Tod*s, todxs, tod@s, todes, todas y todos: el lenguaje es responsabilidad.

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A Margarita Palacios Sierra

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Introducción

El español, como todas las lenguas naturales, segmenta la realidad. Es una lengua que sólo se realiza y existe en uso: en las hablas. Es cambiante a la vez que permanente, o sea, histórica. La norma del masculino como genérico universal se ha vuelto, desde hace algunos años en varios países, un asunto polémico y controversial. Existen diversas posturas al respecto. Cada una con sus respectivos argumentos. Lo cierto es que hay tanto hablantes como académicos de la lengua (grupo A) quienes sostienen que es innecesario modificar esa norma. A otras y otros les parece insuficiente el masculino como genérico (grupo B), incluso excluyente e invisibilizador. Por otra parte, existen otrxs quienes no se asumen bajo identidades de género binarias masculino/femenino (grupo C).[1] De este último grupo nos ocuparemos en el presente trabajo.

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El género morfológico

Para explicar las polémicas interpretaciones es importante recordar que la historia de la lengua española, en tanto sistema, no está desligada de la historia de sus hablantes: las “muestras, a veces muy evidentes, de discriminación hacia las mujeres no es otra cosa que un fiel reflejo de actitudes y costumbres muy enraizadas en la sociedad”.[2] Así, las formas de discriminación hacia las mujeres en las gramáticas y en los diccionarios[3] no son otra cosa sino un fiel reflejo de actitudes y costumbres en las sociedades, siempre dadas en un espacio tiempo.[4]

En latín (lengua de la que proviene el protorromance y que  una de sus variedades devino después en el español), con la mínima excepción de los nombres propios[5], no existían sufijos que marcaran una misma base léxica como masculina o femenina; dice Rodríguez Diez:  

En efecto, el género del sustantivo latino, a diferencia de los otros dos morfemas nominales —caso y número—, era invariable; es decir, cada sustantivo se asociaba solamente con uno de los géneros que allí se distinguían. Cada sustantivo latino era masculino, femenino o neutro, y no presentaba variación de género; mientras que podía en principio asociarse a los diferentes casos y con cada uno de los dos números.[6]

Los distintos géneros (masculino, femenino, neutro, epiceno y ambiguo) no permanecen iguales; los géneros del sustantivo en ‘masculino’ y ‘femenino’ se van imponiendo, pero provocan a su vez una mayor generalización de la oposición basada en el fenotipo sexual (‘masc.’ – ‘macho’ / ‘fem.’ – ‘hembra’), lo que da lugar a la aparición de nuevas sustancias, nuevos valores de género en  sustantivos.

¿Qué sucede con el español? Existen cambios lingüísticos que al ser aceptados por comunidades de hablantes se convierten en sub-normas, como es el caso de  utilizaciones morfológicas incluyentes (y excluyentes, también). ¿Cómo ocurre esto? Las formas cuya morfología no marcan el género social, comienzan, con el tiempo y el espacio, a recibir nuevas interpretaciones (grupo B). El acervo léxico menos marcado, es decir, aquel que ha fungido como neutro (del latín ne/negación y uter/lo uno y lo otro; ni lo uno ni lo otro), adquiere nuevos semas o unidades de significado que producen nuevas distribuciones y frecuencias (usos lingüísticos).

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Esto revela dos cosas. Que la lengua como sistema es dinámica y meta-estable (rebasa lo estable) y, además, que el significado potencial varía según el contexto donde se produce la situación comunicativa.[7] Así, hallamos por ejemplo cambios en la distribución de los constituyentes:

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Ejemplo 1

Con determinante duplicado (artículo definido en masculino o femenino):

En efecto, la Reforma Constitucional a los artículos 25,27 y 28 y sus leyes secundarias definitivamente vulneran los derechos fundamentales de las y los mexicanos…

(Vanguardia, México, 14 de marzo de 2014)

Ejemplo 2

Con la feminización del sustantivo:

Maestros y maestras celebraron logros alcanzados con la firma del contrato colectivo (Entorno inteligente, Caracas, 3 de octubre de 2013)

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Con respecto a este cambio, encontramos dos restricciones importantes: la primera es que, en español, son pocas las parejas en las cuales la oposición genérica tenga valor semántico y por ello esté motivada: niño / niña, primo/prima, gato/gata  etc.  Más aún, sabemos que las distinciones genéricas más comunes o tradicionales están efectuadas por procedimientos léxicos, no morfológicos: hombre / mujer, padre / madre, caballo/ yegua, etc. Incluso, para variar el género, a veces se requiere más cambios que sólo añadir un morfema (poeta poetisa; héroe – heroína), o duplicar el determinante o el sustantivo (Ejemplos 1 y 2). Algunas palabras tienen género gramatical y género social masculino, pero no terminan en /o/, por ejemplo: centinela, policía, proxeneta. Luego, no todas las palabras del español pueden feminizarse aunque sí pueden referirse en femenino:

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Ejemplo 3

En el convivio con las mujeres policías, el director de Seguridad Pública Municipal, Juan Lam Canto, resaltó la gran labor de cada una de ellas. (José Jiménez Díaz, el mexicano, México, 14 de marzo de 2014)

La segunda restricción proviene del principio ampliamente sostenido de que las palabras no son unidades autónomas e independientes sino que, al significar en situación comunicativa, dentro de la instancia del discurso,[8] establecen relaciones entre sí. Adicionalmente, el sentido de una palabra es su empleo.[9] Es decir, que, de acuerdo con Michael Halliday, los hablantes (genérico) intercambian significados y no palabras; así, la selección lexical comporta connotaciones sociales y la oposición masculino/femenino no siempre es gramatical. En variables de género existen entrañamientos semánticos (en terminología de John Lyons)[10] vinculados con la cultura o visión de mundo, tanto en modificadores como en sustantivos. En México por ejemplo, las siguientes oposiciones tienen una connotación social que asigna distintos significados a las formas en femenino:

Hombre público/Mujer pública

Hombre ambicioso/Mujer ambiciosa

Golfo/Golfa

Callejero/Callejera

La cuestión entonces no gira en torno sólo a la forma léxica, sino a la visión del mundo y los valores que defiende un grupo: ahí está inserta la disputa: ¿alcanza el masculino genérico para todas las realidades de los hispanohablantes?, ¿es suficiente? Los cambios en la lengua suelen ir a la par de la sociedad, es importantísimo recordar que “no hay sociedad sin lengua y no hay lengua sin sociedad”.[11]

La norma gramatical: un problema de valores.

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Algunos cambios lingüísticos han sido admitidos por la UNESCO (Resolución 14.1) bajo la etiqueta de lenguaje no sexista,  para ser empleados en asambleas, y enfrentados a las fuerzas conservadoras (con nombre y apellido).[12] Muchas veces desde las declaraciones oficiales de la RAE y otras Academias de la Lengua en varios países, se tiende a fomentar el seguimiento de la norma (grupo A).[13]  El caso más notorio es el de Ignacio Bosque (y su comentario a distintos manuales en España). Con él, cunden los académicos que sostienen que el género gramatical por defecto (no marcado) no es sexista. De este modo, hallamos que, según la Nueva gramática de la lengua española, “están comprendidas las mujeres en Un estudiante universitario tiene que esforzarse mucho hoy en día para trabajar y estudiar a la vez o en Los hombres prehistóricos se vestían con pieles de animales”.[14] Defienden la norma vigente.

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¿Y qué es la norma? La norma es la base con la que se estructura el significado, la condición de posibilidad para hablar (en términos de Coseriu) y a partir de lo cual existe la libertad (para seguirla o transgredirla). La coincidencia reiterada de de actores y situaciones empieza a crear normas lingüísticas. Cuando lo arbitrario se regulariza la norma gramatical se asienta en el saber lingüístico de una cultura determinada y su permanencia –en el tiempo y en el espacio- se justifica por un discurso de verdad:

¿Qué  es por tanto lo que está en juego sino el deseo y el poder? El discurso verdadero, que la necesidad de su forma exime del deseo y libera del poder, no puede reconocer la voluntad de verdad que le atraviesa: y la voluntad, esa que nos han impuesto desde hace mucho tiempo, es de tal manera que la verdad que quiere no puede no enmascararla.[15]

Otras formas de morfología inclusiva/excluyente[16]

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La grafía x

Otra apuesta más, bastante frecuente en redes sociales (aunque también en otros textos electrónicos, panfletos y volantes en ciertas comunidades), consiste en suprimir el morfema de género equivalente a las vocales /a/ y /o/, con arreglo a incluir en la semántica de la palabra-sustantivo cualquier género o persona (+ extensión), incluso si ésta no se identifica con el masculino ni con el femenino (grupo C). Las comunidades queer (en nuestro caso cuir[17]),  cuestionan y las más de las veces se oponen al sistema binario de género. Por tanto, a diferencia de la segunda ola del feminismo, apuntan a una disidencia política en constante liberación de las categorías de género socio-históricamente impuestas o  «feminismo sin mujeres».

Han elegido la grafía , (una variable f(x) = y) susceptible de tomar distintos valores numéricos o predicativos. El uso de esta grafía en nombres y designaciones, es una práctica de producción de subjetividad, como precisa Beatriz Preciado.[18] El problema estriba en que, cuando la grafía es combinada sintagmáticamente como fonema, fonológicamente, (en el caso de /a’migo/) el metaplasmo es más bien irrealizable en el nivel del habla, pues la /x/ se asimila progresivamente a la /s/ y como la /g/ es oclusiva, puede incluso derivar en una realización similar a /#a.’miks:/. Sin embargo, algunos datos recabados en la red social Facebook muestran que la sustitución de las vocales se acompaña de concordancia sintáctica con determinantes y modificadores.

Ejemplos 4-6:

Sayak Valencia

A todxs aquellxs que se encuentren escribiendo, reflexionando sobre MATERNIDADES SUBVERSIVAS, va esta convocatoria

Parole de queer

Estados Unidos tiene 2500 niñxs encarceladxs. 79 de ellxs con cadena perpetua.

           

Benjamín Martínez C

Todxs están desquiciadxs por el tránsito que ocasiona el paro de   mastrxs;         pero nadie se queja del tránsito que ocasiona un chingado partido de futbol.

Ahora bien, como la lengua oral no está completamente separada de la lengua escrita (ésta última forma un subsistema), según ha apreciado Walter Ong, la imagen acústica a la que remite /x/ [consonante, fricativa, velar] se interpreta según el resto de los fonemas contiguos –en el eje sintagmático-, de manera que quienes lean la expresión amigxs, aunque comprendan la intención, tenderán, probablemente, a interpretarlo como vocal, pues las palabras amigos y/o amigas ya existen en el vocabulario (el saber lingüístico) del español; de ahí que esto funcione como una restricción, en sentido sistemático y particularmente en el habla (su aplicación se restringe a los soportes de lengua predominantemente escrita: SMS, redes sociales virtuales, blogs, etc.). Lo mismo pasa con los signos grafos * y @ que, salvo por analogía fónica, son irrealizables en el habla (no son fonemas).

La grafía

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Otra manera de “vaciar” de género las formas léxicas, concretamente las referentes y referidas a seres animados y humanos, trata de suplir los fonemas por uno sí existente en el sistema: la /e/. Aunque más realizable en las hablas, pues la articulación de las consonantes adyacentes es viable, las restricciones (y la responsabilidad) giran en torno a la concordancia con el resto de los constituyentes sintácticos, sea el caso de adjetivos que exigen género gramatical:

Mis amigues son ¿divertidos, divertidas, divertides?

O bien: Todes les presentes en esta reunión/ les niñes mexicanes.

Les se trata de una forma lingüística existente pues equivale a una forma pronominal con su respectiva función: pronombre átono dativo. Ejemplos hallados (7-9):

Gabriela Cabello

            Chiques, les comparto si a alguien le interesa participar.

            Lulú García

            Elles son la primera generación del taller de radio feminista con perspectiva de género.

 

            Beatriz Quesadas Rojas

            Están todes cordialmente invitades a acompañarnos a la proyección 😀

Conclusiones

Así, nunca es una simple sustitución: se tejen distintas problemáticas fonológicas, morfosintácticas y, sobre todo, semánticas. En el significado de las formas reinterpretadas y alteradas, se juega la subjetividad e identidad de los hablantes (grupos A-C) y, en el caso de las grafías, de los usuarios-escribientes de redes sociales. Los cambios lingüísticos en el español no son ni arbitrarios ni planeados; empero, las formas léxicas comportan siempre una semántica que se articula en y sólo en el discurso (texto + contexto + intenciones pragmáticas + instituciones +…) donde se interpreta la enunciación (una forma no sexista –Estimad@s amig@s- puede predicar un mensaje sexista y viceversa); no hay que perder de vista que la norma gramatical y su lanzamiento al ámbito de lo eterno, se justifican por un discurso de verdad. La semántica histórica de nuestra lengua, como de otras lenguas derivadas del indoeuropeo, es innegablemente androcéntrica porque así son las formas de vida históricamente predominantes (no todas, con grados y matices) desde el latín clásico en Roma hasta la actualidad; tomar consciencia, sin embargo, supone asumir las restricciones del habla para ejercer la libertad (¿no consiste en eso la poesía?). Hablar y utilizar formas discriminantes, ya lo dijo Judth Butler, es una conducta (cuán cierta la obra de Austin). Pero, y en esto coincidimos parcialmente con la premisa del profesor Moreno de Alba, “la corrección debe iniciarse en la sociedad y no precisamente en los diccionarios y gramáticas”. La disidencia política requiere de varios espacios textuales y extra-textuales, en el lenguaje y fuera de él. Inevitablemente coexisten y coexistirán varias interpretaciones y, por lo tanto, distintos usos (formas). Creemos ante todo que en cuanto a políticas del lenguaje (y el poder que ahí se juega) el cambio/corrección/inclusión de formas debe de darse a la par de los cambios sociales, conforme lxs hablantes vayan requiriendo nuevas formas para nombrar realidades (y marcar posturas). Si algo caracteriza a la lengua, es su dinamicidad.

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Aron Jancso

LAS FOTOGRAFÍAS SON DE Phillip Toledano

http://www.creativetempest.com/photography/phillip-toledano/

Bibliografía

                       

Benveniste, Émile, Problemas de lingüística general I, Siglo XXI, México, 2008.

_______________ Problemas de lingüística general II, Siglo XXI, México, 2008.

Carrillo Guerrero, Lázaro, “La modalidad: sistema de actualización de la lengua”, en Revista electrónica de estudios Filológicos, número 21 de Julio 2011, <https://www.um.es/tonosdigital/znum21/secciones/estudios-7-lamodalidad.htm> [Consulta: 14 de marzo, 2014.]

Foucault, Michel, El orden del discurso, Tusquets, México, 1973.

Lyons, John, Lenguaje, significado y contexto, Paidós, Buenos Aires, 1981.

Moreno de Alba, José G.,  La lengua española en México, FCE, México, 2003.

O’neal Coto, Katzy, “Expertos de la lengua señalan desaciertos del lenguaje inclusivo”, en Universidad de Costa Rica, 3 de octubre, 2012, [en línea] http://www.ucr.ac.cr/noticias/2012/10/03/expertos-de-la-lengua-senalan-desaciertos-del-lenguaje-inclusivo.html [Consulta: 14 de marzo, 2014.]

Preciado, Beatriz, “Pienso, luego existo”, (Multimedia), en RTVE: a la carta, [en línea], 12 de agosto, 2013,

 http://www.rtve.es/alacarta/videos/pienso-luego-existo/pienso-luego-existo-beatriz-preciado/1986547/

[Consulta: 14 de marzo, 2014.]

Real Academia Española, Nueva gramática de la lengua española: manual, Planeta, México, 2010.

_____________________, Diccionario de           la lengua española, 22. ª ed., Madrid, Real Academia Española / Espasa Calpe, 2001. 2 vols. [Disponible en línea: <http://lema.rae.es/drae/>]

Rodríguez Diez, Bonifacio, Del latín al español: los nuevos géneros del romance, Universidad de León, León, 2005.

Notas

 


[1] Eso lleva, por consiguiente, a que tampoco sean aceptadas las formas lingüísticas asignadas culturalmente respecto a la oposición binarista masculino/femenino, en particular los morfemas de género (–a, –o).

[2] José G. Moreno de Alba,  La lengua española en México, FCE, México, 2003, p.93.  

[3] Tal es el caso de muchas entradas léxicas que en ediciones anteriores del DRAE eran ejemplo de ello. Aún quedan algunas como gozar, la cual en su tercera acepción se le define como: “3. tr. Conocer carnalmente a una mujer.” Cf. Real Academia Española, Diccionario de la lengua española, [en línea], 22.ª edición, sub voce, ‘gozar’, [Consulta: 14 de marzo, 2014.]

[4] José G. Moreno de Alba, op. cit.

[5] En una misma base léxica se incluían dos géneros: Petrus, Petra. La hija de un ciudadano latino usualmente tenía que llevar el nombre de su padre pero en “femenino”.

[6] Bonifacio Rodríguez Diez, Del latín al español: los nuevos géneros del romance, Universidad    de León, León, 2005, p.2.

[7] En cada situación comunicativa distinta La gente no intercambia palabras sino significados. Desde la postura de la gramática de selecciones (y no de normas) equivaldría a elegir determinadas formas por los significados que se performan en las situaciones comunicativas. específicas. Formas que pueden reflejarse en lo oral y en lo escrito, o en sólo uno de éstos. Cf.  Lázaro Carrillo Guerrero, “La modalidad: sistema de actualización de la lengua”, en Revista electrónica de estudios Filológicos, número 21 de julio 2011,

 <https://www.um.es/tonosdigital/znum21/secciones/estudios-7-lamodalidad.htm> [Consulta: 14 de marzo, 2014.]

[8] Émile Benveniste, Problemas de lingüística general I, Siglo XXI, México, 2008, p. 30.

[9] Es en el uso de una lengua donde tiene existencia un signo; […] El sentido de una frase es su idea, el sentido de una palabra es su empleo (siempre en acepción semántica). Émile  Benveniste, Problemas de lingüística general II, Siglo XXI, México,  pp. 224- 228.

[10] John Lyons, Lenguaje, significado y contexto, Paidós, Buenos Aires, 1981, pp. 81-102.

[11] Tal sentencia fue dicha por Marcos Bagno en el curso “Sociolingüística y sociología del  lenguaje”que impartió en el Centro de Enseñanza de Lenguas Extranjeras de la UNAM, del 21        al 24 de febrero de 2012. Discurso Inédito.

[12] En 2012, académicos de la Academia Costarricense de la Lengua se reunieron con el propósito de criticar y/o señalar los desaciertos del lenguaje inclusivo:

http://www.ucr.ac.cr/noticias/2012/10/03/expertos-de-la-lengua-senalan-desaciertos-del- lenguaje-inclusivo.html

[13] Ibid.

[14]                      § 2.1.3. Empleo del género masculino, Nueva gramática de la lengua española: manual,            Planeta, México, 2010, p. 25.

[15]                    Michel Foucault, El orden del discurso, Tusquets, México, 1973, p. 12.

[16]    Nos referimos a “excluyente” dado que, a partir de pequeños sondeos a los           hablantes/escribientes de  tales grafías, muchas veces no se utilizan tales formas para        incluir el binarismo genérico      masculino/femenino únicamente, también hay usos para excluir cualquier indicio de género en los sustantivos, pronombres o adjetivos. A diferencia de otras lenguas, el chino por ejemplo, el español tiene género gramatical; el género mayoritariamente   es arbitrario, sin embargo al parecer con la exclusión hay hablantes que no quieren que          predomine la inclusión de géneros, sino referir  algo sin la necesidad de que tal algo tenga      obligatoriamente un género social determinado.

[17]          Adaptación al español o versión periférica y desplazada geopolíticamente hacia el Sur, según Sayak Valencia & Felipe Rivas San Martín.

[18]    Cf. Beatriz Preciado, “Pienso, luego existo”, (Multimedia), en RTVE: a la carta, [en línea], 12            de Agosto, 2013, <http://www.rtve.es/alacarta/videos/pienso-luego-existo/pienso-luego-existo-          beatriz-preciado/1986547/> [Consulta: 14 de Marzo, 2014.]