La confrontación de Heidegger con la posición extrema de la verdad en Nietzsche

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La confrontación de Heidegger con la posición extrema de la verdad en Nietzsche

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Intentaremos llevar a cabo un diálogo que tiene lugar en la confrontación que otea el mismo Heidegger con respecto al pensar de Nietzsche. Según Heidegger, la confrontación es la única manera de apreciar verdaderamente a un pensador. Pero, el pensar de Nietzsche va más allá del propio Nietzsche. El pensar esencial de un pensador va más lejos de lo que éste diceporque, siéste es esencial, salta al ámbito de lo no dicho (lo inaparente). En un primer momento, podríamos decir que el pensar de Nietzsche alcanza el dominio incondicionado dela totalidad lo que ‘es ahora’, sin embargo, habrá que suponer que el pensar fundamental o “único” de Nietzsche aún no está resuelto. El pensar fundamental de Nietzsche no deja de ejercer su influencia en tanto que es el último proyecto de la metafísica-mismo que conduce al ocaso de la metafísica occidental. Desde la interpretación de Heidegger, Nietzsche significará el final de la historia del ocultamiento del ser, y no otro inicio.Por ello, se tiene que comenzar  propiamente con el pensar que inicia el final.[1]Nos dice Zarathustra: Todos hablan de mí, pero nadie piensa en mí, […] el ruido que en torno mío promueven tiende un manto sobre mis pensamientos.[2]

…de este modo se coloca a la filosofía de Nietzsche en aquel puesto desde el cual únicamente puede y tiene que desplegar su fuerza pensante más propia en la confrontación, que se ha tornado inevitable, con la totalidad de la filosofía occidental hasta el momento.[3]

 Sin embargo, en cuanto pensador, Nietzsche piensa de antemano y siempre desde el proyecto del ente en su totalidad, este proyecto que piensa el ser del ente en su totalidad es la voluntad de poder, ante ello, Heidegger se pregunta: ¿Qué sucede con la verdad de este proyecto? ¿Qué sucede con la verdad de los proyectos metafísicos y de todos los proyectos pensantes en general?[4] Pero, con el proyecto de Nietzsche, parece que algo enorme se ha quebrado, parece que algo sagrado ha sido violenta e íntimamente transformado, en una palabra, parece que se halla quebrantada la esencia misma de la verdad.

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El nihilismo se ha descubierto. El nihilismo se refleja desde la posición final de la filosofía moderna. Esta ‘última posición’ metafísica será el  primer asunto que tomaremos en cuenta, para ello, habríamos de considerar, por un lado, dónde ejerce el nihilismo su de-limitación con respecto a la metafísica y, por otro, desde dónde considerar el carácter de consumación bajo el que queda sellado como ‘última’ determinación. Presumiblemente, esta última posición metafísica transfiere a una extrema situación la determinación de la verdad, en la que un movimiento fundamental de la historia se vuelca radicalmente hacia una total transformación del ente en su totalidad.

Las ‘terribles conmociones’que Nietzsche preveía para nuestro tiempo son una consecuencia del traslado a esta transformación fundamental de la historia. Dicha transformación va de cabo a rabo uncida en la apariencia de lo ‘sin medida’, de lo incondicionado, pero ello también es la consecuencia de una más profunda negligencia, pues en el fondo esta aparente carencia de sentido, de medida y de valor, viene delimitada no desde una llana ausencia, sino desde una demasía de ‘presencialidad’. Y, no obstante, ‘nihilismo’ vendría siendo la determinación de la verdad en la ‘época’ de la aparente carencia de sentido.

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El ámbito de ausencia, negatividad y negligencia no es lo que primordialmente entrega el nihilismo, antes bien, su envío destinadoroso[5] se halla en el carácter en que la verdad como des-ocultamiento se torna la corrección de lo real y, en ello, justamente, se halle la esencia del nihilismo como la consecuencia radical de una transferencia de la verdad a una estima valorativa, donde, además, la verdad guarda su delimitación como error, como no-verdad, como la más grande mentira; la verdad misma es entonces transferida a una nada. Sin embargo, toda negación es ya una seña, seña desde la que esta ‘sin medida’ resulta no sólo mera apertura de lo ‘ilimitado’, sino como primera indicación de la más honda y abarcadora ‘faltade medida’.

La metafísica, en tanto platonismo, ha dado por primera vez la pauta para que todo lo sensible se mida con respecto a lo suprasensible. Lo suprasensible en tanto ideal es lo deseable, lo querido, lo mejor, en ese sentido, la historia de la metafísica se ha visto condicionada por una ‘estima valorativa’. Para Nietzsche, se trata del despliegue de ‘la historia de la moral’, de tal suerte que la propia historia occidental se determinaría, para éste, como la metafísica de los valores. Entonces -en tanto cada época de esta historia se funda en la correspondiente metafísica–, en la posición del acabamiento de la metafísica, el modo de pensar que lleva a cabo la estimación misma, es el ‘modo de pensar’ que supera todas las perspectivas habidas hasta ahora. El ‘poder que mira lejos’ es el pensar que instaura valores, en este instaurar se vuelve consistente el ente en su totalidad, de manera que este poder, en cuanto ‘suprema voluntad de poder’, se vuelve el principio de la nueva posición de valores, y con ello el in-condicionado volver consistente lo que deviene en su totalidad.

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Si la voluntad de poder se alza como el principio único de la posición de valores, entonces tiende a una transvaloración, a una nueva toma o posición de valor, desde donde se exige que cambie todo ente en su totalidad, en tanto que nada deben valer ya las posiciones de valor válidas hasta el momento. Estrictamente pensada, dice Heidegger, la tran-valoración [Umwertung] sería el re-pensar [Umdenken] del ente en cuanto tal en su totalidad, pero en referencia a ‘valores’, lo que significacondicionar todo ente en su ser como voluntad de poder y como eterno retorno de lo mismo de manera in-condicionada [unbedingt].

La instauración de nuevos valores como instancias de poder, son dispuestas no sólo como metas y proyectos ante una asfixiante ‘falta de sentido’, donde el sin-sentido se vuelve aliciente para fijar, crear y determinar sentido, sino que, la falta de sentido, y la necesidad de poner otro, sólo es una débil consecuencia de la decadencia de una mirada impropia y negadora del nihilismo ‘incompleto’. En sentido estricto, la decadencia no es consecuencia del nihilismo; “es un ‘error’ aludir como ‘causa’ del nihilismo a ‘calamidades sociales’, a ‘degeneraciones fisiológicas’ o incluso a la corrupción”.[6] El nihilismo no es su causa, éste, más bien, tiene su legalidad en el modo como se ha desplegado la propia historicidad de la historia occidental. Este decaimiento tampoco es consecuencia de aquella culminación que implica el pensar de Nietzsche, donde es vuelto como la fase final de la metafísica. Por un lado, la culminación va implicar: lo ya no más (el ser hecho ente) y, por otro lado, el ‘comienzo’ del final en todo su esplendor (el nihilismo) en el que -del ser- no hay nada. Sin embargo, esta nihilidad no significa una mera carencia de sentido o una disolución de todo en la mera ‘nada nula’, en cambio, sí alude a ese “último” ocultamiento que en sí mismo guarda una in-decisión, pero que, por ello, el nihilismo se vuelve ‘prometedor’.

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De este modo, la verdad sale a la luz en la proximidad con la nada, pero ahora sólo a partir de lo que se ‘comienza’con esta delación del nihilismo. El nihilismo, desde la época de la carencia de sentido, también permite otear la falta como falta, el olvido como olvido ‘del’ ser, donde la nada atañe al ente de manera más propia. No obstante, para Heidegger, Nietzsche constituye el cumplimiento de un envío ‘histórico-destinal’, donde la voluntad de poder o la época del gigantesco poder indeterminado del ente se anuncia como nihilismo. Lo epocal o destinal vendría siendo el ocultamiento de un extremo olvido del ser, en el que se funda la historia de la metafísica que, para Nietzsche, habrá que entenderse como la historia de la moral.

En este sentido, Nietzsche pertenece a lo que se ha decidido ya, como la ‘época del ser’, como denegación o sustracción, ya que sólo desde este ámbito es como se despliega la raíz del extremo poder del ente. Esto que se ha decidido ya, es ‘eso’ no dicho ni conocido por el pensador. La verdad esencia como ocultamiento. Desde estas consideraciones, podríamos decir, desde Heidegger, que, alétheia serepone, reposa y acaece en el más hondo ocultamiento, silencio y misterio

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Teruya

Ser y verdad,nos dice Heidegger, quedan avistados en una cercanía, en un único instante de toda la historia del pensamiento occidental.[7] El ‘ser’ cobra el papel fundamental de la filosofía porque el ser es experimentado como ‘vida’, y la vida como voluntad de poder. La ‘consistencia’ será aquella designación de lo que, en la metafísica moderna, queda avistado en sentido amplio como ‘ser’, es decir, como condición de la vida dispuesta por ella misma, asegurándose consistencia. “Si la voluntad de poder aparece como la realidad de lo real y debe permanecer determinante, entonces la ‘vida’, como constante devenir, debe ingresar al rasgo fundamental del ser y debe así él mismo querer ese ‘devenir’-en cuanto voluntad de poder– como ser”.[8] En la medida en que el proyecto conductor de toda metafísica representa el ente en general en dirección de su entidad, y la entidad como lo que ‘el representar se representa’, se pone al ente en cuanto tal en lo abierto de la consistencia y de la presencia. La voluntad de poder es la condición primera de este volver consistente, y con ello guarda una conexión esencial con el proyecto conductor de la metafísica. Para decirlo en breve, la historia de la metafísica es la objetivación del propio ser, el pensar se relaciona con su objeto a manera de representación.

Por ello, Heidegger ha pensado a Nietzsche en torno a su posición metafísica, como aquél que demarca un momento histórico, en primera instancia, porque es el momento en el que el hombre se apresta a asumir el poder sobre la tierra en su totalidad, así, “la metafísica nietzscheana de la Voluntadde poder debe realizar una nueva determinación del lugar del hombre”.[9]

El ser de lo ente aparentemente guarda su medida desde lo humano demasiado humano, pero la medida está delimitada desde la verdad de lo ente. El ente-hombre guarda su raíz desde una voluntad incondicionada, y no se da cuenta, cree inocentemente que él mismo es el libre conductor de sus planes. El ente en su totalidad se des-cubre de modo incondicionado porque la voluntad de poder es la condición del ente. En el ámbito del nihilismo, la solidez del ente se volatiliza con la palabra ‘ser’. El ser se retrae, se retira en una última bocanada de humo; el ser se retrae en la consumación de una realidadevaporada. De otro modo, la consumación de esta misma ‘realidad’ queda delimitada por el concepto más vacío y general donde la realidad que en él se sostenía, se evapora. Se esfuma en una inadvertida medida, se des-encubre entonces que el fundamento del ente, el ‘ser’ del ente, es in-fundado, es una nada. Pero, si el último vapor es una “ilusión”, e ilusión es para Nietzsche el carácter de la verdad, ¿no tendría que haber una conexión importante entre la verdad, el carácter in-fundado del fundamento del ser del ente, y misma nada que sobreviene, que se descubre en el nihilismo?

No obstante, el ente se halla puesto al des-cubierto, aun cuando este poner al descubierto pertenezca al‘más ingenuo error del ser’ y a la más propia esencia de la verdad –aludiendo, desde Heidegger, a la raíz esencial de la antigua palabra: a-léteia, des-ocultamiento. Parece que un dominio peculiar del ser ‘sobre’ el ente en su totalidad ha sido decidido. Nietzsche sale al encuentro de aquel ‘más grave error’, nos dice: “[H]asta ahora nada ha tenido un poder de convicción más ingenuo que el error de ser…”. El vacío de la palabra ser que ve Nietzsche, sería ya consecuencia de un antiguo error y una larga negligencia, pero de la que él mismo forma parte;[10] negligencia que, en sentido estricto, es del ser mismo, puesto que el ser mismo se aclara al retraerse y, en este retraerse, da espacio a toda negativa, falta, ausencia, así como la posibilidad del error que se oculta como olvido.

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Callesen

Nietzsche mantenía abierta la dirección a la nada,por un lado, donde la nada habla en forma de signos, donde el olvido habla en forma de ecos. Por otro lado, lo vacío es considerado a partir de una negación, sin por ello avistar lo que posibilitaa ésta como tal. Desde esta última perspectiva, Nietzsche sólo apuntala hacia un ‘fundamento’ nulo, a la nada de la objetividad absoluta, donde, a la vez,  una subjetividad absoluta se hace cargo.

Dice Heidegger: en el último reflejo de la consecuencia más extrema del desocultamiento de lo ente (la objetividad absoluta), se atisba aquella mudanza en la esencia de la verdad volcada en el pensar de Nietzsche. Heidegger señala: “Al último proyecto de la metafísica le queda más alejado que nunca el pensar de la esencia de alétheia”, y por eso mismo, guarda una conexión esencial.

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Nietzsche pregunta de dónde nos llega ese impulso que tenemos por la verdad; Nietzsche parte de la pregunta por la verdad, pero, de modo que la ‘carecemos’. Bajo la forma de un impulso indeterminado que se nos escapa de las manos, porque está dada ya la referencia mediante la cual valoramos hasta la vida.

Pero, adónde conduce esa referencia del que pregunta por última vez y del modo más apasionado por la verdad.[11]A partir del pensar de Nietzsche, lo que rige como necesario para la totalidad de ‘todo lo viviente’, va a ser que “algo ‘tenga que’ ser tenido por verdadero, no que algo ‘sea’ verdadero”.[12] En este sentido, Heidegger ubica aquel fundamento esencial que viene determinando la totalidad de ‘lo que es ahora’, puesto que, en una dimensión histórica del pensar, la verdad se vuelve ‘la’ condición de la vida en tanto que sólo llega a ser verdadero lo que asegura la conservación de la vida y otorga su propio crecimiento. El sentido de esta determinación tiene que abarcar de esta misma manera total, al servicio de la vida, a su impulso y dirección, aquello que tenga que ser tenido por verdad. Asimismo, desde la vida se nombra lo que acontece, ‘lo que ahora es, como aquello que rige, donde todo se vuelve condición de la vida misma, y donde lo que es captado como ‘lo verdadero’ es determinado desde un impulso de aseguramiento y acrecentamiento.

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Para Heidegger, interrogar porla esencia o, mejor dicho, porla in-esencia dominante de la verdad, implica mirar de frente a la metafísica y no volver a perderla de vista, esto como una orientación esencial a una determinación en la transformación de la esencia de la verdad que ha sido decidida y “firmemente fijada y aún no ha sido cambiada de lugar, y lo domina todo”.[13] Pero, qué pasaría si, “en un sentido excepcional, un “médico filosófico”, aquel al que es incumbida la salud de pueblo, raza, época y humanidad, se aventurara a decir que, en todo el filosofar nunca se ha tratado de la “verdad”, sino de algo muy diferente, digamos, de salud, crecimiento, porvenir, poder, vida”.[14] Pero, si justamente no podemos eludir la época en la que crece un decaimiento total, un “estar-cansados-de la existencia”, una “voluntad de no-querer-más”, si “hasta al mismo fuego hemos fatigado”.[15] Entonces, cómo rige la vida en lo incuestionado de la verdad si, no obstante, ésta se convierte en enemiga de la vida y de lo mejor, como dice Nietzsche.

La voluntad de poder en tanto carácter fundamental del ente lleva el signo de la conservación y disponibilidad de un hacer aparecer, un ‘poner’ al descubierto. De este modo, Nietzsche, el más desatado platónico de toda la historia de la metafísica, en-frenta una crítica de los valores morales, como una crítica que a fuerza de martillo da al núcleo de la historia de la metafísica, misma que debería llevar por título la “historia de la moral”; como expresión del alejamiento de lo esencial de la vida.[16] Desenmascarar a la “verdad” como el enjuiciamiento moral sobre la existencia, apuntala al in-fundado fundamento que se inicia como metafísica, y que se encamina a su total despliegue y acabamiento en tanto modernidad.Con la “inversión del platonismo”, Nietzsche quebranta la ‘preeminencia de lo suprasensible’, como ideal, pero el ámbito sensible que rige entonces, tiene a la “vida” como el valor más alto, el valor que decide y, al mismo tiempo, pone de manifiesto a la verdad como la especie de error necesaria para la vida.

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La verdad, una especie de error que falsifica lo verdadero, aquello que es fijado y aquietado en el pensar representante, el consistente asegurar “la existencia consistente de lo viviente”; pero, no acaso volver consistente el devenir significa falsificarlo, disponerle error e incorrección; la verdad, entonces, es un valor necesario, pero no vale como medida suprema de valor. Pues, “la vida humana está toda ella sumergida profundamente en la falsedad”. Aun, cuando para Heidegger, la verdad ha perdido toda referencia a aléteia, la transformación más extrema de la esencia de la verdad viene a indicar un signo de su más propia esencia. Si la verdad es una especie de error, ilusión, mentira, ficción, una no-verdad, entonces se está aludiendo a una esencia negativa, nulificadora, nihilista que, no obstante, pone a la verdad en una extrema posición: la del acabamiento. En última instancia, decir que la historia se ha desarrollado como nihilismo, que éste sea su legalidad, parte de la consideración que el nihilismo niega el ser de la verdad de un modo harto peculiar; la verdad es ilusión, es no-verdad, una falsificación necesaria para la vida, pero, esa falsificación es un derivado de aquella corrección del representar y adecuación al ente. “La verdad es el tipo de error sin el cual un determinado tipo de seres vivos no podría vivir”. La “no” del no-ocultamiento da cuenta de una privación, un arrebato, una negación de ocultamiento. Alétheia, la temprana señal de replegarse que, en el más hondo abandono del ser, señala la ocultación en el extremo desvelamiento del ente determinado como voluntad de poder. Así, en cuanto extremo de la ocultación del ser, en el aparecer del ente es despejada la desocultación de la ocultación; cuándo y cómo, sólo se muestra como el último reflejo del ocultamiento del ser, es decir, en el ámbito del desocultamiento y aparecer de todo ente, es decir en el abandono del ser en el que se instala todo ente en el acabamiento de la metafísica. En sentido estricto, este aparecer es la última con-firmación del ocultamiento de la sustracción de Alétheia, pero Alétheia actúa a partir del ocultamiento y en el abrigo.[17]

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La verdad es abrigo del sustraerse y del errar; cada tono de negativa viene abriendo la posibilidad de un modo de equivocidad, y toda negación es ya un previo asomo de ocultación y, a su vez, la ocultación es ocultada en el olvido, en donde la cosa se nos escapa, pero es también aquello desde donde se hace posible algo así como el recuerdo. Por contrario que pueda sonar, el olvido es la diáfana posibilidad del recuerdo, dice Heidegger: sólo se puede recordar ahí donde algo ha sido olvidado.

Esto es, la inesencialidad[18] de la modernidad, es el fruto de una tergiversación más profunda del sentido que envuelve la alétheia en el inicio del pensar; Por ello, la meditación, que en primer lugar da con lo que se designa “metafísica”, como la historia del ser es llevada hasta el fin una decisión o bien indecisión sobre la verdad del ser, y donde la esencia de la verdad ágilmente se convirtió en la determinación de la esencia del conocimiento en general, “la verdad ya no es desocultamiento, como rasgo fundamental del ser, sino que tornándose corrección se vuelve el rasgo distintivo del conocimiento de lo ente”,[19] tanto del mundo como del hombre en cuanto tal. En ello, la verdad ha implicado que se tome algo como tal ente, que se le asegure al ente en medio de la totalidad del ente como tal, es decir, la verdad se volvió certeza, lo que se tiene por cierto es asegurado y, por tanto, asequible a representárselo; al tomarse como ente, se lo afianza, se toma por verdadero, y entonces se le conoce, de esa forma es como el hombre moderno ha llegado a adquirir una certeza descomunal de sí mismo. El hombre adquiere consciencia de sí mismo, pero en esta sobre-consciencia olvida lo que se le sustrae, lo que se le rehúsa y que peculiarmente le es más esencial en cuanto existente, la resolución a su finitud. Pero, entonces, nos movemos ante la cuestión de si acaso es la concepción del ser humano la que depende de la concepción de verdad dada en cada caso.

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Las esculturas son de Yuken Teruya y de Peter Callesen

http://www.creativetempest.com/sculpture/yuken-teruya/

http://www.creativetempest.com/sculpture/peter-callesen/

 

Visto el 24 de marzo de 2014

 



[1] Cfr. M. Heidegger, Preguntas fundamentales de la filosofía, trad. Ángel Xolocotzi, Comares, Granada, 2008, p.125. Cfr. Achèvement de la métaphysique, Gallimard, Paris. (GA 50 NietzschesMetaphysik / Einleitung in die Philosophie – DenkenundDichten).

[2] Cfr. F. Nietzsche,“De la virtud empequeñecedora”, Así habló Zarathustra, Editorial Planeta, Barcelona 1992.

[3]M. Heidegger, Nietzsche I, Tr. Juan Luis Vermal, Ed. Destino, Barcelona 2000, p. 372.

[4]Cfr. Ídem.

[5] Cfr. “La vuelta” en Filosofía, ciencia y técnica. Edición F. Soler y J. Acevedo, Editorial Universitaria, Santiago de Chile, 2007.Tomamos este vocablo de la conferencia mencionada, y consideramos que esa traducción se ajusta al sentido que intenta indicar el carácter destinal del nihilismo como olvido del ser, un destino necesario, pero eludible.

[6] F. Nietzsche. El nihilismo: Escritos póstumos, Tr. Gonçal Mayo, Ed. Península, Barcelona 1998, p. 31.

[7]Cfr. M. Heidegger, “La verdad del ser” en Heráclito (GA 55 Heraklit), Tr. Carlos Másmela, Ed. ElHilo de Ariadna, Buenos Aires, 2012.

[8]Ibíd., p. 127.

[9]Ibíd., p. 88.

[10] Cf. M. Heidegger, Introducción a la metafísica, tr. Ángela Ackermann, Gedisa, Barcelona, 1993, p. 42.

[11] Cfr. Aportes a la filosofía, Acerca del evento, Tr. Dina Picotti, Ed. Biblos, Buenos Aires, 2008, § 234.

[12] Cfr. M. Heidegger, Ejercitaciones en el pensamiento  filosófico, tr. Alberto de Ciria, Herder, Barcelona, 2012.

[13] M. Heidegger, “La doctrina platónica de la verdad” en Hitos, Tr. Arturo Leyte, Alianza, p.197.

[14] F. Nietzsche, Gaya ciencia, Prólogo 2ª Edición.

[15] Cfr. F. Nietzsche, “El adivino” en Así habló Zaratustra.

[16] Cfr. J. L. Vermal, La crítica de la metafísica en Nietzsche, Anthropos, Barcelona, 1987, p. 108.

[17] Cfr. § 8, b) “La alétheia como inicio y fundamento de la physis” en Heráclito.

[18] Para Heidegger, el hombre mantiene una relación de desproporción e inesencialidad respecto a su propia esencia, sin embargo, esta inesencialidad no tendría que ser comprendida sólo bajo un sentido negativo, es decir, como un defecto o una falta del hombre mismo en cuanto tal, sino principalmente esta in-esencialidad constituye el propio “fundamento” infundamentado en el que el hombre mismo reposa, es decir, el hombre, la existencia, se sostiene en esta falta de apoyo, como ausencia de suelo, entonces, este apoyarnos, tomar posicionamiento, tener asidero, se fundamenta precisamente en que esencialmente se carece de ello.

[19] “Doctrina platónica de la verdad” en Hitos, Alianza, tr. Helena Cortés, Arturo Leyte, Madrid, 2000,p. 195.

 

 

Bibliografía:

 

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______ Preguntas fundamentales de la filosofía. Tr. Ángel Xolocotzi. Comares, Granada, 2008.

______ Aportes a la filosofía. Acerca del evento. Tr. Dina Picotti. Biblos. Buenos Aires 2003.

_____ De la esencia de la verdad. (Sobre la parábola de la caverna y el Teeteto de Platón). Tr. Alberto Ciria. Herder. Barcelona 2007.

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______Fragmentos Póstumos. Volumen I (1869-1874). Tecnos. Madrid 2006.

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______El crepúsculo de los ídolos o cómo se filosofa con el martillo. Tr. Sanchéz Pascual, Alianza. Madrid 2009.

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-Montinari, Mazzino, Lo que dijo Nietzsche, Tr. Enrique Lynch, Ediciones Salamandra, Barcelona, 2003.

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-Gutierrez Lozano, Carlos, Ocaso de la metafísica y resurgimiento del pensar: Nietzsche y Heidegger, Editorial Torres Asociados, México, 2011.

-Vermal, Juan Luis, La crítica de la metafísica de Nietzsche, Anthropos, Barcelona, 1987.