Resumen
Se presenta la idea de que ni Freud ni Lacan construyeron una propuesta sistemática que pueda llamarse un psicoanálisis freudiano o lacaniano. Las teorías y los conceptos sufrieron muchos cambios a lo largo de sus enseñanzas, por lo que es necesario que en la lectura se conozcan los distintos usos y manejos de cada período. Se plantea además, que es el momento para realizar un regreso a Lacan a partir de una re lectura crítica.
Palabras clave: psicoanálisis, teorías, periodos.
Abstract
It is suggested that neither Freud nor Lacan built a systematic proposal that could be called Freudian or Lacanian psychoanalysis. Theories and concepts suffered many changes through their teachings, so, while reading them, it is necessary to familiarize with the different uses of each period. It also raises the idea that it’s time to return to Lacan from a critical re-reading.
Key Words: psychoanalysis, theories, periods.
Este trabajo refleja un posicionamiento frente a la lectura de la obra de Lacan, por ello se trata de una propuesta personal. No puedo dejar de agradecer la influencia de Gerard Pommier, quien nos invita a correr más riesgos, a ser más claros en nuestras propias posiciones con relación al psicoanálisis, como él mismo lo hace, y a seguir. Pues, como dijo en el congreso de la FEP en Barcelona del 2017: “el psicoanálisis está por hacerse”.
Es necesario plantear varios problemas: me gustaría comenzar diciendo que Lacan, a lo largo de su producción teórica, tiene un conjunto de hallazgos que como puertos en su camino son abandonados para arribar a nuevos. En algunas ocasiones conserva sus descubrimientos y se va con ellos al otro puerto, pero no siempre es así ya que existen saltos cuánticos en sus elaboraciones, lo que dificulta un seguimiento lineal de su pensamiento. Por otro lado, un estilo socorrido de los lectores de Lacan es la de armar un bricolaje haciendo cada uno su propio monstruo, con las partes que suponen importantes, tratando de crear una “teoría lacaniana” sin fisuras y sin contradicciones encontrando sentido como si se ensamblara lo expuesto por Lacan en los diferentes momentos de manera natural, como si no hubiera sufrido contradicciones en su enseñanza creando un variopinto mosaico que llaman “El psicoanálisis lacaniano”, usando conceptos de manera poco rigurosa, sin respetar la trayectoria seguida por el propio Lacan. Desde luego no me escapo de haber construido mi propio Frankenstein, que me permite suponer, como los demás, que tengo una lectura. Pero el tema no deja de ser un problema: leer a Lacan.
Sigamos con el estilo. Es verdad que en los primeros acercamientos a la lectura de sus textos, los seminarios y los escritos parecen inaccesibles, también es verdad que la apuesta requerida implica un gran número de conocimientos previos. El estilo de Lacan es gongorino, no siempre efecto de la densidad de los temas que desarrolla. Podemos decir que en ocasiones linda con Rorschach permitiendo que sea el lector el que pueda asociar y proyectar sus ideas en esos soportes ambiguos. Lacan emplea por ejemplo un concepto, una palabra a manera de categoría, o incluso sus neologismos, con un sentido en una época y con otro en distintos periodos de su enseñanza, sin dar cuenta de esos cambios. Es verdad que en ocasiones podemos ver que ese uso polisémico agrega complejidad, pero en otros casos no sucede eso generando lecturas abiertamente equivocistas, en la que cada uno de sus lectores advertimos lo que Lacan nos dice o lo que Lacan nos quiere decir.
Me parece un problema que las ambigüedades conceptuales y teóricas no se discutan ni se expongan, pues en general los distintos lectores de Lacan las abordan a partir de su propio punto de vista, como si se trataran de las mismas intenciones o sentidos que pretendió darles Lacan. Recientemente escuchamos a Jacques-Alain Miller decir que: Zizek zizeksisa a Lacan, Badieu badieusiza a Lacan y Miller ¿no millereiza a Lacan?, lo cual, dicho sea de paso, yo lo agradezco, ya que me parecen tres perspectivas que no deben ser ignoradas porque cada uno de ellos es un estudioso de la obra de Lacan. Lo que está claro es que es el momento del retorno a Lacan, pero de forma responsable y crítica, que nos permita ser capaces de articular nuestras propias lecturas y argumentar nuestras posiciones al respecto. No creo que debamos buscar ahora la exégesis de la exégesis, como si se tratara de redescubrir las palabras dichas o profanadas.
De la misma manera que la propuesta freudiana, Lacan tampoco tiene un campo teórico unificado que podamos llamar psicoanálisis lacaniano, pues pertenece al grupo de los autores que fueron construyendo sus propuestas en el momento resolviendo las inquietudes que tenía en el camino, de tal suerte que cada uno de sus seminarios y de sus escritos revela la manera en que se encontraba en ese momento para enfrentar un determinado asunto, caminando a lo largo de su vida, construyendo puentes entre su trabajo clínico y sus elaboraciones teóricas. Cada una de sus propuestas no conduce necesariamente a la otra: lo que piensa en un momento no es lo que piensa en otro. Así pues, se va agregando complejidad a su posición respecto al psicoanálisis, no ausente de contradicciones, como cualquiera que trabaje de esa manera.
Como decíamos, un concepto en un momento puede pretender decir una cosa y en otro tiempo otra, que no se encuentran necesariamente articuladas. Lacan no hace aclaraciones o referencias a los cambios que tuvieron sus categorías o conceptos, aunque los usos varían y esto parece ser algo obvio. Desafortunadamente abundan los estilos doctrinarios de muchos de los lectores o seguidores, que carecen de crítica y no problematizan lo leído, pues en sus lecturas no encuentran contradicciones o saltos, sino un continuo desarrollo, que va de lo simple a lo complejo, en un camino que va elevando su complejidad.
Para seguir con el hilo expositivo trataré de encontrar un par de ejemplos a manera de botones de muestra sobre esos cambios de rumbo, o empleo de conceptos con diferentes sentidos, mismos que no generaron advertencias para sus seguidores y/o lectores. Lo que muestra la manera en la que un autor puede tener contradicciones internas.
En Freud encontramos la relación entre el Yo y el Ello de 1923, que es enteramente distinta a la que tiene diez años después en Las nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis. La segunda perspectiva sobre el Yo se consolida en El esquema del psicoanálisis escrito al final de su vida. En el primer trabajo muestra al Ello como si se tratara de un caballo sin riendas, y al Yo como el jinete que en realidad no conduce al caballo hacia ninguna dirección, sino que simplemente se somete a él. Incluso dijo que el Yo no es dueño de su propia casa, perspectiva que mantuvo su liga con la filosofía alemana de su tiempo. Esto mostró un cambio radical a la propuesta cartesiana de “Yo pienso, luego existo”, en donde el Yo da garantía de la existencia. El Yo fue ganando terreno en la propuesta Freudiana e hizo que el psicoanalista buscara incluso fortalecer al Yo: “Ello era el Yo debe advenir” [Wo Es war, soll Ich werden] que apareció en su conferencia 31 de 1933, titulada La descomposición de la personalidad psíquica.
Desde luego, como decíamos, Freud finaliza su separación con las propuestas anteriores, a partir de la aparición del Esquema del psicoanálisis.
“Una acción del Yo es correcta cuando cumple al mismo tiempo los requerimientos del Ello, del Superyó y en la realidad objetiva, vale decir cuando sabe reconciliar entre sí sus exigencias. Se ve que Ello y Superyó, a pesar de su diversidad fundamental, muestran una coincidencia en cuanto representan los influjos del pasado: el Ello, los del pasado heredado; el Superyó, en lo esencial, los del pasado asumido por otros. En tanto, el Yo está comandado principalmente por lo que uno mismo a vivenciar, vale decir, lo accidental y actual”.[1]
Sobre este tema, cabe mencionar que a mí parecer el texto de Anna Freud El Yo y los mecanismos de defensa que se comenzó a escribir en 1934, es un trabajo escrito al alimón con su padre. Basta contrastar este escrito con el resto de su obra para ver si hubo o no esa influencia, texto en el que el Yo se transforma en el centro de la propuesta de Anna y crea su teoría de “ego psicoanálisis”.
Para finalizar este punto simplemente mencionaré dos asuntos: el primero se refiere al texto de Construcciones en análisis de 1937, escrito al final de su vida, en donde regresa a la vieja propuesta en la que el analista debía rellenar los blancos de la historia del paciente, lo que nos muestra nuevamente la idea de la historia vivida, de lo realmente acontecido que sigue preponderando al final de la vida de Freud; el segundo es que esta propuesta tardía contrasta con su teoría de la realidad psíquica, y con la teoría de la sexualidad infantil, en la que lo vivido ya no es importante, pues se trata de lo que se deseó haber vivido, de las fantasías, en las que lo traumático no es un evento en sí mismo, sino que lo es a posteriori, en el tiempo lógico y no en el cronológico, lo que al parecer muestra inconsistencias epistemológicas en lo expresado por Freud.
“Durante toda su vida Freud continuó por las vías que había abierto en el curso de esta experiencia, alcanzó finalmente algo que podría llamar una tierra prometida. Pero no puede afirmarse que haya penetrado en ella. Basta leer lo que puede considerarse su testamento, Análisis terminable e interminable [1937], para ver que si de algo tenía conciencia, era justamente, de no haber penetrado en la tierra prometida”.[2]
Esta cita también es una crítica para aquellos que consideraron que el retorno a Freud propuesto por Lacan a principios de la década de los 50, era una lectura dogmática acrítica. Es claro que a lo largo de sus referencias a Freud, Lacan no fue un seguidor doctrinario, ya que contó con un aparato crítico que le permitió dialogar con Freud, planteando otras salidas a las propuestas freudianas, criticando la dimensión imaginaria en la que se encuentra mucho de lo teorizado por Freud. Incluso suponiendo, como lo hace en esta cita, que nos llevó al psicoanálisis pero no puede decirse que entrara en él. El seminario uno de Lacan, es una crítica directa a cualquier consideración teórica que tenga al Yo en su centro, pues considera al Yo como el síntoma por excelencia.
Siguiendo con los ejemplos que muestran las distintas maneras en que Lacan usa conceptos tales como: lo real, lo imaginario, lo simbólico, el lenguaje, el significante, el sujeto, el goce, el deseo, el cuerpo, etc.
Como decíamos, existe una tendencia que pretende articular las propuestas tempranas de Lacan con las últimas. Cada ensayo o cada clase de Lacan es una apuesta particular, pues nunca tuvo una ruta de navegación, o un plan general que guiara su trayectoria en una dirección. Así, lo expuesto en La familia, su contribución a la Encyclopédie française publicado en el volumen VII de 1938, o El tiempo lógico y el acierto de la certidumbre anticipada…, de 1945, o el Estadio del espejo... de 1949, etc., son elaboraciones discontinuas. No debemos descuidar, por ejemplo, el peso que tiene el objeto “a” que es de 1960, con lo construido en el seminario 11, titulado Los 4 conceptos fundamentales del psicoanálisis. Será hasta 1972 cuando empleé por primera vez la idea del nudo Borromeo, como forma de anudar lo Real, lo Simbólico y lo Imaginario, que no se articula plenamente con el seminario de 1975, El sinthome, y sus propuestas sobre topología que son lo último de sus enseñanzas (XXVI) 1978-79. Cada uno de estos trabajos representa saltos cuánticos con respecto a los antecedentes.
En 1950, el Sujeto está completado con el Ello, no existe objeto “a”. Lo real, lo simbólico y lo imaginario son registros independientes, y muchas de sus consideraciones se encontraban en status nacendi o bien con un carácter exploratorio, pero son pensadas por algunos lectores como teorías acabadas. Por lo tanto, no es un pensamiento que fuera elevando su nivel de complejidad progresivamente, que parte de lo simple y va hacia lo complejo, sin desfases o contradicciones internas. Se trata de apuestas teóricas que buscan encontrar cierto grado de inteligibilidad y articulación a lo largo de la búsqueda por la comprensión de los fenómenos de acaecer psíquico.
Algunos ejemplos de los cambios que Lacan le dio a sus conceptos, en este caso a lo simbólico y a lo imaginario, nos pueden ayudar a considerar la relevancia que tiene citar las fechas de los usos conceptuales, o bien acompañar la palabra con el sentido que le esté dando aquél que cita, ya que no hay un Sujeto, ni un fantasma, ni un simbólico, etc., pues estos van variando a lo largo de toda la obra de Lacan.
Como decíamos, el concepto de Lo Real de Lacan, anterior al nudo borromeo, refiere por lo general a un sinónimo de realidad empírica:
“[…] lo real tiene también connotaciones de materia; implica una sustancia material que subtiende lo imaginario y lo simbólico. Las connotaciones de materia también vinculan el concepto al reino de la biología y con el cuerpo en su fisicalidad bruta (opuesto a las funciones corporales imaginarios y simbólicas). Por ejemplo, el padre real es el padre biológico, y el falo real es el pene físico, en tanto puesto a las funciones simbólicas e imaginarias de este órgano”.[3]
Además, la propuesta del temprano Lacan es que lo real debe ser simbolizado, es decir, que existe previo a lo simbólico y que tiene que ser simbolizado para apropiarse de él. “Lo que se trata de revelar pues en el análisis no está, en el fondo, en una relación inmediata pura y simple con lo real, sino que se inscribe ya en una simbolización”.[4]
De hecho esa es una de sus hipótesis principales al dar cuenta del delirio psicótico, como aquello no simbolizado que reaparece en lo real “En la relación del sujeto con el símbolo, existe la posibilidad de una verwergung primitiva, a saber que algo no sea simbolizado, se manifestará en lo real”.[5]
En ese periodo se explicaba este sentido del delirio psicótico. “Freud definió el yo por resistencias que le son propias en eso que retorna de lo real”, ese fracaso del intento de simbolización, con lo que el delirio es la búsqueda, desesperada y necesariamente fallida, de tejer desde ese real los lazos que mantengan la relación con el orden de lo simbólico. Por eso se trata de un real previo a lo simbólico, que debe ser simbolizado para permanecer como realidad psíquica. En este sentido, ese real actúa desde la exterioridad de “ese sistema” con el mismo estatuto de existencia que el resto de los objetos del mundo, como si fueran independientes de la subjetividad, por eso el delirante no miente: lo que piensa, escucha y ve pertenece al mundo y él es sólo un pasivo espectador “[…] algo que fue rechazado del interior reaparece en el exterior”.[6]
Lacan propone que la psicosis no es un repudio a algo inaceptable por la consciencia, como lo pensaba Freud, sino un asunto trasladado a los orígenes de la estructuración subjetiva, por eso relativo a lo que pensaba como proceso de simbolización fallido de lo real en 1957.
Por otro lado, en la conferencia RSI de 1953, propone que lo imaginario es un registro que coincide con el de la etología, y esto lo repite años después en varios de sus trabajos: la “[…] naturaleza imaginaria en el sentido de lo señuelos coaptactivos, cuyo ejemplo nos ofrece la etología de los comportamientos animales del pavoneo y del combate”.[7]
Lacan se encontraba muy interesado en el modo en que la naturaleza ejerce su poder de atracción, por ejemplo: en los estudios sobre la mimesis de los insectos durante la segunda guerra realizados por el ejército para trabajar los camuflajes, se observó que en la aves atrapadas el cincuenta por ciento de los insectos ingeridos habían practicado la mimesis y el otro cincuenta por ciento no, con lo que se planteó la hipótesis (equivocadamente) de que esa forma de confundirse con el entorno no los dejaba a salvo de los depredadores. Así pues parecía que el mismo entorno ejercía una clase de influencia, el mismo que en las relaciones tempranas en las que los niños parecen improntarse en las figuras de los adultos próximos. De aquí se desprende la importancia para Lacan de las imágenes, los señuelos, que actuaban de manera independiente a lo simbólico en la subjetividad humana.
“Hay otra forma de abordar el problema de la transferencia: hacerlo a partir de ese nivel de lo imaginario cuya importancia no dejamos de subrayar aquí. El desarrollo relativamente reciente de la etología animal nos permite darle una estructuración más clara que la que le daba Freud. Pero esta dimensión -imaginaria- fue nombrada efectivamente como tal en el texto de Freud. ¿Cómo podría haberlo evitado? Ya lo vimos este año en Introducción al narcisismo: la relación del ser viviente con los objetos que deseas se articula con condiciones de Gestalt que sitúan como tal a la función de lo imaginario”.[8]
Aquí el Yo [moi] muestra para Lacan esa relación que se encuentra antes del lenguaje, lo imaginario, que representa un cierto grado de automatismo en el que por ejemplo el ave queda cautivada por “el paro”, es decir, por la danza realizada por el macho; pero en ese mismo registro, por la existencia del señuelo, que representa para el otro un atrapamiento al estímulo, no aparece el orden simbólico en este sujetamiento pues es puramente imaginario, desde luego esta idea cambiará algunos años después.
Tanto Freud como Lacan fueron grandes intelectuales con una imaginación increíble, sin embargo no fueron propiamente académicos; el trabajo académico limita la creatividad en la medida en que exige un soporte de rigurosidad argumentativa que a su vez dialogue con otras propuestas y autores. Lo que hacen estos pensadores y clínicos, es que construyen un conjunto de hipótesis o de conjeturas que puedan arrojar luz sobre los fenómenos observados, pues se trata de hacerlos inteligibles, de esta manera las teorías de los psicoanalistas deben ser entendidas dentro de sus propios marcos gnoseológicos, o en su caso epistemológicos. Desde luego, no existe un juicio que busque calificar o descalificar al pensamiento académico o intelectual, sino simplemente comprender que se trata de dos formas de posicionamiento frente al conocimiento y a la construcción del mismo. Se trata de entender que son dos formas distintas en las que se colocan los pensadores frente a las tareas de conocer, investigar y comunicar los resultados. Gramsci ya nos dio muchas pistas para pensar el tema del papel de los “intelectuales” en nuestra sociedad, en donde sus lugares son distintos; cada uno relevante en la esfera de su competencia.
Freud y Lacan son un par de gigantes que cambiaron, sin duda, la manera de pensar al hombre y su subjetividad. Son autores a la manera foucaultiana de comprender el asunto, ya que se trata de creadores de una discursividad, con una manera de problematizar lo que estudian y generadores de un estilo que los caracteriza y singulariza, así pues podemos distinguir a sus lectores llamándolos freudianos o lacanianos.
Freud y Lacan pretenden llevar al psicoanálisis lejos de las propuestas abiertamente irracionalistas del estilo de Carl Gustav Jung o de Wilhelm Reich, sin embargo, y dado que se trata este documento de un análisis crítico, debemos considerar que muchas personas consideran que también las propuestas de Freud y Lacan son irracionalistas, a lo que los psicoanalistas responden con violencia desacreditando a los críticos, y descalificando las críticas por considerarlas simples resistencias contra el psicoanálisis. Sin embargo, están pendientes las respuestas a sus críticos, por ejemplo: debemos discutir seriamente con Popper y sus críticas al psicoanálisis freudiano y adleriano, críticas interesantes que me parecen pertinentes, ya que algunos psicoanalistas intentan transformar el psicoanálisis en una cosmovisión [Weltanschauung]. Lo frecuente son las descalificaciones, pues difícilmente encontramos debates argumentados, por ejemplo, lo que sucedió con el famoso libro negro del psicoanálisis, del que surgiera el libro blanco: posiciones enfrentadas descalificándose unos a otros, pero sin mayor rigor teórico o argumentativo, quizá con mejores argumentos los que critican que los que defienden al psicoanálisis.
Como decíamos, existen quienes ven una continuidad y plena articulación entre los textos que Lacan escribió en los cuarenta, con los realizados en los setenta como si los primeros no perdieran vigencia, como si mantuvieran posibilidades de diálogo con sus últimos trabajos. De hecho hay quien habla de una doctrina lacaniana, como si el psicoanálisis fuera reducible a una experiencia y caminara de la mano con un conjunto de creencias, ideas, enseñanzas o principios que pueden ser esenciales a los movimientos de carácter religioso, ideológico o político. Efectivamente, el carácter doctrinario del psicoanálisis se convierte en uno de los polos de atracción del movimiento psicoanalítico, ya que permite afirmar y consolidar a los líderes de los grupos, pues no hay discusión ni contrapropuestas, así sólo hay que aprender de manera acrítica y sin cuestionamientos, y para fortalecer esta perspectiva señalan los requisitos que deben cubrirse para pertenecer a su grupo.
La mayoría de los criterios que legitiman o no la práctica de los analistas son institucionales, por lo que cada una de las asociaciones o grupos se erige como juez capaz de descalificar a otras organizaciones y, desde luego, acreditar a los miembros de las propias. Lo mismo sucede con la jerga psicoanalítica, cada una de estas agrupaciones tiene su propio uso de los conceptos, por lo que varían de una organización a otra. Debemos recordar que los seminarios de Lacan fueron orales y que se recopilaron a partir de los apuntes y de las versiones dactilográficas tomadas en ellos. Ahora aparecen varias preguntas: ¿Lo importante es lo que dijo Lacan? o ¿lo que somos capaces de articular a partir de la experiencia analítica y de la lectura?, ¿se vale cualquier tipo de lectura y cualquier tipo de experiencia, para poder hablar en nombre del psicoanálisis?, ¿el análisis es únicamente si lo reconocen los miembros de alguna asociación?
Me parece ver un desgaste en los encuentros entre psicoanalistas, ya que no son pocos los que al exponer no brindan ningún argumento, sus ideas aparecen ex nihilo, como si eso hubiera sido dicho por Lacan o como si así fueran las cosas, cuando se dan explicaciones o argumentaciones muchas son de corte tautológico. De la misma manera se habla de los conceptos y neologismos lacanianos, como si existiera un consenso, pero como hemos mostrado, una misma categoría fue empleada en momentos distintos de formas diferentes, ¿de cuál de ellas estamos hablando? con lo que difícilmente se pueden establecer comparaciones, contrastes o críticas, ya que los conceptos se encuentran referidos al particular universo semántico y discursivo de cada lector, de cada expositor, lo que permite que gracias a esa clase de impostura se resguarde la ignorancia de muchos.
En resumen: se recurre a eso que puede llamarse un estilo de corte lacaniano, es decir, a una oscuridad estilística artificial, como si la ambigüedad agregara densidad a lo dicho, como si fuera obligatorio, al trabajar con la propuesta lacaniana, el “mediodecir”, cuando lo que se produce es simplemente un balbuceo, una especie de asociación libre. Se trata de un extraño culto a la anfibología.
Esta manera de posicionarse frente al conocimiento, me recuerda al famoso cuento del Hans Christian Andersen El traje del emperador en el que el Rey está desnudo, sin embargo, como sabemos, los fraudulentos sastres inventaron la historia de que confeccionan la prenda con una tela que sólo los tontos no podían ver. Todos los que se encuentran próximos al rey para no evidenciarse describen al rey las maravillas del atuendo que en realidad no pueden ver, creándose una red de cómplices, de tal suerte que incluso entre ellos ya hablan de las maravillas de la confección del traje. Pienso que eso sucede con muchos grupos de psicoanalistas, ya que la forma doctrinal de sus posicionamientos frente al psicoanálisis les hacen repetir lo que escucharon, sin comprenderlo, e incluso “creen” que logran observarlo, como si de verdad estuviera ahí frente a sus ojos. Complicidades feroces que, como decíamos, más que enfrentar una discusión descalifica al adversario en un tipo de juicio ad hominem. Así como con los oficios medievales: los aprendices siguen las indicaciones de los oficiales y éstos de sus maestros, todos tomados de las manos en una gran danza macabra. Por la apuesta requerida, son pocos los que pueden seguir la lectura de Lacan con base en su propia experiencia vivida en el análisis.
Además debemos considerar que en la práctica psicoanalítica existe algo que es tratado como un ritual de pasaje, que tiene que ver con el llamado “fin de análisis”, que en realidad es una invención institucional, un ideal construido por ellos, de aquello que se confunde como un momento de concluir. Existen asociaciones que tienen a sus jueces, que piensan que pueden determinar si el candidato a ser miembro de esa institución finalizó un análisis o no; en otros casos se pasa de lo privado a la presentación pública de su recorrido analítico, etc. Para algunos el análisis se transforma en una especie de rito de inclusión en un grupo, una auténtica ceremonia que refuerza los lazos endogámicos. En cualquier caso, se hace creer que en el análisis personal puede aparecer la verdad como iluminación, como epifanía frente a la oscuridad de las ideológicas que todo lo cubren. Lo anterior es únicamente para hacer visible que las instituciones ejercen su influencia en la manera en que se lee y se piensa el psicoanálisis. El trabajo analítico trata de que todo lo oscuro se nos haga más claro, simplemente para alcanzar, a partir de esta experiencia, a comprender lo que antes nos parecía incomprensible; encontrar una libertad que nos pueda llevar a determinar, en lo posible, las reglas de nuestro sujetamiento.
Me parece que la relectura de Lacan tendría que realizarse de forma semejante a lo que nos propone Foucault frente a la filosofía, en tanto que sólo nos dota de herramientas para pensar tendríamos que dirigirnos al psicoanálisis de la misma manera tratando de encontrar las herramientas que nos sean útiles en la praxis, pero también en las consideraciones teóricas (no existe la praxis sin la teoría). Fuera de dogmatismos y anfibologías, desacralizar las propuestas freudianas y lacanianas, releer a Lacan dialogando con otros autores, contrastando y comparando sus consideraciones.
Bibliografía
- Freud, Sigmund, “Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis” en Obras Completas, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 2001.
- Evans, Dylan, Diccionario introductorio de psicoanálisis lacaniano, Paidós, México, 1997.
- Freud, Sigmund “Esquema del psicoanálisis” en Obras Completas, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 2001.
- Lacan Jacques, La relación de objeto, Paidós, Barcelona, 1994.
- Lacan Jacques, Los escritos técnicos de Freud, Paidós, Barcelona, 1985.
- Lacan Jacques, Las psicosis, Paidós, Barcelona, 1985.
Notas
[1] Freud, Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis, pp. 144-145.
[2] Lacan, Los escritos técnicos de Freud, p. 31.
[3] Evans, Diccionario introductorio de psicoanálisis lacaniano, pp.163-164.
[4] Lacan, La relación de objeto, p. 114.
[5] Lacan, Las psicosis, p. 119.
[6] Ibíd., p. 118.
[7] Lacan, Los escritos técnicos de Freud, p. 500.
[8] Ibíd., p. 408.
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