y tomará formas cada vez más prácticas.”
“Hay que mantener separados psicoanálisis y política”, dice Alain Badiou. Filósofo, sobre todo, aunque también político y dramaturgo, enseña filosofía en la Universidad de París VIII-Vincennes y en el Colegio Internacional de Filosofía. Su obra publicada es extensa, pero ha adquirido notoriedad por El ser y el acontecimiento –un libro publicado en 1988 y traducido recientemente al español–, y por diversos trabajos en el campo de la teoría psicoanalítica y del pensamiento político emancipatorio. Badiou visitó el país hace pocos días, donde participó en actividades de la Universidad de Buenos Aires, la revista Acontecimiento, la Escuela Argentina de Psicoterapia para Graduados y El Encuentro por un Nuevo Pensamiento de la Confederación de Trabajadores Argentinos (CTA).
–Protestas como la de Londres y Seattle, esos motines contra la globalización, son más un síntoma que una creación política. Se trata de fenómenos de resistencia, a veces muy violentos, al desarrollo mundial del capitalismo en su forma actual. Este movimiento empezó hace ya unos cinco años, por ejemplo con las grandes huelgas francesas de diciembre del ‘95: tiene poca capacidad de proponer consignas políticas positivas, ideas nuevas de la política y de la organización social. Son síntomas de debilidad política. Pero las grandes ideas políticas son generalmente extraídas de acontecimientos reales y muchas veces violentos. Los grandes motines y revueltas obreras, sobre todo en Francia, lo que Marx llamaba el movimiento obrero francés, era anterior al Manifiesto Comunista y a la formulación de la política marxista. Estamos en un período en que la política de la emancipación debe ser completamente repensada. Reinventada.
–¿A partir de qué acontecimientos?
–Pienso que, para esta reinvención de la política, hay tres fuentes. Lenin dice que hay tres fuentes en el pensamiento de Marx: la economía política inglesa, la filosofía dialéctica alemana y el movimiento obrero francés. También ahora tenemos tres fuentes, pero bien distintas. En primer lugar, el balance de la política del siglo; eso que podemos llamar el intento comunista, en todas sus formas. En segundo lugar, tentativas políticas reales, o bien a fines del período anterior, como Mayo del ‘68 o el movimiento obrero polaco, o bien hoy en día, como los zapatistas de Chiapas, el Movimiento de los Sin Tierra en Brasil, el movimiento de obreros indocumentados en Francia, algunos aspectos del movimiento obrero en Corea, y cantidades de pequeñas experiencias políticas que se refieren a problemas particulares. Y nuestra tercera fuente es el gran esfuerzo de pensamiento filosófico, teórico y político, que empezó hace ya hace años y que ha presentado obras significativas. Podría citar, un poco al azar, a Toni Negri y, si me permite usted la vanidad, mis propias propuestas. Es un comienzo complicado, todavía débil, pero el movimiento se acelerará.
–¿Por qué se aceleraría?
–Porque, a la inversa de lo que nos cuenta la propaganda, la gran masa de gente a escala planetaria no tiene nada bueno que esperar del capitalismo salvaje. Durante un tiempo podrán resignarse, pueden considerar que la tentativa comunista fracasó, o que quizá no haya otras perspectivas, pero a medida que pase el tiempo la convicción de que este mundo no es aceptable se incrementará e irá tomando formas cada vez más prácticas. Y esto va a obligar a aquellos que quieran verdaderamente inventar la política, no sólo a tomar en cuenta estas revueltas, sino también a proponer nuevas orientaciones, nuevas prácticas, nuevos modos organizativos.
–¿Diría usted que ha cambiado, además del sujeto político de la emancipación, también el objetivo? ¿Ya no es el capitalismo como tal, sino el capitalismo salvaje o el capitalismo financiero?
–La cuestión de saber cuál es el objetivo político todavía no está clarificada. Hay para ello una razón esencial. El problema está en encontrar una definición positiva de la política, y no una definición que se haga en contra de lo que hay. La idea socialista fue la de reemplazar una estructura por otra, un Estado por otro, una economía por otra. Pero esta visión estructural fracasó. Por supuesto, hay una sensibilidad anticapitalista contra las formas financieras mundializadas, pero lo esencial es la capacidad que tenga una política de proponer de manera afirmativa. Lo esencial es qué idea de la libertad del hombre afirma esta política, qué ideas acerca del pensamiento colectivo, de los modos de organización, de construcción de las relaciones sociales. Ahora, la relación de todo eso con el capitalismo no está en el centro de la discusión. El anticapitalismo no puede definir por sí solo una política. Eso sería volver al viejo esquema: oponer la estructura socialista a la estructura capitalista. El punto está en desarrollar libremente y, al principio, localmente, maneras de pensar y de organizarse por completo independientes del orden político dominante.
–Sin embargo, si admitimos que el orden político del capitalismo dominante también produce procesos de subjetivación que lo acompañan, ¿no hay en ello el riesgo de neutralización?
–Eso supone que la subjetivación está subordinada a la situación objetiva. Pero se puede tener una visión de la subjetivación que no dependa inmediatamente de la dominación del capitalismo y la democracia parlamentaria. Hay otras fuentes de subjetivación aparte de la estructura de la situación. Hay que abandonar la fórmula determinista de Marx, que dice que el ser social determina la conciencia. Hablamos de sujeto más que de conciencia. Hay fuentes de subjetivación separadas del estado de las cosas y que dependen de invenciones particulares surgidas en el campo colectivo y a partir de las cuales un trayecto subjetivo particular puede definirse.
–¿El psicoanálisis puede colaborar en ello?
–Hay que mantener separados psicoanálisis y política. El dato fundamental de la política es que se trata de una acción colectiva. Esa subjetivación de la que hablamos es una subjetivación colectiva. Por supuesto la teoría psicoanalítica tiene mucho que decir acerca de la subjetivación, pero la emancipación de la humanidad no se hará arriba de un diván, sino en el espacio público. Chiapas o las huelgas francesas del ‘95 no tienen vinculación con el psicoanálisis, ni tampoco con su teoría del sujeto. Hay que entender un enunciado simple: la política es la política, y como tal absolutamente irreductible a otra instancia. Pero hay una comparación que me gustaría hacer en relación con esto. Dado cierto estado de la creación artística, no por eso se cierra la posibilidad de nuevas experiencias artísticas poderosas. Lo mismo en la política. Por dominante que sea el capital y su forma política, la democracia representativa, esto de ninguna manera impide la posibilidad de la emergencia de nuevas experiencias, nuevos pensamientos.
–De todos modos este movimiento de nuevos acontecimientos políticos que usted menciona, Los Sin Tierra o la revuelta de Londres, aparecen tanto débiles como fragmentarios y dispersos.
–Ahora hay que aceptar que sean múltiples. No estamos con la idea de Tercera Internacional, es decir, a favor de una figura única de la política de emancipación y en cuyo centro encontraremos un estado como la patria del socialismo. Pero que las políticas de la emancipación sean múltiples no significa que sean contradictorias. A partir de que en esas políticas podemos identificar el motivo igualitario como razón principal, a partir de que estas políticas puedan pensarse como formas irreductibles de la idea igualitaria y de su encaminamiento en el mundo contemporáneo, entonces estas experiencias se mostrarán diferentes pero no contradictorias.
–¿Habría algún problema en incluir en estas políticas de emancipación a las formas vinculadas con la democracia parlamentaria como un camino más?
–No declaro dogmáticamente que este camino se encuentra cerrado, pero tengo la impresión de que para nada es un camino. En países tan importantes como Francia o Inglaterra, fueron gobiernos socialistas los que dieron forma última al ultraliberalismo. Desregularon el mercado financiero, privatizaron más que los gobiernos conservadores y dieron la espalda a toda idea igualitaria. De manera que la crítica a los partidos de izquierda no es una crítica formal, sino al contenido. Ellos no constituyen un camino para las políticas de emancipación porque son gestores del orden establecido.
–Pero entonces tendríamos que separar políticas progresistas de políticas de emancipación.
–Nunca hice demasiado uso de la palabra “progresista”. Por la razón de que la idea de progreso es oscura. Para los ojos de un liberal hay actualmente grandes progresos. Lo que hoy en día se llama modernización no es más que el liberalismo capitalista. Son esas ideas, dominantes hacia 1840, las que nos presentan como el colmo de lo moderno. La emancipación no es una política de progreso, sino una política igualitaria.
–¿De la que estarían excluidos los partidos de izquierda?
–¿Pero cuándo la izquierda tradicional fue realmente una fuerza emancipatoria? Debo recordar que un gobierno socialdemócrata, en Alemania, hizo asesinar a Rosa Luxemburgo. Fue un gobierno socialista el que en Francia declaró la guerra colonialista contra Argelia. Son los gobiernos socialistas actuales los más firmes apoyos del capitalismo. Estas fuerzas de izquierdas siempre fueron llamadas al poder para resolver, dentro del orden establecido, problemas propios del capitalismo que el conservadurismo no lograba resolver por falta de apoyo popular.
VALOR DE LA ENSEÑANZA DE
LACAN EN LA PALABRA DEL PENSADOR FRANCES
“Para Badiou, la verdad no es del Amo”
Por Cintia Ini *, Olga Prosperi * y Nora Trosman **
¿Admite el psicoanálisis de Freud y Lacan una política que no devenga necesariamente política del Amo y de la Masa? Uno de los grandes desafíos del pensamiento de Alain Badiou, en su carácter de filósofo y como pensador de la política es el de “saber ser contemporáneo del psicoanálisis”, como él mismo lo expresa: no renunciar a pensar la viabilidad de una política que, sin hacer oídos sordos a las advertencias del psicoanálisis, sostenga su legitimidad.
El psicoanálisis señaló la tendencia del ser parlante a buscar un Amo sacrificando su condición del sujeto, sometido a algún Ideal Imaginario. Ya Freud ubicó el gobernar entre sus tres imposibles; Lacan retoma estos puntos en Radiofonía, a través de los cuatro discursos y de la dimensión de impotencia presente en cada uno de ellos; impotencia que en los sucesivos giros de un discurso a otro, única Revolución (giro) legitimada por él como posible, fuera cerniendo lo real, cuya función es la de su imposibilidad.
Estas aseveraciones de Lacan dieron pie a que más de un teórico del posmodernismo tomara su versión más escéptica. Badiou, en cambio, extrajo un rebasamiento quizás ajeno al mismo Lacan, tomando la dimensión de imposibilidad de este real en su condición de irreductible para hacer de él el pivote sobre el que circulará su pensamiento político.
Georg Cantor
Su resolución a asumir la contemporaneidad con el pensamiento de Lacan y su acercamiento a las matemáticas de Cantor y Cohen le posibilitan reinventar un pensamiento político que subvierta la predominancia imaginaria, pensando sus términos en relación con ese Real irreductible en un intento de encontrar las cifras, los matemas, que conduzcan a discernir su operatoria. El Acontecimiento político no es el resultado de un programa, desde el cual algunos iluminados estén en posesión de un saber, sino que tiene un estatuto de real. En su imposibilidad de planificarlo, es imprevisible desde los posibles de una situación; su condición es de azarosa contingencia, su consistencia es ínfima por ser evanescente, su destino es desaparecer apenas surgido. En su fulgor presentifica el vacío que toda situación contiene, porta lo único que una verdad deja entrever, su inconsistencia, su zona de vacío, lo no sabido de una situación.
Por consiguiente, la verdad no es de un Amo, ni de un ideal que la sostiene, sino que se produce en situación desde el Acontecimiento.
La dimensión subjetiva toma su lugar preponderante efectuando las operaciones de intervención nominativa, desde donde los sujetos comprometidos en un procedimiento de verdad extraen las consecuencias del acontecimiento, potenciando las marcas de ruptura y novedad que el acontecimiento por sí mismo no podría sostener: es el procedimiento que Badiou nomina Fidelidad, y conlleva sus procedimientos de escritura.
Retomando el decir del psicoanálisis –”la masa no piensa”– y el axioma de Badiou –”la gente piensa”–, se produce una disyunción más que interesante. Badiou designa la masa interviniente en un acontecimiento político como un infinito de singularidades desligadas del estado de la situación, como un múltiple al borde de un vacío, presentable pero no representado por el Estado.
La actividad propia de la Política residiría en preservar la ruptura del vínculo: bajo esta condición de desvinculación se produce la “porosidad al acontecimiento, la flexibilidad dispersiva ante el fuego de lo imprevisible”. Entonces, “aquello que debe advenir no es sino la multiplicidad afirmativa de las capacidades”.
* Psicoanalistas. Miembros del Área de Lecturas Lacanianas de la Asociación Escuela Argentina de Psicoterapia para Graduados.
** Licenciada en Filosofía.
El texto forma parte del trabajo “El pensamiento de Alain Badiou en su contemporaneidad con el psicoanálisis”.
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