Nietzsche y la transvaloración del esquematismo kantiano

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Nietzsche y la transvaloración del esquematismo kantiano

Este esquematismo de nuestro entendimiento, con respecto a los fenómenos
y a la mera forma de ellos, es un arte escondida en las profundidades
del alma humana, cuyas verdaderas operaciones difícilmente
le adivinemos alguna vez a la Naturaleza, y las pongamos
en descubierto a la vista

Immanuel Kant

 

Trata el presente escrito de bosquejar acaso una línea de lectura sobre el pensamiento de Friedrich Nietzsche y su relación con la filosofía de Immanuel Kant. Explora sobre el tema del esquema y esquematismo como la constitución de los fenómenos en representaciones del entendimiento y la salida del planteamiento trascendental como realidades en sí. Señala el carácter artificial del esquema como una voluntad de poder bajo necesidades anímicas de la existencia como fundamento de aquél. Menciona el antagonismo entre la existencia y el devenir en su relación con el tiempo y los modos contrarios de interpretarlo; pero de esto queda más sugerido que explorado. Cabría sólo recordar aquí que el esquema kantiano, como producto del proceso del que lleva nombre (esquematismo), es la síntesis de lo racional y lo sensible en el conocimiento, y que éste, el esquema, es tanto resultado como regla de síntesis de los conceptos puros y empíricos;[1] por lo que se implica una relación en el modo de afección con las cosas, con la realidad, con el mundo.

Uno de los intersticios del sistema kantiano corresponde al esquematismo como mediación y síntesis de las categorías con los fenómenos; esto es, la subsunción de un predicado universal con un fenómeno particular.[2] Los vericuetos kantianos establecen toda una mediación de representaciones provenientes tanto del entendimiento como de la sensibilidad, en un proceso que se aleja de lo empírico (a posteriori) para hacer coincidir la intuición sensible pura (a priori) con las reglas en que sus determinaciones o modos de afección se subsumen a conceptos como aplicación de las categorías. [3] En términos más simples; Kant purifica los mecanismos del conocimiento de la empíria para probar su universalidad y necesidad desde la unidad de síntesis de las representaciones (de ambas fuentes: entendimiento y sensibilidad) como condición formal de los fenómenos.[4] El sentido interno, el tiempo, como forma de sensibilidad es dicha condición en la aplicación de las categorías;[5] sin embargo, aún hoy se discute si el fundamento de éstas se encuentra en el entendimiento o en el sujeto.[6] En ambos casos, lo que interesa mostrar es cómo el esquema trascendental kantiano es el punto propicio de la síntesis pura como desplazamiento de la materialidad o incluso, realidad de la experiencia a favor de su idealidad.

            El esquematismo kantiano es la síntesis de la imaginación y su regla bajo la forma pura del tiempo es la determinación de éste como representación de los pensamientos o conceptos puros alejados de todo material empírico.[7] El esquema es el corte o monograma del tiempo como el continuo devenir de los fenómenos, una pausa en el tiempo como regla de unidad de lo múltiple;[8] el paso previo a su constitución como objeto de un juicio subsumido por las categorías del entendimiento. El carácter normativo de la razón es un factum aún en el modo del entendimiento; la necesidad de la regla es el enfoque propiamente normativo con el que la crítica kantiana (las tres críticas) concibe a la razón. El orden incluso está garantizado desde la sensibilidad; no se trata de sensaciones sino de formas de la intuición: externa e interna. [9] El tiempo como intuición interna es el que garantiza ese orden como la condición formal de lo múltiple y la conexión de todas las representaciones,[10] “en la medida en que estas debieran estar interconectadas entre sí a priori en un concepto, conforme a la unidad de apercepción”.[11]

El esquematismo que proporciona la regla de la síntesis y el esquema como resultado de ésta es el arte escondido en las profundidades del alma; traza el límite entre sensibilidad y razón, propiamente entre la sensibilidad pura (el tiempo) y la razón aplicada a conocer objetos (el entendimiento) Este arte con respecto a los fenómenos queda oculto como una desconocida raíz común entre razón y sensiblidad;[12] el esquematismo como regla de unidad en tanto síntesis pura de lo múltiple se realiza por la facultad de la imaginación.[13] En este punto habrá que considerar que el esquematismo, como proceso de subsunción de las categorías, se encuentra en la órbita de la revolución copernicana, las afirmaciones del objeto parten de la actividad subjetiva.[14] El problema que permanece en éste es el de la objetividad, ya que ésta se remite a las categorías del entendimiento cuya unidad sintética presupone la unidad de la apercepción (el Yo o sujeto).[15] Un ejemplo fundamental es la categoría primera de “realidad”:

Realidad es, en un concepto puro del entendimiento, aquello que corresponde, en general, a una sensación; aquello, por tanto, cuyo concepto en sí mismo indica un ser (en el tiempo); negación [es aquello] cuyo concepto representa un no ser (en el tiempo). La oposición de ambas ocurre, por tanto, en la diferencia del mismo tiempo, como un tiempo pleno o vacío. Puesto que el tiempo es sólo la forma de la intuición, [y] por tanto, de los objetos como fenómenos, entonces aquello que en éstos corresponde a la sensación es la materia trascendental de todos los objetos como cosas en sí (la cosidad, realidad). Ahora bien, toda sensación tiene un grado o una cantidad, por la cual puede llenar más, o menos, el mismo tiempo, es decir, el sentido interno, respecto de la misma representación de un objeto, hasta cesar en la nada (=0=negatio). Por eso es una relación y conexión, o más bien, un tránsito de la realidad a la negación, lo que hace representable toda la realidad como un quantum, y el esquema de una realidad, como [esquema] de la cantidad de algo, en la medida en que ello llena el tiempo, es precisamente esta generación continua y uniforme de ella en el tiempo, al descender, en el tiempo, a partir de la sensación que tiene un cierto grado, hasta la desaparición de ella; o al ascender gradualmente, desde la negación, a la cantidad de ella.[16]

 

El aspecto que se destaca es la implicación de la materia trascendental como realidad en sí y la sensación como afección del sujeto; en ambas subyace el ser en el tiempo. Éste, como forma de la sensibilidad en tanto intuición interna; una disposición subjetiva no intelectiva pero sí ordenadora. Este ordenamiento pertenece al esquematismo en tanto hace posible la medición de la realidad material como tránsito de la sensación en el tiempo; así el ser en el tiempo resulta el tiempo pleno y el no ser, el vacío.

Por otro lado, contrapone a la categoría primera con el ser; éste queda reducido a la subsunción categorial y excluido como realidad en sí; parecería por un momento que dicha categoría encerraría un círculo in probando en tanto incluye en la definición de la categoría de la realidad a la realidad en sí. Pero el horizonte implicado es el conocimiento como actividad de la razón dirigida a objetos, éste es el entendimiento; en tanto entendimiento tiene que partir o comenzar con lo dado por la sensibilidad (sea la sensación a posteriori o la sensibilidad a priori) En ambos casos se trata de representaciones, tanto si es material como si es pura; y en ambos casos es la imaginación (Einbildungkraft) quien realiza la síntesis entre lo sensible y lo inteligible; pero para realizar dicha síntesis es menester abstraer la materia, el ser y reducir la sensación a la quantum de su intensidad.


            A este andamiaje de la razón en el modo teórico, esto es, como entendimiento dirigido a objetos, Nietzsche opondrá una transvaloración más que una metacrítica del conocimiento. Así, reconfigurará las oposiciones kantianas con una perspectiva nueva, modificando tan sólo la imaginación por la invención (Einfinderishekraft). Si la primera tiene la connotación en alemán de poner o dar en forma (Bild), la segunda es la de hallar o descubrir (finde).[17] Este cambio de perspectiva remite a una necesidad de invención cuyo motivo es la necesidad de seguridad, de comprensión rápida fundada en signos y sonidos, de abreviaciones.[18] La modificación entre la necesidad lógica y regulativa es sustituida por motivaciones de carácter anímico, las categorías son un invento motivado por necesidades psicológicas no racionales.

            ¿Por qué la invención que a su vez es un hallar crea categorías que expresan un estado de ánimo como afección subjetiva? Con esto estaría Nietzsche colocándose en una posición subjetiva irracional pero no muy distinta de la investigación trascendental kantiana; el conocimiento como invención no es más que la expresión anímica de un sujeto. Sin embargo, Nietzsche antepone que es la invención la que imagina las categorías, pero la invención como fuerza está determinada por nuestra existencia y no por leyes; éstas (las leyes) son determinaciones de la existencia y de la fuerza.[19] De ese modo, “nuestras condiciones de existencia prescriben las leyes más generales en el interior de las cuales vemos, podemos ver formas, figuras, leyes”. (NF 6[8]) La existencia y no el sujeto es el modo en que es concebible un mundo regulado, medible, formado; la necesidad de prescribir semejantes leyes expresa una necesidad de orden muy distinto a la razón; la consideración de lo anímico expresándose en esa legislación es fundamentalmente un fuerza existencial, un poder:

 

De hecho, la lógica (lo mismo que la geometría y la aritmética) no es valiosa más que por las verdades ficticias que  nosotros hemos creado. La lógica es el intento de comprender el mundo real según un esquema de ser  (Seins-Schema ) establecido por nosotros para hacérnoslo más exacto, más formulable, calculable…[20]

 

Las leyes de la lógica, la geometría y la aritmética, las leyes qua leyes son una ficción regulativa de la fuerza inventiva como voluntad de poder; el esquema es la voluntad de domino sobre el ser.[21] He aquí la transvaloración culminada y la salida a un planteamiento trascendental y subjetivista. El esquema de ser invierte los valores asignados a las representaciones o manifestaciones, ya no se trata de un problema de orden cognoscitivo o epistémico solamente, ni tampoco se limita al orden antropológico o psicológico como parecía en un principio, sino que es un asunto ontológico fundamentalmente.[22] De este modo el ser adquiere sentido a partir de las expresiones de la afección de la existencia; el orden es el sentido expresado por la necesidad anímica que inventa las categorías, los conceptos se crean para afirmar la propia fuerza de la existencia frente al ser.

            La raíz de este antagonismo entre existencia y ser debe considerarse a partir de la noción de tiempo; el conocimiento excluye al ser en tanto pretende fijarlo en categorías en serie.[23] El ser de los fenómenos es devenir, la realidad en sí que constituye el fenómeno es esta fluidez a la que se opone la fijación de los conceptos.[24] El mundo como la totalidad de los fenómenos queda así como informulable, contradictorio, en relación a la voluntad de poder del conocimiento; este último no es más que interpretación del devenir, una proyección de sentido sobre fenómenos seleccionados, un mero artificio.[25] Así el tiempo en serie de las categorías como sentido ordenador se opone al devenir contradictorio de los fenómenos como realidad en sí, pero se afirma como voluntad de poder en tanto introduce el orden en el devenir; interpreta éste como una determinación regular y calculable.

El que algo suceda regularmente y suceda previsiblemente no implica que suceda necesariamente, El que un quantum de fuerza se determine y se comporte en cada caso determinado de una sola forma no 1o convierte en “voluntad no libre”. La “necesidad mecánica” no es un hecho: nosotros somos los que la hemos introducido primeramente en el acontecer en el acto mismo de interpretarlo. Hemos interpretado la formulabilidad del acontecer como consecuencia de una necesidad que gobierna por encima del acontecer. Pero el que yo haga algo determinado no implica, en ningún caso, que lo haga compelido. La compulsión no es en absoluto demostrable en las cosas: la regla demuestra solamente que uno y el mismo acontecer no es a la vez un acontecer distinto. Sólo porque hemos introducido sujetos, “actores”  en las cosas al interpretarlas, surge la apariencia de que todo acontecer es la consecuencia de una compulsión ejercida sobre sujetos -¿ejercida por quién? nuevamente por un “actor”. Causa y efecto  -un concepto peligroso mientras se piense en un algo que causa    y en un algo sobre el que se obra efecto.[26]

 

Así, la trasvaloración operada por Nietzsche sobre la constitución de un sujeto determinante de los fenómenos termina por hundirlo como una producción artificiosa como una forma de voluntad de poder.[27] La afirmación de la regularidad y el orden constitutivo del tiempo lineal interpreta el retorno de los fenómenos como necesidad lógico-subjetiva (entendimiento); el tiempo, como la forma del entendimiento en tanto actividad del sujeto, es la voluntad de dominio sobre un el retorno contradictorio de los fenómenos.[28]

La existencia expresa sus necesidades anímicas bajo el sentido del tiempo lineal subsumiendo el devenir en la ficción del conocimiento por categorías. El conocimiento es falso con respecto al mundo de los fenómenos: interpreta el devenir en lo que ella misma (la interpretación) introduce en el devenir; así el conocimiento pareciera moverse aún bajo la órbita de la revolución copernicana pero debilitado por su carácter ficticio. Pero tampoco existe sujeto alguno, éste como el conocimiento es una interpretación; lo que constituye al intérprete no es una serie de representaciones ordenadas por la necesidad lógica, sino que la necesidad existencial de una voluntad de dominio sobre el devenir es la que encuentra (inventando) esa serie de normas y leyes: el esquematismo trascendental es una ficción producida por la voluntad de poder como esquema de ser. Es tanto la voluntad de ilusión sobre la creación del orden representado e impuesto al devenir de los fenómenos, como voluntad de dominio en tanto la existencia se relaciona con el devenir de manera antagónica y expresa así su fuerza.

 

 

 

 

Bibliografía

1.     Kant, Immanuel, Crítica de la razón pura, FCE, México, 2009

2.     Martínez Marzoa, Felipe, Desconocida raíz común, Visor, Madrid, 1987

3.     Rosales Alberto, Ser y subjetividad en Kant. Sobre el origen subjetivo de las categorías, Editorial Biblos, Buenos Aires, 2009.

4.     Nietzsche, Friedrich. “De los Fragmentos Postumos”, en

5.       http://www.nietzscheana.com.ar/textos/de_los_fragmentos_postumos.htm visto por última vez el 20 de Enero de 2014

 

Citas bibliográficas


 [1] Cf. Kant, Immanuel, Crítica de la razón pura, FCE, México, 2009. (A137/B176) [Se cita conforme al canon: A para las líneas de la primera edición y B para la segunda).
[2]   Cf. Ibídem., B180/A141.
[3]   Cf. Idem.
[4]   Cf. Ibídem., B35 y ss.
[5]   Cf. Ibídem., B178/A139.
[6]   Cf. Rosales Alberto, Ser y subjetividad en Kant. Sobre el origen subjetivo de las categorías, Editorial Biblos, Buenos Aires, 2009, pp. 20 y ss.
[7] Cf. Ibídem., B179/A140-B180/A141.
[8]  Cf. Ibídem., A142 y A139.
[9]   Cf. Ibídem., B34/A20.
[10]   Cf. Ibídem., B178/A139.
[11]   Ibídem., A142.
[12]  Cf. Martínez Marzoa, Felipe, Desconocida raíz común, Visor, Madrid, 1987.
[13]  Cf. Ibídem. , Cf. A142/B181.
[14]  Cf. Rosales. Op. Cit., pp.31 y ss.
[15]  Cf. Kant. Op. Cit., A142.
[16]  Kant. Op. Cit., A143/ B183.
[17]  Nietzsche, Friedrich, Fragmentos póstumos. ( Se cita NF por Nach Fragmente y el número) 6[11] http://www.nietzscheana.com.ar/textos/de_los_fragmentos_postumos.htm Visto por última vez el 20 de Enero de 2014
[18]  Cf. Idem.
[19]  Cf. Ibídem., 6[8] y 6[11].
[20]   Ibídem., 9 [97].
[21]   Cf. Ibídem., 35[35].
[22]   Cf. Ibídem., 9[97].
[23]   Cf. Ibídem., 9[89].
[24]  Cf. Idem.
[25]  Cf. Ibídem., 1[115] y 2[82].
[26]  Ibídem., 9 [91].
[27]  Cf. Ibídem., 2[151].
[28]  Cf. Ibídem., 11[203] y [213].