Dudas filosóficas: Ensayo sobre escepticismo antiguo, moderno y contemporáneo

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Dudas filosóficas: Ensayo sobre escepticismo antiguo, moderno y contemporáneo

Jorge Ornelas y Armando Cíntora, Coords., Dudas filosóficas: Ensayo sobre escepticismo antiguo, moderno y contemporáneo, Ed. Gedisa, México, 2016

 

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Sin lugar a duda la duda ha sido esencial para el desarrollo del pensamiento en tal medida que, paradójicamente, podríamos afirmar que sin ésta jamás habríamos conseguido avanzar certeramente en el conocimiento. Dudar consiste en mantener una mirada suspicaz a lo que se encuentra ante los ojos, dudar, cuando es deliberado y metódico, no es desconfiar temerosamente, sino emprender un trabajo valiente que lo transforma a uno mismo, empresa de extrañamiento que puede llevarnos a lugares insospechados.

Es en ese necesario ejercicio reflexivo que surge el escepticismo, desconocerlo es quedarse empantanado en el suelo arcaico de nuestras creencias, abrazarlo es caminar guiado por una brújula sin norte hacia la aventura de la existencia siguiendo las huellas de los filósofos indagadores (skeptikoi) cuyos pasos se enfilan a la conquista de la felicidad (eudaimonía), objetivo no menor, pues ya lo ha dicho Aristóteles “la felicidad es un fin en sí misma”.  

En la pretensión del escepticismo antiguo se encontraba dar una respuesta práctica y contundente a los retos de la vida en toda época y lugar. Esa respuesta no prometía la felicidad en un sentido moderno como un alborozo, una dicha indescriptible o una emoción superlativa, sino esa que se alcanza de una manera más duradera, que en sus pretensiones es más asequible pues depende de nosotros mismos, esa que se logra con el ejercicio diario de la puesta entre paréntesis de nuestras creencias y con la moderación de las afecciones en las cosas inevitables (katênankasmenois metriopatheian).

Desde la penumbra griega nos llegan apenas de oídas las palabras de aquellos primeros escépticos que, como Sócrates, pese a su grandeza (y quizá por ella) no dejaron memoria escrita. Dos grandes “escuelas” se pueden jactar de prohijar esta tradición: la que iniciara Pirrón de Elis y aquella que desarrollaran los de la Academia platónica. Un par de principio ha sido su piedra angular: la epoché (puesta entre paréntesis de nuestras creencias) y la ataraxia (ausencia de preocupaciones). Una vida regida por la ataraxia tiene como eje práctico evitar las aserciones pues reconoce que los hechos humanos no son más que convenciones y hábitos, que las cosas “no son más esto que aquello” (Ou mallon) y que nuestras acciones son erróneas en tanto que se encuentran basadas en suposiciones de cualidades irreales en las cosas. Cuando uno ha logrado la ataraxia se encuentra eximido de la creencia pues se percibe la incapacidad de resolver la discordancia entre dos aserciones equivalentes (isosthenés diaphonía), pero sobre todo se ha liberado de la necesidad de poner en juego la existencia por la creencia.

Las raíces del escepticismo son tan antiguas como la inquietud hacia la vida contemplativa, se cuenta que Pirrón conoció a los gumnosophistaí (sabios desnudos) cuando formó parte de la expedición de Alejandro a la India y que serían ellos el manantial oculto de su sabiduría. Es la Academia de Platón con Arcesilao de Pitana (316-244 a. C.), el quinto escolarca de la Academia, que encontramos la primer práctica filosófica de suspensión del juicio empleando una oposición de argumentos. Ello define el escepticismo antiguo pues más que una teoría es un tipo de actividad que consiste esencialmente en generar oposiciones.

Sexto Empírico, quien difundiera las enseñanzas de Pirrón, mostró el sentido existencialmente práctico de su doctrina, señalaba la ganancia de una vida plegada a la ataraxia, esta consistía en enfrentar el dolor de manera moderada temperado por la ausencia de creencias adicionales que lo hacen experimentar como algo malo per se. Así, el escepticismo en sus inicios busca sobre todo un modo de vida feliz frente a una sociedad atenazada por las apariencias y compelida a luchar por sus creencias. No estuvo, sin embargo, exento de polémicas ¿no es intuitivamente falso que en el fondo es más tranquilizante creer en algo que no creer en nada particularmente cuando se está viviendo una tragedia? siendo una escuela que pone en duda todas las creencias ¿si el escéptico dice que la ataraxia es el telos del escepticismo, entonces es incoherente al señalar que no tiene ninguna creencia, siendo ese telos ya una creencia? estas son sólo algunas de las polémicas que enmarcarían el inicio de esta tradición.

Es el escepticismo complejo en muchos sentidos, pese a su larga historia no es sólo una tradición o escuela, tampoco podemos pensarle como una fase en la construcción del conocimiento, lo que es más ni siquiera encontramos hacia él una misma actitud (aunque aquí hemos señalado las virtudes que enmarcaron su aparición es notable que desde la modernidad nos encontramos más bien con un repudio), sus problemas no son sólo anécdotas añejas o episodios superados sino cuestiones vivas que es necesario estudiar.

En un esfuerzo por poner a la mano del lector esta amplísima y compleja tradición, Jorge Ornelas y Armando Cíntora compilan en un solo texto varios artículos de los más importantes estudiosos internacionales en el tema. Traducciones de texto originalmente escritos en inglés, francés y portugués de Richard Bett (Universidad John Hopkins EUA), Ernest Sosa (Universidad de Rutgers, EUA), Roberto Bolzani (Universidad de Sâo Paulo, Brasil), Plinio Junqueira Smit (Universidad Federal de Sâo Paulo, Brasil), Sébastien Charles (Université du Québec à Trois-Rivières, Canadá), Douglas McDermid (Universidad de Trent, Canadá), Pascal Engel (Sorbonne), además de la aportación de destacados filósofos hispanohablantes como José Marcos de Teresa (UAMI, México), Miguel Ángel Fernández (UNAM, México), Sílvio Mota (UNAM, México), Pedro Stepanenko (UNAM, México) , Mauricio Zuluaga (Universidad del Valle, Colombia), Diego E. Machuca (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina) robustecen con su profundo conocimiento los debates en torno al escepticismo, abordando sin concesiones las tesis principales de esta tradición. Menos que presentar una escuela homogénea libre de contradicciones, los artículos ahondan sobre las polémicas de una tradición tan extensa como diversa. Aunque los artículos pueden ser leídos de manera independiente, el estudioso de la historia de la filosofía puede ver una reflexión escalonada que va de la problematización de los axiomas más básicos hasta las discusiones más actuales de corte epistemológico. Richard Bett, Diego E. Machuca y Roberto Bolzani nos presentan los conceptos esenciales,las figuras más trascendente y las polémicas más importantes del escepticismo antiguo. Sección imprescindible pues al mismo tiempo permite conocer su historia que abordar los primeros debates que marcaron esta tradición. Para los estudiosos del lugar del escepticismo en la modernidad la segunda parte del libro resulta de una importancia superlativa, en ella Plinio Junqueira, Mauricio Zuluaga, Sébastien Charles, Douglas McDermid y Pedro Stepanenko nos muestran los acercamientos y distancias que derivaron en célebres estrategias para superarlo pues, ya se puede apreciar en los mismos artículos, existe un desplazamiento del interés que va del uso del escepticismo a un rechazo cada vez más notorio. Finalmente la tercera parte ofrece un panorama amplísimo y epistemológicamente complejo sobre las estrategias disolutorias del escepticismo en la actualidad, Pascal Engel, Miguel Ángel Fernández, Jorge Ornelas, Ernesto Sosa, Armando Cíntora, José Marcos de Teresa y Silvio Mota desarrollan los argumentos analíticos más acabados para desarticular la influencia perniciosa del escepticismo como figura argumentativa.

No resta sino invitar al lector a conocer este texto que aporta una mirada plural sobre el escepticismo y que nos acerca de manera profunda a este hito de la filosofía que no deja de estar presente.

 

 

 

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