Anoche me dijo Rosita Fitz que había muerto Carlos Wister

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Anoche me dijo Rosita Fitz que había muerto Carlos Wister

 

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En el hospital psiquiátrico no hay ceremonias luctuosas. Sólo registros de entrada, la cueva del minotauro no tiene salida, allí sólo la oscuridad acecha las almas.

Carlos Wister tenía un rictus perenne. Sus ojos miraban a ambos lados del escenario y sus pies estaban chuecos como suecos pegados a las piernas que parecían sancos de tan rígidas dándole la apariencia de un muñeco de trapo. Carlos gritaba y al emitir ese sonido gutural que lo identificaba se movía todo, como si sus órganos estuvieran conectados a un mecanismo unido a un botón que lo encendía y lo apagaba.

Todos huíamos de él, confieso que yo también caía en la trampa del demonio porque no me dejaba escuchar a los pacientes que se acercaban a mi.

Wister quería siempre una coca, unas Sabritas, un café, no mucho. Tomaba mis manos en las suyas y articulaba con dificultad las palabras ¡mamá! ¡abuelita!

¿Qué podía hacer yo sino tomar sus manos también y sonreírle?

Muchas veces él respondía a mi intento de ser alguien para él pero eso duraba segundos porque alguien venía a arrancarlo de mi lado y yo no me oponía.

¡Psicóloga no lo salude, no le de la mano! me dijo un doctor,

  • “es que ¿sabe?, Wister se manipula el ano”.

Y a través de esas palabras advertí que sus manos eran tersas como la seda.

¡Ah Wister tu piel de niño se ha conservado!

Y por supuesto le di la mano ¿cómo dejar de hacerlo si es lo único que puedo darle? No puedo darle palabras ni devolverle a la madre que lo abandonó ni a la abuela que dejó de visitarlo cuando murió. No puedo sacarlo de su silencio y de esa repetición con ansias perennes de una coca, unas Sabritas, un café. Muchas veces se los di y su mueca llegaba a parecer una sonrisa . . .

¿Saben? Creo que Wister murió cuando nació y no lo supo. Tal vez ese ano que lo unía con los otros por la noche y con su mano tersa por el día era su único vínculo con la vida.

 

Hoy amanecí con la muerte de Wister clavada en el alma pensando que nació cuando murió aunque él aún no lo sepa.

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