Freud o la crisis del sujeto burgués

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Freud o la crisis del sujeto burgués
LOS PÁJAROS (1963)

LOS PÁJAROS (1963)

“Cualquiera que despierto se comportase
como lo hiciera en sueños sería tomado por loco”
(Sigmund Freud)

 

 

Yo

 

Hay dos películas de Alfred Hitchcock que describen muy bien lo que Sigmund Freud realizó en el ámbito del pensamiento de Occidente. La primera lleva por título: Psicosis y la segunda Los pájaros. En Psicosis la trama se centra básicamente en la estructura de una casa y un hotel que están alejados de la civilización. Estas estructuras representan los espacios de la psique humana. La casa siniestra que está junto al hotel tiene tres plantas que representan el yo, el superyó y el ello; mientras que el hotel, el impulso que se reprime. En Los pájaros hay escenas que nos muestran la irrupción de las fuerzas irracionales. Sus personajes se ven sorprendidos por lo que ellos mismos son, es decir, algo horripilante que está representado por cuervos que destruyen todo a su paso.

Freud abrió una herida que la cultura de Occidente había marginado: el inconsciente.[1] Sus teorías cimbraron los principios más elementales con los que se había edificado el sujeto burgués[2] y su afán de control de la vida. En ellas, lo irracional y oscuro que tiene el cuerpo y sus deseos entraron a escena como estrategia. En Patología de la vida cotidiana (1901) además de relatarnos todos los análisis de palabras, chistes, olvidos, fechas, describe a individuos que en la vida cotidiana creían tener todo bajo control y cuando entraban a la dinámica del psicoanálisis se descubrían contradictorios. Escribió Freud: “Existen muchos individuos inteligentes y sinceros que se sienten ofendidos cuando se les dice que han cometido un lapsus”.[3] ¿Por qué se sentían ofendidos? ¿Qué malestar les causaba percatarse de la ambigüedad de la vida? Elias Canetti en Masa y Poder hace un planteamiento que describe la impronta que dejó Freud y puso en crisis al sujeto burgués que la cultura había construido, dice Canetti; “[…] a nada teme más el hombre que ser tocado por lo desconocido”.[4]

PSICOSIS (1960)

PSICOSIS (1960)

Recordemos que la Viena de Freud era una cultura donde las contradicciones sociales estaban al orden del día y la sexualidad no estaba excluida de ellas. Esa sociedad la había construido la burguesía que desde la revolución francesa tomó el espacio de la cultura e impuso sus necesidades. Ésta produjo prácticas en las que el cuerpo era sometido a un régimen de limpieza moral y política. Por lo que respecta a la limpieza política, recordemos que con la ilustración surgió una voluntad que exigió los ideales de la razón clara y precisa, los cuales la filosofía ya había desarrollado desde la época griega (Sócrates Apolinio). Y era evidente que los nacionalismos impulsados por las potencias europeas del S.XIX tenían la finalidad de realizar una limpieza étnica y de afirmar la idea de nación poderosa. De manera que la estrategia discursiva de Freud se enfrentó a la consolidación del sujeto burgués que la filosofía de la Ilustración había reforzado por una parte y a una sociedad en la que las fuerzas irracionales estaban a punto de estallar. De las fuerzas irracionales de la Viena de Freud tenemos una cartografía literaria y política en la obra de José María Pérez Gay, El imperio perdido, en la que a través de escritores del fin de la sociedad austro-húngara podemos ver cómo esa sociedad se edificaba en la fragilidad. Robert Musil escribió en 1913 en sus Confesiones políticas de un joven: “Nos encontramos en una jaula de cristal sin atrevernos a dar un paso, porque tenemos la certeza de que todo se nos vendrá abajo”.[5]

ROBERT MUSIL

ROBERT MUSIL

De esa caja de cristal la filosofía moderna puso los cimientos. René Descartes ya había echado a andar una subversión del pensamiento cuando colocó como centro de sentido a la razón geométrica (operación que desplazó la figura de dios como fuente de sentido y orden). Descartes elaboró un sujeto para la burguesía, pues éste enmarcó los procesos económicos, culturales y políticos a las necesidades e intereses de una clase que tenía como principal objetivo el dominio de la naturaleza. En el Discurso del método dice: “[…] y de esa suerte convertirnos como dueños y poseedores de la naturaleza”.[6]

El cógito cartesiano tuvo su primera puesta en escena en la revolución francesa (1789), misma que a través del guillotinamiento de Luis XVI, dio cuenta de la subversión del sujeto burgués; sujeto que tomó las riendas de la sociedad y elaboró la carta del hombre y del ciudadano como esquema de comprensión de sí mismo. Un humanismo racionalista y calculador se reafirmaba como geometría de la realidad; comienzos de la eugenesia del espíritu y la cultura que en su afán de someter la realidad a axiomas de claridad y precisión erradicó o propició la persecución de lo otro. Lo otro que hasta nuestros días no se adecua a los esquemas del humanismo racionalista, mismo que ha mutado en sociedades de transparencia en las que los cuerpos son sometidos a procesos de homogenización y explicados en cada una de sus partes. Lo otro para Occidente también ha sido la sexualidad. El sujeto burgués la ha producido desde ciertos discursos, como el biológico, pues ahí la ha limpiado de sus plexos de significación y reducido a una cuestión mecánica. En el tiempo de Freud había un ambiente que pretendía dejar todo en manos de la razón y de una moral que ataba cuerpos a una pureza de la que el sexo estaba excluido. El sexo era una cuestión que se consumía en silencio y en las alcobas. El dispositivo que la cultura judeo-cristiana había instrumentado se hacía visible en los cuerpos. El mismo Freud en el ámbito personal se cuidaba de seguir los principios de la moral y se sonrojaba cuando algo sexual saltaba en su vida.[7] La sociedad burguesa se había consolidado y para ello necesitó de la razón geométrica que le permitió desarrollarse en la vía del cálculo.

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Otro de los efectos del sujeto burgués fue el de la propiedad, entendida ésta en su sentido humanista liberal, como autonomía (la idea de que somos dueños de nosotros mismos) y como la posibilidad de parcelar (de forma geométrica) y tener derechos de pertenencia sobre la tierra, cosas y bienes. La propiedad se realiza más fácilmente si se produce al mismo tiempo un sujeto idéntico, fuera de los infortunios, de la vulnerabilidad que traspasa la vida cotidiana. ¿Cómo podría consolidarse la propiedad si no creyéramos que ésta forma parte de lo que somos? La cultura de Occidente, a través de la filosofía racionalista, produjo un relato que se encargó de marcar los cuerpos con un esquema axiomático que consiste en dar por hecho que nada puede perturbar nuestros proyectos y prácticas de cálculo y control. ¿Qué puede hacer la vida en un cuerpo que se ha blindado como un Ulises frente al canto de las sirenas? Para acumular se necesita creer que siempre somos idénticos y que no podemos perder nada, al contrario, el mandato es acumular, mantenernos sólidos, invencibles. La mentalidad del hombre de negocios se configura justo de esa manera; todo en él es pulcro, exacto. Esto es el sujeto burgués que desplegó la filosofía cartesiana.

Este sujeto fue el que cuestionó la teoría de Freud. El inconsciente como estrategia discursiva provocó una crisis del sujeto burgués de la que no se ha recuperado a pesar de todos los esfuerzos que invierte el proyecto civilizatorio de Occidente para que perdure. Y constantemente se ve amenazado porque su proyecto de eugenesia no puede controlar, aunque lo intente, aspectos que tienen que ver con el cuerpo y su fragilidad. Freud nos informa de uno de estos aspectos, en el Malestar de la cultura (1930) dice:

“El sufrimiento nos amenaza por tres lados: desde el propio cuerpo que, condenado a la decadencia y a la aniquilación, ni siquiera puede prescindir de los signos de alarma que representan el dolor y la angustia; del mundo exterior, capaz de encarnizarse en nosotros con fuerzas destructoras omnipotentes e implacables; por fin, de las relaciones con otros seres humanos”.[8]

Estos ámbitos constantemente amenazan los cuerpos y hacen visible la vulnerabilidad a la que están expuestos. El mismo Freud definió su trabajo como un golpe al ego de la cultura de Occidente que se diseñó en los ideales de la razón y las buenas costumbres.

El inconsciente hizo entrar en crisis al sujeto burgués y aunque pervive en los estándares empresariales y morales, está rodeado por lo irracional. Por ello, es prudente preguntarnos; ¿Qué tiene que decirnos hoy el psicoanálisis? ¿Para qué nos sirve en este presente, donde la transparencia se ha vuelto el dispositivo que nos domina?

SIGMUND FREUD

SIGMUND FREUD

No sé si Freud tenía intención de llevar su investigación al espectro de la política pues consideró su investigación en algún momento, Proyecto de una psicología para Neurólogos[9] (1895), como parte de una ciencia que podía sostener objetividad y ganar un lugar en las producciones de Occidente. Sin tener clara esa intención, la teoría del inconsciente puede ser leída de esa manera pues produce efectos políticos y, como se dijo al principio de este escrito, configura una crítica al sujeto burgués que la filosofía Cartesiana desplegó.

Louis Althusser,[10] un filósofo que leyó los textos de Freud, subrayó que la lucha de clases no sólo se da en el ámbito de las estructuras económicas sino, y es un ámbito más efectivo, se desarrolla en la ideología y los medios por lo que ésta se difunde y logra construir sujetos que marchen bien para los intereses de la clase dominante. Por ello es necesario explorar los ámbitos en los que los dispositivos de control se confirman. Sus ámbitos más efectivos son las relaciones que regulan cuerpos y los mantienen en la norma que domina. Imaginemos el rechazo que sufrieron las investigaciones freudianas al momento de salir a la luz pública. Primero, tuvieron que enfrentarse a la moral burguesa de Viena de finales del S.XIX que tenía fuera de sus aspectos públicos al sexo y las prácticas que éste promovía. Segundo, se enfrentó a una academia (científica) que no permitía ningún régimen de verdad distinto al que ella había sostenido para explicar al ser humano.

La disputa de Freud se libró en el terreno de la cultura pues lo que él defendía era contrario a cierto desarrollo civilizatorio. Alentó la crisis de muchos prejuicios del mundo burgués, no sólo por proponer una investigación que transformó el curso del concepto idealizado del ser humano, sino porque su teoría contribuyó a repensar las fuerzas irracionales que traspasan los cuerpos y, como dice Iván Mejía, les dio “[…] un inconsciente, un pasado y un sexo”.[11] Nociones que hasta nuestros días tiene efectos, principalmente en relaciones sociales que pretenden eliminar todo gesto de error y exceso. Estas relaciones las vemos articularse en el modelo de la empresa en el que todo debe ser pulcro, calculable y cuantificable. Espectros del sujeto cartesiano.

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La teoría Freudiana da herramientas para pensar nuestras posibilidades, políticas, principalmente. Así como en su momento provocó pensar el estatus del sujeto burgués como fuente de sentido y fue su impronta para el S.XIX, debemos pedirle cuentas para pensar muchos aspectos de nuestro presente. Llamado que ya Jacques Derrida hacía en una conferencia que dictó para la asociación psicoanalítica francesa llamada Estados de ánimo del psicoanálisis,[12] donde sin coartadas aludió al psicoanálisis y sus Estado generales para que pensaran la cuestión de la soberanía, la crueldad y la resistencia, más allá de un esquema que en su momento funcionó. Dice Derrida:

“Conocemos la vieja relación entre el psicoanálisis y la escena, entre el psicoanálisis y el teatro ¿se tratará siempre de la misma estructura teatral? Mañana, en el próximo milenio ¿será todavía el mismo modelo, el mismo dispositivo, la misma familia teatral? ¿Será el teatro de la misma familia, una familia siempre más o menos de la realeza, más bien patriarcal y heterosexual, instalada en la diferencia sexual como oposición binaria? A 16 años de ese llamado tenemos que seguir preguntando; ¿nos ha dado el psicoanálisis herramientas para pensar los acontecimientos de nuestro tiempo más allá de la escena del S.XIX?”

¿Qué tiene que decirnos hoy en donde se habla de una cultura psy (término acuñado por Guattari) o de la psicopolítica (término que analiza el filósofo Buy Chul Han para referirse a las nuevas relaciones de poder) y frente a todas las prácticas de crueldad que se desarrollan en nuestra cultura y que todos los días vemos en miles de desaparecidos y cuerpos torturados?

BYUNG-CHUL HAN

BYUNG-CHUL HAN

Con ello, el psicoanálisis nos sigue interpelando; frente a una cultura que impone un concepto de ser humano que vemos circular en las prácticas que nos rodean y llevamos a cabo. En específico en el esquema geométrico. Pensamos que cada decisión que tomamos no va a estar traspasada por el absurdo y el disparate que tiene la vida cotidiana. Seguimos cuidando que el sexo se ciña a una moral que lo mantenga en una economía de la necesidad y como lastre para nuestro cuerpo, nos da vergüenza nombrarlo, como si fuera algo terrible. La razón sigue siendo el eje que mueve nuestras vidas, buscamos que explique los actos mínimos que cometemos y necesitamos para seguir subsistiendo.En los centros de trabajo se pide tener todo en orden e innovar como si éstos estuvieran ocupados por máquinas programadas para seguir un camino exacto.

¿Ha triunfado esta manera de concebir al ser humano? No lo creo, observemos la vida cotidiana y tendremos una respuesta.

Ello[13]

 

Ella camina por un pueblo de Morelos, detiene el tráfico porque va en medio del camino y no le importa, pues no es consciente de lo que hace, va fuera de sí, habla con su propia sombra mientras todos la vemos asombrados porque se ha salido del mundo conocido; mundo racional y calculable. Está desnuda, arroja piedras al camino y provoca la molestia de los que somos testigos de ello porque nos retrasa la hora de entrada al trabajo y nos recuerda lo vulnerables que somos. Su desnudez hace visibles todas esas partes del cuerpo que ya no vemos a fuerza de mantenernos en la norma. Mi compañera de viaje se desconcierta y en nuestras miradas tratamos de contener la irrupción de lo desconocido. Es un cuerpo viejo que carece de la estética a la que nos ha acostumbrado la higiene burguesa y sus mecanismos. Tiene lonjas y está lleno de imperfecciones como vellos en el sexo y en los sobacos. Los cabellos los tiene desordenados como la locura que la embarga. Su conducta trastoca todas las reglas que el sistema social ha impuesto a los cuerpos.

LA CASTAÑEDA

LA CASTAÑEDA

Seguramente van a llegar los policías y la llevaran a una celda donde estará hasta que un médico o psiquiatra le de medicamentos para solucionar su problema o más bien la hagan útil, servible o bien, la confinen. Así será eliminado este micro-desorden, desorden que el sistema sabe controlar con los procedimientos que ha diseñado para limpiar sus espacios de quien no asimila la norma. Esta mujer será parte de esos grupos que se confinan a instituciones en donde se les mantiene controlados y vigilados para que no perturben la serenidad del mundo burgués y se puedan integrar como fuerza laboral.

Super-Yo; La sociedad de la transparencia

 

En su libro, La sociedad de la transparencia, el filósofo Byung-Chul Han nos dice que a partir del S.XVIII en nuestra cultura se desplegaron una serie de prácticas que desplazaron el tema de la mendacidad de la apariencia. En el teatro, la iglesia, en las novelas y en los periódicos se empezó a denunciar la hipocresía y la máscara. Conceptos como “descubrir” y “desenmascarar” tomaron una función performativa importante. Así, por ejemplo, para Han Las confesiones de Jean-Jacques Rousseau son paradigmáticas en esta época de verdad y confesión. La intención de Roussean en dicha obra fue mostrar a un hombre en su “entera verdad de la naturaleza”. Rousseau con este enunciado introdujo la dictadura del corazón, que en la sociedad de la transparencia es el antecedente de un dispositivo de poder que pretende dejar todo al descubierto. Cito a Han:

“Su corazón ha de ser transparente como el cristal. El corazón cristalino es una metáfora fundamental de su pensamiento: Su corazón transparente como un cristal no puede ocultar nada de lo que sucede en él, toda excitación que en él asciende se comunica a su ojo y a su cara. Se exige la apertura de corazón, en virtud de la cual todas las sensaciones, todos los pensamiento se hacen comunes, de modo que cada uno siente como ha de ser, se muestra a todos tal como es. Rousseau llama a los otros hombres a descubrir su corazón con la misma sinceridad. Ahí está la dictadura del corazón de Rousseau”.[14]

Esta dictadura del corazón se ha apropiado de las relaciones sociales. Vivimos en tiempos en los que, siguiendo con la lógica de la razón geométrica, todo debe quedar claro y preciso. El panóptico que nos vigila ya no es un panóptico perspectivista, que se caracterizaba por tener un lugar estratégico en donde la mirada veía todo sin ser vista. El nuevo panóptico carece de perspectiva y funcionan de manera eficaz en las redes sociales en donde cada uno controla a cada uno. La transparencia totaliza el espacio y deja todo al descubierto.

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En el panóptico del S.XVIII descrito por Bentham, a pesar de que los compartimentos son observados y controlados, hay espacios que se mantienen en la oscuridad, no todo se descifraba. El panóptico del S.XXI todo lo vuelve observable, medible y localizable. De ahí que la vida íntima sea constantemente decodificada con estrategias de redes sociales como la pregunta que forma parte del esquema de Facebook: ¿Qué estás pensado? Y que todos los días tratamos de responder de diversas maneras, logrando, al mismo tiempo, bien o mal, exponer nuestro corazón.

Es el desarrollo de la cultura psy lo que hace proliferar prácticas de consultoría donde desvelamos nuestras ambigüedades. Necesitamos exponernos, dejar al descubierto nuestro corazón como esos pasajes comerciales de los que hablaba Walter Benjamin en su texto: París capital del siglo XIX, en los que todo era expuesto a la mirada de todos y daba cuenta de un mundo sin secretos. Frente a esto que es el triunfo del mundo burgués, quizás el psicoanálisis todavía tiene mucho qué decir, pues la psique humana, según nos lo anuncia, está traspasada por secretos y no puede ser decodificada del todo, como locifró Freud en una carta a su amigo Wilhelm Fliess:

“Sabes que trabajo con la hipótesis de que nuestro mecanismo psíquico ha surgido por la superposición de estratos, por cuanto de tiempo en tiempo el material dado en las huellas del recuerdo experimenta una nueva inscripción. Por tanto, lo esencialmente nuevo en mi teoría es la afirmación de que la memoria no es simple, sino que está dada de diversas maneras, está depositada en distintos tipos de signos”.[15]

Frente a la trasparencia, Freud nos anunció la inacabable oscuridad del corazón humano.

Bibliografía

  1. Canetti, Elias, Masa y Poder, Muchnik, España, 1982.
  2. Derrrida, Jacques, Estados de Ánimo del psicoanálisis. Lo imposible más allá de la soberana crueldad, Escuela de filosofía Universidad ARCIS.
  3. Descartes, René, Discurso del método, Alianza, España, 2003.
  4. Freud, Sigmund, El malestar en la cultura, Alianza, Madrid, 1970.
  5. Freud, Sigmund, Proyecto de una psicología para neurólogos y otros escritos, Alianza, España, 1980.
  6. Freud, Sigmund, Psicopatología de la vida cotidiana, Alianza, México, 1981.
  7. Gay, Peter, Freud, Paidós, México, 1989.
  8. Han, Chul Byung, La sociedad de la transparencia, Herder, España, 2013.
  9. Mejía, Iván, El cuerpo post-humano en el arte y la cultura contemporáneos, UNAM, México, 2005.
  10. Pérez Gay, José María, El imperio perdido, Cal y Arena, México, 1993.
  11. Trasverso, Enzo, La violencia nazi. Una genealogía europea, FCE, Argentina, 2003

Notas

[1] Aunque en los textos de Freud el inconsciente funciona como estrategia discursiva para dar cuenta de una lucha contra la cultura racionalista que edificó un sujeto geometrizado, calculable. Lo que Freud troqueló con la palabra inconsciente era la otra cultura de Occidente que desde la antigüedad había desplegado su devenir; la Grecia trágica, el arte, el romanticismo, la filosofía salvaje. Empleado por primera vez como término técnico en lengua inglesa en 1751 (con la significación de no consciente) por el jurista escocés Henry Home Kames (1696-1782).
[2] Hay que entender por sujeto burgués a la clase social que se adueñó de los medios de producción y de las instituciones del Estado para producir riqueza, además y esto es lo importante para nuestro texto, al plexo de relaciones que se desplegaron y daban cuenta de personas respetables, quienes como dice el historiador Enzo Trasverso “usaban guantes”. Ver, Enzo Trasverso, La violencia nazi. Una genealogía europea, FCE, Argentina, 2003, p.44.
[3] ver, Sigmund Freud, Psicopatología de la vida cotidiana, Alianza, México, 1981.
[4] ver, Elias Canetti, Masa y Poder, Muchnik, España, 1982.
[5] José María Pérez Gay, El imperio perdido, Cal y Arena, México, 1993, p. 113.
[6] René Descartes, Discurso del método, Alianza, España, 2003, p. 135.
[7] ver, Peter Gay, Freud, Paidós, México, 1989.
[8] Sigmund Freud, El malestar en la cultura, Alianza, Madrid, 1970. P.20.
[9] ver, Sigmund Freud, Proyecto de una psicología para neurólogos y otros escritos, Alianza, España, 1980.
[10] Respecto a la relación entre filosofía y psicoanálisis Althusser decía que (…) Lo que se intercambia entre psicoanálisis y filosofía no son conceptos. Diría que se trata del sentido concreto. Más exactamente, el intercambio se va a llevar a cabo de la siguiente manera: en pocas palabras, el psicoanálisis le va a dar a la filosofía lo concreto y la filosofía le va a dar al psicoanálisis conceptos. Esto aparece en una conferencia que Althusser dictó durante el seminario sobre Lacan y el psicoanálisis que tuvo lugar en la École normale supérieure durante 1963-1964. P.50.
[11] Iván, Mejía, El cuerpo post-humano en el arte y la cultura contemporáneos, UNAM, México, 2005, P.24.
[12] Jacques Derrrida, Estados de Ánimo del psicoanálisis. Lo imposible más allá de la soberana crueldad, Escuela de filosofía Universidad ARCIS, p.23.
[13] Lugar que contiene las pasiones.
[14] Chul Byung, Han La sociedad de la transparencia, Herder, España, 2013, p.82.
[15] ibídem, p.64.

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