El filósofo habla del ser y la matemática

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El filósofo habla del ser y la matemática

Hacia una nueva idea de verdad

El autor de El Ser y el Acontecimiento, uno de los tratados filosóficos más importantes de las últimas décadas, se refiere a la esterilidad de los juicios apocalípticos que anunciaban el fin de la filosofía. Además propone superar el nihilismo que caracterizó la historia intelectual del siglo XX

Badiou: renace el interés por una filosofía afirmativa y racional. Foto: Marcelo Gómez

Alain Badiou es, sin dudas, una de las máximas figuras de la filosofía contemporánea. Es director de tercer ciclo en la Universidad de París VIII, profesor en la Escuela Normal Superior y en el Colegio Internacional de Filosofía, y autor de una vasta obra que incluye ensayos filosóficos, políticos, científicos y textos literarios. Entre sus títulos se destacan Deleuze, El clamor del Ser”, donde se confronta con su “adversario filosófico” en torno a los conceptos de acontecimiento y multiplicidad, y El Ser y el Acontecimiento, su trabajo fundamental -y acaso uno de los libros más importantes de la filosofía de las últimas décadas del siglo XX-, en el que, partiendo de la relación entre matemática y filosofía, plantea la posibilidad de pensar una nueva idea de verdad, acorde con las condiciones de nuestro tiempo.

 

Decir que Badiou estuvo de visita en la Argentina no sería del todo acertado porque, en realidad, desarrolló una intensa actividad. Dictó conferencias, seminarios breves, participó en programas en diversos medios, e incluso firmó ejemplares de El Ser y el Acontecimiento (editorial Manantial). Al intentar explicar la enorme repercusión de su presencia en la Argentina, arriesgó que “el período de deconstrucción, el período de escepticismo acerca de las posibilidades de la filosofía está debilitándose” y que “esto lleva a que la gente se interese por una filosofía más afirmativa, más racionalista, capaz de proponerle al pensamiento, a la acción, algo distinto de una resignación ante el mundo tal cual es”.

Badiou se define a sí mismo como “un luchador contra el nihilismo y la especialización contemporáneos”. Su esfuerzo se orienta hacia la búsqueda de una verdad entendida como singularidad universal. Esa verdad que, originada en el acontecimiento y en la labor del sujeto, adquiere valor universal, se relaciona tanto con el rigor de la ciencia como con la sensibilidad poética y amorosa.

-Al leer El Ser y el Acontecimiento, lo que sorprende es el lugar que se le concede allí a la matemática. Si bien entre filosofía y matemática hay una estrecha relación que se remonta a los orígenes de ambas disciplinas, una expresión como “la matemática es la ciencia del ser en tanto ser” parece demasiado arriesgada.

-Mi tesis es, en efecto, que la matemática es el pensamiento del ser indeterminado, es decir, del ser sin cualidades, sin sus predicados particulares. Cuando se reduce lo que es a la pura propiedad de ser, se encuentra una especie de abstracción pura que no se distingue de aquélla de la que habla la matemática. Y en ese sentido yo digo, efectivamente, que la matemática es la ontología . Esto no quiere decir que el ser sea matemático, sino que la matemática es la escritura apropiada para el pensamiento del ser. Esto indica, al mismo tiempo, una suerte de depuración de la filosofía. La filosofía va a ocuparse de algo diferente de la cuestión del ser, pero teniendo en cuenta el hecho de que el pensamiento del ser es matemático. La filosofía será, entonces, teoría de verdad y no teoría del ser.

-¿Aquí interviene el concepto de acontecimiento?

-Así es. Porque, si la verdad no es una estricta consecuencia del ser, es preciso que entre el ser y la verdad haya algo, algo que no sea el ser, y que sea más bien como una suerte de desaparecer. Una aparición-desaparición . Eso es lo que yo llamo acontecimiento. Es una suerte de azar que viene además del ser y que va a estar en el origen de toda verdad. De ahí el título de mi libro El Ser y el Acontecimiento, que quiere decir, también, “el ser y la verdad”, y “la matemática y la filosofía”.

-Esta verdad de la que debe ocuparse la filosofía, ¿es una verdad universal?

-La relación entre universalidad y singularidad es esencial para entender qué es la verdad. Si en el origen de lo que llamamos verdad está el azar de un acontecimiento, entonces toda verdad es absolutamente singular. Y los sujetos de esta verdad, los sujetos que son fieles al acontecimiento, son también sujetos singulares que trabajan en situaciones particulares. Pero, al mismo tiempo, no tendría ningún sentido hablar de verdad si esta fidelidad al acontecimiento fuera estrictamente singular. Si no le interesara a nadie más que a los que están en esa cuestión, tendríamos, no una verdad sino, simplemente, una realidad particular. Entonces, hay que pensar que esta fidelidad singular al acontecimiento construye algo que tiene un valor universal. Y los conceptos más importantes de El Ser y el Acontecimiento pretenden mostrar que puede existir algo como una singularidad universal . Eso es una verdad: algo singular del lado del acontecimiento y universal del lado de las consecuencias. Lo importante es entender bien cómo, a partir de un acontecimiento absolutamente singular (la Revolución Francesa de 1789, por ejemplo), en una situación particular (en este caso, la Francia de fines del siglo XVIII), fue construido algo que es universal porque involucra a la humanidad en su historia completa.

-¿Se puede hacer un balance de la filosofía del siglo veinte?

-La situación de la filosofía en el siglo XX fue, como usted sabe, muy compleja. Me parece que las principales corrientes de la filosofía se apresuraron al llegar a la conclusión de un fin de la filosofía en su forma tradicional. Para dar los principales ejemplos, tanto el positivismo lógico como la filosofía analítica sostuvieron que el juicio metafísico estaba desprovisto de sentido y que la filosofía en su forma tradicional debía ser reemplazada por un análisis lógico de las posibilidades del lenguaje. Heidegger mismo anunció que estábamos en el período del fin de la metafísica y que se debía esperar el paso hacia lo que él llamaba “un pensamiento”. El marxismo, por su parte, proclamó rápidamente que la filosofía había sido una interpretación del mundo y que debía ser reemplazada por la transformación revolucionaria de ese mundo. Y, en los umbrales del siglo, hemos tenido a Nietzsche que también anuncia, según su propia expresión, que va a romperse en dos la historia del mundo y que la vieja complicidad entre la metafísica y la religión cristiana va a quebrarse. Es muy llamativo que corrientes tan opuestas entre sí hayan puesto por delante, casi todas, la cuestión de un fin de la filosofía, es decir, de un fin de lo que había empezado con Platón. Y en ese sentido, el siglo ha sido antiplatónico de manera esencial.

Mi propia posición en este momento en que comenzamos un nuevo siglo es que hay que volver sobre este juicio y considerarlo como una suerte de síntoma apocalíptico del siglo XX. La idea de que el siglo XX ponía fin a un gran período histórico fue muy poderosa, pero yo pienso que ahora está saturada y que es improductiva. Si queremos mantener la filosofía con vida y hacer de ella algo más que una especialidad universitaria, debemos asumir el riesgo de ir más allá de ese nihilismo que celebra la impotencia del pensamiento, y atrevernos a proponer, atendiendo a las condiciones de nuestro tiempo, una nueva idea de la verdad. .

Con la autorización para su reproducción

Para La Nación, Buenos Aires 2000.